El ciclo de la vida

Me encuentro en un ciclo incomprensible

No sé por dónde empezar porque, creo, hay dos principios. O dos finales… No sé. Durante mucho tiempo estuve hecha un lío, no entendía nada y aún hoy, a pesar de las evidencias, me resulta muy difícil explicarlo a cualquiera sin caer en la fantasía, sin que me tilden de mentirosa, sin que nadie crea lo que me pasó.

Quizás debería definir este relato como de ciencia-ficción, realmente lo es si no fuera porque me pasó a mí. El que quiera creerlo que lo crea y el que no, es muy libre de hacerlo. Sin embargo, sólo desearía que quien pudiera pensar que esto es una patraña, fruto de la imaginación de una loca de la vida, abriera un poco la mente a otras cosas que, aunque incomprensibles o irreales, no son por ello menos ciertas para quien las vivió.

Nací en el mes de abril de 1990, esto significa que cuando sucedieron las cosas que cuento tenía veintiún años y que durante el próximo cumpliría veintidós. ¿Cómo me definiría? No sé… No debería ser yo quien hiciera esto. Haré un intento. Veamos… Mido 1,72, peso sesenta y un kilos, me miro en el espejo y me encuentro mona. El pelo rubio oscuro, pero lo llevo teñido de negro y con una cresta. Los ojos claros, de un azul no muy intenso. Buenas tetas, para que negarlo y un culo perfecto. (No tengo abuela, ¿eh?).

Era la pequeña de cuatro hermanos, una chica, la mayor, dos chicos, gemelos, y mi menda. Decían, aunque no creo que fuera cierto, que estaba muy mimada, precisamente por ser la pequeña. Pero a mí me parecía que todo el mundo se desahogaba conmigo y vivía un puteo continuo.

Mi padre era… Pues eso, mi padre. El mandamás, el que no discute porque no admite discusiones, el que dice lo que hay que hacer, cuando hacerlo y cómo hacerlo. Me tenía hartita del todo. No sé si creía que éramos sus esclavos, a mí, desde luego, me lo parecía, a mis hermanos no. hacían lo que se les decía sin protestar mucho, me refiero a recoger sus cosas, a cumplir ciertos horarios, a estudiar lo que se suponía…

Particularmente, estas cosas me ponían de los nervios. Mi hermana mayor, Teresa o Tere o Teresita si quería hacerla rabiar, era la que se encargaba de transmitir las órdenes paternas en el funcionamiento de la casa y los demás cumplían, más o menos, con lo que se les exigía. Reconozco que a mí me costaba, es más, pasaba de hacerlo.

Por poner un ejemplo: Lidia (no Lydia ni Lidya, ni nada por el estilo) te toca sacar los platos del lavavajillas. Pues me daba cien patadas en el hígado. Lidia, recoge tus cosas y pon la lavadora ¿Qué? ¿Poner yo la lavadora? ¡Estará de coña!

Así todo, me tenían frita. Y claro, si me escaqueaba, cualquiera iba con el cuento, que los gemelos también mandaban lo suyo, a papá y el patrón me montaba un pollo tremendo con el consiguiente castigo. Veía las sonrisas ladinas del resto cuando esto pasaba.

Según mis hermanos, era un poco rebelde y contestona. Me pasaba por el forro del coño su opinión. Y a mi viejo también, que me tenía hasta las tetas de darme órdenes, de llamarme la atención o de castigarme sin salir.

En fin. A lo que iba, estaba contando una historia irreal, hasta ahora sólo describía la realidad, una realidad que sufrían de la mayoría de mis amigas. Creo que parte de la situación se debía a que no tengo madre, murió cuando nací, no se recuperó del parto. Con los avances de ahora, no sé qué pudo pasar, nadie cuenta nada, sólo que se apagó (parece una bombilla), como si al asomar yo la cabeza a la vida, ella dejara la suya. Aunque sigo sin entenderlo, ahora ya sé lo que pasó.

En mi casa no había ni una foto de ella, me parecía curiosísimo. Cuando preguntaba a mi padre cómo era, me decía: mírate al espejo, eres clavada. Si se lo preguntaba a mis abuelos, me decían lo mismo, que era igualita a ella. ¿Y por qué no había fotos? Contaban que mamá, antes de nacer yo, las tiró todas. Debía de estar como una cabra. Eso pensaba.

Cuando era pequeña adoraba a mi padre, era su ojito derecho y parte del izquierdo, mis hermanos me llamaban la mochila porque siempre iba colgada de él fuera a donde fuera e hiciera lo que hiciera.

Con el paso del tiempo y mi entrada en la pubertad, la situación fue cambiando, no era mi padre el que no quería que fuera con él, era yo la que empezaba a preferir otro tipo de cosas. Ver la tele, chatear con mis amigas, empezar a conocer chicos… Y, por lo visto, empezar a contestar mal cada vez que se me pedía algo o se me llamaba la atención.

Mi padre empezó a convertirse en un auténtico coñazo, que si Lidia haz esto, haz lo otro, que si estudia, que si no salgas, que si ven a la hora… Todo eran normas y controles que me daban, como he dicho, cien patadas.

Ahora, a mis veintiún, pasaba bastante de mí, eran mis hermanos los que se encargaban de que me portara medianamente y era yo la que pasaba olímpicamente de ellos. A Teresa, la buena, la mayor, la que se convirtió en Mamá Pollo, la tuve totalmente dominada.

Por casualidad (siempre son casualidades) me enteré de ciertas inclinaciones sexuales que, seguramente, no le harían ninguna gracia a papi, así que, a pesar de los juramentos de ella en contra de las evidencias, a pesar de echarse un novio durante una temporada (cortita), llegué a la conclusión de que la buena de mi hermana era de la otra acera. Cielo abierto para ciertos chantajes. Además, en uno de sus días de calentura la pillé haciéndose un dedillo; aproveché la situación y le di el tratamiento que correspondía.

Estaba en nuestra habitación creyéndose sola en casa, tumbada en su cama y viendo una peli de lesbis en el DVD. Se metía un chisme de esos que vibran, parecía una polla enorme. Luego cambió a otro diferente, era como una polla doble, un cacharro que parecía un pene por cada lado. Se lo pasaba entre las piernas bien abiertas, se lo introducía un poco, gemía… Y llamaba a alguna tía, no recuerdo el nombre, mientras pedía que la follaran.

Yo flipaba en colorines, conocía a bastantes chicas lesbis o bisex, yo misma no le hacía ascos a otra, pero nunca por vicio. Otra cosa era ver a mi hermana haciendo esto… Aparte de flipar, también (y esto si me extrañó), me produjo una excitación de la leche, no sé si mi hermana o la peli que veía.

Cerré la puerta con cuidado, Tere (debía de tener los ojos cerrados) no me había visto; sin pensármelo ni medio segundo me acerqué a su cama, admiré el cuerpo desnudo y excitado y, sin avisar de nada, agarré aquel chisme con el que jugaba intentándole introducir todo lo que pudiera.

Tere gritó, le tapé la boca con la mano mientras me miraba con espanto. Yo intentaba guiar el consolador por el sitio debido, ella pataleaba y no me dejaba, pero a pesar de ser mayor que yo, no era más fuerte. No sé el motivo, mi hermana no había hecho deporte en su vida y yo llevaba toda la mía metida en alguna actividad.

Otra de las chorradas de mi padre que me obligaba a hacer más deporte que si fuera a ir a las olimpiadas.

Me tumbé encima de Tere sujetándola con mi propio cuerpo, la mano apoyada en su boca, mis piernas entre las suyas y el aparato de plástico introduciéndose poco a poco en su interior.

Del espanto pasó a la sorpresa, luego a la cara de odio para finalmente dejarse llevar por el calentamiento global (no del planeta).  Me apetecía sobar sus tetas, así que cuando llegué al fondo de su coño con el artilugio, allí lo dejé bien clavado y llevé esa mano hasta sus senos con los que me dediqué golosamente a darles un repaso como a mí me gustaba que me hicieran. Pellizqué sus pezones, estaban duritos por el tratamiento que ella misma se había dado, intenté que sus areolas se inflamaran, pero apenas abultaron un poquito más.

Cuando vi, o mejor, sentí que jadeaba y no intentaba gritar, solté la mano de su boca sustituyéndola por la mía enredándome en un beso que me supo a gloria, mordí sus labios, enredé mi lengua con la suya… Después de avances inciertos, se desató, dándome la oportunidad de meter y sacar aquella especie de doble polla de su cuerpo.

Mientras, me iba desnudando como podía sin soltar en ningún momento alguna parte de su anatomía, no se fuera a rajar. Cuando me quité la camiseta que llevaba, Tere se prendió de mis tetas sacándolas del sujetador, sin darme tiempo ni a quitármelo. Morosamente me soltó un momento en el que aproveché para quitarme toda prenda que me quedaba.

Saqué ese chisme de su coño, lo tenía depiladito pero menos que yo. Ella se había dejado una pequeña tira encima y yo no tenía nada, para mí, más higiénico. Si no tenía pelo en las axilas ni las piernas ¿Por qué dejármelo en el coño? Ambas habíamos pasado por el láser de última generación. Tras acariciar su monte de Venus, no tardé nada en meter la cabeza entre sus piernas.

Acaricié, lamí… Metí la lengua en su hoyito, supongo que después del consolador le sabía a poco. Ataqué su botón con decisión, dándole toques con la lengua, repasándolo alrededor, succionando levemente (que hay cada bestia que no sé que se cree que es)… Metiendo los dedos en su interior, froté las paredes de su vagina y los alrededores del cuello de su matriz.

Tere movía un poco las caderas, intentaba seguir los movimientos de mis dedos en su interior… ¡Pero yo no recibía nada!

Cambiando de postura, pasé las rodillas a ambos lados de su cabeza, me abrí de piernas lo más posible (del todo, que para eso hacía gimnasia) y estampé mi preciosa intimidad en toda su cara. Casi la asfixio. Tenía su práctica la cabrona, pero, a pesar de llevarme cinco años, yo la daba cien vueltas.

Mientras me hacía maravillas en mi clítoris, yo hacía diabluras en el suyo. Estaba a punto de correrme, había tardado la mitad que ella, supongo que por la excitación que me produjo y el susto que se llevó. Empecé a restregar mi coño sobre su boca, necesitaba sentir algo más de lo que me hacía y, en un alarde de imaginación, introduje un vibrador en su vagina.

Dio un grito alucinante al correrse y yo otro por el mordisco que me dio en mis partes al alcanzar su orgasmo. Fue curioso que este dolor inesperado hiciera que llegara a otro orgasmo tremendo. Satisfechas y no saciadas, mi hermana aún no había salido de su asombro, cogí el otro aparato que había quedado encima de la cama introduciéndoselo hasta el fondo. La incorporé dejándola sentada para meterme yo la otra parte, sentada como ella, con las piernas a la espalda de cada una, sentadas frente a frente.

Me costó más meterlo que a ella, no tenía la vagina suficientemente dilatada. Tere cogió un botecito de la mesilla, embadurnó bien el cacharro con su contenido y volvió a ayudarme a introducírmelo de un tirón.

-UUUAAAAHHHHH

¡Joder, qué gusto!

Ambas iniciamos un movimiento de vaivén, el artilugio cada vez entraba más, nos besábamos la boca, nos acariciábamos las tetas… Introduciendo las manos entre nuestros cuerpos, frotábamos el clítoris la una a la otra… Tere empezó a gemir más fuerte después de un rato de mete saca, hizo un movimiento más rápido de cadera y de mano, intenté coincidir con ella, el consolador había entrado del todo y nos frotábamos los pubis entre las dos…

-AAAHHHHHHH –

-OOOOHHHHHH –

Pocas veces lo conseguía, pero el tener un orgasmo simultáneo siempre me producía una mayor satisfacción. Nos sacamos aquel artilugio y nos tumbamos de lado, mirándonos a la cara, dándonos besitos en los labios y tenues caricias en los brazos y los senos. Estuvimos así mucho rato…

-Eres una cabrona. Una cabrona y una cerda – Me dijo Teresa.

-Ya. Y tú te lo has pasado fatal – Contesté.

-Esto no se le hace a una hermana. Y como le cuentes a alguien esto…

-¿Qué? ¿Si le cuento a alguien esto, qué? No te veo en posición de hacerme nada. Si le digo a papá que te van más los coñitos que las pollitas…

-¡Pues nada! ¡Papá no diría nada! – Intentó rebelarse.

Bueno, mejor me callo, pensé. Si sigo por esta línea seguro que acabamos en una bronca. En fin, que me quiten lo bailao, me había pegado un lotazo con mi hermana estupendo.

Y lo que en principio fue un horror (según Tere), se convirtió en asiduo. A esta chica le gustaba el sexo tanto o más que a mí. Encima, dormíamos juntas y, en cuanto oía que mi padre se acostaba, tardaba milisegundos en venir a mi cama. He de reconocer que tampoco le iba a la zaga, pero también que, de vez en cuando, me apetecía a alguien del otro sexo.

Se iba acercando octubre, día del aniversario de mis padres y santo de mi hermana mayor. A pesar de los esfuerzos que todos mis hermanos hacían (a mí me traía sin cuidado) siempre era un día triste, yo no había conocido a mi madre, pero se encargó bien de joderme la vida.

¡Joder, habían pasado más de veinte años y mi padre seguía así! A este tío le hacía falta un buen polvo. Nunca le había conocido una amante, mis hermanos tampoco… Lo dicho, un revolcón en condiciones. ¿Qué haría, matarse a pajas?

Papá dijo, el día anterior, que iríamos a comer juntos. El quince de octubre era sábado, pero mi padre tenía asuntos que resolver ese fin de semana y no podríamos celebrarlo bien, pero el catorce, viernes, era el día perfecto; se quedó en eso, cenita familiar con mis abuelos.

Yo tenía otros planes, pasaba de que todo el mundo recordara a mamá, de que todos me dijeran que era igualita a ella… Mi padre me estuvo llamando al móvil, a la segunda llamada sin contestar lo apagué. Estaba hasta los pezones de esas reuniones familiares en memoria de alguien desconocido para mí.

Llegué a casa de noche bastante pedo, había salido con un colega, el Guille, con el que había estado bebiendo, fumando y follando hasta las doce, por lo menos.

¡Joder qué bronca me montó mi viejo! Por primera vez estuvo a punto de soltarme una hostia (Si lo hace le denuncio) Me castigó a mi cuarto, sin cenar (que le dieran por culo a la cena) y sin salir hasta que dijera (ya veríamos).

Con un buen colocón pero bien follada (el Guille sabía lo que hacía, o eso creía entonces) me fui a la cama pasando de todo el mundo.

Desperté con cierta desazón y ansiedad, no me encontraba muy bien… Estando a oscuras, al ir hacia la puerta de la habitación me di contra la pared ¡Qué raro, aquello no parecía mi cuarto! Sin dar mayor importancia, todavía era de noche, fui casi sin ver al baño. No lo encontraba, estaba totalmente desorientada.

Al final, di con el aseo, encendí la luz y fui a la taza del wáter. Estaba un poco flipada, me parecía todo distinto. No debería haber fumado tanto canuto con el Guille. Me sequé bien, me acerqué al lavabo a lavarme las manos…

-AAAHHHHH

¡San Dios!

¿Qué coño me había pasado? ¿Dónde está mi pelo negro y mi cresta? ¡Seguro que la cabrona de mi hermana me lo había desteñido estando dormida! ¡Pero si eso no se puede hacer! Y…

¡Mierda! ¿Qué hago yo con este camisón de monja? ¡Seguro que solo estaba en bragas cuando me acosté! Y por cierto… ¿Estas bragas? ¿Desde cuándo uso yo bragas de algodón? ¿Blancas? ¿Bikini? ¡Si yo sólo me pongo tangas de colores!

Cada vez más alucinada, casi al borde del espanto, me fijé mejor en el baño. No era el mío, era distinto, como más antiguo…

Ahora estaba un poquito acojonada ¿Dónde mierda estaba? Esta no era mi casa, tampoco la del Guille… ¿Cuándo había venido aquí? Lo raro es que me sonaba…

Volví a la habitación, mi hermana estaba en la otra cama durmiendo como una marmota, tapada hasta las orejas. Iba a despertarla, a preguntarle cómo habíamos venido aquí…

Apenas se revolvió un poquito mandándome a hacer puñetas.

-¡Déjame Lily, vete a la mierda! – Dijo totalmente dormida

¿Lily? ¿Desde cuándo a esta gilipollas se le había ocurrido llamarme Lily? Solo lo hacía mi padre a veces y me jodía un montón.

Me metí en la cama, no era la mía por cierto, contestando a Tere con la misma amabilidad. Me quedé frita en un segundo.

Me despertaron por la mañana, creo que antes de las nueve. ¿Las nueve? ¡Si aún no habían puesto ni las calles! ¡Qué coño querían que hiciera tan temprano?

¿Y quién me despertaba?

-¡Venga Lidia, levanta! ¡Hoy es el día! – Dijo… ¿Y esta señora quién era?

¡Mi abuela! ¡Era mi abuela! ¡Pero joven!

¡Ay Dios, ay Dios! ¿Qué coño estaba pasando?

-¡Abuela! ¡Tronca! ¿Eres tú? ¿Qué mierda haces aquí? – Casi grité.

-¿Abuela? ¿Tronca? Niña, a ver si te llevas un azote a tu edad. Venga, levanta que aún nos quedan muchas cosas por hacer. – Dijo ¿mi abuela?

-¿Qué cosas? – Pregunté acojonada. Algo muy, muy, muy raro estaba pasando.

-¡Venga Lidia! No tengo tiempo para tonterías, tenemos que ir a la peluquería, maquillarte y vestirte. La modista estará aquí a las doce, nos va a dar el tiempo justo para ir a la iglesia. Aunque a las novias siempre se les permite llegar un poquito tarde, es casi una obligación. – dijo metiéndome prisa.

-¿UNA BODA? ¡Joder!  ¿De quién? – Estaba llegando al espanto.

-¡Hija! ¿Quién te ha enseñado a hablar así? Desde luego, esta mañana estás de lo más tonto. Pero bueno, es tu boda y tienes derecho a estar nerviosa.

¡Ay, Dios mío! ¡Mi boda! ¿Se habían vuelto locos? ¿Cómo me iba a casar si no tenía ni novio?

-¿Qué puto día es hoy? – Pregunté con la voz temblando.

-Día 15. ¿Estás tonta? ¡Y ya está bien de decir palabrotas! ¡Date prisa de una vez!

-¿15 de octubre?

-¡Me estás poniendo nerviosa, Lidia! ¿Qué 15 va a ser? – Se impacientó mi abuela.

Lo malo es que mi abuela estaba súper joven, parecía recién sacada de una clínica de cirugía estética.

No reaccionaba, me levanté con las piernas temblando. Esto era un sueño ¡Claro! ¡Un puto sueño! Enseguida me despierto… ¡Pero qué real la mierda del sueño! ¡Si hubiera llevado, se me caía el támpax del susto!

Fui a lavarme y el espejo me devolvió la imagen de la noche pasada. ¡Oye, sueño de los cojones, como broma ya está bien! No me enteraba de nada. Estaba en casa de mis abuelos, mi abuela como si fuera mi madre… ¡Qué pesadilla!

Fui a vestirme, mi abuela seguía allí con… ¡No era mi hermana! ¡Era mi tía Inés! ¡Mi tía Inés con veinipocos años! ¡Yo me quiero morir! ¡QUE ME DESPIERTE YA, COÑO!

Mi pesadilla seguía mientras me llevaban a la ducha. ¿Me habían vuelto a salir pelos en el coño? ¡Joder qué mierda! Con una maquinilla de afeitar y jabón me lo depilé enterito. Me quedó un poco irritado pero después de ducharme me puse crema hidratante y me quedó bien suave, como a mí me gustaba.

Vestida con vaqueros, blusa y chaqueta. ¡Los pantalones me llegaban a la cintura! Mi abuela, metiéndome más prisa todavía, me hizo coger un abrigo, un bolso y salir pitando a la calle.

Bueno, si mi sueño pretendía decirme algo, dejaríamos que lo hiciera. Lo malo era que luego no me iba a acordar de nada, nunca me acordaba de mis sueños. No tenía que haber fumado tanto con el Guille, ni bebido tanto… Lo del polvo estuvo de puta madre…

Fuimos a una peluquería cerca de la casa de mis abuelos. No recordaba que hubiera ninguna ahí, me parecía que tenía que haber un bar.

Me estuvieron peinando y maquillando media mañana, no me reconocía. Mi pelo color natural, rubio oscuro, recogido en un peinado horrible, sombra de ojos, rimmel, maquillaje muy suave, un toque de colorete y lápiz de labios. ¡Parecía una maniquí de revista! Yo no salía a la calle así ni loca ¡No te jode! Casi me sacan de la pelu de la oreja.

Volvimos a casa cerca de las doce y ya había llegado la costurera con un traje de novia que se lo iba a poner su puta madre. ¡Nos ha jodido mayo con las flores! ¡Trajecito blanco de raso con vuelo y lazos o chorradas similares! ¡Y un velo! Ni en un sueño me ponía yo eso.

A la tercera negativa apareció mi abuelo.

-AAAHHHHH

-¿A esta niña le pasa algo? – Preguntó ante mi grito y cara de espanto ¡Joder con mi sueño o pesadilla! ¡Ya se estaba pasando! ¿Pues no parecía tener menos de cincuenta tacos?

-Está muy nerviosa. Ahora dice que no se pone el vestido, que es una horterada – Dijo la tía Inés.

-Mira Lidia – Dijo el abuelo – Sé que es un día especial, muchas se ponen histéricas, pero tú no vas a ser de esas ¿Verdad?

Se acercó a mí dándome un beso en la frente.

-¿No le harás enfadar a papá, verdad?

-No… No, claro – Contesté casi paralizada de la impresión. ¿Papá? Ya sé, en este sueño yo era mi madre.

Me puse el puto vestido, parecía una Barby. Mi madre era hortera de narices ¡Qué pija! Hasta medias blancas con ligas que, para más horterada, la tía Inés me puso una azul. (No sé qué chorradas de algo prestado, algo azul y no sé qué más)

Un rato después, un mercedes impresionante con flores blancas en la bandeja trasera y lazos blancos en las puertas me recogía en la puerta de casa llevándome a la iglesia junto con mis padres, él vestido de chaqué.

Delante de esa iglesia había congregada bastante gente vestida de fiesta… El coche paró delante mismo de la entrada… Casi se me caen las bragas cuando mi padre, con menos de treinta años, se acercó a ayudarme a salir del vehículo. ¡Joder cómo estaba! La verdad es que, así de jovencito, era un tío de puta madre, estaba para comérselo.

Quise cortarme un poco, era mi padre, no podía pensar eso de él. Además, anoche me había castigado.

Besos, saludos… Un follón de la leche mientras mi abuela metía prisa a todo el mundo para que entrara. Parecía un sargento. Cuando desaparecieron todos en el interior del templo, mi abuelo me cogió del brazo llevándome a mí, con mi vestidito, el velo tapándome la cara y un ramito de capullos de rosas blancas en las manos.

Marcha nupcial (qué fina), mi padre (futuro marido si nada lo impedía) delante de mí agarrado a mi abuela paterna, yo detrás con mi abuelo… Hasta quedar delante del altar, en dos sillones rojos con dos reclinatorios. ¡Joder, este sueño/pesadilla era súper real!

Me tuve que tragar toda una misa, yo flipaba. Hacia la mitad de la misma, empezó la boda en sí. Me preguntaron si quería a Luis como mi legítimo, etc. etc. Iba a decir que una mierda cuando, no sé cómo, otras palabras salieron de mi boca.

-Sí quiero. -¿Yo había dicho eso? Debía de ser porque era un sueño, que si no…

Lo mismo a mi padre y el mismo

-Sí quiero.

Luego los anillos (¿en prueba de amor y fidelidad?), las arras (ni puñetera de lo que eran las arras)… ¡Me levantó el velo de la cara y me besó en los labios! ¡Joder! La comunión…  En fin, toda la parafernalia. Yo iba flotando, iba a decir que como en un sueño. Evidente. Luego, ir a la sacristía a firmar el acta matrimonial. Me llevé un susto de los que acojonan cuando, después de estampar mi firma, el apellido era el de mi madre, no el mío. Juraría haber escrito bien… ¡Claro, el sueño otra vez! ¡Que por cierto, ya estaba durando!

Al salir, lluvia de arroz, muchos ¡vivan los novios! Y chorradas por el estilo. Meternos en el mercedes e ir a un hotelazo de lujo donde nos esperaba un coctel previo a la comida. Como era un sueño, me metí tres lingotazos de gin tonic para pasar el susto. ¡Qué puta pesadilla!

Y para ser una pesadilla, los copazos me pegaron lo suyo ¿Pues no me estaba mareando? Mi padre/marido me llevaba de un sitio a otro saludando a un montón de peña que no me sonaba de nada. Bueno… Algunos sí, pero en joven. Iba bebiéndome gin-tonics cada vez que aparecía un camarero con la bandeja llena de bebidas. Me iba a coger una mierda de espanto.

Hubo un momento en que casi no me tenía en pie y me reía de todo por cualquier chorrada, mi abuelo/padre se estaba mosqueando, por no hablar de la sargento (abuela/madre). Mi padre/marido, muy cariñoso, intentó que dejara la copa y acompañara a mi tía/hermana al baño.

Casi me llevaron a rastras. Menos mal que dentro no había nadie…

-Tía Inés, esto no está pasando, yo estaba en la cama, estaba castigada y no sé cómo he llegado hasta aquí. No sé porqué el abuelo es mi padre ni mi padre mi marido ni nada… ¡Quiero despertar! ¡Quiero volver a mi casa! – Solté estallando en lágrimas.

-Joder Lidia, y perdón por el taco. Tienes una borrachera de espanto. ¿Te das cuenta de las bobadas que dices? Te vas a caer redonda y vas a dar el numerito.

-Je, je, je… - Dije dejando de llorar.

-¡Espabila! ¡Es tu boda! No lo fastidies Lidia, no después de lo que me hiciste con Luis.

-Je, je, je… ¿Con Luis? Je, je, je…

-¡No te aguanto borracha! ¿Me quitas el novio y encima te ríes? Es para partirte la cara.

¡Hostias! Mi madre le había quitado el novio a mi tía ¡Qué pasada! ¡Qué zorrón! ¡Qué bueno!

Me agarré a mi tía, casi veía doble. Para resarcirla por lo que le había hecho mamá, le di un beso en la boca. ¡Aivá, si colabora! ¡Joder qué morreo! Me metió la lengua hasta la garganta, me la pasó por los dientes, los labios… Los mordió suavemente, le respondí no tan suave…

¡Joder qué puta! ¿No estaba besando a su hermana el día de su boda? Y ahora me estaba sobando las tetas ¡Me iba a arrugar el vestido!

Se separó de mí con lágrimas en los ojos.

-No quiero que te vayas Lily, no quiero. ¿Qué voy a hacer sin ti?

¡Qué flipada! Desde luego, los sueños son raros de cojones.

Se lavó la cara en uno de los lavabos, me metió en un wáter, me ayudó a meterme los dedos en la garganta y me sostuvo mientras echaba los gin-tonics. Al cabo de un ratito, habiendo vomitado hasta el café del desayuno, me sacó de allí ayudándome a lavarme bien, a enjuagarme la boca, a comprobar mi vestido… volvió a besarme y volvimos al convite.

Estaba pálida pero recuperada, me encontraba algo mejor. Mejor del mareo, porque la pesadilla continuaba y no tenía ninguna pinta de acabar.

Total, comida típica de bodas, los novios recorriendo las mesas saludando y agradeciendo a todo el mundo el haber venido, no comiendo nada y yo con un hambre de loba. Tuvimos un rato para sentarnos, papear una carne en salsa que estaba de muerte, hasta que trajeron una tarta y una espadita para que cortáramos un trozo mi padre/marido y yo, inmortalizando el evento (¡Dios, qué cursilada!)

Terminamos a las tantas, estaba muerta, me dolían los pies de los zapatos nuevos, la cara de tanta sonrisa… En fin, para qué contar.

En el mismo hotel había una discoteca y allí fue todo el mundo, nosotros incluidos. Me hicieron bailar un vals con mi padre, otro con mi abuelo. No sé cómo salí del paso, no había bailado eso en mi vida. Luego, bailes más normales (de los 80), un montón de alcohol (que mi tía se encargaba de quitarme) hasta que, cerca de la medianoche, más muerta que viva, mi padre o marido me dijo que era hora de subir.

-¿Subir a dónde?

-Pues a la habitación, dónde va a ser. – Me contestó.

Ay madre, subir a una habitación ¿Para? Ah, la noche de bodas… ¿No pretendería pasar la noche de bodas conmigo, no? ¡Que soy tu hija, coño!

Pues ni hija ni leches, me vi en un ascensor subiendo con mi padre (ya no era mi marido) hasta la décima planta donde entramos en una habitación súper chula, con salita y un dormitorio enorme. Una botella de cava y unos bombones nos esperaban.

Me estaba entrando un acojone… Es un sueño, es un sueño, es un sueño ¿No me iría a acostar con mi padre en un sueño, verdad? ¡Me daba un infarto!

Mi padre, sirviendo dos copas, brindó conmigo. Solo le di un sorbito, no me pasaba nada por la garganta.

Empezó a quitarse el chaqué hasta quedarse en pantalón y camisa, se dirigió al baño, oí cómo se lavaba los dientes, salió…

-Te espero en la cama mientras te cambias. No tardes – Me dijo con insinuación evidente de lo que me esperaba.

Me metí en el cuarto de baño de la habitación, era impresionante. Tenía preparado un camisón de seda blanco bastante pequeño. ¡Joder, me estaban temblando hasta las tetas! ¡No iba a poder, ni en un sueño ni nada!

Apareció el bueno de papá para ayudarme a soltar los cien mil botones que tenía el vestido de novia por la espalda, luego se retiró a la habitación. Me desnudé, llevaba una ropa interior blanca de encaje y medias con ligas (una azul). Ni me reconocía. Con más miedo que vergüenza, me quité el sujetador y las medias poniéndome el camisón a continuación. Me lavé los dientes y, sin saber muy bien lo que hacía (quería quedarme allí encerrada), salí del baño.

Me esperaba en la cama con la luz de la mesilla encendida. Estaba muerta de vergüenza ¡No me podía meter en la cama con mi padre! Sin embargo, supongo que cosas de los sueños, me veía avanzando por la habitación hacia él. Dio un silbido de admiración que me puso aún más nerviosa. Destapó el otro lado de la cama invitándome a introducirme.

¿Por qué no se tiene control sobre los sueños? Esto ya era pasarse, no me podía meter en ese lecho nupcial. Pero sí, ahí estaba, tumbándome al lado de este chico que, en realidad, era mi padre.

-Apaga la luz – le dije. Suponía que entonces me dormiría y despertaría de verdad en mi cama.

-No, quiero verte bien hoy – Me contestó con decisión.

No tardó nada en lanzarse sobre mí, a besarme los labios… Intenté retirar la cara, no podía besarle así.

-Me duele la cabeza – Intenté escaquearme.

-Claro, si no hubieras bebido tanto… Pero yo sé una manera estupenda de que se te pase – Soltó mientras metía sus manos debajo del camisón llegando hasta mis tetas.

¡Que me está tocando las tetas! Se me pusieron los pezones como piedras, pero no de excitación sino del susto ¿Cómo salía yo de aquí? Era evidente que éste no tenía ninguna intención de dejarme ir.

Antes de darme ni cuenta me había quitado aquel camisoncito y agasajaba mis tetas con frenesí. Debía de tener una calentura de narices. Me chupaba los pezones, me los pellizcaba, repasaba mis areolas, amasaba el seno enterito con toda la mano, iba de uno a otro sin parar…

¡Si hasta me va a poner cachonda! Intentaba aguantar aquellas caricias como podía, no me podía excitar con él ¡Era mi padre!

Pues nada, seguía y seguía sobando, besando… ¡Coño, sabía hacerme disfrutar! Pero no, no iba a caer en esta aberración. Una cosa era jugar con mi hermana, porque realmente era un juego, y otra muy distinta hacer el amor con papá. Si lo pensaba fríamente era antinatural. Este pensamiento me estaba ayudando a aguantar como podía.

Cuando fue besando mi vientre planito, mis piernas, mis pies… Poco a poco me iba derrumbando. ¡No, jamás! Al bajarme las bragas de encaje cerré las piernas tan fuerte como pude. Él no se amilanó, se maravilló al ver mi coñito totalmente depilado, acariciando suavemente el monte de Venus.

-Te has depilado entera, es la primera vez que veo un coño así. Pareces un bebé, me encanta. – Me dijo en un susurro.

Ni fuerza en las piernas ni leches, fue besando mi zona íntima haciendo que, poco a poco me relajara y las fuera abriendo (sin querer). ¿Mi padre hacía sexo oral? ¡Qué pasada! No sé cómo, ya tenía su cabeza entre mis piernas, besándome, acariciándome y haciendo diabluras con su lengua. Me la pasaba desde el agujerito del ano hasta el borde del clítoris sin tocarlo, recorriendo mi entrada vaginal… Me estaba poniendo histérica…

Repentinamente, su lengua llegó a mi botoncito de placer, a ese nódulo necesitado de caricias… A la vez que lo movía, chupaba y rodeaba, metió don dedos en mi interior, frotando con suavidad y cierta energía mis paredes vaginales. Sin esperarlo ni por lo más remoto, aún intentando convencerme de que esto era irreal, de que no era mi padre, de que no estaba pasando de verdad, me frotó una parte que me hizo llegar, en cuestión de segundos, a un orgasmo que no había sentido nunca. Venía de dentro, debía de ser lo que llamaban orgasmos vaginales…

Pensé en el Guille, qué inútil, pensé en mi padre y pensé en que, en ese momento, era mi marido. Me llevó a un éxtasis desconocido, me hizo arquear la espalda y, sin solución de continuidad, mi clítoris estalló en otro clímax alucinante.

-AAAAHHHHHH, DIOOOSSSS…

¡Mi madre, qué orgasmo! No había sentido nada parecido en los polvos de mi vida. ¿Qué pasa, que nadie sabía hacerlo bien? ¿O es que mi padre era la hostia? ¡Joder, qué fuerte!

Una vez relajada, mi padre o marido (ahora prefería pensar en marido, no quería cortar este rollo) dio media vuelta y me puso la polla en la boca mientras volvía a comerme toda mi zona genital. Me dio mucho reparo al principio, sólo hasta que su lengua y dedos volvieron a elevar mi nivel de excitación.

Entonces agarré esa barra con ansia, la chupé, chupé sus pelotas… Me la metí en la boca y succioné lo que pude. Él empezó a follarme la boca, a llegar a la garganta, a hacerme sentir otra vez su sensibilidad, su experiencia, mi éxtasis… Mientras me volvía a correr en otro orgasmo alucinante, tuve que sacar aquel cacharro que mi marido gastaba porque me asfixiaba al correrse directamente en mi garganta.

Intenté tragar, se me escapaba de la boca, su semen me manchaba la cara… Y yo gritaba sin parar de correrme ¡Qué tío! ¡Qué bestia! Hizo que mi orgasmo no parara, me iba a reventar…

-AHHHHHH, YAAAAAAA…

Paró de chuparme el clítoris y meterme los dedos, sólo lamía los alrededores de mi intimidad, relajándome, recogiendo el flujo que en ese momento hubiera podido soltar. A pesar de que noté cómo se crispaba al volver a chupar su miembro, vi cómo aguantó mi envite. Iba perdiendo fuerza, yo limpiaba cualquier resto de leche que quedara… ¿Pensaría que era una golfa por lo que hacía? ¿Lo habría hecho mi madre alguna vez?

Pues ni idea, pero cada una es cada una y yo actuaba como sabía a pesar de sentir lo que ni siquiera imaginaba.

Cuando estuvo bien limpito, un buen rato después en el que tuvo la delicadeza (qué fuerte) de dejarme descansar (si hubiera sido otro, el Guille por ejemplo, no hubiera tenido ningún miramiento, aparte de que ya hubiéramos terminado) dio media vuelta, se puso a mi lado y me besó con una ternura que me recordó a mi infancia.

Mi padre era tierno con su mujer ¡Quién lo iba a decir! Siempre era tan serio…

Me quitó estos pensamientos besándome más, pasándome mi propio sabor, el sabor de mi intimidad. Movió su lengua en mi boca, la enredó y jugó con la mía, me acarició mis tetas a punto de explotar de lo duras que estaban… Dirigí mi mano, de forma inconsciente, a su miembro. Poco a poco iba recuperando su dureza.

Me estaba perdiendo en un mar de sensaciones, cada vez que le miraba, tenía que apartar la vista, no quería imaginarme a mi padre, tenía que ser mi marido…

Cuando estuvo a punto, se tumbó encima de mí, volvió a besarme con mucha pasión mientras su pedazo de carne, duro como el acero, me iba abriendo, literalmente, partiéndome en dos. No había caído, mientras la chupaba, en el tamaño real que tenía, nunca me habían metido una polla semejante.

Boqueé buscando aire… Sentí un dolor enorme cuando empujó fuerte, casi me saca la matriz por la boca y casi me corta todo el rollo.

-Suave, hazlo suave que me atraviesas… - Le tuve que decir al oído

-Perdona Lily…

Y continuó follándome muy suave, introduciéndome apenas su cacharro, parando la embestida cuando llegaba al fondo de mi interior. La sacó y volvió a comerme el clítoris, haciéndome recuperar la excitación mientras se me pasaba el dolor… Cuando succionó con un poco más de fuerza pero sin hacerme daño, cuando volvió a frotar la parte superior de mi vagina, me volví a correr en otro orgasmo brutal.

JOOOODEEEEERRRR, AAAHHHHHHHH

Se incorporó sobre mí otra vez mientras me relajaba.

-Caray Lily, nunca habías gritado tanto, no sé qué te pasa hoy… Me dijo antes de besarme otra vez.

-MMMMMFFFFF

Solté al volver a introducirse en mi interior. Ahora intentó no hacerme daño. Poco a poco, conforme iba acelerando su mete saca, fu miembro se introducía cada vez más hasta notar su vello púbico en mi monte de Venus. Al estar recién depilada lo notaba perfectamente.

Fue acelerando paulatinamente, no paraba, yo abría las piernas cada vez más, me golpeaba en el clítoris con el pubis… Tuve otro orgasmo, esta vez más normal. Le apreté fuerte con las piernas su cintura mientras me iba patas abajo. Bueno, esto sí lo había vivido más veces… Pero él no se corría ¿Qué estaría haciendo mal?

Me cambió de postura, se tumbó e hizo que le cabalgara. ¡Joder, estaba deshecha! Inicié un movimiento suave de caderas para relajarme un poco, tenía que descansar del orgasmo anterior. Él empezó a darme suaves golpes de cadera hacia arriba. Ahora me entraba toda su polla, sin dejar nada fuera. Tenía los músculos dilatados a tope. Solo recordaba el consolador de mi hermana, ese doble, como algo tan grande que me hubiera metido alguna vez.

Hacía que me incorporara y botara encima de él, me sobaba las tetas con ambas manos… Me bajaba contra su pecho y me besaba… ¿Yo no había follado nunca? ¡No era tan pasiva! Pero este hombre, mi padre, mi marido, me estaba dominando en esta faceta como a una auténtica cría, hacía de mí lo que quería. También lo que sentía no tenía nada que ver con lo vivido hasta entonces…

Me tumbó otra vez sobre él y, en vez de dar golpes de cadera, me agarró por la espalda hasta los hombros, frotándome contra él de arriba a abajo. Poco a poco iba notando cómo la excitación subía como la espuma, un momento después era yo la que me frotaba sin ayuda… Me volví a correr como una bestia, seguía frotándome sin parar, mi orgasmo no acababa… Y sentí ahora algo que jamás había vivido.

Sin haber terminado de correrme, volvió a empezar la sensación de clímax, y otra vez, y otra vez… No paraba de correrme, era alucinante a la vez que me dejaba exhausta… ¡No podía más!

Derrengada encima de él, viviendo un multiorgasmo desconocido, no sabía ni que existieran, me puso boca abajo con una almohada bajo mis caderas. Dejó que me volviera a relajar acariciándome la espalda hasta las nalgas, las piernas… Me dejó al borde del paraíso.

Cuando me la introdujo por detrás creí morirme. ¿Todavía más? ¿No era suficiente? ¿No se había corrido aún? ¡Me iba a matar! ¡Mi padre era el mejor amante que persona humana hubiera conocido! ¡Si me había corrido más de cinco veces!

Fue suave, fue delicado, fue cojonudo. Entraba y salía con parsimonia, sin violentarme para nada. Sólo buscaba mi placer ¿Y el suyo?

Un ratito después, iba un poco más rápido, yo más sensible… ¡Me iba a volver a correr! ¡Dios, otra vez!

Llevó los dedos ensalivados a mi botón totalmente excitado, debía de tener el tamaño de un pene a estas alturas. No me irritó, solo hizo que entrara en una dimensión de orgasmos, uno tras otro, uno dentro de otro… Algo totalmente alucinante.

Cuando despertara de este sueño, a ver cómo encontraba algo parecido. Esto era la leche, era alucinante, estaba a punto de perder el sentido… Se corrió dentro, notaba su leche, más que su leche los golpes de su virilidad en mi interior… Hizo que el orgasmo que en ese momento sentía llegara a una cota superior, increíble. Por primera vez en mi vida la llamé.

-AAAAHHHHHHHH, MAAAAMAAAAA…

Estaba casi dormida apoyada en su pecho, desnuda como él. Me acariciaba el pelo y, de vez en cuando, me besaba la cabeza. Nunca había vivido nada semejante, ni remotamente parecido, ni siquiera se aproximaba un poquito… Casi me daba pena que este sueño se acabara, al final había sido una apoteosis del sexo. Antes de dormirme, me levantó la cara por la barbilla, me miró a los ojos y me lo dijo

-Te quiero.

-Yo también a ti, papá – Contesté al perderme camino de los brazos de Morfeo.

Hacia las seis de la mañana me desperté de forma rara, algo me pasaba, iba a decir que me dejaran en paz. Mi hermana debía de estar de calentura porque intentaba meterme uno de sus famosos consoladores. Todavía estaba hecha polvo ¡Joder qué sueño! No sólo lo recordaba sino que me había dejado reventadita de verdad.

-Tere, para, ahora no… ¡Joder tía, que pares! – Solté con sueño. Quería dormir más.

-Hola preciosa. Anoche papá, ahora Tere… Eres una caja de sorpresas. ¿O hay algo que deberías decirme?

-AAAAHHHHHHH

No salté de la cama porque tenía una polla enorme metida por detrás y me sujetaban fuerte de las tetas.

-¡Joder Lily! ¡Sí que estás sensible…

No había gritado por un orgasmo, seguía ahí, en el sueño, con mi padre que me estaba follando otra vez…

Le costó un ratito elevar mi nivel de excitación, estaba más fría que un témpano de hielo, por el alucine y por la irritación. Me había dejado hecha polvo la noche anterior. Ya no sabía cuánto podía durar el sueño, no sabía cuánto iba a durar el polvo… Era casi una violación…

-¡No pares, por tu padre, no pares! – Le dije a las puertas de otra corrida.

¿Cómo lo había hecho? Estaba pensando en mandarle a tomar por saco cuando ya me tenía deshechita del todo, corriéndome como una burra.

-AAAAAHHHHH, POR DIOOOOSSSS

-No pensaba dejarte, mi vida, no tengo ninguna intención. – Contestó.

Siguió metiendo y sacando, me hizo llegar un par de veces, me puso boca arriba y me volvió a comer todo el coño, me metió los dedos produciéndome otro orgasmo vaginal, casi a la vez que el clitoriano… No paraba de correrme ¿Cómo aguantaba? No sé, estaba al borde del puto desmayo.

Cuando, después de llegar innumerables veces (no sé como lo hacía, pero conseguía que me corriera sin parar) se vació en mi interior, casi ni me di cuenta. Creo que estaba más cerca del más allá que del más acá.

Hacia las diez de la mañana, derrengada, me dieron un beso en los labios para despertarme. Abrí los ojos…

-AAHHHHH

-Caray, hija. Si cada vez que te despiertas sueltas ese grito, me divorcio.

Con los ojos como platos miraba a mi padre o mi marido o el gran semental o lo que fuera. Seguía ahí, no me despertaba. No me despertaba del sueño original, ahora, cada vez que lo hacía, me llevaba otra sorpresa.

-A las doce tenemos que dejar la habitación. ¿Qué te parece una última vez? Hay que amortizar la noche de bodas. – Me dijo con una sonrisa de oreja a oreja mientras me acariciaba las tetas.

-¿Eh?

-Mira que eres remolona – Siguió dándome un beso.

Entre las diez y las once me volvió a llevar al séptimo cielo, hizo que me corriera tantas veces que fui incapaz de contarlas, hubo momentos en los que estuve más ausente que presente. Supongo que mis padres ya habían hecho el amor antes de casarse, todo lo indicaba. No me extrañaba que mi madre se casara tan joven, este tío erra increíble, no podía dejarlo escapar.

El muy cabrón volvió a metérmela en la ducha, el grito que di lo debieron de oír en todo el hotel ¡Qué polvazo! Además de los orgasmos que me provocaba, tuvo el añadido del agua cayendo sobre nosotros, el gel de ducha que usó al encularme, el mismo gel que tenía en los dedos con los que me frotaba el clítoris…

Acabé totalmente reventada, por el coño y por el culo. Eso sí, no cambiaba esta noche por nada del mundo.

Desayunamos en la suite, tenía un hambre canina (qué fina me había vuelto en una noche o en un sueño) Recogimos la maletita que habíamos llevado con los útiles de aseo y el camisón (para lo que duró, qué gasto más tonto) cogimos los trajes de boda y dejamos aquella habitación de la décima planta de un hotel de lujo de Madrid.

Cogimos el coche del garaje, un Seat Ronda, y nos fuimos a una casa que no me sonaba de nada, en pleno centro (de ahora). Entonces tampoco estaba nada mal situada.

Me pasó en brazos la puerta, casi se me saltan las lágrimas.

-Nuestra casa, por fin – dijo él

Yo miraba alucinada a todos lados. La recorrí entera, tenía dos habitaciones, no era muy grande pero no hacía falta más… ¿En qué coño estoy pensando? ¡Esto es un sueño, me da igual!

Sin embargo, fue pasando el tiempo, yo cada vez más desesperada, no me despertaba, todo era súper real… Cada vez estaba más convencida que no era un sueño sino una putada de alguien o de algo.

Empecé a obsesionarme con libros de física que hablaran de espacio tiempo, paradojas temporales, cosas así. No duré ni una semana, no me enteraba de una mierda. Estaba claro que la física no era mi fuerte, ni antes ni ahora.

Me convertí en ama de casa en un tiempo en que las mujeres de mi edad (si tenía la de mi madre, veintiún años, igual que yo) estudiaban o trabajaban todas. No tenía ni idea de qué había estudiado. En mi tiempo real sólo había terminado la selectividad y desde entonces estaba tocándome el coño tranquilamente (lo que ponía histérico a mi padre)

Menos mal que papá, bueno, ahora mi marido, tenía un trabajo decente y ganaba bien. En pocos meses me di cuenta de que estaba embarazada. Para cuando sospeché que esto no era un sueño normal, llevaba más de un mes sin tomar la píldora. Ni se me había ocurrido.

Luis, mi marido, mi padre (cada vez estoy más loca) me mimaba como si fuera un tesoro. Me decía que si quería trabajar, lo hiciera cuando quisiera, incluso me animaba a hacerlo ¿Pero de qué iba a trabajar si no sabía nada? Total, en casita que se estaba muy bien.

Enseguida conocí a antiguas amigas de mi madre, solía dar una vuelta con ellas de vez en cuando, pero era la única ama de casa.

Pero lo verdaderamente fuerte, lo que nunca hubiera imaginado, lo que no me entraba ni en un sueño erótico, fue lo que sucedió al día siguiente de volver de nuestro viaje de bodas. Estuvimos quince días en Italia, más que viaje de bodas fue una paliza, pero lo pasé fenomenal.

Bueno, pues ese día siguiente, hicimos lo lógico. Fuimos a comer a casa de mis suegros donde vinieron también mis abuelos, bueno, mis padres en esta vida. Tras una agradable sobremesa (cada día soy más fina) nos fuimos a nuestro piso. Mi tía Inés vino a vernos esa tarde. (Bueno, mi hermana Inés).

Al verme, me dio un abrazo que casi me ahoga y delante de Luis, un morreo con lengua que me dejó helada. Más aún cuando le dio el mismo tratamiento a mi padre. (Coño, marido). ¿Pero esta tía de qué iba? Podía entender que estuviera algo enrollada conmigo (igual que yo con Tere) ¿Pero con Luis? ¿Mi padre le puso los cuernos a mi madre con mi tía? ¿No dijo que yo le había quitado el novio? Bueno, no sé, la historia podía ser distinta…

Pero Inés no tardó nada en disipar mis dudas.

-¡Que ganas tenía de veros, chicos! Ganas y necesidad.

Sin decir nada más, nos cogió a cada uno de la mano y nos llevó a la habitación. Me desnudaba mientras me morreaba, me metía la lengua hasta la garganta, yo no salía de mi asombro al ver cómo mi padre desnudaba a mi tía desde atrás, sobándola bien las tetas, desabrochando su blusa y sostén mientras ella me los quitaba a mí. En un momento nos rozábamos los pezones, mi marido nos acariciaba a ambas… ¡Esto era la leche!

Antes de darme cuenta, mi padre o marido me comía el coño debajo de mí mientras yo se lo comía a mi hermana o tía. Le hice a Inés lo que solía hacerme él a mí, le comí el clítoris mientras buscaba su punto vaginal, más difícil en esa postura. Cuando Luis hizo que me corriera como siempre, como una burra, encadenando orgasmos clitorianos con vaginales o al revés, acabando derrengada, conseguí lo mismo con Inés.

-UUUAAAAHHHHH

Gritó cuando conseguí, tras frotar un poquito, que se corriera por dentro. Contenta por el éxito obtenido, chupé con más ahínco hasta conseguir otro orgasmo de los convencionales, mezclando uno con otro.

-LIIIDIIAAA, AAAHHHHH

Tras haberme ido patas abajo, mi padre me la metió por detrás, yo seguí comiéndole el coño a mi tía. (Todavía no estaba acostumbrada a llamarles marido y hermana) Me volví a correr, mi tía también gritando más si cabe… Cuando mi padre se vació dentro de mí, mi tía se levantó corriendo a limpiarle ese pedazo de herramienta.

-No sabía que ahora te gustaran éstas también – Dijo mi padre.

-Si es con vosotros, me gusta todo – Contestó mi tía.

Y mientras se dedicaba a poner el aparato de papá otra vez en situación, él me comía a mí entera, o sea, de las tetas al coño. Hizo que me volviera a correr, otra vez un multiorgasmo fabuloso, cada vez los conseguía con mayor frecuencia. Deshecha en la cama, papá le metió su cacharro a la tía Inés. No sé si tenía mucha experiencia con pollas, me dio la sensación de que no demasiada por la cara que puso al principio, como si la hubieran abierto por la mitad.

Pero papá era un amante muy, muy bueno, fue muy paciente y en un rato, estaba haciendo que mi tía se corriera con ese cacharro bien metido en su interior. Lo que había comprobado es que mi padre, a la segunda, tardaba muchísimo en correrse, era capaz de satisfacer a las más exigentes, incluso más de una a la vez.

Total, que le dio tiempo a hacérmelo otra vez, a repetir con la tía y, con una crema que me pidió, metérsela por el culo. Era la primera polla de verdad que le metían por detrás, por lo visto, con consoladores había probado mucho. La cuestión es que lo disfrutó como una guarra. Curiosamente, no me dieron celos de ninguno, ni siquiera ver a papá montárselo con ella.

Esta rutina solía repetirse una vez a la semana, me refiero al trío, porque hacer el amor entre nosotros, era todos los días. Todos hasta que estuve demasiado gorda para aguantarlo, pasado el octavo mes. A papá le encantaba que me ensartara en su herramienta cabalgándole con todo el tripón. A mí me daba un poco de miedo que hiciera daño a la niña (iba a ser niña) pero el ginecólogo me dijo que no había problema. Y si el reparo era mucho, que lo hiciéramos de lado. Papá siempre encontraba alguna postura cómoda para hacerlo.

Mi hija nació en1985 afinales de julio, bajo el signo de Leo. Creí que mi marido la iba a llamar Marta, día 29 de este mes, pero la llamó Teresa en honor a no sé qué abuela. Menos mal que fue un parto bueno y cortito, porque pasaron de ponerme la epidural y me dolió un montón, sobre todo cuando me cortaron el coño con un bisturí y, después de parir, me lo cosieron a pelo.

Creo que ese fue el verdadero momento en que me di cuenta de que, en realidad, yo era mi madre. No lo puedo explicar mejor, pero acababa de parir a mi hermana.

Cuando di a luz a los gemelos, ya no me cupo ninguna duda y ahora, abril de 1991 estoy a punto de dar a luz a una niña. Estoy acojonada, estoy convencida de que la historia quizás se repita (¿Y si no?). Ya no sé ni quién soy, si mi madre o yo y no tengo nada claro si, cuando nazca esta hija, podremos estar juntas en el mismo sitio. La física la dejé al principio, ya dije que no me enteraba de nada, pero he leído bastante ciecia-ficcción y creo que, cuando nazca, yo moriré, como pasó con mi madre que se apagó cuando asomé al mundo.

He cogido todas mis fotos, todas las que tengo y las he tirado a la basura. Si la historia ha de volver a pasar, ella no me puede conocer. Iré también a casa de los abuelos, o mis padres, a tirar las fotos que tengan de mí, no ha de quedar nada. Por si acaso, estas hojas escritas las guardaré en un sitio que sólo yo sepa y que pueda volver a encontrar.

Es día trece por la noche, es lo último que puedo escribir, mañana me despediré de mis hijos, los considero realmente así, como hermanos los he conocido ya mayores. Llevo llorando mucho rato, Luis (ya no me sale llamarle papá) ha estado tan pendiente de mí que me da una pena horrorosa dejarle. He llegado a quererle como marido, han sido casi siete años muy felices, hasta ha conseguido que deje esa pose rebelde que tenía. Lo que hubiera dado por saber esto de él cuando era mi padre. ¡Y lo sólo que va a estar los próximos veinte años!

Estoy muerta de miedo, en los últimos días me he ido acercando a la iglesia que hay cerca de casa e intentado hablar con algún cura. Ellos están muy seguros del más allá (Y eso que no ha vuelto nadie para contarlo) pero yo, después de lo vivido, no tengo ni idea. ¿Si he sido mi madre, que ha pasado con la verdadera después del día de la boda en que yo aparecí? ¿Dónde iré cuando esto pase? No tiene nada que ver con cualquier cosa que me hayan contado.

En fin, me tengo que despedir, mañana es mi última noche y no puedo seguir escribiendo. Si mal no recuerdo, me contaron que nací a las doce del mediodía, me quedan sólo horas y quiero pasarlas con él, los niños son demasiado pequeños para entenderlo. Se me saltan las lágrimas ¡No me quiero morir! Él intenta consolarme, me dice que no esté asustada, que ya he pasado por esto… ¡Si supiera!

Bueno, hasta la próxima vida, ya no aguanto más, mañana esconderé estas hojas en casa de mis abuelos, no quiero que nadie las encuentre.


Pues sí, fui al hospital, me pusieron el medidor de contracciones, también la epidural. A las doce menos cuarto me bajaron al paritorio, y el médico dijo que nací a las doce. No llegué a verme.


Desperté en mi cama de siempre, totalmente desorientada, con algo de resaca. Mi hermana Teresa dormía a mi lado y casi me da un infarto. ¿Después de siete años había vuelto al mismo sitio?  ¿Realmente había sido un sueño? Recordaba cada instante de mi matrimonio, de mis hijos de mi marido…

¡Dios, mi padre!

Me levanté rápidamente, me puse una bata al darme cuenta de que estaba como me acosté hacía tanto tiempo, sólo con unas bragas tanga. Fui a buscar a papá, no estaba, había ido a trabajar. Los gemelos debían de haber salido… En efecto, sólo quedábamos Tere y yo en casa. Siendo sábado, dormiría hasta tarde. Y ahora que recordaba, yo estaba castigada.

Me puse a recoger todas mis cosas, poner la lavadora, recoger la cocina, limpiar toda la casa… Cuando mi hermana despertó, estaba alucinada, había dejado todo como los chorros del oro. La besé en los labios dándole los buenos días mientras la servía el desayuno. Su cara de pasmo hacía que riera por dentro a carcajadas. Estuve todo el día enredada con las faenas del hogar e incluso fui a la compra.

Lo que también hice, antes de que llegara nadie, fue enseñarle a Teresa lo que había aprendido en mi sueño. Casi se muere del gusto y de la cantidad de orgasmos, uno detrás de otro, que fui capaz de provocarle. Incluso le hice la tijera, cosa que jamás había practicado con ella. ¡Pobre! Acabó medio muerta y totalmente flipada.

Cuando volvió papá, fui corriendo a saludarle, le di un abrazo y un beso (de hija) enormes. Un escalofrío me recorrió la columna y tuve que apartar la cara con vergüenza al pensar en lo que había vivido con él.

Se sorprendió mucho por mi actitud, y más cuando Tere le contó lo que había estado haciendo durante el día (menos lo de haber hecho el amor). Me miró con recelo.

-Eso es que me vas a pedir algo. ¿Qué quieres esta vez? – Me preguntó.

-Nada papá, de verdad, no quiero nada. He estado pensando esta noche, creo que me he portado bastante mal con todos y he decidido que eso tiene que cambiar. Me voy a matricular en la universidad y, si se ha pasado el plazo, me pondré a trabajar en lo que sea y a estudiar para recuperar el hábito. Te vas a sentir orgullosa de mí, te lo prometo.

Papá me miraba alucinado, nunca hubiera esperado que le hablara así, encima sin tacos, sin tío o tronco, sin gritar…

Sólo me volvió a abrazar besándome la frente.

Y cambié de vida, hice lo que prometí, me puse a estudiar, cambié de amistades, de aspecto también; hacía todas las tareas de casa, incluso las que no me correspondían… Ahora sí que me parecía a mamá, me peinaba igual, tenía el mismo color de pelo, me vestía lo más parecido posible salvando las distancias… Mi padre, el pobre, flipaba conmigo y no era el único. Tere y los gemelos estaban igual de alucinados.

Pasaba el tiempo, el sueño me parecía cada vez más lejano, sin embargo, me quedaba un resquemor, algo me decía que había sido algo más. Para despejar las dudas que me pudieran quedar, fui un día a casa de los abuelos. Sólo estaba la tía Inés, la hermana de mi madre. Ya había cumplido los cincuenta pero se conservaba muy bien, siempre había sido muy coqueta.

Nunca se había casado y seguía viviendo con sus padres. Los abuelos estaban en Benidorm de viaje, uno de esos de la tercera edad. Me recibió muy amable, me ofreció un café y nos sentamos ambas en el salón a charlar. Después de una conversación insustancial, quise preguntarle sobre mi madre.

No me contó nada nuevo, pensé en mi sueño ¿Y si había tenido algo de realidad? Le solté una bola a ver si colaba.

-¿Sabes tía? El otro día encontré parte de un diario de mamá, más o menos desde la boda hasta el día antes de nacer yo.

Le cambió el color de la cara pero mantuvo una sonrisa tensa.

-¿De tu madre? Qué raro, nunca escribió un diario que yo sepa. Me lo hubiera dicho. – Contestó a la defensiva.

Uy, uy, uy… Esto se complicaba con mi sueño más de lo que pensaba. Me lancé directamente al ataque.

-Pues sí que lo escribía, y bastante detallado. ¿Por qué no te casaste con papá al morir ella? – Dije con decisión.

-¿Y por qué me tendría que haber casado con él? – Preguntó muy seria ahora.

-Pues verás, tía, por la relación que teníais los tres – ¡Toma ya!

-¿Qué relación? – Dijo asustada.

-Tía, que he leído el diario. La relación semanal que tuvisteis durante años… - Creo que lo del sueño era más real de lo que parecía.

Se puso como la grana, balbuceaba sin saber qué decir.

-Tía, si yo no te acuso de nada, sólo que me parece curioso que, después de morir mamá y con lo sólo que siempre ha estado papá… Parecía lo lógico ¿No?

Un poco repuesta, siguió hablando conmigo.

-Mira Lidia, al morir tu madre se acabó todo entre nosotros. Yo fui novia de tu padre…

-Ya, ya lo sabía, mamá lo escribió.

-Pues sabrás que yo no podía seguir con él ¿No?

-¿Por ser lesbiana? – Se puso más colorada aún.

-Sí, por eso. El único hombre que ha hecho el amor conmigo ha sido tu padre, sólo porque estaba tu madre. Sin ella, yo no quería seguir y él tampoco.

O sea, lo que había soñado había sido cierto ¡Qué pasada! Entonces recordé lo que escribí en el sueño. ¿Sería real también? Pedí permiso a mi tía para ir al baño, se quedó sentada como si no me hubiera oído.

Fui a la habitación de mi tía, en el altillo del armario, detrás del papel pintado que lo recubría por dentro, había dejado las hojas hacía ¿21 años? Y allí estaban, sólo tuve que levantar la esquina del papel de un lateral y un fajito de hojas amarillentas apareció.

Al cogerlas, reconocí mi letra inmediatamente. Para mí, las había escrito hacía unos meses, me temblaban las manos…

Me bajé de allí con las hojas, las guardé debajo de mi ropa y volví con mi tía.

Me miró con vergüenza, creo que se sintió descubierta en su más íntimo secreto. Me dio pena. En ese momento la volví a ver como la hermana que había sido, curioso, porque mientras viví como mi madre (ahora estaba segura de que todo era real) nunca fui capaz de verla así, siempre era mi tía, y ahora…

Me dirigí a ella, la cogí de la mano y la invité a acompañarme.

-Ven Inés, ven conmigo…

-¿A dónde? – Preguntó sintiéndose dominada.

-A nuestro cuarto.

No sé qué pensó al oírme llamarla por su nombre y hablar de “nuestro” cuarto porque no dijo nada, sólo me siguió de la mano dócilmente. La llevé a su habitación, nuestra habitación. Delante de su cama, muy despacio, la fui desnudando, ella no se movía, no sé si estaba asustada, asombrada o simplemente expectante.

Ya no tenía ventipocos años, era evidente, pero se conservaba muy bien. Tenía el pecho operado, liposucción en el vientre… A pesar de la edad, seguía siendo muy guapa. De todas formas, ahora la veía como ala Inésque tanto placer había compartido conmigo.

No puedo decir que nos besáramos, sí que la besé. Pero la besé entera, la boca, el cuello, sus senos de silicona… Tendrían silicona por dentro, pero los pezones se excitaban igual. Desabroché su falda dejándola caer, bajé sus medias y ropa interior…

Desnuda la tumbé en la cama, seguía sin reaccionar. Los primeros síntomas de colaboración empezaron al desnudarme yo, entonces sí que debió de ver a mi madre, hasta el pequeño lunar que tenía en una de mis tetas. Abrió los ojos como platos. Disimuladamente, escondí las hojas escritas entre mi ropa.

Acaricié toda su anatomía, sus pechos, su intimidad… Besé por donde acariciaba, me perdí entre sus piernas… Su olor vino a mi memoria recordándome que el sueño no había sido tal.

Para ella habían pasado más de veinte años, para mí unos meses. No había olvidado cómo hacerla delirar de placer, cómo hacer que se corriera como nadie sabía (excepto mi padre)… Hubo gritos, hubo orgasmos, hubo placer compartido... Cuando se desató, me dio el mismo tratamiento que me daba en esa otra vida y gocé con ella…

Nos despedimos llorando, yo de alegría por ella, ella por el recuerdo de mi madre.

Cuando, al llegar a casa, leí lo escrito me estremecí. Nunca supe que pasó, cómo aparecí el día de la boda de mi madre. Pero no fue exactamente mi cuerpo, era igual, sí, pero no estaba teñida de negro, no tenía el pubis depilado…

Me quedaron muchísimas dudas, todas las del mundo. ¿Qué pasó? ¿Cómo pasó? ¿Qué fue de mi madre antes de ser yo? ¿Dónde fue ella? ¿Volvería a pasar algo?

Preferí no comerme mucho la cabeza aunque era inevitable. Todas esas preguntas jamás fueron contestadas.

Uno de los temas pendientes era mi padre. Ahora intento hacerle feliz y creo que lo voy consiguiendo, como hija naturalmente. Ya no es tan serio, ríe más a menudo, se le ve contento… Pero echo de menos lo buen amante que era. He ido con algún chico en este tiempo, pero prefiero mil veces a mi hermana o incluso a mi tía Inés que lo que he obtenido. Quizás algún día encuentre a alguien como papá. Hubiera preferido que sólo hubiera sido un sueño; como amante, mi padre era de película, creo que irrepetible. ¿Dónde busco a alguien como él?

En fin, habrá que resignarse. De vez en cuando le miro y vuelve a recorrerme ese escalofrío por la columna… ¡Si él supiera que lo sé…!