El chulo del novio de mi hermana (1)
¿Nunca te has preguntado por qué alguien de tu entorno, una amiga, una conocida... o una hermana tienen un chulazo como novio y tú no?
¿Nunca te has preguntado por qué alguien de tu entorno, una amiga, una conocida... o una hermana tienen un chulazo como novio y tú no? ¿No te has preguntado nunca porque ellas se tragan el pedazo de rabo que se intuye bajo sus pantalones y tú no? Hasta hace unos meses yo también me hacía esa pregunta: por qué ellas y yo no.
Me llamo David, tengo 17 años y estudio segundo de bachillerato en un instituto de Barcelona. Tengo el pelo castaño claro, casi rubio y los ojos gris-azulados. Mido 1,77 m y estoy más bien delgado, aunque tengo el cuerpo bastante definido porque mi madre me obliga a ir al gimnasio, por mi salud, dice ella. Soy hijo de un creativo publicitario y una prestigiosa psiquiatra de Barcelona. Pertenezco a una familia bien, no me puedo quejar, aunque a veces lo haga. Tengo una hermana, Marta, de 22 años, cuya ocupación en la vida es dar problemas a mis padres. Los 4 vivimos en un piso en uno de los barrios más acomodados y tranquilos de la ciudad, pero dentro de mi casa se respira de todo menos paz. Marta es la oveja negra de la familia y el motivo de que cuente hoy esta historia es, precisamente, una de las últimas locuras de mi hermana: Rubén.
Mi hermana no es precisamente una santa, más bien lo contrario, es una zorra sin demasiados escrúpulos. Puede sonar fatal que hable así de ella, pero es la definición que ella misma se aplica ante mí, sus amigos o quien sea, excepto mis padres. Eso sí, hasta ahora era una zorra de puertas para afuera, nunca traía una presa a casa. Mis padres suponen que no tiene una vida sexual/sentimental demasiado estable, pero les preocupa más el futuro laboral de mi hermana que el número de pollas que se hayan metido dentro de ella.
Claro, nunca había traído una presa a casa, pero si la presa viene a casa... Eso debió pensar Marta antes del verano, cuando vino a casa un técnico de la TV por cable a reparar una avería. Cuando entré en el comedor y vi frente a la TV un culazo superduro enfundado en un pantalón vaquero apoyado en un par de piernas muy fibradas me quedé flipado. El culo en cuestión correspondía a Rubén, un técnico de Cornellá que nos había mandado la compañía. Cuando se incorporó pude ver su espalda ancha apretada bajo una camiseta negra realmente corta. Tenía unos brazos que podrían haber doblado la TV de plasma por la mitad si lo hubiera querido.
-Hola chaval... me saludó al girarse y verme parado en la puerta del comedor.
-Hola... murmuré mientras disfrutaba de la visión de la parte frontal de ese pedazo de chulazo. Bíceps de infarto, pectoral fibrado apretadísimo en esa camiseta y un vientre absolutamente plano que quedaba parcialmente a la vista gracias a esa camiseta tan corta. Los pelos de la polla ascendían desafiantes hasta su ombligo y se dejaban ver cada vez que Rubén movía los brazos. No estaba hipermusculado, aunque sí un poco hinchado y muy fibrado. Vamos, un chulazo de los que sólo salen en las pelis, porno, claro. Sus buenos ciclos de anabolizantes y sus horas de gimnasio le habrá costado.
Antes de que pudiera añadir algo más, Marta entró como una flecha en el comedor y le dijo a nuestro "invitado" que ya estaba listo el baño. Me fijé en las axilas de Rubén, estaba transpirado, aunque más que un baño, yo mismo le hubiera lamido entero para secarle el sudor.
-Se llama Rubén, es el técnico del cable. Le he dicho que se dé una ducha porque lleva todo el día currando y está muy sudado... me dijo mi hermana con una media sonrisa.
-Ya lo veo... respondí con una mirada de desconfianza-. ¿Le vas a duchar tú? Murmuré.
-Ni una palabra a tus padres o te mato concluyó ella.
Y me callé, claro. Desde que Marta me pilló comiéndosela a un compañero de clase mientras hacíamos un trabajo de Historia, yo había hecho la vista gorda con ella. Marta es la única de mi entorno que sabe que soy gay. Y yo, a diferencia de ella, no soy ningún putón, mis rollos y/o novios se cuentan con los dedos de las manos. No me causa ningún problema ser gay, aunque prefiero que no lo sepa demasiada gente para no tener que dar explicaciones. Odio tener que darlas.
La historia de Marta y Rubén, empezó aquella tarde y se ha prolongado hasta ahora. Mis padres no le soportan, antes de las vacaciones que pasamos juntos le habían visto unas 4 veces y pensaban que era un mal partido para Marta. Había escuchado mil veces a mi madre decir que Rubén era vulgar, que no tenía estudios, que era un burro... vamos, la típica retahíla clasista de una pija con carrera de un barrio cool de Barcelona. Pero dispuestos a acercar posturas o, quién sabe, quizás a acabar con su relación, decidieron invitar a Marta y a Rubén a pasar una semana en agosto en la casa que mis padres tienen en Altafulla, cerca de Tarragona.
De camino a Altafulla mis padres iban en el coche de delante y me enviaron a mí con Marta y Rubén, supongo que para cortarles un rato el rollo. Desde el asiento de atrás del León Cupra de Rubén podía ver como mi hermana no quitaba la mano de la pierna de su macho y rozaba cada vez con menos disimulo el abultado paquete de mi cuñado. Rubén, con el pelo muy corto y despeinado y su piercing en la ceja iba mirando de vez en cuando a mi hermana y la lanzaba una sonrisa de satisfacción. El muy cabrón tenía cara de niño malo... de niño vicioso. Volví a mirar hacía su paquete... Diosss, exclamé para mis adentros, aquel bulto prometía muchísimo. Si mi hermana hubiera intentado cubrirlo con la palma de su mano, no hubiera podido.
Una vez en la casa, situada muy cerca de la playa, mis padres decidieron que, a pesar de que mi hermana ya es mayorcita y Rubén con 26 toda vía más, no dormirían juntos. Mi hermana dormiría sola y Rubén y yo juntos en otra habitación. Marta casi se muere al escuchar aquello, pilló el cabreo del mes. A mí en cambio, el corazón me saltó dentro del pecho. Por lo menos iba a tener oportunidad de ver el paquetón del chulazo de mi hermana bajo los boxers e incluso podría verle en bolas camino de la ducha. Así podría seguir preguntándome por qué ella sí y yo no.
No me hizo falta esperar mucho, la primera noche empezó el espectáculo. Mis padres se habían acostado ya y yo estaba jugando a la Xbox en el comedor. Marta y Rubén habían salido a dar una vuelta por la playa... o lo que es lo mismo, a comerle la polla en cualquier rincón alejado de la vista de los guiris. Volvieron antes de lo esperado, por lo que era de suponer que el plan de Marta no había funcionado y se había quedado sin su postre.
-¿Qué haces chaval? ¿Echando unos vicios? Me soltó Rubén mientras se sentaba a mi lado y me apretaba fuerte la pierna con su mano en un gesto de lo más heterosexual. Llevaba un bañador de bermuda rojo y una camiseta de tirantes negra. No le había dado aún el sol, pero su piel morena ya destacaba con los colores de su ropa. Me imaginé que cuando tomase el sol iba a parecer brasileño, rabo incluido.
-Sí, aquí jugando un rato... dije nervioso. Mi hermana salió de la cocina con un par de cervezas.
-Va, nen, ponlo en multijugador y echamos una partida.
Dicho y hecho. Rubén y yo empezamos a pilotar en una carrera frenética en el Need for Speed Carbono. Él me estaba ganando, pero en un punto de la partida empezó a perder ventaja hasta que le adelanté. Cuando me giré para mirarle, me topé con la lengua de mi hermana luchando por meterse en su boca mientras él hacía lo posible por mirar a la pantalla.
-Hermanito, tranqui que le vas a ganar...
Mi hermana, que desde que supo que era gay me contaba detalle a detalle sus experiencias sexuales, incluidos el tamaño, la textura, el sabor... de la polla de sus rollos, no tuvo ningún reparo en meterle mano a Rubén y agarrarle el paquete por encima del bañador, la verga de mi cuñado empezó a cobrar vida y se dibujó por debajo de la tela. Aquello eran unos 18 cm de polla morcillona apuntado a la derecha con un par de huevos que completaban un conjunto perfecto. Me tuve que controlar mucho para no lanzarme a comérmelos en aquel mismo instante.
Pero la noche no terminó ahí. Eran casi las 3 cuando Rubén y yo dormíamos en la habitación. Mi hermana entró sigilosamente le susurró algo al oído hasta despertarle, los dos miraron hacia mi cama y cerré los ojos de golpe. La luz de la calle iluminaba tenuemente la habitación, pero había suficiente claridad para distinguir los cuerpos y las formas. Suponiendo que yo estaba dormido, mi hermana tiró de la sábana que tapaba a Rubén, le bajó los boxers con ansia y liberó su polla. Aquella fue la primera vez que la vi, aunque en la penumbra. Era más grande de lo que imaginaba, con facilidad, mi hermana podría habérsela enrollado en la muñeca. La muy zorra se la estuvo comiendo hasta que Rubén murmuró...
-Joderrrrr, me corrrrroooo...
En contra de lo que hubiera esperado, mi hermana se apartó, cogió los boxers de su novio y se los colocó en la punta de ese precioso rabo mientras lo pajeaba para hacer que se corriera. Me dije a mí mismo, que si yo hubiera estado en su lugar, me hubiera tragado cada gota de leche que hubiera lanzado aquella polla.
A la mañana siguiente, estaba que me moría de sueño. Mi familia intentó despertarme pero fue en vano. Seguí durmiendo hasta mucho después de que escuchara cerrarse la puerta de la calle. Cuando me levanté de la cama no escuché a nadie, supuse que se habían ido a la playa. Desayuné un poco y volví a la habitación para darme un baño. Tenía la polla muy dura, la imagen del rabo de Rubén me taladraba la retina. Me metí en la bañera y abrí el agua fría. Me estiré dispuesto a hacerme la paja del siglo y entonces los vi. El cerdo del novio de mi hermana había dejado los boxers de la noche anterior tirados en un rincón del lavabo. Los recogí y los miré detenidamente, estaban hechos una bola. Los desenrollé y mis dedos rozaron la tela aún húmeda, la mancha de esperma era muy bestia. Me los llevé a la nariz y aspire ese contundente aroma a corrida y a polla y huevos sudados. Casi me corrí de gusto. Disfrutando del momento saqué la lengua despacio y empecé a lamer, primero con calma, y luego salvajemente la corrida de mi cuñado en sus boxers.
Cuando estaba a punto de correrme, escuché la puerta de la habitación, lancé a toda prisa los boxers a un rincón del baño y sin tiempo a nada más, se abrió la puerta del baño, me quedé inmóvil tumbado en la bañera.
-Ey tío, no sabía que estabas aquí dijo Rubén entrando en el baño y cerrando la puerta tras de él. Llevaba puesto sólo el bañador rojo de la noche anterior. Además de comprobar que su pectoral estaba realmente definido, puede ver por primera vez su abdomen marcado y esas dos curvas que empezaban en las caderas y apuntaban hacia su precioso paquete-. Me estoy meando tío...
Sin tiempo para contestar, Rubén abrió la tapa del váter, que estaba justo en paralelo a la bañera y se sacó el rabo. Mis ojos se clavaron en su polla de piel muy oscura y glande rosado, parecía la polla de un mulato. No estaba dura, ni siquiera morcillona, pero ya era un buen pollón. Mi cuñado empezó a mear lanzando un potente chorro contra la taza del váter. La escena me pareció tan morbosa como asquerosa. El muy cerdo no tenía ningún reparo en ponerse a mear a pocos centímetros de mi cara.
-Joder, que gusto, me estaba meando en la playa. Mientras decía eso, Rubén empezó a sacudirse la polla y a cubrir y descubrir el capullo. Lo que en principio era una sacudida post-meada, se convirtió casi en una tímida paja. Su polla cobró vida y empezó a crecer. Rubén giró su cabeza hacia mí y me pilló con la vista clavada en su polla.- ¿Qué miras, nen?
-Nada... ya te vale, podrías haber usado otro baño contesté de golpe y clavé la mirada en la bañera. Aunque el agua seguía saliendo por el grifo, aún no me cubría por completo y la punta de mi polla sobresalía del agua. Jamás había tenido la polla tan dura, estaba muy cachondo y los nervios que me provocaba que Rubén me hubiera pillado mirándole no hacían más que ponérmela todavía más dura.
-Tranqui, hombre... estamos entre tíos... Me estabas mirando la polla, no pasa nada. -Sin mirarle fijamente podía ver que aún no se la había guardado.
-¡Qué dices tío! Exclamé intentando disimular.
De repente Rubén me cogió la cara con una mano y me obligó a mirarle a la cara. Con la otra mano sostenía su polla que estaba completamente dura. Aquello era una pollón brutal. Tan sólo había visto una polla tan ancha y larga en un video porno que me había descargado hacía unas semanas en el que aparecía un brasileño vestido de albañil reparándole la boca a un adolescente. A pesar de los nervios, seguía con mi polla a mil.
-Qué no pasa nada, nen, es normal que los tíos miremos para comparar zarandeó su pollón a escasos centímetros de mi cara. Miró hacia mi polla que ya estaba casi cubierta por el agua.- Quizás algún día la tendrás tan grande como yo...
-¡Joder, no te estaba mirando la polla por eso!
- ¿Ah no? Pero la mirabas...
-Rubén, eres un capullo... sólo estaba entendiendo porque mi hermana te aguanta...
-¿A que es una buena razón? Tu hermana se vuelve loca cuando se la meto...
-Cabrón... le dije poniéndome serio por su comentario sobre mi hermana. Rubén me miró con una sonrisa, me soltó la cara y se guardó el pollón como pudo en el bañador.
-Chaval, te dejo que termines la paja que te estabas haciendo. Los dos somos tíos, sabemos lo que se hace en el baño cuando nuestros viejos se han ido...
Ni falta hace decir que me hice un gran pajote con la imagen del cuerpo y la polla de Rubén. Estaba tan caliente, que mi corrida acabó salpicando toda la pared de la bañera.
Me pasé todo el día pensando en lo que había sucedido en el baño. Me pregunté si el descaro de Rubén de ponerse a mear a mi lado y su provocación al ponerme su rabo erecto tan cerca de la cara quería decir que a mi cuñado le molaba el sexo con tíos, o simplemente era un hetero cabrón muy provocador que sabía que yo era gay y quería ponérmela dura para divertirse un rato. Aunque mi polla pedía a gritos que el juego continuase, mi cabeza suplicaba que Rubén dejara de exhibirse o mi boca iba a acabar en su polla.
Pero en esas vacaciones estaba claro que la vida iba a seguir poniendo a prueba mi resistencia de homosexual reprimido. Por la noche, yo estaba en la habitación repasando los apuntes de la única asignatura que me había dejado para septiembre cuando entró Rubén en la habitación. Iba vestido con unos vaqueros ajustados y una camiseta sin mangas naranja.
-¿Ya habéis vuelto?
-Sí, tu hermana se ha rallado en la discoteca y ha querido volver respondió Rubén cabreado. Sin decir nada más empezó a desvestirse.
Mi vista se movía rápidamente de mis apuntes a su cuerpo siguiendo toda la operación de desvestido. Rubén se quedó solamente en unos boxers blancos de algodón algo desgastados que, aunque el quedaban bastante anchos, no podían disimular una polla en semierección. Pero lo que más me llamó la atención fue la importante macha de humedad que se dibujaban en la zona que ocupaba la punta de su rabo. Me puse a cien y, aún no se cómo, me armé de valor y le pregunté:
-¿Te has meado encima o qué?
-¿Cómo? Rubén se miró los boxers e intentó coger con una mano su paquete-. Qué dices chaval... ya sabes cómo meo, si me hubiera meado encima te hubiera salpicado en esa cara de capullo que tienes. La mancha es de precum, joder...
-Vaya... vas... muy salido... la voz casi me tembló por hablar de eso con Rubén.
-Es la zorra de tu hermana, empieza a hacerme una paja en el coche aquí abajo y como no tiene kleenex me deja a medias. Joder ¿para qué coño tiene la boca?
Solté los apuntes y me incorporé en la cama. Rubén estaba de pie a pocos metros de mi cama.
-Imbécil, no hables así de mi hermana o...
-¿O qué capullo?
-O te parto la cara...
-Jajajaja... ¿la cara? Rubén se burló de mi comentario. De pronto dejó de reírse y sin darme tiempo a reaccionar se abalanzó sobre mí, se arrodilló encima de mi cama, puso una pierna a cada lado de mi pecho y me sujetó las manos con fuerza contra el cabezal de la cama. Con la otra mano me agarró con fuerza la cara y me la apretó.- A ver si el que te va a partir la cara voy a ser yo... capullo. Los dos sabemos que tu hermana es una puta, lo que yo no sabía es que dejaba las cosas a medias...
Me puse absolutamente serio. Rubén interpretó que tenía miedo y aflojó su presión en mis manos y en mi cara. Pero si yo estaba tan serio era porque estaba disfrutando del peso de su polla y sus huevos en mi abdomen, incluso notaba la humedad de su precum sobre mi piel. Con su brazo estirado por encima de mi cabeza, podía ver su axila, con el bello oscuro bastante recortado. Y por supuesto podía sentir su olor a macho transpirado.
-Ey... veo que te has asustado, chaval. No pasa nada... Rubén, muy a mi pesar, me soltó y se quitó de encima mío. Se sentó a un lado de la cama, apoyándose en la pared-. No te voy a hacer daño, nen... que somos casi familia...
Al decir eso, Rubén pasó su mano por mi frente y mi pelo, con un gesto casi cariñoso. Miré disimuladamente hacia su paquete y vi que su polla habría crecido notablemente ¿estaba poniéndose cachondo al rozarse conmigo?
-Tranqui David... estás incluso sudado...
-Tú también... le respondí.
-Ya, por el calentón...
-Date una ducha si quieres... dije para desviar el tema y, quién sabe, verle desnudo otra vez antes de entrar en el baño.
-No, que va... me mola estar un poco sudado. Me gusta oler a macho... al decir eso, Rubén se pasó la mano por su definido abdomen, por su pectoral y llegó hasta su axila, sus dedos la rozaron. Acto seguido, se los llevó a la nariz y aspiró profundamente-. No me digas que no huele genial, a las tías les encanta... incluso yo sé reconocer a otro macho cuando pasa cerca de mí y huele así... ¿no crees?
-No sé... nunca lo había pensando mentí. Mi polla estaba a mil.
-¿No? Rubén se metió la mano por dentro de los boxers y se acarició la polla y los huevos-. ¿Y qué me dices del olor de tu polla y tus huevos? Rubén volvió a llevarse la mano a la nariz y aspiró deleitándose con ese aroma. El muy cabrón era un narcisista absolutamente exhibicionista-. ¿No lo has olido nunca?
-No... mentí.
-Pues hazlo ahora, ya verás...
-Es que no estoy sudado ahí...
-Bueno, no pasa nada, puedes oler el mío Rubén volvió a meterse la mano en los boxers y se acarició durante varios segundos el rabo y los huevos.
-¿Qué dices tío? No seas cerdo... repliqué sin mucha energía, en el fondo me moría de ganas.
-No pasa nada, chaval... los machos hacen estas cosas entre ellos... Rubén me miró con una sonrisa mientras alargaba su mano.
La verdad es que pensé que me estaba tomando el pelo, que sabía que yo era gay y me estaba vacilando. Pero me dio igual el porqué lo hiciera, decidí no dejar pasar aquella oportunidad tan morbosa. Acerqué mi cara hasta que mi nariz rozó la palma de su mano. Aspiré el aroma... olía a polla, a precum y un poco a sudor. Casi me corrí del caletón que me provocó aquello. Rubén, estiró más su mano haciendo que mis labios rozan su palma. Le oí suspirar, le miré y vi que había cerrado los ojos. La cabeza de su polla asomaba por el elástico de sus boxers.
De repente, se levantó de un salto y se puso de pie sobre mí. Su paquete estaba a unos escasos 10 centímetros de mi cara. Se bajó un poco los boxers y pude ver su pollón casi al completo, estaba totalmente duro. Se lo recolocó y volvió a subírselos.
-¿Qué tal?
-Bien... murmuré.
-¿A que huele a macho?
-Sí...
Hubiera esperado que me soltase algo así como: "pues mi polla huele mucho mejor". Pero no lo hizo. Rubén saltó de mi cama, se acostó en la suya de espaldas a mí y se durmió. Que pedazo de cabrón.