El chulo de la discoteca

Viaje de fin de curso. Tras la ruptura... ¿Qué mejor que beber para ahogar las penas? ¿Y qué mejor que algo de sexo para olvidar los problemas?

Me presento. Soy el mismo autor que el relato "La profesora de naturales". Este es mi segundo relato, así que no espero mucha puntuación ni buenos comentarios, pero aún así lo intento. Algún día tendré que mejorar.

Antes que nada, recuerdo como soy: Mido 1 metro 72 y peso 67 Kg. Tengo ojos azules, moreno de piel y pelo oscuro.

Este relato que ahora contaré sucedió en Junio, sobre la semana del 12 al 18, mientras estaba de viaje fin de curso con mi escuela.

Llegamos a Tenerife el lunes 12 al mediodía. Después de tres horas de viaje (partíamos desde Barcelona), nos metemos en un autobús para ir al hotel.

Al llegar, dejo las maletas en la habitación y miro el lugar. Estábamos en una buena zona, en la planta baja, justo en frente de la piscina. Echo una ojeada a los presentes: varias chicas, de muy buen ver, jugaban a cartas con chicos. Me fijé en una, rubia de ojos verdosos. Ese día iba en bikini rojo. Al instante comencé a notar como se me ponía erecta.

Decidí meterme adentro de la habitación y masturbarme, en honor de esa chica.

Llegó la noche, sin ninguna novedad y después de cenar, vamos a una discoteca cercana al hotel.

Al entrar, que suerte al ver a la chica de la piscina. Me acerco a ella. Voy a decirle algo cuando un chaval se le acerca y le da un beso. Ruborizado por el espantoso ridículo que hago, decido pedirle fuego, como excusa. Tras encender el cigarro y darle las gracias, me alejo y me dirijo a los servicios, donde me apoyo contra la pared.

Alguien entra, riéndose a carcajadas. –Vaya bochorno has tenido que pasar, chaval.

Me giro y veo a un chaval, muy moreno de piel, con el pelo negro y los ojos tan o más oscuros que su piel. Vestía una camiseta de tirantes blanca, tejanos y unos zapatos marrones.

-Y a ti que te importa, payaso. –Murmuro, tirando el cigarro al suelo y pisándolo. Voy a pasar por su lado cuando me pilla del brazo.

-Cuidadito con lo que dices.

Salgo del lavabo, y me voy con mis compañeros. A las 3, nos tenemos que ir de allí.

Al día siguiente no hacemos nada interesante. De la piscina a la habitación, de la habitación a la piscina.

Vuelve a anochecer y después de cenar vamos a la discoteca. No tenía muchas ganas de ir, ya que acababa de discutir con mi novia y lo habíamos dejado, pero mis amigos me convencieron de que no podía amargarme por una zorra.

Volvemos a entrar y miro a mí alrededor. Me dirijo a la barra y pido un cubata. Para mi sorpresa me lo venden sin decir nada (los profesores nos dejaban tomar bebida, sin pasarnos).

Tras beberme el cubata, me pido otro. Me lo venden y me lo bebo. Y así dos cubatas más.

Ya algo contento, voy al lavabo a empujones para orinar (es lo que tiene, beber te da ganas). Tras expulsar todo el líquido, me giro y salgo de los servicios. Veo al chaval del otro día, que me hace gestos para que me acerque.

Me dice algo de un juego y me coge del antebrazo. Abre una puerta y nos adentramos. Bajamos escaleras y llegamos a una sala, llena de sofás.

-Vaya, ¿vamos a ver la televisión? –Pregunto, sin poder casi ni aguantarme.

Me siento en el sofá y el se sienta a mi lado. Se quita la camiseta quejándose del calor. Con la misma excusa, momentos después, se quita el pantalón. Lo miro de reojo. Será capullo, pienso, sin dejar de mirarlo.

Tras un rato de incómodo silencio, noto su mano sobre mi entrepierna.

-¡Eh! ¿Qué haces maricón? –Grito, asqueado.

-Vamos. Te gustará.

Me acomodo, mientras él baja la bragueta de mis tejanos y saca mi pene, flácido. Tras un rato de masajearlo, se comienza a poner dura. Me sonríe. Yo, confuso y medio borracho, me dejo hacer.

En unos momentos, el chico hunde su cabeza y comienza a lamer y succionar mi pene, ya en su total erección. Cierro los ojos, muerto de placer, mirando el techo. Doy un ligero gemido y me dejo hacer.

Noto que me voy a correr, pero no digo nada, ya que cuanto antes me corra, antes dejaremos esa mariconada. Obviamente, me corro en su boca.

Aliviado, me levanto pensando que ya todo a acabado. Pero me equivocaba.

-Eh, ¿a dónde vas? ¡Yo también quiero disfrutar! –Grita, cruzándose de brazos.

Tras un rato de duda, me amenaza con contar a todos que soy un maricón. Enarco una ceja pero, medio borracho como estaba, no reacciono con cabeza. Pienso que tiene razón y me acerco. Cojo su pene con la mano y lo voy a chupar cuando me dice que no. Me pone de cuatro en la cama, me quita el pantalón y los calzoncillos y se lame un dedo.

Me lo mete por el ano. Tras un rato, se lame otro dedo y me mete dos. Y así durante un rato hasta que me mete ya cuatro dedos. En ese punto, mi calentura es tal que cada vez que me mete un dedo suelto un gemido.

-Lo sabía. Sabía que eras un puto maricón. –Sonríe y se prepara. Se pone un preservativo. Acerca la cabeza de su pene hacia la entrada de mi ano y, sin compasión, lo mete de un golpe. Doy un gran grito de dolor y comienzan a salirme lágrimas. Me tapa la boca para que nadie nos oiga y me coge fuerte para que no me pueda salir.

No deja de embestir. Mete-saca, mete-saca, sin dejar que me acostumbre. Tras un rato de cogerme, me suelta la boca. Se había dado cuenta de que ya no gritaba, sino gemía. Gemía como una puta en celo.

Al ritmo de sus embestidas, yo suelto un gemido, sin saber a donde mirar, ya que todo me parece alucinante. Deja de moverse y yo comienzo a culear hacia atrás, para que no deje de metérmela.

Noto un calor en mis entrañas: se había corrido. Había sido la corrida más grande que jamás yo había visto en las películas porno.

Me quedo tendido, sobre él, saboreando el semen que aún salía de su pene. Tras relamerme la boca y levantarme, me visto. Dios, me dolía el culo cantidad.

Tras darle un beso e intercambiar el aún notable semen de nuestras bocas, salgo de allí y subo escaleras. Voy a salir hacia donde están los demás cuando me dice:

-¿Mañana vendrás?

Sonrío y afirmo.

Tras ese encuentro, pasé las siguientes noches de la discoteca en esa habitación, siendo follado por ese chaval, que tan mal me cayó el primer día.

Tras ese día, no he vuelto a mirar a una chica como un posible ligue. Aunque no le he dicho nada a nadie, sospecho que uno de mis amigos también es gay y estoy intentando averiguar si es cierto o no. Si es cierto, tendré en compañero de "juegos". Si es falso, tendré que cambiar de amistades