El chico que salvó mi matrimonio (1)

A veces quien uno menos piensa te puede ayudar.

EL CHICO QUE SALVÓ MI MATRIMONIO (PARTE I)

La vida tiene avatares extraños. A veces lo "malo" termina siendo "bueno". Los tríos, la infidelidad y las relaciones homosexuales están entre los comportamientos que la mayoría de las personas critican más, aunque secretamente muchos los practican. Ejemplo de ello somos mi esposa y yo. Éramos una pareja casi perfecta. Nos casamos muy jóvenes, yo tenía 20 y ella 17, procreamos dos hijos sanos y virtuosos, discutíamos raramente y por el empeño que pusimos logramos una cierta posición social.

Con el tiempo lo único que cambió fue nuestra relación de pareja. Después de 16 años de matrimonio habíamos perdido las ganas de hacer el amor, algo extraño si se considera que al principio nos parecía que nunca teníamos suficiente tiempo para mantener relaciones sexuales. Y para empeorar las cosas últimamente yo sufría de disfunción eréctil y ella se había vuelto frígida. Ciertamente no discutíamos violentamente sobre eso, pero nos afectaba. Nunca consideramos separarnos por no dañar a los chicos, sin embargo no podíamos continuar con esa farsa.

Un día decidimos ir donde un reconocido sexólogo de nuestra ciudad para que nos aconsejase lo que debíamos hacer. Luego de una extensa sesión de preguntas, respuestas y relatos sobre detalles de nuestra vida sexual, el especialista determinó que la rutina había dañado nuestra relación y que sólo la inclusión de lo no experimentado e incluso censurado podría ayudarnos. Nos recomendó que nos olvidáramos de los prejuicios y buscáramos a alguien de nuestra confianza para que compartiera con ambos en la cama. Mi esposa y yo nos miramos mutuamente en abierto rechazo a la proposición, quizá era la primera vez en los últimos años que estábamos de acuerdo en algo relativo a nuestra intimidad. El médico se dio cuenta inmediatamente de la desaprobación que mostrábamos.

  • Señores, ustedes han venido aquí en busca de ayuda, no desean por nada del mundo separarse y no obstante ese será su futuro si no corrigen a tiempo este problema.

  • Doctor – le dije- lo que nos recomienda es muy arriesgado y está fuera de la moral.

  • Entiendo, es natural que reaccionen así, pero ambos han perdido el apetito sexual, esto agravado por el hecho de que usted tiene disfunción eréctil y su esposa padece de frigidez me lleva a aconsejarlos en este sentido.

– Pero doctor, suponga que hiciéramos eso – expresó mi esposa - ¿Tiene Usted idea del riesgo que correría nuestra relación?. Primero, nos exponemos a alguna enfermedad y al mismo tiempo si eso se divulga imagínese nuestra imagen pública.

  • Cierto doctor, están nuestros hijos que seguramente no comprenderían, además yo soy profesor y mi esposa es gerente de una empresa, tenemos mucho que perder.

  • Escuchen atentamente, siempre hay alguien de confianza, tanto por el lado de la salud como el lado de la discreción. Pero supongan que consiguen a ese alguien ¿Estarían dispuestos a intentarlo?

Nuevamente cruzamos las miradas, pero esta vez no había tanta desaprobación como incertidumbre y en el fondo... deseo.

  • Lo único que les pido es que lo intenten, eso sí, tengan cuidado al escoger a su compañero o compañera de cama. Si lo hacen bien les aseguro que recobrarán las ganas de estar juntos.

Cuando salimos estábamos tan confundidos y tan avergonzados que no nos veíamos a la cara.

  • ¿Lo haremos con alguien más? – pregunto mi esposa -

  • No sé, ¿Qué opinas tú?.

  • Ni idea, pero siento algo muy extraño cuando pienso en eso.

  • Te confieso que yo también.

  • ¿Será que ambos queremos y no deseamos admitirlo?

  • He pensado en lo mismo desde que salimos del consultorio y te propongo que lo intentemos.

Esta vez si nos vimos y por la expresión de mi esposa me di cuenta que ella también estaba de acuerdo.

  • Pero, ¿Quién podrá ser sano y confiable?.

  • No tengo idea, pero déjame eso a mí, yo conseguiré a ese alguien.

Tremenda responsabilidad me había echado encima y además no sabía si tendría éxito. Durante varios días me puse a observar apersonas conocidas y a sopesar sus características, pero ninguna me parecía suficientemente confiable y empecé a pensar que era una misión imposible.

Pocos tiempo después sufrí una torcedura de tobillo bajando una escalera en el colegio donde trabajo y me tuve que retirar antes de tiempo. Como estaba cojeando un grupo de alumnos me acompañó hasta el estacionamiento. Entre ellos estaba un chico muy colaborador y agradable. Fue el primero que se ofreció a ayudarme y mostró mucho interés en que me pudiera retirar sin más novedades. Un pensamiento invadió mi mente, si alguien hacía eso significaba que era de buenos sentimientos, ¿Podría ser él la persona que tanto necesitábamos?. Y si así fuera ¿Cómo podría decírselo?.

El muchacho en cuestión se llama Davidsson, un nombre extraño, ¿Verdad?. Aún no ha cumplido la mayoría de edad, pero está cerca. Forma parte de la cátedra de Historia Universal de la cual soy docente. Es de estatura media, delgado, de piel blanca quemada por el sol, cabello negro y ondulado y ojos ligeramente achinados. En su tiempo libre es pitcher en un equipo de béisbol regional y su mayor ambición es llegar a las ligas mayores. Es muy agradable, buen estudiante y proviene de una clase popular.

Cuando llegué a mi auto les di las gracias a todos y uno a uno se fueron retirando. Davidsson se quedó hablando un poco más conmigo, en verdad se notaba preocupado.

  • ¿Podrá manejar así hasta tu casa?

  • Sí claro, no te preocupes. Por cierto, ¿Dónde vives?

  • En el centro profe.

  • Si quieres te llevo, yo debo pasar por allí para llegar a casa.

  • No se moleste, es que Usted necesita reposo y no quiero incomodarlo.

  • No te preocupes por eso, me gusta conversar con alguien, detesto la soledad y además necesito hablar contigo algo importante.

  • ¿Voy mal en las calificaciones?

  • Tranquilo, no se trata de eso, es algo personal, un favor que requiero de ti.

La cara del chico mostró súbitamente extrañeza, sin embargo asintió y subió al auto conmigo. Por el camino sentía que sudaba copiosamente y Davidsson se dio de cuenta de ello.

  • Necesito tu ayuda en algo muy importante, pero debo pedirte la mayor discreción.

  • Claro profe, no se preocupe, pero ¿Qué lo tiene tan preocupado?, ¿Qué es tan importante?.

  • La verdad no sé ni por donde empezar. Dime una cosa, ¿Has tenido relaciones sexuales?

  • Si...¿Por qué? – me preguntó arrugando un poco su rostro-

  • Bueno... es que... yo necesito que tú...

  • ¿Quiere tener relaciones conmigo?

  • No se trata de eso, es que...

  • Mire profe, yo nunca he tenido relaciones con varones, pero si Usted quiere conmigo no se preocupe, yo le hago el favor.

  • Eres muy considerado, yo sabía que podía confiar en ti, pero no es conmigo precisamente, es con... mi esposa.

  • ¡¿Queé?!, ¿Con su esposa?, no entiendo.

  • Davidsson me tienes que prometer que nunca le dirás esto a nadie por nada del mundo.

  • Claro que no profe, no se preocupe.

  • Verás, mi esposa y yo necesitamos a alguien para compartir, alguien que reanime nuestra relación amorosa y creo que tú eres esa persona.

  • ¿Por qué lo dice?

  • Porque tú tienes buenos sentimientos y me parece que eres discreto, ¿Me equivoco?.

  • No profe, no se equivoca, yo no diré nada que pueda perjudicarle, pero esto es muy extraño, nunca me habían pedido algo así.

  • Imagínate cómo es para mí pedirte algo de esa naturaleza, nunca pensé estar en una situación tan comprometida y de verdad, mi esposa y yo queremos salvar el matrimonio.

  • ¿Qué desea Usted exactamente que yo haga?

  • En principio quiero que tengas relaciones con mi esposa, pero sólo analmente, por detrás, nada de penetrarla por la vagina, eso me pertenece a mí nada más, yo los miraré y luego entraré en acción, ¿Comprendes?

El chico asintió levemente con la cabeza, desconcertado y con cara de asombro, pero pude notar que su pene se erectó visiblemente.

  • ¿Su esposa ha tenido relaciones por detrás?

  • Claro, somos adultos y estamos casados desde hace tiempo.

  • Sé que son adultos, pero las chicas con las que he estado sufren mucho las primeras veces y quería estar seguro.

  • No hay problema, sólo te pido respeto y que no te propases con ella, a cambio te daré algo para que puedas pagarte los gastos que tienes en el béisbol.

  • Yo no le estoy pidiendo dinero.

  • Tranquilo hijo, yo sé que no lo pediste, pero también sé que lo necesitas, ¿Cierto?

  • Pues sí.

  • ¿Puedo contar contigo?

  • Claro, no se preocupe, puede confiar en mí.

  • ¿También puedo confiar que harás bien tu trabajo?

  • Ja, ja, ja, sí profe, soy un tipo muy caliente, espero que eso no les moleste.

  • Al contrario, eso es lo que necesitamos.

En ese momento llegamos a su casa y se preparó para bajar del auto. Abrió la puerta y guiñando su ojo derecho añadió:

  • Si me necesita Usted solamente también estoy disponible.

Le respondí con una sonrisa y un firme apretón de manos. En el camino a casa me quedé pensando en esa última frase, el chico pensaba que yo quería tener relaciones con él y no le desagradaba, incluso creo que hasta lo deseaba. Tanto era lo que pensaba en mi conversación con él que no me percaté de un pequeño detalle: Me había comprometido con el muchacho sin planteárselo a mi esposa, ¿Qué pasaría si ella no estaba de acuerdo?.

Cuando llegué a casa le dije todo a mi esposa, pero cuando le conté que era uno de mis alumnos su rechazo no se hizo esperar.

  • ¿Estás loco?, ese chico es un menor de edad y además, ¿Quién nos garantiza que no divulgará nada?, es un inmaduro, ¿Comprendes?.

  • Espera, espera, tú no lo conoces, sé que es difícil de entender para ti, pero estoy seguro que él es la persona adecuada.

  • ¿Y cómo puedes estar tan seguro?, ¿Qué le dijiste que debía hacer?

  • La seguridad me la da el instinto, algo me dice que ese chico nos devolverá la felicidad. Lo único que le pedí que tuviera relaciones contigo, pero sólo por el ano, por la vagina ni loco.

  • Qué predicamento tenemos Dios mío, ¿Cómo pudimos meternos en esto?, es una locura.

  • Tranquila, ¿Por qué no probamos?

  • No estoy segura, tengo miedo de que todo esto termine mal.

  • Te pido que probemos, aun sea una sola vez y si no te gusta no lo seguiremos haciendo.

  • Está bien, pero por favor déjale en claro a ese chico que no debe decir nada.

  • Así será.

Pautamos para la noche siguiente el encuentro con Davidsson ya que sería viernes y podríamos amanecer. Nos iríamos a la casa que tenemos en las montañas para que los vecinos no sospecharan nada y dejaríamos a los chicos con los abuelos. Confirmé con ellos y con Davidsson por teléfono. Todo estaba listo.

A la mañana siguiente fui al médico y me recetó reposo y algunos medicamentos. Camino a casa no dejaba de pensar en lo que haríamos, me gustaba la situación y mi pene tuvo una pequeña erección, buen signo por demás. Lo único que me preocupaba era mi esposa pues no estaba muy contenta con mi escogencia. Así que llamé a Davidsson por celular para encontrarnos en un café cerca de su casa.

  • Ayer le propuse a mi esposa lo que hablamos, está un poco recelosa porque piensa que tú eres una persona inmadura y puedes decir algo.

  • No, dígale que no se preocupe, yo nunca diría nada de eso.

  • Ahora más que nunca necesito lo que te pedí: Hazle el amor lo mejor que puedas, que a ella le guste e incluso que quede con ganas de repetir otro día.

  • Por eso no tenga cuidado, yo soy un demonio en la cama.

  • Bien, pero recuerda también lo que debes ser un demonio sólo por detrás, aunque eso no será difícil para ti, creo yo.

  • Claro que no, les dejaré con ganas de volver a hacerlo.

  • A mi esposa. Claro.

  • Y a usted también si lo desea.

  • Yo no, a mí no se te ocurra tocarme, imagínate lo que pensaría mi esposa.

  • Ella no tiene por qué saber.

  • Tú otra vez con lo mismo, ¿Crees que soy gay?.

  • No creo nada, sólo que soy partidario del disfrute sin límites y reconozco a la gente que piensa igual que yo.

  • ¿Qué te hace pensar que me gustaría estar contigo?.

  • No sé, algo dentro de mí o la expresión de sus ojos.

  • Mis ojos, ¿Qué dicen mis ojos?.

  • Gusto por lo que me dice, ganas de disfrutar, no sé exactamente, pero creo que Usted quiere algo más.

  • No digas tonterías, necesitamos algo muy puntual y nada más.

  • Bueno, eso lo veremos con el tiempo.

  • Olvida eso. Te pasaremos buscando por tu casa para lo que hablamos como a las 7:00 pm. Dile a tus padres que somos unos amigos y que te invitamos para una fiesta ¿Te parece?.

  • Claro que sí profe, ya tengo todo arreglado con mis padres para salir esta noche.

  • Entonces no se hable más, nos veremos a esa hora, trata de ser puntual por favor, ah y no te masturbes, guarda tus ganas para esta noche.

  • Tranquilo, que ganas tengo y de sobra.

Llegada la noche la ansiedad dominaba el deseo mío y el de mi esposa, aunque no nos decíamos nada del tema, estábamos más que expectantes por los momentos que pasaríamos con Davidsson. Esta vez usamos el automóvil de ella que tiene vidrios oscuros para despistar a los posibles curiosos y nos fuimos en busca del chico. A la hora fijada él nos estaba esperando recostado de un poste de luz. Se veía muy bien. Tenía una camisa de satén color rosado, unos pantalones negros pegados al cuerpo que le hacían resaltar su prominente trasero y sus inconfundibles zapatos negros de basquetbolista. Mi esposa también se veía impresionada y me di cuenta que había dado en el clavo en la escogencia.

Bajé el cristal de mi ventanilla y le hice señas para que nos reconociera e inmediatamente subió al auto en la parte trasera. Su cara denotaba el mismo sentimiento que los nuestros. Se podía sentir que todos deseábamos estar juntos. Lo primero que hice fue presentarle a mi esposa.

  • Hola Davidsson, ella es mi esposa.

  • Mucho gusto señora, Davidsson, a sus órdenes – le dijo dándole y un beso en su mejilla izquierda en manera muy romántica y con sus ojos mirándola en forma pícara-

  • Laura, igualmente para ti.

  • ¿Y a Usted cómo le va profe? – Me preguntó mientras me daba su mano derecha y con el índice me acariciaba leve y secretamente la planta de mi mano, lo que causó que me sonrojara un poco, cosa que debí disimular-

  • Muy bien, gracias, ¿Sin problemas para hoy?, todavía estás a tiempo de decir que no.

  • Estoy dispuesto a todo lo que venga.

Todos reímos mientras el auto serpenteaba por la inclinada y angosta carretera que iba hacia las montañas cercanas situadas al norte. A la media hora estábamos frente al portón de nuestra propiedad. Es hermosa, está construida en madera con bases de piedra. Desde allí se ve un panorama majestuoso de la ciudad. Tiene dos plantas, una pequeña piscina, parrillera y un terreno más o menos grande; el lugar perfecto para lo que teníamos en mente. La usamos de vez en cuando para escapar al calor sofocante y a la rutina. A los chicos y a nuestros invitados les encanta. Nos había costado dinero, tiempo y esfuerzo de varios años, pero ello estaba por rendir los mejores frutos que pudiéramos haber pensado.

Me bajé para abrir el portón y Davidsson hizo lo mismo para ayudarme. Con sus ojos me hizo señas para que viera su pantalón. Tenía el pene totalmente erecto y yo también empecé a sentir una rigidez en mi miembro. El sexólogo tenía razón, aunque nos haya parecido poco razonable al principio.

Lo primero que hice fue guardar el auto en el garaje mientras Laura y el chico me esperaban fuera. Cuando entramos serví un trago de whisky para cada uno con el fin de entrar en calor y propuse que tomáramos una ducha antes de empezar. La casa tiene tres baños, Davidsson fue al que está en la planta baja, Laura al que está en el piso superior en la habitación nuestra y yo al que está en ese mismo piso, pero en la habitación de los chicos. Acordamos reunirnos en nuestra habitación. Davidsson fue el primero en terminar y subió para esperarnos acostado en el lado derecho de la cama matrimonial. Yo entré al poco rato y me senté al otro lado de la cama. Lo encontré con el paño puesto nada más. Acto seguido, se lo quitó y me mostró su pene totalmente alzado, me señaló que lo viera mientras se saboreaba los labios muy provocativamente. Por primera vez me dieron ganas de abalanzarme sobre él, pero me contuvieron dos cosas: mi orgullo de varón y la cercana presencia de Laura. Me vino a la mente que quizá no resistiría si estuviéramos a solas.

Al salir Laura nos miró a ambos y con una picardía que no veía en ella hacía tiempo se quitó su toalla y se acostó en medio de ambos. No sabíamos ni cuándo, ni cómo empezar. El chico tomó la iniciativa y acarició el vientre de Laura lo que causó que ella comenzara a gemir levemente. Esa escena me excitó tanto que mi pene se levantó. Laura lo notó y sus ojos mostraron una expresión asombro y gusto. Las manos de Davidsson se trasladaron hacia ambos senos y ella se volteó colocando su espalda frente a él para poder verme. Yo busqué los labios de mis esposa y nos fundimos en un beso que sentíamos hermoso y extraño debido a la falta de costumbre. El muchacho pasó su lengua por el cuello de ella y por sus ganas parecía un tren sin frenos y en caída por una bajada muy inclinada. Ya su pene estaba posicionado cerca del ano de mi esposa, pero aunque le faltaba un condón y la lubricación necesaria, hacía los rítmicos movimientos propios de ese tipo de penetración. Yo lo detuve y le señale la gaveta de la mesa de noche para que los buscase, los localizó, se colocó el preservativo y tomó un poco de vaselina, una parte la puso en su miembro ya protegido por el capuchón y otra la metió cuidadosa y amorosamente en el ano de Laura. A los pocos minutos estaba listo para seguir. Mi esposa estaba apoyada sobre el lado izquierdo de su cuerpo mirándome con ojos de deseo. Tenía razón Davidsson cuando decía que los ojos hablaban. El chico asió fuertemente los hombros de Laura y puso su miembro en posición de penetrar. Tenía un aparato respetable, aunque tampoco era descomunal y los primeros intentos en meterlo fueron infructuosos. Era más el dolor que el gusto en ella. Finalmente entró y mi esposa dio un pequeño grito, que luego fue sustituido por la respiración acelerada de ambos, mientras las manos juguetonas de él acariciaban nuevamente sus senos y posteriormente sus bocas se dieron un tremendo beso. Esa escena me excitó enormemente, no tenía idea del por qué, pero el hecho de ver a mi esposa siendo penetrada por otro macho me gustaba muchísimo. Mi pene reaccionó con fuerza inusitada y también entré en acción poniéndolo en su vagina. Cuando lo metí pude sentir su lubricación espesa y abundante prueba de su excitación. Tendríamos alrededor de dos años que no lo hacíamos. Davidsson nos había devuelto las ganas de estar juntos. Pronto mi boca sustituyó a la de él en los labios de Laura. Ella estaba loca de placer sintiendo dos machos al mismo tiempo. No hacía mas que gritar de gusto venciendo su frigidez y para muestra de ello tuvo una sucesión de orgasmos. Lo mismo me pasaba a mí, la disfunción eréctil desapareció como por arte de magia.

El primero en eyacular fue Davidsson y lo hizo con un fuerte espasmo, seguido por otro de Laura que fue su último orgasmo. Había recuperado su anterior vigor sexual. Al poco rato me tocó a mí, como consecuencia de contemplar el placer que había demostrado mi esposa y, aunque conscientemente no lo quería reconocer, el hecho de ver a Davidsson quitándose el condón y dejando fluir una gran cantidad semen sobre el pecho de ella. Ambas cosas que me excitaron muchísimo.

La misión estaba cumplida, pero todos quedamos insatisfechos, deseábamos más y nuevamente fue el semental adolescente quien inició todo. Sus manos rozaron la entrepierna de mi esposa, pero mis ojos de reprobación le hicieron desistir de continuar con ese camino. Un beso apasionado entre ellos levantó mi pene al máximo y mi esposa me lo acarició y luego lo tomó con su boca y me hizo una de las mejores mamadas que recuerdo. Davidsson se agachó y comenzó por olfatear profundamente la vagina de Laura, cosa que lo excitó al máximo. Acto seguido comenzó a lamer su pubis rasurado y, aunque no quería que él hiciera eso pues me parecía una infracción al acuerdo que teníamos, la excitación no me permitió decirle nada. Posteriormente me fue acercando su pene a mi cara con la intención de que se lo chupara, pero yo no hice nada, el chico insistió y yo debí apartarlo con ambas manos. Los ojos de Laura me decían que me dejara hacer todo lo que él deseaba, pero más pudo mi orgullo que mi deseo escondido. Sin embargo, no estaba seguro que pudiera mantener esa posición en el futuro ante el empuje de nuestro impetuoso amante.

Laura tomó entonces la decisión de resolver la diferencia existente. Primero dejó de chupar mi pene y con su mano izquierda comenzó a masturbarme y con su mano derecha hizo lo mismo con Davidsson. Ambos gemíamos y respirábamos como si una especie de electricidad invadiera nuestros cuerpos. Yo particularmente abrí mis ojos y pude ver como el chico estaba extasiado con el movimiento diestro y rápido de las manos de Laura quien no lo perdía de vista. Él mantenía los ojos cerrados y eso me permitió contemplarlo sin que se diera cuenta. No se por qué, pero nos encantaba ver a Davidsson en pleno acto sexual, en el caso de mi esposa se comprendía por ser mujer, pero ¿Por qué yo?.

De nuevo fue Davidsson el que eyaculó en primer lugar. Laura tomó la parte de su semen que cayo en su mano y se la chupó. Esa acción me gustó tanto que yo eyaculé al poco rato y mi esposa hizo lo mismo con el semen que pudo recoger en su otra mano. Ahora tenía en su boca los restos de ambas secreciones.

Quedamos recostados un rato por efecto del cansancio. Davidsson estaba en el lado derecho de la cama, Laura en el centro y yo en el lado izquierdo. Charlábamos abrazados tiernamente de esos momentos que habíamos pasado. Transcurrido un corto tiempo el chico nos señaló su pene nuevamente erecto. Su juventud dejaba en minusvalía mi vigor sexual. Laura le puso su espalda para que la penetrase nuevamente por el ano, cosa que él hizo sin perder tiempo, no sin antes colocarse un nuevo preservativo y lubricar con vaselina el esfínter de mi esposa. Mi mujer, al sentir que entraba de nuevo su pene, volvió a las andadas y me excitó lamiendo mi pene otra vez. No dejábamos espacio a la imaginación, hacíamos lo que deseábamos con la sola limitante establecida al principio. Nuestras eyaculaciones culminaron ese tercer acto y nos quedamos profundamente dormidos y abrazados. Había comenzado una nueva etapa de nuestras vidas.