El chico del metro

Cuando aquella mañana tomé el metro para acudir a mi trabajo, no imaginaba lo que me sucedería en un hotel madrileño. Dos tipos masturbándose me enloquecieron de placer. Ahora os contaré como

Cuando aquella mañana tomé el metro para acudir a mi trabajo, no imaginaba lo que me sucedería en un hotel madrileño. Dos tipos masturbándose me enloquecieron de placer. Ahora os contaré como

EL CHICO DEL METRO

HOLA, VOY A CONTAROS ALGO QUE PUEDE SER REAL O NO…….. Madrugo mucho para irme a trabajar, y como casi todo el mundo me meto en el metro atontada, pero un día hace algún tiempo era insufrible, el anden estaba a rebosar, cuando llegó el tren todos queríamos entrar, yo me dije -bueno voy a esperar al siguiente-, pero no pudo ser, la gente en avalancha me metió dentro del vagón.

Cuando ya estábamos en el interior todos muy juntitos y apretaditos, observé cerca a un chico que no estaba nada mal, y pensé -podía estar a mi lado y no este imberbe que se estaba apretando contra mí-. Sumida en mis pensamientos no me di cuenta que el imberbe se bajó y el chico buenorro se acercó a mi lado, yo noté que un cuerpo se pegaba al mío, pero no quise darme la vuelta, empecé a notar un bulto pegado a mi culo, era verano y yo llevaba una blusita fresca y una falda muy ligera, por eso el bulto que notaba en mi trasero empezó a darme mucho calor. El tren seguía a rebosar de gente pero no se porqué solo tenia mis sentidos puestos en ese cuerpo que se pegaba al mío, de ese calor que me invadía y hacía que deseara que una mano me acariciara por una parte de mi cuerpo que lo estaba pidiendo a gritos.

El tren paró en la siguiente estación, y tuve que apartarme para que bajaran algunos viajeros, en ese momento aproveché para mirar al portador de aquel paquete pegado a mi culo. Cual sería mi sorpresa cuando me hallé cara a cara con el chico que me había gustado al subir al tren, él me sonrío, con una expresión dulce y simpática, una mirada limpia y tranquilizadora, yo me sonrojé, me sentí abochornada, entonces el me acarició la mejilla, se acerco a mi oído y me dijo " eres la chica más bonita que he visto nunca, todos los días te veo y nunca me he atrevido a hablarte, pero ya no puedo más, te deseo desde el primer día que te vi".

Yo me quedé perpleja pero adulada con sus palabras, mi turbación era tal que no supe ni hablarle, ni mirarle, ni nada de nada. Entonces él bajó su mano desde mi mejilla lentamente por mi hombro, bordeaba mi pecho sin llegar a tocarlo, la cintura, la cadera, y para mi sobresalto hasta mi muslo, que acarició muy suavemente a la vez que subía mi falda sin que nadie pudiera notar nada. Llegados a este punto yo ya estaba demasiado caliente, deseaba que siguiera pero me avergonzaba que alguien pudiera vernos, en ese tren iban varias personas a las que conozco de mi centro de trabajo, pero estaba tan acalorada que ya no sabia ni donde estaba. Tenía unas manos muy suaves y calientes, poco a poco fue acercándose hasta mi braguita y puso la mano encima de mi abertura, a través de la braga sentí su contacto firme y a la vez suave, me miró a los ojos me sonrío, y yo me dejé llevar, ya solo quería que sus dedos apartaran mi braguita para tocarme lo más escondido de mi cuerpo, entonces él como si pudiera leer mis pensamientos la apartó y me acarició muy suavemente mis partes más intimas, poco a poco se fue centrando en mi clítoris y empezó a masajearlo muy despacio, sin prisa pero sin pausa, a veces sus dedos bajaban hasta mi raja empapada y se hundían en mi vagina, introduciéndolos poco a poco en su interior para luego subir otra vez hasta mi clítoris, me sentía totalmente excitada, si no hubiera estado en el metro habría gritado de placer, me habría arrancado yo misma la camisa, el sujetador, y le habría metido mis pechos en su boca para que los chupara y lamiera desesperadamente, llegados a este punto mi cuerpo lo quería todo, todo el placer que estaba sintiendo y mucho más, pero sin reservas, era tal mi ardor que imaginaba su lengua en mi vientre, bajando lentamente hasta encontrar la flor que besaba una y otra vez, primero lentamente luego con más fervor, hasta que la imaginación me arrancó un orgasmo en el que tuve que reprimir todo el deseo de chillar que sentía.. No sé si el orgasmo me lo produjo él o mi imaginación, lo cierto es que me corrí en el metro. Estaba exhausta, lo típico después de sentir un orgasmo, entonces el me besó los labios, me metió una tarjeta en el escote de mi blusa y salió del tren sin que me diera tiempo a reaccionar.

Hace unos días, al fin me decidí a llamar al teléfono que había en esa tarjeta, el teléfono no estaba disponible y colgué decepcionada pero a la vez aliviada porque no sabia como entrarle, una hora más tarde sonó mi teléfono, descolgué y dije:

-Hola soy Ani.

Al otro lado de la línea sólo se oía silencio, de pronto una voz muy agradable dijo:

-Hola chica del metro, soy el chico del metro.

Me quedé de piedra, no sabia que decir, estaba muy nerviosa, por un momento pensé en colgar, pero no lo hice, entonces dijo.

-Esperaba tu llamada ardientemente, ya pensaba que no te atreverías a llamarme o que quizá no te gustó la situación, o yo.

  • No nada de eso, es que no sabia como hacerlo me daba un poco de vergüenza, y no sabía si tu querrías que te llamara o no. Estaba indecisa.

-Por cierto me llamo Fredy y sí, estaba esperando tu llamada.

Me quedé callada, pero muy aliviada al pensar que el quería volver a verme.

-Ani, quieres que quedemos para tomar una copa esta noche.

Mi mente empezó a recordar el orgasmo del metro y a imaginar lo que podría ser la noche que me estaba esperando.

-Vale pero tiene que ser después de las 9 porque tengo cosas que hacer, si te parece bien, si no, podemos quedar otro día.

  • Me parece perfecto, te espero a las 9:30 en la cafetería del hotel Melia.

  • Por si no te acuerdas de mí, llevaré puesto un vestido negro, pero no me dejó seguir hablando, me dijo:

  • Te reconocería aunque no llevaras nada puesto.

Menos mal que no podía verme porque yo me sonrojé al pensar que posiblemente pronto podríamos vernos sin nada puesto.

  • A las 9:30 en la cafetería, le contesté. Y nos despedimos.

No cabía en mi de gozo, estaba exultante de alegría, iba a volver a verle, no me lo podía creer, llevaba días rememorando los momentos del metro y soñando con volverle a ver, y ahora era cierto, le vería en unas horas.

Como una loca, lo primero que hice fue mirar mi armario, coger mi vestido negro tan sexy y provocador, mis zapatos negros de tacón alto, mi ropa interior negra con encajes. Me dí un baño y me embadurné de crema hidratante para que mi piel estuviera muy suave, me lavé el pelo, me pasé una hora con el secador peinándome, me maquillé de colores suaves para no estar escandalosa. –Todo esto eran las cosas que tenía que hacer antes de las 9, tenía que arreglarme para él. Quería estar deseable y seductora, que él con sus ojos al mirarme me dijera lo mucho que deseaba follarme.

A las 8:30 me perfumé, cogí una chaqueta, mi bolso y salí de casa; paré un taxi y le dije al taxista el nombre del hotel, el hombre me miró con ojos de deseo, como si quisiera desnudarme con la mirada, era el efecto que yo quería causar, pero no a él. Arrancó y en 20 mín. estaba en la puerta del hotel con el corazón palpitando desbocado. Decidí entrar sin pensármelo dos veces, atravesé la puerta y me dirigí directamente a la cafetería, pisando fuerte y observando todo a mí alrededor por si ya estaba allí. Pero no había llegado, entonces me dirigí a una mesa, desde la que podía verse la entrada de la cafetería, me senté, un camarero me preguntó que quería tomar, le pedí una tónica muy fría, tenía que refrescarme un poco ya que estaba ardiente de deseo.

A las 9:00 sin saber de dónde salió se acercó a mi mesa, cuando le vi, me quedé perpleja, estaba ante mí con una sonrisa, ¡que sonrisa¡ era maravillosa, me miró fijamente a los ojos, se agacho y me besó en la mejilla y me susurró en el oído – Ani estas preciosa-, acariciándome con sus labios mientras me hablaba. En ese momento ya era toda suya, a partir de aquí podría pedirme lo que quisiera que no le negaría nada.

Se sentó a mi lado y pidió una bebida, me dijo que se hospedaba en ese hotel, que estaba en Madrid estudiando unos cursos de botánica. De pronto se levantó y me dijo que la próxima copa la tomaríamos en su habitación si me parecía bien, Cojí mi bolso y salimos de la cafetería, puso su mano en mi cintura y me condujo hacia el ascensor, se aproximó a mi y me besó muy tiernamente en los labios, me volvió a hablar al oído, sabía muy bien como ir calentado a una mujer.

Llegamos a la habitación, era muy bonita y confortable, estaba todo muy ordenado, en una mesa había flores frescas, al lado una botella de cava enfriándose y dos copas, todo estaba preparado, tenía toda la pinta de una fiesta intima. Se acercó, me sirvió el cava y me preguntó si todo estaba bien, le contesté que si, que era una buena idea, brindamos, me besó lentamente por la frente, fue bajando por mi cara, mi cuello, mi escote; yo empecé a quitarle la americana, el me bajo los tirantes de vestido dejando casi todo el pecho al descubierto. Noté como una mano se deslizó bajo mi vestido y paró en mis muslos, luego, después de un breve respiro, ascendió hasta mi zona intima, momento que yo aproveché para abrazar con mi mano su entrepierna.

Sabíamos ambos lo que estaba a punto de suceder. Y sucedió. Pero sucedió de una manera extraña. Inimaginable para mí. Yo había ido allí a follar con él de eso no había ninguna duda; Pero me había enamorado de ese tipo. Era un amor a primera vista. Estaba dispuesta a dejarle hacer lo que quisiera. No le pensaba poner ninguna traba. Me imaginaba ya sintiendo su rabo entre mis piernas. Imaginaba tirándole del pelo mientras nos corríamos juntos. Yo desnuda en la cama y el encima de mí penetrándome con fuerza y vigor. Sus testículos golpeándome a la vez que entraba más y más. Pero no esperaba lo que sucedió.

Ya habíamos pasado de los preliminares y estábamos en la cama a punto de follar cuando se abrió la puerta de la habitación y entro el camarero con otra botella de cava, pero no solo traía el cava, traía entre las piernas un arma de muchos centímetros, venía desnudo de cintura para abajo, mis ojos se quedaron clavados en su polla, no podía desviar la mirada, ni siquiera se me pasó por la cabeza pensar lo ilógico que era que el camarero entrara en la habitación medio desnudo. Dejó el cava en la mesita, se acercó a la cama y se sentó a mi lado, empezó a acariciarme los pechos mientras mirada a Fredy que le devolvió la mirada y una gran sonrisa, estaba claro que ellos se conocían y habían planeado aquella escena. Yo seguí en la cama abrumada por la situación y sin saber que hacer. No lo pensé, tampoco mis sentidos estaban para pensar mucho con una mano en mi coño y otra en mis tetas; y me dejé llevar.

Me dije -he venido aquí a follar y eso es lo que voy ha hacer, por otra parte estoy echa polvo de deseo-, Pero no esperaba que fuera por dos hombres muy bien dotados. Me relajé dispuesta a disfrutar sensaciones nuevas para mí y a vivir el momento.

Aquello era demasiado, cuatro manos dándome placer a la vez, subiendo, bajando, apretando, acariciando, estrujando. Dos bocas chupando, lamiendo, y dos pollas follándome, aquello era el colmo del placer, estaba loca por correrme, pero ellos sabían muy bien como llevarme al extremo del placer pero sin culminar. Fredy me sujetaba las caderas mientras su polla trataba de partirme en dos, el camarero – que no se como se llama- me metía la polla en la boca, me sobaba, bueno, no se quién me sobaba qué, tantas manos por mi cuerpo me tenían extasiada.

Fredy le dejó su puesto al camarero, pensé, este si que me parte con esa polla tan grande, se acercó a mi coño y empezó a introducirla poco a poco, estaba desesperada por que me follara de una vez, estaba excitada al máximo, de pronto Fredy se acercó a mí y metió su cabeza entre la polla del camarero y mi coño y empezó a lamerme el clítoris, aquello era el no va más, oleadas de placer me invadieron, su lengua húmeda y caliente acariciaba mi clítoris con una maestría enloquecedora, -una polla en la vagina y una lengua en el clítoris- que más se puede pedir, estaba disfrutando como nunca, jamás había gozado tanto, pero de pronto el camarero saco la polla de mi coño y la dejó en la entrada de la vagina y esa lengua que me llevaba al éxtasis desvió su caminó y empezó a lamer la polla del camarero, enseguida la guió otra vez a mi clítoris, y así empezó a chuparnos a los dos, de su polla pasaba a mi clítoris, de mi clítoris a su polla y además él se hacia una paja mientras nos relamía. Estábamos todos a punto de corrernos, entonces el camarero se apartó y se puso a hacerse también una paja, los tenia a los dos frente a mi, arrodillados en la cama, uno a cada lado meneándose la polla y yo mirando, me arrodille también en la cama y empecé a tocarme el clítoris, y así besándonos los tres, manoseándonos con la mano que nos quedaba libre, nos hacíamos nuestras respectivas pajas, entre temblores, estertores, jadeos, gritos, etc.… nos corrimos. Su semen salpicó mi pecho y me puso perdida. Mientras gritábamos nuestras corridas, embadurne mi mano con el semen de ellos y lo chupé como una viciosa cualquiera.

Fue una situación muy distinta a cuantas había vivido hasta el momento, pero la más placentera. Nunca antes estuve tan cachonda, ni tan deseosa de correrme como aquel día, lo que sentí se convirtió en mucho más de lo que imaginé, porque nunca se me pasó por la cabeza que el mejor orgasmo de mi vida lo sentiría masturbándome acompañada de dos tíos que se masturbaban también.

Romy Madrid