El chico del gimnasio
Encuentro casual con un joven, en un centro de Fisioterapia, provocando un desenlace imprevisto
EL CHICO DEL GIMNASIO
Aunque el título indica GIMNASIO, no era exactamente tal, sino un centro de fisioterapia, donde yo asistía cada día a tomar mis sesiones de rehabilitación.
La terapia que se me había prescrito consistía en unos electrodos que se me aplicaban en la zona afectada, (lumbares y hombros), cuyos sensores producían unas suaves descargas eléctricas, que aliviaban considerablemente mis dolores. Luego se me aplicaba calor, generalmente rayos infrarrojos, para finalmente darme unos masajes que completaban el tratamiento.
Así, día tras día, recibía aquellas sesiones que mi cuerpo serrano agradecía y me iban mejorando poco a poco.
Un día apareció por allí un muchacho muy joven, (tenía 16 años, aunque aparentaba un poco más), que desde el primer momento no quitaba sus ojos de mi. Me miraba tan insistentemente que conseguía hacerme sentir incómodo, aunque el muchacho era ciertamente muy guapo y me gustaba mucho. Nunca me han gustado los niños ni me considero un pederasta, pero aquel muchacho, pese a su juventud conseguía excitarme.
Él se había dado cuenta de esto y parecía querer provocarme. El primer día que cruzamos nuestras miradas, era tal su fijación y descaro que yo optaba por apartar la mirada. Pero esto fue solo el primer día, porque en los días posteriores, opté por aguantar sus ojos, con la misma frialdad con la que él me miraba a mi.
El restaba recibiendo sus sesiones en su brazo derecho, por lo que sólo su brazo izquierdo le quedaba libre. De pronto, y sin dejar de mirarme, metió su mano izquierda en el bolsillo de su chándal y comenzó a hacer un extraño movimiento que parecía como que se estaba masturbando. Supuestamente aquel bolsillo tenía un agujero y con su mano llegaba fácilmente hasta su polla.
El jodido muchacho conseguía hacerme sentir incómodo era tal su atrevimiento y descaro que en algunos momentos yo apartaba mis ojos de él. Sin embargo yo observaba -de reojo- que cuando yo apartaba la mirada, él dejaba de masturbarse, aunque tan pronto se sentía observado por mi, seguía con aquellos movimientos...
Finalmente decidí plantarme y mirarle con la misma osadía con la que él me estaba mirando a mi. Un mocoso de aquella edad no podía intimidarme, pero él sabía perfectamente que me agradaba el espectáculo. Así que no se limitó sólo a pajearse, sino que incluso hacía algunos gestos con su boca y con su lengua que me estaba incitando a contemplar su morbosa exhibición.
Yo por mi parte también estaba muy excitado y notaba cómo mi polla empezaba a babear, algo que me ocurre con mucha facilidad, pero no quería perderme aquella demostración lujuriosa.
No se con certeza si el muchacho consiguió eyacular en aquella primera demostración, pero estoy convencido de que en los días posteriores si que se corría encima, porque en el pantalón de su chándal se podían ver grandes lamparones que -supuestamente- eran su semen.
Un día el muchacho me esperó a la salida del local. Ciertamente el chaval era muy guapo, a pesar de su aspecto de granujilla. Pero había algo en él que me atraía de una manera irreprimible para mi. Se dirigió a mi para pedirme un cigarro, algo en lo que no le pude complacer porque yo no fumo desde hace años. Solo me limité a decirle:
-¿No sabes que el tabaco mata lentamente?
A lo que el respondió sin inmutarse:
-Si, pero yo no tengo ninguna prisa por morirme.
-Pero el tabaco te va a matar, (le dije).
Y él insistía:
-Es que yo no quiero irme sano al cementerio. Cuando me entierren quiero estar muerto, no vivo.
Era imposible hacerle razonar, pero lo que me llamó la atención es que este muchacho quería provocarme. Deseaba tener sexo conmigo, pero yo siempre he sido muy respetuoso con los menores de edad y no quería tener complicaciones, así que le dije que lo sentía y me fui rápidamente de allí.
Al día siguiente, como de costumbre, Andrés se sentó frente a mi para poder verme y que le viera fácilmente. Supe cómo se llamaba porque los masajistas se dirigían a él con este nombre. De nuevo el ritual de siempre; teniendo su mano derecha ocupada por los sensores que le aplicaban para su terapia, deslizaba su mano izquierda por el bolsillo roto de su pantalón y comenzaba a masturbarse. Ya no me importaba mirarle con el mismo descaro que él lo hacía, pues me había percatado sin ningún género de dudas, de que este muchacho me estaba buscando abiertamente. Que deseaba acostarse conmigo a toda costa, aunque yo todavía estaba reticente por el tema de su minoría de edad.
Otra vez me estaba esperando a la salida, pero esta vez fue mucho más lejos. Sin el más mínimo recato me dijo abiertamente:
-¿Me invitas a tu apartamento?
¡Joder...!. Aquello era increíble; Aquel bellísimo muchacho me estaba pidiendo a gritos que me acostase con él y yo lo estaba rechazando... Tenía miedo a cometer un delito y que me acusaran de pederasta, pero alguien me había dicho que sólo si el muchacho es menor de 13 años se puede hacer tal acusación. Yo no estaba totalmente seguro de esto, pero deseaba con todas mis fuerzas tenerlo en mi cama. A pesar de que le suponía menor de 18 años, con su apariencia y desparpajo bien podría tener mas edad. Y yo sabía la edad que él tenía porque unos días antes se lo dijo a uno de los masajistas, aunque de no haberlo sabido, podría haberle calculado los 18 años o más.
El insistía:
-Anda, llévame a tu apartamento...
Así que no lo pensé dos veces y le dije que me siguiera. Nos dirigimos al aparcamiento donde yo solía dejar mi vehículo y nos fuimos hacia mi apartamento.
Ya en mi casa me dijo:
-Tengo hambre; ¿Me puedes hacer un bocadillo o un sándwich.?
Rápidamente le preparé uno y le dije si quería ducharse conmigo. El me dijo que le daba mucha vergüenza, que me duchase yo mientras él acababa el refrigerio y que seguidamente se ducharía él.
Cuando hube concluido mi aseo, le saqué una toalla y le dejé libre el baño para que él se duchara, mientras yo le esperaba en la cama.
A los pocos minutos apareció en la habitación envuelto en la toalla que yo le había prestado y me dijo que apagase la luz. Yo pregunté que por qué no quería que la luz estuviese encendida, pero él me dijo que sentía mucha vergüenza y que no quería que le viese desnudo.
Así lo hice y apagué la luz del dormitorio, momento que aprovechó para quitarse la toalla y deslizarse entre las sábanas.
Nada más tumbarse a mi lado, me abrazó y comenzó a besarme con mucha ansiedad, como si estuviese realizando algo que había estado esperando. Yo tenía la sensación de que le gustaba muchísimo, pues él no dejaba de besarme y acariciarme, mientras yo sentía su excitación en su pene, muy grande para su edad, que intentaba rozar mis huevos y mi polla.
En un momento determinado me dijo:
-¡Fóllame!. Pero no enciendas la luz...
Así que tanteé en mi mesita de noche, buscando una crema lubricante que siempre guardo ahí, y le embadurné generosamente su ano, introduciendo primero un dedo... luego dos... luego tres... muy despacio, hasta lograr una buena dilatación. Cuando comprendí que estaba suficientemente preparado, acerqué mi verga hacia su culito y comencé a frotarle mi capullo, para finalmente iniciar la penetración. El me decía que parase en algunos momentos, pues aseguraba que era virgen, cosa que yo respetaba.
Cuando toda mi polla estaba dentro de su culito virginal, comenzó a agitarse sin dejar de jadear y de gemir. Decía que sentía un dolor muy placentero, algo que yo nunca he experimentado porque jamás me han penetrado. Pero el me pedía más... aunque ya toda mi verga estaba dentro de él, que se movía totalmente convulsionado. Tanto era así que en un momento determinado y no pudiendo aguantar mas aquellos envites tuve que eyacular dentro de él. Pero él me pedía aún mas, mientras yo le masturbaba...
Después de esto nos vestimos y antes de irse él me pidió 5 euros para recargar la tarjeta de su móvil, y yo le prometí que se la recargaría a través de Internet, cosa que hice tan pronto como él se hubo marchado.
Al día siguiente como siempre, el me estaba esperando en el Centro de Fisioterapia, situándose en su lugar estratégico donde siempre se colocaba, desde donde sabía que yo podía verle fácilmente.
Nuevamente el mismo ritual de los días precedentes; su mano se deslizaba cuidadosamente por el bolsillo de su pantalón, y comenzaba a masturbarse. Pero yo ya no rechazaba su mirada, sino que le miraba con el mismo ardor con el que el me miraba a mi...
Esto se fue repitiendo durante algunos días mas. Pero un día, al contarle a un amigo estos escarceos, éste me advirtió que podía tener problemas legales y que debía dejar aquellas prácticas que me podrían traer muchos disgustos. Yo sabía que este muchacho tenía un hermano 14 años mayor que él, que a veces venía a recogerlo al Centro, y cogí un poco de temor. No quería tener problemas legales y se lo dije abiertamente:
David, (era su nombre). Esto hay que dejarlo.
-¿Porqué? (me dijo).
-Porque puedo tener problemas si tu hermano o alguien se entera. Creo que no es lícito mantener relaciones sexuales con alguien de tu edad.
-Pero es consentido. Yo quiero hacerlo y tengo más de 16 años...
-Lo siento, muchacho. No puedo seguir arriesgándome a nada. Vamos a olvidarnos de ésto...
El muchacho me amenazó con contárselo a su hermano si lo dejaba, y durante muchos dias tuve un cierto temor a ser descubierto o denunciado por él. Pero, al cabo de un mes, ninguno de los dos volvimos a encontrarnos y se olvidó el asunto. Yo acabé mis sesiones antes que él y supongo que él jamás dijo nada. De esto hace ya 6 años y no he vuelto a verlo. Aunque me gustaría mucho encontrármelo ahora que él ya tiene 22 años y se que nada malo me puede ocurrir si vuelvo a traerlo hasta mi cama.
Llegué a enamorarme de él. Algo por otra parte muy fácil, teniendo en cuenta que era un muchacho muy cariñoso y muy morboso, que despertaba en mi los más bajos instintos. Pero yo tenía que dejar aquello y no me arrepiento de haberlo hecho.
Esto es algo que realmente ocurrió, y así lo cuento para que conocimiento de otros que estén pasando por momentos similares.
DIVOR2008