El chico de mi ex (2)

Después de practicarle el sexo oral al novio de mi ex busco algo mas. Y lo encuentro, él me demuestra como se trata a un culo virgen.

Al final me decidí. Un martes, que había bebido demasiado, saqué el número de la cartera y me atreví a llamar. Los dedos me temblablan al marcar los números en el móvil.

¿Diga?

Hola, Ricardo. Soy Jorge. Nos conocimos la semana pasada en el Bull McCabe’s. Un amigo de Eva, ... no sé si te acordarás.

Claro que me acuerdo, fue una buena tarde. También recuerdo lo bien que te comes una polla. Esperaba que llamaras. Aunque no tan pronto, la verdad. Veo que tienes ganas de probar el resto, ¿te quedaste con hambre, verdad?

Si, ....

Bien. Que sepas que yo soy de los que meten. ¿Te queda claro?. Así que tú tienes que ser de los que reciben, aunque..., bueno, eso ya lo sabías.

Si.

Bueno, veo que nos entendemos. Lo cierto es que tienes un culo bastante bonito, mejor que el de muchas tías, incluso, ¿ya te lo han roto?.

No.

Vaya, un virguito. Mucho mejor. Pero no te preocupes, no es la primera vez que me hago a un tío virgen, sabré como hacertelo sin que te duela demasiado. Aunque un poco de dolor si que sentirás, mi polla tiene un buen tamaño.

Ya.

Bueno, que voy a contarte, le pegaste una buena mamada la otra tarde. Me dejaste bastante encendido, ¿sabes?. Eva tuvo que pagar los platos rotos, me la estuve follando durante horas.

Ya.

¿No te molesta que me folle a la que fue tu novia tanto tiempo?, ahora podrá comparar. Bueno, hablando de lo nuestro, yo sólo follo tios depilados así que no quiero ver un pelo en tu cuerpo, en ninguna parte de tu cuerpo, ¿está claro?

Si.

Bien, llámame cuando estés preparado.

A la tarde siguiente me fui al otro extremo de la ciudad para comprar crema depilatoria. No tenía porqué hacerlo así, a escondidas, pero me moriría de vergüenza si veía a alguien conocido. Todo fue casi automático, no pensaba en lo que hacía. Comprar la crema, depilarme todo el cuerpo: las axilas, el sexo, el ano, afeitarme con mas esmero que nunca, volver a llamarle... vivía en un estado de excitación en el que nunca me había encontrado. Me depilé nada mas venir de trabajar, si le llamaba y nos veíamos esa misma tarde sería perfecto. Estaba como en una nube, sólo pensaba en que me iba a follar un semental dotado como un caballo, había tenido que masturbarme dos veces para poder depilarme tranquilo, no podía esperar mas.

¿Diga?

¿Ricardo?, soy Carlos. Ya está, lo he hecho.

¿El qué?

Depilarme.

De acuerdo. Te espero dentro de media hora.

Me dio su dirección y colgó. Llegué en apenas 20 minutos y empecé a dar vueltas alrededor de su casa. Me sentía raro, así, sin pelo en el cuerpo, casi parecía que tenía frío. Cuando llamé al portero automático abrió sin preguntar.

Has sido puntual, eso está bien.

Estaba claro para que habíamos quedado.: estaba completamente desnudo. Lo primero que me llamó la atención fué que, aunque había hecho que yo me depilara, su cuerpo estaba cubierto de un vello negro y espeso, especialmente la zona que rodeaba su polla, eso era una auténtica selva. Luego admiré su poderosa estructura física, era enorme: musculado y recio, fuerte como un gladiador. Su metro noventa me intimidaba, nunca una de mis parejas de sexo había sido mas alta que yo, ya que sólo había estado con mujeres. La visión de su rabo me puso un poco nervisioso, colgaba entre sus piernas como un cañón, grueso y largo, recordé su volumen llenándome la boca y pensé que como sería tener aquello erecto en el culo. Estaba moreno, sólo se le notaba la marca hacía el pantalón de deporte, muy pequeño, por cierto. No sabía que hacer, casi no sabía ni que pensar.

Ven.

Me condujo directamente al dormitorio, sin mas preambulos. En el centro, una cama enorme, ya abierta. Me pregunté si sería en esa cama donde se follaba a la que había sido mi novia durante tantos años. Mas que un dormitorio parecía un salón, tenía desde un pequeño par de sillones y una enorme televisión de plasma.

Deja tu ropa en esa silla. No sabía como desnudarme sin parecer ridículo. El estaba a un paso de mi y su presencia me intimidaba. Vamos,... ¿te ayudo?.

No, ya voy.

Me quité las gafas y el reloj, luego los zapatos y los calcetines, por fin, la camisa y los pantalones. Me quedé en calzoncillos. No quería comparar mi pequeño sexo, ahora, carente de vello, parecía el de un niño, con la maza de carne que Ricardo tenía entre las piernas.

Quítatelo todo.

Dudé y dió un paso hacia mi, no parecía que fuera a hacerme daño pero recordé su bofetada en el baño del bar y me apresuré a desnudarme completamente. Cuando me quité el calzoncillo no me había sentido mas desnudo en toda mi vida. Me daban ganas de cubrirme con las manos.

Bueno, así será mucho mas cómodo para los dos. Ven.

Me cogío con un brazo por la cintura, como si fuera una tía, pensé, y me atrajo hacia él. Me acercó hasta que nuestros cuerpos se tocaron, fue como chocar contra una pared. Era mas alto que yo pero, sobre todo, era muy, muy ancho. Sus hombros, redondos y densos, le daban un aspecto espectacular y el tamaño y grosor de sus pectorales sólo lo había visto en revistas. Era un macho de primer nivel.

Bueno, la verdad es que no eres muy grande, pero... Me cogió el culo con las dos manos. Tienes un culo precioso, duro y suave, y ahora, eso es lo que cuenta. Sus manos recorrieron mi cuerpo tomándose su tiempo. Te has depilado muy bien, parece terciopelo.

Yo seguía sin saber que hacer. El tío me estaba ... seduciendo, o algo parecido. Me gustaba lo que me decía y como me tocaba. Ahora, mientras una de sus manos me seguía sujetando firmemente por la cintura, deslizó la otra hasta mi nuca. Hizo que levantara la cara, pero no me atrevía a mirarlo a los ojos, cataños y grandes, y me besó en los labios. Yo no esperaba esto, creía que tendría una noche de sexo duro, violento incluso, pero no estaba preparado para que me besaran. Nuestros cuerpos estaban ahora totalmente unidos, me agarré a él de una manera instintiva, acaricié su espalda y apreté con fuerza sus hombros, sentía cada uno de esos fabulosos músculos en las palmas de mis manos y me excitaba cada vez más. Mi boca, pequeña, de labios gruesos, se entreabrió para recibir un beso largo y cálido. Su lengua forzó mi última resistencia y deje que entrara con libertad. Me sentía en una nube. Se separó un poco y yo busqué sus labios, con los ojos cerrados. Cuando los encontré recibí un beso largo y cálido, con ese beso desarmó por completo todas las ideas que tenía preparadas y abrío un camino distinto.

Te voy a penetrar.

Lo sé.

Soy grande, y tú eres virgen. Vas a sentir un poco de dolor.

Lo sé.

Valdrá la pena.

Nos tumbamos en la cama. Se puso encima de mí casi sin buscar la posición. Abrí las piernas para recibirle mejor y encontró la posición con naturalidad. Era increíble tenerle encima, su lengua y sus manos trabajaron mi cuerpo, acariciándome, haciendo que me moviera bajo su cuerpo. Cuando estuve preparado me hizo ponerme boca abajo. Cogió un tarro de la mesilla, lo abrió y empezó a aplicarme su contenido en culo.

Separa un poco mas las piernas. Obedecí.

Ahora la crema entraba hasta mas adentro, uno de sus dedos la llevó hasta mi interior. Luego otro. Sentí dolor pero no me atreví a decir nada.

Bien, date la vuelta. Dejó de nuevo el frasco en la mesilla y miró su polla, la erección era colosal. Vas a tener que darme una mamada para calmarme un poco. Si te embisto ahora te parto en dos.

Se tumbó a mi lado, boca arriba, con su prodigioso rabo apuntando al cielo, separó la piernas y me indicó el lugar en el que debía de colocarme. Me arrodillé entre sus piernas y mis labios recorrieron de nuevo, ansiosos, la polla cuyo sabor no había podido borrar de mis sueños. Me llené la boca con su glande, grande y sabroso, e intenté que se corriera acariciándolo con la lengua y mamándoselo después, paraba y repetía, paraba y repetía.

Venga, hombre, como la otra vez. Métetela hasta el fondo.

Empujó mi cabeza contra su polla, cogí aire y me la tragé entera. Era increible que me pudiera tragar ese monstruo, pero estaba entero dentro de mi garganta, no podía mover la lengua, ni respirar, ni nada de nada, pero me la había comido hasta el mango. Me la saqué poco a poco cuando sentía que me iba a faltar el aire. Fue genial cuando levanté la vista y vi el rostro complacido de Ricardo.

Acábala.

Me abalancé sobre su glande y lo chupé con glotonería, mientras, le masturbaba el resto del mango, apenas podía cerrar la mano sobre esa bestia. Cuando noté su mano sobre mi cabeza supe que iba a correrse, me sujetó con firmeza y vacío sus pelotas en mi boca. Unos chorretones largos, densos y cálidos llenarón mi boca, recordé ese delicioso sabor, me tragé toda la leche que eyaculó, no dejé que nada se perdiera.

  • Bien, la primera parte te ha salido muy bien, aunque, bueno, esto ya lo sabíamos. Vamos a ver que tal te portas ahora.

Para mi fué increíble comprobar que a pesar de que acababa de correrse su erección seguía siendo majestuosa. Aquella picha no había cedido ni un milímetro. Recordé que ya me tenía lubricado y no sabía que hacer, tras chupársela entera me había quedado sentado en la cama.

Ahora, lubrícala. Me acercó el bote de vaselina de la mesilla.

Me llené la mano de crema y recorrí arriba y abajo aquella verga perfecta, enorme y dura, muy dura. No sabía si debía aplicarme muy a fondo, así que me limité a lubricarlo con suavidad. Luego me di cuenta que no era tan fácil hacer que Ricardo se corriera, si él no quería. Cuando terminé de aplicarle la crema brillaba como si estuviese tallado en bronce.

Túmbate boca arriba y pasa las piernas sobre mis brazos.

Hice lo que me pedía, se acercó y puso su polla justo en mi culo. Acomodó sus manos sobre mis muslos, mientras buscaba la mejor manera de colocar mis piernas. Inclinó su cuerpo, doblándome y sin dejar de encañonarme. Cuando estuvo colocado, me reventó el culo de un solo golpe, de una embestida salvaje, me rompió de una forma feroz, yo no estaba preparado para eso, después de los besos, las caricias, lo último que esperaba era que me tratara de esa manera, quise gritar, pero Ricardo ya estaba preparado y puso su mano sobre mi boca.

Cállate.

La sacó y la volvió a meter. Gemí y supliqué, a pesar de la vaselina el dolor era demasiado fuerte y rompí a llorar. Entraba y salía de mi culo y yo sólo podía llorar, cada vez me dolía mas. Intenté quitármelo de encima pero al segundo intento me dejó las cosas claras.

Quieto, o te doy de ostias.

Sus caderas golpeaban mis cachas rítmicamente mientras su polla me cedía un poco mas a cada golpe, me abría en cada embestida, las fuerzas me fallaban y acabé abandonando toda resistencia. Volví la cara contra al almohada y dejé que aquel animal hiciese conmigo lo que quisiera. Me estuvo utilizando durante cerca de una hora, yo ya no tenía lágrimas que derramar ni fuerzas para impedirle hacerme lo que quisiera. Me sentía totalmente roto, nunca hubiese creido que pudiera ser reducido a ese estado por otro hombre, seducido, violado y sometido. Al final detuvo un momento sus brutales embestidas, su polla aún creció mas dentro de mi, se corrió con la misma fuerza que la primera vez. Me dío la impresión que su semen me iba a llegar hasta la boca. Sacó la verga sucia, pero todavía erecta y desafiante. Creí que me desinflaba, por fin podía respirar, me encogí y, tapándome el culo con las manos, me arrastré hasta un extremo de la cama. Ricardo se levantó y entró en el baño sin decir una palabra.

No sé el tiempo que pasó pero cuando salió tenía un baño preparado, olía muy bien. Primero me ayudó a salir de la cama y a sentarme en el bidé, yo casi no me tenía de pié, me lavó el mismo, cuidadosamente. Después entramos en el baño, el se colocó primero y luego entré yo, me sentó entre sus piernas, mi espalda contra su pecho. Me lavó la cara, limpiando las lágrimas secas. Lavó mi cuerpo eliminando los restos de mi humillación. El agua olía a limpio y sus brazos alrededor de mi cuerpo me dieron seguridad. EL mismo hombre que minutos antes me había tratado como a una puta estaba haciendo que ese momento fuese especial. Después del baño me secó y me aplicó una crema en el ano. Se calmó el dolor y me dejó descansar.

Creo que estuve durmiendo durante unas dos horas, al despertar ya era de noche y Ricardo estaba tumbado a mi lado. Me besó en los labios, luego en el cuello. Esa misma noche me montó otras dos veces. Había desaparecido el dolor, sólo quedaba el placer, algo íntimo y prohibido hasta ese momento y que ahora devoraba con lujuria. Dijo que me haría sentir algo especial y lo consiguió. Me tenía a cuatro patas, cuando experimenté el mejor orgasmo de mi vida. Me parecía increíble, pero el mejor polvo de mi vida me lo había echado un semental de 90 kilos. A partir de esa noche solo deseaba que Ricardo se convirtiera en mi amante, a cambio, yo le cedí mi voluntad.