El chico de la piscina

Empieza un nuevo curso, nuevos horarios y algo inesperado en mi vida. Un desconocido que poco a poco empieza a formar parte de mi vida, y que termina...

Empezaba otro curso, ya era tercero de carrera y para mi sorpresa todo el horario era por la tarde, con lo cual me descolocaba un poco y tenía que adaptar mi nueva vida a estar en la universidad toda la tarde.

Lo primero que pensé, es en la natación. La llevo practicando desde que era pequeño, y es un deporte que me gusta y me relaja, además como dicen mis amigas “no hay mejor cuerpo que el de un nadador”. Yo no sé si estoy será cierto o no, pero siempre he tenido bastante fama entre las chicas y los chicos, pero bueno creo que el medir 1,85 cm, ser rubio y tener los ojos verdes ayudan mucho.

Ahora tendría que cambiar mis hábitos, e ir por las mañanas, con lo poco que me gustaba nadar a esas horas en las que como se dice, no están puestas ni las calles, pero no me quedaba otra.

Decidí que me levantaría temprano y me iría a la piscina a las 8, para así aprovechar y quedarme estudiando a la vuelta. Además pensé..¿quien coño va a levantarse a las 7 de la mañana para ir a nadar?

Sonó el despertador el primer día, y cogí mi mochila rumbo al polideportivo. Al llegar me di cuenta que había más gente de lo que pensaba, muchos aprovechaban esas horas para hacer deporte antes de ir al trabajo.

Llegue a los vestuarios, y con la cara de sueño todavía, me desnude y me puse el bañador, sin echar mucha cuenta en las personas que habían.

Los vestuarios eran comunes y enlazaba con un pasillo a la piscina y con otro a la zona de duchas, que se encontraban divididas en dos zonas: la zona individual, con separación pero sin puertas y la zona de duchas comunes, que era la más grande.

Cogí la toalla, las gafas y el gorro y me dispuse a ir hacia la piscina, y al abrir la puerta la primera desilusión…. la piscina estaba repleta. Las 10 calles no sólo estaban llenas, sino que además, había gente compartiendo calle.

Siempre he sabido que no iba a ir a ninguna olimpiada, pero el hecho de practicar la natación desde los 6 años me había convertido en un buen nadador. Así que a la hora de compartir calle siempre buscaba la más rápida.

Eche una ojeada, y elegí una de las calles, con la suerte que al acércame, vi como el chico me decía:

“toda para ti, yo ya he terminado por hoy”.

Ya tenía calle para mi solito, así que empecé a ponerme el gorro y las gafas, y dispuesto a tirarme a la piscina, cuando alguien por detrás me dijo:

“¿te importa que comparta calle contigo?”

Al girarme para ver de donde provenían dichas palabras, no podía creer lo que estaba viendo…era el chico más guapo que había visto en mi vida, enfundado en un minúsculo speedo verde.

Sus ojos castaños claros, su pelo moreno largo rizado y su sonrisa me dejo casi sin respiración, y tras uno segundos mi mente volvió en sí, y acerté a sacar unas palabras para decirle…:

”no, claro podemos compartir calle perfectamente”.

Nos pusimos a nadar, y para mi ese día no había otro pensamiento que ese chico. Era la primera vez que tenía esa reacción, antes sí, me había fijado en otros chicos, pero lo de ahora era distinto, no sabía el porqué, pero mi mente solo pensaba en él.

Cada vez que nos cruzábamos observa su cuerpo que parecía cincelado por Miguel Ángel. Observaba como por debajo del agua se le marcaban todos los músculos habidos y por haber, y como al hacer cada viraje, el speedo le cedía un poco, y se podía vislumbrar el comienzo de un maravilloso culo.

Todo parecía perfecto hasta que en uno de los largos en los cuales él estaba nadando  a mariposa, me dio semejante tortazo, que me acorde de toda su familia. Yo paré, pensando en lo típico, te tropiezas con alguien, paras y pides perdón…pero nada de nada. Él siguió nadando como si nada, a lo cual yo sólo pude pensar  “estarás muy bueno, pero eres un gilipollas”.

Todavía me quedaban unos 10 minutos por nadar, pero el chico ya me había dado la mañana, así que decidí salirme. Cuando iba camino para los vestuarios haciendo gestos de molestias en el brazo por el golpe, sentí como alguien me ponía la mano en el hombro, y me decía:

“lo siento, ¿te he hecho daño?, me llamo Marcos”.

Todo lo que había soltado por mi boca segundos antes, desapareció al contemplarlo de nuevo…consiguiendo decir solamente:

“no te preocupes, no ha sido nada….me llamo Daniel”

CONTINUARÁ…