El chico de la bici de montaña
Cómo el chico de la bici llegó a ser mi mejor amante.
CÓMO EL CHICO DE LA BICI LLEGÓ A SER MI MEJOR AMANTE
Chateando en una página de contactos cualquiera de las muchas que hay, conocí a un chico que vivía a unos 40 kms de mí, en la misma comarca. Estuvimos varias semanas chateando por internet e intercambiamos algunas fotos. En esos momentos yo me dedicaba al turismo rural. Trabajaba en un lugar precioso, en la montaña, donde ofrecíamos información de toda la comarca a los visitantes, les preparábamos rutas senderistas y les atendíamos en varios idiomas.
El conocía el sitio, pues era un gran amante del ciclismo y había hecho muchas rutas en la bici por allí, así que sabía dónde trabajaba. Una noche, mientras chateábamos, me dijo que al día siguiente haría una ruta con la bici y vendría a conocerme. La verdad, no le di mucha importancia al comentario, pues por internet es fácil mentir y decir cosas que luego no se cumplen. Así que aquella mañana me fui a trabajar sin pensar en lo que me había dicho. Estuve muy ocupada toda la mañana pues era Sábado, y durante el fin de semana solían venir más senderistas y turistas y no tuve tiempo de recordar el comentario de Alex, que así se llamaba.
Era verano y ese día hacía un calor terrible. Mas o menos una hora antes de cerrar estaba atendiendo a unos holandeses cuando otra persona entró al centro. Yo estaba de pie, de espaldas a la puerta, buscando una información en el ordenador para ellos cuando escuché mi nombre. ¿Eres Sofía?- preguntó. No lo había visto llegar en su bici, ni tampoco lo vi entrar, sólo escuché el ruido de la puerta mecánica al abrirse.
Cuando me giré para contestar que efectivamente yo era Sofía, vi a un hombre magnífico, un ejemplar perfecto en conjunto y tan atractivo que a pesar de haber visto algunas fotos de él me quedé gratamente impresionada. Terminé de atender a los holandeses, que se marcharon satisfechos con toda la información y nos quedamos solos. Miré al área de recreo y ya no quedaba nadie, tampoco había ningún coche en el aparcamiento. Eran las dos y media y el sol caía a plomo ahí fuera. Era normal que ya se hubiera ido todo el mundo. Lo contemplé detenidamente. Estaba sudando por el esfuerzo. Era de una estatura aproximada de metro ochenta. Vestía un maillot negro de ciclista, sin mangas, que dejaba adivinar un vientre firme y plano, un culo prieto y unas piernas musculosas. Hombros anchos y brazos fuertes. Pelo castaño, ojos vivos y un rostro atractivo e inteligente. Se mostraba algo tímido al principio.
Estuvimos hablando de temas sin importancia. Le enseñé un plano de la comarca y me explicó la ruta que tomó para venir a conocerme. Yo seguía detrás del mostrador. El me explicaba los sitios interesantes de la zona. Cada vez se acercaba más a mí. Mientras hablaba, me ponía la mano en el brazo, luego me puso la mano en la cintura, tanteando sus posibilidades. Yo no me aparté, al contrario, pegué mi cuerpo más al suyo. Su mano bajó de mi cintura a mi culo y lo apretó con fuerza. Me gustó la seguridad que demostraba. Me besó en el cuello suavemente, noté su piel sudorosa, su olor penetrante y excitante. Tenía unos labios apetecibles y lo besé. Aquello me parecía un sueño, estaba allí besando a un chico al que acababa de conocer, y estábamos en mi trabajo!...Entonces me di cuenta de que era hora de cerrar y de que tenía que irme rápidamente pues había quedado con unos amigos en la playa.
Le expliqué la situación y me preguntó si podría volver al día siguiente para terminar lo que habíamos empezado. Le dije que sí, que viniera a la hora del cierre y que podríamos quedarnos allí un rato. Con la puerta cerrada nadie nos molestaría.
Pasé toda la tarde en la playa, pensaba de vez en cuando en ese maravilloso cuerpo y me excitaba. Estaba impaciente por verlo al día siguiente. La mañana del Domingo me vestí de manera especial. Un precioso vestido largo, muy veraniego, un maquillaje discreto y mi melena de negros rizos suelta sobre mis hombros.
La mañana pasó rápida. Tenía muchos visitantes a los que atender. Me pregunté varias veces si acudiría a la cita. Le había dicho que viniera a la hora del cierre, pero aún faltaba un buen rato cuando lo vi aparcando su coche. Yo estaba sentada en mi mesa, terminando un trabajo en el ordenador. El entró directamente hasta mi mesa y me besó en la boca. Se le notaba nervioso y excitado. Venía muy guapo, con un polo turquesa que realzaba su bronceado. Desde atrás me besó en el cuello y metió su mano por mi escote. Yo tenía miedo de que alguien nos viera, así que le pedí que fuera a tomarse algo a un Hotel cercano y volviera cuando ya hubiera cerrado el centro.
Cerré puntualmente pues estaba impaciente. Alex ya había vuelto. Qué atractivo era. Tenía seis años menos que yo. En cuanto bajé la última persiana nos acercamos con ansias. Nos besamos apasionadamente, nuestras lenguas se mezclaban recorriendo la boca del otro, humedeciendo los espacios, nuestros labios se mordían, queríamos saciar nuestra sed. Me tumbó en mi mesa boca arriba y me subió la falta del vestido. Acercó su nariz a mis braguitas, olió mi coño y exclamó ¡qué rico, cómo huele a coño! Me bajó las bragas y metió su lengua dentro de mí y empezó a saborearme. Yo estaba ya muy excitada y mis fluidos se mezclaban con su saliva. Yo empujaba su cabeza hacia mí para sentir su lengua aún más profundamente en mi sexo. Estuvimos así un rato, él disfrutando con mi cuerpo, saboreando mis jugos y yo excitándome más a cada minuto.
Pasamos a otra habitación del Centro. Era la sala de proyecciones. Le quité la ropa y observé admirada su cuerpo perfecto, depilado, perfumado. Me sentó al filo de la mesa y metió 3 dedos en mi coño. Le supliqué que siguiera, que metiera más, ahora tenía 4 dedos metidos y yo gemía agarrada a su cuello, mis piernas rodeando su culo. Le pedía más y suavemente metió su puño dentro de mí. Sentí un placer tan grande mientras él movía su mano dentro de mi coño, que estallé en un orgasmo inolvidable. El estaba empalmado, su polla dura esperándome. Metió sus dedos en mi boca y los chupé notando la mezcla de sabores. Se sentó en una silla y yo sobre él, con su polla en mi coño. Quería sentir su sexo profundo dentro de mí, como había sentido su puño. Le chupaba el cuello y los hombros, mientras subía y bajaba. El me lamía los pezones, mordía mis tetas, gemía mientras yo aumentaba el ritmo. Me dijo que no parara, que iba a correrse y mientras me abrazaba con fuerza sentí una explosión de calor dentro de mí, su semen saliendo en oleadas y su cara mostrando un gran placer.
Salió despacio de mí y me guió hasta la Sala principal del centro. Me colocó en el suelo a cuatro patas y me penetró mientras su semen aún bajaba desde mi coño hasta mis piernas. Nunca había sentido tanto placer, nunca había tenido un amante tan insaciable como Alex. Me follaba sin parar, me apretaba intentando llegar profundamente a mi interior, sus huevos dando fuerte contra mi culo, sus manos apretando mis tetas, pellizcando mis pezones, enredando mi melena, mordiendo mi espalda. Me tocaba el clítoris, que estaba hinchado y húmedo, me lo acariciaba y frotaba con sus dedos expertos hasta que volví a correrme con su polla dentro de mí, recibiendo mis jugos y sintiendo cada una de mis contracciones.
Habían pasado varias horas y estábamos sudando. Nos duchamos en el centro y mientras yo recogía y limpiaba los restos de fluidos y sudor que habían quedado en muebles y suelo como recordatorios de nuestra pasión, él se había preparado para marchar a su casa.
Le dije que quería hacerle un regalo por haber sido tan buen amante. Me agaché y le abrí la cremallera del pantalón. Saqué su polla y la acaricié con ambas manos. La metí en mi boca, me había pintado los labios de rojo y eso lo puso muy cachondo. No dejé de chupar su polla, de lamerla, de meterla profundamente en mi boca hasta mi garganta, disfrutando, observando su cara, escuchando sus gemidos, acariciando sus nalgas, metiendo suavemente un dedo en su ano, deleitándome en hacerle una mamada que nunca olvidara. Seguí aumentando el ritmo hasta que escuché un gemido y noté el sabor dulce de su leche en mi boca. La tragué toda y lo miré mientras me la tragaba. Aún estaba excitado por su regalo y me dio las gracias. Lo besé en los labios y le dije que ese sería sólo el comienzo de otras citas iguales o mejores que ésta.
Lo vi salir de mi oficina, caminar hasta su coche y di gracias a la vida por haberme permitido vivir esa experiencia que no olvidaría. Al morbo de follar con un desconocido en mi propio trabajo se había unido que era un amante único y dedicado.
Esto fue un sms que me envió algunos meses después
"Que morbazo fue follarte en la oficina
El día que me la comiste de rodillas en la oficina para mí fue demasiado Creo que casi nunca he sentido tantísimo morbo
De verdad Allí solos en la oficina, madre mía Me acuerdo el día que fue, el primer día de Montaña del Tour".
Creo que para él también fue una experiencia inolvidable