El chavo del metro

Entre abrazos y besos llegamos a la cama donde íbamos a culminar lo que había iniciado en División del Norte...

En ocasiones me pregunto si en realidad tengo mayor preferencia por algún género. Cuando veo una mujer de figura atractiva por lo general siempre me llama la atención, sin embargo, hay chicos que son una tentación, sólo que ellos llaman raramente mi atención visualmente, quizás debido a que es menos frecuente ver a un hombre usando ropa sexy y luciendo abiertamente sus atractivos físicos como lo puede hacer una mujer que usa una minifalda, una blusa escotada o un shortcito.

Por lo general, los chicos llaman mi atención cuando los siento, sí, cuando siento una mirada o una caricia. Por ejemplo, la semana pasada, ocurrió uno de esos eventos. Yo abordé a eso de las seis de la tarde el metro en la estación Miguel Ángel de Quevedo para dirigirme hacia Centro Médico. El convoy iba relativamente vacío y no tuve ningún problema para abordarlo, sin embargo, en las siguientes dos estaciones se fue llenando casi por completo y fue en una de esas estaciones que abordaron unas chicas con camisetitas de lickra que realzaban su busto, incluso pude percibir que una de ellas no usaba sostén y sus pezones se marcaban perfectamente a través de la camiseta roja que usaba. La cantidad de gente que había en ese vagón sólo permitía admirar la parte superior de su cuerpo de reojo pero esa imagen era suficiente para excitar a cualquiera y al llegar a la siguiente estación Yo ya tenía una erección que me generaba incomodidad por la cercanía de varias personas.

En la estación Zapata abordaron varias personas, lo cual hizo que prácticamente se llenara el vagón. Cuando quise ubicar con la vista el sugestivo escote de la chica de rojo, me topé con un brazo atravesado justo a esa altura que me impedía disfrutar del panorama. Miré con cierta decepción al dueño del brazo que me estorbaba y descubrí a un jovencito que no debería tener más de 20 años que pareció no darse por enterado que me estaba estorbando. Así que resignado dirigí mi vista hacia un par de anuncios que promocionaban una Exposición de Sexo y Entretenimiento, en uno de ellos aparecían dos chicas semidesnudas y en el otro aparecían un par de chicos igualmente semidesnudos, cosa que aunada a la imagen que tenía en la mente de la chica de rojo que estaba en el vagón me generaron una erección más firme. Y así, al llegar a División del Norte ocurrió algo inesperado, pues varias personas ingresaron al vagón empujando para tratar de acomodarse y el chico, cuyo brazo había interrumpido mi visión hacia la chica de rojo, tuvo que acercarse a mi de manera exagerada y accidentalmente rocé un trasero firme y redondo con el paquete que se me había formado.

Vaya sensación tan agradable, aunque sólo había sido un roce a su nalguita izquierda, me había excitado demasiado, sobretodo por la firmeza que pude percibir en ese breve toque. Yo traté de hacerme ligeramente hacia atrás para no entrar nuevamente en contacto pero al llegar a Eugenia, el convoy se detuvo frenando ligeramente pero lo suficiente para que hubiera un contacto más firme con esa nalguita. El chico sólo dijo – Perdón – y Yo simplemente le sonreí antes de sentir la presión de la gente que quería abordar el vagón. Al llegar a Etiopía tenía el trasero de ese jovencito completamente pegado a mi paquete y me daba la impresión de que no le molestaba, por el contrario, al iniciar nuevamente la marcha del convoy, sentí claramente como se tensaban sus nalguitas al entrar en contacto con mi paquete.

  • ¿Bajas en la que sigue? – le pregunté haciendo una ligera presión contra sus nalguitas.

  • Sí – respondió sin siquiera intentar separarse de mi, por el contrario, sentí claramente como levantaba ligeramente sus nalguitas contra mi.

Al llegar a Centro Médico, todos salimos un poco entre empujones y un poco civilizadamente. El jovencito dio un par de pasos delante de mi y eso me permitió echar un vistazo a su cuerpo. En ese momento comprendí como era que se sentía tan bien su cuerpo pues traía un short largo y de tela delgada, de esos que llegan ligeramente debajo de las rodillas aunque ceñido en la cadera. Él volteó, me miró sonriendo y disminuyó su velocidad como esperando que lo alcanzara.

  • ¡Cuánta gente! – exclamó dirigiéndose a mi.

  • Ya sabes, es la hora en que todos salen del trabajo – le respondí.

  • ¿Hacia dónde vas? – me preguntó.

  • Voy hacia Chabacano ¿y Tú? – le interrogué mientras nos dirigíamos entre la gente hacia la línea 9.

  • Yo voy hasta Jamaica pero creo que no vamos a poder abordar – me dijo señalando el mar de gente que descendía por las escaleras hacia el andén.

  • Tendremos que esperar un poco – le sugerí.

  • Pues sí, no hay de otra y por aquí no hay nada – me dijo en un tono que parecía esperar alguna sugerencia.

  • Aunque existe otra posibilidad, podríamos irnos en taxi – le sugerí nuevamente.

  • No, eso nos va a salir muy costoso, a esta hora hay mucho tráfico – me respondió de inmediato y añadió – mejor hagamos un poco de tiempo por aquí, creo que no está muy lejos Parque Delta.

Salimos de la estación y nos dirigimos a la plaza comercial que mencionó. Durante el trayecto se presentó y dijo llamarse Luis. Y enseguida habló con seguridad, con la claridad que las nuevas generaciones tienen al decir las cosas sin sentir pena o complejo alguno.

  • ¿Y si mejor vamos directo a un hotel? – me interrogó sorprendiéndome un poco.

  • ¿A un hotel? – respondí sabiendo que ambos nos habíamos excitado.

  • Claro, me gustó sentirte contra mis nalguitas – dijo sonriendo.

  • Pues a mi también me gustó, las tienes muy ricas, ¿conoces alguno por aquí? – le respondí mientras le pasaba la mirada por ese lindo trasero.

  • Hay uno en Obrero Mundial casi para llegar a Tlalpan – me dijo mientras pasábamos frente a la plaza comercial. No tuve que responder para que entendiera que me agradaba la idea y sin preguntarme detuvo a un taxi para que nos llevara al hotel. Desde que lo abordamos fue sumamente excitante, ver como se empinaba para meterse y permitiéndome empujarlo ligeramente por el trasero fue delicioso. Durante el trayecto hubo caricias sumamente excitantes por encima de la ropa, sobretodo porque estoy seguro que el taxista podía vernos aunque no dijo nada. Al llegar al hotel pedimos la habitación y un chavo nos llevó hasta una habitación en el segundo piso. Nos dio las toallas y nos preguntó si necesitábamos algo más.

  • ¿Me puedes conseguir lubricante? – le preguntó mi acompañante.

  • Claro, se lo traigo en un momento – respondió el chavo.

  • Claro, pero llévate la llave para que no nos interrumpas – le dijo mi joven acompañante.

Nos miramos e instintivamente comenzamos a acariciarnos y a despojarnos de la ropa. En pocos instantes ambos estábamos sólo en calzoncillos en los cuales se mostraba el grado de excitación claramente en los bultos que se formaban al frente. Debo admitir que ese chico lucía impresionante. Era evidente que hacía ejercicio pero sobretodo algo lo hacía lucir más impresionante: el enorme pene que se le marcaba al frente. Entre abrazos y besos llegamos a la cama donde íbamos a culminar lo que había iniciado en División del Norte.

  • Tienes una verga muy linda – me dijo mientras me despojaba del calzoncito y se la metía a la boca.

Lo único que hice fue gemir ante aquella boca experta que devoraba con ansiedad mi pene. Yo no podía aguantar más y ante semejante caricia sólo podía pensar en algo: ¡encularlo! Lo coloqué en posición de “perrito” y le bajé su trusa. Eran una visión maravillosa. Sus nalguitas blancas, redondas, firmes y vigorosas estaban a mi disposición. Separé aquellas esferas duras para tener acceso a ese agujerito marrón que se contraía ligeramente mientras mis pulgares lo presionaban. Un gemido y la tensión de sus nalgas me hicieron dudar un poco pero él se relajó y ambos pulgares consiguieron penetrar en aquel estrecho orificio.

  • ¿Quieres que esperemos el lubricante? – le pregunté mientras colocaba mi glande contra su culito.

  • ¡Cógeme! – me ordenó mientras impulsaba sus nalgas contra mi verga.

Lo afiancé por la cadera y poco a poco mi pene se fue alojando en su delicioso y estrecho culito. Inicié un meneo de mis nalgas en círculos y él gemía de placer. El mete y saca era lo único que se escuchaba, nuestros cuerpos chocando en una deliciosa cogida. De pronto apareció el chavo que nos guió a la habitación y sin hacer mucho ruido se acercó para dejar el lubricante y la llave en una mesita. De reojo nos miró. No hubo mayor interrupción, aunque debo admitir que saber que estaba ahí y nos veía coger me excitaba aún más. Aceleré el ritmo de mis embestidas y comencé a palmearle las nalgas cada vez más fuerte. Él gemía y me correspondía con deliciosos apretones de sus nalguitas hasta que no me pude contener y comencé a llenarle el culito de leche.

  • ¡Ah, qué rico culito! – le susurré al oído mientras lo abrazaba.

  • Mmmm… no me equivoqué contigo – me respondió mientras mi verga salía de su culito y él se giraba para darme un beso.

  • Y no necesitamos el lubricante – le dije sonriendo.

  • Hummm… pues Yo creo que sí lo vamos a necesitar – me dijo acariciándose la descomunal verga que me mostraba erecta y agregó - ¿me vas a dejar hacerte lo mismo?

Por un momento me causó desconcierto pero esa vergota lucía deliciosa y mi respuesta fue acomodarme sobre Él para comenzar a mamarla mientras le ofrecía la mía para formar un exquisito “69”. Conforme mamaba aquel pene, comprendí la necesidad del lubricante, así que separé mis nalguitas para que le aplicara lubricante a mi culito. Él lo entendió a la perfección y comenzó a dedearme mientras me aplicaba el lubricante y enseguida comenzó a lamerlo, presionando su lengua contra mi agujerito, haciéndome gozar plenamente hasta que Yo mismo le exigí que me cogiera.

  • Anda, no me hagas esperar más, ya métemela – le supliqué mientras me empinaba ofreciéndole mi culito.

  • Bueno, porque Tú lo pediste, ahí voy – me dijo sonriendo y enseguida sentí la presión de su pene contra mi ano.

La sensación de calor mientras me ensartaba era sumamente placentera, poco a poco mi culito cedía ante la presión de aquel vigoroso miembro que sin la menor compasión lo distendía al máximo. Debieron pasar unos minutos solamente para sentirlo completamente dentro de mi, pero cuando uno es pasivo y lo ensartan con una verga gigantesca, el tiempo se hace eterno.

  • ¡Ay wey! ¡Te la comiste toda! – exclamó un poco sorprendido.

  • Sí, papi, cógeme, hazme gozar al máximo – le supliqué nuevamente.

No hubo mayor sorpresa. El chico comenzó a meter y sacar su vergota de manera vigorosa, haciéndome estremecer ante cada embate. Hacía mucho que mi culito no era taladrado por un pene de esas dimensiones y no podía evitar sentirme en las nubes. Al poco tiempo sentí como sus dedos se clavaban en mis nalgas y un embate profundo antecedió a su tremenda eyaculación. Sentí como respingaba aquel falo dentro de mi arrojando una buena cantidad de leche. Sin embargo, con agrado noté que su pene se mantenía rígido y que poco a poco volvía a iniciar el mete y saca. Recargó todo su peso sobre mi obligándome juntar las piernas y a quedar completamente tendido boca abajo, de tal manera que el roce de su verga entre mis nalgas se acentuaba.

  • Hummm… así me gustan… putitos y aguantadores – me dijo mientras aceleraba sus embates.

De pronto me sacó por completo su vergota y sin darme tiempo a reaccionar me colocó boca arriba y me sujetó por los tobillos en todo lo alto. Con gran habilidad volvió a ensartarme de un solo empujón.

  • ¡¡¡¡Ahhhh!!!! – gemí sin poder evitarlo.

En esa posición podía ver su rostro. El placer que le brindaba mi culito era evidente. Así, con mis piernas sobre sus hombros fue apoyándose cada vez más en mi. Hasta que sus labios se unieron a los míos mientras mi culito volvía a recibir su leche. Durante algunos minutos mantuvimos esa posición, besándonos y acariciándonos mientras su verga iba perdiendo rigidez.

  • ¡No mames! Tienes el culito bien apretadito – me decía mientras me sacaba su verga.

  • Y tu verga es maravillosa – le respondí buscando sus labios mientras lo estrechaba entre mis brazos.

Durante algunos minutos nos quedamos abrazados sin decir nada. Las sensaciones que me había provocado eran demasiadas. Sentir su leche entre mis nalgas escurriendo ligeramente hacia los muslos me generaba una enorme admiración por ese joven semental que tanto placer me había brindado. Pero Él fue el primero en levantarse y romper el silencio.

  • Ya es tarde y me tengo que ir, a ver cuando repetimos ¿no? – me dijo mientras se vestía.

  • Sí, tenemos que volver a hacerlo – le respondí mientras me metía al baño para limpiar los residuos de la batalla amorosa.

  • Bueno, te dejo mi número – y sin decir más se salió de la habitación.

Me quedé recostado por unos minutos en la cama meditando sobre lo ocurrido hasta que llegó el chico que nos llevó el lubricante preguntando si necesitaba algo más. Me vestí y salí mirando el papelito con el número del chavo, estaba incompleto, era evidente que no tenía la intención de que nos volviéramos a ver, así que me dirigí a casa sólo con los recuerdos de esa deliciosa sesión de sexo que tuve con aquel chico desconocido del metro, y todo gracias a la excitación que me provocó la chavita del generoso escote.