El chantaje de mi sobrino (06)

Rebeca es obligada a mantener relaciones sexuales con un mendigo, ante la mirada de su sobrino y amigos.

EL CHANTAJE DE MI SOBRINO (06)

Por desgracia les escribo una vez más para contarles lo sucedido hace escasas semanas, con todos los detalles necesarios para el apiado de unos y la excitación de otros. Les recuerdo el chantaje a la que esta siendo sometida mi amiga Rebeca y a mi obligación de narrarles todo aquello a lo que nos obliga su cruel, perverso y jovencísimo sobrino.

La pasada tarde su marido tuvo que salir de viaje por culpa del trabajo, es comercial y como tantas otras veces su sobrino que es un lince, aprovecha los momentos en los que Rebeca está menos protegida para hacer de las suyas. Muchas veces la ha amenazado con contar toda la truculenta historia a los demás y con desvelar aquellas fotos que posee con objeto de destrozar lo que más ama, su matrimonio, a su marido. Sólo le da un respiro si acepta todas las salvajadas que le propone y por supuesto si siempre que llaman a la puerta les abre con la delicadeza y privacidad de la que sólo su marido debería ostentar. Aquella vez le visitó el sobrino y un amigo más, y le susurraron que tenían una agradable sorpresa para ella, mientras tanto uno de los chicos sacó una braga militar negra de uno de los bolsillos de su cazadora y se la enfundó a Rebeca a la altura de los ojos, quitándole toda la visión posible y estando a partir de ese momento a expensas de ser guiada por los niños.

Al poco rato se abrió de nuevo la puerta de su casa y escuchó como entraban 2 o 3 personas más. Mi amiga por aquel entonces ya estaba atemorizada, además una extraña sensación le invadió por completo. Los últimos que habían llegado se dirigieron al servicio y después llevaron a Rebeca hasta allí. Un apestoso olor a mierda invadió el baño. Uno de los chicos empezó a despojar a Rebeca de su ropa, mientras el resto la miraban con ojos lascivos, ojos de chavales de corta edad que apenas daban crédito al ver una chica tan guapa como ella, y con unos pechos tan maravillosamente grandes. Sin embargo, no se abalanzaron hacia ella como otras veces, parece que guardaban su gran tesoro esta vez para otra persona. El joven que le había quitado la ropa le agarró de su pelo castaño y bañado por mechas rubias, para guiarla hacia dentro de la bañera que estaba con un palmo de agua caliente. Al entrar, pronto rozó con algo, alguien más bien. El hedor que transmitía dicho sujeto le hizo deducir que no podía ser ninguno de los amigos de su sobrino, pues no destacaban por su "limpieza", pero tampoco eran tan sumamente guarros.

Dentro de la bañera le ordenaron ser agradable con la persona que estaba ahí y para ello le obligaron tocarle los atributos para ponerlo "cachondo" y para desgracia nuestra surgió efecto. Pronto unas manos fuertes le sujetaron de la cabeza y la dirigieron con fuerza hacia la polla del visitante. Rebeca atemorizada abrió la boca y comenzó a practicarle una buena mamada, hasta que una mezcla de sudor seco, orina y restos de semen fueron a parar a sus labios, lengua y estómago, pues el hombre se corrió de inmediato en ella. Debido al asco producido, no contuvo las arcadas mientras uno de los muchachos le daba un nuevo estirón de pelo como signo de desaprobación. Rebeca ya sabía que era un hombre realmente sucio y poco higiénico, pero además comprobó que hacía mucho tiempo que no había estado con una chica.

Al parecer el hombre se recuperó con gran rapidez y uno de los críos se dio cuenta y exigió a mi amiga ponerse a horcajadas encima de aquel asqueroso personaje que disfrutaba "por la cara" del tierno cuerpo de ella. El miembro era de tamaño medio pero muy ancho de diámetro, por lo que Rebeca sintió dolor al entrar en su interior. Con voz tosca aquel hombre empezó a gemir mientras su rocosa verga rompía a mi amiga, a la vez que con sus manos recorría cada centímetro de la piel, parándose una y otra vez en sus voluptuosos senos. Rebeca estaba sometida por el dolor y por la sensación de suciedad de aquel asqueroso obseso que la penetraba repetidas veces, mientras ella, sin más remedio, saltaba a horcajadas encajando como podía aquella follada.

Después de un incansable rato, de nuevo la carrasposa voz del sujeto hizo presencia para avisar a los muchachos que se iba a correr, lo que hizo "saltar como un resorte" al sobrino de Rebeca que apartó al tipo sin tiempo a dejarle eyacular. El sobrino se excusó y le comento: - "Perdona, pero no te lo hagas aún. Ya te dije que de esta casa no sale nadie sin darle por el culo a mi tía".

Esas crueles palabras sentaron como una pesada losa a mi amiga, que fue de inmediato levantada del hombre para ser ayudada por su sobrino y uno de los amigos a ponerse a cuatro patas como un perro. Aquel violador que disfrutaba de Rebeca se mojó el pene en el agua sucia de la bañera y lo dirigió hacia el ano. Mi amiga ya ha sufrido varias penetraciones anales pero nadie se acostumbra nunca a eso, por lo que cerró los dientes y esperó la enculada.

El hombre empujó con fuerza hacia su interior y a pesar de la nula resistencia de ella, la introducción de la polla en el culo se hizo eterna y extremadamente dolorosa. Ese hombre por supuesto empezó a bombear y a llevar el ritmo que era demasiado rápido para mi amiga, además debido a la fuerza de las penetraciones, aquella verga se introducía cada vez más en ella, hasta que llegó un momento donde eran sus propios testículos los que hacían tope chocándose una y otra vez en la vagina de mi amiga. En plena sodomización le fue quitada la venda por uno de los chicos y echando la vista atrás, contempló ante su incredulidad el viejo y sucio rostro de un mendigo. Un mendigo de unos 55 años, pelo grasiento, algo gordo y bajo de estatura.

Rebeca con un nudo en el estómago agachó la cabeza y siguió soportando las envestidas en su dolorido recto, hasta que por fin el mendigo se debió de correr dentro de ella, tras apagar sus movimientos y sacar su pene, dejando atrás un agujero enorme en el sensible trasero de ella. La mayoría de los muchachos se habían estado masturbando al empezar la enculada y se acercaron al rostro de Rebeca para terminar y mojarla de su pringoso liquido por todo el cuerpo.

Después Rebeca fue sacada de la bañera y obligada a bañar al mendigo como hace con su hijo de 7 años, utilizando la misma esponja y haciéndole caricias similares que eran exigidas por su sobrino, pues había visto esa imagen varias veces en reuniones familiares.

Tras acabar el baño, a los niños se les ocurrió salir todos a pasear. A Rebeca no le habían dejado ducharse y tuvo que ponerse la ropa encima de todas las corridas. Ya en la calle, los chicos se quedaron atrás para dar mejor las instrucciones a Rebeca. Ella tuvo que ir de la mano del mendigo durante un buen rato, a la vista de toda la ciudad que los observaban como si fueran una pareja más y ante el temor de que fuese pillada por cualquier familiar de ella, de su marido o de algún amigo. El paseo era interrumpido muy a menudo por orden de los chiquillos, que querían ver besos de tornillo ante la decepción de mi amiga.

Al llegar a una parada de autobús esperaron, mientras "la pareja" tenía que besarse apasionadamente ante la gente que aguardaba allí. Una vez que llegó el bús subieron todos, mendigo, amigos, sobrino y por último Rebeca, que además tuvo que hacerse cargo de la suma final del billete y se dirigieron a la posada del viejo mendigo. Al llegar a una de las peores zonas de la ciudad, bajaron y enfilaron calle abajo hasta llegar a una isleta de chabolas. Allí y delante de los diferentes transeúntes, el mendigo se dio "el lote", humillando a Rebeca delante de todos, tocándole el culo con sus manazas y estrujándole los senos mientras que con una pierna intentaba zancadillear a mi amiga para que se pusiese en cuclillas. Tras conseguirlo se sacó el rabo de su viejo, sucio y mugriento pantalón y de nuevo Rebeca tuvo que hacerle una felación... pero esta vez delante de todos los mendigos y andantes que pasaban por allí y que se arremolinaban ante el espectáculo. Los chicos disfrutaron como locos de la escena, casi tanto como el mendigo que veía como su polla se perdía en la dulce boca de Rebeca. Tanto excitó al mendigo la imagen que observaba que no se contuvo y se corrió de nuevo en la boca, mientras ella intentaba apartarse del chorro de semen, que al final terminó por regarle casi toda la cara.

Ya de noche y tras la mamada, los niños se despidieron de su nuevo "amigo", prometiéndole que lo vivido ese día se volvería a repetir. Una vez alejados del lugar, confesaron a mi amiga que la fechoría no había sido "sólo" esa, pues le enseñaron una cámara de video digital que había escondido todo el rato el chaval que menos había intervenido en las vejaciones. Rebeca no pudo contener algunas lágrimas que se fundieron con los restos de semen del viejo mendigo.

... Continuará ...

Autor: Eduardo Castaño