El chantaje de los jovencitos
Tercera parte de Pagando la deuda al casero y a sus hijos Silvia, una atractiva mujer madura vuelve a ser chantajeada, en este caso por tres jovencitos, siendo sometida a las experiencias más duras de su vida
Los días siguientes al chantaje fueron muy largos. El hecho de estar sola, con mi marido y mi hijo de viaje hacían las jornadas interminables.
El fin de semana siguiente, lo pasamos Domingo y yo solos. No tenía muchas ganas de salir de casa. Rechacé su invitación a cenar y sólo quería estar tumbada, oculta del sol y del sentimiento de manía persecutoria que sentía, ya que imaginaba que todo el mundo sabía lo que había sucedido y percibía unas miradas extrañas en sus ojos.
Durante la siguiente semana me fui encontrando un poco mejor, aunque seguía angustiada, sobre todo porque no sabía cómo reaccionarían los jefes de mi marido. Poco a poco observé que nada cambiaba, y aunque ellos habían abusado de mi, procuraba mantener mi mente alejada.
Mi hijo regresó ese sábado. La semana siguiente comenzarían de nuevo a entrenar con el equipo de fútbol. Intenté aparentar la mayor normalidad posible, haciendo mi vida, hasta que recibí un mensaje el móvil de Gerardo en el que me indicaba que debería acudir esa tarde al entrenamiento del equipo en el que jugaban nuestros hijos.
No sabía que pretendía, pero contesté que no iría, a lo que replicó enviándome una fotografía mía siendo sodomizada.
En la comida, dije a Jesús que aquella tarde le acompañaría a su entrenamiento. Se extrañó, porque no me gusta el fútbol, pero lo recibió con alegría.
Cuando llegué se me encogió el estómago al ver a Gerardo. Se acercó a mi y me explicó sus intenciones.
- Silvia, como sabes, soy el presidente y dueño de este equipo y lo que pretendo es ofrecerte un puesto de trabajo dentro de él como relaciones públicas. No te llevará mucho tiempo, sólo asistir a los partidos en los que además, juega tu hijo, y alguna vez, asistir a algún acto que yo no pueda acudir. Te pagaremos un sueldo por tu tiempo.
- Qué intenciones tienes, Gerardo? No me fío de ti.
- Vamos Silvia. Te lo debo por lo que te hicimos el último día. Además, así vendré más contento a los partidos, sabiendo que estás tú.
- No me interesa, busca otra persona.
- Silvia, no es una oferta, sino una orden. Ya te iré diciendo en qué consiste el trabajo.
Esa noche cenamos Domingo, Jesús y yo en casa. Les comenté el trabajo ofrecido por Gerardo dentro del club de fútbol y les pareció estupendo a todos.
- Así te entretienes y además ganarás algo de dinero que nunca viene mal.
- Si tú supieras......... pensé con pena de él.
Seguí asistiendo por las tardes al club. Buscaba patrocinadores, acudía a presentaciones de ropa deportiva en nombre del equipo, a la que solía acompañarme alguno de los chicos, me reunía con la directiva, o quizá debería decir con Gerardo y sus fieles colaboradores. Era un club modesto en manos de un hombre poderoso.
Había pasado ya una semana desde mi incorporación al trabajo y Gerardo se mostraba respetuoso conmigo, por lo que aún, sin gustarme el tener trato con él, me sentía tranquila hasta que un día me llamó por la mañana y me citó en su despacho. El motivo, era la asistencia a un evento organizado por una conocida marca comercial, que implicaba un viaje a Madrid al día siguiente y deseaba concretar los detalles, por lo que, a pesar de traerme unos pésimos recuerdos el lugar, me presenté en sus oficinas.
Al llegar, me sorprendió que su hijo David estuviera con él, y pronto descubrí las verdaderas intenciones del viaje.
- Silvia. David ha visto las grabaciones tanto del primer día, en el que él mismo participó y la última con los jefes de tu marido y me ha pedido que te permita hacer un viaje con él y dos compañeros del equipo.
- Hijos de puta¡¡¡¡¡ No habéis tenido ya todos bastante? Haced lo que queráis pero no voy a aceptar más chantajes de vosotros.
Hicieron oídos sordos y David, que estaba desconocido después de la timidez del primer día, siguió hablando.
- Vendrán con nosotros Leandro y Víctor. Pero quizá preferirías que fuese tu hijo Jesús quien nos acompañe y vea a su madre en plena acción, o tal vez, sea mejor que antes de eso vea en video de lo que mami es capaz por su marido y por él. Dijo cruelmente.
- Leandro? Es uña y carne de David en el vestuario. Ha visto la película?
- Saben que existe, pero no la han visto aún. Aunque sería interesante ponerla en el vestuario, o empapelarlo de fotos tuyas con las bolas chinas. Esa escena es excitante.
- Además, añadió su padre, yo le voy a apoyar desde aquí, y si en algún momento me llama y me dice que no estás obedeciendo, haremos que tu marido y tu hijo vean las películas.
Situé mi cara sobre la mesa y comencé a llorar con las manos tapadas. De nuevo no tenía alternativa y tendría que someterme a sus caprichos, en este caso, unos mocosos menores de edad.
- Me gustó la idea de Gerardo de comprar ropa para su fiesta, así que le pedí que me ayudase a elegirla. Aquí la tienes. Quiero que vayas con ella mañana. También llevarás esto, mostrándome una pequeña caja. Es un pequeño vibrador con mando a distancia. Deberás meterlo, ya sabes donde, y presentarte así en la estación.
Me daba miedo mirar lo que me harían ponerme. Debería asistir así a coger el tren y me conocían. Afortunadamente, el consolador, era pequeño-
La ropa era una falda negra, a la altura de las rodillas, y una camisa blanca. Una vestimenta normal. El problema era lo que pasaría en el momento en que llegásemos a la estación.
- Toma los billetes y el dinero para los gastos. Recuerda que los chicos son menores y eres tú la responsable en este viaje. Haz que se porten bien, dijo Gerardo con tono irónico.
Salí con la bolsa de papel de una conocida tienda. Como la vez anterior, fuí directa al parque. Ahora hacía calor y no había nadie, pero yo estaba mareada y llegué a duras penas a sentarme.
Durante el resto del día estuve rara. Domingo no vino a comer y Jesús no entendía que hubiese sido Gerardo quien eligiese a los jugadores que irían al evento. Le habría gustado venir con nosotros y veía injusto no haber sorteado las plazas. Durante la cena, mi marido le daba la razón y tampoco entendía que los chicos hubieran sido elegidos a dedo
Al día siguiente ya me sentía rara y humillada antes de que pasara nada. Estaba muy nerviosa y alterada ante lo que iba a suceder. La familia me tenía en sus manos y no podía escapar de sus amenazas sin que mi marido y mi hijo pagasen las consecuencias de ver todo lo que había sido capaz de hacer su esposa y su madre. Me vestí y coloqué el vibrador como me habían dicho. Afortunadamente, no se notaba nada por encima de la falda y tampoco me molestaba al andar.
Llegó la hora de irme a la estación. Aunque habría preferido ir sola, Domingo se empeñó en llevarme y Jesús en acompañarnos. Allí ya se encontraban Leandro y Víctor con sus padres. A quien no vi fue a David, ni tampoco a Gerardo.
Comenzamos a hablar las familias sobre el viaje y al acto a que acudiríamos. Habían reservado dos habitaciones en el hotel, una triple para ellos, y otra individual para mí. De repente comenzó a funcionar el vibrador, y mis palabras se entrecortaron. Cerré las piernas instintivamente. Duró pocos segundos y a duras penas pude terminar la conversación sin que nadie se percatase de nada. En realidad, los chicos si se habían dado cuenta, y mostraban una ligera sonrisa en sus labios.
Vi a Gerardo y a su hijo que se acercaban alegres por la "broma" de Jesús de poner en marcha la maquinita. Nos saludaron a todos y continuamos charlando. Yo procuraba no decir nada. Aún así, dos veces más lo hizo uso del vibrador.
Al fin subimos al tren, momento que aproveché a quitarme el anillo de casada, consciente de lo que sucedería por la noche. Sabía que a partir de ese momento comenzaría mi calvario, prefería estar sola, alejada del resto de los padres, y sobre todo, de mi familia. Los asientos se enfrentaban, colocándome yo al lado del pasillo, David junto a mí, mientras que Leandro y Víctor estaban situados en frente de nosotros.
Ya en el tren, David enchufó el consolador, y no lo quitó. Juntaba mis rodillas, y con las manos temblorosas decía adiós a las dos personas que más quería en el mundo. En segundos el tren abandonó la estación y quedé a disposición de los tres chicos.
- Eres peor que tu padre. Tenías que poner en marcha el vibrador delante de mi familia?
- Puedo hacer lo que me de la gana. No estás en disposición de exigir nada. Basta una llamada y todo se sabrá. Además, lo primero que harás, es ir al baño y entregarme el sujetador. Tienes cinco minutos, ni uno más.
- Por favor, no me hagas esto¡¡¡ Tengo unos pechos grandes y .................
No quise continuar una discusión que tenía perdida de antemano. Ansiaba llegar al hotel, donde sin duda alguna pasaría todo lo que ellos quisieran, pero al menos estaríamos solos, sin nadie alrededor. Le obedecí como una autómata, me dirigí a los servicios y volví con el sujetador. Coloqué mis pechos de forma que se notase lo menos posible la ausencia de mi sostén.
- Silvia, quiero comprobar que llevas puesto el vibrador.
- Si ves que no puedo hablar y tiemblo cuando lo pones¡¡¡¡¡¡¡¡¡
- Si, pero es un examen rutinario una vez que has vuelto del wc.
Sin darme tiempo a decir más, introdujo su mano derecha por debajo de mi falda, llegando a mis bragas. No me tocó directamente. Sólo palpó por encima del tanga para comprobar que el cable salía de mi útero.
- Ahora vas a ir al vagón del bar, y traerás tres refrescos en vaso para nosotros. Queremos ver como lo haces mientras todo tu cuerpo "vibra" expuso David riendo, pero antes de nada, desabrocha un par de botones de esa camisa tan recatada. El camarero tiene derecho a alegrarse la vista.
- Por favor, no hagas eso, no podré aguantar las bebidas.
- Control mental, Silvia¡¡¡¡ Inténtalo...........
Estaba sofocada. Me abrí los botones y con mis manos intenté que la camisa tapara la mayor parte de mis pechos, sobre todo, no quería mostrar mis pezones, pero antes de entrar en la cafetería me obligó a soltar mi blusa. Quería evitar un escándalo en el tren, en mi casa, en todos sitios, por lo que le obedecí. Según agarré las bebidas, David, que se encontraba cerca de mi, puso en marcha el vibrador. Anduve despacio, intentaba pensar en otra cosa y sobre todo mantener el equilibrio de los grandes vasos de plástico y evitar derramarlos y tirarlos al suelo.
Él cogió su vaso y yo el de los otros dos chicos. Notaba como la tela de la camisa se apartaba mientras caminaba. Los pocos metros que nos separaban de los asientos me parecieron eternos. Estaba a punto de empezar a llorar. Necesitaba sentarme.
Llevábamos ya la mitad del viaje. Los otros dos chicos se mostraban tímidos y sólo el hijo de mi casero me humillaba y avergonzaba. Sabía que mi martirio no había hecho más que comenzar.
Ya en mi butaca me derrumbé. Empecé a llorar. Les pedí que parasen pero sólo conseguir una leve sonrisa de Leandro y Víctor, y una carcajada enorme de David.
- Si quieres parar, basta con que llames a mi padre y se lo comuniques. Sabes lo que irá después .
Calculé las horas que tendría que estar con ellos y pensé que no lo soportaría. Su osadía aumentaría, y no sabía si tendría tanta capacidad de aguante.
- Silvia, desabrocha del todo tu camisa, y ábrela. Mis amigos aún no te han visto las tetas y ya va siendo hora.
- Pero........ Estamos en el tren. Por favor. Pasa gente por el pasillo con frecuencia, me verán desnuda.
- No seas quejica. Te abrirás la camisa y contarás hasta cinco antes de cerrarla. Seguro que eliges un momento en el que no te mirará nadie. Además, luego dejaré que vuelvas a abrochártela.
Supliqué sin levantar demasiado la voz. Intenté convencerles para hacer aquello en privado una vez llegásemos al hotel. Una vez más me di cuenta, que era inútil negociar con él.
La camisa iba metida por dentro de la falda, así que la saqué. Levanté la cabeza, comprobando que ningún otro pasajero mirase hacia donde yo estaba. Quité todos los botones, uno a uno desde abajo. Junté las dos partes de la prenda y volví a asegurarme que no hubiese nadie cerca. Abrí rápidamente la camisa dejando mis grandes pechos a la vista de los tres chicos. Cerré los ojos y vi como los muchachos contaban de uno a cinco de forma cantarina.
Se me hizo eterno. Al pronunciar el último número, tapé bruscamente mis senos. Había un hombre que se había quedado mirando a raíz de las risas de los chicos, probablemente consiguió verme, casi con toda seguridad, aunque me negaba a aceptarlo.
Llegamos a nuestro destino ya anocheciendo. Con nuestros escasos equipajes salimos fuera de la estación donde tomamos un taxi que nos llevó al hotel que habíamos reservado. Sabía lo que me esperaba esa noche, pero al menos, estábamos en una gran ciudad donde nadie me conocía.
Firmé la ficha de las dos habitaciones y quedamos en la recepción en media hora para ir a cenar en el restaurante del hotel.
- Silvia, no te cambies de ropa. Me gusta lo que llevas puesto
No dije nada. Subí a mi cuarto. Necesitaba ducharme y respirar. Coloqué mi equipaje en el armario y me tumbé un rato, con el aire acondicionado al máximo, haciendo tiempo a bajar de nuevo, y permitir que aquellos críos jugasen conmigo a su antojo.
Caí en la cuenta que David no me había devuelto el sujetador que me quité en el tren.. Sólo traía otro para el día siguiente, pero me sentía más segura con él, y total, imaginaba que no pasaría nada hasta que, después de cenar, me hicieran acompañarles a su habitación.
Me vestí y bajé Los muchachos estaban esperándome. David se acercó y colocó la mano sobre mi espalda para volver a humillarme.
- Te has puesto un sujetador¡¡¡ Quiero que vayas al baño, y me lo entregues junto a tus braguitas.
- Pero .. No íbamos a cenar? Qué queréis? Que vaya desnuda? Dije llorando y entre susurros para que nadie en el hotel se percatase.
- Llamaré a mi padre para que haga llegar los videos a tu marido y a Jesús, dijo mientras sacaba su teléfono móvil.
Cuando nombraban a mi familia me desarmaban. La poca valentía que me quedaba la eliminaban de un plumazo con sus amenazas.
Fui caminando lentamente hacia los servicios del hotel. Cabeza baja, sollozando. Pensaba que el haber salido fuera del hotel eliminaría parte de mi agobio, pero estaba siendo todo lo contrario, porque David deseaba exhibirme y humillarme.
Ya en el lavabo me quité el sujetador por segunda vez, e hice lo mismo con el tanga. Metí ambas prendas en una bolsa que tomé de un dispensador para tirar las compresas usadas.
Salí con la bolsa en la mano y se la entregué al jefe de la cuadrilla. Pensé que la guardaría para devolvérmela posteriormente, pero directamente la tiró a una papelera.
Entramos en el propio restaurante del hotel y el metre nos sentó en una mesa para cuatro, apartada de la entrada. Los chicos pidieron una cena contundente, mientras que yo sólo una frugal ensalada y una botella de agua.
Comenzamos a cenar. No tenía hambre, pero los chicos daban buena cuenta de sus platos. Mi mirada se perdía, dando vueltas a los ingredientes. Noté como una mano se situaba en mi rodilla. A los pocos instantes noté otra segunda en la otra pierna. Intenté apartarlas. Miré a los lados y vi a David y a Víctor. Leandro estaba justo en frente. Casi al unísono fueron separadas y mi falda levantada hasta la cintura.
- Coloca tus manos encima de la mesa, separa las piernas y déjanos hacer......................
Eché mi cuerpo para adelante intentando ocultar las incursiones de los muchachos por debajo de la mesa. Notaba como sus manos acariciaban los muslos. Mi sexo, totalmente indefenso notaba las caricias y tocamientos de los dedos de los críos. Pasaban sus manos por toda mi rajita. Metían el dedo en mi vagina, presionaban mi clítolis.
Víctor se levantó y dejó su silla a Leandro. Noté como su mano temblaba y subía por mis muslos.
Leandro, por favor. Hazlo por Jesús. Piensa en tu madre y tu hermana. Imagina que estuvieran sentadas aquí ahora.
Basta ya¡¡¡ gritó David. No vuelvas a hacernos chantaje emocional. Además. Desabrocha un poco tu camisa para que Víctor pueda disfrutarlo
Mi súplica tuvo éxito en Leandro, que no llegó a pasar de mis muslos, aunque David disfrutó de mi sexo a su antojo, metiendo y sacando su dedo, pasando sus dedos y acariciando mi vello púbico. Me desabroché de nuevo, como en el tren, otros dos botones de mi sueter, dejando a la vista casi la totalidad de mis pechos. Los otros dos muchachos echaban su mirada por encima de mi camisa llegando a ver mis pezones.
Me sorprendió el camarero que vino por detrás para traernos la carta de postres. Me tapé de nuevo como pude y los chicos sacaron sus manos de debajo de la mesa.
Se comportaron hasta que terminamos de cenar. Recompuse mi ropa lo mejor que pude y a petición de ellos salimos a pasear. A pesar que no llevaba ropa interior me reconfortó que no quisieran subir aún a la habitación, donde sabía lo que me esperaba.
Paseamos unos minutos y vimos la luz de una pequeña discoteca. A pesar que los chicos no eran mayores de edad, el portero del local no les impidió el paso y todos entramos.
Me ordenaron bailar. Temí por un momento que me hicieran hacer un strep tease como en la última ocasión, pero sólo tuve que moverme al ritmo de la música. Un hombre, tal vez un par de años más joven que yo se acercó y comenzó a hablarme.
- Hola, soy Charly, y tú?
No me dio tiempo a contestar. Víctor y David salieron en mi defensa y se alejaron con él. Les miraba de lejos, y poco a poco noté como se producía cierto colegueo entre ellos. Los tres se acercaron de nuevo y siguieron bailando a mi lado.
- Voy al baño un momento, comenté a David
- No, no puedes ir, espera¡¡¡¡
Continuamos bailando durante al menos una hora más. Le volví a pedir al hijo de Gerardo ir al baño, a lo que volvió a responder que aún no. Ahora ya me movía de forma urgente, haciendo grandes esfuerzos por aguantar mis ganas de orinar.
- Nos vamos, dijo el chico, haciendo una señal a los dos compañeros.
Volví a pedirle ir al baño, pero la respuesta fue la misma. Me llevó hacia la salida del local. Mi sorpresa fue ver que Charly nos acompañaba.
- Qué hace él aquí? Pregunté indignada y atemorizada.
- Me cae bien y tú le gustas, dijo en tono tajante.
- Por favor, necesito un baño. No puedo aguantar más.
En ese momento me importaba más liberar mi orina que lo que ese malnacido tuviera en mente. Nos dirigimos hacia el hotel y dando un pequeño rodeo nos encontramos un pequeño parque. Me situaron justo debajo de la luz de una farola.
Este es el sitio que os comentaba, dijo Charly
Aquí está tu baño. Quieres hacer pis? Vamos¡¡¡¡¡¡ Queremos mirar¡¡¡¡¡¡¡¡
- Por favor, dejadme ir a un baño. Supliqué.
- Bien Silvia, quítate la camisa.
- Qué, qué? Qué dices?
- Que me des la camisa o llamo a mi padre¡¡¡ Dijo sacando su móvil. Estoy harto de tus lamentos y gilipolleces de mujer recatada.
Me puse a llorar mientras de forma precipitada desabotonaba mi blusa. La dejé abierta, sin quitármela, pero me la pidió, y me deshice de ella dejando desnuda la parte superior de mi cuerpo.
- Silvia nos debe unos favores, por eso es tan complaciente, le explicó a Charly. Ahora quítate la falda, no quiero que se manche, dijo riendo.
Los chicos empezaron a hacer en voz alta comentarios jocosos.
- Por favor¡¡¡ No me hagáis quedarme desnuda. No me humilléis más. Llevadme al hotel, folladme y acabemos de una vez.
- Eso luego, ahora quítate la falda, ponte de cuclillas con las piernas bien abiertas para que podamos ver como haces pis, dijo riendo.
Lloraba desconsoladamente. Me sentía sucia, humillada, triste.......... Podría decir mil adjetivos y siempre me faltaría alguno que definiera algún sentimiento en esos momentos. Todos, hasta Leandro, no perdían detalle de mis movimientos, hasta que con cuidado, solté mi falda y sin dejarla caer al suelo levanté mis piernas para sacármela. Me puse de cuclillas separando las rodillas, bajo la luz de la farola, para que los cuatro pudieran contemplar como liberaba mi vejiga, mientras la fuerte luz iluminaba completamente todos los detalles de mi cuerpo desnudo.
Cuando terminé me di cuenta que habían tirado mi ropa a la papelera. El mundo se me vino encima, al pensar que tendría que ir desnuda hasta la habitación, pero fue Charly quien me ofreció un pañuelo de papel para limpiarme y su camisa, cubriéndose él con una cazadora.
Me puse la camisa roja del hombre. Olía a sudor, pero aunque sólo me tapaba la mitad de mis muslos, podría ir de una forma honrosa hasta el hotel.
- Cuanto duraría aquello? Tendría fuerzas para seguir? Me preguntaba.
Consideraba seriamente en que lo mejor sería que todo se supiese y que mi familia me repudiase. Así descansaría. Luego pensaba en Jesús y Domingo, en el amor que sentía por ellos, y en que haría cualquier cosa por evitar su sufrimiento.
David invitó a Charly a acompañarnos al hotel, eso si, le dejó claro que sólo miraría puesto que yo les pertenecía sólo a ellos.
Víctor pidió las llaves de las dos habitaciones. El ir acompañada por un hombre más mayor evitó sospechas en la recepción, aunque ir vestida sólo con una camisa que apenas bajaba unos dedos de mi sexo resultaba extrañamente provocativo e imagino que la cabeza del recepcionista se dispararía.
Me dirigí hacia la habitación de los tres chicos, pero me dijeron que fuésemos a la mía. Según entramos me tiré en mi cama y tumbada boca abajo empecé a llorar desesperadamente. Quería morirme, pero aún tenía que cumplir para no tener problemas en mi ciudad.
- Ponte a trabajar, Silvia. Quiero que nos ayudes a desnudarnos. A Charly le dejaremos que mire, y al final decidiré si tiene algún protagonismo más.
Mi desconsuelo fue aún mayor al escuchar las palabras de David que agarrándome del brazo me puso en frente de Víctor, colocando mis manos en su cintura.
Hice lo que quería. Le ayudé a sacarse la camiseta, y después el pantalón. Lo mismo con Leandro, con quien sentía una mayor vergüenza, por lo que había oído hablar de él a mi hijo. Mi chantajista me tomó de las caderas, me besó en los labios y después en el cuello para pedirme que le desnudara también a él. Los tres muchachos quedaron sólo con sus calzoncillos, mientras que Charly era el único que permanecía vestido, sentado en una silla, frente a la cama.
David entregó una cámara a su invitado para que casi al instante, me empujara a la cama. Colocó su boca entre mis piernas y comenzó a lamer mi sexo. En ninguna de las ocasiones anteriores me estaba sintiendo tan violada como en ese momento donde ya no intentaba ocultar mi llanto de desesperación.
Aunque mantenía los ojos semicerrados, veía el reflejo de los flashes de la cámara de fotos. La lengua del joven recorría mi clítolis y entraba dentro de mi vagina, mientras que sus manos acariciaban mis pechos por encima de la camisa que aún permanecía cerrada.
- Verdad que está preciosa con la camisa? Leandro, desabróchasela tú y aprovéchate un poco de ella, pero antes que Charly le haga alguna foto más.
Estaba tumbada, con la cabeza ladeada para no mirarlos, la camisa subida hasta mi estómago y mi sexo al descubierto. El improvisado fotógrafo tomó varias instantáneas en esa posición.
Leandro se acercó y empezó a desabotonarme la camisa que me habían prestado. Le supliqué llorando, volviendo a apelar al chantaje emocional.
- Por favor, piensa en tu amigo. Soy una buena mujer, como seguro que lo es tu madre, y tu hermana. No sigas, tú eres un buen chico le dije en voz baja, aunque el resto me oyó.
- Eres una buena mujer y una mujer que está muy buena. No hagas caso, Leandro, sigue.
Con los ánimos del líder del grupillo quitó rápidamente los botones, volviendo a dejarme totalmente desnuda. Ahora ya no se controló y comenzó a besar y tocar torpemente mis pechos. Noté como una mano me giró la cara. Era Víctor, que ya, totalmente desnudo dirigió su miembro a mi boca.
Leandro colocó su cara entre mis piernas, al igual que había hecho su compañero antes. Sentía repugnancia, y más aún, sin mover mi cabeza Víctor llenó mi boca de semen.
- Estaba muy caliente, se disculpó el chico.
- Todos lo estamos, respondió. Leandro, que te la chupe a ti ahora mientras yo me la follo por detrás.
- No, no, no. Volví a suplicar sollozando.
David me agarró por la cintura y me colocó a cuatro patas. Ambos se habían desnudado. Charly tenía su pene fuera, y continuaba con la sesión fotográfica. Yo seguía con la camisa, que sólo cubría mi espalda.
El hijo del empresario tocó mi sexo, separó los labios e introdujo su herramienta dentro. Miré como dirigía Leandro su pene hacia mi boca, y aunque supliqué y negué, mis pequeños gritos se vieron ahogados al meterme su pedazo de carne hasta la garganta.
Los dos chicos me manejaban a su antojo. Estaba a punto de vomitar. Me dolía el estómago. Ambos empezaron a gritar y lanzar comentarios jocosos. Noté un chorro caliente en mi vagina, y casi al instante Leandro sacó su pene de mi boca para, golpeando en mi cara, llenarme esta de semen. Tuve que levantarme rápidamente e ir al baño, donde vomité todo lo que había tomado desde la tarde anterior.
- Lávate los dientes, límpiate y vuelve inmediatamente, ordenó David.
Lo hice y de nuevo me tiró sobre la cama.
- Hazme un beso negro, rió el muchacho.
No sabía lo que era y me lo explicó. Ahora fue él quien se colocó de rodillas, apoyando sus manos en la almohada, mientras me hizo lamer su ano y la parte trasera de sus testículos.
Empezó a gritar. No podía soportarlo. Se levantó y se sentó encima de la almohada, llevando mi boca hacia su polla y obligándome a tragarla toda.
Me sujetó del pelo con fuerza, me hacía daño. Me hizo subir y bajar la cabeza bruscamente para que mi boca masajeara su miembro. Volví a sentir el chorro de leche en mi boca, aunque esta vez, en menor medida.
Pararon unos segundos que me hicieron volver a la realidad. De nuevo empecé a gemir lastimeramente por lo que me estaban haciendo, por la humillación a la que estaba siendo sometida.
Leandro, dala por culo, mandó David.
No, por favor, no me hagas eso.
No temía ya el daño físico que me ocasionaba la sodomización. David sabía lo mal que estaba llevando que el amigo de mi hijo estuviera allí.
Estaba tumbada en la cama. Ya no reaccionaba, sólo lloraba y no me movía. Entre los dos chicos me colocaron de rodillas en el suelo, apoyadas mis tetas sobre la cama para que Leandro se colocase detrás de mi y me hiciera sexo anal.
Así fue. Dí un grito enorme mientras agarraba la colcha de la cama. Miré mi mano y recordé que me había quitado el anillo nada más subir al tren y volví a cerrar los ojos.
Sentía la dilatación de mi ano en manos del chico, que gozaba del cuerpo de la madre de su compañero de equipo. Eso era lo que sentía.
Victor acercó su boca a mi cara y empezó a besar mis lágrimas. Pasaba su mano por encima de la camisa que cubría mi espalda. Abrí los ojos, y los destellos de la cámara continuaban.
Como cabía esperar, el joven se corrió dentro de mi culo. Abrí los ojos y vi la cara de David, que mostraba una sonrisa plena de satisfacción.
- Por favor, marcharos si habéis terminado. Quiero estar sola.
- Quien ha dicho que hemos terminado? Charly ha hecho bien su trabajo, y se merece que se le recompense. Víctor, vuelve a abrocharle la camisa
Vi que David daba órdenes a sus compañeros y hablaba con el invitado. No sabía que podía tener en mente alguien tan retorcido, que incluso dejaba pequeño a su padre. Pidió a Charly que se pusiera de pie y entre dos de los muchachos, me colocaron de espaldas junto a él, mientras este me agarraba.
Apenas podía mantenerme en pie, pero un grito del muchacho me hizo sacar fuerzas de flaqueza. Estaba situado en frente de nosotros, cámara de fotos en mado, dijo a Charly que comenzase.
Me abrazó y con sus manos comenzó a desabrochar cada uno de los botones de la camisa que me había prestado en la calle. La dejó completamente abierta, repitiendo el proceso que había realizado varias veces desde que subí al tren. Ahora el objetivo era fotografiarme con una persona que nadie en nuestra ciudad conocía. Estaba totalmente desnuda por delante, siendo contemplada por un hombre, tres muchachos y una cámara fotográfica.
Charly me abrazó fuertemente mientras comenzaba a besarme en la cara y el cuello. Subía por mis pechos, excitándose en cada movimiento. No podía parar de llorar.
Hizo que me girara y situarme frente a frente. Me cogió en brazos y de dos pasos me volvió a depositar en la cama. Mantenía los ojos cerrados pero pude oír como se quitaba el cinturón y bajaba sus pantalones. Enseguida volvía a sentirle encima de mi.
Siguió besando mis pechos, absorbiendo mis pezones, eso sí, dejando espacio para que la cámara pudiera hacer su trabajo, y poder fotografiar mi cuerpo mientras él lo disfrutaba.
Agarró mi pelo y metió su lengua en mi boca, momento en el que se incrementaron los flashes. Estaba acongojada, agarrotada, deseando que aquello terminase.
De forma tradicional me abrió las piernas y comenzó a penetrarme. Lo hizo de forma brusca, pero con más aguante que los chicos. Sentía dentro de mi cada una de sus embestidas. Me comía las tetas, la boca, la cara.
Sus movimientos y gemidos se hicieron más rápidos. Sabía que se correría pronto y acerté. Se levantó y dio las gracias a David, que siguió haciéndome fotos a la vez que seguía tumbada en la cama.
Charly se acercó, me incorporó y me quitó la camisa,
- Lo siento muñeca, la camisa es mía, mientras me dejaba tirada, ahora tumbada boca abajo en la cama. Lloraba muchísimo, había sido tremendamente dura la experiencia
Vi como salían todos de la habitación, mientras que David se paró un momento a despedirse.
- Silvia, mañana acude tú sola a la presentación de la ropa. Nosotros nos quedaremos descansando hasta la salida del tren. Nos veremos en la estación.
Cuando abandonaron la habitación me preparé un baño caliente. No podía parar de llorar y pensar en lo que había pasado aquella noche, sin duda, el más cruel de los tres encuentros. Me juraba a mi misma, que no volvería a acceder a ningún chantaje de la familia de Gerardo.
Al día siguiente fui al centro comercial donde se hizo la presentación del producto, no sin antes, comprarme un sujetador.
La vuelta en el tren fue tranquila. Los tres muchachos se pasaron el viaje durmiendo y a la llegada, de nuevo estaban sus padres, así como Domingo y Jesús.
- Qué tal el viaje? Preguntó mi marido.
- Bien, os he echado de menos, dije mientras les daba un beso a cada uno.