El chantaje (4/5)

Penultima parte de la historia del maduro empresario que ha sido chantajeado por una joven.

Estoy de rodillas frente que la puerta de la entrada, desnudo con las manos sobre los muslos y la mirada baja. Aterrado de miedo.

He fallado, he cometido un error y se que lo pagare. Esta tarde mi Ama me ha ordenado correrme antes de la junta con los socios dejando mi corrida sobre la tanga rosa que llevo pero cuando he entrado al servicio tras de mi lo ha hecho otro chico que se ha puesto hablar del partido de fútbol del sábado.

No cumplí con mi tarea. No he podido.

Mi mano se ha quedado quita sobre mi verga que de a poco a poco comenzaba a perder su dureza.

¿Y si alguien notaba el olor?, ¿Y la humedad se veía atravesó de la capas de ropa?, ¿Y si tan solo mentía?

No he podido correrme, no he podido hacerlo.

Antes de entrar a la junta ella toca a la puerta, dos suaves toques que anuncian su presencia, y tan solo abriendo la puerta sin entrar del todo, pregunta.

--¿Has cumplido, mi orden?

Mis ojos suben para verla, ¿Y si alguien la escuchaba?, ¿Por qué no solo me mando un texto? Pero en seguida bajo la mirada con el miedo se que vea la verdad en mi cara.

--Si--Miento

Escucho la puerta cerrándose y por un momento creo que se ha marchado aceptando mi respuesta pero es solo un segundo, un segundo de esperanza enseguida escucho sus altos tacones sonando contra las baldosas. Cierra la puerta y se apoya contra ella, cruzando los brazos.

--Muéstrame, perro--ordena.

Trago en seco, no hay nada que mostrar, las bragas están secas y mi verga se ha puesto dura con el solo sonido de sus zapatos por lo muy excitado que estoy.

--Estoy por entrar a una junta muy importante, deja tus niñeras para después—Gruño sin verla a los ojos.

Estoy nervioso, trato de ser el imponente hombre que ha llegado tan lejos en este despacho, pero como respuesta su ceja se alza y con voz alta repite

--Muéstrame, perro.

--Te lo dije, me están esperando y...

Me pongo de pie con un par de carpetas en las manos, y esta vez su voz suena en un tono gélido sin derecho a réplica.

--Muéstrame perro o todas y cada una fotografías y vídeos que tengo de ti llegarán antes que tu a esa tan importante junta.

Con la cabeza en clara derrota  dejo las carpetas sobre el escritorio, desabrocho mi cinturón, bajo mi bragueta y seguido de ella mis pantalones; Ante ella se muestran las bragas  que me ha hecho llevar puestas completamente limpias y mi verga dura.

--Tal y como lo imagine.

Sin añadir nada ni darme la oportunidad de volver a vestirme abre la puerta y sale.

No he vuelto a saber de ella desde entonces.

He estado quince minutos de rodillas frente a la puerta esperando que llegue de su rutina diaria.

He pasado el resto del día asustado, asustado de que mis compañeros de trabajo, mis amigos sepan lo que he hecho, de que me vean con las bragas de mi mujer, con las nalgas rojas, siendo penetrado con dildos, plugs, y arneses, de rodillas, como mesa, amarrado como perro, en ridículos disfraces de mucama, enfermera, e incluso bombera. No quiero ser el resto de mi vida ese hombre sumiso que ella me a convertido pero si tengo que elegir prefiero serlo dentro de sus cuatro paredes que frente al mundo completo.

Una hora después la puerta se abre y entra la joven mujer que me a mantenido de esta forma.

Cuando lo hace no voltea a verme, no con su indiferencia común, si no que llega y deja caer una pesada mochila al suelo y se quita los zapatos para ir a la habitación. Voy tras de ella sin ponerme de pie, a "cuatro patas" como ella lo dice con rodillas y palmas de las manos tocando siempre el piso, sintiendo el frío, raspándome, maltratándome, sintiéndome la parte más débil e insignificante de la cadena alimenticia.

No soy un hombre débil, soy alto de casi dos metros, con el cabello encanecido en las patillas, ojos azules, fibroso.

Pero con ella me siento completamente ridículo. Siempre estando desnudo con la verga dura yendo tras de ella sin que me volteé a ver. Necesito que me vea, que note que estoy aquí y que siento no a ver podido cumplir con su orden. Que sepa que sigo a sus pies.

Se quita la corta falda y la blusa con el logo de la universidad, ante mis ojos.

Piel joven, firme y blanca aparece a la vista.

Se pone un corto camisón trasparente y va a la sala a recostarse al sillón. Descalza.

Como no ha hablado conmigo me pongo a su lado sin cambiar de posición. No hablo, porque anteriormente me ha dicho que no tengo el derecho de hacerlo.

Se ha recostado en uno de los sillones con los pies sobre la mesa de centro.

Las plantas completamente limpias por mi arduo trabajo de limpiar a fondo los suelos a diario.

El camisón se ha alzado sobre sus muslos dejando entre ver su ropa interior que aún cuando ya he visto hace tan solo un momento, ahora mismo me ha excitado más.

Trato de tomar sus pies para masajearlos, para poder enmendar mi error pero ella esquiva mis manos. Vuelvo a intentarlo pero ella imita la acción.

Me está evitando. Esta molesta.

En contra de mi mejor juicio. Hablo.

--Señora.

--Siempre haces lo que quieres, ¿No?--gruñe pateando mi cara.

Yo dejo que lo haga sin meter las manos, sus pies, perfectamente cuidados con uñas rojas y recortadas golpean mis mejillas un par de veces, cuando se detiene depósito un castigo beso sobre sus dedos.

--Tienes prohibido hablar, y hablas, tienes la tarea de correrte y no te corres, tienes que ser un buen y dócil, perro y fallas miserablemente.

Su pie baja hasta ponerse sobre mi erecta y dura verga, aquello solo provoca que se ponga más dura, tenía que correrme, tenía que tener esa eyaculación cuando ella lo ordenó.

--En verdad, en verdad quiero ayudarte quiero que seas ese buen perro que he tratado de adiestrar, pero por lo visto no puedo y creo que es hora de que todos se enteren. El despacho necesita a un verdadero hombre al frente, tus amigos no pueden seguir siendo engañados, tus vecinos merecen saber la clase de depravado con el que conviven.

Aquella declaración no logra bajar mi erección pero me asusta

--Pero no lo hare, ahora mismo tienes la oportunidad de salir por esa puerta y haremos como si esto jamás hubiera pasado, todo quedara entre estas cuatro paredes y nosotros jamás habremos cruzado palabra fuera del despacho, jamás nos volveremos a ver.

No, eso no podía no podía pasar.

Mis ojos viajan a su rostro, viendo la determinación en cada una de sus facciones.

Esta hablando completamente en serio. Me está dando la oportunidad de terminar con esto, de volver a obtener mi libertad.

Pero no la quiero, no la quiero si eso me quita la oportunidad de volver a estar con ella, de perderla.

--No, Señora. Soy su perro, no puedo marcharme.

Su gesto no cambia, no muestra signos de felicidad ni complacencia.

--Si te quedas tendrás un castigo, no por la falta que has cometido esta tarde si no por tu manera de hablarme, N permitiré jamás que me trates de esa manera ¿Lo comprendes perro, inútil?

Tiemblo ante el tono de su voz, no esta molesta esta iracunda. La he cagado más de lo que he podido imaginar.

Pero acepto tan solo no quiero que me aparte, no quiero que me deje a mi suerte sin poder volver estar de nuevo de rodillas frente a ella.

Soy su perro, su perra, su puta. Soy lo que quiera ella. Donde lo quiera, frente a quienes quiera.

--Como usted lo vea necesario, mi señora.

Ella sonríe, una dulce sonrisa de lado que no muestra nada de lo que esta pensado.

--Me ayudarás a que tu esposa sea mi perra, cariño

_____________________________________________________________________

N, de A: Hola mis perritos espero todos se encuentren muy bien y este relato Les ayude a mantner despierta la imaginacion durante estos tiempos tan dificiles.

Me encta saber de ustedes atraves de mi correo.

Besos Humedos.