El chantaje (3/5)

Tercera parte de la corta historia de un maduro empresario chantajeado por una joven.

El mensaje en el celular llega antes incluso de que el sol haya salido. Es corto y conciso, sin derecho a replica como el resto de ellos.

"Bragas rosas. Café sin azúcar. 15 minutos para las 7"

Desde que ha iniciado su chantaje aquello ha sido una más de sus tareas, servir como su chófer y transportarla por la ciudad en sus obligaciones diarias. A sabiendas de que odia que la haga esperar se levanta de la cama y comienza con sus obligaciones.

Ha dormido mal, no a podido conciliar el sueño hasta muy entrada la noche. Acostado junto a su mujer (quien cada día está de peor humor después de que se ha negado a estar con ella sexualmente) a revivido cada día de esos dos meses en los que su Ama se ha adueñado de él al punto de obecerla sin que este presente y a causa de ello su erección ha crecido.

No puede masturbarse, tampoco eyacular ni mantener relaciones con su mujer salvo que le pregunte y le autorice su Señora antes. Una sola vez le mintió. Ella se dio cuenta y lo hizo estar todo el fin de semana de rodillas en una esquina de la habitación desnudo, co descansos cortos y sin orden alguno. El domingo por la noche le metió un vibrador por el culo y lo sentó en el comedor frente a una hoja y una pluma. "Escribe el porque eres una miseria humana y mereces tu castigo" Dos cuartillas después y un inminente orgasmo sin que nadie tocara su verga, lo entendió. Ella tenía el poder. Ella era quien manda. Ella era su dueña.

Se baja de la cama y va al cajón de la ropa interior de su mujer que aunque es de una talla mucho menor que la de él es lo único que tiene para cumplir las órdenes de su Señora. Usmea hasta dar con una tanga rosa palo que recuerda en el magnifo cuerpo de su esposa y que lo pone rojo de solo imaginarse llevándolas. Son de encaje con una delgada tira que se meterá en su trasero y que no podrá ocultar su verga. Pero el solo pensamiento de no obedecerla le hace temblar de miedo. Las hace bola en su mano derecha y se dirije hacia su ropa para sacar el traje que llevará durante el día.

18 minutos antes de las siete se estaciona frente al edificio donde vive su Ama. Se baja del auto y se sitúa frente a la puerta trasera a su espera. Al igual que las veces anteriores era sumamente incómodo el uso de las bragas de su mujer. La delgada tira trasera se metía entre sus nalgas y el triangulo de encaje no llegaba a cubrir su erección. Se sentía desnudo, peor aún expuesto. El simple hecho de pensar que alguien lo pudiera notar lo hacía sentir asqueado. El taconeo ahora tan familiar lo hizo dar la vuelta y bajar la cabeza.

Enseguida, pudo ver los zapatos negros y las medias obscuras abrazando sus pantorrillas antes de abrir la puerta trasera para que pasara pero ella se detuvo frente a él.

--Buenos días, Señora.

--¿Cumpliste con tu tarea, perro?--Pregunto sin prestarle atención.

--Si, Señora.

Ella se cruzó de brazos sin moverse.

--¿Señora?

--Quiero verlo, espero que no estés mintiendo.

Trago en seco.

--¿Dond...?

--¿Que te he dicho sobre dudar? Obedece. Quiero comprobar que has cumplido con tu tarea.

--pero Señora, si alguien llega a pasar...

Una fuerte bofetada lo hace voltear la cara. Aunque es más fuerte de lo que uno podría pensar por su apariencia, no es el golpe lo que le duele. Es su orgullo ese poco que sigue conservando pese a todo. Ese al que ella le gusta destrozar. El hecho de exhibirse a la mitad de la calle a primera hora de la mañana aún antes de tomar su primera taza de café lo destroza. ¿Como ha terminado así?

--Odio que intentes negar que eres una miseria de hombre, entiendelo solo eres maldito perro mal adiestrado. No eres nadie. Solo eres lo que yo quiero que seas y haces lo que yo quiero que hagas así que si te digo que te bajes los pantalones y me muestres tus bragas lo harás, ¿Entiendes?

Asiente.

--Contesta, perro.

--Si, Señora. Usted manda y yo obedezco. Perdone a su estupido perro, por favor.

Contesta. Obedeciendo

--Muestrema tus bragas, ahora.

Se desabrocha el cierre, baja los pantalones y sube su camisa hasta mostrar el encaje que ridículamente intenta ocultar la erección. Ella no le presta atención, su dominio va más haya del placer sexual.

--Date la vuelta.

En la misma posición se dio la vuelta y mostró sus nalgas maltratadas adornadas por los listones Rosas. La mujer pasó una de sus perfectas y largas uñas (que el mismo se dedicaba a cuidar) entra las marcas que ella se encargaba de crear y estiro  uno de los elásticos hasta volverlo a soltar y producir un pequeño golpe en la nalga derecha.

--Buen perro. Felicita dándole una suave palmada en la cima de la cabeza. Se dirige hasta el asiento trasero del auto y toma el café del porta vasos.

--¿puedo subirme el pantalón, Señora?

Pregunta antes de cerrar la puerta.

--No, manejaras así. Es tu castigo por dudar en obedecerme.

--Si, señora

Contesta resignado y con los pantalones amontonados a la altura de las rodillas rodea el auto hasat el lado del chofer.

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N.A: Espero que lo disfruten.

Besos humedos