El Chantaje (2)
El protagonista e hace con un documento para conseguir una mayor fidelidad de sus esclavas.
II
Mi hermana bajó con unos shorts negros muy ajustados, tanto que se le notaba claramente la entrepierna, y una camisa blanca mientras Laura lo hizo con una minifalda roja y una blusa azul bastante transparente.
Era preferible verlas así, me parecía más erótico que el tenerlas completamente desnudas
Hice que Laura se sentara a mi lado. Ella se cambió sin protestar en absoluto por tener que sentarse en el poco espacio que quedaba entre mi cuerpo y el borde del sofá. La hice ponerse en un lugar al cual pudiera llegar cómodamente con mis manos a sus piernas no tardando en posarlas en tal sitio. Por fin había conseguido tocar a una de ellas, si exceptuamos las nalgadas a mi hermana, claro que, en ese momento, no sabía qué hacer con mi extremidad si bien la docilidad de la muchacha me impulsó a acariciárselas muy suavemente, arriba y abajo pero sin pasar en ningún momento de la costura de la falda, aquello empezaba a disgustarme y, por si no fuera suficiente, comencé a considerar que, para cuanto tenía meditado hacer con ellas, no era suficiente con mi palabra, en cualquier momento podrían llegar a la conclusión que bien podrían ponerse de acuerdo para negarlo todo y decir que me lo había inventado precisamente para conseguir lo que me proponía... Algo había que hacer y mi mano apenas sí penetraba más allá de la costura de la falda aunque Laura estaba completamente enrojecida fue entonces cuando tuve mi ocurrencia más genial mandando a Mónica, mi hermana, a buscar la vieja cámara de mis padres, un auténtico armatoste pero que tenía la ventaja de no necesitar cintas especiales. Cuando la traje, comprobé que funcionaba perfectamente y, una vez hecho esto:
-Ahora vais a repetir la escena de esta tarde.
Ambas me miraron sorprendidas no sé si sin comprender lo que quería decirlas o bien incrédulas ante tal solicitud pensando que yo quizás era solamente un mirón cuando lo que quería era tener un documento que ratificara mis palabras caso de ser necesario:
-¿No habéis oído? ¿Estáis sordas? ¿O queréis que os sacuda?
-Pero, ¿qué pretendes que hagamos? -preguntó, por fin Laura.
-Exactamente lo mismo que estabais haciendo cuando llegué.
Nuevas miradas. Parecían comprenderse muy bien, llevaban demasiado tiempo siendo amigas y, según pude saber más adelante, varios siendo amantes, justo desde el día en que Mónica cumplió los catorce años y Laura se quedó en nuestra casa durmiendo en su cama. Fue algo en absoluto meditado, ninguna de las dos había tenido hasta el momento la más mínima experiencia de tipo sexual si bien supe que el padre de mi amiga tenía mucha costumbre de acariciarla pero sin pasar del trasero algo que a ella, aunque lo evitaba, parecía gustarla:
-Es que es mi padre -me contestó a mi pregunta al respecto como dando a entender que, caso de no existir ese parentesco, no la hubiera importado llegar a más.
Así pues, aquella primera noche, como es habitual entre las muchachas y más a una edad en la cual no se ha perdido mucha de la inocencia con la cual venimos al mundo, se desnudaron una frente a la otra y empezaron a mirarse detenidamente, casi estudiándose, sus formas, unas formas que, por aquel entonces, supongo, apenas sí serían perceptibles pero algo en ellas las atrajo, se acercaron la una a la otra y, sin mediar palabra, eso fue lo que me dijeron, se besaron en los labios medio riéndose, queriendo probar qué sería aquello que tanto veían en el cine y la televisión y, al parecer les gustó y quizá por ello se retiraron apresuradamente poniéndose acto seguido los pijamas para meterse en la cama quizás asustadas por sus sentimientos pero fue precisamente el nerviosismo que esto las produjo lo que las hizo, ya en la cama, ponerse a hablar apresuradamente de cualquier tema si bien eludiendo el que en esos momentos más las interesaba. Dicen que fue Mónica quien primero se decidió sacar el tema a colación lo cual no me extraña dado su carácter:
-¿Te ha gustado el beso?
-¿Y a ti?
-A mí, sí.
-A mí, creo que también.
-¿Y por qué no lo repetimos?
Algo dudaron pero no tardaron en juntar nuevamente sus labios y, aunque no pasaron de ahí, ésta vez fue mucho más largo, incluso apretaron fuertemente unos labios contra otros mientras se abrazaban y comenzaban a acariciarse la espalda:
-¿Te ha besado algún chico? -habría preguntado Mónica.
-No, ¿y a ti?
-Tampoco.
-¿Crees que será tan bonito con ellos como el nuestro?
A todo esto, aunque habían despegado sus labios, sus cuerpos seguían fundidos en un abrazo mientras no dejaban de acariciarse:
-No sé, ellos parecen más bruscos, parece como si sólo quisieran eso y nada más.
-¿No te apetecería acostarte con uno?
-¿Y que me meta eso ? ¡No!
-Pues a mí me gustaría saber qué se siente.
-¿No te da miedo?
-Un poco, una vez se lo vi a mi hermano y me pareció muy grande.
-¿Lo tenía empinado?
-¡Vaya! ¡Se estaba acariciando!
-¿Y qué dijo él?
-No me vio.
Fue entonces cuando descubrí, dos o tres años después a los hechos y cinco días tras los acontecimientos que estoy narrando, que no había sido el primero en descubrir al otro haciendo de las suyas:
-¿Y la tiene grande?
-No sé, no he visto ninguna aparte de la suya al menos así. ¿Y tú?
-Alguna vez a mi padre cuando está en el baño pero entonces no la tiene empinada.
-¿Y te deja que se la veas?
-Bueno, si coincide que entro en el baño cuando está él, no le importa pero apenas me he fijado.
-¿Nos volvemos a besar?
Era evidente que la conversación las estaba excitando, ya estaban en edad de asomarse al mundo de la sexualidad:
-Vale
Y volvieron a besarse de la misma manera pero más largamente y Mónica sintió cómo en sus caricias, Laura había llegado hasta sus glúteos y, no sólo eso sino que introdujo la mano bajo el pantalón y la braga hasta alcanzar el culo que empezó a sobar centrándose principalmente en la raja produciendo un gran placer en mi hermana quien no tardó en hacer lo propio y fue ella quien primero acarició, a través de la ropa, el pecho de su amiga sintiendo ésta un deleite desconocido para ella especialmente cuando se centró en sus pezones, unos pezones aún de niña pero con sensaciones de mujer y más aún cuando lo hizo por debajo de la ropa. No tardó Mónica en subirla la camisa del pijama dejando aquellas dos protuberancias al aire y poniéndose a mamarlas ante la fruición de Laura quien se dejó hacer hasta que, en sus tópicas palabras, oleadas de placer la inundaron y tuvo que pedir a su amiga que parara pues ya era incapaz de soportarlo. Luego fue ella quien le hizo lo propio a mi hermana si bien, mientras lo hacía, empezó a palparla la vagina por encima de la ropa sintiendo Mónica, quizá por primera vez en su vida, cómo se humedecían sus labios y Laura también debió sentir el empapamiento del pantalón por lo cual se decidió a meter la mano hasta allí y hacerla lo que ya ella se había hecho en numerosas ocasiones alcanzando su amante el orgasmo en poco tiempo tras lo cual volvieron a besarse de la misma forma que en anteriores veces y a abrazarse y, así, se quedaron dormidas.
Ésta fue su primera vez y ahora yo pretendía que, ante mi cámara, de una u otra forma, volvieran a revivir aquellos momentos tan especiales para ellas:
-Si quieres, lo hacemos -dijo Mónica- pero sin la cámara.
-¿Cuántas veces te voy a decir que no me repliques, que tienes que hacer cuanto yo te diga sin rechistar? Cuando acabéis con esto te vas a enterar. Y, ahora, ¡empezad de una puta vez!
-¿Puedo hacerte una pregunta, amo? -Laura parecía haber entrado mejor en mi juego que Mónica.
-Habla, esclava.
-¿Para qué quieres la cámara?
No iba a declarar cuáles eran mis intenciones, hubiera sido delatarme y terminar con aquel negocio:
-Para, cuando dejéis de ser mis esclavas, poder veros a mi antojo y pajearme a vuestra salud. Pero, basta de cháchara y empezad que me estoy cansando de dar tantas explicaciones a unas vulgares esclavas.
Supongo que los dos güisquis, el segundo aún a medias, comenzaban a hacer efecto en mí, me notaba eufórico y mucho menos cortado de lo normal.
Ambas muchachas volvieron a mirarse, estaba sentadas donde yo las había mandado y fue Mónica quien se acercó hasta el sofá donde estaba su amante cogiéndola de las manos mientras ésta apenas sí hacía algo por responderla, se la notaba cohibida no sé si ante mí o ante la cámara o ambas cosas a la vez. Yo, por el momento, suficiente tenía con soportar el peso de la cámara sobre el hombro aparte que no quería que mi voz saliera en la cinta, que fueran ellas quienes lo hicieran todo y se tomaran el tiempo que creyeran oportuno. Tenía tres horas de cinta y no iba a apresurarlas por cuanto, cuanto más durase, mejor lo iba a pasar yo luego por cuanto, si era cierto lo que había pensado, también lo era lo que había dicho.
Paulatinamente, comenzaron a acariciarse las manos, a hacer "manitas", sabían qué hacer y probablemente lo estuviesen deseando asimismo, las actuales adversas circunstancias por las cuales estaban atravesando ambas, las unían más si ello era posible y, por tanto, la atracción aumentaba y, todo hay que decirlo, el morbo de ser observadas, de ser grabadas, intensificaba la excitación del momento si bien este último aspecto y su natural pudibundez las hacían retraerse a la hora de manifestar su amor pero gradualmente sus manoseo se fue acrecentando si bien notaba en sus movimientos un elemental nerviosismo ante una situación tan comprometida para ellas: ¿No pensaron en ningún momento para qué quería fundamentalmente esa cinta? ¿No les llegó a pasar por la mente mis intenciones? es algo que no he podido averiguar pero, supongo, algún momento de lucidez debieron tener antes de que se lo comunicase pero debió ser algo fugaz, sin consistencia, que no dejó huellas en ellas o no se han atrevido a confesármelo.
Fue Laura la primera en llevar su mano a la cara de mi hermana y ésta, mimosamente, se inclinó sobre ella dejándose arrullar, dejándola recorrer todo el rostro y las orejas y el cuello y la nuca, permitiendo que su amante la atrajera hacia ella, hacia sus labios que fueron dulcemente besados. A medida que la excitación aumentaba, a medida que la estaban dejando libre, se estaban empezando a olvidar de mí si bien, de vez en cuando, me echaban una mirada no sé si pidiendo mi aprobación o reprochándome el estar allí pero eso me era indiferente, no buscaba ni una cosa ni otra, simplemente que hicieran lo que les había ordenado y ellas se estaban dejando ir atrapadas por su sexualidad, por su mutua atracción y, como es obvio, a pesar del peso de la cámara, mi inflamación era más que evidente aunque mayor hubiera sido de no tener que verlas a través del visor.
Su beso, aunque prolongado, era superficial, sólo estaban juntando sus labios, chupándoselos todo lo más a la vez que se acariciaban las facciones casi como queriendo reconocerlas al tacto teniendo los cuerpos aún bastante separados pero Mónica comenzó a rozar las mismas piernas que yo antes había manoseado si bien Laura reaccionó de forma muy distinta dando un ligero suspiro de placer a pesar que estaban poco más arriba de la rodilla. Fue ésta quien la pasó la mano por los hombros y ambas se acercaron y también Laura se decidió a pasar la mano por las piernas de su amiga incluso atreviéndose a llevarla hasta donde llegaba la costura del pequeño pantalón. Ya se estaban centrando en ellas, ya se estaban olvidando de la cámara y de mí lo cual aproveché para maniobrar más en torno a ellas aunque siempre desde una distancia prudencial manejando el zoom cuando quería planos más detallados y, sobre todo, procurando olvidarme lo más posible de mi pene si bien él no parecía querer olvidarse de mí pero no le hacía caso, mi "profesionalidad" debía imponerse a mis deseos y conste que eran muchos los que pasaban por mi mente en aquellos instantes pero quería tener aquel documento que me permitiría maniobrar a mi antojo durante los casi seis días que aún nos quedaban hasta que llegaran mis padres de sus vacaciones.
Sus besos se fueron haciendo más calientes, sus lenguas comenzaron a salir de su reducto y a juntarse, a luchar mientras las manos se hacían más atrevidas pero sin alcanzar aún ninguna zona vital si bien la de Mónica había traspasado el límite de la falda y Laura había introducido la suya bajo la blusa de mi hermana por la espalda recorriéndola de arriba a abajo con cierto paroxismo propio, lo supe después, de quien ya está metido, metida en este caso, en faena, de quien se ha abandonado al mundo de los placeres sin importarle cuanto suceda a su alrededor y buena prueba de ello es que tardó bastante tiempo en volver a mirarme. Más tardó Laura en tener las mismas sensaciones pero los arrumacos de su amiga la llevaron por el mismo camino y su cerrar los ojos cuanto ésta introdujo la mano por debajo del short intentando alcanzarla el culo, así lo daban a entender pero, como ya he dicho, el pantalón era muy estrecho y apenas sí dejaba hueco para que la mano avanzase unos pocos centímetros en aquella dirección por lo cual cambió de opinión llevando la extremidad hasta el pecho de mi hermana quien se estremeció de placer nada más sentir el contacto. Existía entre ambas una compenetración tal que sabían exactamente qué hacer para que la otra sintiera el máximo de placer con el mínimo de esfuerzo, habían explorado sus cuerpos de forma sistemática y, según supe después, no sólo entre ambas sino también a solas y con otras compañías si bien la mayor parte de sus experiencias las habían tenido en común.
Sus besos fueron haciéndose más apasionados, ya las lenguas se aventuraban en las bocas contrarias estando sus cuerpos completamente pegados, las tetas aplastadas y comenzaban a meter las piernas entre las de la amante. Había muchos aspectos de aquellos contactos que a mí me eran por completo desconocidos, ellas estaban mucho más instruidas que yo en la sexualidad claro que yo en aquella época, fuera del onanismo, no había tenido otro tipo de relación si exceptuamos, varios años atrás, un cierto exhibicionismo con mis amigos cuando nos enseñábamos nuestros aparatos y hasta llegábamos a tocarlos pero nada más ni siquiera recuerdo que aquello me proporcionara el menor placer pues estoy hablando de los diez u once años. En ese aspecto estaba muy atrasado aunque no creo que mis amigos, a pesar de sus muchas baladronadas, hubiesen llegado mucho más lejos aunque en mí ayudaba de forma notable en mi impericia la timidez que me venía acosando desde que la cara comenzó a llenárseme de granos más o menos a los catorce años y alcanzando su culmen más o menos por aquella época o quizás un poco antes. Ya por aquel entonces parecían querer empezar a remitir pero aún tenía la frente llena de ellos sin que ninguna crema ni emplasto -y conste que me los puse de todo aquello que se pueda imaginar- hiciera el más mínimo efecto. Por todo ello era incapaz de comprender que aquellas dos muchachas sintieran placer al restregarse los muslos por la entrepierna aunque puede que ni siquiera supiera dónde sentían las mujeres más placer claro que no tardé mucho en aprenderlo y bien que me sirvió en el futuro.
Laura había desabrochado la cremallera del short de mi hermana para poder introducir mejor la mano hasta su precioso trasero y ella facilitó la operación poniéndose casi de costado a la vez que comenzaba a desabotonarla la blusa con dedos impacientes para, una vez conseguido su propósito, dejar sus dos medias sandías ante mi vista, la de la cámara y la suya que era la que la interesaba si bien acerqué el zoom para tener un primer plano de las mismas mientras Mónica las amasaba con una dulzura propia de alguien que está profundamente enamorado y yo empalmado a más no poder, dudaba que pudiera seguir todo el proceso sin antes hacerme una paja pero sabía que no podía dejar la cámara grabando mientras me masturbaba pues ella no sabía dónde enfocar y no me servía un plano general, quería tener detalles, detalles de sus piernas, de sus besos, de sus tetas y, ahora, de su lindo coñito pues Laura, con un brusco movimiento, había bajado el pantalón de su amada y allí estaba el vello púbico de mi hermana ante la cámara y, cuando se acabó de quitar los pantalones sin otra ayuda que la de sus piernas, abrió éstas y pude grabar sus labios y la mano de su querida comenzando a acariciar aquella parte de su anatomía muy lentamente mientras en su rostro se reflejaba el placer que estaba sintiendo abandonándose a él durante unos instantes pero volviendo a su amiga, a su senos que besó delicadamente para, al poco, comenzar a chuparla los pezones ante su deleite si bien ella no dejó de pasar la mano por el clítoris con suavidad, como preparando el terreno y fue entonces cuando vi por primera vez los jugos de una hembra si bien, a través del blanco y negro del visor, apenas sí se notaban pero ahora tengo delante la grabación y puedo atestiguar que eran abundantes... La verdad es que, entre el relato de los hechos y la contemplación de los mismos, no sé si podré continuar sin antes desahogarme, es demasiada la tensión a la que estoy sometiendo a mi organismo... Pero continuemos.
Laura comenzó a meterle el dedo por la vagina pero muy poco, apenas unos dos o tres centímetros casi como con miedo mientras Mónica aumentaba la frecuencia de sus lametones pasando de un pezón al otro hasta que, por fin, cuando el mete y saca de su amante empezó a incrementarse, se quedó sólo en uno. Ambas parecían en éxtasis y era tanto el placer que se producían que, al poco, ambas casi al unísono, llegaron al orgasmo pero no iban a pararse allí, habían empezado y querían continuar completamente enterrado el recuerdo de mi presencia con la cámara mientras a mí comenzaba a dolerme el hombro por tanto tiempo soportando aquel peso pero era un dolor que soportaba con gusto.
Cuando parecieron haber descansado de su primera culminación, volvieron nuevamente a besarse pero ya directamente buscando la lengua de la otra no tardando en desnudarse completamente, ya las molestaba cualquier estorbo, ya las daba exactamente igual si estaba delante o no, si la cámara estaba funcionando o estaba apagada, una vez metidas en faena todo les era indiferente poniéndose de pie en toda su espléndida desnudez, una desnudez que no hacía sino exasperar a mi miembro por cuanto aquello superaba a cuanto pudiera haber imaginado hasta el presente, dos muchachas tan guapas besándose, acariciándose, lamiéndose sin importarlas nadie excepto ellas, dos muchachas a quienes en más de una ocasión había tenido en mis fantasías onanistas pero nunca juntas, mi imaginación entonces no daba para tanto y veía cómo las manos recorrían toda la anatomía de la amada así como los labios y, en un momento determinado, Mónica, empezando por los labios, continuó besándola todo el cuerpo, sin olvidarse de nada, hasta llegar al no menos bonito coño de su amiga el cual comenzó a chupar mientras ésta apenas sí podía hacer otra cosa que acariciarla los cabellos sintiendo aquella lengua recorrer todos sus recovecos intentando entrar hasta lo más profundo de ella y dejándose llevar por oleadas de una voluptuosidad que ella llevaba a las más altas cimas del goce, a un orgasmo como yo nunca había sospechado que se podía alcanzar.
Al terminar, tomó, por primera vez desde bastante tiempo atrás, conciencia de mi presencia y enrojeció violentamente como asustada por aquella expansión de sus sentidos pero no podía parar, luego de aquellas violentas convulsiones, debía hacer lo propio con su amiga pero, en esta ocasión, la hizo ponerse a cuatro patas y comenzó a acariciarla el ano para, acto seguido, introducir su dedo cuanto podía a la vez que la acariciaba las tetas, unas tetas en las cuales ya me gustaría a mí poder hacer lo propio y mi hermana culebreaba de gusto, aquello era inaudito para mí, nunca pensé que a alguien, si exceptuamos a los gays, le pudiera gustar que le metieran un dedo por el culo pero era evidente que a mi hermana sí le gustaba y Laura era consciente de ello y allí estuvo mucho tiempo a la vez que, haciendo un violento escorzo, comenzaba a mamarla las tetas tal que si una Rómula fuera sin dejar el metisaca y Mónica se dejaba llevar adelante, seguir en aquella posición hasta que un nuevo orgasmo la hizo tumbarse sobre el sofá.
Supuse que con esto ya habrían terminado, llevaban más de media hora -sólo he relatado lo más importante de cuanto hicieron pues, en caso contrario, hubiera necesitado un volumen de páginas similar al de todo este volumen- amándose pero a ellas no les pareció suficiente. Laura se había echado sobre mi hermana como tomándose un respiro pero sin por ello dejar de pasar la mano por su espalda dejando que sus pechos se aplastasen contra Mónica quien parecía totalmente exhausta pero no tardó mucho en volver la mano hasta alcanzar el culo de su amante donde la dejó displicente durante unos segundos, no muchos por cuanto enseguida la retiró y se dio la vuelta. Nuevos besos, nueva exploración de las bocas, nuevas caricias y chupeteos pero no tardando en encontrar la posición que más las apetecía que fue formar un "69" con Laura encima comenzando a lamerse frenéticamente hasta que un nuevo orgasmo, quizá más violento que los anteriores, las sacudió espasmódicamente casi al unísono y, al fin, quedaron derrengadas la una sobre la otra sin cambiar la posición.
Por fin, o esa era la impresión que tenía, habían acabado y mi pene, a pesar del cansancio de casi tres cuartos de hora de grabación -la he cronometrado- con aquellos kilos sobre el hombro, estaba en erección completa. Había que bajar aquella inflamación y yo tenía quien me lo hiciera:
-Laura
-¿Qué?
-Ven.
Me había sentado en uno de los sillones descansando. Laura, creo que sin recordar muy bien cuál era su situación, se acercó hasta mí en su espléndida desnudez sin recatarse lo más mínimo y, cuando estuvo a mi lado:
-Hazme una paja.
-¿Cómo?
-Ya lo has oído, me habéis puesto a cien así que te ha tocado, hazme una paja.
Me miró a los ojos como no comprendiendo lo que la había dicho:
-Espero no tener que repetírtelo o sabrás cómo me las gasto.
Lentamente, comenzó a agacharse. Sí, sí me había comprendido pero era obvio que aquello no parecía entusiasmarla si bien no tardó en sacarme la verga que, todo hay que decirlo, no la tengo mal dotada precisamente, y, con cierta timidez, comenzó a acariciarla. Bien sabía lo que tenía que hacer lo cual, pensé más tarde, demostraba que no era al primero que se lo hacía pero eso no me preocupaba entonces sino el gusto que me dio en cuanto metió la mano por la bragueta y me la tocó para sacarla, fue un estremecimiento muy superior al de aquella tarde quizá porque estaba mucho más excitado que entonces. Yo, pobre de mí, lo único que hice fue echarme para atrás en el sillón y dejar que hiciera su trabajo sin que se me ocurriese probar otra cosa dejando que ella marcara el tiempo y a fe que lo hizo a maravilla pues, entre la mucha excitación y el sabio menear, no tardé en echar un gran chorro de esperma que fue a estrellarse en su pecho ante, supongo por cuanto tenía los ojos cerrados, disgusto suyo pero no por ello dejó de agitar el manubrio hasta que yo la indiqué lo contrario aunque no por ello se movió de mi lado, ya he dicho que había aprendido rápidamente la lección e incluso observé con los ojos semicerrados aún por el placer cómo le hacía un gesto a mi hermana cuando ésta intentó empezar a vestirse para que no lo hiciera. Era una auténtica esclava en potencia.
-Ahora, hermanita -dije cuando me hube recuperado-, vamos a resolver una cuestión que tenemos pendiente.
Ella me miró asombrada, no parecía recordar nada pero a mí no se me había olvidado, no estaba dispuesto a tener que razonar todas las órdenes que las diese pues, en tal caso, terminaría por reírse de mí incluso con la amenaza de la grabación que aún no había utilizado:
-Túmbate sobre ese sillón boca abajo.
Me miró sin entender nada y sin moverse de su sitio:
-¡¿Estás sorda, puta?! ¡¿O quieres que me enfade de verdad?!
Ante mis gritos y mi insulto no tardó en reaccionar colocándose como la había ordenado:
-Vas a aprender a no discutir ninguna de mis órdenes.
Y, mientras decía esto, me levanté con la zapatilla en la mano y, sin más preámbulos, la azoté con todas mis fuerzas en su trasero:
-¡¿Qué haces?!
-A ver si lo adivinas.
Y, sin darla tiempo a reaccionar, la sacudí otra.
-¡Basta! -gritó mientras se daba la vuelta dispuesta a no recibir ni uno más de mis golpes, bien estaban los cachetes que la había dado por la tarde pero ahora la zapatilla se había marcado claramente en su trasero.
-Vale, como quieras, no quieres ser mi esclava, ¿verdad?
-No, en absoluto, no quiero.
-Muy bien, por mí no hay problemas aunque no creo que lo que yo pueda hacerte pueda compararse a lo que te harán papá y mamá cuando les enseñe la cinta que os he grabado. Y lo peor de todo es que, cuando la vean, también se la enseñarán a los padres de Laura que, la pobre, no tiene culpa de nada.
Eran los güisquis, no me cabe la menor duda, en condiciones normales probablemente hubiera cedido pero las copas me enervaron, me hicieron decir cosas que nunca hubieran salido de mi boca por mucho que las hubiera tenido en la mente.
-¿Para eso la querías?
-¿Tú qué crees? De la otra forma puede que no me hubieran creído pero así no les quedará la menor duda.
-Anda, Mónica, por favor, aguanta un poco.
Su amiga estaba literalmente muerta de miedo, a pesar de sus diecinueve años tenía más miedo a su padre que un chiquillo y a fe que era merecido si bien ya hablaré al respecto si lo creo oportuno.
-Pero es que me hace mucho daño.
-No haber desobedecido mis órdenes.
-¿Y será esto todo lo que me pegues?
-Si me empiezas a obedecer y te diriges a mí siempre diciendo "amo", puede que no te pegue muy a menudo pero debes saber que eres mi esclava y que debes estar siempre a mi disposición.
No lo he dicho hasta el presente pero ya entonces en Internet existían cuentos eróticos y los que más me llamaban la atención eran lo de sumisión, de ahí mi lenguaje:
-Está bien -dijo después de pensárselo unos segundos- pero procura no pegar muy fuerte.
-Pegaré como me dé la gana y cuantas veces me apetezca y no me has llamado "amo".
-¡Vale! Pero te aseguro que, cuando acabe esto, te vas a acordar de mí, amo.
Y volvió a darse la vuelta ofreciéndome en aquella posición, echada sobre el brazo del sillón, no sólo su culo sino también su coño aún virgen. El primer azote fue apoteósico, mucho más fuerte, si era posible, que el primero y, aunque no se quejó, noté cómo todo su cuerpo se estremecía por el mismo. Seguí al mismo ritmo durante otros cinco o seis golpes sintiendo cómo, a pesar de no abrir la boca, comenzaba a llorar lo cual hacía que me excitara más aún y mis golpes se recrudecieron empezando a darle en la vagina cuando ella no pudo resistir los quejidos pero siempre muy bajos. Debería haberla dado dieciocho o más zapatillazos cuando una idea me pasó por la mente:
-Esclava -me dirigí a Mónica quien también había comenzado a dejar caer algunas lágrimas por su amiga-, esta puta merece un castigo mayor y yo ya estoy cansado así que dale tú otros cinco azotes pero procura que esté yo contento de ellos porque si veo que no se los das suficientemente fuerte, serás tú quien los recibas triplicados.
Me miró con los ojos como platos: ¿cómo era posible que ella pudiera pegar a la persona a quien más amaba en el mundo, a una persona, además, que ya no podía aguantar los sollozos, unos sollozos que, por otra parte, a mí me encantaban por cuanto intuía que con ellos estaba dando los últimos coletazos a su rebeldía?
Pero no dudó, en cuanto me dirigí a ella con la zapatilla en la mano, se levantó de su sillón, cogió el improvisado instrumento de tortura y con él se dirigió hacia su amante aunque, una vez estuvo ante ella y ver cómo tenía las nalgas, pareció pararse y mirarme como suplicándome con lo ojos:
-No necesitas que te dé autorización para ello -quise ayudarla, que no pudiera pensar que yo creía que se estaba retrasando a propósito-, empieza ya, esclava.
El primer golpe, aunque fuerte, no lo fue mucho.
-Este no te lo voy a contar porque es el primero y tampoco se lo voy a descontar a esa puta pero quiero que la des con todas tus fuerzas y algo más abajo. Venga, deprisa que me estoy cansando.
El segundo, que era el primero, ya fue más de mi agrado. Estaba completamente excitado nuevamente, parecía que aquel día mi pene no quería parar a pesar de los dos alivios que le había proporcionado.
-Bien, pero un poco más abajo aún.
Me miró un tanto sorprendida por cuanto sabía dónde quería que la golpease pero no dudó en propinar el siguiente zapatillazo donde yo pretendía y lo mismo hizo con los tres siguientes.
-Muy bien, putita, dije cuando hubo terminado, ahora te mereces un premio. Ven aquí.
Ella se acercó obediente, como si se hubiera estado preparando durante sus diecinueve años para ser mi esclava, la hice sentarse a mi lado y comencé a acariciarla todo el cuerpo pero sin el más mínimo método, quería en poco tiempo recuperar todas las pajas que me había hecho en su honor, conocer aquel cuerpo lo más rápidamente posible y he de decir que me encantó. Por fin me había atrevido y mi hermana, aún en su posición, no dejó de observarnos en todo momento todavía con lágrimas en los ojos y con algún sollozo ocasional agitando su pecho. Fue algo muy rápido por cuanto estaba increíblemente excitado y, cuando ya la había sobado bien las tetas, el culo y todo el resto del cuerpo, la dije:
-Ahora, chúpamela.
No tuvo mucho trabajo, casi me corrí cuando me tocó para sacármela y fue tanto el placer que sentí cuando la noté en su boca y estaba tan fuera de mí que me corrí en pocos segundos aunque tuve ocasión de advertirla:
-Métetelo todo en la boca, no dejes caer ni una sola gota.
Cuando concluí:
-Ahora, besa a esa puta y métela todo el semen en la boca, que ella tenga también parte de mí.
No la costó mucho obedecerme y, ante los gestos de asco de Mónica, la introdujo los restos de leche que yo le hice tragar:
-Muy bien, ahora estoy cansado y me voy a dormir. Recoged todo esto y, cuando esté todo bien colocado, os vais a dormir. Esto no ha hecho más que comenzar así que descansad bien, que mañana os espera un buen día.
Dicho y hecho, me fui a mi habitación no sin antes, como debía ser preceptivo, me acerqué para que me besaran en la polla y me procuré llevar la cinta que aún continuaba dentro de la cámara y que ninguna tuvo la suficiente inteligencia para intentar coger. Supongo que, entre las dos, de haberlo querido, podrían haber intentado arrebatármela pero creo que estaban ya lo suficientemente dominadas por mí para no atreverse a ello, al fin y al cabo tampoco les había hecho tanto y bien podían pensar que era eso lo que las esperaba en los siguientes días pero debían comprender que yo era un novato en estas lides aparte de bastante tímido, me iba a costar adaptarme a la nueva situación pero terminaría por conseguirlo y hacer realidad una parte considerable de mis fantasías.