El chabolista del puerto.
Habían pasado varios días desde que me habían sorprendido y follado en la fábrica abandonada, el día que había salido del puerto sin tener suerte a la hora de conseguir trabajo.
Habían pasado varios días desde que me habían sorprendido y follado en la fábrica abandonada, el día que había salido del puerto sin tener suerte a la hora de conseguir trabajo. Pero por suerte, al día siguiente había encontrado trabajo en el puerto; era en una descarga de pescado congelado, con la que al menos tendría trabajo para 7 u 8 días; por lo que no tuve necesidad de recurrir a lo que me había dicho aquel hombre que me había sorprendido y prácticamente violado; aunque hubiera sido una violación consentida, y hasta placentera e incluso deseada por mi parte; en aquella fábrica abandonada. Estaba recordando el placer que había sentido cuando me dio por el culo y lo rico que sentí cuando eyaculó dentro de mí culito. No fue como el día que me desvirgaron; ese día había sentido como eyaculaban dentro de mi culo, notaba como iba descargando el semen dentro de mí; pero sí había sido muy placentera esa nueva follada de mi culito.
No aceptaba mi homosexualidad; prefería pensar que era bisexual; pero la realidad se iba imponiendo cada día que pasaba. Me había gustado que me dieran por el culo, y cada vez era más evidente que lo que me excitaba y me calentaba de verdad, eran las pollas. Cada vez que veía una revista pornográfica, lo que buscaba y me ponía a 100, era ver las pollas de los tíos. Deseaba tocarlas, mamarlas, y que me abrieran el culo con aquellas pollas, eso era lo que realmente me excitaba de verdad, no podía negarlo, aunque quisiera reprimirlo. Podía tratar de engañarme, pero la mente siempre volvía con aquellos pensamientos lujuriosos, y cada día que pasaba, las ganas de que alguna polla me diera por el culo eran mayores.
Aquel día estaba en la hora de la comida; parábamos una hora para comer; empezábamos a trabajar a las 8 de la mañana, y terminábamos a las 7 de la tarde; solo parábamos esa hora para comer algo. Yo cómo la mayoría de la gente, lo hacíamos en el bar del puerto, o en el bar de la cooperativa. En esos días lo hacía en el bar de la cooperativa, ya que me quedaba más cerca del trabajo. Sumido en mis pensamientos; estaba recordando la noche que me sorprendió en aquella fábrica abandonada, aquel pedazo de macho y el susto que había llevado. Recordaba la follada que me había dado, y me estaba poniendo cachondísimo; tenía la polla tiesa a más no poder, recordando aquello. Lo que no terminaba de convencerme fue lo que me había dicho al final; tener que compensar por ayudarme a conseguir que el chabolista me diera trabajo; que estaba seguro le iba a gustar mí culito. Una cosa es que pongas el culo porque te gusta, pero otra muy distinto es tener que ponerlo para poder trabajar; yo sería todo lo maricón que quisieran, pero aquello me sonaba a prostitución.
Sumido en esos pensamientos, cuando de repente noto cómo una mano me zarandea; ¿eh, no saludas a los amigos?
Miré a la cara de la persona que me zarandeaba cuando al reconocerlo, me empecé a ruborizar y poner colorado y sentir una tremenda excitación. Hola, le contesté.
¿Hola, Solo dices eso?
¿Llevo 3 días esperando tu visita, y solo me dices hola? Pero bueno, ya veo que has conseguido trabajo.
¿Qué estás, en la descarga del congelador?
Sí, empecé el martes.
¿Para cuantos días tenéis trabajo?
Creo que para 7 u 8 días, eso es al menos lo que me dijeron.
Pues ya le he hablado de ti a Pedro, el chabolista del que te hablé, y cuando termines aquí, puedes hablar con él, que seguro tiene algo para ti.
Anda mira, hablando del “Papa de Roma, por la puerta se asoma”.
Espera que te lo voy a presentar.
Se fue hacia una persona que estaba entrando por la puerta en esos momentos, y trayéndolo por el brazo junto a mí, nos presentó.
Mira Pedro, este es Dani, el chaval del que te hablé el otro día. Estos días está en la descarga del congelador, pero ya le he dicho que cuando termine ahí, vaya a hablar contigo.
Me dio la mano mientras con sus ojos me escrutaba todo el cuerpo.
Encantado, dijo el tal Pedro, ya me comentó Fernando de lo bueno que eres, y de lo que necesitas.
Podemos sentarnos un momento y le dices donde tiene que ir para hablar contigo, dijo Fernando.
Cogieron 2 sillas y se sentaron en la mesa en la que me encontraba, quedando yo pegado a la pared y rodeado por ambos. Fernando estaba a mi costado, y el chabolista quedaba justo enfrente de mí.
En menos de 5 minutos ya me había dicho donde quedaba la chabola, y que era a donde tenía que ir para hablar con él. Puedes acercarte esta tarde cuando terminéis la descarga, y te comento en lo que consiste el trabajo y que día puedes comenzar.
Me estuvo explicando más o menos en lo que consistía el trabajo, luego me dijo que él era portugués, por eso era el acento que tenía al hablar, etc. Etc. Etc.
En esos momentos Fernando muy disimuladamente ponía su mano sobre mi entrepierna, para con todo sigilo, empezar a magrearme la polla.
¡Uy, veo que estás empalmadito!
¿seguro que estás deseando una buena follada, ¿verdad?
¿Si tienes así de empalmada y dura la pollita, seguramente que tienes el culito ardiendo y deseando comerse una buena ración de polla, verdad mariconcito?
¡Me tienes loco por volver meter mí manguera en tu culito, y apagar ese fuego que despides por él!
Cada vez estaba más ruborizado, y no sabía cómo salir de aquello. Por un lado, me moría de vergüenza, por otro cada vez me notaba más excitado y con tremendos deseos de que aquel tipo me bajara los pantalones, y me clavara la polla en el culo. Deseaba volverme sentir empalado por la polla de aquel macho.
Gracias a que el tiempo que me quedaba ya era mínimo, les dije que ya me tenía que ir a empezar a trabajar.
Bueno dijeron ambos, quedamos en vernos cuando termines. Y ambos se levantaron, dejándome salir.
Antes de salir del bar, fui a los aseos para mear antes de comenzar el trabajo. Estando en los urinarios Entró el chabolista. Poniéndose a mi espalda, echó su mano a mi polla que estaba empalmada por lo que me costaba trabajo mear, y rozando su paquete en mi culo, me decía, deja que vea que pollita tienes, y cómo estás de caliente, ¡uuuuuummmm, sí que estás calentito! Mira cómo me has puesto la polla, me decía mientras se restregaba a mi culo.
Noté que tenía una tremenda erección, ¡joder, menudo paquete notaba restregándose en mí culo, aquel portugués debía tener una tremenda polla! ¡uuuuuuffff!, aquello me excitaba, y me ponía más caliente todavía.
Terminé de mear, y le dije que tenía que irme. Me dejó guardar la polla, mientras tanto con su mano me sobaba el culo. ¡Me gusta tu culito, quiero saborearlo y poseerte, ya verás cómo tu y yo, disfrutamos y hacemos buenos negocios!
Salí del bar de la cooperativa, y me fui a seguir con el trabajo en la descarga del congelador.
Toda la tarde estuve dando vueltas a los pensamientos que me acechaban, no lo tenía nada claro, aquello no terminaba de gustarme. Pero, por otra parte, estaba deseando que me volvieran a dar por el culo, y precisamente aquel día estaba caliente, y andaba más salido que una jauría de perras en celo. Recordaba aquel tremendo bulto restregándose en mi culo, y me excitaba a la vez que me daba algo de temor la polla que pudiera tener aquel portugués.
Llegaron las 7 de la tarde, y la jornada tocaba fin hasta el próximo día a las 8 de la mañana. Solo tenía que cambiarme de ropa, luego ducharme al llegar a casa, ya que allí los que éramos eventuales, no podíamos ducharnos, solo había duchas para el personal fijo. Así que una vez me hube cambiado, marchaba para mi casa.
Antes de salir del puerto, recordé que había quedado con el chabolista, cosa que se me había olvidado por completo. Así que sin muchas ganas ni estar convencido de todo, me dirigí hacia la chabola. No sabía que disculpa inventar y poder librarme de él, al menos hasta que terminara el trabajo en la descarga del congelador. Así tendría más días para pensarlo y tenerlo algo más claro.
Cuando llegué a la chabola, esta ya se encontraba abierta, allí estaban esperándome Fernando y Pedro el chabolista.
Ambos me saludaron, y preguntaron que tal me había ido la jornada. Bien les contesté, agotado y con ganas de llegar a casa y poderme duchar. Que pasa, ¿no os dejan duchar después de acabar?
No, les contesté, solo lo puede hacer el personal fijo.
Bueno, pasa y te enseño la chabola, y más o menos lo que tendrías que hacer. Además de aquí, algunas veces hay que ir al barco y ayudar a arranchar el barco. Eso suele consistir en recibir y colocar los víveres, llevar o traer algún aparejo, el material que hiciese falta, o simplemente vigilar que no entre nadie en el barco sin autorización, etc.
Pedro me iba enseñando la chabola, que más que nada parecía un almacén con todo tipo de material para poder surtir a los barcos del armador. Había desde ropa de trabajo, ropa de camas, colchones, menaje de cocina, víveres, aparejos, en fin, que allí había de todo. También tenía una pequeña oficina y aseo y ducha.
Fernando se había quedado en la entrada, hasta que en un momento apareció junto a nosotros. Listo le dijo Fernando a Pedro el chabolista. Bien quédate y síguele enseñando a Dani la chabola y el trabajo que aquí se realiza.
Fernando siguió enseñándome todo, hasta que llegamos donde estaba el aseo y la ducha. Allí empezó a meterme mano y abrazarme, diciéndome que quería volver a follarme.
¡Me vuelves loco, mariconcito! Muero de ganas por ponerte en pelotas, y follar ese culito que tienes.
Me tenía rodeado por la espalda con sus brazos, e iba magreándome por todas partes. Con la boca me mordía la nuca, parte del cuello y orejas, mientras con sus manos agarraba mi polla y huevos sobándolos por encima del pantalón.
¡Quiero meter de nuevo mi polla en tu precioso culito, y estar d nuevo dentro de ti, para inundarte de semen este culito, que me vuelve loco!
¡Anda, dime que estás deseando que te dé por el culo, anda pídemelo maricón!
¡Dime que deseas que te preñe este culito!
Joder, estoy cansado, y necesito darme una ducha y relajarme, mejor dejarlo para otro día.
No, no mariconcito, no puedo dejarlo, me tienes los huevos que reviento, hoy vas a ser mío como Fernando me llamo.
Estaba empezando a desabrocharme el cinturón del pantalón, y me seguía teniendo aprisionado con sus brazos por la espalda. Ahora ya empezaba a desabrocharme el pantalón, hasta que consiguió bajármelo, para luego bajarme el slip, y llevar ambos hasta los tobillos.
Mira, si ya tienes la pollita dura y empalmadita, me decía mientras acariciaba la misma.
Se que lo estás deseando, maricón, mueres de ganas por que te vuelva a dar por el culo. Si hasta estás temblando, ¡sí que me saliste bien maricón! Luego fue subiendo sus manos por mi vientre, llevando con ellas la camiseta hasta conseguir sacármela por la cabeza. Una vez la hubo sacado, la tiró al suelo, me dio la vuelta, y se apoderó de mí boca, metió su lengua en mi boca, como si le fuera la vida en ello, me dejaba casi sin aliento ni poder respirar. Me saboreó por todas partes, me fue lamiendo hasta llegar a mis pezones, para empezar a mordisquearlos, ¡ay maricón, me vuelves loco!
Yo ya no paraba de jadear y gemir con aquella avalancha de caricias que estaba recibiendo, sin poder apenas defenderme. Pero aquel macho era mucho más fuerte que yo, y la calentura y excitación que iba creciendo en mí, me iba haciendo claudicar, ¡aaaaaahhhh, no, no, para por favor, aaaaaaahhh!
Calla, que sé que lo estás deseando, me decía cuando me sacó los zapatos. Levantándome con uno de sus brazos, terminó por sacarme el pantalón y slip. Ahora ya me tenía completamente desnudo, anda saca mi polla y ve desnudándome, que quiero poseerte y descargar toda la leche que tengo en los huevos, para este culito que me vuelve loco.
Me bajó al suelo, y sin dejar de abrazarme, fui desabrochando aquella funda que llevaba puesta; era un buzo de trabajo como le llamamos aquí, consiste en una funda de una sola pieza, con una cremallera que va desde la polla hasta el cuello; tiré por la cremallera hasta llegar a la altura de la polla, y en cuanto llegó, la polla ya salió disparada; no llevaba nada más debajo de aquella funda; así que nada más salir, la agarré con mis manos, empezando a acariciarla, sobarle los huevos, mientras él, sacaba una de las mangas, para luego ir dejando caer la funda al suelo. Terminó de sacarse la otra manga, y la funda calló por su peso al suelo,
Con sus manos me agachó, metiendo su buena polla en la boca, ¡anda, mariconcito,
¡Abre esa boquita, y traga la polla que te va a hacer feliz!
Abrí la boca, y al introducir aquella polla que tenía delante de mí boca, noté que el glande lo tenía todo baboso; era el precumen que ya le asomaba. Al principio me dio algo de reparo, pero al notar aquel sabor y como resbalaba al entrar en mi boca, una sensación de placer y lujuria Me hizo estremecer todo el cuerpo. Aquella sensación me había recorrido por todo mi cuerpo, poniéndome los pelos de punta, y la piel de gallina.
¡Joder, hasta por los huevos y el culo notaba que una especie de corriente subía por mis entrañas! Aquello me hizo temblar y una sensación de que las piernas se me doblaban, y no me daban aguantado. Me sujeté con más fuerza a sus caderas, e involuntariamente tragué su polla hasta lo más profundo de mi garganta. Casi me ahogo, por lo que tuve que sacar la polla de la boca y coger aire. Me había traspasado la campanilla, y me abría la boca en arcadas; hasta los ojos me lloraban.
Tranquilo maricón, ve despacito, no tengas prisa. Ya sé que estás desesperado y que mueres de ganas por mi polla, pero no quiero que mueras atragantado. Anda déjame ver como tienes este culito de caliente, me decía mientras llevaba una de sus manos a mi culo, y con uno de sus dedos, fue buscando mi esfínter, para poco a poco irlo introduciendo dentro.
¡Uy, mariconcito, ya tenemos tu culito ardiendo! Mira cómo se abre al notar mi dedito.
¿Lo estás deseando, ¿eh? Estás deseando que mi polla te lo perfore de nuevo. Pues tranquilo que tus deseos serán cumplidos.
Hoy tu culito va a quedar bien satisfecho, hoy sí que va a quedar bien desvirgado. Hoy va a recibir su plena confirmación, te lo vamos a dejar suavizado y listo para follar lo que quieras. Hoy te vamos a dejar bautizado este precioso culito para toda la vida.
¡Así, maricón, así, abre bien la boquita y traga esta polla que te va a hacer gozar y hacer feliz esta noche! ¡Así, uuuuuuummm, así, trágala toda!
Aquel cabrón no paraba de empujar mi cabeza, y aquella polla me estaba traspasando la campanilla. Los ojos no paraban de llorarme, y la sensación de ahogo me hacía babear y abrirme en arcadas.
Cuando aflojó un poco, pude sacar la polla de la boca, y respirar profundamente.
¡Joder, me estás ahogando! Déjame respirar un poco, por favor, que ya no puedo más.
Dejó que me incorporara, y sujetándome por el brazo, me llevó hacia donde estaba la ducha. Abrió la puerta, y me dijo, ven que vamos a darle alegría a este culito que muere de ganas de que lo follen.
Me metió como si fuese un muñeco, y poniéndome en el plato de la ducha, colocó mis manos en la pared de azulejos, luego cogió una pastilla de jabón que allí había, y empezó a pasarlo por mi culo. Una vez me hubo enjabonado toda la raja del culo, con una mano en mi nuca, para sujetarme contra la pared, empezó a pasar la otra por mi culo, e ir introduciendo uno de sus dedos, luego de un rato empezó a meterme otro. Gracias al jabón que me había pasado, la introducción de los dedos resultó más fácil y sencilla de lo que esperaba, ¡ooooooohhhh, empecé a gemir! Aquello me hizo estremecer y dar un pequeño respingo.
Tranquilo maricón, relájate y no aprietes el culo. Afloja, y deja que mis dedos te vayan abriendo el culito un poco.
Así, así, relájate, y gime, que ahora te voy a meter mi foronga y te va a regar el culito de leche.
Noté como colocaba la cabeza de su polla en la entrada a mi ano, y a la vez que tiraba de mis caderas y me ordenaba inclinarme un poco, de una estocada, me dejó empalado en aquella polla.
Di un respingo mayor, a la vez que gritaba, ¡aaaaaaaahhhh!
Ya, ya está, ahora relájate y no te muevas, deja que se acostumbre y se vaya abriendo tu culito.
Se pegó todo lo que pudo a mí, y colocando su polla y pies para empezar a culearme, con sus manos en mi polla y huevos, los empezó a acariciar, manteniéndome el culo pegado a su pelvis y huevos, a la vez que con su boca me mordía la oreja y nuca.
Me susurraba al oído, ¡ooooooohhhhhh, ¡cómo me gustas mariconcito, tienes un culito muy caliente y apretadito! ¡te lo voy a preñar de lechita, para que no sufras!
Poco a poco empezó a mover sus caderas, y la polla poco a poco se iba deslizando dentro de mi culo.
¡Joder, que bueno estás maricón, aaaaaaaahhhhhh, que culito divino tienes!
¡Como me gustas, maricón, pero como me gustas! Me decía culeándome cada vez más rápido.
¡Te voy a preñar el culito, maricón, te lo voy a dejar preñado con mi lechita!
Llevaba más de 15 minutos dándome por el culo, y cada vez lo hacía con más fuerza, hasta que con sus manos me levantó en el aire, y pegándose más a mí, empezó a correrse, ¡ooooooooohhhhhh, maricón, me corro, me corro, ooooooooohhhh!
Yo no paraba de dar gritos de placer, y cuando me levantó en el aire, los gritos ya eran un gemir y llorar continuo, ¡ooooooooooooohhhhhh, por favor, ooooooooohhhh!
Aquello me hacía delirar, era un placer tan grande el que estaba sintiendo, que hasta me hacía llorar por el gusto que estaba recibiendo.
Cuando por fin me puso los pies de nuevo en el plato de la ducha, las piernas se me doblaron, y si no llego a estar agarrado por él, me hubiera caído al suelo. Las piernas me temblaban y la polla no paraba de gotearme semen.
Estábamos sudando a más no poder, y la respiración era un jadear continuo. El corazón estaba funcionando a tope de revoluciones.
Cuando recuperamos un poquito la respiración, sacó su polla de mi culito, me empezó a morder la nuca, luego el hombro y cuello, para luego agarrar mi cabeza con sus manos, e inclinándome la misma, empezó a morderme los labios, luego metió su lengua en mi boca, lamió los labios, jugaba con mí lengua, la succionaba. Y de repente, sonaban unos aplausos, y se escuchaba la voz del chabolista, Pedro, decir, maravilloso, maravilloso, ha estado maravilloso. Nos giramos y miramos hacia la puerta, y allí estaba el chabolista, en pelota picada, dando aplausos con una sonrisa en su cara, y decir maravilloso, maravilloso.
¡Dios! El tipo estaba imponente, tenía un cuerpo espectacular, y la polla tiesa a más no poder.
Y que pedazo de polla, era grande de verdad, pero lo que asustaba, era el grosor de aquella polla, ¡dios! Era más gruesa que una de mis muñecas. Si aquello entraba en algún culo, al que le entrara, le iba quedar un buen boquete. Era como si metiera mi mano y muñeca.
El chabolista se acercó a mí, cogiéndome las manos, las llevó a su tremendísima polla, agárrala. La agarré con las manos, empezando a menear aquel inmenso pollón.
La vista no se me iba de semejante polla, estaba alucinado con aquella tranca, y además estaba dura como una roca. Él se fue abrazando a mí, y empezó a besarme por toda la cara, metía su lengua en mis orejas, con sus dedos jugaba con mis pezones, los pellizcaba, luego fue bajando hasta mis caderas, y con sus manos acariciaba mi culito. Yo estaba hipnotizado mirando aquella polla; no se me iba la vista a otro lado. Se pegó más a mí, me empezó a morder los pezones, luego los lamía, y fue subiendo hasta llegar al cuello, donde empezó a mordisquearme y abrazarme más fuerte a su pecho.
Seguía mordisqueándome el cuello, cuando me susurró al oído, ahora que ya estás preparado, quiero entrar en este culito.
No, no, eso no me va a entrar, le dije temblando.
No tengas miedo, ya verás lo delicado que voy a ser, ya verás cómo sí te va a entrar, y no vas a sentir ningún dolor.
Pero, pero, tartamudeaba yo.
¡Chiiisss! dijo, no tengas miedo que no te va a pasar nada, y verás cómo lo vas a gozar, va a ser el mayor placer que nunca hayas sentido.
Me soltó un momento, se agachó para coger una cajita de crema, o algo parecido, la abrió, con los dedos cogió un poco de aquella crema, me giró, y metió los 2 dedos en mi ano. Así, me decía a la vez que me iba untando de aquella crema con sus dedos, así, iba diciendo mientras metía y sacaba los dedos y esparcía aquella crema por mi ano.
Ya lo tienes bien abierto, ¡mira que bien entran mis dedos!
Anda, ven y abrázate a mi cuello y deja que te vaya guiando.
Con un susto que se me veía en la cara, y un miedo que me hacía temblar, dejé que llevara mis brazos y los apoyara en sus hombros. Anda abrázame con tus brazos el cuello, me decía mientras me volvía a morder el cuello.
Yo no paraba de temblar, y no sabía si era por el miedo que sentía, o eran los mordiscos que me iba dando por el cuello.
Echó sus manos a mi culo, y levantándome, me dijo que le rodeara con mis piernas su cintura y me quedara así a horcajadas sobre él.
La verdad es que me levantó como si fuera un muñeco de papel. Una vez me tenía en sus brazos, fue colocando la cabeza de aquel tremendo pollón en la entrada a mi ano, y abriendo mi culo con sus manos, me iba bajando sobre aquella polla.
¡Dios! Tenía el glande en la entrada a mi ano, y aquello no daba entrado ni un poquito.
Relájate y respira lo más profundo que puedas, me dijo.
Así lo hice, y cuando estaba expulsando el aire de mis pulmones, con sus manos abrió más mi culito, dejando que me cayera un poco, movió su pelvis, y me metió casi la cabeza del glande.
¡Ay, grité al notar como aquello abría mi culo! Había notado un tremendo pinchazo en mi esfínter, y un tremendo dolor me había recorrido la espina dorsal.
Noté que aquella polla me había desgarrado el ano.
Ya, ya, tranquilo que ya ha pasado, me decía. Ahora sigue relajándote, y sigue respirando profundamente. Estuve unos 10 segundos tratando de relajarme, cuando repitió el movimiento de pelvis, y el glande entró por completo en mi culito.
¡Ay!, Volví a gritar. Estaba seguro de que aquella polla me había roto el culo.
El dolor ahora había sido menor, pero la sensación de sentir que me iban rompiendo el culo, me aterraba. Para para, le pedía.
Tranquilo, lo peor ya ha pasado, ahora vamos a dejar que tu culito se vaya dilatando, y se acostumbre a mi polla.
Poco a poco me fue moviendo sobre su polla, y de vez en cuando movía su pelvis para irme incrustando un poco más aquella polla en mi culo.
¡Así, así, ves cómo te va entrando! Ya falta poco para que te entre toda.
¡Ufffffff! Aquello llenaba todo mi culo. Tenía la sensación de que aquello me habría en canal. Aquello sí que era estar empalado.
Con otro movimiento de pelvis, terminó por clavarme aquella tremenda polla que me partía en dos.
Ya, ya, ya está, la tienes toda dentro.
Ahora, despacito empezó a subirme y bajar por su polla. Al principio eran movimientos suaves y lentos, para poco a poco, irlos incrementando.
¡Ufffffffff! Aquello me hacía sudar y me daba la sensación de que me iba romper por la mitad. Pero los minutos iban pasando, y las sensaciones cada vez eran de mayor placer.
Llevaríamos unos 10 minutos, y ya me subía y bajaba por su polla a toda la velocidad que podía.
Me había pegado la espalda a la pared de azulejos, y teniéndome en sus brazos, iba introduciendo su polla en mí, cada vez a mayor velocidad.
Él no paraba de hablar y soltar bufidos de placer, y yo cada vez gritaba más, si la follada que me habían dado antes me había hecho delirar de placer, esta vez me tenía al punto del desmayo.
No paraba de soltar semen por mi polla. Hasta notaba que el culo quería correrse del placer que estaba sintiendo, ¡ohhhhhhh, dios, ohhhhhhhhh, dios mío!
Ya no podía más, llevaríamos unos 20 minutos, y aquello no terminaba nunca. La sensación de placer inmenso era ya casi insoportable. Cuando empecé a notar que me venía una tremenda eyaculación.
Empecé a soltar grandes chorros de semen, que hasta no sabía de donde me podía salir tanta leche, ¡ooohhhhhhhh! Empecé a gritar, hasta tuve que morderle el hombro, y empecé a llorar por el tremendo gustazo que estaba sintiendo.
Cuando terminé de eyacular todo el semen que tenía, él explotó dando un fuerte alarido, ¡oooooohhh! Me subía y bajaba por su polla a una velocidad endiablada.
Cuando terminó de correrse, llevándome en sus brazos, salió de la ducha, llevándome al almacén. Allí nos tumbamos sobre unos aparejos, y sin sacarme la polla del culo, me estuvo besando y mordiendo los labios, hasta que terminó por salir su polla de mi culito. Cuando salió, llevé la mano a mi ano, y sin ningún problema me entraron los 4 dedos de la mano. ¡Joder! Que tremendo boquete tenía en el culo, no paraba de salir semen y hasta creo que me estaba meando por él. Cuando miré los dedos de la mano que había introducido en mi culo, vi que se me habían manchado de sangre y semen. Me sangra un poco el culo, le dije.
Deja que te revise el ano. Me giró y con sus manos me abrió el culo. Metió uno de sus dedos, luego metió otro, e iba revisando mis entrañas. No es nada, solo un poquito rasgado. Luego voy por una pomada que tengo, y luego de ducharnos te aplico un poco en el ano, para que no te moleste y te alivie un poco el culito.
Estuvimos un buen rato allí tumbados, y cuando nos dimos repuesto de tremenda follada, volvimos a la ducha, nos duchamos juntos, donde él no me dejó que me enjabonara, quería hacerlo él, y fue tan pero que tan sensual, que no me volví a correr, porque no tenía semen que expulsar. Sino estoy seguro de que me hubiera vuelto a correr de placer, y seguramente me hubiera vuelto a dar por el culo.
Cuando nos hubimos duchado y secado, cogió una pomada que tenía, y con todo cuidado, me fue aplicando aquella pomada con sus dedos en el ano. Luego de aplicarme la pomada, me dijo que nos quedáramos en pelotas, mientras bebíamos unas cervezas. Bebimos más de una, y si no llega ser por el cansancio que tenía encima, ambos me hubieran vuelto a dar por el culo aquella noche.
Nos vestimos, y Pedro me acompañó hasta la salida del puerto. Eran las 11 de la noche, e iba para casa super cansado, con el culo con un boquete inmenso, y unas agujetas en las piernas, que se me doblaban solas. Por supuesto que el culito algo desgarrado ya que con semejante polla fue normal que me sucediera, y que hubiese sangrado algo. Menos mal que pedro parece que está preparado, tiene todo un arsenal en el botiquín, y me aplicó una pomada para curar mi culito. Y la verdad que mi culito se lo agradeció, porque no me molesto nada, y el pobre se curó; no sé si es porque el muy vicioso quiere que la polla de Pedro lo vuelva a follar, o porque no quiere estar malito.