El cerdo de mi jefe
Nunca pensé que me fuera a gustar obedecer a mi jefe, hasta que le ví.
Cuando entré a trabajar en el despacho ya me lo advirtieron, Don Carlos, director general de la empresa era un cerdo que acosaba a las empleadas e incluso que las echaba si no accedían a practicar todo tipo de cerdadas con él. La verdad es que me plantee no coger el trabajo, porque teniendo e cuenta el tamaño de mis tetas (inversamente proporcional al largo de mi minifalda) y lo que me ponen los hombres con poder...ya veía el lío montado. Pero me imaginé que el tal Don Carlos sería un viejo verde y que como mucho me tocaría chupársela un par de veces, que no es que me hiciera mucha ilusión, mas bien ninguna pero si con eso conseguía que me dejase en paz merecería la pena pasar el mal rato.
Pero el tío resultó ser mucho peor de lo que esperaba. El muy cabrón, que había sido militar, tenía una mala leche impresionante, cada vez que venía por la oficina a la gente le temblaban las piernas, ni siquiera nos miraba a los ojos, pero como viera un papel fuera de sitio, el responsable de que estuviese así estaba jodido.
Don Carlos debe de tener unos cuarenta y cinco, es moreno y fuerte, y tiene una cara de nazi que no veas, y encima todas las tías tienen asumido que tiene derecho de pernada... Pues con migo que no cuente, todavía si fuera un viejecito salido tendría un pase, pero por la fuerza a mi no me toca nadie. Por ahora he tenido suerte, las veces que ha venido a la oficina parece que no ha reparado en mí..o si...
El otro día volvió a venir, estuvo paseando por las mesas de todos mientras el jefe de sección le contaba lo que cada uno estaba haciendo. Cuando llegó a mi mesa se paró a mi izquierda, muy cerca de mí. Me giré con intención de levantarme de la silla, pero estaba tan cerca de mi que hubiera sido violento ponerme de pie pegada a él, así que me quedé sentada mirando hacia él.
Mi cara estaba justo a la altura de su paquete, y aunque iba vestido con traje llevaba las manos en los bolsillos lo que hacía que se le ajustaran un poco los pantalones y se notaba que el tío tenía un polla de las que sólo con verlas ya te las imaginas corriéndose dentro de ti. Tuve que esforzarme por concentrarme en lo que estaban comentando sobre mí y tratar de olvidarme del temblor que me estaba entrando entre las piernas.
Cuando lo conseguí resultó que el jefe de sección me estaban echando un broncazo por no sé qué historia, y al alzar la vista me di cuenta de que Don Carlos me había estado mirando mientras yo estaba obnubilada imaginando como sería su polla, y seguía mirándome con cara de mala leche. Con esa misma cara bajo la vista hasta mi escote. Desde donde estaba, justo encima de mí podía ver perfectamente como el sujetador aprisonaba mis tetas...no pude evitar baja la vista y mirarme yo también, con lo que quedó claro que me había enterado de lo que me estaba mirando.
Entonces me dijo, "venga a mi despacho". Estaba muerta de miedo pero eso me excitaba. Al entrar cerró la puerta y bajo las persianas para que no nos vieran desde la oficina. Después se volvió hacia mí y me dio un empujón contra la puerta.
En lo que pude reaccionar le empecé a gritar, diciéndole que era un cabrón y que le iba a meter a veinte abogados por el culo.
Al intentar abrir la puerta del despacho vi que estaba cerrada. Mientras yo giraba inútilmente el pomo de la puerta Don Carlos se puso detrás de mí y me agarró las muñecas con una mano y la boca con la otra, apretándome contra su cuerpo. Yo me movía todo lo que podía para intentar soltarme, pero cuanto más me movía, más me restregaba contra su cuerpo, más frotaba su polla con mi culo, y notaba como se le iba poniendo cada vez mas dura. Aunque eso me ponía algo cachonda mis principios no podían admitir que ese cabrón abusara de mí.
Pero aún así, cuando quitó su mano de mi boca para desabrocharme la camisa no quise moverme ni gritar, estaba superexcitada. Después me levanto la minifalda, bajo las medias y agarró mi tanga tirando de el hacia arriba, apretando con ello mi clítoris, tanto que me dolía. Soltó mis muñecas y mientras tiraba del tanga con una mano con la otra empezó a meterme dos dedos dentro del coño. Me empujó un poco más contra la puerta
y después de mover sus dedos dentro de mi un rato me quito las bragas, la camisa, el sujetador y la minifalda. Vamos que me dejó completamente desnuda mientras él seguía vestido. Me dio la vuelta hacía él y sentí una verguenza tremenda, porque seguía teniendo esa expresión de superioridad y casi de desprecio hacia mi, y yo estaba ahí indefensa y desnuda delante del jefazo, y encima me había corrido un poco cuando me masturbaba con sus dedos. Me empujo hacia abajo para ponerme de rodillas, yo pensé que se iba a sacar la polla para que se la chupara y que por fin iba a versela, pero me ordenó que me pusiera a cuatro patas y abriera las piernas todo lo que pudiera. Me tapo los ojos con un pañuelo y se puso detrás. Note que me separaba los glúteos con las manos, yo estaba aterrorizada porque nunca me la habían metido por el culo pero me sentía tan dominada que no quería reaccionar, y en un enviste brutal me la clavó de una vez....dios me ardía el culo y me puse a llorar mientras el se movía como un animal hasta que no pude más y los brazos me fallaron y me caí de cara contra el suelo, Pero no chillé para que no nos oyeran desde fuera, en el fondo me estaba muriendo de gusto. Después me quitó el pañuelo, me cogió en brazos y me tumbó boca arriba encima de su mesa. Ya se había metido la polla en el pantalón, antes de que yo pudiera vérsela, por lo que sospeché que no me iba a follar otra vez. Me abrió las piernas y metió su cabeza entre ellas. Me separó los labios del coño y metió mi clítoris en su boca, succionando fuertemente como si quisiera arrancármelo. Creía que me mareaba de gusto, luego metió su lengua dentro de mi cuerpo moviéndola rápidamente, me acaricié los pezones que estaban estaban durísimos y mi coño empezó a palpitar cada vez más fuerte hasta el orgasmo y tuve que gritar de placer, ya no podía controlarme. El chupo entre mis piernas lamiendo toda la humedad que mi cuerpo expulsó entre convulsiones y cuando volví a estar relajada me miró a la cara, con ese asqueroso aire de superioridad se aparto abrió la puerta y se marchó.
Pensé en que pasaría si entraba alguien ahora y me veía desnuda, despeinada y espatarrada encima de la mesa del jefe, y me levante rápidamente y me vestí. Al salir del despacho nadie me miró, pero estaba claro que todos sabían lo que había pasado. Don Carlos todavía no ha vuelto a venir a la oficina.
Espero que la próxima vez puedo que tengan que echarme la bronca por algo que he hecho mal esté el jefazo delante para ponerme el castigo que le parezca conveniente.