El Cazarrecompensas

En un mundo convertido en un nuevo Far West nuestro protagonista sobrevive recogiendo lo que nadie quiere, la basura social. Un día, su misión le va a llevar a una responsabilidad no deseada. El lobo solitario, ahora tiene que custodiar a una incómoda prisionera.

UN NUEVO FAR WEST:

Año veinte después del Armagedón. La guerra barrió el mundo en menos de una hora. Países enteros inhabitables. Otros desertizados. Ciudades precarias. El agua escasea, el combustible es un lujo. Los días son sofocantes, las noches heladas…

La humanidad lucha por sobrevivir. Cada ciudad es un pequeño estado que lucha por no ser fallido. La ley se intenta imponer a base de disparos… También se intenta violar a base de disparos.

Aquí, en este nuevo far west, hemos resurgido nosotros: los cazarrecompensas. Cuando un delincuente huye de una ciudad, se emite un anuncio de búsqueda. Los policías de otras ciudades, pasan olímpicamente… por eso, tienen que ofrecer recompensa.

A cualquiera le dan una licencia para ejercer de cazarrecompensas. Eso me dijo el funcionario cuando la solicité. Le debía parecer un pringado… Y lo era, y lo soy. Un profesor sin blanca metido a cazador de facinerosos. El tipo no se cortó y me dijo que no iba a durar un año… que me matarían antes de cobrar un sólo botín. Llevo diez años viviendo de esto… malviviendo de esto… No me han matado, pero me siento como un basurero, como el empleado de la perrera. Sacando de la calle a quien nadie quiere ahí, pero nadie más hace nada…

Hoy busco el primer premio… Un asesino múltiple. Cinco muertos. Lo buscan en Villa-Grande para ponerle la soga al cuello. Dan por él diez mil soles… El sol de Villa-Grande es diferente al nuestro, pero con eso puedo vivir un año. No tengo ni que custodiarlo más de una hora. Si lo capturo, llamo a la policía y ellos lo trasladan y cambian la moneda. Se quedan un cinco por ciento, pero salgo ganando… Llevo años haciendo así el negocio.

¿Como sé que anda por aquí? Me lo dijo un confidente fiable… Un pringado de la calle que soborno todos los sábados con una botella de orujo. Le podría dar droga pero algo de moral me queda y pienso que eso sería malvado… Le enseño los últimos reclamos, los datos, las fotos de mala calidad que incluyen. Se fija en una chica… no es importante, sólo quinientos soles, pero ¡¡¡Se la vio huir con mi asesino!!! Apenas veinte años, una colegiala en la foto, parece que le gustan las malas compañías. Me va a servir para encontrarlo…

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Bar infecto, lleno de gente sucia, roñosa. Mi aspecto no es mucho mejor. Voy armado pero es que aquí todos vamos armados. Hay que actuar con cautela…

Veo a la chica. Una chavala en medio de todos estos bestias. El pelo muy corto, la carita infantil… sé que tiene veinte años, me hace dudar. Intenta no ir de colegiala, camiseta de asas blanca con escote, tremendas tetas… pantalón vaquero muy corto, casi un bañador; zuecos con un gran tacón para disimular su baja estatura.

Está sentada sobre las rodillas de un tío… De vez en cuando se levanta y se pasea por el local… Nadie se mete con ella. De alguna manera saben que su amigo podría matarles sólo por mirarle el culo.

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Cinco de la mañana. Hasta lo peor de lo peor se va a dormir en algún momento. Yo me hago el borracho en una esquina. El camarero pasa de mí… Sólo me echará con el amanecer, cuando vayan a cerrar.

Llega mi oportunidad… el camarero se mete en la trastienda. Mi asesino entra en el baño… Ella se levanta y pasea por el centro del local.

  • Ven conmigo afuera -le susurro a su espalda, me he levantado de un salto y silencioso como un gato he llegado a su espalda, le he colocado el revólver en los riñones.

Ella mira de reojo y susurra que su novio me matará… De todas formas, obedece. La llevo al callejón de atrás. La obligo a abrazar un poste de madera que sostiene cables eléctricos. Le esposo las manos para que no pueda huir. La amordazo con una fuerte cincha de cuero rematada en una gran bola que le coloco en la boca.

Desaparezco rápidamente… ¡¡¡Ella es el cebo!!! En algún momento aparecerá el tigre.


ISABELITA:

¡¡¡Mierda!!! Este bastardo me ha apretado las esposas a tope… si me muevo lo más mínimo siento un punzante dolor en las muñecas. Cuando Julián lo pille lo va a destripar… Cuando salga del baño y no me vea, va a ser como un tigre buscándome. Lo malo es que a estas horas puede estar una hora cagando. Eso si no se queda dormido… que lleva ocho copas.

¡¡¡Qué es eso!!! Lo oigo correr y gritar… querría avisarlo. La maldita bola no me deja ni gruñir… estoy babeando al intentar emitir sonidos. ¡¡¡Bien!!! Ahí viene, me ha visto...

Viene corriendo… grita preguntando qué ha pasado, rebusca en el bolsillo, sé que tiene una llave estándar de esposas. Le cuesta, está borracho, por fin la encuentra… ¡¡¡Bien!!! Me va a liberar. ¡¡¡Noo!!! La llave no vale…

  • De rodillas y manos en la nuca -de repente, aparece el tío que me trincó, lleva el arma en la mano y apunta a su cabeza.

Mi novio busca el arma con la mano. Sé que nunca se va a rendir… Podría darse la vuelta de golpe y matarlo… podría fallar…

  • Deja el arma en el suelo o te vuelo la cabeza -grita el desconocido.

¡¡¡Ahh!!! Nunca había oído un disparo tan de cerca… Mi hombre se ha dado la vuelta arma en mano. Acabo de oír la deflagración… su cabeza cae bruscamente hacia atrás… oigo como la bala atraviesa el cráneo. Sí se puede oír, es horrible… El agujero de salida escupe un chorro de sangre hacia mí… Tengo la camiseta llena de gotas de sangre. Mi novio cae como un fardo, ojos sin vida, la boca abierta en una mueca de muerte.


HUGO:

Llega la policía. No he tocado el cadáver, sólo cogí su arma. La chica sigue amordazada y esposada al poste. No es la primera vez que mato al fugitivo… La ley es clara: si se resiste, puedo disparar. En los anuncios no lo pone, pero es cierto para todos: “se busca vivo o muerto”.

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El coñazo habitual… certifican la muerte, trasladan el cadáver. Comprueban datos, huellas dactilares. Sí, es él… Llaman a Villa-Grande, hay que esperar que se ponga el juez de guardia.

Por fin, me informan:

  • En regla, Hugo. Les enviamos el informe de la autopsia y ellos pagan. El cuerpo se incinera aquí, que así nos ahorramos el traslado.
  • Gracias…
  • Queda otra cosa…
  • ¿Qué?
  • La muchacha…
  • Va presa a Villa-Grande, ¿NO?
  • Debería pero por esa recompensa no la vamos a trasladar.
  • ¿La soltáis?
  • No… te la quedas.
  • ¿Cómo?
  • Es tu responsabilidad. Si la has arrestado no la puedes liberar. Puedes llevarla a Villa-Grande y te pagarán. Si fuéramos a trasladarlo a él vivo, la llevaríamos en el mismo transporte, pero no… Te ha tocado.

No me gusta nada la idea… Tengo que ir a recogerla a la zona de celdas. Me la trae una celadora enorme y mal encarada.

  • Camina -le dice cuando llegan junto a mí.

Da un paso hacia mí.

  • Las manos -le digo.

Le pongo otra vez los grilletes. Grilletes oscuros con tres eslabones. Material ruso de segunda mano, no funcionan con las llaves estándar, por lo menos con nuestro estándar. Una gran compra… me encanta comprar restos de los que circulan por tiendas llenas de chatarra. Hay que pasar horas buscando pero merece la pena.

Cojo la cadena central firmemente y tiro, primero con suavidad. Ella me sigue, espero que no se resista. Su cara es un funeral, no habla, pero no se resiste.

La meto en la parte de atrás del coche… Coche de veinte años, gasta más en gasolina que yo en comer. “Tuneé” el coche para llevar delincuentes, rejilla en las ventanas, otra rejilla separando los asientos de atrás. Quité las manillas de dentro, una vez ahí, no puede salir.

Cuando empecé a dedicarme a esto, preparé una celda en casa… Realmente, es un anexo al gallinero y lleva años sin albergar prisioneros. Empezaré por meterla ahí a ver que hago con ella.

Llegamos, cojo en el coche un dispositivo que he hecho yo mismo. Es cruel pero va a ser lo mejor… La llevo a dentro del patio. Va acojonada. Paramos delante del gallinero. Actúo rápido, la toco con los bornes de mi táser casera y aprieto el botón... la pobre cae desplomada.

Las táser industriales ya no existen en nuestro mundo. Un día encontré una remesa de mil condensadores de tamaño mínimo. Me llevó tiempo y trabajo pero pude hacerlo… Construí mi propio aturdidor eléctrico… Las pilas dan sólo seis voltios, se conectan a quinientos condensadores en paralelo y tardan un par de minutos en cargarlos todos. Un mecanismo cambia la conexión a serie, et voilà: sólo un segundo de descarga pero tres mil voltios. El milagro de una fuente conmutada. No la había probado nunca con una persona… sólo con perros y gatos.

Me siento culpable por usarla con ella… pero necesito que se esté quieta mientras preparo su suite.


ISABELITA:

¡¡¡Ahhh!!! Me duele la cabeza, me duele todo… ¿Dónde estoy?, ¿Qué ha pasado?

Un maldito cazador de recompensas nos encontró. Me esposó a un poste. Julián cayó en su trampa… le voló la cabeza… Sé que Julián era un descerebrado. Yo lo iba a cambiar… sólo necesitaba tiempo. Maldito asesino…

No puedo separar las manos. Sigo esposada… Los grilletes son diferentes. Parecen antiguos. ¿Oxidados? Al menos no aprietan… No puedo librarme pero no aprietan. La cadena es un poco más larga.

Me retuerzo y oigo tintineo de eslabones. En los tobillos llevo otro par de grilletes del mismo tipo. ¡¡¡Ahhh!!! Me pongo de pie… Camino un poco, me cuesta, me obliga a dar pasos cortos, a ir despacio... Por supuesto no podría correr, no voy a poder darle una patada en los cojones al tipo ese cuando pase por aquí.

¿Dónde está mi ropa? Llevo una camiseta de hombre, me está grande… Descalza, sin sujetador ni bragas. Me toco el coño… no me ha violado, ¡¡¡Qué detalle!!!

El suelo es de tierra, húmeda, no muy agradable al tacto. La habitación tiene dos paredes de ladrillo, mal pintadas de blanco hace mucho tiempo. Las otras dos paredes, no son paredes… Es una valla de malla metálica… malla de gallinero. A mi izquierda, la malla me separa de un verdadero gallinero… veo a los animales… huelo a los animales. Nada huele peor que un gallinero.

De frente, la malla me separa de una especie de patio… Parece que estoy en una casa de campo vieja y deteriorada. Sí… me trajo aquí en una chatarra con ruedas. Veo la puerta… asegurada con un cerrojo y un gran candado.

Pegado a la pared del fondo hay un viejo colchón… Sí… he dormido sobre él. Está roto por un par de sitios, de sábanas ya ni hablamos. Resignada, me siento sobre él y espero a ver qué pasa.

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Pasa el tiempo y, simplemente, no ocurre nada. No puedo evitar recordar… preguntarme cómo llegué hasta aquí. Era hija de buena familia, buena estudiante… ¿Qué pasó? Odiaba a mis padres, me gustaba hacer cualquier cosa que los enfadara. Salir hasta muy tarde, beber, probar drogas… En ese mundo descubrí que una chica decidida puede ser una reina, sólo hay que unirse a un rey. El mío era un rey bárbaro… todo el mundo lo temía en los bajos fondos, temblaban si les dirigía la palabra.

No lo sabía o no quería saberlo… Lo buscaban por múltiples delitos. Entre ellos varias muertes. Lo confirmé el día que nos paró un policía de tráfico conduciendo por una calle desierta. Cuando le pidió la documentación, le disparó en el estómago. Aquello era el final. Matar a un policía… no quedaba otra que huír.

Hice la última, robé a mis padres. Ellos no aguantaron más y denunciaron. Ayudé a un fugitivo. Pusieron precio a mi cabeza… No muy alto, pero estoy en la lista de buscados. Ahora estoy prisionera en la cárcel particular de un tarado… quizás un psicópata… Me puede violar, matar… lo peor es que a nadie le importaría. Si me entrega iré al penal de Villa-Grande. En los peores tugurios, ví a los tipos más duros llorar al recordar el tiempo que pasaron allí. Por lo que sé es un agujero infecto donde las palizas son diarias y la dieta son las sobras de los cerdos.

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Por fin viene el tipo… Pasa de cuarenta años. La verdad no parece repulsivo. De noche ni me había fijado en él. Parece que trae comida… La verdad es que estoy hambrienta.

Me llama a gritos. Es brusco y borde.

  • Las manos ahí -dice señalando una abertura rectangular que hay en la puerta del gallinero.

Obedezco, saco las manos por ahí y siento con alivio cómo me quita las esposas. Me da la comida a través de la ranura… Una especie de potaje… la verdad podría ser peor. Se va y devoro todo a gran velocidad.

Al rato vuelve, me pide el cuenco metálico. A través de la ranura me vuelve a poner los grilletes en las manos.

  • Nunca había visto esposas como estas -no sé por qué lo digo… tal vez, intento congeniar un poco con él, no me queda otra.
  • Esposas inglesas modelo darby original. Se inventaron en el siglo XIX. En India y Pakistán aún se siguen usando hoy -habla como un documental, sin mostrar empatía ni enfado.
  • Son menos incómodas que las normales, adecuadas si el prisionero las va a llevar mucho tiempo -añade.
  • Vaya aclaración… -protesto yo.
  • Están oxidadas -sigo.
  • Eso no es óxido, sino metal galvanizado. Precisamente sirve para evitar el óxido. El óxido podría causar infecciones.

Tras mi primera conversación me quedo como estaba, inmovilizada y medio desnuda.

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Van dos días… Los calambres en brazos y piernas empiezan a ser un problema. Él sólo me suelta las manos para comer. Hoy he notado que me mira con lujuria… Cómo no me había fijado antes. La situación me bloquea… antes siempre detectaba a la primera las miradas lascivas. Tengo que hacer algo…

Acabo la comida. Sé que enseguida vendrá a sujetarme otra vez. ¿Qué puedo hacer? Lo espero desnuda, le ofrezco sexo directamente.

Viene… no sé qué hacer. Le devuelvo los cacharros.

  • Ven aquí, una mano a cada lado de la barra.

Señala a otra ranura en la valla frontal. Un pilar de hierro vertical atraviesa la ranura por el centro. Me sujeta las manos al barrote… ¿Qué quiere?

Abre la puerta, entra en la celda… Me ha sujetado al barrote para tenerme controlada mientras abre la puerta. Se pone a limpiar. Vacía el cubo de excrementos. Termina… se va a ir…

  • No me dejes sola -me sorprendo al oírme, pero me sale de dentro, ahora mismo haré lo que sea por no quedarme sola aquí.
  • ¿Y qué quieres que haga?
  • No lo sé, pero no te vayas...

Se me acerca por la espalda, noto su aliento… Me apoyo sobre él. No tengo mucha movilidad pero me pego a él y froto mi cuerpo. Noto su sexo endurecerse. Me rodea con los brazos… sus manos en mis pezones, su boca en mi nuca. No me disgusta… BDSM sin palabra de seguridad. Me gusta el riesgo… ¡¡¡Ahh!!! Me toca el culo… me toca el coño… lo acaricia… suave… lento… ¡¡¡Ahh!!! Me retuerzo, siento calor, pasión. Ahora mismo no sé si soy una puta o una esclava.

Me suelta las manos… lo agradezco. Me lleva al inmundo colchón… Me quita la camiseta, no llevo nada debajo. Me pone a cuatro patas… me penetra… suavemente, con cuidado… va acelerando, cada vez más fuerte… ¡¡¡Ahhh!!! He llegado… ha llegado.

Se tumba conmigo. Se ha desnudado. Noto su cuerpo… caliente, acogedor. Debería esperar a que se duerma. La celda está abierta… puedo buscar las llaves de los grilletes, huír…

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Despierto… me he dormido. Fue un bonito esfuerzo y me relajé al final. Él también duerme, ronca pegado a mí… Sigo con mi plan. Lo encerraré en su propia celda, seré libre…

Camino… dos pasos, tres pasos… ¡¡¡Ehhh!!! Ya no llevo los mismos grilletes. Pie derecho libre pero una argolla de hierro en el pie izquierdo, una cadena me une a un bloque de cemento… No estaba ahí antes.

Chillo, protesto… Grito: ¿Qué es esto?

Él despierta… se frota los ojos, me mira y habla:

  • Una argolla de hierro, un gran candado, dos metros de cadena y un bloque de treinta kilos de hormigón… Fue el soporte de una sombrilla. A mí me cuesta un riñón moverlo...

Yo no creo que pueda moverlo ni un centímetro. El se durmió después y se aseguró de evitar mi fuga antes.

  • Mejor así que inmovilizada de pies y manos, ¿NO?

Se permite sonreírme al decirlo. Se levanta y se viste. Me da un beso, yo estoy ahí de pie, desnuda, petrificada… Sale y cierra la puerta. Mi plan de seducirlo para escapar no funcionó exactamente como debía.


HUGO:

No, no ha estado bien. No debo intimar con una prisionera. El plan sigue siendo el mismo… cuando me paguen por la entrega de su novio, compraré gasolina y viajaré a Villa-Grande para entregarla. Si en el gallinero lo pasa mal, en el penal va a ser peor. Las celadoras las apalean primero y preguntan después…

Siento tentaciones de no entregarla… de dejarla libre en cualquier pueblo perdido, de dejarla para siempre en esa celda, retenerla para visitarla todas las noches. Eso sería malvado, sería secuestro, de hecho. Pero la tentación está ahí…

El capitán de policía me lo dijo: no han notificado su captura a Villa-Grande. Ni siquiera registraron el tiempo que estuvo en sus calabozos. Oficialmente, sigue en paradero desconocido.

¡¡¡Ahhh!!! Hace diez años mi mujer murió… Fue cuando dejé el instituto tras un mes de depresión. Me apunté a esta especie de trabajo… basurero social. Si algo tiene bueno es que voy a mi bola…

Creo es mi primer polvo sin pagar en diez años. Aunque sea pagando, con las putas no es tan deshonesto… Ella está prisionera, sola, desesperada… puede sucumbir por necesidad de calor humano… o para intentar huir. A lo mejor era eso lo que quería… pero se quedó dormida enseguida… Y se le notó que le gustó, chilló, gimió, clavó las uñas en el colchón desvencijado.

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Han pasado dos meses desde la captura y muerte de Julián el asesino. Por fin, me han enviado el dinero desde Villa-Grande. Estoy llenando a tope el depósito de mi chatarra rodante. Isabelita, la novia de Julián, su cómplice, está encerrada esperando que la traslade a su ciudad.

Lo malo… lo incorrecto es que durante este tiempo hemos follado a diario… A veces de día, a veces de noche. Siempre brusco, tórrido… nos hablamos mal, duro, con insultos… pero siempre acabamos fornicando como conejos. No sé si esto es el síndrome de Estocolmo o, simplemente, es que somos unos viciosos.

Llego a casa… Isabel habrá desayunado. Cuanto más rápido mejor.

Llego a la celda. Soy distante con ella. Retiro el plato y le doy ropa de mi mujer. La suya estaba perdida de sangre. Blusa negra, una falda naranja le cubrirá las rodillas. Sandalias, sujetador… en la cárcel no podrá llevarlo.

Es de la misma talla: pequeña, levanta metro y medio del suelo pero talla grande de sujetador y cuarenta de falda.

Coge la ropa con cara de resignación… sabe para qué se la doy.

  • ¿Por qué la braga de un bikini de tiras? -pregunta.
  • Sigues teniendo un pie encadenado -le contesto, forzando el tono a borde.

Vuelvo en un rato. Se ha vestido de cintura para arriba.

  • Con la cadena no puedo poner la falda -me dice enfadada.

Abro la celda, me acerco a ella y le grito:

  • Las manos, posición de rezar.

Ella junta las manos y las extiende hacia mí, resignada. Le pongo los grilletes sin dudar. Sólo entonces abro el candado que sujeta la argolla de su tobillo. Bruscamente, le ayudo a poner la falda. Ella tiene expresión de enfado infinitamente, como una esposa furiosa, seguramente desearía las manos libres para estrangularme… o para follarme salvajemente; creo que eso se acabó, volveré a las putas.

  • De rodillas -le grito firmemente.

Le pongo los grilletes en los tobillos.

  • No te levantes todavía -le digo con firmeza.

Sigue descalza, le pongo las sandalias de mi mujer… treinta y siete, perfecto. Cojo las esposas por la cadena y tiro con suavidad. Desearía llevar un paquete, algo inanimado, sin boca, sobre todo: sin ojos. No dice palabra pero me mira con esos enormes ojos oscuros. Va mudando entre sentimientos opuestos, todos intensos: odio, tristeza, enfado, súplica…

La llevo al coche, intento no tirar mucho de las esposas. La encierro en la parte de atrás y me pongo al volante.

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Faltan unos cincuenta kilómetros. Estoy cansado y hambriento. Sé donde hay una posada de carretera que al menos es de fiar. De fiar, significa que no nos asaltarán a medianoche… Es un agujero incómodo pero algo es algo…

Me voy a dejar la mitad de la recompensa en el viaje pero necesitamos comer algo y dormir. Isabel no ha dado señales de vida en todo el camino. Es como llevar un muñeco en el asiento de atrás.

Aparco y voy a la recepción. La dejo encerrada en el coche. Me pongo el chaleco oficial con la placa de “agente auxiliar de la ley”... Importante para que no hagan preguntas cuando me vean bajar a una mujer encadenada de pies y manos.

Una vez me dan las llaves de la habitación, vuelvo al coche y dejo a mi prisionera salir. Se toma tiempo y la dejo… Le cuesta bajarse al estar encadenada. Le señalo el camino, anda con dificultad. Sigue sin proferir palabra alguna.

Llegamos a la habitación. Dos camas iguales de hierro. Le libero la mano derecha y engancho el grillete en el cabecero de la cama. Bajo a la fonda en busca de comida, antes cierro con llave la puerta.

Traigo bocadillos y cerveza fría. Sí, le voy a dejar beber alcohol. Es mayor de edad…

Le suelto la mano y le doy la comida y una lata de cerveza. Por primera vez dice algo:

  • Gracias...

Consumimos todo rápido, al terminar le sujeto la mano izquierda para esposarla a la cama. Ella me mira con sus ojos enormes, tristes pero tranquilos, suplicantes y sugerentes al mismo tiempo.

No aguanto… la abrazo con suavidad y la beso largamente. Con la lengua hasta el fondo… cálido, húmedo… como sé que le gusta. Ella pierde el control, me abraza, mejor dicho me estruja… me clava las uñas. Me desnuda de cintura para arriba. Se desnuda ella… Se quita el sujetador, mostrando sus enormes senos, sus pezones redondos y oscuros que no puedo evitar comenzar a besar y chupar. Noto como tiembla, como jadea, como el sexo la domina por completo.

Le quito la falda y la braga de bikini. Basta con desatar los cordeles… Gran idea, sigue llevando los grilletes en los tobillos. De hecho, no se los pienso quitar, no quiero sorpresas.

Le beso el ombligo… voy bajando, llego al vello púbico. Llego al sexo… la chupo… salado, textura delicada pero fuerte sabor, le echaría un poco de mermelada. Lamo sin miedo, ella convulsiona, se retuerce, pide más…

Sigo más rápido, la llevo al cielo… Sé que está a punto de correrse. Es el momento de parar…

La coloco sobre la cama. Ella abre las piernas. ¡¡¡Ohhh!!! No puede, ha llegado al límite de las cadenas. Delicadamente, le doy la vuelta, la tumbo lateralmente para penetrarla desde atrás. No me lo impide pero se vuelve con cara de reproche:

  • Por favor, por una vez, quítame los grilletes -dice con voz suave.
  • Quítamelos… fóllame por delante -insiste.

Vale, le hago caso… Tal vez se lo debo. Un poco de respeto, sí. Sé que intentará algo pero tal vez se lo debo. Cabalgo sobre ella, guío mi pene hacia dentro y llevo las manos a sus senos. Empiezo despacio mientras la beso con la lengua hasta el fondo. Sigo: dentro… fuera… cada vez más fuerte, cada vez más rápido. La noto retorcerse. Apenas puede gemir con mi lengua en su boca… Aprieto sus senos y ella me clava las uñas…

¡¡¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!

Ella también ha llegado. Al mismo tiempo o un poco antes. Me sigue mirando, ahora sonríe. Suavemente extiende su mano hacia el cabecero. La coloca junto al grillete vacío que le iba a poner antes de hacer el amor.

  • Pónmelo… ya no quiero escapar, no quiero huír toda la vida.

Yo dudo, pero se lo pongo. Desnuda y esposada a la cama. Así pasará la noche. Me tumbo con ella, nos tapamos con las mantas y juntamos nuestros cuerpos. Todavía no es de noche. Pueden ser las siete de la tarde.

  • ¿Cuánto tiempo pasaré en el penal? -me pregunta.
  • Cómo voy a saberlo… El robo puede quedar en nada si retiran la denuncia. Son tus padres, ¿NO?
  • Sí, pero no sé si puedo contar con ello. No me lo merezco.
  • Siempre serán tus padres… La ayuda a un fugitivo es mala cosa… mínimo un par de años. Pero…
  • ¿Pero?
  • No te acusaban de ello en el parte de búsqueda pero si el fiscal te acusara de ser cómplice en la muerte de un policía la cosa podría ser fea.

La oigo sollozar un rato y al final se duerme. Yo también duermo…

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Despierto sobresaltado… ¿Qué pasa? Es medianoche. Hay estruendo en el aparcamiento. Miro… Un coche quema ruedo haciendo dos círculos sin sentido. Vaya idiota. Me quedo mirando. Se baja justo bajo nuestra ventana… ¡¡¡Ehh!!! He visto su cara a la luz de un farol. Lo conozco… Es otro de los buscados en Villa-Grande. Comercio de droga, amenazas, lesiones. Se le sospecha autor de al menos una muerte. Vaya lotería. Cinco mil soles… no se puede dejar pasar.

Repaso mi cuaderno… siempre viene conmigo. Su gran debilidad: las mujeres.

Actúo rápido. Despierto a Isabel. Se lo propongo. Si participa en su detención, puedo declarar a su favor. Si sólo la condenan por ayudar a un fugitivo y hay atenuantes apenas la encerrarán un año.

Se viste de nuevo. Atractiva, se fijará en ella. No tenemos maquillaje. Se lava la cara, se peina. En el baño, alguien abandonó una barra de labios a punto de acabarse. Rojo fuego. Le queda perfecto.

En el coche tengo sus efectos personales. Debo entregarlos junto a ella en la policía. La ropa está inservible debido a las salpicaduras de sangre, pero los zapatos están intactos. Sí, gran idea, zuecos de tacón… eso llamará la atención.

Ella va delante, sola… Entrará en el bar del hotel e intentará atraer la atención de mi presa. Yo entraré unos minutos después. Haré el número del borracho pacífico. Ocultas llevo la pistola, las esposas rusas, una porra extensible y la táser casera.

Entro con quince minutos de diferencia. Los empleados cambiaron el turno, no nos han visto juntos ni a ella esposada… Hay poca gente… con cara de cansados, viajeros, ninguno parece peligroso. Isabel en la barra, sentada en un taburete alto, un pie calzado en el zueco y apoyado en el suelo, el otro descalzo y sobre una barra del taburete. A su lado se ha colocado “Dani el rubio”, él es mi presa, nuestra presa. Habla con ella, busca su atención… sonríe, gesticula mucho. Ha bebido. Es un fanfarrón… Peligroso pero su soberbia lo hace vulnerable.

Consigo una esquina donde no me vean mucho… Los vigilo a distancia. Pido una botella entera… Me apoyo sobre ella.

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Los veo salir… Ella ha cumplido su misión. Con cautela los sigo… Están en un rincón del aparcamiento. Ella tiene la pared a su espalda. Él está muy cerca… Isabel intenta mantenerlo a raya, le separa las manos. No aguantará mucho tiempo. No la va a dejar escapar. O consiente o la viola…

  • Alto, manos arriba, contra la pared -le grito, arma en mano.

Él obedece a regañadientes. Isabel se escabulle y se pone detrás de mí… Él hace que consiente, sé que espera el momento propicio para atacar.

Se desploma… Lo he tocado con la táser por sorpresa. Con Isabel usé media potencia, a éste le acabo de descargar todo.

Le pongo las esposas a la espalda, lo amordazo, le ato los pies muy juntos con una cuerda fuerte. Lo meto en el maletero.

  • ¿No podrá salir de ahí? -me pregunta Isabel.
  • Para nada… Es un coche de tres volúmenes, al gusto de mi mujer… El maletero es un baúl de metal. No se puede abrir desde dentro. Despertará dolorido e inmovilizado dentro de una caja oscura. Empezará a dar patadas a las paredes.

Ella extiende las manos y me las ofrece con sumisión.

  • Venga, las esposas, hazlo rápido -me dice.

La miro, dudo… y me convenzo de que no puedo…

  • Toma -le digo, dándole varios billetes.
  • ¿Qué?
  • Doscientos soles, ahora no te puedo dar más. Suficiente para que puedas ir en autobús a un pueblo lejano y busques trabajo en lo que sea.
  • Pero iba a estar poco tiempo en el penal…
  • No es seguro y aunque sea un año, ya es mucho tiempo. Nunca serás la misma si entras allí.
  • ¿No te meteré en líos?
  • No hay constancia oficial de que te haya capturado, nunca me has conocido.

Subo al coche y me voy.


ISABELITA:

Es de mañana y tengo frío. Empiezo a estar helada… Llevo aquí un par de horas.

Soy una tarada. Estoy en la lista de buscados y estoy aquí sentada en un banco de la calle, frente a la comisaría central de Villa-Grande. Si me descubren, voy directa a la cárcel.

Por fin lo veo salir… Espero que se acerque a su coche. Salgo a su encuentro:

  • Hola.
  • ¿Qué haces aquí? Te van a detener…
  • Quiero quedarme contigo… Quiero ayudarte en tu caza. Quiero vivir contigo.

Sin responder, me abre la puerta del copiloto y yo subo… Oigo el sonido algo renqueante del motor, ya lo conozco pero desde este asiento, todo mejora mucho….

FIN