El cazador enculado.

Somos una pareja. Iba a ser nuestro primer trío. Ya teníamos elegida a la chica, pero algo salió mal y nos follaron a los dos.

“El cazador enculado”

Nada más entrar sentí un golpe en la cabeza y perdí el conocimiento. Desperté con los tobillos atados, y las manos esposadas a la espalda. Me llegaban gemidos apagados. Me arrastré como pude hasta la habitación de donde procedían, y me quedé conmocionado ante lo que vi. Mi mujer estaba desnuda, de espaldas sobre una cama, y Laura sentada a horcajadas sobre ella le restregaba el coño sobre la cara, ahogando sus quejidos. En el borde de la cama, un hombre joven de aspecto aniñado, la penetraba brutalmente mientras mantenía sus piernas en alto. El hombre, al verme llegar redujo el ritmo y empezó a acariciar los muslos de Ana con suavidad. Sus expresiones y gemidos de placer aumentaron, se recreaba en la situación, disfrutaba sabiendo que lo miraba. En ningún momento dejó de follarla mientras la giraba ligeramente para que viera directamente como su polla entraba y salía, mientras me miraba a los ojos.

-Hummm, delicioso… Jugoso como me gustan… Pero estrechito y apretado… Qué rico…

-Déjala, Hijodeputa. –grité mientras me arrastraba hasta los pies de la cama.

Sólo conseguí recibir una patada que me hizo rodar. La cabeza me iba a estallar como siguiera recibiendo golpes. Laura se incorporó y vino hacia donde yo estaba.

-Ahora, vamos a portarnos bien, o acabarás con la cabeza hecha añicos. Eres un perrito bueno que no va a protestar mientras su amos juegan con él. –me dijo en el mismo tono de voz en el que podía haberme invitado a un café.

  • ¿No querrás que le pase nada malo a la perrita, verdad?

No podía creer lo que estábamos viviendo, habíamos conocido a Laura hacía un par de meses. Buscábamos una chica para hacer nuestro primer trío, y ella parecía buena candidata. Nos dijo que tenía mucha experiencia, que vivía sola y que sería algo sencillo y placentero. Evidentemente nos engaño. Ahora estábamos indefensos en esa casa llena de moquetas de color rojo recubierta de espejos enormes. Un alarido de Ana, mi mujer, me sobresaltó. Al mirarla vi que la habían puesto de cara a la cama. El cabrón le acababa de clavar la polla por el culo, y la follaba a placer mientras se agarraba a sus preciosos pechos.

Laura me desnudó mientras intentaba defenderme sin éxito alguno. Acabé con los pantalones y el slip en los tobillos, tumbado de espaldas en la omnipresente moqueta roja.

-Huy que cosita más linda. -dijo mientras me agarraba el pene totalmente flácido.

Intenté protestar, pero con las manos atadas a la espalda y las piernas inmovilizadas por los tobillos nada podía hacer.

-¿Te gusta ver como se follan a tu mujercita por el culo? Parece que está disfrutando. ¿Grita así contigo?

Sin soltarme el pene, me introdujo un dedo en el ano, grité de dolor pues estaba seco. Ella también pensó que así no lo iba a disfrutar, y se fue a buscar un enorme bote de lubricante. El dedo ya entraba y salía con relativa facilidad. Nunca me habían hecho algo así. Luego fueron dos dedos. Con la palma de la mano acariciaba mis testículos y con la otra me masturbaba. El pene en contra de mi voluntad iba adquiriendo volumen.

-¿Te gusta? Ya ya lo sabía… A todos os gusta.

Lo último que esperaba es lo que pasó a continuación. Me cogieron entre los dos y me pusieron sobre mi mujer que estaba de espaldas en el borde de la cama. Mi pene rozaba su pubis. La miré a los ojos y vi su miedo.

-Ahhhhhhhhggggggg

Acababan de clavarme algo que sentí como una polla descomunal por el culo. El dolor era intenso. Entraba y salía mientras me agarraba por la cintura. Ana compartía mi dolor y me miraba aterrada. No esperaba ver a su marido sodomizado por un desconocido sobre ella. En cada embestida sentía sus pechos cálidos, hasta que el tipo que me estaba follando puso sus manos sobre ellos y empezó a amasarlos sin dejar de entrar y salir en mí.

-Que tetas más hermosas, que culito más tierno. Que parejita más buena me has traído Laura.

-Sabía que te gustarían, has estrenados dos culetes, eso no pasa todos los días.

Yo escuchaba la conversación como si llegara de lejos, el ano me ardía.

-Vamos a tomarnos un descanso, que no quiero correrme aún. –dijo el desconocido mientras sacaba su infernal miembro de mi escocido culo.

-Os estáis portando muy bien. –Dijo Laura- Si seguís así, esto será tan solo una aventura rara que os ha pasado, No lo estropeéis y hagáis que acabe mal.

La última frase sonó como una amenaza, Ana y yo nos miramos, estaba claro que no íbamos a hacer nada que hiciera enfadar a esos psicópatas. Queríamos que todo acabara de una vez, irnos a casa y olvidar.

El hombre se sentó en el borde de la cama.

-Ven guapa. –Le dijo a mi mujer- Límpiame la polla, que me la habéis dejado perdida.

Volvió a mirarme y sólo pude hacer un gesto de resignación. Ella se arrodilló entre sus piernas y empezó a lamerle el miembro tímidamente.

-Así, despacio, suave, sin prisas, hasta que brille. Lo haces muy bien. –dijo mientras le apartaba un mechón de pelo rubio casi con delicadeza.

Mientras mi mujer le comía la polla, Laura me sentó en la cama y se puso a mi espalda. Apoyó sus pequeños y duros pechos sobre ella mientras me agarraba el pene. Mordisqueó mi oreja y me susurró.

-¿Te pone cachondo ver como tu mujer se come un rabo? ¿Te gusta?

Me estaba masturbando y restregando unas preciosas tetas por la espalda, la erección era inevitable. Y me pasaba la lengua por el cuello.,,

-Sois unos cabrones, unos hijosdeputa.

-Humm, tu cosita no dice lo mismo. Parece que se lo está pasando bien.

No podía evitarlo, a veces bajaba hasta el escroto y se humedecía los dedos con el lubricante sobrante. No quería correrme así, no quería hacerlo, pero acabé haciéndolo.

-¿Ves como te gusta…? –dijo antes de abrazar mi glande con sus labios y acariciarlo con la punta de la lengua.

Y lo jodido es que había sido uno de los orgasmos más intensos que he tenido nunca, algo que nunca me atrevería a reconocer.

-Venga, ya está bien de descansos, que esta mujer necesita un orgasmo, se lo ha ganado –dijo el hombre mientras retiraba la boca de mi mujer.

Me tumbaron de espaldas en el borde de la cama, y pusieron a Ana encima de mí. Yo veía su hermoso cuerpo reflejado en el espejo del techo. Sus pechos eran increíbles, se desparramaban de una forma natural y sensual. Eran gelatina coronada con dos pezones grandes y definidos. El miembro del hombre rozó su pubis, pero no entró de forma violenta como antes. Rozaba y jugaba con sus pliegues. Hacia el amago de entrar, pero una vez encajada, salía para recorrer y rozar su piel.

Laura entró en el juego. Con un dedo jugaba con el cortito y rizado vello del pubis, después bajaba hasta el clítoris que acariciaba muy suavemente. Ana estaba confusa, un pene le acariciaba los labios vaginales, un dedo el clítoris. Y yo ya estaba con una erección, debía de notar mi miembro hinchado presionando sus nalgas.

El pene la penetró muy lentamente, y se quedó ahí quieto. Laura jugaba con su clítoris con dulzura. La polla salía muy despacio a ratos para volver a entrar del mismo modo. Noté el cambio de respiración de mi mujer. Estaba excitada, muy excitada. El cabrón pellizcaba sus pezones como yo sabía que le gustaba. La sacó, dejando sólo el glande dentro para que Laura tuviera más espacio para jugar con su clítoris.

Ahí sucedió lo imprevisto. Alargó los brazos para abrazar las nalgas del hombre, y ella misma se clavó la polla hasta el fondo mientras soltaba un gemido de placer. Se retorcía como una culebra intentando que el miembro no dejara nada por rozar. Tras unas embestidas bruscas que ella misma dirigía se corrió de forma escandalosa. Laura la besó en la boca, y no fue un beso de amiga. Fue un beso profundo y sensual. El cabrón ya estaba otra vez entrando y saliendo, ahora con un ritmo suave. Ana tuvo otro orgasmo casi tan escandaloso como el primero. Yo me sentía como un felpudo.

Pensaba que ya habíamos acabado, que iluso. Me levantó las piernas y me la volvió a meter. El dolor era insoportable, y esta vez me follaba con rabia, quería correrse. No tardó mucho, sentí sus espasmos y el esperma tibio me inundó por dentro.

-¿Le han hecho pupa a mi niño? –susurró lascivamente Laura.

El primer lametón de Laura sobre mi ano me sorprendió, luego me dejé ir y disfruté de algo maravilloso. Su lengua entraba buscando el semen, succionando. Produciéndome un placer indescriptible.

Cuando salimos de la casa, la primera intención fue ir a denunciarlos, pero nos daba miedo, podían ser peligrosos. Tras discutirlo entre nosotros decidimos que era mejor olvidarlo. No había pasado nada irreversible. Y era algo que debíamos de superar nosotros solos.

Estuvimos semanas sin hablar del tema, nos sentíamos avergonzados y sucios. Cuando al mes recibí una llamada de teléfono de Laura me quedé paralizado.

-Hola ¿Os apetece que quedemos otro día? Os hemos echado de menos.

Colgué rápidamente como si se hubiera cortado la llamada, se lo conté a mi mujer y nos quedamos mirándonos como idiotas. La llamada se repitió a los pocos minutos. Esta vez cogió el teléfono mi mujer.

-Claro que sí guapa, pero sólo si esta vez mi hombre se folla al tuyo.

Yo la miraba desencajado mientras ella escuchaba la respuesta.

-Todo arreglado. -Me dijo con una sonrisa mientras colgaba.- Este sábado nos toca a nosotros.