El cazador de camioneros.
Así que su plan de limpiar el fusil estaba descartado. Mi única esperanza es empatarme con algunos de los gays que suelen merodear estos sitios detrás de machos camioneros necesitados de un buen polvo como él ...
Yo se que muchos de los que lean esto, no van a mirar con buenos ojos que uno se aproveche de las circunstancias para lograr objetivos. Pueden considerarlo mezquino y poco ético. Pero les garantizo que las cosas no las hice con premeditación, como muchos pudieran pensar. Más que bien fue la casualidad la que me llevó a ella, luego un poco de análisis sobre las circunstancias que rodearon a los hechos, me permitió sacar conclusiones que luego al ser llevadas a la práctica me dieron buenos resultados. Finalmente con esa experiencia no me da vergüenza ir al seguro.
Así, como les comento, empezaron las cosas. Cuando paseaba por las carreteras siempre me daba cierta curiosidad por esos sitios donde los camioneros, después de largas jornadas de trabajo se detienen a comer algo y a descansar. Generalmente en esos lugares hay una gasolinera, un hostal barato y un club de putas. Pero el club de putas no está siempre. Un día llegando a Llanes a uno de estos lugares, la curiosidad me atrajo y como un viajero cualquiera aparqué mi coche y entré en el bar cafetería. Pensé solo pedir un café y mirar. Al entrar eran cerca de las 8 de la noche. Me fui a la barra y pedí un café. Las 8 mesas del bar estaban ocupadas. En unas habían hasta 4 hombres cenando pero en la mayoría solo había uno. Había de todos los tipos. Altos y bajitos. Trigueños, castaños y rubios. Lampiños y velludos. Incluso no todos eran españoles, también había portugueses (de los cuales existe la leyenda urbana de que siempre les está creciendo la polla hasta el fin de sus días). En fin aquello era un espectáculo para alucinar. Lo que si era un factor común era la masculinidad de aquellos tíos. El olor a macho era lo que predominaba y de verdad que con mucho disimulo fui pasando mi vista por aquellas mesas quedándome perplejo. Tanta concentración de hombres guapos no había visto nunca. El ambiente me hizo cambiar de planes y decidí prolongar mi estancia en el lugar y que mejor que pedir una mesa para cenar, claro para ello tenía que esperar como lo hacían varios camioneros en la barra y por eso decidí pedir una cerveza mientras esperaba. Así empecé a conversar con mi vecino de barra. Era un camionero, casado y con dos hijos. Que vivía en Oviedo pero que estaba haciendo un viaje de Lisboa a Paris para llevar una carga. También me contó que después viajaría a Marsella a recoger otra carga que debería llevar a Berlin. Nuestra conversación se mostró animada y por ello cuando llegó mi turno para cenar lo invité a ocupar mi mesa. Juan aceptó de buen agrado y continuamos charlando y cenando por espacio de una hora más. Llegó el final y lamentablemente teníamos que despedirnos. Juan me había comentado que por el tiempo que llevaba conduciendo estaba obligado a parar unas cuantas horas y descansar. Y que se iba a meter en la cama de su camión a dormir. Nos despedimos con un buen apretón de mano. Yo pensé que era el momento de irme a casa que está a una media hora del lugar, pero no se porque extraño instinto continué merodeando por el sitio. Finalmente, sin ninguna necesidad alquilé una habitación en el hostal de ese lugar y me fui a descansar un rato.
Como a la hora salí de la habitación, bajé al bar y para mi sorpresa me encuentro a Juan en la barra. Estaba tomándose un café y como ya nos conocíamos, yo me acerqué y lo saludé. También pedí un café y me senté a su lado. Juan me comentó que estaba de mala ostia, que antes aquí tenían un puticlub pero que ahora ya no estaba funcionando. Así que su plan de limpiar el fusil estaba descartado. Mi única esperanza es empatarme con algunos de los gays que suelen merodear estos sitios detrás de machos camioneros necesitados de un buen polvo como él. Y sin que mediara ningún preámbulo me comentó: no te apetece hacerme el favor y darme una buena mamada.
La frescura del planteamiento de Juan me dejó en una sola pieza. Así que yo estaba explorando con disimulo aquel sitio. Y resulta que toda mi discreción era por gusto, pues era habitual que muchos gays ya habían descubierto que allí se podían empatar con los camioneros. Y que cuando yo empecé a conversar con Juan ya él pensaba en que yo lo que quería era sexo, Y lo peor o quizás lo mejor era que lo mismo habían pensado buena parte de los camioneros presentes e incluso el empleado del bar. Aquello me dio corte, pero luego me dio soltura, pues me percaté que no todos los que merodeaban eran camioneros, sino que también habían hombres que buscaban hombres.
De primera le tiré a broma la petición de Juan, pero seguí conversando con él porque su oferta no estaba para nada desechable. Finalmente salimos fuera del bar y Juan quería invitarme a que conociera su camión. Pero a mi me pareció más discreto que yo subiera a mi habitación y lo esperara allí.
De inmediato me despedí de Juan, le dije que mi habitación era la Nº 101, que solo tenía que subir a la primera planta por la escalera y luego tomar a la derecha pues era la última del pasillo. De inmediato me dirigí a mi habitación y dejé la puerta entre abierta esperando la llegada de Juan. Estaba un poco nervioso, pues todo había sido tan de repente que no me lo podía creer. Pasaron unos minutos, no recuerdo cuantos, se que fueron pocos aunque a mi me parecieron muchos y de repente sentí la voz de Juan que me preguntó, como para estar seguro de no equivocarse: ¿Carlos, estás ahí? Y yo de inmediato le contesté: Si pasa, te estoy esperando.
Los primeros minutos fueron de un poco de tensión, porque en realidad los dos estábamos algo cortados. Pensé que lo mejor era sacar alguna conversación trivial, para estos casos lo que primero se da es hablar del tiempo: Y ahí vino mi exclamación clásica: Que calor hace y esta maldita habitación no tiene aire acondicionado.
Juan se sentó en una butaca que daba a un espejo de pared, de forma que ahora por si fuera poco lo podía ver dos veces y sin dar más preámbulo me lancé a la acción. Poco a poco fui desabrochando los botones de su camisa que me permitían tener acceso a los vellos de un pecho muy hermoso y lo primero que se me ocurrió fue acariciarlo. Juan aceptó mis caricias con una sonrisa de placer y acomodándose más en la butaca y subió sus brazos para con sus dos manos detrás de su cabeza insinuar que continuara con mis caricias. Aquel gesto me dio más tranquilidad y continué el deleite de acariciar su pecho y sus tetillas que me costó inicialmente trabajo encontrarlas entre la selva de sus vellos. Cuando llegué a ellas estaban flácidas pero con un par de roces se empezaron a endurecer por lo que fui acercando mi boca a su pecho y continué mis caricias, ahora con mi lengua. Juan estaba disfrutando el calentamiento que le estaba dando. Mi lengua no dejaba de juguetear con su pecho, con sus tetillas, con los vellos de su pecho. Así que decidí ponerlo más a mi alcance y sin dejar de darle lengua lo empecé a despojar de su camisa. Yo sabía que estaba empalmado a tope. No le había palpado la polla intencionalmente, pero su respiración se hacía más continua y entrecortada, sobre todo cuando con mi lengua comencé a juguetear con su ombligo. Con mi boca trataba de llegar más debajo de su ombligo, pero el cinto y la cremallera de su pantalón lo impedían. Juan lo estaba cada vez deseando más, hasta que cabreado y sin incorporarse mucho desabrochó el cinto de su pantalón y descorrió la cremallera. Ahora podía observar que su polla estaba desesperada por liberarse del calzoncillo y exhibirse ante mi lujuriosa lengua. Pero yo estaba en plan de desesperarlo y elevar su deseo al máximo, así que no hice nada por dejarla al aire libre. Ahora con mi lengua podía llegar más debajo de su ombligo y lamer cada vez más cerca de la cabeza de su polla que ya dejaba muestras de estar babeándose de deseos.
Aquí Juan no pudo más y me dijo con una voz que mostraba su deseo desesperado: acaba de empezar a mamármela, porque me voy a correr antes de que empieces.
Ya era suficiente, así que me decidí ver por primera vez lo que estaba debajo de la tela y de primero le quité le pantalón y finalmente el calzoncillo. De nuevo él se sentó en la butaca, ahora completamente desnudo y yo con toda mi ropa. Cuando vi su polla libre por poco me muero del susto. Nunca había visto un aparato semejante. Era una polla muy hermosa, gorda y grande como para salir corriendo. Su cabeza estaba bañada por el líquido seminal y su tronco tenía un par de venas gordas que estaban a punto de explotar. Fui acercando mi boca al tronco donde empieza, cerca de sus huevos y lo primero que hice fue besárselos. Juan abrió más las piernas para que pudiera disfrutar de sus huevos con más facilidad y después de besarlos varias veces se los empecé a chupar. Primero uno y después el otro. No pudo meter los dos huevos a la vez en mi boca, porque no cabían. Finalmente fui lamiendo su tranca poco a poco y acercándome cada vez más a aquella cabeza que deseaba ser chupada. Al fin con mi lengua empecé a acariciarla y finalmente le di un solo chupón, que provocó una exclamación de placer que decía: ¡Cojones, acaba de empezar a mamar que me estás desesperando!
Eso era lo que yo quería, desesperarlo hasta que él me pidiera que se la mamara con el máximo de deseo. Así que continué con mi tarea de seguir disfrutando de sus huevos y cada cierto tiempo le daba una pequeña chupada a la cabeza de su polla que le hacía cerrar los ojos y contraer todos los músculos de su vientre de placer. Estuve en ese juego varios minutos hasta que una vez, cuando él esperaba que la tortura por el placer continuara, no saqué la cabeza de su polla de mi boca, sino que continué chupándosela con mayor intensidad. Comencé a sentir como su polla rugía y como sus manos sujetaban mi cabeza para que no pudiera abandonar la mamada. Ahora no estaba en disposición de que yo continuara con mi juego y comenzó a embestirme con su polla que penetraba casi completa en mi boca, que se introducía en mi garganta, que hacía que mis lágrimas se salieran. En un momento dejó que me la sacara por un instante de la boca. Me decía: esto es solo para que tomes un poco de aire y de nuevo me dijo: Venga, sigue mamando. Ahora pude observar que tenía su polla totalmente cubierta con mi saliva que copiosamente le bañaba su hermoso par de huevos. De nuevo sujetó mi cabeza y presentó la cabeza de su polla en mis labios y de nuevo comencé a mamar y a sentir como sin piedad metía su gordo tronco en lo más profundo de mi boca y ahora era yo el que le mamaba con desespero. Me di cuenta que estaba sudando copiosamente cuando comencé a sentir que aquel trozo de carne en mi boca cada vez se estremecía más hasta que soltó el primer chorro de leche caliente. Me di cuenta que no era su intención dejar que yo me escapara y continuó lanzando sus chorros de leche en mi boca uno tras otro sin dejarme otra opción que tragarme su leche.
Cuando me percaté que estaba terminando de correrse en mi boca y hacerme tragar su leche yo me había sujetado con fuerza de su cintura. Sabía que cuando un hombre se corre su polla se pone más sensible. Y le iba a sacar hasta la última gota de leche de sus huevos. Así fue, el quería que le soltara la polla y yo le daba una chupada y hacía que se estremecieran todos los músculos de su cuerpo. Me decía que se la soltara y yo me sujetaba con fuerza a su cintura, soltaba su polla sensible en mi boca pero no la sacaba de allí y cuando veía que se recuperaba algo volvía a mamarle de nuevo y hacerlo estremecerse. Al fin Juan comprendió que mientras su polla estuviera sensible yo iba a continuar disfrutándolo.
Cuando le solté la polla, Juan estaba totalmente sudado, me dijo: nunca me han dado una mamada así y se echó en la cama y de inmediato se quedó dormido por un par de horas.
Mientras Juan dormía en aquella cama de aquel hostal en medio de la carretera donde los camioneros aparcaban sus vehículos para pasar la noche y descansar yo no dejaba de observar aquel hombre desnudo. No tenía ningún desperdicio. Era un hombre de músculos fuertes, los vellos le cubrían el pecho pero dejaban una deliciosa piel limpia en sus hombros y en la espalda y cuanto más lo miraba más deseo sentía por volver a disfrutar el sabor de su piel con mi lengua. Durante esas dos horas no dejé de disfrutar con mi vista aquel ejemplar de camionero que había cazado aquella noche. En más de una ocasión me volví a empalmar, pero no intenté por un instante tocarlo e interrumpir su sueño. De pronto sonó su teléfono móvil y Juan se despertó, era su esposa. Comenzó a hablar con ella mientras yo aproveché y comencé a acariciarlo de nuevo. Al principio Juan se cortó, le costaba trabajo hablar con la madre de sus hijos mientras yo lo acariciaba y lo estaba empalmando de nuevo. Cuando colgó la llamada. Se sonrió y me dijo: ¿Qué tal te parece si nos damos una ducha? De más está decir que acepté gustoso a esa invitación y mientras él se dirigía al baño yo me desnudé y cuando él se estaba mojando bajo el chorro de agua yo entré en la bañera y comencé con el gel que untaba en mis manos a enjabonarlo por todas partes. De las caricias de mis manos a sus huevos y a su polla Juan se volvió a empalmar totalmente y me metió bajo el chorro de agua de la ducha y comenzó a enjabonarme. Mis manos no dejaban de acariciar alguna parte de su cuerpo cuando él con las suyas me estaba enjabonando. Acariciaba mi piel, pero lo que más le gustaba era acariciar mis nalgas, yo empecé a sentir como cada vez que sus manos se acercaban a mi culo sus dedos lo acariciaban en círrculo. De momento me tenía abrazado contra su pecho, sentía como su polla se metía entre mis piernas, mientras que mi culo era dilatado por sus dedos y el jabón. En ese momento sentí pánico. Juan se estaba preparando para encularme y ya yo sabía la clase de aparato que tenía.
Con aquella polla entre mis piernas y abrazado contra su pecho Juan me besó en la boca. Su lengua empezó a tratar de entrar y pronto sentí que al igual que le había chupado la polla hacía un par de horas, ahora estaba chupándole su lengua. Mis corazón latía precipitadamente cuando él con sus manos me hizo dar la vuelta y de nuevo metió su polla entre mis piernas. Su polla rozaba mi culo una y otra vez y de pronto encontró mi esfínter dilatado y entró. De un solo golpe, aquella polla entró por mi culo hasta que sentí como sus huevos rozaban mis nalgas. Juan me sujetó de la cintura unos instantes. Yo sentía que aquel pedazo de carne en mis entrañas me iba a reventar, mientras la leche se me quería salir. Después poco a poco sentí como aquel pedazo de polla comenzaba a abandonar mi interior pero casi al salir volvía entrar de nuevo a ocupar su posición total. A ese ritmo lento continuaron sus primeras embestidas, cuando acababa de metermela completa yo sentía como con fuerza apretaba mi cintura y de nuevo a ese mete y saca que empezó a enloquecerme. Y pronto el ritmo se aceleró y mis piernas comenzaron a temblar, pero Juan no cedía, aquello no terminaba, me estaba follando con un placer y sin ningún tipo de consideración. Yo solo pensaba que acabara de correrse, pero aquello seguía y a Juan le pareció poco y me hizo poner un pie en el borde de la bañera, sentí que mi culo se abría más para permitir que su polla llegara a más profundidad. Temí resbalar y caerme pero sus embestidas continuaron con la misma firmeza e incluso me dio una seguridad de que su fuerza dominante no me permitiría caerme ni sacármela hasta que la leche saliera de sus cojones e inundara mi maltrecho culo. Cuando sentí sus expresiones de placer las embestidas eran a un ritmo implacable y casi simultáneamente mi polla soltó un chorro de leche increíble y casi juntos llegamos al orgasmo. Luego nos aclaramos el agua y cada uno trataba de secar al otro hasta que al fin nos sumergimos en un beso profundo y nos fuimos a la cama a dormir los dos juntos.
Al despertarnos Juan tenía apuro por tomar la carretera, nos despedimos con un profundo beso y no volví a verlo hasta dentro de 10 días, cuando volvía de regreso de su viaje a Alemania. El día anterior a su regreso me llamó y quedamos y de nuevo me dio una espectacular follada. Pero lo más interesante fue que la mamada que le había dado la conocían varios de sus amigos camioneros por lo que después que terminamos tuve que sacarle la leche a tres de sus amigos.
A partir de ese momento he tenido una actividad sexual muy intensa porque cada dos o tres días me paso por el sitio y nada más llego se me acerca algún camionero necesitado que yo no dejo de complacer. Si no veo a ninguno en el bar es muy fácil encontrar al camionero que espera por el sexo pues tienen una contraseña, dejan las luces traseras del camión encendidas y ya sabes que puedes abordar el camión sin ninguna preocupación más que la de encontrarte que ya el camionero se está follando a alguien que llegó primero, pero en la mayoría de las ocasiones eso no constituye un problema pues te invitan a participar en el trío.
El que se dedica a indicarle a los tíos que conmigo no hay problema es el mismo empleado del bar que conoce a los camioneros y a los gays que frecuentan al lugar. Otra cosa interesante es que casi ninguno de los camioneros que allí están se muestra reacio a follarse a un tío, incluso en muchas ocasiones se follan entre ellos, pues su trabajo en la carretera días y días les hace estar alejados de sus esposas y tienen necesidad de sexo. Cuando es más fácil conquistarlos es cuando vienen de regreso a sus casas, pues entonces llevan muchos días sin follar y se empatan con el primero que pueden. De esta forma llegué a darme cuenta que ese mundo de hombres machotes que tanto hablan de su heterosexualidad en sus conversaciones cotidianas es tan proclive a las prácticas homosexuales. Nada que cazar camioneros es lo más fácil del mundo.
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