El cazador cazado

Un deseo sobre su cuñada precipita una indeseada situación.

Cuando has pulsado la tecla intro, te queda una sensación de inseguridad que te hace repasar todo el texto enviado (tarde).

Esa es la misma sensación que obtuvo Jaime tras su tic en la tecla. El mensaje "Enviando..." apareció en la pantalla, y su gesto se torno entre impaciente e inseguro.

No es que el mensaje en sí provocara ninguna sensación de que pudiera ser una declaración de nada, ni tan siquiera se podría establecer como una insinuación. Simplemente, era una contestación a aquel correo que Mati le había mandado por su cumpleaños en el que se unían lo divertido con lo sensual, e incluso con ciertos tintes directos de sexo. Aquella contestación estaba sutilmente redactada, pero solo Jaime y su conciencia sabían que aquel encerraba una segunda intención que navegaba por el subconsciente y que en ocasiones le provocaba ese deseo indeseable que al final es no desear nada. Posiblemente, Mati, si en algún momento lo leía, se quedaría en el simple hecho de la contestación al correo de felicitación sin extraer otra punta más afilada al asunto. Este razonamiento pareció tranquilizar la conciencia de Jaime e incluso se atrevió a ir más allá, salvando el recurso empleado.

A buena lógica, un correo sarcástico requiere otro del mismo tono; pues en ese caso, a un correo un tanto "indecentillo" le podía corresponder otro que, por su vinculo a Mati, debia de compensar lo primero.

Releido el texto, la sensación era que podía ocultar cualquier mala interpretación que se quisiera hacer, salvo, claro está, que aquella mala interpretación fuera para establecer contacto entre los dos redactores. Ese punto variaría las cosas en gran medida.

Jaime miraba la pantalla. Tanto, que parecía estudiar pixel por pixel todo lo escrito. Sin embargo, prestándole atención, sus ojos estaban en un punto vacío entre la pantalla y él. No miraba, pero en su interior un cúmulo de imágenes y situaciones parecían agolparse para pasar por delante de él, y a decir verdad, su posición merecía la impresión de que aquello no le causaba un trastorno ni un poco desagradable.

--- xx ---

Jaime encendió el ordenador como lo hacía ultimamente, esto es, una vez al mes. Entró en el correo y empezó a recibir la basura diaria que le había terminado por cansar. Todos y cada uno de los correos, unos a vender, otros a provocar y otros con toda la pinta de poder contener virus fueron ahogando la pantalla hasta que esta se quedó paralizada, excepto en el icono de conexión. Tras una larga espera, la operación de descarga terminó. Jaime echó un vistazo por los encabezados y ninguno causó interés a lo que decidió sin más mandarles a la papelera de reciclaje.

Marta vociferó nuevamente desde el hall. Era parte de su forma de ser. Jaime aceleró el ritmo y llegó al lado de su mujer que esparaba impaciente con la puerta entre abierta. La tipica exclamación represiva y gesticulada apareció mientras Jaime se excusaba por su tardanza, que a decir verdad, tampoco era para tanto. Marta animó a la partida indicando que habían quedado con su hermana y cuñado para pasar la tarde dando una vuelta. Aquello a Jaime no le trastocaba para nada sus planes. Qué más daba pasear con Marta a solas que acompañado de Alberto y Mati. Bueno, con Alberto hablaban de política y aunque de signo bastante contrario, eran conversaciones para pasar buenos ratos. En algunas ocasiones, Marta o Mati, entraban en la misma, y, en otras, la mayoría, sus intentos eran abortar la conversación subida de tono. Aun así, Alberto y Jaime se llevaban bien.

Al entrar en el bar las miradas de Mati y Jaime se cruzaron rápidamente, causando la sensación que aquella situación pertenecía más a un guión escrito que a una simple casualidad del momento. Mati no hizo ni un solo gesto. A modo de estatua, apuntilló sus ojos en los de Jaime, y, éste, terminó por contrariarse y apartó su mirada con sensación de sentirse excesivamente estudiado, hecho que le provocaba sentirse muy molesto. Jaime pensó en qué provocaría aquel estudio tan concienzudo sobre su persona, y empezó a buscar alguna contestación. Quizá aquel peinado trabajado por el viento, o algún desconocido siete en alguna prenda, o acaso alguna que otra mancha disimulada ... Jaime no encontraba una rápida solución que le diera una conformidad a la situación.

En un instante, los ojos se volvieron a encontrar. Jaime pensó en el correo. ¿Tendría efectos?, ¿Estaría molesta?, o, por el contrario, le estaba estudiando para intentar averiguar sus ocultas intenciones ...

El saludo fue más frío que de costumbre, y tras un cambio de impresiones, Marta, Mati y Alberto comenzaron a buscarle salida a toda una tarde por delante, mientras Jaime, sin parecerle importarle aquella convesación, mantenía viva su resignación a dudar sobre aquella actitud de Mati, que por cierto, se había tornado de los más normal.

Pasaron algunos bares y de vez en cuando, sobre todo aprovechando los desplazamientos, Marta le soltaba alguna de esas preguntas que tanto le molestaba: ¿Te pasa algo?. Jaime deseaba perderse de todo aquello, pero la insinuación hecha por su mujer de que sus acompañantes empezaban a advertir cierta incomodidad por su actitud, lo que provocó que Jaime intentara un cambio.

Fue entonces, tras una largo rato, la primera vez en toda la tarde que Jaime intercambió palabras con Mati, y lo peor para Jaime, realmente, fue la normalidad con la que se celebró. En su interior, afloraban dudas sobre si aquellas fantasías en relación a su cuñada hubieran sido provocadas simplemtente por él mismo en lugar de haberse ceñido a la cruel realidad de la verdad. Mati era eso, simplemente su cuñada.

Al fin Jaime se integró y su mente y su cuerpo cobraron la normalidad de siempre. La conversación se torno agradablemente normal y eso produjo las primeras risotadas de Jaime así como la vuelta a contar nuevamente aquellas graciosas incidencias que unas inventadas y otras mezcladas con realidad producían un estado jovial y agradable en sus acompañantes.

Alberto abandonó la reunión en un punto alto de risas y bromas para saludar a un conocido. Marta aprovechó la falta para ir al servicio. Jaime quedó por primera vez sólo con Mati desde que le envío el correo y eso le hizo volver a sentir sus incertidumbres. Su cara se volvió seria y tomó una actitud de ni saber qué hacer, y ni saber donde mirar.

Mati, inteligente, supo resolver la situación y en cierta manera salvar a Jaime de beberse la copa de vino en un tiempo record:

– ¿Te gustó el correo?, espero que no te molestará, estaba un poco subido...., pero le ví y me hizo gracia.

¡No!, ¡no me molesto!, – Respondió Jaime veloz, casi cortando a Mati. – Me sorprendió, pero en su genero no estaba mal.

Bueno, me alegro. Dudé bastante, pero me dicidí al final. Una siempre no está segura de hacer todo lo que desea – indicó Mati.

Tienes razón. Siempre hay cosas que no te atreves... – afirmó Alberto.

Vaya, ¿Tienes alguna cosilla que no te atrevas a hacer? – preguntó Mati con cierto aire fisgón de ironía fina.

Jaime volvió a mirar directamente a Mati, buscando leer en sus profundidades el verdadero sentido de aquello. Su posición era comprometida, puesto que por un lado queía ocultar su deseo y la posibilidad de ser descubierto y por otro, mantener la más mínima posibilidad activa, si es que esta se estaba produciendo.

  • Todos tenemos nuestras lagunillas, ¿no?. Yo no voy a ser menos – Sugería Jaime adornandolo con gestos y muecas de expresión oscura intentando sembrar curiosidad en su acompañante.

¡Vaya, vaya!, otro hombre con sus problemillas. Si te puedo ayudar en algo....

Siempre aceptaré tu ayuda. Ya lo sabes. Tu eres mi verdadero psiquiatra.

La conversación se mantuvo en un grado de ironía que agradaba a ambas partes. Mati, mostraba cierta desenvoltura en la conversación, lanzaba ideas llenas de sentido que se perdían en la lógica de la realidad. Jaime, se defendía a duras penas devolviendo todas las pelotas que podía, aunque bajando el listón.

Marta se unió a la pareja y provocó un silencio. Esta protestó por el silencio provocado por su llegada con un sentido de dudas, a lo que Mati, agudamente, repondió, sugiriendo una idea que resultaba tan descabellada, que provocó una risa muy graciosa en Marta.

Asi que solucionando los problemas de este. Si es que Jaime los tiene y muy graves – afirmó Marta.

Pero son muy apetecibles para una psicóloga como yo. Tendré que citarle para estar en una situación más adecuada al estudio de este paciente – bromeó Mati con Marta, mientras dejaba escapar alguna mirada a su enfermo.

Jaime aguantaba la situación sin saber mucho a qué atenerse, de manera que decidió permanecer al margen, no sin dejar de estudiar los gestos y palabras de Mati.

Alberto se unió al grupo, y eso hizo que se elevara el estado de cachondeo contra Jaime y sus problemas, que en ese momento ya había aterrizado en el apartado sexual. Mati se había convertido en sexóloga, mientras Marta suplicaba su ayuda para salvar aquella situación que no la permitía disfrutar plenamente de su matrimonio.

Alberto coceaba verbalmente de vez en cuando a Jaime con algún improperio de mal gusto, soltando posteriormente una carcajada generalizada. A Jaime aquello le causaba cada vez menos gracia.

La tarde fue pasando y estaba tan divertida que a nadie parecía querer darla por concluida. Salió la idea de ir a cenar a alguna de las dos casas y parece que la idea fue recibida con jubilo por todos menos por Jaime, que seguía en un estado de consciente tontería lunática.

Entre salir a tomar unas copas o quedarse en casa a tomar unas copas había una pequeña diferencia: el juego. Anteriormente había sido frecuente las partidas de trivial entre ambas parejas (siempre mujeres contra hombres) que se resolvían, además de las habitual bronca matrimonial por la validez o no de las respuestas, con la machista per cierta victoria de los hombres debído en gran parte a la cultura poseida por Alberto (un empollón de los buenos en sus años de estudiante, y que aun mantenía el gusto por el conocimiento).

Jaime, se habia relajado e integrado en el grupo, sobre todo cuando la "bromita" sobre su problema fue aparcada. Es más, la noche se hacía cada vez más agradable, ayudada por alguna gotilla de alcohol de más, que provocaba algún que otro buen comentario que hacía que el grupo riera. Además, las discusiones entre los matrimonios parecían que no íban a tener sitio.

Mati fue a la cocina a por hielos, mientras que Jaime aprovechó para acercarse al baño. A su vuelta, entró en la cocina a preguntar si podía ayudar en algo. Mati le miró y tras un par de segundos de interrogante, cogió la cubitera con los hielos y acercándose exageradamente a Jaime le dijo: - Creo recordar que el que necesita ayuda eres tú, recuerda que soy tu sexóloga, no me pongas los cuernos con otra. Yo te entiendo muy bien.- y abandonó la cocina dejando a Jaime parado, con los ojos muy abiertos fijados en la ventana como si hubiera visto a un hombre colgado de la misma pidiendo ayuda (era un noveno). Reaccionando, Jaime dio media vuelta y volvió al salón donde siguió la partida sin querer darle mayor importancia a la frasecita.

Aun así, de vez en cuando, a su cabeza volvía la imagen del encuentro culinario y cuando tuvo ocasión de devolverla no lo desaprovechó:

Necesito una cita urgente. Estoy empeorando mucho. – le dirigió Jaime a Mati mientras se cruzaron en la recogida del salón.

Esta semana me es imposible, tengo todas las horas ocupadas pero la semana que viene te haré un hueco. Te llamaré para confirmar... – respondió Mati dejando la conversación en el aire.

La despedida llegó finalmente bien entrada la madrugada. Jaime y Marta se volvieron a casa.

--- xx ---

¡Yo lo cojo! – Sugirió Jaime a Marta, que estaba dándose una ducha en el baño. El teléfono requería la atención y Jaime como de costumbre se sentó en el sillón y atendió el teléfono:

¿Diga?

Hola, soy tu médico. Tengo la hora que me pediste.

Jaime estaba descolocado puesto que la conversación mantenida en la noche de hacía un par de semanas la había olvidado por completo. La voz del otro lado del auricular sonaba a la de Mati que fácilmente querría hablar con Marta. Sin embargo, el tono parecía distar mucho de la intención, y el contenido....

¿No me conoces?, ¡Recuerda!, ¡Tu problema!, ¿se te ha olvidado?

Jaime analizaba y finalmente recordó.

Er, si..., esto..., claro, es que..., perdona....

¡Vamos, vamos! Que seguro que ese problemilla lo podemos arreglar. ¿Estas solo en casa?

Marta está dándose un baño...

Bueno, pues así no nos molesta. Vamos a ver, tu problema, ¿que te pasa?, cuentame qué te ocurre para poder preparar la consulta mejor...

Jaime, totalmente fuera de escena no sabía que contestar pero intuia que sus planes estaban encima de la mesa. Sospechaba que tenía que jugar a ganador pero, ¿y si se equivocaba?, si dejaba claras sus pretensiones y no cuadraban con Mati. ¿Cómo lo tomaría?, y, ¿qué consecuencias tendría con Marta?. Es cierto que deseaba a Mati, pero estaba enamorado de su mujer, la quería y desde luego no quería tener problemas con ella. Es más, el no conseguir a Mati tampoco le quitaba excesivamente el sueño y todas las fantasías y roces no dejaban de ser un puro juego, o ¿no?.

Y es que responder aquella pregunta, además de responderla rápida (milésimas de segundo) debía de responderla bien.

Jaime decidió dejarse llevar, y como siempre, la solución se planteaba como un si pero no, un espera que no voy, un decir y no significar..

Pues ya sabes, doctora. Creo que el típico problema de desconocimiento de prácticas nuevas que permitan ... pues eso, ya sabe ..., me entiende, ¿verdad?.

Tiene que ser muy grave cuando me empiezas a tratar de usted. Pero no te preocupes. Buscaremos la solución entre los dos. Vamos a ver si te he entendido. Tu mujer parece aburrida de tus relaciones y tu lo achacas a que es por excesiva monotoneidad. ¿Cierto?

Como se nota que es una buena profesional

Vamos, vamos que me vas a ruborizar. Bueno, se me ocurre dar un repaso a tu situación, aunque a lo mejor debemos hacer algunas practicas que pueden incomodarte....

Bueno, si no hay más remedio,... pero sepa que yo...., bueno mi problema...

No te preocupes. Ya te ayudaré yo en aquello que necesites.

Jaime explotaba de la emoción. Su situación se agravaba y aquello precipitaba toda un serie de acontecimientos que, si eran ciertos, ... Jaime, se relajó y meditó la situación. Seguro que todo era un juego para hacer tiempo. Seguro, era un juego.

¿Te parece bien el martes a las 6 en mi consulta?

Bueno, a esa hora es imposible. Mi trabajo me ocupa hasta las 8.

Espera entonces. ...... Si, bien, y ¿a las 8 y media el mismo martes?

Si, bien, creo que está bien. Me parece que está muy bien. Allí estaré. Por cierto,.....

Si, ¿dime?

¿Es necesario que acuda mi mujer? o yo solo o ...

No hay ningún problema. Si tu mujer puede acudir, podría ayudarnos en nuestra labor, aunque pensándolo mejor, quizá, en una segunda cita nos podrá servir mejor. De momento ven solo que eso provocará una situación más íntima y para estos casos es mejor.

De acuerdo. – Balbuceó Jaime

Hasta el martes, entonces, adios.

Adios.

Jaime colgó el teléfono. Se quedó sentado mirando a través de la ventana a ningún sitio. Marta apareció por la puerta. Todo parecía encajar. Marta llega cuando ha colgado....

¿Quien era Jaime?

Las dudas aparecieron en la cabeza de Jaime. Pero reaccionó rápidamente.

Era Mati, quería hablar contigo.

Marta tomó el teléfono y marcó. Tras unos segundos de espera comenzó una conversación que duró varios minutos, mientras Jaime se mostraba atento en todo lo que podía recoger que era poco. Jaime se fue tranquilizando. Las dos hermanas hablaban normalmente, aparentemente de sus cosas, y de vez en cuando, soltaba alguna risilla de algún comentario gracioso.

¿Entonces el Martes? – preguntaba Marta en su conversación conMati.

....

Bueno, pero sabes que tiene que trabajar. Por lo menos hasta las ocho y media o nueve no podrá llegar. Eso si no tiene nada que hacer.

....

Perfecto. Bueno, yo se lo digo y si no puede te llamamos y te lo decimos. ¿Vale?

Aquello sonaba a complot o mejor a trampa de Mati para con Marta. Pero una cosa si se dejaba entrever. Aquello iba en serio y para delante. Deseaba que acabaran de hablar y cuando sucedió esperaba con curiosidad lo que le había contado. En efecto, aprovechando su profesión (economista y asesor fiscal), Mati quería preguntarle algunas cosillas relacionadas con su matrimonio en relación a su marido que estaría fuera por su trabajo ese martes y el miércoles. Era la excusa perfecta. Mati se había quejado alguna vez de problemas conyugales (muy normales en las parejas) y se le había escapado el pensamiento de qué pasaría si se separaban...

Jaime sonreía para sus adentros por la buena maniobra de Mati para eliminar obstáculos del medio, aunque aquello le dio que pensar: primero vienes solo y luego con tu mujer que nos podrá ayudar a solucionar el problema. Jaime se preguntaba si Mati no tendría ningún problema en mantener un trio. Aquello se estaba sobredimensionando. Estaba sobrepasando los límites. Era fácil que al final todo se resumiera en que Mati deseaba hacerle alguna pregunta profesional...

Ninguno de los días siguientes dejó de pensar en el tema. Había deseado tener algún contacto con Mati que le pudiera confirmar la situación, pero lejos de esto, no hubo ni la más mínima posibilidad.

Aquel martes, su mujer le recordó al salir de casa la cita con la "doctora", aunque en las palabras de Marta se quedó en un recuerda que tienes que estar con mi hermana para esas dudas.

La tarde fue pasando lenta, interminable. A medida que pasaban los minutos el grado de incomodidad y nerviosismo fue creciendo. Las dudas pudieron con la seguridad. En varias ocasiones cogió el teléfono para cancelar la cita, pero algo interno se lo prohibía. No le cabía duda: amaba a su mujer, pero Mati era un plato tan apetitoso que era imposible renunciar.

Llegó un momento que su pensamiento se perdió en la "consulta" y sus consecuencias. Un mar de problemas le abordó. Se imaginó a Mati llamando insistentemente a su casa con un "¡¡¡te necesitoooo!!!", "o vienes o Marta los sabrá todo". Se imaginó que era una trama de las dos hermanas para saber si él le era fiel y el grado de su aguante. ¡Qué cruel!, musitó mientras daba forma a su última escena imaginada.

--- xx ---

Jaime estaba tendido en aquel tresillo viendo la televisión. Su casa mostraba un aspecto deplorable, posiblemente debido a la dejadez que se había apropiado de él. Encima de la mesa, quedaban restos de la comida rápida que había cenado, y en su mente quedaba aquel recuerdo que pasaba una y otra vez como pasan las películas en los cines. Siempre la misma película, como si lo estuviera viviendo en vivo.

Su aspecto era desarreglado, barba de un par de días facilitada por que apenas le crecía por que relamente tenía semana y pico. Y sobre todo la imagen de soledad que daba. Miraba la tele pero no la veía y en ocasiones cuando la mirada se cruzaba con aquel retrato de encima del mueble de sus ojos se dejaban escapar los lamentos que encerraban la tristeza y la desesperación más aguda.

Para sentirse así, hay que imaginarse un estado de desilusión, de indiferencia que nos permita advertir su pose. Jaime se incorporó, se acercó a la ventana y apartando la cortina vió el mundo.

Muchas veces me han dicho que cuando alguien se va, se le presentan todos los fotogramas de su vida. Jaime no necesitaba irse para que se le presentaran los fotogramas de aquella película vivida, ni tan siqueira quería irse. Realmente, no quería nada.

--- xx ---

Jaime salió de su oficina. Estaba decidido a dejar que los acontecimientos surcaran y se mostraría estudioso de cada situación para poder entresacar y advertir los problemas de cara a no dar ningún paso en falso. El móvil sonó. Jaime advirtió que era Marta. No le gustó. Pero contestó disimulando un cariño que en ese momento no le pertenecía a ella. La conversación fue corta ya que más que conversación era un mensaje de que Mati tenía alguna complicación y que llegaría un poco más tarde. Que esperase en el bar de abajo hasta que ella llegara. Eso fue una contrariedad y más cuando realmente no sabía ni cuánto tardaría.

El coche voló y aparcó en frente del lugar de encuentro. Jaime miró el reloj. Eran las ocho y cuarto. Significaba que tendría que esperar mínimo 15 minutos, más luego lo que tardara en llegar.

Jaime se quedó en el coche. Necesitaba analizarlo todo de nuevo. Por lo menos eso es lo que le permitía la situación. Pensó en su mujer, pensó en la situación y pensó que si Mati quería algo de él, ¿por qué hacerlo mediante un juego?. ¿Para taparlo por si Jaime reaccionaba mal?. Todas las respuestas valían y a la vez no eran suficientes. Jaime veía pasar los minutos uno por uno. Parecía una eternidad y tan solo habían pasado cuatro minutos.

Jaime recordaba que siendo más joven aquellas situaciones las resolvía por el azar y como queriendo contemplar todas las posibilidades urgó en su bolsillo en busca de una moneda. Fue más dificil sacarla del bolso que localizarla. Recordó el jugarse pedir salir aquella chica a cara o cruz, y salio cruz ... Cara correspondía a llevarlo a cabo, cruz era peligro, no hacerlo. En este caso concreto, cara, esperar a Mati y cruz, a casa. Dudaba, miraba la moneda y recordaba aquellos otros tiempos. Se acordaba de los aciertos del lanzamiento y algo había que le decía que aquella situación no podía resolverla por la moneda. ¿Por qué?, por que quería que saliera cara y si salía cruz ¿podría mantener el compromiso?. ¿Quería hacer aquello o no?

La moneda dibujó una línea recta de ascenso y descenso mientras giraba con fuerza sobre si misma. Jaime pensó que todavía dominaba el lanzamiento por que la moneda quedó perfectamente colocada entre la mano izquierda y la palma de la derecha. Jaime miraba fijo sus dos manos colocadas una encima de otra, sabiendo que entre ellas estaba su solución. No quería separar las manos quizá por que no queria que saliera ningún resultado, pero sabía que en el lanzamiento no existía el canto.

--- xx ---

Se sentía bien. Tenía sensación de perder algo, pero la tranquilidad que sentía le hacía sentirse bien. Miró al bar mientras sus dedos giraban el contacto y el coche se ponía en marcha. Miró el reloj. Quedaban cinco minutos para las ocho y media. El coche avanzó. Rumbo a su casa. Las imágenes se agolpaban en su cabeza: Mati, Marta, Alberto y un sin fin de escenas perdidas. Jaime en algunos momentos pensaba que quizá en otro momento.

El coche de detuvo justo en la esquina de su calle. Aquel semáforo debía de tener algún problema. Siempre le tocaba parar. Jaime retornó a su meditación. Seguía dándo las mismas vueltas, aunque cada vez se sentía mejor. Delante de él un coche desconocido cruzó. Aparentemente debía llevar prisa.

El semáforo dio paso y avanzó. Era una calle de dificil aparcamiento y no tenían garage pero sorprendentemente había un hueco libre. ¡Qué pocas veces se daba esa situación!.

Cerró y avanzó hacia la puerta del portal. Suspiró y decidió cerrar página definitivamente. Llamaría a Mati al móvil desde casa y la diria que otro día hablarían del tema.

Abrió la puerta del portal y del ascensor. Presionó el cinco y tras un instante la puerta empezó a cerrarse. El ascenso comenzó un nuevo viaje. Se detuvo y las puertas se abrieron dejando a la vista las dos puertas de las dos viviendas que poseía ese piso.

Jaime salió del ascensor mientras preparaba la llave que le permitiera entrar en casa. Introdujo la llave y la giró. Siempre estaba dura, de manera que se empleó a fondo provocando el mismo ‘clack’ de siempre. La puerta se abrió. Delante de él, una senda de ropa. Sorprendido, reconoció ropa de Marta. ¡Cómo se puede ser tan torpe e ir perdiendo ropa del monton de ropa para la plancha!... Más allá, de la habitación matrimonial se escuchaba la televisión. No era normal que aquellas horas estuviera la televisión de la habitación encendida. No era normal que a esas horas hubieran programado una película del género... Y lo más anormal era, que Marta estuviera viéndola, porque aquellas no le gustaban, aunque a lo mejor, simplemente era un disimular...

Jaime contuvo su respiración y se reprimió en el último momento antes de avisar su presencia. Aquello no encajaba nada y más cuando la voz de una de las protagonistas de la escena era similar a la de su mujer. Aquel sonido era demasiado real y finalmente su consciente le permitió convencerse de que aquello no era precisamente una película.

Su mente quedó en vacío. No era capaz de razonar medianamente dos ideas. Solo que estaba seguro que los que estaban en su casa no se habían percadato de su presencia. La rabia empezó a apoderarse, pero lograba mantener la cabeza fría y los innumerables impulsos de recomponer la situación eran frenados continuamente.

Despacio avanzó hasta la puerta de su habitación que estaba abierta completamente, dejando ver el interior de la habitación. Directamente, de esta no se percibía mucho, pero gracias a un mueble, capricho de su mujer, se avistaba el interior de la habitación a través de un espejo esquinero.

En aquél espejo, se reflejaba una escena que dejo paralizado a Jaime. ¡Claro que Mati iba a llegar tarde!. ¡Estaba allí!, encima de un "maromo" que la penetraba mientras ésta cabalgaba y cabalgaba sobre aquella verga que entraba y salia con suma facilidad del cuerpo de mi cuñada ayudada por los flujos emanados. A un lado se divisaba una tercera persona que parecía acariaciar los pechos de Mati. Lo poco que de esta se distinguía mostraba ser otra mujer. Jaime, sabía perfectamente, que ella tenía que ser su mujer.

Jaime se mantenía presenciando la escena, escuchando los gemidos de placer de los tres. Reaccionó cuando Mati abandonó su posición privilegiada. Jaime se escondió y cuando volvió a tener imagen de la escena, pudo contemplar a su mujer a cuatro patas cara en contra del espejo, en espera de ser penetrada. Un hombre se acercó y con gesto fuerte y agresivo empujó la nalga de Marta y permitió que su poya se colara. El vaivén comenzó y Marta, lo poco que aquel le dejaba ver, se movía invitando a continuar con aquel baile.

Jaime, angustiado, contemplaba derrotado la situación.

El hombre se retiró, y con gran facilidad tumbo a Marta boca arriba. Jaime se fijó en su mujer. Esta reclamaba el siguiente juego. El hombre se arrodilló y hudió su boca en el sexo de Marta, mientras esta levantaba su pecho en señal de recibir una sensacional llamarada de estímulos. Aquel macho trabajaba bien a Marta, y los gemidos de esta iban creciendo. Mati, necesitó entrar en la escena y se la podía distiguir chupando uno de los pezones de Marta mientras esta acariciaba y agarraba el pelo mientras fluían desde su ser todas las sensaciones provocadas. Mati se elevó y besó a su hermana en la boca. Luego retiró su cara, y por unos momentos fueron complices de aquella situación. Matí se incorporó y con mucho cuidado, cara al espejo, se colocó sobre la boca de Marta de manera que su sexo encontraba facil refugio en sus deseos. Matí comenzó a moverse con gozo sin acertar a prestar atención al espejo. El hombre se incorporó y buscando la mejor posición clavo la verga en el sexo de Marta. Esta dibujó un espasmo que repercutió en sus acompañantes. Mati elevó la cabeza y fijó sus ojos en aquel espejo rinconero. Su expresión dibujó el horror y el terror del descubierto, mientras Jaime posó sus odiosos ojos sobre los de ella. Marta, ignorante, siguió trabajando el sexo de Mati, y ésta, dejó escapar una leve sonrisa mientras volvía a su gozo.

Mati, gozaba, se movía más, se retorcía de placer, y continuamente vigilaba aquel espejo donde Jaime esperaba quizá el final o quizá, lo que realmente esperaba era nada.

Mati, se avalanzó hacia delante y busco la boca del maromo. Su lengua penetró en aquella boca con un grado de poseión que pareció una verdadera conquista. Mati levantó los ojos hacia el espejo para buscar la figura de Jaime, pero no encontró a nadie. Matí se paralizó. Marta notó algo extraño que le hizo detenerse. Mati giró su cabeza hacia su hermana. La miró. Marta sabía que pasaba algo, pero no sabía qué...

Tu marido – pronunció Mati.

Marta, giró la cabeza hacia la puerta de la habitación donde no había nadie.Nuevamente se volvió hacia Marta con aire interrogante. En ese momento, el característico ruido de la puerta de entrada se escuchó. Marta apartó al hombre y se escabulló de Marta. Nerviosa buscaba algo, cuando un portazo se escuchó en la casa. Marta salió corriendo hacia la puerta, mientras Mati comenzó a seguirla.

--- xx ---

La señal de llamada del teléfono sonaba. Jaime esperaba. Alguien contestó al otro lado del auricular. Una voz en tono serio contestó:

Si

Soy yo.

¿Dónde has estado?, Llevamos dos días sin saber de ti.

¿Qué más te da?. Te llamo para pedirte que me dejes un día entrar en casa para recoger las cosas. Preferiría estar solo.

Pero.... Deberíamos hablar, ..... hacer algo ..

No tenemos que hacer nada. Te llamaré en otro momento.

Marta, quedó pendiente del auricular. Jaime había colgado.