El cazador (2: Trio con mi prima y tía)

Despues de cojerme a mi tia, la convencí para hacer un trio con mi prima.

El Cazador: Mi Tía Y Mi Prima.

Este es mi segundo relato, el primero lo podrán encontrar en la sección autosatisfacíon de nuestra pagina favorita todorelatos.com.

Para los que leen este primero les diré que mi nombre es Salvador, soy de un lugar de México, vivía con una tía que me trataba muy mal, casi como un perro, quería mas al suyo. Hasta que descubrí su secreto.

Transcurrieron varios días después de la noche en que me cogí a mi tía. Me atendía a cuerpo de rey y procuraba que no me faltara nada, me compró ropa, me complacía en todo lo que le pidiera, así que me sentía todo un garañón.

Ya me había puesto de acuerdo con mi tía de que tendríamos una encerrona con mi prima Anabel. Me excitaba de sólo pensar en lo que disfrutaría teniéndolas a las dos en la cama parchando al ritmo que quisiera imponerles, no veía la hora en que la encerrona se produjera.

La noche señalada se llego, cuando mi prima Anabel regreso de su viaje, yo me encontraba con mi tía en su recámara, cuando llego Anabel, con seguridad penetro en ella dispuesta a todo.

Un saludo se heló en su boca al encontrarme tendido en la cama y a su lado a mi tía Mirta en bata transparente, sin otra prenda cubriendo su hermoso cuerpo, yo tampoco estaba vestido, por un momento no supo que hacer, estaba por dar media vuelta para salir de aquel lugar pero mi tía la detuvo llamándola por su nombre y levantándose de la cama.

—¡Ven Anabel!... No tienes nada que temer, tu primo Chava es discreto y además un excelente amante, ya veras lo que vamos gozar las dos.

—Pero es que yo...

—Si, ya sé que tu tienes mucho miedo de no llegar virgen al altar, pero te aseguro que con tu primo será genial perder tu virginidad.

Mi prima pareció dudarlo un momento, el miedo era mayor que su curiosidad, pero no se atrevía a dar un paso como ese, tía Mirta con una mayor experiencia ese tipo de situaciones la sujeto por los hombros y la beso con toda su pasión. Sus labios entre abiertos se posesionan de los carnosos y dulces de la Anabel, los succionaron al momento mismo que su lengua penetraba en la tibia y delicada boquita de mi prima, que se dejo llevar.

Mientras sus bocas se chupaban y se daban lengua a placer, las manos de mi tía Mirta, comenzaron a trabajar sobre las ropas de mi prima, encuerándola delicadamente, sin prisa alguna para no precipitar las cosas. Primero le quito su camiseta, luego su pantalón, dejándola con su brasier y pantaleta azules, le quito el brasier y los pechos de mi prima se veían antojables, le bajo su pantaleta y pude ver sus nalguitas cubiertas por una fina capa de sudor y uno que otro vello pubico.

Yo permanencia tranquilamente sentado en la cama, observándolas viendo aquellas caricias que se prodigaban ya que Anabel llevada por la pasión que su madre despertaba en ella, ahora le acariciaba los pechos con ambas manos.

Pronto las dos mujeres quedaron completamente desnudas, paradas frente a frente besándose, sus pechos se restregaban, pezón con pezón, rozándose delicadamente para aumentar la lujuria que en sus cuerpos brotaba con toda la fuerza de sus temperamentos ardientes.

La boca de mi tía fue bajando por el cuello de Anabel, dándole pequeños chupetones, mientras que sus manos se apoderaban de las carnosas nalgas, las cuales apretaba y sobaba con toda su lujuria, tratando de despertar en su hija las más bellas sensaciones eróticas.

Tía Mirta ataco los hermosos pechos de mi prima Anabel y con su lengua los recorrió, cacheteando insistentemente los pezones, envolviéndolos, chupándolos, mordisqueándolos con toda la lujuria que la motivaba a continuar con el agasajo marinero que le daba.

Sentía que mi verga se ponía completamente dura y decidí que era el momento de participar en aquel movimiento sexual, me levante de la cama justo en el momento en que mi tía se colocaba de perrito en la orilla de la cama. Sus nalgotas apuntaban hacia Anabel, tenia las piernas abiertas y sus codos contra la cama, de tal manera que el culo y la peluda panocha quedaban completamente abiertos, invitadores a lo que su hija quisiera hacerle.

Anabel comenzó a sobar aquellas nalgas soberbias, masajeándolas, cerrándolas y abriéndolas, para luego con sus labios chuparlas suavemente, deslizándose por todo et contorno en un viaje directo al centro del placer y del deseo, dejando la huella de su lengua por su recorrido.

Se sujeto firmemente de las nalgas y abriéndoselas con firmeza clavo su lengua en el centro mismo de la rajada, con la punta recorrió desde la unión de los labios mayores hasta el aún fruncido ano, arrancando gemidos de lujuria en su experimentada madre, que apretaba las sábanas y movía su trasero rotándolo para que su hija siguiera castigándola dé aquella manera deliciosa que tanto placer le proporcionaba.

Yo ya estaba que los tiraba de tanto deseo acumulado en mis huevos, así que viéndola empinadita con las piernas bien abiertas, se fui acercando a su espalda y poniéndome de rodillas me sujete del rico culo de Anabel, que enardecida por la chupada que realizaba, no le dio importancia, en ese momento estaba viajando en las olas del mar de la pasión.

Imitándola comencé a chupar y a lamer la rajada de ella, mi prima gimió gustosa y trato de imitarme el ritmo, realizando en la rajada de esta lo que le hacían en la de ella, siguiendo el mismo patrón, formando la cadena de lujuria más perfecta y bella que pudiera desearse en ese momento.

Yo chupaba, lamía, succionaba, aquella rajada, al tiempo que le acariciaba los pechos carnosos a Anabel que ya había entrado en confianza y se dejaba hacer todo, pero no suspendía su labor sobre la panocha de su madre, que estaba al borde del éxtasis supremo, gozando como enajenada de aquella rica mamada.

Fue unísono el gemido profundo e intenso que lanzaron las dos mujeres al momento mismo en que llegaban a la cima del orgasmo y se dejaban arrastrar por él en ese profundo laberinto de placer infinito. No obstante ninguno se atrevió a suspender sus lamidas, tía Mirta no podía permanecer impasible, así que se dejo caer en la cama y moviéndose se coloco entre los muslos de su hija Anabel, haciéndola que se empinara en la cama y volviera a atacar su panocha empapada por los jugos íntimos que emanaban a chorros.

Yo las vi en aquel perfecto 69 y sin pensarlo un momento abrí las ricas nalgas de mi prima Anabel, y sin sujetar mi garrote, lo centre hacia la panocha de ella, cuando la cabezota de mi verga hizo contacto con la empapada panocha de Anabel, esta intento fruncirse, pero la lengua de tía Mirta que seguía trabajando activamente la detuvo, ocasionando que se relajara y que soportara aquello.

Yo empuje un poco mi cadera y la verga avanzo, abriéndose paso en la estrecha vagina, que era virginal hasta ese momento, el delicioso dolor que sintió Anabel, lo aminoro clavando su boca en la panocha de su madre, chupando con mayor intensidad ya que estaba despertando en ella una lujuria incontrolable y desquiciante.

La vagina se aflojo un poco más y mi verga pudo seguir avanzando, hasta que sentí la metía toda, mis huevos chocaron contra sus nalgas; sentí que la panocha se contraía involuntariamente dándome pequeñas mordidas a mi garrote, así que permaneci un momento sin moverme, gozando de la estrechez de aquella deliciosa panocha.

La lengua de mi tía Mirta ahora se alternaba lamiendo de la rajada de su hija hasta mis huevos, sin dejar de mover su cadera, restregándolo en el rostro de su hija, su panocha peluda. Anabel estaba delirante de lujuria, su boca llena de las mieles de su madre y su panocha atascada de mi verga, en ese momento inicie mi vaivén. Tía Mirta se vino en un estrepitoso orgasmo, en ese momento, gimiendo con toda la potencia de sus pulmones, levantando sus nalgas para que Anabel no perdiera contacto con su panocha.

Me agarre firmemente de las nalgas de mi prima, me movía como un poseído, logrando que Anabel obtuviera su primer orgasmo que me baño la verga completamente, mientras que las paredes de si panocha me apretaba, como queriendo ordeñarme toda la leche de mis huevos.

Me deje caer a un lado y mi prima a otro, mientras que mi tía Mirta se montaba sobre mi verga, ensartándosela toda de un limpio y firme sentón. Anabel se monto sobre mi cara, exhibiendo su peluda panocha abierta y palpitante, queriendo mas placer.

Voltee a ver el espejo que estaba a un lado de la cama, y la imagen me puso mas caliente, veía a mi tía moviéndose telúricamente, gozando con mi verga que la penetraba hasta lo mas profundo, mientras sus manos se apoderaron de las nalgas de su hija, para que pudiera disfrutar plenamente de su panocha.

Por su parte Anabel hacia gala de flexibilidad y con su boca chupaba los enardecidos pezones de su mamá, alternando sus caricias de uno a otro, sin despreciar a ninguno, gozando intensamente. Mientras que con una mano acariciaba mi verga que entraba y salía de la panocha de ella, al tiempo que masajeaba su clítoris con intensidad y ritmo.

Por mi parte no desaproveche esa oportunidad y comencé a paladear el rico sabor de la ardiente y empapada panocha de mi prima Anabel, que gemía sin soltar el bocado que tenía, todos estábamos disfrutando y gozando plenamente con aquel movimiento de nuestros cuerpos que nos llevaban al delirio supremo de la lujuria.

Mi tía Mirta y mi prima Anabel se estremecieron por enésima vez, justo en el momento en que alcanzaban un nuevo orgasmo, ya no sabían cual de todos ellos era el mejor, no podían precisar con cual habían gozado más y sobre todo que era lo que disfrutaran mejor de todo aquel intercambio de caricias, besos, chupadas y metidas, todo era fantástico y no deseaban que terminara, aunque sus cuerpos ya daban claras muestras de cansancio.

Ambas mujeres se desmontaron de sus lugares y vieron con placer mi verga endurecida que aún apuntaba hacia arriba, altiva, completamente empapada por los jugos mezclados de ambas, la cabezota palpitaba con verdadera arrogancia, como buscando un contrincante para continuar con el combate al que le hablan sometido.

Las dos se tendieron en la cama y con sus manos me acariciaban los muslos, los huevos y la verga, sentí que todo mi cuerpo se estremecía ante lo inesperado de las caricias, pero me mantuve quieto.

Las bocas de ambas mujeres se lanzaron al ataque, mientras una recorría, con la punta de su lengua, desde los huevos hasta la cabeza, la otra me chupaba lo que podía, dándome pequeños mordiscos, luego cambiaban de actividad y en esos movimientos sus lenguas y sus bocas se encontraban de tal manera que podían besarse y mamar mi verga.

No considere buena idea quedarme quieto mientras que ellas realizaban aquel trabajo, así que mis manos se deslizaron en busca de las nalgas de ambas, las cuales acaricie y masaje a mi entero gusto, Mirta y Anabel, se movieron acomodándose para que pudiera acariciarlas mucho mejor, así que como todo un garañón metí mis dedos en las panochas empapadas de ellas, donde los moví con frenesí, sintiendo que la leche se me agolpaba en los huevos amenazando con salir a borbotones en cualquier momento.

Las dos aumentaron su actividad y pronto lograron su objetivo, la verga se me endureció aún más y arrojo su tibio contenido, Anabel recibió el primer chorro en la boca y lo trago con verdadero placer, disfrutando de su sabor y de su calor. Mirta al ver aquello la hizo a un lado, justo en e momento en que otro potente chorro brotaba, también trago y disfruto paladeando de aquella miel.

Otros dos chorros brotaron estrellándose en las mejillas de ellas que no pudiendo contener su propio temperamento se vinieron nuevamente, apretando con sus panochas los dedos que las invadía, pero ya no pude disfrutar de esa grata sensación ya que al venirme estallo en un profundo gemido, haciendo ruidos guturales que invadieron todo el lugar, que después se vio envuelto en un profundo silencio. Los tres yacíamos en la cama relajándonos, tratando de que nuestras respiraciones se normalizaran para poder hablar con tranquilidad.

—fue realmente fabuloso!.—dijo Anabel con una amplia sonrisa al tiempo que volvía a agarrarme la verga que aún no perdía toda su dureza—. Esta verga me ha hecho gozar como nunca lo imagine. Ahora me doy cuenta de todo lo bello y rico que es y que yo me he pido.

—Te lo dije, tu debes de confiar en mí, este cabrón sabe hacerlo bien y creo que es lo único que sabe hacer, pero no importa, lo vamos a tener aquí para nuestra satisfacción y te aseguro que vivirás momentos verdaderamente deliciosos en sus brazos.

—¿Y qué va a pasar con mis padres si quieren que regrese?.—pregunte yo viendo a mi tía y sintiendo los ricos apretones que la manita de Anabel le daba a mi verga.

—iBah, Por ellos no te preocupes, con su trabajo y sus ocupaciones tardaran un tiempo en que quieran que te regreses, además nosotras solo te utilizaremos toda la semana.

—¿Y si yo quisiera aventarme una rica parchada con él a solas?.—preguntó Anabel haciendo un gesto pícaro y lleno de inocencia.

—iAh!, Pues entonces te pones de acuerdo con él, no creo que salvador se niegue a darte ese pequeño capricho.

—claro que no!... las veces que quieras primita, ya sabes que mi verga siempre esta lista para entrar en acción cuando se trata de una panocha tan sabrosa como es la tuya.

De aquella manera obtuve paz en aquella casa, mi tía Mirta ya no volvió a presionarme para que trabajara, los tres nos llevábamos de maravilla. Anabel estaba feliz con aquellas parchadas que le daban.

Con mi prima Anabel viví otras aventuras.

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