El cautiverio de Clara (2)

Clara es sometida por el mejor amigo de sus padres. Va siendo hora de probar su culo....

Después de limpiarle la polla, Ricardo me dejó descansar a penas diez minutos. Me dolía todo el cuerpo por aquella postura en que me encontraba, pero no me atreví a quejarme, aún recordaba los azotes que me había dado anteriormente y, desde luego, no quería tener que volver a sufrirlos.

Transcurrido un rato Ricardo se incorporó sobre mí, me quito los cojines que tenía bajo mi vientre y me desató los tobillos y las muñecas. Me dio la vuelta cuidadosamente. Quedé tumbada encima de la cama, mis ojos se llenaron de lágrimas al recordar lo sucedido y me quedé mirando hacia el techo, como si de esa manera mi mente tratara de escapar de aquella situación. No aguanté mucho. Cuando oí como Ricardo se levantaba no pude evitar seguirle por el rabillo del ojo. Vi como se dirigía hacia el armario y regresaba con un tarro en la mano.

Se sentó a mi lado y me dijo:

—¿Cómo te encuentras?.

Lo miré directamente a los ojos, ¿qué clase de pregunta era esa?, me había atado, amordazado, azotado el culo y follado salvajemente, ¿cómo me iba a encontrar?.

—Me duele todo el cuerpo – siseé, tratando de reflejar toda la amargura que en ese momento sentía.

Su risa irónica llevo hasta mis oídos.

—Me lo puedo imaginar. Siempre has sido una niña muy díscola Clara, estoy deseando educarte.

—No eres quién para educarme.

—Sí, lo soy. A partir de ahora soy tu Dueño, me perteneces y haré contigo lo que me plazca. Podemos pasarlo muy bien o puedo hacerte sufrir lo indecible. De ti depende.

—¿Por qué me estás haciendo esto? –pregunté llorosa.

—Porque desde que te he visto crecer y convertirte en una mujer sólo he pensando en follarte de mil formas. Y ahora mis deseos se van a ver satisfechos.

—Por favor deja que me vaya. Eres como un padre para mí, no me hagas más daño.

—No, pequeña. No puedo dejarte ir.

Empecé a llorar amargamente. Ricardo me abrazó como tantas veces había hecho cuando era una niña y empezó a susurrar contra mi pelo.

—Shhhh Clara relájate, te va a gustar todo lo que te haga, ya lo verás.

Tomó dulcemente mis muñecas y las anudó de nuevo a la cuerda. Las subió por encima de mi cabeza y las ató al cabecero de mi cama. Después abrió el tarro. Sin dejar de mirarme a los ojos, untó sus manos en el aceite balsámico que contenía. Recorrió mi cuerpo masajeándolo. Estaba tan dolorida que el contacto de sus dedos acariciando mi piel fue como estar en la gloria.

Se tomó su tiempo, me untó el cuerpo entero en aceite. El cuello, los hombros, los pechos… Se detuvo un rato en los pezones pellizcándolos suavemente. Volvía a humedecerme. Bajó por mi vientre hasta llegar a mi ingle pero no se paró en ella, siguió bajando por los muslos, las rodillas las pantorrillas…. Hasta llegar a los pies. Los masajeó y besó. Luego volvió a recorrer el camino de vuelta y, esta vez, sí se detuvo en mi coñito. Lo abrió con sus dedos buscando mi clítoris, lo tomo entre el pulgar y el índice y lo apretó suavemente. Su dedo corazón empezó a penetrarme y cuando sintió lo mojada que estaba sonrió:

—Muy bien Clara, disfruta con lo que te estoy haciendo.

Volvió a untar su mano en aceite y la deslizo desde mi clítoris hasta mi ano. Siguió bajando y subiendo la mano durante al menos 5 minutos. A esas alturas y, muy a mi pesar, estaba bastante excitada, así que empecé a gemir calladamente. Poco a poco fue introduciendo un dedo en mi ano, sin prisa pero sin pausa. Me asusté, nunca había probado el sexo anal y me daba mucho miedo. Además con el pedazo de miembro que Ricardo tenía iba a ser imposible que pudiera meterlo en mi estrecho culo.

Ricardo notó mi miedo, así que, sin dejar de meterme el dedo en el ano, su otra mano subió hasta mis pechos y los masajeo.

Estuvo un buen rato abriendo mi ano con un solo dedo. Cuando entraba y salía sin dificultad, probó con otro. Tomándose su tiempo, consiguió meter el tercero.

Bruscamente me dio la vuelta. Quedé apoyada sobre mis codos con los brazos atados y entrecruzados por el cambio de postura. Me tomó de las caderas y las subió a la altura adecuada. Sus manos abrieron mis nalgas. Su glande empezó a rozar mi clítoris muy lentamente y fue bajando hacia la entrada de mi coño. Me la metió de golpe. Pude sentir como sus testículos presionaban mi monte de venus.

Empezó un mete saca deliberadamente lento mientras sus dos pulgares se introducían y salían de mi ano al mismo ritmo que su polla.

Mi cuerpo empezó a temblar, estaba a punto de correrme. Mi respiración se hizo más agitada.

Ese era el momento que él había estado esperando…. Sacó su verga de mi coño. Sus pulgares salieron de mi ano y lo separaron lo más que pudieron, y su glande empezó a entrar en mi esfínter.

Me tensé, no iba a ser posible, me estaba doliendo…..

—Por favor, ¡¡para!!, ¡¡me duele!!.

No me hizo caso y siguió empujando. Yo empecé a sollozar, me iba a partir en dos.

Cuando consiguió meter la cabeza, paró. Subió más mis nalgas y de un solo golpe metió por completo su enorme polla.

Yo sentía un tremendo ardor y no paraba de llorar. Sus manos subieron por mi espalda y las bajo acariciando mis pechos, llegando hasta los pezones y pellizcándolos.

Empezó a moverse. Sacaba la polla hasta sólo dejar la punta y de un golpe seco me la metía, sacaba… metía…. sacaba… metía. Sus dedos se cerraron más en mis pezones, sacaba… metía… sacaba… metía…. cada vez más rápido.

No consigo recordar cuál fue el momento exacto en que todo el dolor se transformó en placer, pero lo cierto es que a los pocos instantes estaba ronroneando como una gata en pleno celo.

—Estas disfrutando, ¿eh, zorrita? –dijo con la voz pastosa por la pasión que él mismo estaba sintiendo.

—Sí, Ricardo, ¡¡no pares por favor!!.

—Tranquila, perrita, te voy a taladrar el culo y lo voy a llenar con mi leche.

El mete saca se hizo más salvaje. Su verga empezó a palpitar en mi ano, demostrando que estaba a punto de correrse. Mi orgasmo era inminente.

Dos embestidas más y nos corrimos al unísono, llenando la habitación con nuestros gemidos. Sentí su caliente semen bañando mis entrañas y deslizándose fuera de mi ano, recorriendo mi coño y mezclándose con mis propios jugos.

Pasaron varios minutos hasta que nos recuperamos. Me soltó las manos y me acurrucó entre sus brazos. Pude oír como me susurraba:

—Ahora vas a dormir, ha sido un día duro y necesitas descansar. He dejado un pequeño despertador debajo de la almohada. Cuando suene te levantarás, irás arriba y te ducharás. Ponte la ropa que he dejado para ti. Mañana iré a trabajar. Adela no va a estar en toda la semana, tiene un viaje de negocios. Quiero llegar a casa y encontrarte en la puerta bien dispuesta para mí. Has de recibir a tu Dueño como se merece.

Dicho esto, se incorporó y salió de la habitación. A los diez minutos estaba completamente dormida.

■ ■ ■

No recuerdo muy bien como fue aquella mañana, seguramente por todo lo que me había sucedido la noche anterior. Hice lo que me pidió. Me duché, me coloqué la "ropa" que me había dejado, un corsé rojo que subía mis pechos en exceso dejándolos al descubierto, y unas medias negras sujetas por unas ligas de encaje del mismo color. El atuendo se completaba con unos zapatos con un tacón de unos 15 cms.

En el baño había una nota que decía:

Come algo. Coge lo que quieras de la nevera. Llegaré a las 3 en punto. Espérame en el recibidor.

Me dirigía hacia la cocina. Conocía la casa a la perfección. Miré el reloj de pared, eran las 2 y media de la tarde. Comí deprisa. Cuando faltaban 5 minutos para la hora acordada me fui hacia el recibidor y esperé.

Mi corazón saltó cuando oí las llaves abriendo la puerta. Apareció él, vestido con un elegante traje. Me miró, se acercó lentamente hacía mí y me tomo los pechos mientras decía:

—Muy bien perrita. Tu Dueño ha llegado cansado de trabajar y quiere dar dos besos a su zorrita.

Bajó su boca hasta mi pezón derecho y lo besó, luego recorrió con su lengua el camino hacia mi otro pezón e hizo lo mismo.

Levantó su cabeza y puso sus labios muy cerca e mi boca.

—Bueno, ¿qué…? ¿no vas a darme la bienvenida?.

Me imaginé que quería que lo besara, así que fui a hacerlo cuando bruscamente me tomó del pelo y empezó a bajar mi cabeza.

—No, así no. Una buena zorrita recibe a su Dueño chupándole la polla.

.. Continuará.