El catarro del recién casado
Un estupendo modo de entrar en calor y relajarse.
-…Tienes que hacerlo, Irina… snif, snif… debes hacerlo…
¿Mmmh…? ¿Qué cuernos pasa….? Son las tres y cuarto de la mañana… me he despertado porque he oído a alguien cerca de mí, llorando en voz baja… al fin me sitúo: soy Irina, estoy en mi alcoba de matrimonio, Oli duerme a mi lado y tiene pesadillas… llora y dice que tengo que hacer algo…
-Oli, cielo… - en voz baja, le abrazo y le muevo suavemente para que despierte sin asustarse. Mi Oli abre los ojos, parece que en un principio no reconoce dónde está, pero cuando se da cuenta de que lo ha soñado todo, sonríe, y aún llorando me dice:
-Irina… Puzzle quería que me mataras… porque si no, te morías tú… - busca consuelo hundiendo su cabeza entre mis pechos, y le aprieto contra mí.
-Pobrecito mío… Oli, te tengo dicho que no veas pelis de miedo justo antes de acostarte… - pero entonces, la que se asusta soy yo, porque la frente de mi marido quema mi piel – Oli… ¡tienes una fiebre de caballo!
Mi marido duerme a intervalos lo que queda de noche, me levanto veinticinco veces para traerle agua, y a pesar de que pongo dos mantas más en la cama y le abrazo con fuerza, tirita y dice que tiene frío… Oli es de complexión recia, es bajito pero fuerte… y sin embargo, tiritando entre mis brazos parece tan frágil… Ya he llamado a la Universidad para avisar que no va a ir hoy, y también al Instituto para avisar que no voy yo. Mi Oli se siente culpable por no ir a su trabajo y hacerme a mí abandonar el mío, pero no puedo dejarle solito con esta fiebre… El médico viene a verle a casa, y cuando llega parece que se siente un poco mejor. Don Álvaro, el doctor, conoce bien a mi marido, es su médico desde hace muchos años, sabe todo sobre él, y es un hombre campechano que sabe que trabaja con personas antes que con enfermedades. Sabe que estoy preocupada, e intenta tranquilizarme mientras examina a Oli, le ausculta y le pregunta qué síntomas nota, si le duele aquí o allí…
-¿Qué tiene, doctor? Lleva con fiebre toda la noche… - pregunto por fin, y mi voz transmite más ansia de la que quisiera.
-No tiene nada de particular, ocurre siempre… - contesta sonriendo, mientras le pone a mi marido un termómetro en la boca – es lo que yo llamo "el catarro del recién casado"…
Yo ya he entendido qué quiere decir, y no sólo estoy tranquila, sino que se me escapa una risita, pero mi Oli está muy poco picardeado…
-Y….¿quiere decir….?
Don Álvaro le da unos golpecitos en la mano, en tono de falsa regañina:
-Quiero decir, que no se puede dormir con el culito al aire… - Oli baja la mirada, un pelín incómodo al ver por dónde van los tiros, pero me mira y no puede evitar sonreír… Es cierto, en apenas un mes de casados, llevamos una vida sexual bastante alegre, y eso implica dormir sin ropa la mayor parte de las noches, y encima sudados, y está llegando el calor, pero por las noches todavía refresca… en fin, el cóctel típico para un catarro, sólo que Oli lo ha agarrado algo fuerte. D. Álvaro le receta un antibiótico suave y nos da baja para tres días, ante la disconformidad de mi marido, que alega que no puede faltar tantísimo tiempo al trabajo… - Te doy baja a ti también, porque al tenerlo él, lo tienes tú también – me dice, ya de camino a la puerta, y cuando está seguro que Oli no le oye, continúa – y a ver si consigues que se tome esto con un poco de calma… si no llegas a estar tú, éste animalito se iba al trabajo con sus 39 de fiebre, no es la primera vez que lo hace. Que descanse, que le hace falta, y que sude mucho. Dale leche caliente con miel, consomés de huevo, y a sudarla.
Le prometo que le haremos caso, y se marcha… aunque yo misma sé que no va a ser tarea fácil: mi Oli es muy tranquilo de carácter, pero en lo que a su trabajo se refiere, su sentido de la responsabilidad es casi enfermizo y aunque no tenga nada que hacer, detesta estar tirado en la cama sin hacer nada; a la media hora le pica todo y tiene que moverse… Intento convencerle que tiene que descansar y sudar, y si se levanta cogerá frío… Me hace llevarle la jarra de agua a la mesilla y darle té, sólo para estar bebiendo constantemente y así tener una excusa para levantarse a cada rato, aunque sólo sea para ir al baño y volver.
Hago la casa, pero voy a verle a cada poco, para que no se sienta solo. Cada vez que voy espero encontrarle dormido, pero no hay manera. A pesar de la mala noche que ha pasado, a pesar de que le he dejado el cuarto a oscuras y del calorcito que hace en él, no puede dormirse, no deja de pensar que tendría que estar en la biblioteca.
-Estamos casi en Junio, ¿tenía que ponerme enfermo en época de exámenes…? – protesta, impotente – Verás qué gracia les va a hacer cuando empiecen a hacerse líos con las devoluciones, cuando se queden sin sitios en las salas de estudio y nadie se anime a poner el cartel de "si te ausentas media hora, perderás tu sitio y será cedido a otra persona", porque claro, tengo que estar yo para ser el malo… Y verás qué risa cuando nadie quiera llamar a los estudiantes que se quedan el libro más allá de la fecha límite, o que quieren llevarse los libros que están en depósito y no son para préstamo…. Seguro que llega el típico listo para llevarse uno a escondidas, porque no habrá nadie vigilando, y no será porque no lo tengo dicho… Qué caos voy a encontrarme el lunes, qué caos…
-Oli… ¿Quieres dejar de torturarte, por favor? – le digo en serio –Pase lo que pase, NO puedes arreglarlo desde aquí, van a tener que apañárselas sin ti, y francamente, va siendo hora de que delegues un poquito las cosas y no te cargues todo tú. ¡Estás enfermo, y me parece que tienes derecho a ponerte enfermo una vez cada cinco años! ¿O no? ¿O no eres humano acaso?
Oli me mira con tristeza, y confiesa:
-Me aburro como una ostra… Me siento debilucho, tengo frío, no tengo ganas de nada y estoy harto. – se arrebuja hasta la barbilla en el edredón nórdico mirándome con cara de fastidio y me da pena haber sido un poco dura con él. Me descalzo para tumbarme junto a él, sobre el edredón que muestra los planetas del sistema solar sobre un fondo de estrellas fosforescentes, y le abrazo.
-Es normal que estés aburrido, mi vida… pero hay cosas que puedes hacer aún tumbado en la cama… puedes ver películas, o jugar con la Play, o leer…
- Ya lo he probado, todo eso – rezonga – Como no estoy de buen humor, no hay ninguna peli que me apetezca ver; si intento jugar, me matan todo el rato porque tal como estoy, no atino bien a los botones y soy lento; y si intento leer me bailan las letras, no me entero de nada y me da dolor de cabeza. Estoy harto. Odio estar enfermo. – le sobreviene un feroz escalofrío y tirita de pies a cabeza; le aprieto más fuerte y aprovecha para acurrucarse, buscando mi calor – Y encima, esto… - le castañetean los dientes – Es….estoy helado…
Para abrazarle mejor y darle un poco más de calor, abro la cama y me meto yo también en ella… aún a través de los gruesos calcetines de lana que lleva, noto que tiene los pies fríos como el hielo; le froto los brazos con los míos y también los pies, y a Oli se le escapa un suspiro del gustito que le da sentir mi calor, creo que es la primera vez desde el comentario del médico, que sonríe un poco… Lo cierto es que el verle tan necesitado de mí, me está poniendo algo contenta… y creo que él también tiene ganas, pero tiene la costumbre de dejarme a mí la iniciativa prácticamente siempre. Y aunque me gustaría que alguna vez se lanzase él, no es que me importe demasiado… Le beso la frente y la cara, y le apoyo la cabeza contra mis pechos. Oli sonríe más abiertamente, le encanta apoyarse sobre mis pechos blanditos y calientes… Como disimuladamente, sigo frotándole los brazos, y empiezo a bajar, le froto las manos y se las pongo sobre el pecho, y empiezo a acariciarle el vientre, cubierto bajo la chaquetilla del pijama y una camiseta de media manga. Sin quitarle las mantas de encima, ni desabrocharle las ropas, para que no coja frío, meto la mano bajo las prendas para acariciarle la piel, velluda, y algo sudada, pero tan tierna… Mi Oli da un pequeño escalofrío, pero esta vez es por su incipiente excitación.
Parece como si no quisiera darse cuenta de lo que sugieren mis caricias, o estuviera demasiado cansado para tomarlas en cuenta, pero el caso es que se limita a sonreír, sin abrir los ojos, continúa con las manos sobre el pecho, tan ricamente… mi mano empieza a explorar por la cinturilla del pantalón del pijama, sus muslos, el bordecito que le alcanzo de las nalgas… mientras le acaricio, empiezo a besarle la frente, le rodeo la cabeza con mi brazo libre para apretarle una vez más contra mi pecho y acariciarle el pelo, las orejas y el cuello… aunque su verdadero punto flaco está en la nuca, aunque su cuello es más sensible a besos que a caricias, no por eso deja de gustarle y causarle deseo la sensación de mis dedos acariciando muy suavemente su cuello, haciendo casi cosquillas… se le escapa una risita nerviosa y sin abrir los ojos, se medio gira hacia mí. Sus manos, colocadas sobre su pecho, tocan sin querer los míos, y me acaricia como distraídamente con el dorso de los dedos…
-No, no, relájate, cielo… túmbate y pon las manos sobre el pecho… - le digo mientras hago que vuelva a tumbarse boca arriba. Oli se deja hacer, y noto que su sonrisa tiene un punto de picardía, parece deseoso de ver qué voy a hacerle…
Muy despacito, empiezo a acariciar ahora su bajo vientre, peligrosamente cerca de su sexo, que sólo está ligeramente hinchado, como si tuviera pereza de levantarse completamente… de momento, lo evito. Me deslizo un poco hacia abajo en la cama, y meto mi mano entre sus piernas, para acariciar sus muslos… involuntariamente, Oli los separa, para que mi mano quepa mejor y acaricio la parte más alta de los mismos, doy pequeños apretoncitos, subiendo y bajando, a punto de tocar sus testículos o su sexo, pero siempre paro antes de llegar allí… a mi marido se le escapa algún pequeño gemido. De nuevo vuelvo a acariciar su bajo vientre… estirando los dedos, puedo ver que ahora su pene está mucho más animado, no tanto como sería de desear, pero desde luego, mucho más que antes. Sin ningún disimulo ya, meto la mano bajo la cinturilla del pantalón y la ropa interior, y acaricio la piel de su bajo vientre. A Oli se le escapa un gemido y entreabre los ojos.
-Irina… ¿qué me estás haciendo…? – pregunta retóricamente, con una deliciosa sonrisita de gusto en los labios.
-Ssssh…. Tú, relájate – contesto en voz baja mientras me abro la blusa y me saco las tetas del sostén para que pueda verlas y apoyarse directamente sobre mi piel, lo que hace inmediatamente. – Después de esto, seguro que te duermes como un bendito.
-Haah… qué fresca tienes la piel…. – susurra al apoyarse sobre mis tetas. Es normal que note el contraste, él tiene la cara ardiendo… Muy despacito, voy bajando hasta su pene, que agarro con toda la mano y empiezo a acariciar arriba y abajo…suavemente. Oli empieza a suspirar de placer, mientras una de sus manos no puede evitar estar tan cerca de mis tetas y no tocarlas, así que la acaricia con toda la mano, lleva sus dedos al pezón, durito y con ganas de jugar, y empieza a moverlo entre ellos… lo aprieta, tira un poquito de él, lo mueve en círculos… está justo a la altura de su boca así que de pronto un calambrazo de placer me indica que Oli lo ha metido entre sus labios, y está succionando de él.
Mi mano no deja de subir y bajar sobre su polla… me detengo en el sensible glande, que está húmedo de líquido preseminal, y aprovecho esa lubricación para juguetear con mis dedos, acariciar la punta, el agujero… sólo con tres dedos acaricio la cabeza, y mi Oli parece derretirse de gusto… me detengo y me dirijo a sus testículos… paso mis dedos por encima, sólo moviendo los vellos… luego hago cosquillas en las bolitas, él da un saltito por el placer que siente… finalmente, los acaricio y los toco con toda la mano, los masajeo… Oli apenas puede seguir chupando mi pezón porque necesita la boca para gemir… de nuevo subo a su miembro, lo aprieto con mi mano, subo y bajo… mi marido ya no puede parar quieto: sus caderas suben y bajan al ritmo de mis caricias, sus piernas se deslizan sobre la cama, me mira como rogándome que le deje penetrarme, pero niego con la cabeza. Si lo hacemos así, acabará destapándose, y él tiene que seguir abrigadito…
-Irina…. Oooh… así me… me siento tan indefenso… m-me gusta… - lo cierto es que está indefenso, con su catarrazo que casi no le deja moverse… le rodeo las piernas con la mía, ese simple peso se las inmoviliza, y se siente aún más vulnerable, y más excitado por esa razón… también su debilidad le impide controlarse, no va a durar mucho más…
Le acaricio de nuevo el glande, juego con él, rozándolo sólo con la palma de la mano, tocándolo apenas con los dedos… Oli suda y parece suplicar piedad; no quiero cansarle demasiado, así que agarro el sensible glande y empiezo a masturbarlo con rapidez; a mi marido parece que se le escapa el alma en sus gemidos, me parte el corazón cuando da esos gemiditos de placer inmenso y de derrota… noto que se va poniendo tenso… sin perder un momento, me meto bajo las mantas, y a oscuras, bajo un poco el pantalón de mi marido, y me meto su pene en la boca, succionando y lamiendo con fuerza. Aún por debajo de la ropa de cama, oigo sus jadeos felices sin esforzarme, ¡qué lindo debe estar…! Mi cabeza sube y baja a toda velocidad, y por fin, un estremecimiento sacude el cuerpo de mi Oli, y su descarga inunda mi boca. Trago rápidamente, esperando el segundo disparo, pero éste no se produce… pobrecito, está tan debilucho que apenas ha producido esperma…
Cuidadosamente, entre besitos suaves y caricias, tapo de nuevo su pistolita juguetona, le arremeto bien la ropa bajo el pantalón, y salgo, tomando aire ruidosamente, porque estaba ya medio ahogada ahí abajo. Como era de esperar, Oli duerme como un tronco… un poco de sexo es mano de santo para conciliar el sueño más rebelde. Le meto los brazos bajo las mantas, le tapo bien y le beso la cara. El pobre está tan dormido que no lo nota siquiera…
Al día siguiente, Oli ya está mejor. No está restablecido, desde luego, aún sigue flojo, le duele la garganta tanto que casi no puede hablar y gasta aproximadamente un paquete de kleenex cada media hora, pero la fiebre le ha bajado y está mejor de ánimo. En cambio, la que tiene fiebre soy yo… normal, si tenemos en cuenta que me tragué todos sus virus en fila india. Mi marido me sonríe y me abraza, dejando que recueste mi cabeza contra su pecho.
-Hoy, me toca a mí cuidarte… tan bien como tú lo hiciste conmigo ayer. – me dice bajito, mientras su mano empieza a acariciar mi bajo vientre…