El casting

Yo no podía imaginar que hubiera chicas corrientes capaces de prestarse a aquello. Claro, que no conocía nada del mundo del cine porno. Tuve que asesorarme, porque me habían pedido… Pero mejor os lo cuento en detalle.

«¡La madre que parió al redactor-jefe! Pero, vamos a ver, ¿qué cojones sé yo sobre películas porno? »

Pues nada, no sabía nada. El hecho es que tenía una semana para entregar un artículo sobre el mundillo de las productoras del eufemísticamente llamado "cine para adultos". Y no sabía ni por dónde empezar.

Después de pensarlo durante un rato, me acerqué al videoclub del que soy socio. Afortunadamente, ahora todos son de esos que tienen una máquina donde eliges el DVD, y pagas con tarjeta, porque me habría dado un corte tremendo pedirlo a un dependiente. Y si encima hubiera sido dependienta, peor que peor.

Al final, elegí precipitadamente tres títulos al azar de entre los que decían nacionalidad "España", porque habían entrado dos chicas como de 16 años, que no hacían más que intentar mirar la pantalla por encima de mi hombro.

Una vez en casa, coloqué la primera en el reproductor. No aguanté ni dos minutos. A ver: ¿no creéis que es más cómodo el desnudo completo cuando se trata de follar? Pues nada. Medio vestida, con medias y liguero, y haciéndolo con las bragas puestas, que el tío mantenía apartadas con la mano. Pasé rápidamente al final, y apunté el nombre de la productora que aparecía en los títulos de crédito.

¡Vaya!, la segunda estaba mejor. Escenas de playa llenas de tías en pelotas, que se lo montaban entre ellas, o con un par de fulanos que aparecieron por allí. Esta la miré, saltándome grandes trozos, eso si, aunque no me enteraba del casi inexistente argumento, porque había quitado el sonido.

La tercera un coñazo. Le habían querido dar un toque "artístico", y los fundidos, los cambios de color y todas esas gilipolleces, lo que consiguieron fue primero exasperarme, y después marearme. Me fui también al final.

Al ordenador. Tecleé el primero de los tres nombres en dos buscadores diferentes. Después de revisar ocho páginas, me cansé sin haber obtenido nada. Con el segundo sucedió lo mismo, aunque como era un nombre más raro, solo obtuve dos páginas de enlaces. Con el tercero tampoco hubo suerte.

«Y ahora, ¿qué hago? ¡¡Eureka!!. Todos los años se celebra un festival de cine erótico en Barcelona, y raro será que en la página Web, que la habrá, seguro, no aparezcan un par de productoras. Buscador. ¡Aquí está! Pues nada tampoco».

Me detuve a pensarlo unos minutos, y entonces me acordé de Manolo. Mi amigo Manolo es de esas personas que conoce a todo el mundo, y en una ocasión me había enseñado un par de tarjetas que le daban acceso a "clubes privados", no sé si me entendéis.

  • ¿Manolo? Hola, tío, ¿como estás?

  • ¡Charlie! ¡Dichosos los ojos!

Se lo expliqué.

  • ¡Pues claro, hombre! Espera, que miro mi agenda.

Tras cuatro minutos de conversación, tenía otros tantos nombres con sus respectivos teléfonos.

  • Vale, Manolo, este favor se merece una invitación a comer.

  • Que sea marisco, chaval. ¡Hale!, a mandar.

El primero. Señal de llamada hasta que se cortó la comunicación. Lo intentaría más tarde.

El segundo. "No, no, se ha confundido, aquí no vive esa persona".

«Joder, vaya suerte…»

Intenté el tercero. Una bonita voz femenina, que me pasó con el tal "Sr. Abril". Segundos de espera, tras los cuales expliqué el caso. Me colgó el teléfono, no sin antes haberme informado acerca de la opinión que le merecía la virtud de la señora madre de Manolo.

«¿Marisco? Me parece que te van a dar, Manolito –pensé»

El cuarto era un móvil. "El teléfono al que llama está apagado o fuera de cobertura"

Pues sí que estábamos bien. Volví a marcar el primero, sin mucha esperanza. Pero me equivoqué. No solo respondió tras tres señales, sino que se puso al teléfono el mismísimo señor Alegría. Una voz de hombre, que me pareció un tanto amanerada.

  • Nada, nada, si te envía Manolo, lo que quieras.

  • Bien, ¿cuándo puede concederme unos minutos?

  • Ahora mismo, si te viene bien, cielo.

«¿Cielo?. ¡Joder! »

  • Por mí de acuerdo. ¿Dónde tiene su despacho?

  • Pues no estoy en la oficina, sino en el hotel… (Me dio la dirección).

Sentí una especie de aprensión. Demasiado fácil, demasiado rápido. ¿Y por qué en un hotel?

  • Es que estamos haciendo un casting, para elegir caras nuevas femeninas. Hay que renovar el material, ¡je,je!, tú me entiendes.

Casi sin transición, comenzó a hacerme preguntas sobre mi físico. Y yo, cada vez más mosqueado. ¿Qué cojones le importaba a él el aspecto de un reportero que iba a hacerle una entrevista? Pero no podía decírselo, porque no tenía ninguna otra opción.

☼ ☼ ☼

El tal señor Alegría, era un hombre bajo y con tripita. Camisa de flores abierta hasta el cuarto botón, para que se viera bien una gruesa cadena de oro que llevaba alrededor del casi inexistente cuello. Más oro en todos los dedos de ambas manos, que agitaba ante el rostro al hablar, con gestos empalagosos de puro exageradamente femeninos. Ojillos maliciosos en un rostro mofletudo, de labios gruesos. Calva más que incipiente, que hacía un desagradable contraste con su melena a los hombros. Pantalones claros ajustados, y zapatos de color ¡malva!

  • Pasa, Carlitos, chaval –me saludó afectuosamente, mientras me plantaba dos sonoros besos en las mejillas.

No sé si llegó a advertir el gesto que hice mientras me apartaba rápidamente, pero si se dio cuenta, no lo manifestó. Con las manos en mis hombros, que yo no me atrevía a apartar, se dedicó a… iba a decir desnudarme con la vista, que es el símil que se emplea cuando un hombre recorre con los ojos el cuerpo de una mujer. Comencé a preguntarme si el tío aquel no se dedicaría al género gay. No tengo nada en contra de los homosexuales, creo que cada uno es muy libre de manifestar su sexualidad como mejor le plazca, pero me daba en la nariz que al redactor jefe no le haría muy feliz que el artículo tratara sobre ello.

  • Pues estás muy bien, cielo –estaba diciendo el hombre con gesto apreciativo, una vez finalizado su examen-. Verás, es que nos ha surgido un pequeño problema, y a lo mejor tú puedes matar dos pájaros de un tiro: haces tu artículo, y de paso echas un buen polvo.

Debí abrir los ojos como platos. La boca, desde luego sí que la abrí dos palmos, seguro.

  • Pero ven, pasa y siéntate. Mira, este es Javi, el cámara. No creas, no habrá nadie más que la chica –consultó rápidamente su enorme reloj de oro en este punto-, Javi y yo.

¡Había dicho "la chica"! –casi suspiré de alivio al oírlo.

Busqué con la vista donde sentarme. Una cama "king size" ocupaba la mayor parte del espacio. Estaba iluminada por una serie de focos, de esos que tienen como un paraguas plateado detrás. Otro, a un lado de la cabecera, estaba enfrentado a una especie de pantalla blanca. Me senté en el mismo borde, a los pies, medio deslumbrado por tanta luz.

  • Te explico. Resulta que había contratado un actor, pero no ha podido venir –comenzó a decir, pero le interrumpió una llamada a la puerta-. Me guiño un ojo y se fue a abrir.

  • ¡Mayra, cariño! –chilló con voz aguda-. Pasa, que te presento a todo el mundo.

Me quedé como si me hubiera dado un aire. ¡Vaya chica! Una bonita morena, de pechos grandes, con un precioso rostro. Vestía una faldita blanca como de tenista, muy corta, que dejaba al aire la mayor parte de sus largas y preciosas piernas y muslos. Una camiseta de color granate, sin mangas, y nada debajo a juzgar por el sugerente bamboleo de sus senos al caminar.

El señor Alegría hizo las presentaciones. Pendiente del culito de Mayra, había dejado de pensar en una cosa, que me vino rápidamente a la mente mientras la chica me besaba en las mejillas: ¡había dicho algo de echar un polvo, y que le había fallado el actor!

Le hice una seña, y le llevé hasta el pequeño vestíbulo:

  • Oiga, no pensará que yo… quiero decir que la chica y yo

  • No me digas que eres gay.

  • No, no le digo eso, sino que, bueno, si acaso ha pensado que voy a follarme a la morenita delante de ustedes, pues ya puede ir buscándose otro.

  • ¡Venga, hombre! -me palmeó la espalda-. Tú te olvidas de nosotros y de la cámara, y te la beneficias.

Tragué saliva. La verdad es que andaba medio empalmado solo con la idea, pero me daba mucha cosa.

  • Te diré qué vamos a hacer: tú miras los preliminares, y luego, si no quieres, pues te vas y tan amigos. Como la chica, a la que ya dejamos muy claro que podía irse en cualquier momento.

Miré hacia la habitación. En nuestra ausencia, el cámara había conducido a la muchacha a la cama, donde ahora estaba medio recostada. La faldita se había subido, y mostraba una pequeña porción de unas braguitas blancas. Total, que me quedé.

  • Bien, cariño –el señor Alegría se frotaba las manos, mientras se dirigía hacia la chica-. Como te expliqué por teléfono, hay un gran futuro para ti en esto del cine para adultos, pero lo primero es comprobar cómo te desenvuelves ante las cámaras. De modo que te voy a pedir que hagas algunas cosas, para poderlo visionar después, porque no sé si sabes que en la cinta puede quedar diferente que en vivo.

La chica se había puesto algo seria, y me pareció que un poco ruborizada.

  • Y si en algún momento no quieres continuar, pues me lo dices y ya está. Sería una lástima, porque te repito que tienes muchas posibilidades, pero aquí no obligamos a nadie.

Se sentó en la cama junto a la chica, pero a cierta distancia.

  • Mira, te voy a enseñar un book con fotografías de otros castings, para que te hagas una idea… Pero Charlie, cariño, no te quedes ahí. Ven, siéntate al otro lado de Mayra. Ahora que me doy cuenta, no os había presentado: Mayra, este es Carlitos, es periodista, y como tú, nunca ha hecho esto antes. Charlie, esta monada es Mayra. ¿Por qué no os dais un besito?

La besé en las mejillas.

  • ¡Ta, ta, ta!. ¡Pero mira que sois vergonzosos los dos! En la boca

Sabía a fresa. Llevábamos solo dos segundos con los labios en contacto, cuando la chica los entreabrió, y puso la mano en mi nuca. Y entonces me di cuenta de que el cámara estaba filmando la escena.

  • ¡Eh, eh!, dejad algo para luego –El señor Alegría nos separó con una mano en el hombro de cada uno de nosotros-. Bien, pues dile a la cámara tu nombre, tu edad, y háblanos un poco de ti misma, de tus aficiones, lo que quieras, cariño.

Mientras la chica hablaba, al principio un poco tensa, aunque fue cogiendo confianza paulatinamente, yo no hacía más que pensar en qué iba a hacer cuando me pidiera que interviniera, sin poder aún adoptar una decisión. Estaba cada vez más empalmado, pero hacerlo en público, pues ¡qué queréis que os diga!

  • ¿Cuándo perdiste el virgo? –estaba preguntando el señor Alegría a la chica.

  • El 26 de septiembre de 1980, cuando tenía 14 años –respondió la chica.

  • ¡Jajajaja! ¿Cómo es que recuerdas hasta el día exacto? –preguntó el hombre.

  • Porque tengo una especie de diario donde anoto esas cosas –respondió la chica sin inmutarse.

  • ¿Un diario? Igual llevas cuenta de todos los hombres que has tenido… Por cierto, ¿cuántos?

  • Ciento cincuenta y cuatro. Bueno, con Charlie serán cinto cincuenta y cinco.

Tragué saliva. Quiero decir que hice el intento, porque tenía la boca seca.

  • ¿Te ha quedado claro de qué se trata esto? –estaba preguntando el señor Alegría.

  • Sí, su secretaria me lo explicó en detalle –respondió la chica tras un titubeo.

  • ¿Y tienes alguna objeción o reparo?

  • No –la chica me echó una rápida mirada antes de responder.

  • ¿Te gusta comer pollas? ¿Y el sexo anal? ¿Te importa que te llenen la boca de semen? –preguntó el hombre en rápida sucesión.

La chica se puso como una amapola, y cambió de postura con gesto incómodo, aunque luego volvió a su posición medio acostada, apoyada en un codo.

  • No importa, cariño –cortó rápido el señor Alegría-. Mira, aquí no te vamos a obligar a nada, como te he dicho. Se trataba solo de saber qué cosas te gustan y cuales otras no.

Mayra hasta consiguió componer una media sonrisa.

  • Salvo el sexo anal, no tengo ningún problema con lo demás.

  • ¿De verdad no has hecho esto antes alguna vez? –siguió preguntando el Sr. Alegría.

  • No, es la primera.

  • Bien, nosotros te ayudaremos. Como le decía a Carlitos, tú no mires a la cámara, y trata de olvidarte de Javi, de mí, de los focos, de todo. Bueno, cariño, ¿estás preparada? ¿Comenzamos?

La chica asintió con la cabeza.

  • Bien, pues ponte de pie aquí, a los pies de la cama. ¡Eso es! Ahora, súbete poco a poco la camiseta, y deja que veamos tus tetitas.

Mayra obedeció sin rechistar. Preciosos senos altos y cónicos, con las aréolas de color oscuro y los pezones muy tiesos en el centro. Tostaditos por entero, sin señal blanca de sujetador. Se exhibió unos instantes, sujetando la prenda con las manos en el cuello.

  • ¿Tomas el sol desnuda? –apenas reconocí como mía la voz ronca que me salió, sin habérmelo propuesto.

El Sr. Alegría me dirigió una mirada divertida, pero no dijo nada.

  • Suelo frecuentar una playa nudista. Tampoco tengo señales de la braguita, si es por eso por lo que lo preguntas –respondió la chica, dirigiéndose ahora a mí.

  • Quítatela del todo, cielito, y da una vuelta en redondo, que te veamos bien –pidió el Sr. Alegría.

Cuando la muchacha terminó, Javi se tumbó en el suelo boca arriba, con la cámara metida bajo las faldas de la chica. Filmó unos segundos, y luego se incorporó, quedando sentado, captando la imagen de la muchacha desde otro ángulo.

  • Lo estás haciendo muy bien. Bueno, ahora le toca a la faldita –pidió el Sr. Alegría.

Sin hacerse rogar, Mayra desabrochó la prenda, inclinándose para extraer las piernas. Me quedé hipnotizado, mirando las nalgas de la chica, que el diminuto tanga blanco no ocultaba en absoluto.

  • Mmmmm, espera un momento, cariño. Mira, vuelve a ponerte la faldita y repítelo, pero ahora dándonos la espalda a Javi y a mí.

La chica hizo lo que le había solicitado. Ahora la veía de frente, y no separó la mirada de mis ojos mientras se quitaba de nuevo la prenda, haciendo oscilar sensualmente las caderas.

  • ¡Ven, Charlie, mira que culito! ¿No te apetece darle un cachetito?

Como en trance, me dirigí a la chica, que seguía doblada por la cintura, y acaricié sus glúteos. Duros y muy bien hechos, por cierto.

  • ¡Jajajaja!, casi pareces un profesional. Ni ha habido que decirte que no te pusieras entre la cámara y Mayra –rió el Sr. Alegría-. Bueno, cariño, llegó el momento de que nos enseñes la rajita. Como antes, quítate las braguitas dos veces, una de frente, y otra de espaldas, inclinada hacia delante.

No quería perdérmelo, así que me coloqué al lado del productor, mientras la chica se bajaba muy despacio el tanga, hasta que quedó arrugado en sus tobillos. Estaba completamente depilada, salvo un triángulo de vello muy cortito con el vértice hacia abajo, y su abertura comenzaba muy arriba. Volvió a colocarse la prenda, se puso de espaldas a nosotros, se dobló por la cintura, e hizo deslizar el mínimo pedazo de tela hacia abajo, mientras contoneaba las caderas. El cámara se acercó hasta casi tocar con el objetivo su sexo, completamente visible como el fruncimiento de su ano entre los muslos entreabiertos.

  • ¡Divina, eres divina! –chilló el productor-. ¡A ver, Carlitos, ábrela con dos dedos, que veamos el interior!

Hice lo que me había solicitado. La chica se estuvo muy quieta mientras yo descubría con el pulgar y el índice el interior de su vulva. Y Javi mientras, filmando a menos de cinco centímetros de distancia mi mano y lo que mis dedos estaban tocando.

El Sr. Alegría tomó a Mayra de una mano, llevándola hasta la cama, donde quedó sentada en el mismo borde con los muslos apretados.

  • ¡Ta, ta, ta! Abrete de piernas, cariño, y déjanos ver el tesorito que tienes entre ellas

La muchacha hizo resbalar hacia atrás el culito, y tras una leve vacilación, elevó las rodillas con los muslos entreabiertos. Pero lo que siguió no hubo que pedírselo: ¡Joder! , comenzó a acariciarse la vulva con la palma de la mano abierta. Y yo ya me había olvidado del Sr. Alegría, de Javi y de todo. Lo único que quería ahora es follarme a aquella belleza que se exhibía de ese modo.

El productor se inclinó hacia el oído de la muchacha, y le dijo algo que no pude escuchar. Pero estaba hablándole de mí, seguro, porque un par de veces me miró como de soslayo. Ella compuso una sonrisa un tanto violenta, pero se levantó y se acercó hasta donde yo me encontraba.

Estaba viendo su rostro a menos de un palmo. Los labios entreabiertos me estaban tentando, y pues… Me comí su boca, y habría seguido mucho tiempo así, si no fuera porque la chica me desabrochó el cinturón, extrajo los bajos de mi camisa, y me dejó con el torso al aire en menos que tardo en escribirlo.

Se arrodilló ante mí, y mi slip y mi pantalón quedaron arrugados en mis tobillos. Mayra pareció sopesar mi erección con una mano. Sin soltarla, pasó la lengua por mis testículos, y luego se introdujo el pene en la boca. Mientras ella se aplicaba en hacerme una soberana mamada, el cámara no hacía más que dar vueltas alrededor nuestro, filmando la escena desde todos los ángulos, pero siempre muy cerca.

  • Ya hay suficiente –interrumpió el Sr. Alegría al cabo de unos segundos, tomando a la chica por la barbilla-. Ahora, el momento de la verdad. ¿Quieres continuar, cariño?

¡Vaya que si quería! Se subió sobre la cama, puesta sobre las rodillas y las manos, y mostrándonos el coñito sin el más leve rubor. Yo estaba ya a esas alturas más allá del bien y del mal, de manera que hice lo mismo que si hubiéramos estado los dos solos: le aferré por las caderas, y enterré el rostro en su vulva, lamiendo, mordiendo con los labios, e introduciendo mi lengua en su vagina de vez en cuando.

Unos segundos, o minutos, no sé, y el cuerpo me estaba pidiendo… Tomé mi erección con una mano, y la apoyé en la entrada de su orificio. Una ligera contracción de mis caderas, y se lo enterré hasta más de la mitad. Lo extraje, y repetí varias veces lo mismo. La cámara estaba ahora casi apoyada en una de mis caderas, pero ya no me importaba lo más mínimo.

Podía contemplar los senos de la chica bambolearse a impulsos de mis ligeros empujones, y eso, junto con su ceño fruncido y la boca anhelante que veía cuando la chica se volvía ligeramente, me estaba llevando al mismo borde

  • ¡Eh, eh, descansad un poquito! –casi gritó el productor a mi espalda-. Mira, esto es lo que quiero que hagáis

Mayra se sentó, y yo la imité. Mi mano fue como dotada de vida propia a su sexo, y lo acaricié casi sin tener conciencia de ello.

El Sr. Alegría nos estaba mostrando una fotografía en la que se veía a una pareja tan en pelotas como lo estábamos la chica y yo. Ella estaba tendida boca arriba con una pierna en alto, él de costado casi detrás de ella, y el pene del hombre estaba introducido hasta las bolas en su abertura. Nunca lo había hecho de aquella forma, pero no me costó ni esto adoptar aquella forzada postura. Comencé a empujar y empujar, y la chica inició una serie de quejidos en tono bajo.

¡Me iba a correr! Dos segundos más y

  • Bueno, Carlitos, ya tenemos suficiente. Ahora siéntate, y deja que la chica

No tuvo que darle más instrucciones. Mayra se puso en pié, pasó una pierna a cada lado de mi cuerpo, y se fue acuclillando muy despacio. Cuando estuvo casi sentada en mis muslos, tomó mi pene con una mano, y ella misma se lo introdujo muy despacio, hasta que solo quedaron fuera mis testículos inflamados. Después apoyó las manos en mis ingles, y comenzó a botar sobre mí. Primero lo hacía despacio, pero fue incrementando el ritmo, quejándose cada vez en tono más alto, hasta que a los pocos segundos se convulsionó en un soberano orgasmo.

De nuevo me encontré al mismo borde… Una seña del productor a la muchacha, y esta se levantó, pero solo para arrodillarse a un costado de mi cuerpo. Se inclinó, tomó mi dureza con una mano y se la metió hasta la garganta. La extrajo, volvió a introducírsela. Luego estuvo unos segundos lamiendo la punta, fue de nuevo a metérsela en la boca… Pero no llegó a hacerlo. No pareció importarle que el semen resbalara por su rostro, le embadurnara las mejillas, ni que una porción del mismo corriera por la comisura de su boca. Y el cámara, sin perderse detalle.

☼ ☼ ☼

El artículo me valió una felicitación del redactor-jefe. Los datos que me pasó el Sr. Alegría en la entrevista de una hora que siguió a la marcha de Mayra, me proporcionaron material suficiente para hablar de aquel mundillo, aunque claro, no se me ocurrió siquiera escribir sobre el papel que yo había jugado en la cosa.

Habían pasado varios días, cuando una mañana, al llegar a la redacción, me llamó una de las secretarias con gesto misterioso:

  • Ven, Charlie, tengo que enseñarte algo

La seguí a su cubículo. Se sentó ante el ordenador, que mostraba el salvapantallas. Cuando, después de teclear su contraseña, apareció lo que había debajo, me quedé de piedra: cuatro imágenes entresacadas del polvo que le había echado a Mayra ante las cámaras. Pulsando sobre ellas, podías bajarte una pequeña muestra, y para el vídeo completo, había que mandar dos SMS a un número que parpadeaba con caracteres enormes.

  • ¡Vaya con Charlie, qué calladito tenías que eres actor porno en tus ratos libres!

  • No es lo que piensas, Menchu –balbuceé-. Verás es que el redactor-jefe me pidió un artículo sobre

Me interrumpió:

  • Ahora tengo mucho trabajo, Charlie. ¿Qué te parece si vienes luego a mi casa y me lo cuentas en detalle?

Pero me pareció que su expresión demostraba a las claras que no tenía el más mínimo interés en conocer la historia, sino otra cosa