El Casting: amor o sexo
"No es el sexo lo que nos da placer, sino el amante" (Marge Piercy).
El Casting
El laboratorio de la policía poseía un ambiente dotado por una fuerte mezcla entre el desinfectante y el refrigerante del aire acondicionado. En su espacio interno se observan salas con cubículos dispuestos a los extremos para dar la ilusión de un pasillo y más allá, los laboratorios de investigación.
En uno de ellos, Fabiola, quien es perito de la sección de análisis toxicológico, quitaba las escarapelas de su gabacha blanca. Su rostro mostraba cansancio y su usual mirada juguetona se perdía en la extenuación luego de un largo día de analizar evidencias. Camina hasta su auto y mientras, saca el celular de su cartera para revisar si tenía llamadas o mensajes pendientes. La pantalla reflejaba una llamada de su amiga Kia y de inmediato asoció con una oportunidad de disipar el agotamiento departiendo con sus amigas. Retornó la llamada en un casi impulsivo movimiento de ansiedad.
- Hola, hello. - Respondió Kia luego de dejar sonar unos cuantos repiques –
- ¿por qué te tardaste en contestar? Kia, Kia y aun haciendo eso te preguntas por qué nunca te hice caso. – respondió Fabiola burlándose amistosamente de un lejano intento de conquista que alguna vez tuvo su amiga cuando la conoció –
- Si no te conquisté fue porque no quise jajajaja. ¿tenés planes para hoy en la noche?
- No! Para hoy en la noche no!! Quiero salir ya! ¿por qué crees que te respondí la llamada mi estimada amiga????
- Entonces salimos solitas.
- ¿y desde cuando salimos… solitas??? – dijo Fabiola haciendo énfasis en sus palabras con sarcasmo - No, hablémosle a Cris y salgamos las tres… las tres.
- Entonces…
Fabiola sin pensarlo llamó a Cristina dejando a Kia en espera con las palabras en la boca, para iniciar una llamada tripartita.
- Hola Fabi – Respondió sorprendiendo a Fabiola por la rapidez con la que contestó la llamada - ¿cómo estás?
- Hola – dijo con un tono travieso – siempre andás con el teléfono en la mano.
- Es que estaba esperando una llamada.
- Ah! o sea que si no fuera por eso, no me hubieras contestado rápido. Sos mala.
- No! Disculpá, me refería a que… ya sabés a lo que me refiero, siempre paso pendiente del trabajo.
- Yo sé, te querés morir joven. Tengo en espera a Kia, dame unos segundos para enlazar la llamada.
Segundos después las tres chicas estaban conectadas. Salvando a Kia de un posible ataque de ansiedad por la espera.
- Cris, ¿A qué hora te liberan del trabajo? Ni me digas, no sé para qué hago esa pregunta. Hoy es viernes, hoy es fiesta, así que veamos qué hacemos.
- No tengo ánimos de salir… qué aburrida soy – dijo Cristina en un inminente autoanálisis –
- Anda Cris, necesitamos un relax. Así que no hay excusas vamos a un lugar neutro donde las tres estemos cómodas. Eso quiere decir café para ti, cerveza para Kia y té para mí – propuso Fabiola -
- No me digan que vamos al mismo café bar de siempre, pensé que podíamos ir a una disco o un bar, bar… pero bueno, cada quien ve la diversión como la quiere ver. – Replicó Kia con un tono desilusionado-
Luego de una breve discusión para elegir el sitio de encuentro, decidieron ir al café bar al que acostumbraban. Horas más tarde se juntaron en la entrada de Bohemian Shot. El café bar era un sitio relativamente pequeño y acogedor. Les recibía un pasillo cuyas paredes portaban una serie de fotografías en tonalidades sepias y blanco y negro ampliadas, de lo que en un día fueron las calles y ciudades emblemáticas de El Salvador y que contrastaban con el desarrollo de las nuevas construcciones que ahora daban vida a una capital cosmopolita, saturada por edificaciones novedosas, amplias carreteras y pocos parajes naturales. Al fondo una barra en media luna con sillas altas dispuestas en su contorno. Más allá, unas butacas con cómodos y acolchonados sofás en tonos tierra. Las paredes pintadas con colores mediterráneos y al centro, entre la barra y las butacas, una serie de mesas altas con un juego de dos sillas en cada una. Una tarima de medio metro de alto con algunos instrumentos sobre ella, indicaba que algún grupo tocaría en vivo de un momento a otro. La iluminación tenue ofrecía un ambiente sobrio junto al volumen moderado de la música bohemia de Sabina y sus contemporáneos. Era un ambiente ideal para la plática y la relajación.
Se ubicaron en una de las butacas disponibles. Al llegar, Kia llamó a una de las meseras que se encontraba en una mesa cercana. Con coquetería ordenó las bebidas iniciales para esa noche.
- Un poco más y te la comés – dijo Cristina a su amiga quien parecía devorar con la mirada a la mesera trigueña, de piernas definidas y largas atrapadas en aquella minifalda negra –
- Envidia. Lo decís porque yo aún puedo darme el gusto de ver y tener a diestra y siniestra, mientras vos seguís atrapada en un amor que se te fue – respondió burlonamente mientras Cristina la miraba con asombro pues sabía en el fondo que tenía razón. Aun guardaba celosamente el recuerdo vívido de su ahora ex novia -
Fabiola miró a Cristina inmediatamente, pues sabía que el ácido comentario de Kia, le causaba pesar.
- No todo el mundo tiene la misma perspectiva tuya del amor. Para vos es algo carnal y para otras mujeres, el amor es un sentimiento trascendental. Así que no te metas y dejá a Cris vivirlo como lo quiera vivir – Intervino Fabiola en franca defensa de su amiga -.
- A ver, a ver… momento – interrumpió Kia – el amor es una convención social. Un tratado ridículo que te dice que no puedes ser feliz si no tenés a alguien. Y la verdad amar es sufrir, entonces, se evita eso si no hay compromiso ni sentimientos involucrados.
Kiaera una mujer que a sus 28 años concebía una idea pragmática del amor como lo hacía con casi toda relación social. Debido a su profesión de periodista en la palestra política había acostumbrado a alejarse de los sentimientos, pues consideraba que los humanos únicamente obedecen a sus propias necesidades. Su personalidad fuerte e independiente, divertida y coqueta adjudicaban a esta castaña de mirada penetrante, retadora e intempestiva un atractivo que la convertía en una seductora descarada. Su estilo de vida le impedía creer en el amor.
- Cambiemos tema, la verdad es que no simpatizo con tu filosofía de vida y no cambiaría el sentimiento de amor aunque conlleve dolor. Al fin de cuentas es natural y no es cierto que únicamente teniendo a alguien se puede ser feliz. Tan sólo pienso que el amor no es para mí – respondió molesta Cristina -
La personalidad de Cristina era sentimental y romántica, una mujer tranquila, que a pesar de mostrar seguridad en sí misma profesionalmente en su labor como relacionista pública, irónicamente era un desastre para relaciones amorosas. Si bien creía en el amor, una ruptura relativamente reciente le había llevado a considerar si se quedaría sola el resto de su vida. Su cabello castaño oscuro caía lentamente sobre los hombros a través de suaves ondas, que difuminaba lo rizado que podía llegar a ser en la rebeldía de las mañanas. Poseía unos ojos café, misteriosos, de esos que no se dejan ver y adornados con pestañas alargadas. Su nariz tenía la medida perfecta para su rostro, que evoca una belleza atípica. Su mirada melancólica y variante con los estados de ánimo con cierto atisbo de fulgor romántico era su sello característico cuando no resaltaban sus labios casi perfectamente delineados, denotando un definido arco de cupido o sus manos generosas con dedos largos, delgados y femeninos.
- Yo lo que creo es que mientras no te saqués a esa mujer de la cabeza no vas a poder seguir adelante y creeme que te estás perdiendo de cosas maravillosas por esa necedad de enamorarte. – Arremetió Kia mientras daba un trago a su cerveza –
- ¿qué me querés decir? ¿Qué tengo que llevar una vida similar a la tuya para ser feliz? No sé, la verdad. A veces lo pienso pero no estoy convencida aun – refutó Cristina –
- Inténtalo, si no lo intentás no vas a saber. La vida está para experimentar y vivirla. Deberías hacer un casting. Así podrías elegir a la que quieras para vos y no esperar a que alguien te elija.
- Ya vas con tus ideas locas Kia. No creo que eso sea lo mejor para Cris. Creo que ella y todas deberíamos saber donde buscar y en la medida correcta, las mujeres no somos objetos de colección.
- A ver Fabi, dime una cosa. Si sos tan buena, tan altruista, hermosa… porque lo sos… ¿por qué estás soltera? - Las palabras de Kia si bien habían sido expresadas con cierta coquetería, habían soltado veneno en la pregunta –
- Eso ya lo sabés, no me queda tiempo y una pareja puede ser demandante. Además requiere entrega y por el momento no estoy dispuesta a darla.
Fabiola una mujer de 30 años, inteligente, sociable, de andar tranquilo, analítica y melancólica. Con su mirada retadora pero juguetona, apaciguaba cualquier ambiente tenso. Ciertamente era hermosa, pelinegra con la intensidad del azabache. Su rostro nacarado enmarcaba una nariz femenina, elegante, muy bien definida. De su boca mediana resaltaba una dentadura casi perfecta que se notaba en cada vez que reía despreocupada. Su tiempo libre lo pasaba realizando diversas actividades de bienestar social, por lo que visitaba con frecuencia asilos, hospitales, etc. Y fue una actividad de esas en donde unos años atrás había conocido a Cristina, quien coordinaba una campaña de imagen para una de las empresas que representaba. Posteriormente, había conocido a Kia, amiga de Cristina desde la universidad.
- Ya Fabiola, dime algo… - preguntó Kia mientras se acercaba a ella – te la pasas con dos lesbianas, ¿segura que no te gustan las mujeres? Es que mi radar no me puede fallar.
- ¿El radar gay? ¿en verdad existe eso? – respondió Fabiola sacando una carcajada en sus amigas, era una de sus maneras evasivas para bloquear las preguntas que le resultaban incómodas – No me gustan las etiquetas, además lo que te pasa a vos es que no podés aceptar que alguien te rechace.
- Vaya, vaya… me tocará echarles agua! Jajajaja, dejen el pleito. Eso se confunde con tensión sexual – intervino Cristina –
Ambas chicas dirigieron una mirada casi asesina a su amiga. Para Kia, ciertamente existía una atracción hacia Fabiola desde el día que la conoció y muchas veces se encontró pensando en la forma en que la hacia suya. Ideaba la manera de hacerla caer y meterla en su cama. El morbo que se recreaba en su mente perversa iba desde tomarla suavemente y recorrer cada extremo de su piel y curvaturas, hasta poseerla apasionadamente marcando su cuerpo para dar fe de que la tuvo entre sus brazos.
La miraba lascivamente cada vez que tenía oportunidad imaginando lo que excitaría a Fabiola y cómo sería escucharla gemir agitada mientras devora ávidamente los jugos provenientes de su vagina y bañando su sexo que por el color de su piel imaginaba dotado de un tono rosáceo. Imaginaba la forma de sus labios vaginales, su textura, su sabor… y en estos pensamientos se deleitaba hasta quedar en un estado casi hipnótico. Era la presa que aun no cazaba.
- No inventés Cris… yo te defiendo, lo mínimo que podés hacer es defenderme a mí – dijo una risueña Fabiola –
- Bueno ya! Ya nos distrajimos del tema. Cris yo lo único que te digo es que probés. Hacé un casting mental y deléitate con tanta mujer hermosa que existe en este planeta… como la rubia que está en la barra y que hace rato me está haciendo ojitos. Por mujeres como ella, no me gusta dormir con ropa, así queda todo al alcance de la mano – albureó Kia –
- Lamento decirles, que creo que Kia tiene razón…
- Sí!!! Verdad que dormir desnuda es lo mejor que existe… después del sexo claro está… - respondió Kia al comentario de Cristina –
- No jodas… me refiero a lo de tener relaciones sin compromiso para no salir herida. – replicó Cristina – Voy a considerar lo del casting. A lo mejor ya es tiempo de que aprenda a divertirme –
Al día siguiente, Cristina coordinó una salida con Kia a un strip club. Se dirigieron hacia ese lugar al que identificaron inequívocamente por su llamativo letrero neón. Al entrar parecía que Kia tenía una especie de membresía allí, pues todo mundo la conocía. Se sentaron en una mesa cercana a la pista a lo que Cristina se negó al principio puesto que no acostumbraba a visitar esos lugares y no podía evitar sentirse nerviosa y hasta cierto grado, incómoda.
- ¡Hoy vas a tomar cerveza, aquí no hay café! – Dijo Kia para mermar el nerviosismo de su amiga – Esta es la primera vez que estoy en este lugar.
- Estás reverendamente loca! Si desde que entramos te han saludado como si fueras clienta VIP. Y eso no te lo cree ni tu madre.
- Jajajajaja Es que no me dejaste terminar… es la primera vez que estoy sentada en este lugar… usualmente me siento más cerca de la pista. – dijo riendo Kia –
El efecto de las cervezas que Cristina bebió, empezó a desinhibirla. Ahora parecía estar disfrutando plenamente del espectáculo de aquellas chicas bailando seductoramente y posando sus miradas lascivas en aquellos que las observaban.
- ¿Con cuál empezamos el casting? ¿Cuál quieres?
- ¿Cuál quiero? – preguntó Cristina con cierta emoción pero sin dejar el nerviosismo –
- ¡Claro!!!! ¿a qué pensaste que habíamos venido?
Los ojos de Cristina observaban a las bailarinas y de pronto, su mirada se detuvo en una morena imponente, con un cuerpo levemente voluptuoso. Y un trasero prominente. Llevaba suelta su cabellera larga y negra, que se movía al ritmo de la música suave del lugar. Jugaba con su boca en perfecta seducción. La manera en que bailaba no se comparaba al efecto que causaba en Cristina, la forma atrevida y sensual en que esa mujer mordía sus labios.
- La quiero a ella… - exhaló en un comentario, tan fugaz como el momento –
El casting había empezado, ahora era Cristina quien elegía con quien estar sin compromisos ni ataduras. Entre tantas mujeres, había identificado en esa bailarina de nombre Ámbar, a la chica con la que deseaba olvidar el amor.
Kia con su experiencia se encargó de que su amiga tuviera un privado con aquella chica. Y no sólo para un sensual baile. La paga era para algo más. Algo que reviviría el deseo frustrado y perdido en ella. Sería el momento de desbordar el sentimiento sexual que deseaba haber tenido con su ex pareja.
En una habitación del club, especial para los privados, había un tubo en el centro y dispuestos de manera circular una especie de sofás. Las paredes estaban cubiertas con espejos al igual que el techo. Una cama colgante completaba la atmósfera de erotismo. Cristina se sentó en uno de los sofás frente al tubo. Ámbar entró a la habitación sin dirigirle la palabra. La música lenta avisaba que el tiempo pactado empezaba a correr. La chica vestía un sensual corsé rojo con orillas de encaje negro que se ajustaba perfectamente a la forma curvilínea de su cuerpo. La parte superior del corsé, se elevaba lo suficiente para apenas cubrir sus pezones, dejando buena porción de sus senos al descubierto empalmando con sus finos y sensuales hombros desnudos. Sus muslos y piernas las ceñían unas medias de malla igualmente rojas que llegaban hasta sus pequeños y bien arreglados pies, sobre unos tacones que resaltaban sus pantorrillas y el largo de sus piernas definidas y firmes haciendo que el conjunto fuese sumamente antojable.
Adoptaba una serie de posiciones sugerentes y atrevidas al bailar, invitando a perderse en aquel cuerpo. Colocaba sus manos sobre su cabeza apoyada en el tubo y bajaba hasta quedar en cuclillas con las piernas abiertas contoneando su trasero redondeado y firme. Hizo unos cuantos movimientos más, hasta dirigirse donde Cristina se encontraba visiblemente excitada. Ámbar caminaba lentamente colocando un pie delante del otro mientras iba despojándose de su ropa… poco a poco. Al estar frente a Cristina, la miró penetrantemente y con sus rodillas separó las piernas de Cristina que no paraba de mirarla embobada, y se colocó en medio de ellas.
Cristina deseaba actuar y abalanzarse sobre la chica pero la excitación la había puesto tan nerviosa que no reaccionaba. Al ver esto Ámbar, tomó un de las manos de Cristina y colocó su dedo medio dentro su boca el que luego extrajo húmedo y lo fue bajando junto a sus otros dedos por su cuerpo semidesnudo, haciendo que la acariciara desde su cuello y dibujando lentamente la figura de sus senos para luego continuar su camino por la cintura definida hasta el inicio de su vientre.
Ámbar se puso de rodillas y desabrochó el jean de Cristina, sin dejarla de ver fijamente a los ojos. La mente de Cristina por momentos vagaba entre la disyuntiva de dejarse llevar por la excitación y la pasión o detenerse y regresar a la soledad con la que convivía hace meses. Al ver de nuevo como Ámbar mordía sus propios labios, ansiosa por continuar, Cristina decidió olvidarse de todo sentimiento y continuar con la idea que esa noche la había llevado hasta ese lugar.
Ámbar besaba suavemente el vientre de Cristina, deslizando su lengua sensualmente hacia su centro de placer. Cristina reaccionó a este suave gesto tomando a la chica por su barbilla y diciéndole:
- Quiero que me cojas, no quiero que me hagas el amor. – las palabras atípicas en Cristina denotaban decisión y firmeza. Ya no quería ser la mujer vulnerable que lloraba por amores.
A su orden Ámbar la despojó de sus ropas con urgencia, lo suficiente para que Cristina se excitara aun más. Empezó a recorrer su monte de venus completamente depilado, con su lengua, bajando al capuchón de su clítoris tratando de descubrirlo. Mientras con sus manos, que se habían posado en las piernas de Cristina, se encargaba de abrirlas para facilitar el paso de su lengua por su sexo totalmente húmedo. El ambiente y la premura habían hecho que la mente de Cristina, bloqueara ciertas sensaciones, entre ellas, el placer. Debió apresurar la situación que ahora le resultaba incómoda, pues si bien estaba decidida a experimentar, sabía que esta chica no cumplía lo suficiente para pasar el casting.
Levantó sus ropas y se vistió. Salió de la habitación y entre la gente ubicó a su amiga Kia. Al verla fuera tras apenas una media hora de estar dentro, no pudo evitar asombrarse. Cristina vio la cara de Kia y su mente le indicó que debía verse satisfecha para evitar los reproches de su amiga. Lo único que deseaba hacer, era irse de ese sitio.
Se despidió de Kia quien la había saturado de preguntas a las que Cristina respondía, no por ser una dama sino, porque no tenía nada que contar. No podía decirla a su amiga, ya que sabía que la reacción de Kia sería de burla y reproche. Haciéndola sentir peor de lo que ya estaba. Subió a su auto y manejó alrededor de una hora por la ciudad. El sentimiento de soledad y el deseo de desahogo de aquel suceso, la llevó hasta la casa de Fabiola.
Llamó a la puerta cerca de las 11 de la noche. La luz de la habitación aún estaba prendida por lo que consideró que Fabiola aun no dormía. Su amiga abrió la puerta y la miró con cierta preocupación pues no era usual que Cristina la visitara a esas horas.
- Cris… ¿estás bien?
- ¿Puedo pasar?
- Por supuesto, ¿Cuándo me has preguntado si podés entrar? Es tu casa y lo sabés. Bebiste, ¿verdad?
- Un poco, no mucho… lo suficiente. Se me antoja un café – dijo caminando directamente hacia la cocina.
Fabiola siendo una amante del té, no acostumbraba a tener café en su casa, pero siempre tenía el café favorito de Cristina en su alacena. Se sentó en el desayunador viendo como Cristina preparaba el café y tratando de analizarla para descubrir qué le sucedía. Hubo un silencio entre ambas por unos minutos.
- ¿te preparo un té? – preguntó Cristina sintiéndose cómoda en aquella casa, como si fuera la propia –
- Sí, por favor – respondió Fabiola, notando que su amiga no le dirigía la mirada –
Cuando las bebidas estuvieron preparadas, ambas caminaron hacia el jardín y se acomodaron en el césped.
- ¿qué tal tu día? – preguntó Cristina para romper el hielo –
- Bien, buen sábado. Fui de compras y por la tarde… fui de compras de nuevo.
- Que bien. – respondió secamente Cristina –
- Sabes que no me gusta ir mucho de compras, así que asumo que no me estás prestando atención.
- Es cierto, hoy es sábado. Estuviste en el hogar de niños ¿verdad? Lo siento ando medio distraída.
- Ya lo noté… ¿quieres hablar?
- No, cuéntame de tu día.
- Bueno, estuve un rato en el hogar de niños. Se inventaron un nuevo juego… es graciosísimo. Esos niños tienen una inventiva, fíjate que…
- Le pagué a una prostituta para acostarse conmigo. – interrumpió Cristina sin reparo –
- ¿perdón??? ¿qué dijiste??? Supongo que bromeas, no harías eso.
- Pues lo hice. Lo gracioso es que pagué y no hice nada. No pude, me bloqueé. Ha sido una de las cosas más tontas que he hecho en mi vida… de las más idiotas en realidad.
- ¿Por qué hiciste eso? – preguntó Fabiola con un tono de indignación y cierta tristeza. No la creía capaz de semejante cosa y se preguntaba para sí, si es que tan desesperada estaba – o sea que te convenció Kia…
- No tiene nada que ver, fue mi decisión. No es tan fácil hacerlo sin sentimiento. Aunque sé que a la larga es lo mejor.
Ver esta actitud en Cristina decepcionaba a Fabiola, jamás hubiera pensado que su amiga recurriera a tan cobarde acción con tal de huir de los sentimientos.
- Espero que te estés escuchando Cristina. ¿sabes la rabia que me produce escucharte decir esas tonterías??? – su tono era ahora molesto – ¿y qué si te dejó? Ya es hora de que lo aceptes. Date cuenta que lo que creías eterno no lo es, pero eso no determina que tu vida se acabe. Sos tan cobarde. Y no me vengas con esas cosas de “yo la amaba” ni cosas así.
- No diré nada, no creo que entiendas. Tu vida sólo es soledad. ¿tú me enseñarás algo?
- Deja a Kia con sus ideas locas. No es bueno que decidas ir por ahí acostándote con medio mundo con tal de no volver a sufrir.
- Ni siquiera pude hacerlo…
- ¿Y qué pasará cuando al fin te atrevas a hacerlo??? Será una y vendrá otra y tras ella dos más.
- Pues!!!!!! Me vuelvo virgen entonces??????? – los ánimos de ambas se estaban caldeando –
- ¡Si tanta es la gana de tener sexo sin compromisos tenlo conmigo! – dijo Fabiola alzando la voz ante la mirada sorprendida de Cristina. – anda, sin ataduras ni compromisos.
- Dejate de bromas… sé que no lo decís en serio.
- Sí lo hago Cristina. Tienes razón, yo igualmente me siento sola. Pero no quiero ir por ahí teniendo sexo con cualquiera.
- ¿Entonces sí te gustan las mujeres?
- ¿Acaso se le estoy pidiendo a un hombre???
- Seríamos amigas sin compromiso…
- Claro, cuando yo quiera y cuando tú quieras. No sentimentalismos, no celos… simplemente dos amigas que se quitan las ganas y ya.
Lo que Fabiola le proponía era ideal para Cristina. Pero Kia no podía enterarse porque de inmediato sabría que no funcionó lo del club. Y Fabiola no podría decirle a Kia, porque sería aceptar su homosexualismo y el hecho de que Cristina le atrajera desde hace tiempo, no hacía las cosas fáciles para ella. Cuando se conocieron, Cristina tenía novia pero no pudo evitar sentirse atraída por ella. Atracción que con el tiempo se profundizó por medio de la convivencia que tenían. Notaba más cosas en Cristina y en su mente se sentía enamorada, pero luego de sacudir sus pensamientos regresaba a la idea original de una simple atracción. Una especie de curiosidad que deseaba experimentar con ella porque sabía que Cristina guardaría su secreto y que la sabría tratar.
Hasta ese momento, Cristina no había detallado cuan hermosa era Fabiola ni había reparado en su cuerpo recubierto con aquella piel que debía ser suave como la seda. Hasta ese instante pudo fijarse en sus senos medianos y redondeados, en su cuerpo atlético por la natación. Sabía que poseía un trasero atrayente y piernas tonificadas. Que en su abdomen se marcaban líneas definidas. Ahora recordaba cómo se veía su amiga en traje de baño pues la había visto en un sinfín de ocasiones. Y su mente empezaba a pensar como sería Fabiola en la cama, cómo se movería al tacto de sus manos, cómo se erizaría su piel con sus besos.
Fabiola tomándola de la mano, la guio suavemente hacia su habitación notando en ella misma el nerviosismo que le producía lo que a continuación pasaría. Y es que no podía evitar que la expectativa que le causaba todo aquello no la excitara de la manera en que lo estaba haciendo. Era una fantasía que íntimamente se hacía recurrente y que ahora podría experimentar a plenitud.
Finalmente, cuando llegaron a su habitación, el corazón de Fabiola latía desbocado y tomando una iniciativa que desconocía en ella, empezó a besar tímidamente a Cristina, quien al contacto de sus labios suaves y húmedos, propiciaría que se profundizara el beso entre ambas, un beso que marcó el ritmo con el que poco a poco abandonaban sus ropas, que ya eran un estorbo a lo que su piel clamaba y no era más que el contacto directo. El beso pronto se convirtió en una danza salvaje en donde sus lenguas se acariciaban producto de lo cual, un suspiro salió arrebatando el poco aire que ahora había entre ellas.
Entonces Fabiola empezó a proporcionar al cuello ávido de caricias y a su completa disposición, besos cortos, cuya humedad contrastaba con la temperatura cálida de Cristina quien se hallaba entregada a sus caricias. Poco a poco fue llegando a su clavícula donde se detuvo para aspirar el aroma de su amante y no pudo evitar que sus pulmones se llenaran de él, haciendo que un apresurado suspiro viajara hacia uno de sus senos, que se antojaba suave y delicioso. Lo coronaba una aureola café que a medida que avanzaban las manos de Fabiola a través de su espalda, permitía que su pezón cobrara una dureza para luego derretirse al tacto de sus labios. Labios que bebían presurosos y se abrían para dejar pasar una lengua deseosa de contacto. Lamía cada uno con urgencia para luego bajar hasta su abdomen abandonando las caricias a sus manos, mientras se entretenían en allanar con su lengua el ombligo que se movía al compás de la respiración agitada de Cristina.
Presa de una excitación que no había sentido antes, Fabiola, recostó a Cristina a la orilla de la cama encontrándose ya, en medio de sus piernas. Aspiró sus aroma por encima de las bragas y, como tratando de conseguir aprobación, levantó la mirada a una Cristina que la observaba con un brillo tal en sus ojos, que no podía ser más que una aprobación en silencio de lo que su amante estaba dispuesta a proporcionar. Fabiola entendió rápidamente y arrebató aquella tela que aprisionaba lo que tanto deseaba, notando de inmediato la humedad que desbordaba, a lo que no pudo evitar relamerse. Dio el primero de una serie de besos e inició presurosa el contacto de su lengua desde el capuchón del clítoris hasta el perineal, disfrutando a su paso el sabor de su amante que había comenzado a gemir quedamente. La sangre le hervía con tan sólo escucharla. Fue entonces que continuó atrapando el clítoris que se hallaba ya hinchado, entre sus labios, succionando suavemente al principio y luego aumentando la intensidad del contacto. Ya para entonces, su dedo índice dibujaba la entrada de la vagina que lucía inundada, permitiendo la introducción de dos dedos que se deslizaban fácilmente.
Cristina empezó un vaivén que se armonizó al movimiento de los dedos de Fabiola dentro de ella. Cada vez las contracciones se hacían presentes mientras que Fabiola, ahora hacía movimientos circulares con su lengua alrededor del clítoris, causando que poco a poco, la tensión del cuerpo sudoroso de Cristina, fuera aumentando hasta el punto de aprisionar los dedos que se quedaron inmóviles en su interior. Mientras, la boca de Fabiola se abría paso ante el más dulce néctar que jamás había probado.
Luego de esa noche, vinieron algunos otros encuentros. Momentos en que no podían quitarse las manos de encima. De vez en cuando se enviaban textos sugerentes o alusivos a las constantes sesiones de sexo que mantenían. Poco a poco se hacía difícil ocultar la notable atracción que sentían la una por la otra.
Para Kia, Cristina había continuado con su casting. La notaba de nuevo sonriente y con aquella chispa de humor distintiva en ella. Ahora lucía llena de vida.
- Ven como tenía razón – les decía Kia recordándoles su postura acerca de que el sexo sin compromisos es mejor que el sexo con amor. Y que tener pareja impide disfrutar de la plena sexualidad. – sé que ahora me agradeces el haberte propuesto la idea del casting, creo que patentaré esa técnica – decía triunfal como sólo su ego se lo permitía.
- Sí, tenías razón Kia – respondió Cristina sonriendo en complicidad con Fabiola mientras debajo de la mesa acariciaba su mano – pero como la felicidad es distinta para cada quien… yo sigo insistiendo en que el sexo con amor es mejor.
Luego de decir esto, tomó una servilleta de la mesa y escribió algo en ella. Se la pasó a Fabiola quien la desdobló y la leyó. El texto decía: “ Te invito a un té… ¿querés ser mi novia?”
Fabiola miró a Cristina sonriente, no cabía de la felicidad. Su corazón palpitaba velozmente y sus miedos se disipaban. Se acercó a ella y la besó tiernamente ante la mirada confundida de Kia.
- ¿me perdí de algo? – preguntó Kia -
- Del amor… - respondió Cristina -
º Este relato fue escrito en coautoría con mi amiga Bluewine... quien después de una maratónica jornada se quedó dormida durante la revisión final (jajajajajajaja) Gracias por compartir la locura Blue... todo Blue.