El Castillo de Alou (3)

Tercera entrega de las memorias de la Marquesa de Alou. Relato de contenido excesivamente depravado.

EL CASTILLO DE ALOU

TERCERA PARTE.

A la mañana siguiente me dispuse nuevamente a pasear, llevaba una vida placentera y contemplativa, era fácil acostumbrarse a las virtudes de mis nuevos días. Quise verme con la marquesa pero un mayordomo llamado Tais, me lo negó, indicándome que la señora marquesa se encontraba indispuesta y no podría atenderme.

Pude averiguar que no se encontraba en la sala de recepciones donde solo eran recibidas las personas imprescindibles por uno de sus lacayos, en este caso, era Matheus quien los atendía, un hombre de estatura baja, entrado en carnes, que sudaba en abundancia, hasta el extremo de parecer ahogado. No lo había visto en las fiestas de la marquesa, supuse que no era su tipo. Me dediqué a contemplar las entrevistas, unas eran despachadas con premura, otras mas detenidas y con mayores formalismos, supuse que la marca de Alou, como otras tantas de la franja sur de Francia prosperaban económicamente, y eso hacia que surgieran nuevos grupos acomodados entre los campesinos y habitantes de sus pueblos. Así pase todo el día, entre el receptorio y el patio de armas, ni que decir tiene, que llegada la tarde me dirigí a las cocinas a parlamentar con mis chicas. Ciertamente me reconfortaba dialogar con ellas, me sentía bien, las pláticas eran amenas y a medida que profundizábamos en nuestras personalidades cada vez mas confiadas y amistosas.

Pasé toda una semana sin que consiguiera hablar con la marquesa, ni mucho menos verla. Pronto fui conciente que la orden de no recibir a nadie solo era extensiva a mi persona. Eran rara las recepciones pero las había, por alguna razón, prefería no recibirme. Cada vez me desconcertaba mas aquella mujer de temperamento efusivo y emocionalmente inestable.

Llene mis vacíos con mi escritura, mis paseos y mis diálogos en las cocinas. Me había encariñado con aquellas chicas, Sophie, Marlene y Juliette, especialmente con Juliette, la cual no paraba de reír ante mis comentarios, eran sonrisas francas y sinceras, lo que hacia que me reconfortara especialmente. No hay nada mas halagador ante un comentario que poder arrancar una sonrisa sincera y porque no decirlo, de belleza inigualable. Me sentía vanidoso cuando la hacia reír. Eran mis queridas amigas, aunque seguía mirándolas con ojos de deseo carnal, a medida que pasaban los días, ese deseo fue transformándose en otra especie de sensación, mas profunda, diría que mas sensorial.

Hacia nueve días que me encontraba en el castillo de Alou, y aunque mis dos primeros días fueron sexualmente saciantes, los echaba de menos, no veía el momento en el que se produjera otra de las fiestas de la marquesa, ahora estaba mucho mas preparado, mas confiado, estaba integrado en aquel sitio, y así llego el día. Un sábado cuando después de desayunar me dispuse a seguir con mis escritos, Tais el mayordomo me abordó.

¿maese Janot? – me dijo inclinado sutilmente su cabeza.

¿Si?

Es deseo de la señora marquesa que esta noche cenéis en el salón de lis – me indicó, aclarando donde seria la cena, la señora marquesa solo utilizaba aquel salón para sus fiestas, el bello salón de lis, sellados con unas puertas de robusto tamaño adornadas con sendas flores de lis en cada hoja, rematadas con dos robustos pomos dorados.

Esta bien, allí estaré – le respondí conteniendo mi ya incipiente excitación.

En algunos aspectos la semana había sido larga a la espera de mi ansiada copula multitudinaria, en las noches me recreaba en mis pensamientos lascivos, pensaba en como y que haría cuando asistiese nuevamente a alguna de aquellas fiestas y así acababa masturbándome en la soledad de mi alcoba. Soñaba que me dirigía directo hacia una preciosa muchacha de cabellos dorados y rostro de belleza sublime, a la cual había estado siguiendo toda la semana en el patio de armas, una de las lavanderas, de labios carnosos y sonrisa lasciva. También había estado observando a otra chica pelirroja de pelo muy rizado y enmarañado, de piel rosada y algo mayor que yo, de mirada penetrante y cierta malicia. Habían asistido a mi estreno en mi primera orgia así que esperaba que asistieran a la próxima, aunque indudablemente si no eran ellas, serian otras las que saciarían mi sed lujuriosa. Una semana de pensamientos impuros dan para mucho, fantaseaba con las mas tórridas y sucias posturas, ciertamente en mis fantasías podía llegar mas lejos de lo que jamás había llegado en mi mísera existencia, aunque ahora mi existencia no era precisamente tan mísera, tenia curiosidad por saber hasta donde estaba dispuesto a llegar, al fin y al cabo, nunca acaba uno de conocerse del todo.

Nos estaba prohibido hablar de lo que ocurría en aquel salón, aunque con mis cocineras aquella prohibición había caído en saco roto, secreta y discretamente hablábamos de todo cuanto queríamos, ellas me habían contado todo lo que había llegado a hacer la marquesa. Ciertamente era muy depravada, la que más, mas aun teniendo en cuenta que los había bastante depravados en sus fiestas. Me contaron que quien había padecido la mas duras ordenes sexuales era su mayordomo íntimo, Tais, un chico pelo oscuro, de unos veintiocho años, de tez morena, de grandes incisivos, no especialmente musculoso pero si bastante fibroso, según me contaron bajo risitas picaronas y llenas de malicia era su esclavo mas sumiso y obediente, relataré a continuación un fragmento de mi conversación;

que cosas le obliga a hacer por ejemplo – quise saber.

Fue Sophie la que habló, siempre era la más descarada y malhablada de las tres.

"la Señora" suele mear en su palangana real, herencia de sus antepasados mas respetados e inmaculados para luego posar sus nobles posaderas en la cada de su humilde servidor Tais, tanto así – dijo haciéndose pasar por una refinada señorita, se inclino abriendo las piernas y levantándose su falda – y después menea el chocho así – decía mientras se contoneaba de un lado a otro – y el tragón de su Tais le limpia su coño con su sucia lengua.

Ya me estaba acostumbrando a sus groserías, aunque pareciesen malsanas, Sophie no tenia mal corazón, había acogido a Juliette como si fuera su hermana menor y bajo aquella fachada de grosería e insultante descaro se ocultaba una buena chica.

Riendo le repliqué:

Sophie por favor, te encuentras delante de un gentil señor – dije con sorna.

Ja, ja, ja, oh, ¿al señor no le gustan los coños como este? – dijo apartando sus calzones dejando al descubierto su coño, ni que decir tiene que mi falo de carne ya rujia para entonces.

No seas grosera Sophie – le recriminó Marlene, era la mas seria de las tres, y ciertamente no aprobaba que habláramos de esa manera tan irresponsable de la marquesa, no lo aprobaba pero lo aceptaba. – la única diferencia que hay entre tu y una perra en celo, es que tú vas vestida.

Voy vestida y además sé hablar querida – le respondió riendo, era difícil descubrí desprevenida a Sophie, era ágil en la respuesta y picara en el comentario.

Bueno, ¿y eso es sólo lo que hace su sirviente Tais? – la interrumpí.

No quieras saber que mas hace, querido Janot – me advirtió Sophie.

Juliette seguía nuestra conversación en segundo plano, intervenía a veces para aclarar o preguntar algo. Conocía el día a día del castillo algo mejor que yo, aunque también todo era relativamente nuevo para ella. A veces la contemplaba mientras platicábamos animadamente sin que se percatara, tenia algo especial.

¿que mas cosas hace?. La interrogué.

Imaginadlo vos, imaginad todo lo que queráis y acertareis, - me respondió Sophie con voz susurrante, tenia las manos apoyadas sobre la mesa y su rostro a escasos centímetros del mío – La marquesa hace con Tais cuanto quiere, satisface sus deseos mas oscuros, incluso aquellos deseo que ni ella misma se ha atrevido a llevar a cabo en el salón delante de todos, podéis imaginar cuantas guarradas queráis y probablemente estaréis en lo cierto. Y haced el favor de dejar de mirar mis tetas cuando os hablo, maese Janot.

Me sonreía picarona, instintivamente mis ojos no pudieron evitar mirar su canalillo, el cual se encontraba a la altura de mis ojos.

Me dejó pensando en aquello, ¿no tendría límite aquella mujer?, aunque también era cierto que todas las personas distantes, diferentes y con un halo de misterio tienen un séquito de leyendas y mitos que los preceden. Tendemos a colorear el inmenso dibujo de la realidad con colores que no entendemos.

Fue Juliette golpeándome con un pie, la que me rescató de aquellos pensamientos. Sophie y Marlene me miraban y reían, al parecer les divertía mi estado de fantaseo.

¿Nadie te ha dicho nunca que eres muy perversa Sophie? – le dije con sorna

Me lo suelen decir mucho maese Janot, aun viniendo de vos lo recibiré como un cumplido – respondió sonriéndome.

¡Ah!, por no decir que el culo del gentil Tais es capaz de tragar mas que su boca – me espetó groseramente. Maniática de la última frase.

Me impaciente durante el día, esperando con anhelo mi cena, almorcé como solía en las cocinas con mis chicas, me hicieron saber que asistirían a la fiesta, Sophie y Marlene lo llevaban con naturalidad, a Juliette por el contrario se le notaba cierto nerviosismo, pensé que debía estar expectante como yo, al igual que para mi, para ella seria su segunda vez.

Después del almuerzo me retiré a mi alcoba, apenas pude escribir, desistiendo me recosté sobre mi lecho entrando en un inquieto sueño, en él me veía sólo, en un gran desierto abrasado por el sol, estaba semidesnudo y sediento, quería desplomarme y no podía, era un querer y no poder, por alguna extraña razón continuaba de pie, mis pies me quemaban, mi cuerpo estaba fatigado en extremo, me sentía morir sin poder hacerlo, entonces alguien me llamó a mi espalda con voz espectral. Era la marquesa, aunque no era su voz, estaba vestida exquisitamente, desprendía un aura inmaculada, me miraba y me regañaba por algo que había hecho, entonces me abofeteaba, yo me arrodillaba con la boca abierta, suplicante, llorando por su perdón, ella se remangaba el vestido dejando al descubierto su pulcro y oscuro coño y entonces descargaba todo su meado sobre mi boca, al saborearlo aprecié que no era meado, era agua, fresca y clara agua, no quise parar de tragar, a medida que tragaba mas meado necesitaba, no me saciaba, necesita su meado insípido e incoloro. Ella me sonreía cariñosa mientras acariciaba mi mejilla, mi boca no paraba de tragar su liquido, su chorro era abundante derramándose por mis labios surcando mi cuerpo que para entonces se encontraba totalmente desnudo, de pronto todo se quedo a oscuras, unos golpes en mi puerta habían terminado con mi sueño.

Era Myriam, una de las sirvientas de cámara de la marquesa, estilizada, alta, morena de puntiagudas tetitas y fino culo.

Mi señor, es la hora del baño – me indicó.

Tras ella se encontraban dos mozas, una joven y otra de unos cuarenta años, se atisbaba que había sido bella en su juventud aunque aún se reflejaba cierta belleza en su rostro, de pelo castaño y liso y generosas carnes, sutilmente dibujadas por su vestido.

Miriam, la sirvienta se retiro permitiendo el paso de su subordinada, ambas traían dos grande cacerolas llenas de agua.

¿Si no deseáis nada mas, mi señor? – me preguntó Myriam formalizando su despedida.

Gracias Myriam – me despedí, ante aquella muchacha estirada y aire de suficiencia.

Ambas mujeres me bañaron, aunque este baño no fue como mi primer baño en el castillo, no estuvo carente de sensualidad, no pude evitar que mi verga me delatara. Primero me relaje en el agua mientras ambas mujeres frotaban mis brazos, me estaba excitando y debía aguardar a la fiesta, después de descansar un poco en el agua me levante quedando parado delante de ellas dejándome hacer, empezaron recorriendo mi pecho y mi espalda, enjabonando mi vientre y mis nalgas. Fue la de mayor edad la que se entretuvo en mi polla y mis testículos lavándolos con delicadeza, se percataba de la dureza de mi polla, aunque continuaba con su tarea como si aquello no fuera con ella. Tuve que aguantarme para no pedirles que se desnudaran allí mismo y repetir la historia de mi primera relato.

Después del baño me rociaron con agua de perfume, y me puse mis mejores ropajes, al fin y al cabo todo me lo había proporcionado la señora marquesa.

Desde mi alcoba hasta el salón de lis, mi polla no bajó ni un ápice, mostrándose orgullosa de su considerable envergadura, a media que me acercaba al salón mi respiración se hizo mas pesada, me costaba tomar aire para llenar mis pulmones, un suave tembló se apoderó de mis piernas y mis manos, estaba calentísimo.

En la puerta me encontré con la mayoría de los partícipes, hoy había sido puntual, mi excitación era tal que al saludar a algunos de los presentes, no pude evitar la temblorosa ansiedad de mi voz. Siempre me ocurrió lo mismo, cuando me excitaba en demasía parecía que el que hablaba no fuese yo, sino otro, siempre me gustó pensar que el que hablaba era un monstruito follador que poseía mi ser. Noté como alguno de los presente se percataron del alzamiento belicoloso que se había producido entre mis piernas, dos chicas se quedaron mirando descaras como se notaba mi polla y debo reconocer que me avergoncé, me encontré con la mirada de un chico que reconocí al ser uno de los mozos de las caballerizas, me dirigió una mirada aliada acompañada de una sonrisa de viejos camaradas, ¿cuantos coños serian victimas de nuestras picas vigorosas?.

Las puertas se abrieron, como no, por Tais

Por favor pasad – dijo al fondo del salón, una eufórica marquesa, estaba radiante, se encontraba de pie haciendo aquellos gestos tan suyos, con sus manos nos indicaba la gran mesa, repleta de majares exquisitos, frutas exóticas, rica carne asada y sazonada, incluso había pescado, tan difícil de conseguir en aquella epoca del año incluso para un noble, había cerveza, vino y zumos de varios sabores, fuimos tomando asiento, con viveza y agilidad felina fui a sentarme junto a la chica de los cabellos dorados, la lavandera a la que había echado el ojo, estaba espléndida, con un vestido rojo muy escotado y de pronunciadas enaguas, sus tetas subían y bajaban con frenesí, no carentes de cierto nerviosismo calenturiento.

Una vez posicionados todos, me dediqué a echar un vistazo a la gran mesa, seriamos unos treinta, los había de todas las fisionomías, mas o menos el reparto entre machos y féminas era equitativo, rubias, morenas, pelirrojas, delgados, gordos, fornidos, de grandes mamas, o incipientes tetitas, guapos y guapas e incluso otros no tan agraciados. El grupo era bastante variopinto. Repasando a la multitud pude saludar a Juliette, se encontraba algo lejos en el otro lado de la mesa, junto a Sophie que conversaba con un hombre de tez morena y bastante fornido, al otro lado de Juliette se encontraba un chico de mas o menos su misma edad, el cual no le quitaba ojo.

La marquesa hablo;

Si sois tan amables, podemos proceder a desprendernos de nuestras vestiduras y dar libertad a nuestro encantos mas íntimos.

Todos se fueron levantando sobre su sitio, desprendiéndose de su ropajes, en esas me encontraba mientras observaba, debo reconocer, que no sin cierto descaro en la lavandera, se desprendía de su vestido dejando al descubierto uno de sus pechos y luego, redondos, muy redondos, de grandes aureolas rozadas, fue bajando el vestido contoneando sus caderas al encontrar cierta resistencia por lo ajustado del vestido, dejándolo caer alrededor de sus pies desnudos. Su coño al contrario de lo que pudiera parecer no era tan rubio como su cabellera, mas bien era castaño y bastante poblado, oscuro destino de mis deseos mas obscenos.

Una vez todos estuvimos desnudos, la marquesa volvió a tomar la palabra, toda vez que la mesa estaba rodeada de coños peludos, pelados, tetas gordas, pequeñas, de afilados pezones, pieles oscuras, rozadas, claras, vergas ya duras, otras oscilantes y morcillonas, pequeñas, normales y alguna descomunal, tan grande fue una que vi que me hizo pensar si seria capaz de levantarla cuan mástil recio hacia yo con la mía.

podéis sentaros – dijo indicándolo con sus manos, ella quedó de pie mostrando su pulcro e inmaculado cuerpo, su coño no tenia parangón, tal vez fuera el mas bonito de todos – hoy cenaremos sin cubiertos, con las manos, que no os importe ensuciaros mis queridos y queridas amantes.

Dicho esto procedimos a comer, mientras me llevaba a la boca un gran muslo de pollo ricamente asado y disfrutaba de las vistas y de la infinita desnudez de nuestros cuerpos, noté una mano provocándome un pequeño brinco, la mano debajo de la mesa acariciaba mi pierna en dirección a mi polla, era mi vecina, la chica de cabellos dorados y pechos turgentes. Nos miramos sonriéndonos y continúe comiendo mientra su mano masajeaba mi polla de arriba a bajo, suave, con cariño, no tardé en dejar la comida para magrear sus tetas con mis manos sucias de comida, busqué su boca mientras ella bebía un trago de exquisito vino, al besarnos el vino se derramó por la comisura de nuestros labios ensuciando nuestros cuerpos de un intenso rojo carmesí, nuestras lenguas resbalaban una contra la otra, mientras el vino goteaba por su mandíbula cayendo sobre uno de sus pechos, para entonces la multitud comía manoseándose unos a otros, mi mano bajo hasta su coño, pero al llegar a él se topó con un intruso, el chico de al lado acariciaba su coño con fruición, ella me miró y sonrío abriendo más sus piernas, lejos de apartarme me excitó mas, supuse que el chico debía haberle metido un dedito pues ella jadeó repentinamente moviendo su cadera hacia delante, entonces ella dijo:

  • dadme de comer, quiero seguir comiendo – rogó entre jadeos.

Ambos tomamos algo de comida, yo tomé un trozo de pollo y se lo lleve a la boca, el chico mientras esperaba con una copa de vino para hacerla beber, la comida y la bebida caían de su boca con angustiosa ansiedad, con nuestras manos la recogíamos en sus pechos o la embadurnábamos con la bebida y la comida que salía mezclada de su saliva, cuan amos dábamos de comer a nuestra perra, frotaba mi mano por su cara, ella mordía y masticaba, tomando mi cabeza acercándome a ella, me besó con su lengua lasciva y sucia de restos de comida, para entonces me encontraba poseído por los deseos de mi endiablada polla, el chico tomo un trozo de carne troceada y mirándola a los ojos se la pasó por la raja de su coño embadurnándola de su jugo, a lo que ella con cara de endiablada malicia hizo abrir mas sus piernas soltando un breve e interrumpido chorro de liquido de su coño. La muy puta había meado en la comida. El chico pasó primero su lengua por el trozo de carne para luego degustarlo con parsimonia hasta tragarlo. Era demasiado guarro y excitante, no lo soportaba más, mi cuerpo ardía abrasado por las llamas eternas del infierno de la lujuria y la depravación.

Ella se levantó y se lanzó en frenética caza sobre mi polla, sentía los restos de comida, la mezcla de su saliva con el vino, estaba en el séptimo cielo, me dejé hacer mientras me iba tumbando sobre la mesa, solo oía jadeos y groserías a mi alrededor, los participantes se arrojaban la comida y la bebida, ensuciando sus cuerpos en un juego degenerado y desenfrenado, el chico que estaba a nuestro lado no había dejado la oportunidad y al ver el culo en pompa de la lavandera se la metió, manteniendo un rítmico vaivén de su polla contra el interior de su coño, ella me jadeaba y babeaba en la polla, sentía caer por mis huevos los restos de comida y bebida, produciéndome cosquillas igualmente excitables, sin tiempo para la reacción una mujer se colocó encima mía con las piernas abiertas, era madura de unos cuarenta y tantos años, entrada en carnes aunque sin estar gorda, de poderoso culo, tal vez un poco mas grande de lo que debiera y un coño inmensamente poblado de oscuro pelo púvico, sus tetas se veían caer inmensas, se sentó sobre mi inundando mi cara con su inmensa raja mojada de fluidos y vino, su coño sabia distinto, era gustoso y amargo a la vez, aquella mujer gritaba histérica;

lame cerdo, deja limpio mi coño, - decía mientras se contoneaba y gemía vigorosamente, la lavandera se dedicaba a mordisquear mis testículos suavemente y a relamerlos tragando el vino derramado.

Con mis manos tiraba del pelo de mi ángel dorado. He de reconocer que más de una vez tiré con fuerza para hacerla gritar e insultarme.

aaaah, cabrón, me haces daño, hideputa - decía mientras oía el sonido gutural de su boca contra mi polla y mis huevos.

La zorra que tenia encima se meneaba con demencia, tomándome por la cabeza mientras realizaba movimientos pélvicos y dejando mi lengua a la altura de su culo.

lame mi culo mamón, veras que es tan rico como mi coño, lame, mmmmmmm, siiiii, noto tu lengua jugando, mmm, sodomízame con tu lengua cerdo – gritaba.

Para entonces lamia gustosamente aquel culo sabroso y de generosas carnes, metiendo mi lengua tan profunda como podía en su agujerito, de pronto la chica que lamia mi polla desapareció, ya no la sentía y quise saber donde se encontraba, apartarte bruscamente a la mujer madura.

El chico seguía follando a aquel ángel de belleza sublime, ambos estaban de pie, él la tenia agarrada por detrás penetrando su ano, ella estaba pegada a él con las piernas ligeramente abiertas. Su espalda se aprisionaba contra el pecho del chico, él le agarraba con una mano sus tetas y con la otra tiraba hacia atrás de su pelo, ella con angustiosa ansiedad intentaba llegar al culo del chico con sus manos. La madura viendo que me excitaba con aquella escena agarró mi polla diciendo:

yo te complaceré a ti, soy mejor puta que ella – mientras se metía la polla en la boca. La zarandeé empujándola hacia un lado.

quita zorra, - le dije fuera de mi, quería gozar con aquella chica de cabellos dorados y cara angelical.

Me coloqué enfrente de la lavandera apenas rozándola, mientras era enculada, busque su boca, besando previamente su rostro llenándome de su saliva y fluidos, hasta que morreé su boca frenéticamente, pellizcando sus pezones, mi polla se rozaba con su monte de Venus, poco a poco se fue acoplando a su raja especialmente lubricada, podría decir que casi entró sola, buscando su cueva por instinto, comencé a penetrarla cada vez mas rápido, era difícil coger el ritmo entre los tres. Quedó atrapada entre nosotros dos, sus tetas blandas se aprisionaban contra mi pecho y su espalda contra el pecho del chico. La chica casi se ahogaba entre nosotros, fue la mujer madura la que primero acariciándonos, se arrodilló y tomándonos del culo al chico y a mí nos hizo coger el ritmo mientras nos animaba

-mmm, si folladla bien, mirad su carita, lo esta disfrutando – nos decía.

La muy vieja zorra nos apretaba contra ella cada vez mas, la chica no paraba de jadear y suspirar fatigosamente. El chico comenzó a acelerar la penetración

mmmm me corroooo, mmm, aaagg me corrooooo – decía el. al tiempo que ella al sentir sus envestidas comenzó a jadear mas fuerte, no quedando yo indiferente.

aaaaaagg, aaaaaaagg cabrones me corroooo – rugía ella.

Toma mi corrida también, tómala toda, no dejes que se salga nada de las entrañas de tu coño de puta – le decía yo.

Así, después del chico explotamos ella y yo. Al sacarla me apoye sobre la mesa exhausto, con mi polla ligeramente flácida. La chica quedo de pie, jadeando mientras por el interior de sus piernas manaba abundante leche mezclada de su culo y su coño, fue la mujer madura la que aun arrodillara como si fuera una perrita obediente y sumisa se limitó a lamer las corridas, recorriendo sus piernas de abajo arriba llegando a su coño y buscando con su lengua su culo, una imagen tórrida, mientras la chica suspiraba mas tranquila y con la mano acariciaba el pelo de su lamedora, por la sala seguía la frenética acción sexual, en un extremo tres chicas se lamían delicadamente, jugueteando con sus coñitos, unas parejas jodian sobre la mesa, riendo animosamente. Vi a Marlene con dos chicos y a Sophie con un grupo de chicos y chicas que ansiosos se poseían unos a otros. Pero fue nuevamente mi ángel de cabellos dorados la que llamo mí atención, abría sus piernas y comenzaba a mearse sobre su perrita obediente, al ver aquello el chico que se había corrido en su culo, tomando fuerzas de la imagen que veían sus ojos se lanzó a abrazarla pasando una mano por su espalda y con la otra acariciaba su coño mientras ella meaba, bañando completamente a la vieja zorra.

Ciertamente me resigne a que mi polla volviera a llamarme a filas. Me iba a acercar a mis tres folladores, cuando al girar mi cabeza en un movimiento inconciente vi a Juliette con el chico que se había sentado a su lado, yacían en unos cojines cerca de las ventanas, ella quedaba tumbada sobre ellos boca arriba con un cojín debajo de su culito y sus piernas abiertas, él la penetraba con dureza.

Yo masajeaba las tetas de mi lavandera rozando mi polla contra sus caderas, lamia su cuello, ella se sabia entre las mejores de la sala, pero mis ojos volvieron a toparse con Juliette que jadeaba ante cada envestida de aquel chico que carecía de la agilidad que a veces da la experiencia, daba la sensación de querer llegar demasiado pronto.

Por alguna razón era incapaz de concentrarme en mi juego sexual, aquel chico no estaba haciendo disfrutar a Juliette y eso me molestaba, entonces otro hombre se arrodilló junto a ella y le acercó la polla a la boca, a lo cual, ella la acepto introduciéndosela, lamiendo dulcemente, aquello me excitaba y de alguna forma me molestaba, era extraño. Extraño y cada vez mas molesto, dejé a mi chica con su chico y su madura y me dirigí con pasos decididos directo a Juliette y sus dos compañeros. Con un empujón pasando de liviano a brusco desplacé al chico que la penetraba, haciendo el gesto de colocarme yo en su posición, aquello enojó al chico, que con rabiosa frustración me empujó con fuerza haciéndome trastabillar y casi caer. Ella se levantó con brusquedad, no sabiendo que hacer. Todo lo que ocurrió a continuación paso demasiado rápido para pensarlo, yo le golpeé en la cara y antes de que pudiera reaccionar nuevamente, un hombre de complexión robusta lo sujetó apartándolo de mi, de alguna forma Sophie se había percatado y ponía las manos en mi pecho en señal de detención y calma. ¿De donde había salido Sophie? Sinceramente no lo sé.

El chico cojió una rabieta de soberbias magnitudes queriendo deshacerse de su oponente, pero era como ver a un niño pequeño manoteando en el abrazo implacable de un padre. Entonces la marquesa apareció. La sala había quedado en silencio, la gran bacanal había frenado bruscamente y todos miraban expectante y curiosos. La marquesa miró calculando la escena, mirando primero a mí, luego al chico y finalmente a Juliette. Su rostro era impersonal, y su semblante serio, entonces dijo:

vamos, vamos, tened cuidado, a veces el sexo puede conducir a una brusquedad inapropiada. Que el sexo nos conduzca mejor al amor, que no a la violencia mis queridos amantes – dijo sacando una de aquellas sonrisas aplacadoras y seguras de si misma.

Entonces, tomándome de las manos, mientras me sonreía, dijo al unísono:

que prosiga la fiesta, y a follar, aún es joven la noche amante de nuestros deseos carnales.

Tiró de mi haciéndome caminar rápidamente a su lado, me llevaba fuera de la sala, antes de que ella volviera a cerrar las puertas a nuestras espaldas miré buscando a Juliette, seguía plantada con la mirada fija en mi, asombrada y confusa mientras tanto el chico volvía a colocarse a su lado y le manoseaba el coño, ella extrañada continuaba mirándome.

La marquesa me guió por los pasillos mientras mis pensamientos manoteaban en el mar bravío que para entonces era mi razón, demasiadas sensaciones extremas para una noche. Sexo, violencia, "¿cariño?". Ensimismado, dejándome llevar mientras varaba mi mirada sobre el contoneo de las nalgas de la señora marquesa, que con paso grácil me arrastraba al pozo de sus deseos. Me llevó a su alcoba. Una vez dentro se volvió y colocó sus brazos alrededor de mi cuello, sonriendo.

es hora de que montéis a esta yegua, veo que vuestra verga ya habla por vos – dijo mientras me agarraba la polla.

Ahí tenéis su respuesta mi señora marquesa – atiné a contestar.

Hoy no quiero ser la marquesa, Janot, desearía que me llamarais por mi nombre, Viled – me rogó.

Quiero y debo haceros el amor Viled – le respondí.

Siii, por favor, poseedme, hacedme vuestra – dijo con un susurro victorioso. Se recostó sobre su alcoba abriendo sus piernas. – ¿me queréis? – me dijo con voz gatuna.

Mmm, sii, Viled, - le respondí abalanzándome contra ella, buscando su boca, besándonos, era frenético, con mis manos buscaba su cuerpo impacientándome en tocar sus pechos, su vientre, su pubis, pasaba mis manos por sus costados suaves sin igual, acariciando el exterior de su pechos llevando mis manos a morir a su axilas, de su boca pase a su cuello besando suave con pequeños besos, dando paso cada vez mas a la libertad de mi lengua, enjaulada tanto tiempo en mi boca, en cada bocanada de aire atrapaba su aroma.

Ella recorría mi cuerpo con exquisita experiencia, deteniéndose allí donde según notaba en mi respiración me excitaba mas, había mucha pasión en sus besos, pasión y hechizo, sus labios sabían diferentes a los de cualquier otra chica que hubiese besado. No eran de este mundo. Mi polla se acopló a su coño penetrándola lenta pero profundamente, había musicabilidad en sus gemidos delicados.

De pronto como si hubiese padecido amnesia, la imagen de Juliette volvió a mi mente, ¿Qué estaría haciendo ahora?, me turbada esa idea, reproduje en mi mente su gozo con aquel chico o con cualquier otro y aquello me enfureció, reflejándose en mis envestidas mi infortunio, cada vez eran mas violentas, la marquesa para entonces gemía desconsolada clavabándome sus uñas en la espalda, estaba fuera de mi.

Veía a Juliette sobre los cojines penetrada, mientras disfrutaba y jadeaba pidiendo más, desbocada, suplicando más pollas que la inundaran, que se corrieran sobre ella, que la violaran, pidiendo que la preñaran, que solo quería ser follada por todos. Esos pensamientos diabólicamente me poseían, y los reflejaba en mis envestidas, la marquesa chillaba mezcla de gusto y dolor, hasta que me corrí en sus entrañas, gritando de gusto y angustia.

Mi respiración se fue apagando, fui cerrando mis ojos quedando recostado junto a ella con un amargo sabor en la boca, un sabor que nacía en las profundidades de mi ser, era el amargo de las lágrimas del llanto piadoso de mi alma.

quédate a dormir conmigo Janot – me susurró cansada la marquesa.

Al poco, la marquesa quedó dormida, boca arriba con las piernas y los brazos estirados y abiertos, con uno de sus brazos debajo de mi cuello.

Cerré los ojos y me resigne a dormir.