El Castillo de Alou (2)

Siguen las vivencias de la depravada y sexual marquesa de Alou.

EL CASTILLO DE ALOU

SEGUNDA PARTE

Después de la orgia de la noche anterior me encontraba abrumado y sobrepasado por los acontecimientos. Hacia tiempo que el sol coronaba el cielo, aunque aún era fresca la mañana cuando desperté, me vestí con ropa limpia que me habían dejado en mi alcoba, camisa, calzas, jubón azul y botas de cuero de cabra, dignas de cualquier noble. Salí a pasear por el castillo, iba a convertir aquellos paseos en algo muy habitual.

El castillo bullía en un ir y venir de gentes cada uno en sus quehaceres, me encontré por el pasillo con un mayordomo, al que había visto en la orgia de la señora marquesa, al pasar a mi lado, inclino levemente la cabeza en señal de reverencia y pasó de largo. Si no tuviera mi verga aun dolorida y exhausta hubiera creído que todo había sido un sueño. El castillo vivía en una falsa apariencia diurna. Salí al patio de armas donde se congregaban la mayoría de los oficios requerientes en el castillo, el maestro carpintero, el herrero, el alfarero. En uno de los laterales del patio se alzaba un molino de agua, que suministraba agua a una gran pileta de piedra donde se encontraban varias personas lavando ropa, pintándola o abatanándola, muy cerca se encontraba la pocilga, junto a las vaquerizas donde varias personas ordeñaban con brío a varias vacas. Todo trajinaba alrededor de la fuente central del patio. Los esquiladores pelaban las ovejas, cerca de las vacas y junto a estos, se encontraban las caballerizas, me impresionó un gran semental negro como el azabache que relinchaba imperioso mientras un joven mozo lo cepillaba. Cerca de la torre del homenaje junto al cuartel del castillo se encontraba la cocina del patio, dispuesta allí para dar de comer al personal del castillo.

Mas allá de mi paseo me dirigí a la cocina con la intención de conseguir algo de comida y bebida, allí me encontré con mis cocineras favoritas, mis amantes de la noche anterior, Marlene y Sophie. Me quede parado en el quicio de la puerta, sin saber muy bien como dirigirme a ellas, fue Sophie tan rubia y rellenita la que se dirigió a mi.

¿Desea algo el señor? – me dijo en tono servicial.

Me preguntaba si podría tomar algo de comida y algo de beber – le rogué.

Como gustéis, podéis pasar, ¿gustáis de tomarlo aquí? – dijo ahora Marlene, dejando de menear una gran cacerola y secándose las manos en un viejo delantal. Seguía siendo espectacular incluso a expensas de su vestido.

Si por favor – le afirme con cortesía, dirigiéndome a una mesa de sólida robustez que se encontraba en el centro de la cocina.

Rápidamente las dos me sirvieron pan, un poco de queso y una jarra de fría cerveza. Me encontraba absorto en mi comida y mis pensamientos, mirando disimuladamente como ellas continuaban con sus quehaceres, realmente eran dos mujeres muy deseables, Marlene disponía de un cuerpo esbelto y surcado de suaves curvas dibujadas bajo su vestido, Sophie por el contrario disponía de un cuerpo morboso sin parangón, no bello pero infinitamente sugestivo, sus curvas eran mas extremas, de poderosas carnes, así me encontraba, cuando hizo presencia en la cocina una chica delicada, de pelo oscuro y cara dulce. Era Juliette, ufff..., al verla allí tan delicada, no pude sentir una punzada de remordimiento, era un ángel al que había vejado y sodomizado la noche anterior con especial salvajismo. Ella me miro sonriendo tímidamente, continuando su marcha con paso grácil.

Durante el transcurso de mi tentempié la descubrí mirándome de reojo, había algo en aquella chica que me turbaba, al momento deje de tener hambre, el pan de baso se me atragantaba en el gaznate, e incluso con la cerveza me era complicado tragar. Me incomodaba irracionalmente sentirme observado por ella y entonces le hable:

¿Podéis venir, por favor? – dije dirigiéndome a Juliette. Ella lavaba platos en una gran pila, al igual que había hecho conmigo la noche anterior, se seco las manos sutilmente en su vestido y se acerco, realmente era muy bonita, no paraba de sonreírme dulcemente, no pude evitar fijarme en la tonalidad de su piel, clara como el marfil, sabia que no tenia cicatrices ni asperezas, era una musa de las que hablaban los griegos en sus epopeyas.

¿Que deseáis mi señor? – me preguntó

¿Podríais aclararme ciertas cosas? – le dije.

Con mis respetos, mi señor, no se si seria la persona adecuada – dijo apartando la mirada tímidamente. Atisbaba una especie de atrevimiento bajo aquella timidez.

Fue Sophie la que se lanzo en ayuda de su compañera, dejando sus tareas, mirándome:

No es mucho lo que podemos hablar, mi señor – dijo. Había respeto en su voz, pero también confianza en si misma.

Quisiera hablar de lo ocurrido en el salón la noche pasada – dije

Es poco lo que podemos decir al respecto – ahora fue Marlene la que habló.

De pronto las tres estaban de pie a mi lado, en actitud confidente y alerta.

¿Porque todo el mundo se comporta como si no hubiera pasado nada? – pregunté sin rodeos.

Es la voluntad de la señora marquesa. Nuestra libertad se escenifica dentro del salón, en las noche que su Ilustrísima así lo dispone, o bien donde ella lo exija. – digo Marlene en tono solemne, note cierta devoción en su voz.

Señor, no deberíais preocuparos por ciertas cosas, dejad que los acontecimientos se precipiten, sé adaptará a las voluntades de la Señora Marquesa. Es mas, vos disponéis de ciertas libertades que a los demás nos están vetadas.

¿Libertades? ¿Como cuales? – quise saber.

No todos tenemos el mismo nivel de libertad en el Castillo de Alou, cada uno desempeña su rol, en su caso, por lo que sé, dispone de muchos privilegios, de los cuales dudo que disponga cualquier otro de sus siervos – dijo Marlene.

¿Y porque yo? – dije extrañado.

Esa pregunta no podemos responderla – dijo Marlene de modo confidente.

Me quede callado, pensativo, mientras mi mirada instintivamente se posaba en el escote de Sophie que subía y bajaba con su respiración, sus dos grandes tetas me atraían cuan sirenas atrajeron a Ulises en la búsqueda de su Ítaca. Me percate entonces de mi atrevimiento y la mire presuroso a la cara, encontrándome con una sonrisa condescendiente y porque no, de cierta lascivia.

¿Tiene alguna pregunta mas, señor? – pregunto socarrona Sophie.

No – dije negando con la cabeza saliendo de su hechizo mamario.

Ellas continuaron con sus quehaceres cotidianos. Cada vez me sentía mas perdido, envuelto en un mar de dudas. Solo había una persona que pudiera aclararme todas aquellas dudas, a ella me dirigí a ver.

  • ¿Señora marquesa, puede recibirme? – rogué inclinando mi cabeza en señal de respeto.

Por favor, pasad, ¿como habéis dormido maese Janot? – quiso saber. Estaba risueña desayunado asolas en aquel inmenso salón.

Me ofreció asiento frente a ella en una pequeña mesa cerca de una de las ventanas por la que se podía apreciar la hermosa campiña de Alou.

¿Gustáis desayunar? –dijo.

Os lo agradezco Mi Señora, pero ya lo he hecho.

Como gustéis entonces – dijo mientras se llevaba a la boca un trozo de manzana, la cual era recibida con un sutil movimiento de su lengua.

¿Me preguntaba si podríais aclararme algunas dudas? – dije no sabiendo si era muy osado interpelar de esa manera a la marquesa.

Responderé a todo lo que gustéis mi Señor Janot – dijo sonriendo. Bellísima, de una belleza altiva, sublime, aunque simpática y por momentos muy humana.

No quisiera ofenderos con mis interpelaciones, pero tengo algunas dudas sobre el protocolo que he de seguir en el castillo.

Preguntad pues – me espeto metiéndose otro trozo de manzana en su boca, parecía mentira que detrás de aquella apariencia de recatada nobleza pudiera haber una guarra, una ramera y lujuriosa mujer, aquellos labios finamente maquillados y en apariencias inmaculados, hacia poco habían estado sucios y llenos de fluidos femeninos, saliva y semen.

¿Que debo hacer durante el día?, ¿como he de relacionarme con las demás personas? – le pregunté.

Es sencillo – dijo – al personal del castillo le esta prohibido hablar de lo que acontece en "mis fiestas", deben comportarse como si no hubieran ocurrido jamás, al fin y al cabo, debemos guardar las apariencias. Maese Janot, nos ha tocado vivir una época en la que la imagen lo es todo. Salvando esa premisa, podéis hacer lo que vos queráis y relacionaros con quien os plazca.

¿Porque tengo ciertos privilegios de los que carecen los demás? – dije.

No sois como los demás – dijo sonriéndome y parando de comer, - sois mi escriba, mi biógrafo, aun así no debería importaros eso, ¿o me equivoco?, - dijo borrando su sonrisa e inclinándose sobre la mesa hacia donde me encontraba.

Por supuesto que no, mi Señora – le respondí inclinando mi cabeza, había aprendido en poco tiempo cuando había que someterse a aquella mirada. La marquesa era dulce, simpática y a la vez directa, atrevida y diligente.

¿Y si dos de tus siervos quieren mantener relaciones? – pregunté no sabiendo si había elegido bien las palabras.

¿Relaciones?, di mejor follar, - dijo riendo, reclinándose en su asiento relajadamente, limpiando sus labios con un fino pañuelo, – digamos que si quieren follar, solo tienen que hacerlo, pero siempre bajo las normas que impone nuestra sociedad y el uso de las buenas costumbres – su sonrisa se había vuelto cómplice y tierna como quien aclara a un niño una obviedad - No me opongo a nada de eso, Janot, mientras se me satisfaga cuando yo lo dispongo.

Aquella miranda y su respuesta me había producido una reacción bipolar, por un lado me estremecí ante su respuesta agresivamente sexual, y por otra me había puesto la verga del tamaño de una estaca.

Ven quiero enseñarte algo – me espetó levantándose de la silla. Iba vestida con un traje de bordados que cubría sus pies, ya que era de mal gusto que la mujer los enseñara, al igual que el día anterior llevaba un generoso escote que realzaba sus pechos, imagine que debajo de aquella ropa se encontraba aquel cuerpo que la noche anterior había provocado una hinchazón entre mis piernas, haciendo que la vena de mi polla se llenara de sangre ardiente.

Mientras paseábamos por el castillo me fue respondiendo a todas las preguntas que se me ocurrieron, me hizo participe de alguna de sus reflexiones. Aquella mujer tenía una visión de la vida diferente y radicalmente opuesta a la de cualquier cristiano de bien y mucho menos a la de cualquier mujer de la época.

Me contó la historia de su familia de cómo su Tatarabuelo había servido al emperador Carlomagno y así se había ganado la marca de Alou, de cómo su infancia había transcurrido de forma correcta para la sociedad. "Casta y virgen" eran las palabras con las que le gustaba definir su infancia. Le pregunte en que se basaba para hacer participes de sus fiestas. Ella me aclaro:

Invito a aquellos que me parecen de fijar, aunque a veces suelo hacerlo de manera bastante aleatoria, tal vez con el tiempo me este confiando en demasía.

¿Hay algún requisito para participar en ellas? – le dije

Solo una. – Me dijo. – Tener dieciocho años. – le note cierta melancolía en su voz.. - Janot, ya te dije, la infancia a de ser "casta y virgen". A pesar de su sonrisa, había una extraña tristeza en sus ojos.

Después de recorrer gran parte del castillo bajo sus instrucciones y sus historias, llegamos a las caballerizas, había dos mozos limpiando los establos a los que con un rápido movimiento de su mano los despidió, cerrando las puertas al salir. Todo quedo en semipenumbras, iluminado solo por una ventana en uno de los laterales y por una trampilla en el techo de apenas un metro de ancho. Ella me agarro de la mano y me hizo seguirla hasta colocarnos detrás de unos aperos de labranza, allí quedamos en penumbra apoyados contra la pared e invisibles ante ojos indiscretos, aunque como supe un poco después, los ojos indiscretos serian los nuestros.

Me indicó con el dedo índice que guardara silencio y esperara, al poco de estar allí, una pequeña ventana se abrió en el establo que teníamos enfrente, por ella se introdujo un joven, mire extrañado a la marquesa, esta me respondió con una mirada ecuánime y paciente y continúo mirando. Detrás del chico entro una chica con la ayuda de este, una vez hubieron entrado, como poseídos por el diablo se ensalzaron en un manoseo frenético se besuqueaban por la cara el cuello los hombros, la ventana por la que habían pasado se encontraba media abierta e iluminaba la estancia juntamente donde se encontraban ellos, lo que nos proporcionaba una mejor vision. Él la apoyo contra la pared buscando su boca torpemente, se manoseaban, el rápidamente le levanto la falda dejando visibles su piernas, una piernas jóvenes y delicadas, ella debía de tener unos diecisiete años y el seria poco mayor, parecían bastante inexpertos.

Volví a mirar a la Marquesa y volviendo a responderme con la misma mirada, esta vez con cierta satisfacción y deseo en sus ojos, se aproximo a mi y me dijo en apenas un susurro que hizo que se me erizaran los vellos de la nuca.

Ahora disfruta, míralos y regodéate.

Mientras me susurraba al oído mi cara se inclino quedando mi mirada fija en su saya la cual no me había percatado de que tenia levantada dejando libre todo su esplendoroso coño, oscuro como los abismos del averno.

Los dos jóvenes continuaban con su torpe copula, el la había desprendido de su vestido, mi polla al ver aquello alcanzo dimensiones grotescas, de piel ligeramente oscura y algo sucia, pero igualmente apetecible, pechos turgentes y rígidos acabados en pezones demasiado grandes, su coño no estaba muy poblado, solo por una fina capa de vello oscuro, se buscaban las bocas llegándose a lamer parte de la cara, guerreaban con sus lenguas húmedas. Ella le había bajado las calzas y se apreciaba los movimientos de su mano contra su polla. Ya comenzaban a oírse sus jadeos, de reojo mire a la marquesa, que se encontraba con el vestido arremangado por la cintura, con la espalda contra la pared, frotándose el coño entre dos dedos, había aprisionado su botoncito y lo frotaba haciéndolo girar como un torbellino, notaba como sus rodillas a veces hacían amagos de doblarse espasmódicamente del gusto, no paraba de morderse el labio inferior.

Ahora los dos chicos se revolcaban en la cama del establo sobre la paja de las bestias, aquella escena en contra de desagradarme me excito sobremanera, aquellos dos jóvenes manoseándose torpe y nerviosamente, revolcándose sobre la paja y la suciedad del establo, nada idílico, pero el sexo muy a menudo puede ser de todo menos idílico y delicado, todo era igualmente erótico y morboso, el se coloco encima de ella y envistió con brusca torpeza, su polla la penetro provocándole un aullido de dolor, el no tenia un gran tamaño, aunque puestos a preguntarle a ella, seguro que le parecería la mejor pija del mundo. La vista desde donde nos encontrábamos era genial, se veía el coñito de ella, su raja rosada recibía la verga hasta los huevos, que golpeaban sutilmente en los labios de su vulva, a esas alturas ya no pude mas, y me saque mi polla, liberando al Leviatán que me poseía, no sin cierto disimulo y discreción, puesto que, aunque estuviera harto excitado, me encontraba al lado de una Marquesa, de alta alcurnia aunque bajos instintos. Y por no decirlo, la marquesa aun me seguía intimidando en demasía.

Comencé a jalar mi polla suavemente, de arriba abajo, retirando mi funda de carne cada vez que me la jalaba. La marquesa me miraba y sonreía mientras se mordía le labio.

¿Te gusta Janot?- me susurro al oído y creí atisbar un suave roce de su lengua húmeda.

Solo pude afirmarle con la cabeza por miedo a que nos oyeran.

Ahora el chico se la había sacado de su cueva y se masturbaba frenéticamente, mientras le decía algo que no llegue a oír. Al parecer lo que le había dicho, es que se colocara a cuatro patas. Ahora la chica se comportaba como un animal, él ansiosamente le pasaba la mano por el coño, totalmente lubricado, daba la impresión de haberse meado de mojada que se encontraba, rápidamente llevaba sus manos a sus tetas y las pellizcaba y magreaba, sin miramientos, al tiempo que ella contoneaba su culo bruscamente, a veces buscando sus dedos, otras escapándose de ellos. Sus cuerpos estaban llenos de paja, saliva y suciedad, mi masturbación había alcanzado un ritmo vertiginoso. El chico acababa de meterle un dedito en el ano, se lo metía y sacaba rápidamente, luego introdujo otro mas, la chica se contorsionaba, realizando movimientos pélvicos, mientras jadeaba cuan yegua montada por su semental. No tardaría mucho en correrme ante aquel espectáculo. Mientras tanto se oían a las bestias relinchar.

El chico la empujo contra el suelo con cierta rudeza haciéndola rodar por el piso sucio echándose encima nuevamente, se lamían la cara buscándose con sus lenguas como si fueran animales, y entonces él se la clavo sin piedad, lanzando ella un gemido que termino convirtiéndose en un chillido de lo que atisbe dolor, al chico también parecía dolerle, ambos se retorcían sobre la suciedad del suelo con sus caras impregnadas de dolor y placer, los dos recostados sobre el suelo se aprisionaban uno contra el otro, los movimientos adquiriendo cada vez mas velocidad, el apretaba su culo cuando la introducía hasta lo profundo de su coñito tierno, no duro mucho hasta que los movimientos empezaron a hacerse mas intensos y profundos, y a la vez mas lentos, de pronto con un gemido tosco y prolongado acabo inundando el coñito de su chica.

El se levanto goteándole una gota de semen y le ofreció una mano a ella para levantarla, ambos se vistieron con premura y besándose en la boca con ternura salieron por la misma abertura que habían entrado.

Me percate entonces de que la marquesa se convulsionaba a mi lado y había dejado de suspirar para gemir sin miedo a ser oída.

ooooohh, ohhhhhhh, mmmmmm – gemía.

Voy a correrme mi Señora – le dije no sabiendo muy bien porque, ni que esperaba con aquello.

Espera Janot, - me rogó.

Se apoyo esta vez frente a mí abriendo sus piernas y frotándose el coño.

Acábate en mi felpudo, como si fuera esa putita con la que te has masturbado – me suplicaba con las mejillas sonrojadas y los ojos vidriosos de la calentura.

Siii, mi señora, - acerté a decir acercando mi polla a su coño, estaba muy cerca, tuve que contenerme para no penetrarla allí mismo. Ella disponía y yo cumplía.

No tarde mucho en venirme, soltando una larga y abundante corrida sobre su monte de Venus y su mano derecha, la corrida se deslizaba entre sus dedos bajando por sus pelos, impregnándolo todo, hasta la raja de su coño. Ella contribuyó mas aun, masajeando allá donde había mas leche y llevándola a la boca de su coño, entonces comenzó a meterse sus dedos impregnados en mi corrida. Todo fue rápido, la erupción de mi corrida me había dejado exhausto, me templaban las piernas, estaba totalmente fuera de mí, me apoyé contra la marquesa, quedando ella entre mi pecho y la pared. Mi cara la enterré en su cuello. ¡Dios que olor!, no pude evitar posar mis labios en su cuello, a lo que me pareció que ella me accedía apartado su cabeza para dejarme mas libre su cuello y en aquella mágica postura acabo ella también.

  • Mmmmm, ooohhh, oooooh, me corrooooo – jadeaba.

Lo que sucedió a continuación me dejo atónito, entre espasmos de dijo fuera de si.

Abrázame, por favor, abrázame fuerte Janot – me dijo mientras apretaba los dientes, todo su ser luchaba contra la bestia del clímax, y todo estalló en sus entrañas escenificándolo todo con un jadeo final, de su boca entreabierta, la que dejaba escapar parte de su alma por aquella boca tan sensual, mientras, yo seguía con mi cabeza besando su cuello desnudo con infinita suavidad, la abrazaba apretándola contra mi, sintiendo sus pechos ahogados entre mi tórax. Poco a poco fue relajándose, acompasando su respiración, dejando morir sus suspiros, en aquel aire mórbido y viciado de las caballerizas. No me atreví a soltarla, no sabia que hacer, me incomodaba soltarla y tener que mirarla, al igual que me incomodaba seguir abrazándola pues ya no tenia sentido seguir en aquella postura. ¿Qué hacer?

Fue ella la que con un movimiento de su cabeza me indicó que debía apartarme, por un instante su mirada quedo fija en la mía.

Hay algo en ti Janot, algo que por una extraña razón que desconozco, me atrae irremediablemente – dijo mientas me miraba fija y penetrantemente a los ojos, con aquellos ojos que eran mi perdición, me hubiera condenado en esos momentos a la eternidad de los infiernos por ella.

No se que decir, mi Señora – dije entupidamente.

Tras unos momentos en los que ambos nos dejamos llevar por el silencio, silencio que apago todos los sonidos del mundo, fue ella quien rompió el hechizo dibujando una sonrisa en su rostro de ángel caído.

Bueno… es momento de que yo vaya a limpiarme y vos a escribir.

Por supuesto mi señora – dije apartándome rápidamente de ella, inclinando mi cabeza en señal de "falsa" apariencia.

Esta noche podréis descansar, no habrá cena en el salón, podéis comer donde gustéis.

Gracias mi señora – dije.

Ella se coloco bien el vestido y salio de las caballerizas, con rostro serio y taciturno, empezaba a entender que la Marquesa de Alou era de esas personas que disfrazan sus penas con sonrisas muertas, se marcho dejándome allí plantado, sobrepasado por los acontecimientos, ensimismado en mis pensamientos. De pronto oí entrar a los dos mozos que se encargaban de la limpieza de las caballerizas, venían a reanudar sus tareas.

Porque se había despedido tan bruscamente de mí. ¿Qué ocultaba aquella mujer bajo el tupido velo de su alma? Inquietantemente incierto era todo lo que tenia que ver con la marquesa de Alou.

Pase gran parte del día relatando todo cuanto me había acontecido, mi primera noche, mi baño publico y posterior estreno en la orgia de la Señora marquesa, de cómo habíamos visto follar a dos jóvenes primerizos en las caballerías, jóvenes que como supe días mas tarde, se habían desvirgado mutuamente apenas un mes antes, al parecer estaban enamorados tanto como pueden estarlo dos adolescentes. La Señora marquesa hacia que a ambos le concedieran descansos al mismo tiempo y cuando ella así lo disponía, para verlos copular. Ninguno había asistido a ninguna de las orgías de la Marquesa, pues no disponían de los dos de los requisitos para asistir, tener dieciocho años y el deseo expreso de la marquesa. En ambas cosas era bastante estricta e intransigente.

A la hora en la que el crepúsculo toma el cielo diurno, y apaga el azul celeste de su infinito, me dispuse a salir a despejarme y estirar las piernas puesto que no había parado de escribir en todo el día. La actividad en el castillo decaía al mismo ritmo que el día perdía su luz, hoy no habría orgia tal y como había indicado la marquesa. Al poco de estar divagando sin saber muy bien donde dirigirme, el tedio se apodero de mi, y sin saber muy bien porque ni a quien buscar, me dirigí a las cocinas del castillo, al fin y al cabo eran aquellas cocineras con las que mejor había congeniado.

Cuando llegue solo se encontraba Juliette, cosa que me produjo cierta satisfacción, al pasar la asuste, estaba lavando platos, ni que decir tiene, que aquel era su cometido principal en las cocinas.

Buenas noches – dije

Buenas noches mi Señor – dijo inclinando su cabeza y elevando sutilmente su falda por dos extremos con sus delicados deditos.

Por favor, no me tratéis con tanta reverencia, soy un igual, no tenéis que utilizar esas formas conmigo.

Al decir aquello se sonrojo, era muy bonita, su pelo oscuro y ligeramente ondulado le cayo de la oreja hacia la cara. Poseía una timidez arrebatadora atractiva en su mirada.

Es la manera adecuada, la señora marquesa así lo dispone – me dijo volviendo a colocarse el pelo tras la oreja.

¿La señora marquesa? Dije retóricamente, - aun así, me gustaría tener alguien con quien poder hablar de igual a igual, entended que es harta tediosa la soledad.

Como gustéis – dijo sonriendo graciosamente, tenia una sonrisa terriblemente alegre y llena de vida.

¿Que edad tenéis? – dije ofreciendo con mi mano uno de los taburetes que había junto a la mesa.

Tengo 21 años. – dijo mientras aceptaba el ofrecimiento del asiento.

Hubiera jurado que erais mas joven – le dije no sin cierto asombro – aparentáis algunos años menos.

No sois el primero en creerlo – me dijo sonriendo, parecía que se iba relajando.

¿Y vuestra familia? – quise saber.

Mis padres viven en el pueblo, a mi me recluto la marquesa hace unos años para servirle.

¿"Para servirle"? dije dándole una entonación evidente a la pregunta.

¡Oh, no! No es lo que pensáis, la marquesa no requirió mis servicios carnales hasta anoche - me dijo sonriéndome con naturalidad, su alegría era contagiosa.

¿Me estáis diciendo que anoche fue vuestra primera vez? - Dije con expresión de asombro.

Bueno…mmm…podría decirse que si…aunque hace algunos años estuve con uno de mis primos, aunque no llego haber…mmm…como diría…mmm…penetración. Supongo que eso no cuenta.

No cabía en mi asombro, había sido yo quien había desvirgado aquella chica, y lo había hecho sin saberlo, y peor aun, sin miramientos, cierto que me excito sobremanera la manera a la vez delicada y lujuriosa con la que afrontaba su deber sexual. Fue su estreno al igual que el mío, con la diferencia de que para ella era un estreno en todos los sentidos. Me reconfortó haber sido yo y no otro quien la desvirgara.

Me percaté de que se ruborizaba por momentos.

¿y que?... ¿Lo disfrutaste? – le dije al tiempo que aquellas palabras cuan hechizo mágico produjo un estremecimiento entre mis piernas, mi verga volvía a despertar.

Si – dijo inclinando la cabeza ruborizada, cayéndole nuevamente los cabellos a la cara, dejando entrever sus ojos claros. No me había percatado hasta ese momento del color de sus ojos, aunque marrones poseían un mágico matiz claro y a la vez profundo. Difícil de explicar.

¿Te hice daño? – La espete directo. Ciertamente me remordía la conciencia aquella cuestión desde que la había mancillado.

Eso no importa – dijo levantando la cabeza mirándome a los ojos.

Claro que importa – dije cojiendole la mano que tenia sobre la mesa.

Por un momento se quedo mirándome fijamente, con expresión seria y pensativa y entonces habló:

¿que edad tenéis vos?

26 años – le dije no sabiendo muy bien donde quería llegar.

¿Y vos lo disfrutasteis? Quiso saber.

Si. - afirme aun con su mano entre las mismas.

Yo también. Me hicisteis daño al principio pero el dolor me reconfortaba, era una sensación extraña, no quería que terminara nunca, al poco el dolor fue remitiendo, convirtiéndose en gozo, es algo que jamás había conocido, una explosión de sensaciones, tenia sed y a la vez podía sentir el sabor del agua en mis papilas gustativas, mi cuerpo ardía mientras podía apreciar un fresco torrente recorriendo todo mi ser. Fue extraño. – mientras hablaba fue desviando su rostro hacia la ventana, ensimismada siguió hablando como para si, perdiendo su mirada en la noche crepuscular. Al poco volvió a mirarme fijamente pensativa.

Me alegro que te sintieras así – le dije sonriendo realmente complacido.

Unos pasos se aproximaron hacia la cocina, rompiendo el momento de nuestro conclave particular, entonces ambos retiramos las manos. Eran Marlene y Sophie venían de servir la cena.

Me despedí de ellas y marche a mi alcoba, necesitaba descansar, todo me sobrepasaba gratamente.