El Castillo de Alou

Primera entrega de las memorias de la marquesa de Alou. Una menta adoradora del sexo y la depravación.

EL CASTILLO DE ALOU.

El castillo de Alou. Ese era mi destino, una fortaleza perteneciente a la marca hispánica en el suroeste francés, era un pequeño marquesado, aunque autosuficiente y al no estar en la frontera con España, bastante tranquilo, las escaramuzas guerrilleras hacían ya tiempo que habían terminado, desde tiempos de Carlomagno no se producía ninguna. El Castillo se encontraba en lo alto de una colina, rodeado por un pequeño pueblo, el cual había tomado su nombre, Alou, pertenecía al marquesado de Solais. Antaño el castillo había pertenecido al Márquez Jois de Meair como recompensa a años de servicio para el emperador Carlomagno, como garantía de vasallaje. Pero ahora su linaje apenas dependía de una persona, ella era la Marquesa Viled de Alou.

Llegue al castillo el 6 de Julio del año de señor de 1448, presentándome ante la puerta principal custodiada por un solo guardia, prueba inequívoca de que me encontraba en territorios relativamente pacíficos o no especialmente violentos. La vida en el castillo era frenética, había campesinos llevando su mercancía, un ir y venir presuroso y estresante. Me indicaron donde debía dirigirme para solicitar trabajo, cual fue mi suerte cuando la persona encargada de tal empresa se encontraba indispuesto y me indicaron que me recibiría la Señora marquesa pues ella también solía atender los asuntos diarios ya que le gustaba estar enterada de primera mano de todo cuanto acontecía en sus dominios.

La marquesa era una mujer dirigente y comprometida con y para su pueblo, así había sido educada desde su mas corta infancia. El castillo me pareció suntuoso, de grandes dimensiones de diversas y variopintas riquezas, fui conducido por el patio de armas, prácticamente en desuso para la guerra, realmente disponía de pocos guardias y por el contrario aquel patio ahora servía para comerciar con los nuevos súbditos libres que se iban aburguesando, así pues me condujeron a la sala de recepciones, al fondo sobre una tarima se encontraba un escabel donde se encontraba la señora marquesa dialogaba con dos campesinos y un joven albañil, ella se mostraba resuelta y altiva dando ordenes, mientras esperaba a que reparara en mi, y me atendiera me dedique a observarla con atención. De mediana estatura, piel clara, pelo oscuro con bucles que se alargaban hasta los mismos hombros, su pelo lo aprisionaba con una fina diadema plateada, vestía con un saya vaporosa que cubría todo su cuerpo, con escote generoso que dejaba entrever el principio de sus pechos, impropio de la moda de la época, no pude evitar fijarme en como con su respiración ascendían y descendían, como un efecto hipnótico me cautivo, hasta que el movimiento ágil y presto de los campesinos y del joven albañil me demostró que había terminado de despacharlos, por unos instantes mi mirada se clavo en la suya, tal como imaginaba, había llegado tarde al encuentro de su mirada, pues parecía que hacia una eternidad que me observaba con curiosidad felina.

Con un leve movimiento de su rostro afirmando, me aproxime, prestando mis respetos, me incline y volví a levantarme,

  • Que os trae por aquí Señor? – me dijo

Su voz me produjo algún extraño efecto en mi interior, revolvió algo dentro de mí.

  • Busco trabajo mi Señora- le dije con la cabeza gacha.

  • Y se puede saber que oficio desempeñáis?

  • Soy carpintero, y se escribir.

  • Ah, ¿un escribano? No tenéis pinta de novicio o prelado de Dios.

  • Y no lo soy, me críe en un monasterio y los monjes me enseñaron a escribir y leer en mi niñez, a medida que fui creciendo me encomendaron al maestro carpintero del monasterio para que aprendiera un oficio, y así ha sido hasta hace unos dos años en los que he deambulado de un sitio a otro reclamando trabajo para poder ganar mi sustento.

  • Debo haceros saber que no suelo emplear a forasteros. Solo se contratan aldeanos de Alou, y siempre bajo unas estrictas normas impuestas por mi – dijo con parsimonia y delicadeza. – así lo mas que puedo hacer por vos, es daros comida y cama para esta noche.

Mi cara reflejó la frustración hermana del hambre que ya tenía de hacía dos días, pero sabia que no había réplica ante un noble, así pues me resigné:

  • Como gustéis señora – me incliné y me retiré, no antes sin volver a mirar a los ojos a aquella mujer extraña y misteriosa, respondiendo ella a mi mirada con aplomo y lo que creí atisbar, curiosidad.

Me dirigía yo por uno de los pasillos del castillo, con dirección al patio de armas para salir, cuando oí pasos apresurados a mi espalda

  • Espere maese carpintero - Dijo la voz de un joven mayordomo que había asistido a mi entrevista con la marquesa – acompáñeme por favor.

Nos dirigimos a una sala, especie a un receptorio con un escritorio, todo enmoquetado y de tenue iluminación, con dos puertas, una por la que habíamos entrado y una detrás del escritorio - espere aquí – me había dicho el joven. Lo cierto es que la espera se hizo larga y tediosa, por la ventana de la habitación se veía caer el sol plomizo perdiendo parte de su cuerpo de luz en el horizonte lejano, ensimismado en el ocaso me encontraba cuando oí abrirse la puerta de detrás del escritorio, cual fue mi sorpresa cuando me encontré cara a cara con aquella misteriosa mujer, presuroso me levanté y me incliné

  • Señora marquesa – dije.

  • Levántate – me dijo mientras yo acataba su orden como un autómata.- No suelo contratar forasteros como te dije, aunque puede que haga una salvedad a esa norma, al fin y al cabo yo pongo las normas y cuan deseo las modifico. Soy toda la autoridad en este castillo y en todo mi marquesado.

Sus palabras resonaban en mi cerebro con especial sensualidad, le daba un tono sensual pero a la vez autoritario intentando dejar claro quien tenía el poder.

  • Eres escribiente ¿verdad? – me espetó.

  • Así es mi señora.

  • Bien, pues me gustaría haceros una oferta.

  • Como gustéis mi señora.

  • Os quedareis en mi castillo como biógrafo, y por ello no os pagaré nada ni en oro, ni plata, vuestra contraprestación será vuestro sustento, comida y alojamiento indefinido pudiendo circular libremente por cualquier parte del castillo. Con una sola norma. Será un contrato vitalicio.

  • ¿Cómo vitalicio? - Dije irrumpiendo en mi boca esas palabras olvidando que hablaba con alguien muy superior a mi en status.

No pareció darle importancia a mi impertinencia y continúo hablando:

  • Como ya le dije maese "escriba" solo contrato aldeanos de mis posesiones…digamos… que intento hacer una salvedad, debido a la escasez de escribanos en mis territorios en los que pueda medianamente confiar- dijo mirándome con ojos reveladores y cómplices.

Ahora su mirada se había vuelto suspicaz, había cierto atrevimiento en sus ojos, que me turbaba, me miraban de arriba a bajo con parsimonia y esa elegancia innata que tenían algunos nobles.

La idea de estar de por vida a expensas de otro ser humano no era idea grata para mí, aunque viéndolo desde otro punta de vista, ¿donde podía ir?, llevaba dos años mal viviendo por los caminos del sur de Francia, mas de las veces viviendo de la limosna. Podía encontrar la muerte en cualquier camino y aquí sin embargo parece que no me faltaría la comida y el descanso. Al fin y al cabo la mayoría debía su vida a otro. Que más daba vivir prisionero en un castillo. Al fin y al cabo tampoco esperé gran cosa de la vida.

Se percató de mi ensimismamiento y mi indecisión, me miraba mientras lo pensaba, juraría que con una sonrisa apenas perceptible en su rostro.

Entonces con dulzura me digo como quien trata con un infante:

  • Tendréis que decidiros, sabed que comeríais conmigo y mi sequito de mayordomos y damas, todos los májares que yo tome, a todos tendríais derecho, tendríais derecho a una alcoba personal, y a bañaros cuando os plazca o cuando yo lo imponga, que suele ser muy a menudo. Lo que ofrezco es la vida de un noble, incluso la de un rey, maese carpintero.

Ciertamente su propuesta iba madurando en mí y si en un primer momento aquello de mi enclaustramiento vitalicio me nubló las ideas, claro está que la idea de vivir cómodamente aunque esclavo y prisionero, se hacia tentadora.

Dudando cada vez más, pregunte:

  • ¿Cual serian mis funciones concretamente?

  • Relatar mi existencia y mis experiencias. Mi vida, maese "escriba".

  • ¿Y si deseara abandonar el castillo en el futuro?

  • Digamos que no seria conveniente, ni mucho menos estaría permitido. Sabed que no suelo condenar a muerte, salvo infracciones de índole mayor. Los condenados por deserción fueron condenados a vivir sin lengua. Aunque tratándose de vos, habría que añadir que viviría mudo y manco.

Su aplomo era hipnótico, plantada delante de mi, altiva mientras hablaba gesticulaba con sus manos como si fueran mariposas aleteando y sonreía, era un ángel hablando de muerte y crueldad.

No podía volver al monasterio, y ciertamente no quería volver a pasar hambre y la mutilación no era tarea harto complicada en aquellos tiempos, podía quedarme manco o mudo en cualquier lance cotidiano, y mas allá el misterio de aquella propuesta me hacía recelar pero puestos a decidir mis días futuros no dudé en aceptar la propuesta de vender mi vida a aquel ángel o demonio.

  • Os dejare pensarlo esta noche – dijo mientras abría la puerta que daba a uno de los pasillos. – descansad y mañana dictaminar.

  • ¡Esperad mi señora! – Dije saliendo de mi ensimismamiento – acepto.

  • Bravo por vuestra elección maese

  • Janot, mi señora.- dije.

  • Bien maese Janot, esperad aquí a uno de mis mayordomos. El os conducirá a vuestros aposentos y os servirá la comida, y descansad, mañana antes de almorzar dirigíos a la sala de recepciones, allí os esperare, para instruiros. Que tengáis buena noche.

  • Buenas noches mi señora.

¿Que habría querido decir con lo de instruirme?. ¿Instruirme en que? Se suponía que solo tenia que escribir ¿o no?.

El mayordomo no tardó en llegar acompañándome a una alcoba, ricamente decorada y de suntuosos ornamentos, dos sirvientas me trajeron pan, queso y un buen trozo de carne rícamente asada todo acompañado de una pinta de cerveza, ni que decir tiene que esa noche dormí como los Ángeles.

Por la mañana desayuné gachas y un cuenco de leche, me dispuse a visitar el castillo, hasta que pudiera presentarme ante la marquesa, ya que como me indicaron en la cocina, la marquesa solía despertarse tarde, puesto que solía trasnochar. Noté cierta complicidad entre las cocineras ante aquel comentario.

Paseé por el castillo viendo el ir y venir de las gentes, especial trasiego tenia el patio de armas, todo el mundo estaba ocupado en sus deberes y obligaciones.

Era medio día cuando un mayordomo me indicó que la marquesa se encontraba disponible para recibirme;

  • Maese Janot, la Señora Marquesa lo espera. Por favor sígame.

Al igual que las cocineras el mayordomo me miraba de forma extraña, como si me estudiara. La Señora Marquesa me esperaba en la sala de recepciones, no me dio tiempo a dirigirme a ella cuando me dijo:

  • Por favor, pasad.

  • Como gustéis señora – dije.

  • Bien, no me andaré con rodeos, estáis aquí para relatar mis experiencias y mi forma de vida, debéis de dar constancia de todo, pero nada ha de conocerse hasta que llegue su momento. Momento que será decisión mía.

Yo escuchaba atento mientras ella caminaba enérgicamente de un lado a otro haciendo ondear su vestido, se ceñía peligrosamente a sus curvas, se atisbaba un cuerpo joven y torneado, debía tener veintena.

  • Tengo una forma peculiar de vivir, Maese Janot. Esta noche después de la cena verá a que me refiero, y a que doy culto, yo y mis súbditos leales. – dijo.

  • Dedicara parte del día a relatar el día anterior y así sucesivamente. Así pues, es todo… por ahora.

  • Como ordenéis Señora – dije retirándome, ¿Qué había querido decir con aquello de "por ahora"?, todo me intrigaba cada vez mas y no paraba de dudar si sabía donde me estaba metiendo. ¿Correría peligro mi vida? En fin, estoicamente decidí que no tardaría en averiguarlo.

Llegó la hora de la cena, que por lo visto se realizaba a horas impropias de un buen cristiano, pues siempre se asoció comer y beber en la noche con el pecado carnal y la tentación demoníaca, la campana del patio de armas sonaba mientras un joven la retorcía, salir de mi alcoba y me dirigí a la torre del homenaje, donde se encontraban todas las estancias principales de la Marquesa, su alcoba, el Salón comedor, la cocina, etc., al parecer llegaba tarde o temprano tal vez, porque no ví a nadie una vez que el guardia me dejo pasar a la torre, atisbe lo que me pareció cierta envidia por parte del guardia, al fin y al cabo era un honor que la marquesa concediera el privilegio de acompañarla, aunque por lo que sabia el grupo al que se le permitía era extrañamente numeroso. En la puerta del salón me esperaba un mayordomo, el cual hizo una leve reverencia y me abrió la puerta, lo que acontecía en aquel salón me heló la sangre.

Había una gran mesa alargada, en derredor de la cual se sentaba un grupo de personas, hombres y mujeres y al fondo de la mesa se encontraba la Señora Marquesa, me quedé de piedra, al ver que todos estaban desnudos, todos charlaban animadamente, al oír la puerta la mayoría de las cabezas se dirigieron a mi, supongo que debía notarse mi cara de estupor, y vergüenza, entonces la Señora Marquesa se levanto y se dirigió grácil y risueña hacia mi. Ufff....., aquel cuerpo era perfecto, piel clara, piernas torneadas acabadas en los pies mas bonitos que había visto, los cuales parecían levitar por el piso, rozando apenas la puntera del pie, su pubis recubierto de pelo oscuro, pero sutilmente recortado a la altura de la ingle, un vientre plano y rematado con un magnético ombligo y unos pechos redondos acabados en dos pezones rosas y puntiagudos, de gran aureola rosada, entonces me tomó de las manos sonriéndome.

  • Acompáñame – dijo dándose la vuelta, dejando al descubierto un culo respingón, redondo y generoso de carnes, que al caminar de punteras rompía la regla de la gravedad en la que todo cae, aquel culo se elevaba, por su espalda le caían los bucles brillantes y oscuros de su melena. Nos colocamos al frente de la mesa y entonces ella hablo:

  • Bien, hoy tenemos el honor de contar con un nuevo miembro. Janot, te explicaré que hacemos aquí.- dijo esto dirigiéndose a mi, mi mano sudaba en la suya. Me estremecía al sentir su piel, la piel de alguien de sangre azul. Ella prosiguió - Nos reunimos aquí cada noche para dar culto a nuestras necesidades corporales. Aquí todos sois iguales y libres, sin estúpidas normas de conductas y educacionales, sin prejuicios sociales, libres como animales, pero con raciocinio para poder decidir que queremos hacer en cada momento, todo es permitido aquí. Comer, dormir, follar, mear…- aquello era increíble, un castillo de apariencias cotidianas de día, y de noches de mancebías – ella prosiguió – solo hay una salvedad, ¿algún presente quiere recordarla?.

Un Joven al que reconocí, el mayordomo que me condujo a mis aposentos la noche anterior se levanto y dijo:

  • Señora es la capitana de su ejercito de moral indecente, como a ella nos gusta llamarnos. Nos da la libertad por satisfacerla a ella – dijo mientras sonreía de oreja a oreja mirando descaradamente a la marquesa.

  • Correcto mi querido Tais – aquí todos son libres de hacer lo que quieran, salvo cuando yo los requiera para mi. Cuando dos no se pongan de acuerdo has de saber que yo dictaminaré que hacer. – dijo alzando los brazos, estaba pletórica.

  • así pues, "mi querido" Janot, si eres tan amable, te gustaría unirte a nosotros?

No cabía en mi asombro, estas cosas no solían pasarme ni en mis mejores fantasías sexuales.

  • Estoy dispuesto mi Señora – dije inclinando mi cara como señal de reverencia

  • Oh, no tienes porque dirigirte a mí como Señora, ni marquesa, aunque lo encontramos divertido y lo hacemos, si prefieres puedes llamarme Viled.

  • Como gustéis, aunque Preferiría seguir llamándola Señora marquesa, si me lo permitís – dije.

  • Esta bien, esta bien – dijo haciendo un gracioso movimiento de su mano, su cuerpo era espléndido no podía parar de mirar su pubis oscuro y boscoso y sus tetas angelicales.

  • Bien antes de cenar es norma que todos deben venir bañados, como no es tu caso Janot, tendremos que hacerlo ahora – dijo mientras una pícara sonrisa asomaba por la comisura de sus labios dirigiéndose a los presentes.

  • ¿Como? ¿Ahora? ¿Aquí? – dije atónito, ante la risa de los comensales y de la misma marquesa. ¿Bañarme?, ¿que era eso de bañarme cada vez, posiblemente cada noche?, podía contar las veces que me había bañado ese año con los dedos de una mano y aun así sobrarían dedos y aquel erótico ser, me exigía bañarme cada noche, cuestión a parte de tener que hacerlo en aquel momento delante de todos.

  • Marlene, Sophie, Juliette, desnudadlo y dadle un buen baño – dijo dirigiéndose a tres chicas de las que reconocí a dos cocineras, sus cuerpos sin desmerecer al de la marquesa eran sensuales y explosivos, una de ellas, morena que luego supe que era Marlene de pechos pequeños y pezones lamiosos, pubis mas peludo que el de la marquesa y cuerpo mas fino, Sophie una chica rubia algo mas rellenita con vulva rubia como su pelo tan blanco que a simple vista parecía que carecía de el, de grandes tetas y grandes pezones y Juliette mas pequeñita, de piel clara, tetas de tamaño justo y sin un pelo en su coño, su culo era parecido al de la marquesa respingón y redondeado aunque algo mas delgado, con una espalda que se curvaba a medida que llegaba a sus nalgas. Debían de tener entre 18 y 20 años.

Me llevaron de las manos hacia una pileta con espuma y aguas aromáticas, me desvistieron, al principio, me dio vergüenza ante tantos ojos observándome, a medida que me desnudaban me manoseaban, al principio como quien no se da cuenta de lo que hace, pero cada vez el manoseo era mas contaste, me estremecí cuando una de ella me bajo los pantalones y mi polla rozo sus cabellos, sabía que su boca estaba cerca.

La vergüenza pronto dio paso a la desinhibición y la desinhibición a mi respiración entrecortada, mi excitación era máxima, me metieron en la pileta y al hacerlo mientras reían una de ellas se resbaló conmigo cayendo encima.

  • Ufff... perdón, me resbalé – decía con rubor fingido mientras rozaba sus tetas por mi pecho intentando levantarse y pegando su boca a la mía.

Mientras me comía la boca me decía – lo siento – mientras reía y fingía tener un pudor de una doncella virgen e inocente, me agarraba la polla, ya no me importaba que me estuviesen mirando, no fuí conciente de quien tomó mi mano pero pronto note algo húmedo y suave, era el coño de Juliette, estaba especialmente lubricado, no tarde en meter mi dedo, a lo cual ella respondió con un suspiro largo y ruidoso, al mira que estaba haciendo la otra chica, ví como le estaba comiendo el culo o el coño a Marlene, mientras esta gemía y me masturbara rápidamente, estaban ansiosas, no tardaría mucho en correrme si continuaba a ese ritmo.

Tiré suavemente del pelo de Marlene para apartarla de mi boca haciendo que cayera un fino hilo de saliva entre los dos. Ahora me tocaba a mi tomar algo de iniciativa. Me levante dejando a la vista de todos mis atributos, entre los que destacaba una buena polla, mi poderoso falo. Mi ansia era incontrolable, hacía tiempo que no follaba, al salir de la pileta volví a resbalar dejando caer a Marlene conmigo, ella quedo atrapada debajo de mi, no le di tiempo a nada, mi polla encontró el abismo oscuro de su coño y la penetré con rudeza,

  • Aaaaaaaahhh- dijo gritando

  • Aaaaaahhh, dame cabrón, follameeeeeee – decía a voz de grito.

  • Te gusta zorra ramera? – mmm... aaaaaaahhh, te gusta?.

  • Si dame fuerte violenta mi coño cerdo – decía.

Noté la inundación que venia de mis huevos, notaba como iba como un oleaje salvaje espumoso del mar embravecido quise apretar para que no saliera nada pero fue inútil la explosión de leche inundando aquel sabroso coño.

  • Mmmm, aaaaaaag me corroooooo- dije.

Poco a poco mis movimientos se fueron relajando hasta que pare totalmente con mi polla disminuyendo algo de tamaño dentro de su coño, le olía el cuello, y olía a flores y de pronto note una lengua lamiendo mis huevos bajando hasta el coño de Marlene, era Sophie a la que la penetraba Juliette con un falo inmenso, entonces el cosquilleo de su lengua en la zona de la próstata era inmenso y saque mi polla, derramando gran cantidad de leche sobre los labios vaginales de Marlene, Sophie siguió lamiendo, era una imagen espectacular, cada lamida hacia que le colgara un hilo de corrida del coño a la boca al cual ella contribuía con mas saliva, Juliette con su pequeño cuerpo se abalanzó sobre mí y empezó a lamer mi polla, se tragaba toda mi corrida me senté apoyado en una columna con las piernas abiertas mientras ella seguía lamiendo agachada con su culo en pompa, entonces reparé en la mesa, casi había olvidado que me encontraba en una orgia multitudinaria, en la mesa había gente follando, besándose, algunos se masturbaban mientras nos miraban, y había un grupo jugando con la comida y escupiéndose la bebida.

La marquesa se encontraba en el centro de la mesa boca arriba con las piernas abiertas hacia arriba y tenia un grupo de hombres y mujeres a su alrededor, la lamia, la penetraban la manoseaban.

No tardé mucho en que mi polla volviera a tener dimensiones magnánimas ante aquel espectáculo. Entonces acariciando el pelo de Juliette, ella me miro con ojos dulces mientras no paraba de tragarse mi polla,

  • ¿Quieres que te penetre? – le dije mientras le acariciaba el pelo mirándola a los ojos.

  • Si, por favor – dijo sacándose la polla de la boca y dándose la vuelta como si fuera una perrita obediente y sumisa. Realmente era una chica preciosa y muy dulce, allí estaba delante mía ofreciéndome su culo y su coño a cuatro patas mientras volvía la cara mirándome como una chica inocente que no ha roto un plato jamás, le levante y apunte con mi polla su coño, no antes sin escupirme en la mano y lubricárselo, mi mano se deslizaba con rapidez y suavidad ante aquel coño rasurado.

Hundí mi polla en el precipicio angosto de su coño, ella gemía como una perra.

  • ¿Te gusta así,? Quieres que te de mas suave? – le dije, en un arrebato de piedad, aquella chica me inspiraba lujuria y a la vez cariño.

  • Noo …sigueee.. Asiii, por favor – me decía con voz queda, apenas un susurro enclaustrado en sus entrañas.

Mientras Sophie y Marlene se follaban abrazadas supuse que con sus manos porque no paraban de hacer movimientos pélvicos una contra la otra y ahogaban sus gemidos y chillidos con sus bocas devorándose como locas. Todo el salón era un murmullo de gemidos y gritos de placer.

Durante largo tiempo estuve follando el coñito de Juliette como si fuéramos dos perros en celo sobre el frío suelo del salón.

  • Quiero sodomizarte Juliette – le dije afirmándolo esperando así que ella ascendiera sin remilgos a ofrecerme su ano.

  • Como quieras – me dijo

Saque mi polla llena de liquido preseminal y flujos de ella, y me dispuse a lamer su ano, tenia un culo sabroso y apretado empujaba con mi lengua que introducía lo que podía

  • mmm...…mmmm..Me haces cosquillas – me decía mientras meneaba su culo dificultando mis lamidas.

No podía soportar mas mi calentura con su culo meneándose en mi boca, entonces amarrándome la polla me incline sobre ella y la empuje duramente

  • Aaaaaaagggg…me duele..aaaaaaaaaaag – me dijo

Se la clave sin contemplaciones, al principio también me molesto a mi pues su esfínter era apretado y dificultaba la penetración de mi verga.

  • Aaaahh me duele el culo carbroooooon, - me decía mientras Sophie y Marlene nos miraban y se reían las muy putas brujas, ahora ambas estaban con tres hombres que las follaban y las manoseaban.

No tardé mucho mas y volví a correrme, ahora dentro del culo de Juliette, saque mi polla y me quede tumbado sobre el suelo exhausto y sudoroso, entonces ella se dirigió a mi y se acurruco en mi hombro y a medida que la respiración se hacia mas entrecortada me quedé dormido.

Pocas horas mas tarde me despertó el rugido de mi estomago, con la excitación me había olvidado de la comida. Entonces me percate que casi todos dormían desperdigados por el gran salón, acomodé lo mejor que pude a Juliette y me dirigía a la mesa. Había tres personas despiertas dos hombres y una mujer. Me animaron a comer y a volverme a dormir, por lo visto podía dormir hasta que lo deseara, la Señora marquesa así lo había dispuesto. Así pues aquí termina el primer relato de mi primera experiencia en le castillo de la marquesa de Alou.