El castigo

Este relato lo hemos escrito mi amigo Luis y yo de manera conjunta. Espero que les guste.

Primera parte: Desde los ojos de la sumisa.

Estás enfadado... me siento nerviosa y excitada al mismo tiempo. Parada frente a ti, no me atrevo ni siquiera a mirarte a los ojos.

"¿Así es que lo hiciste sabiendo que NO tenías permiso de hacerlo?" -me dices.- Asiento con la cabeza. "No esperaba que hicieras algo así... sabes muy bien que lo tienes prohibido. Ese fue uno de los acuerdos ¿es cierto o no, Cynthia?" Asiento nuevamente. "¡Respóndeme!"

"Sí, Luis. Es cierto."

"Bueno, parece que necesitas algo que te lo recuerde entonces. Ya me voy a encargar de dejarte bien claro que cuando te comprometas a algo conmigo más te vale cumplirlo... te voy a enseñar a obedecerme sin rechistar. ¡Desnúdate!"

Lo hago en seguida... y tú me guías con firmeza a una pared. "¡No te muevas!" Sales del cuarto y me dejas ahí contra la pared, sola y pensando en lo que me espera, a la expectativa, lidiando con el miedo de lo que me harás, con mi arrepentimiento, con mi culpa... con mi deseo de que regreses, de que todo empiece.

Finalmente te oigo entrar a la habitación... no me atrevo a moverme... estoy entre asustada y excitada... esperando que des la siguiente orden. Tú te detienes detrás de mí sin decirme ni una sola palabra, incrementando mi ansiedad y mi deseo. Todavía sin hablar comienzas a acariciar mis nalgas... suavemente, haciendo con tus caricias que me estremezca de placer y de temor... para después sin previo aviso darme unos azotes... fuertes.

"Esto va a ser un castigo, Cynthia. Lo que te voy a hacer por tu desobediencia no será para tu placer sino para que nunca olvides que cuando recibas una orden mía deberás obedecerla sin pretextos...."

Después de unos buenos azotes, ves cómo mis nalgas empiezan a enrojecer... yo intento no gritar demasiado, por temor a enfadarte más... así es que trato de mantenerme lo más silenciosa que me es posible, dadas las circunstancias. Acaricias un poco mis nalgas y -dando un paso atrás- observas el efecto de las nalgadas.

"Voltéate..." me dices con voz firme, tomándome por un brazo de tal forma que me das la vuelta para enfrentarme contigo. Yo bajo la vista... quiero frotarme las nalgas porque me arden pero no me atrevo.

"Mírame a los ojos..." me ordenas. Yo, con miedo, excitación y duda levanto la vista hasta encontrarme con tus ojos... veo en ellos una mezcla de enojo, diversión, excitación y... decisión; estás decidido a dejarme bien clara tu postura.

"¿Entiendes por qué estoy enfadado contigo?" Yo ni siquiera me atrevo a hablar... no puedo... tengo la boca un poco seca, así es que sólo asiento con la cabeza.

"Respóndeme, Cynthia..." me dices sacudiéndome.... "¿Sabes por qué estoy enfadado contigo?"

"Sí, Luis... sí lo sé..." Por fin puedo hablar... me siento terriblemente avergonzada de ser tratada como una niña malcriada... de enfrentarme a tu enfado... me siento atemorizada por no saber qué tendrás en mente para castigarme por mi desobediencia... estoy excitada al notar que tú también lo estás... al saber que seré castigada.

"Bueno" -dices- "parece que no hay mucho más que decir... ¿no?" Te sientas en la orilla de la cama y me ordenas: "Ven para acá... acuéstate sobre mis rodillas... rápido..."

Te obedezco inmediatamente, incapaz de desobedecerte en un momento como este... en el que estás tan enfadado y decidido. Me coloco con mi pubis justo sobre tu pierna derecha, pero tú ajustas mi posición hasta obligarme a quedar con la cabeza colgando y el estómago sobre tu rodilla izquierda, de tal forma que mis nalgas quedan como la parte más alta de mi cuerpo. Así, sobre tus rodillas sueltas algunos azotes, fuertes pero espaciados al principio para después incrementar la fuerza y la rapidez.

Yo, colgando literalmente de tus piernas, boca abajo, no tengo más remedio que aguantar los azotes tratando al mismo tiempo de mantener el equilibrio. Después de muchos (pierdo la cuenta) siento mis nalgas ya muy calientes y ardiendo... te detienes por un momento y me acaricias...

"Abre las piernas..." me ordenas. Te obedezco abriéndolas sólo un poco... "Más... Todo lo que puedas."  Y yo lo hago, abro las piernas todo lo que puedo. Siento tu mano sobre mi vulva, tocando la humedad de mi vagina... me retuerzo por el placer... pero tú quitas tu mano de ahí y vuelves a darme de nalgadas, esta vez más fuerte.

"¡Te dije que esto no sería para tu placer, Cynthia.... te lo dije! ¿O no?" me preguntas mientras descargas fuertes azotes sobre mis nalgas, mis muslos e incluso mi vulva. Trato de cerrar las piernas pues me arden demasiado los golpes en la vulva... "¡Abre las piernas... ábrelas bien!" me dices... tu voz se oye cada vez más ronca, más excitada y yo lo estoy cada vez más también.

Unos momentos después te detienes y, manteniéndome boca abajo sobre tus piernas separas con tus dedos mis nalgas... con tu mano libre frotas mi vulva y metes dos dedos en mi vagina. Yo gimo por el placer, deseando que los muevas ahí adentro... pero no, tú sólo recoges una poca de la humedad y la frotas entre mis nalgas.

"Levántate... contra la pared. Cruza los brazos en la espalda, a la altura de la cintura. Abre bien las piernas y saca el culo..." Te obedezco, arqueando mi espalda para que mis nalgas sobresalgan. "Apóyate con la frente en la pared..." Quedo en una postura muy excitante... estoy escurriendo... pero también tengo temor ¿Qué me harás? Te oigo salir del cuarto y volver a los pocos minutos.

"Vamos a ver si con esto mi nena aprende que su cuerpo es mío... tanto como lo es su placer... que no tiene ningún control sobre él." Mientras hablas siento uno de tus dedos frotando entre mis nalgas... ¡Arde! Estás usando algo que arde para lubricarme... no duele... es más bien una sensación de quemazón ligera... deliciosa. Lubricas bien por fuera y por dentro mi ano y siento cómo introduces, lentamente, un pequeño plug anal.... seguramente lo has embadurnado antes con la cosa que arde porque siento cómo inmediatamente empieza  a hacer efecto.

"¿Te gusta eso, culito? ¿Te gusta que provoque ardor en tu culo por dentro y por fuera?" Me preguntas mientras acaricias mis nalgas. No puedo responderte... estoy demasiado excitada... sólo asiento con la cabeza.

Colocas una venda en mis ojos: "Eres mía, culito; te voy a demostrar que puedo usar tu cuerpo a mi antojo... porque es mío... me pertenece. Y por eso no tienes permiso para darte placer sola... eso lo haré yo... a ti te complaceré yo... cuando quiera, como quiera... y si así lo quiero..."

Me guías con suavidad a la cama. "Acuéstate boca arriba..." Lo hago. Noto que colocas una almohada bajo mi cintura. Después me atas por las muñecas a la cabecera, "Abre bien las piernas, culito..." Siento cómo atas mis piernas separadas... no puedo moverme... ni verte... sólo escucharte... y sentirte. Estoy boca arriba, con las manos  juntas por encima de mi cabeza, las piernas completamente separadas, una almohada bajo mi cintura, con lo que mi cuerpo queda ligeramente arqueado y mi ano invadido por un plug anal... estoy completamente indefensa para ti, completamente abierta para ti.

"Prepárate nena... esto te va a doler un poco y no quiero oír ni una sola palabra." Escucho cómo desabrochas tu cinturón y lo sacas de su lugar... mi corazón empieza a latir a mil por hora ¿Me azotarás con el cinturón? ¿En dónde? Siento tus manos tomar mi pecho izquierdo y masajearlo un poco... estiras el pezón todo lo que puedes... gimo de placer y dolor. Haces lo mismo con el derecho...

"¡Cómo me gustan tus tetas! Siento mucho tener que castigarlas, pero no me has dejado más remedio".

"Por favor, Luis... no..." Te suplico, estoy muy asustada. "Shhh, culito, shhh... no tienes permiso de hablar... no tengas miedo... no te voy a lastimar. Yo sabré cuándo debo parar."

Tus palabras me tranquilizan y me relajo un poco... aunque sigo tensa porque sé lo que me harás.

Siento el primer azote en mi pezón derecho... ¡Duele! Grito. Tú dejas pasar unos segundos, permitiéndole a mi cuerpo lidiar con el dolor, acostumbrarse a él... descargas otro cinturonazo y otro más. ¿Cómo puede algo que duele ser tan placentero al mismo tiempo? Me azotas con un ritmo muy bien calculado... no demasiado rápido para permitirme ajustarme al dolor... pero no demasiado lento tampoco. Me retuerzo sobre la cama... intentando al mismo tiempo evitar los golpes y acercarme a ellos...

Pasas ahora al pezón izquierdo... empiezas un poco más suave pues sabes que es el más sensible... aunque yo estoy en un estado de excitación tal que soy capaz de aguantar mucho más dolor. Lo azotas con el mismo ritmo que el derecho... y después de un rato te detienes. Me arden... siento un gran calor en los pezones... están irritados. Siento tu mano acariciarlos... suavemente....

"¿Estás bien, culito?" Asiento... sí, estoy bien... muy bien.

Ahora siento tu mano entre mis piernas... frotando mi vulva... pasar de la vagina al clítoris. Estoy afeitada para ti... y siento cómo tus dedos cubren bien mi clítoris con su propio capuchón... comienzo a gemir de placer y de temor... ¡Sé lo que me harás! Siento el primer cinturonazo, suave, en mi vulva... luego otro y otro más... no me azotas con fuerza, lo suficiente para sentir un poco de ardor. Poco a poco incrementas el ritmo y la fuerza... está empezando a arderme más... grito y te suplico que pares. Lo haces... frotas un poco mi vulva con tu mano y estimulas mi clítoris... casi hasta el punto del orgasmo, te detienes de pronto.

"No pares, por favor Luis, no pares..."

"No, mi putita... aquí no mandas tú... mando yo.... y pararé cuando se me de la gana..."

Dejo escapar un suspiro mezcla de excitación y frustración. Siento que te aproximas a mi cara... oigo cómo desabrochas tu pantalón y bajas el cierre.

"Ahora, mi nena, vas a demostrarme cuánto quieres complacerme..." me dices, mientras casi simultáneamente siento tu pene acercarse a mi boca. La abro para recibirte... lo chupo un poco... intento recorrerlo con la lengua pero tú empiezas a meterlo y sacarlo... me estás cogiendo por la boca.

"Muy bien, mi nena, muy bien... así... estás haciéndolo muy bien." Yo me siento feliz por saber que te satisface lo que te doy...

Un rato después te retiras de mi boca... te escucho moverte a mi lado... intento hablar... pedirte que me desates, que me perdones, prometerte que jamás volveré a desobedecerte... pedirte que me permitas tener un orgasmo... pero tú me tapas la boca con una mano.

"No hables Cynthia... todavía no tienes permiso para hablar.... no he terminado contigo...".

Me desatas los tobillos y siento cómo los levantas por encima de mi cabeza... ahí atas el izquierdo a la cabecera de la cama... tomas mi pierna derecha y la colocas sobre tu hombro izquierdo... quedo completamente abierta y expuesta, con la almohada bajo mi cintura mis caderas quedan un poco por encima de la cama. Te colocas en medio de mis piernas y, siempre sujetando mi pierna derecha por sobre tu hombro me obligas a abrirme un poco más. Tomas el tapón anal y lo sacas casi por completo para volver a introducírmelo todo... haces esto varias veces... adentro y afuera... adentro y afuera. De pronto me penetras por la vagina... con violencia y bombeas con fuerza.

Yo estoy excitadísima, jadeando y gimiendo por el placer, por el dolor, por sentirme abierta a ti, porque sé que en ese momento eres mi único dueño... comienzo a suplicarte que me estimules el clítoris... pero tú no lo haces, tus respuestas son sólo una risita sorda y que te mueves un poco más rápido. Con tu mano libre jalas de mis pezones con fuerza, estirándolos al máximo... yo necesito correrme ya... no puedo aguantar más.

De pronto te sales de mi vagina; desatas mis muñecas y tobillos y los frotas un poco para restablecer la circulación...

OOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO

Segunda parte: Desde los ojos del Dominante.

"¡De rodillas. Me debes obediencia!" – te ordeno, y tú obedeces. Te colocas frente a mí, arrodillándote y besando mis pies. Es ahora cuando te tomo del pelo, jalándote hacia arriba y coloco mi verga, tremendamente erecta, rozando tus labios pintados.

Comienzas a chupar, suavemente, mientras con mis manos dirijo tu cabeza una y otra vez, manejando tus movimientos. Tu trabajo es lamer y chupar con fruición lo que se te ofrece con sumisión y obediencia, y lo haces... me gusta cómo estás colocada: Yo de pie, con mi pierna derecha apoyada sobre el sofá, con mi miembro erecto introducido en tu boca. Tú, desnuda, de rodillas como corresponde a tu condición. Guío tu cabeza una y otra vez y tu boca recorre mi pene arriba y abajo, aumentando mi excitación.

De pronto te ordeno que pares, que te subas sobre el sofá, a cuatro patas, ofreciéndome tus nalgas coloradas, calientes, vistosas y ofrecidas.

"Levanta el culo, Cynthia" – te ordeno, quiero verte bien – Obedeces, y levantas ante mi tus nalgas aún temblorosas por el castigo recibido- "Ábrete bien, quiero verte bien". Te veo así, abierta, y asomando el plug anal que aún mantienes dentro.

Lo cierto es que verte así, a cuatro patas, abierta bien de piernas, con la cabeza agachada y los antebrazos apoyados en el sofá, esperando no sé el qué, pero abierta a mí, a lo que yo deseara hacer contigo, me produce un placer extremo. Es ahora cuando me acerco y tomo tus caderas con mis manos. No puedo reprimirme y dejo caer un par de cachetes sobre tus ya castigadas nalgas... apenas te mueves.

De rodillas, acerco mis labios a tu vagina y comienzo a lamer con gusto. Repaso tu clítoris mientras introduzco un par de dedos dentro... ¡Joder, que excitada está mi nena! Tus grititos empiezan a hacerse perceptibles y en aumento y yo introduzco más y más mis dedos en tu coño, mientras tu clítoris es un juguete en mi boca. Introduzco mi lengua todo lo que puedo en tu vagina, y comienzo a tirar del plug hacia fuera. De pronto, lo vuelvo a introducir... y a retirar, y a volver a meter... y a sacar...

  • "Fóllame Luis. Fóllame" – gritas, pero es igual, sigo torturando tu clítoris con mi lengua y jugando con tu ano... – "Eres mi puta, cariño... y tendrás lo tuyo cuando yo quiera"

Me gusta cómo jadeas, cómo te retuerces de gusto, y me excita tu respiración jadeante...

  • "Fóllame, cabrón -

De pronto retiro de un tirón el plug de tu ano, y das un respingo, lo que aprovecho para sujetar con firmeza tus nalgas e incorporarme... me acerco a ti, y de un solo golpe, introduzco mi polla en tu vagina... Lanzas un gritito de satisfacción, y comienzo a bombear con todas mis fuerza. Tú te aferras desesperadamente al sofá, y yo te tomo por las caderas... azoto tus nalgas a cada embestida y gritas de placer, gritas y gritas... pides más. Con una mano te sujeto por el pelo, mientras sigo introduciendo mi verga dentro de ti.

  • ¿Te gusta, ehh?

  • ¡Sí, mi Luis, sigue...! ¡No pares...! ¡Joder que rico...!

  • ¡Ohhhhh! – Te sacudes frenéticamente y sientes oleadas de placer desde tu vagina hasta tu cerebro. Te agitas, y yo estallo dentro de ti, cayendo sobre tu grupa... Acaricio con mi mano tu espalda... y tú te vuelves, besando ahora mi mano... Estoy contento contigo, Cynthia, y tú me miras a los ojos y sonríes: lo sabes.

FIN