El castigo de mi profesor 2
Ya era jueves a la tarde,tenía clase con Carlos de nuevo, me puse provocativa para hacerle sufrir, ya no podría tocarme; teníamos una especie de trato, yo me portaría bien y el no me expulsaría de sus clases...pero él tenía otros planes para mí.
Era jueves a la tarde, había pasado toda la mañana rememorando mi particular “charla” con Carlos, mi atractivo aunque duro profesor de física, aún tenía secuelas de aquel encuentro. Tenía que admitir que estaba algo nerviosa por la clase que tenía unas horas después, sería difícil negar lo que un par de días antes había ocurrido en aquel aula. Aun así, me sentía segura e iba a aprovechar la oportunidad de aprobar la asignatura y sacar el curso, ya no tendría que ser castigada, había aprendido la lección.
Estaba aún en casa y pensé que sería buena idea vestirme de forma más sensual a lo habitual, quería excitar a mi profesor ya que no iba a darle motivos para poder tocarme, y verme provocativa le haría sufrir. Saqué de mi armario una falda negra aterciopelada, era ceñida y realzaba mis curvas, la conjunté con una camiseta de licra blanca escotada, no me puse sujetador, mis pezones marcados le volverían loco. Me puse unas botas militares y de broche final me pinté los labios de rojo, quería darle el mensaje de “se mira pero no se toca”.
Quedé con mi amiga Silvia en la entrada de la universidad.
-¡Guau, Laura! Pero que sexy te han puesto hoy!-exclamó.
Entramos juntas a clase, ahí estaba Carlos, anotando algo en la pizarra. Se dio la vuelta para anunciar que el martes siguiente tendríamos examen, cuando Silvia y yo pasamos por delante de él. Tal fue la cara que debió de poner que hasta mi amiga lo notó.
-¿Y a éste que le pasa?-me dijo en voz baja.-te ha echado una mirada de querer follarte increíble.
No contesté, mi plan había surtido efecto.
-Ésta hora de clase podéis utilizarla para lo que queráis, aprovechad y repasad para el examen.-comentó en voz alta.-a continuación iré llamándoos para revisar vuestra evaluación.
Yo estaba tranquila, pasaron los minutos y yo estaba concentrada en mis apuntes cuando de repente oí mi nombre, era mi turno de revisión. Me acerqué lenta y sensualmente a su escritorio.
-Siéntate.-dijo señalándome la silla en frente de su mesa.-como ya sabes, tu evaluación está pendiente de un hilo, debes mejorar pero te veo por el buen camino.
A decir verdad, no esperaba la más mínima cortesía por su parte, fui a darle las gracias cuando…
-Sin embargo me temo que a no ser que hagas méritos extra, te será muy difícil pasar de curso, ya que llevas mucho retraso.-añadió.
-Pero, profesor, usted dijo que…
-No te preocupes, por suerte para ti tengo buenas noticias, el colegio está buscando un grupo de voluntarios que ayuden con ciertas labores administrativas de la facultad a cambio de unos créditos extra. Sería más que recomendable que participases en este proyecto, te vendría muy bien para ser más responsable.
Yo estaba atónita escuchando sus palabras, no habíamos zanjado ya el asunto?
-Disculpe profesor, me encantaría participar, parece una idea interesante pero estoy bastante ocupada y…
Comenzó a reír en voz baja.
-No es una propuesta, espera en el aula al terminar la clase, me he asignado auto asignado como tu tutor del voluntariado, trabajaremos juntos.
-Pero…-dije y vi como fruncía el ceño, me retracté.- ¿y, cuánto tiempo estaremos trabajando?
-Eso dependerá de ti.-dijo mientras volvía a ojear papeles.
Me senté en mi sitio y fingí seguir estudiando el resto del tiempo.
Cuando la clase terminó, todo el mundo salió de clase, me quedé sentada en mi pupitre, esperando que me indicase cual sería mi tarea. Al de un rato, se acercó a mi mesa y posó sobre ella una montaña de documentos y me mandó clasificarlos. Durante los siguientes minutos yo me dediqué a hacer el trabajo que me había pedido y cuando terminé, le informé de ello y me hizo un gesto para que le entregase los archivos.
Cuando estaba a la altura de su escritorio, de repente tropecé y todos los papeles al suelo. Pude ver su gesto de desaprobación y rápidamente me agaché a cuatro patas a recogerlos, fui amontonándolos como pude. Sentía como me observaba, en esa posición mis pechos no solo se intuían y la falda resaltaba mucho más mis curvas.
Avergonzada por mi metedura de pata, fui a levantarme para entregarle aquel desastre cuando me dijo:
-No te levantes, quédate así mismo.
Sin saber por qué, obedecí. ¿Estaba adoctrinándome como su sumisa?
-Tu trabajo de hoy no ha servido para nada y desde luego no puedes marcharte sin hacer algo útil. Estoy bastante cansado y me gustaría terminar aquí lo antes posible pero, ¿Qué clase de profesor sería si no te regalase los créditos a cambio de un trabajo mal hecho?
-Lo entiendo, profesor.-dije cabizbaja.-le traeré un café, me compraré algo de comer y trabajaremos hasta terminar si lo desea.-dije en la misma posición.
-Tengo una idea mejor, yo clasificaré los documentos mientras tú limpias mis zapatos.
-¿Discul…?.-y mientras abría la boca para quejarme por su petición, recibí un pequeño tortazo en mi mejilla derecha.
Me asusté y emití un leve quejido y miré hacia él sin levantar la cabeza.
-No vayamos hacia atrás pequeña, lo hiciste muy bien el otro día..-dijo mientras se agachaba y ponía su cabeza a la altura de la mía.-mírame a la cara.
Eso hice, me besó bruscamente mientras sacó mis grandes pechos de la ceñida camiseta. Los pellizcó, masajeó y estiró con energía mientras su lengua jugueteaba en mi boca. Yo le seguí la corriente pues temía oponerme, de todas formas le limpiaría los zapatos y me iría a casa.
Seguía agachada en el suelo mientras él me manoseaba a su antojo, entonces, se incorporó en su silla y ordenó que empezase mi trabajo.
-Inclínate más y lame mis zapatos.-dijo acercándome uno de ellos.-vamos, mima un poquito a tu profesor favorito.
Aquella frase me dejó sin palabras, ¿habría oído las conversaciones entre Silvia y yo? Estaba avergonzada así que sin pensarlo, comencé a lamer sus zapatos de traje negros.
-Saca la lengua, vamos, con ganas.
Yo obedecí y comencé a lamer con más ímpetu.
-No te irás de aquí hasta que queden perfectos, muestra más interés.-y se reclinó para darme un fuerte azote.
Yo seguía y seguía, me sentía verdaderamente humillada.
Acto seguido, volvió a reclinarse, me agarró de los pezones y tiró de ellos hacia abajo, obligándome a pegar más mi cara a sus pies.
-Vamos, bésalos, así….así….me encanta que seas tan guarra.
Seguía tirando de mi hacia abajo y mi cabeza estaba ya casi al ras del suelo.
-Ahora quiero que agarres esas tetas tan bonitas que tienes y que los frotes, vamos, sácales brillo, los quiero relucientes.
Me dolían un poco los pechos de los estirones y pellizcos, no sabía cómo había llegado a ese punto pero obedecí sin cuestionarme lo que me estaba pidiendo. Entonces, las agarré cada una con una mano y las restregué como me pidió, totalmente sometida.
Cuando se hartó de humillarme, me dio permiso para marchar, pero yo sabía que aquello no acabaría ahí.