El castigo de mi profesor 1

Cursaba mi último año de carrera, siempre había sido una estudiante modelo, hasta aquel año en el que las cosas se habían torcido. Comencé a hablar mucho en clase y a interrumpir las lecciones, nadie me había dado un escarmiento hasta que mi profesor de física, Carlos, decidió que ya era sufieciente

Cursaba mi último año de carrera de matemáticas, hasta ahora siempre había sido una estudiante modelo, sacaba sobresalientes y todos los profesores/as estaban muy contentos conmigo. En cuanto a lo sentimental, llevaba 6 años con mi novio de toda la vida y tenía buenos amigos.

Pero aquel año mi vida estaba siendo bastante cambiante, mi pareja y yo rompimos nuestra relación y empecé a rendir menos en clase, estaba más distraída de lo normal y eso se notaba en mi actitud.

Normalmente acudía estudiar sin mucho interés, hablaba bastante con mis compañeros y no prestaba la más mínima atención y menos aún en la clase de física, asignatura que odiaba, aunque no odiaba tanto a su profesor. Era la hora de la física como todos los martes a las 19:00, me senté atrás del todo con una compañera y ví como Carlos, mi profesor favorito, levemente sentado sobre la mesa de su escritorio, revisaba unos papeles con cara de interesante. Aquel día pensé que estaba especialmente atractivo, llevaba unos vaqueros y una camisa de cuadros rojos y negros abierta que dejaba entrever una ceñida camiseta blanca. La verdad es que la compañera con la que me sentaba y yo solíamos pasar sus clases comentando como podía estar tan bueno a los 40.

Ese día era uno de ellos, mientras él estaba dando la lección, Silvia y yo no parábamos de hablar y reír por lo bajo, comentábamos como nos recordaba a un vikingo con ese cuerpo robusto y ese pelo atado en un moño castaño. Normalmente, cuando nos oía hablar nos mandaba callar sin mucho esfuerzo, pero aquel día nos pegó tal grito que no volvimos a mencionar palabra.

A la salida, Silvia tenía mucha prisa por coger el autobús, así que despidió rápidamente y marchó corriendo. Yo me quedé sola recogiendo mis cosas y cuando fui a atravesar la puerta, el profesor, con tono serio pero calmado me llamó para que me acercase a su mesa. Me acerqué.

  • Laura-dijo en el mismo tono impasible-estas últimas semanas he estado mirando las notas de tus últimos exámenes, has bajado mucho tu rendimiento, te tenía por una alumna excelente y no se cuál puede ser la causa de un cambio tan radical en ti, ¿quieres explicármelo?

Me quedé un poco sorprendida ya que hasta ahora ningún profesor se había interesado por mi situación personal, pero también me sentí algo invadida.

  • Disculpa, pero no creo que eso sea asunto suyo-contesté en tono soberbio mientras me di la media vuelta.

No pude ver su cara pero sus palabras, más frías que antes me dejaron sin saber que responder.

  • Está bien Laura, tienes toda la razón, no soy quien para meterme en tu vida privada, pero si soy tu profesor, y como tal, te comunico que quedas expulsada de mis clases y de que estás suspendida, si tu actitud es distinta el año que viene, tal vez tengas alguna oportunidad. Cierra al salir, por favor.

Según terminó de hablar me di la vuelta con gesto de súplica pero me sentía sin defensa.

-Pero tiene que haber otra solución, por favor, deme una oportunidad, se lo ruego, es mi último año de carrera, necesito terminar este año.

-Lo siento Laura, ya te he llamado la atención en muchas ocasiones y dado varias oportunidades, tu actitud no cambia y a mí me es imposible impartir una clase sin que molestes. Tómate este año para reflexionar y volver más centrada y disciplinada el que viene. La decisión está tomada.- dijo en tono tajante.

-Por…por favor…-dije nerviosa.- puedo ser la alumna responsable y disciplinada que era antes, se lo demostraré.

-Para eso deberías saber lo que es la disciplina, no me hagas perder el tiempo y sal del aula.

-Está bien.- dije agachando la cabeza y dispuesta a salir por la puerta.

Entonces, se levantó y se acercó a mí y mientras extendía su brazo para acariciarme la mejilla me susurró al oído:

-Así me gusta Laura, veo que sabes entender cuando se te da una orden.

Lentamente se separó de mí y añadió:

-Últimamente me has dado muchos problemas y creo que antes de readmitirte en mis clases debes aprender un par de lecciones y demostrarme que eres una chica obediente. ¿Lo harás?

-Sí…si, lo haré…le pido disculpas por todas las molestias causadas -dije sin saber muy bien cómo reaccionar, ya iba entendiendo de que se trataba.

-Está bien, a partir de ahora, y para reconocerme como tu autoridad, me llamarás siempre profesor y aprenderás a hablar solo cuando yo te lo pida, como en clase. ¿Entendido?-dijo en tono firme mientras me observaba de cerca.

-Sí, profesor.- mi nerviosismo se mezcló de repente con un punto de excitación.

-Ahora quiero que cojas una tiza y copies 20 veces en la pizarra: “No volveré a hablar en clase y obedeceré siempre a mi profesor”

No me pareció nada disparatado así que cogí una tiza y me puse a escribir. De repente, noté por encima de mi falda, como algo duro se paseaba por mi trasero, miré hacia atrás, Carlos había cogido una regla y me acariciaba con ella.  Asustada, di un brinco y deje de darle la espalda, quedando frente a frente.

-¿Qué haces?.-le grité.

Su expresión facial se tornó más dura al instante.

-Lección uno, no hablarás sin mi permiso y siempre me llamarás profesor, ¿tal difícil es de entender?.-dijo mientras me sujetaba por la cintura y me daba la vuelta bruscamente, colocándome de nuevo contra la pizarra.

-Lo….lo siento, profes….-y mientras le contestaba, recibí un golpe seco con la regla en mi trasero.-grité del susto y del escozor.

-Súbete la falda ahora mismo y sigue copiando.-ordenó.

Lentamente, sin saber muy bien hacia dónde me llevaría esa situación, me subí la falda, indecisa. Cogí la tiza dispuesta a seguir copiando cuando de repente volvió a atizarme con la regla, esta vez de forma más contundente, pero ahogué mi grito y continué.

-Veo que así es como mejor aprendes…-y volvió a atizarme varias veces más mientras me decía lo buena alumna en la que me convertiría.

Cuando ya se hubo cansado de castigarme, y encontrándome yo en la misma posición, terminó por bajarme la falda, me dio mucha vergüenza, pues me sentía expuesta y no sabía cuándo podría marcharme.

-Te estás portando estupendamente Laura, durante unas horas te picarán los golpes y seguro que recuerdas la lección, pero quiero asegurarme de que no se te olvida como tienes que comportarte en mis clases, te estoy dando una gran oportunidad…-dijo en un tono sádico que me hizo estremecer.

Acto seguido, me cogió por la muñeca y me llevó hasta su escritorio, allí me inclinó de cara sobre este, sin saber que pretendía, le miré por encima de mi hombro con gesto de súplica y él se limitó a sonreír.

Después, dio la vuelta al escritorio, y frente a mí ,lsacó un rotulador, su mirada era perversa y me preguntó:

-¿Sabes lo que es esto?

-Es un rotulador…profesor.-respondí sin saber a qué venía una pregunta tan absurda.

-Muy bien, es un rotulador, pero hoy no usaremos para escribir, si no para fijar los conceptos que tan bien estás aprendiendo en esta tutoría.

Yo estaba sorprendida, la situación era bastante extraña, yo estaba frente a mi profesor, apoyada con mis brazos sobre su mesa con la falda por los tobillos y no sabía que pretendía, si lo que quería era sexo, ¿por qué todo esto?

-Ahora quiero que lo chupes Laura, chupa el rotulador.-dijo mientras me lo acercaba a la boca.

Hice un ademán de negarme pero temía las consecuencias, así que poco a poco empecé a chuparlo mientras él me animaba.

-Muy bien, así me gusta, chúpalo entero.-decía mientras lo introducía más y más hasta mi garganta.

En una de las veces que lo metió demasiado en mi boca, me entró una pequeña arcada y se me calló un poco de saliva sobre la mesa. Sin mediar palabra, dio la vuelta y se colocó tras de mí.

-Límpialo.-me ordenó.

Yo, siguiendo sus órdenes, hice el gesto de limpiarlo cuando me interrumpió

-Límpialo con la lengua.

Dudé un momento y cuando me dispuse a agacharme un poco más para limpiar mis babas, sentí como comenzaba a juguetear con el rotulador en mi trasero, metiéndolo entre mis bragas.

-Vamos, no me digas que aún no has aprendido nada.-dijo mientras introducía la base del rotulador en mi ano.

Yo, sumisa, comencé a lamer la saliva de la mesa, mientras él, introducía más y más aquel utensilio.

Aquella situación era humillante, allí estaba mi profesor, masturbándome con un rotulador mientras yo lamía mis propias babas. Aquello me dolía a la par que comenzaba a darme placer, pero era el castigo que había aceptado muy merecidamente.

-Aaaaah.-grité.

-Quiero que admitas que te has portado muy mal y que serás una alumna muy obediente a partir de ahora.-me susurró al oído desde atrás.-dilo.

-Profes…ssor….seré…una alumna…muuuy…obediente a…partir de…ahora….

-Buena chica.-dijo sacando lentamente el rotulador de mi ano.-espero que esta lección te haya servido de escarmiento, no me gustaría tener que ponerme más duro, sé que eres una chica lista y que habrás aprendido la lección. Ahora vete a casa, nos vemos el jueves.

Sin mediar palabra, me subí la falda y salí por la puerta. Estaba claro que no olvidaría aquella lección, me dolía el trasero y seguiría notándolo un par de días después.