El castigo de mi hermano
Sin quererlo, soy testigo de la humillación a la que fue sometido mi hermano por parte de mi madre.
Lo que os voy a contar a continuación, no fue algo que sucedió de repente. Fue algo que poco a poco, día a día me fui ganando yo misma. Es la historia de mi vida, de cómo mi forma de ser me llevó a la situación en la que me encuentro ahora. Para que podáis entenderlo, sentirlo y compartirlo conmigo empezaré por el principio.
Cuando era pequeña, la relación que tenía con mis dos hermanos, Juan y Antonio, dos y tres años mayores que yo respectivamente, era la corriente. Ellos iban por su lado y yo por el mío. En raras ocasiones me dejaban jugar a sus juegos de chicos, pero en realidad no me importaba demasiado, ya que siempre que jugaba con ellos salía mal parada, por lo que prefería jugar sola a mis cosas. La relación que teníamos con nuestros padres, estaba basada en el respeto, o mejor dicho, en el miedo ya que eran muy estrictos. En casa había unas normas, y las normas estaban para cumplirlas. El castigo que recibíamos en caso de no obedecerlas, era aplicado por nuestro padre y su cinturón. Mis hermanos ya habían recibido el castigo en alguna ocasión, pero yo no, y después de oír cómo gritaba mi hermano la última vez, ponía mucho cuidado de no hacer nada por lo que mereciese ser castigada.
Un día mientras estaba en mi cuarto, escuché gritar a mi madre. No podía entender bien lo que decía, pero me parecía que tenía que ver con mi hermano mayor, que por aquel entonces, tenía dieciséis años. Abrí la puerta de mi habitación y sigilosamente miré lo que ocurría en el pasillo. Mi hermano estaba dentro del baño, en albornoz, como si acabara de ducharse, y mi madre estaba mirándole desde la puerta.
- En esta casa hay unas normas y tienes que cumplirlas. No estoy dispuesta a consentir ese tipo de guarradas en mi casa.- Le dijo mi madre
- Te lo prometo... no estaba haciendo nada más que secarme, me acabo de dar una ducha.- Replicaba mi hermano asustado.
- Ábrete el albornoz ahora mismo.
- Mamá no .
- Qué pasa? Te da vergüenza? Te he visto desnudo muchas veces, y aunque te estés haciendo mayor sigo siendo tu madre. Desabróchate ahora mismo el albornoz. Es una forma rápida de demostrar que realmente no estabas haciendo nada.
- No
- No quiero tener que repetirlo más veces. O me haces caso, o le cuento a tu padre lo que estabas haciendo en el baño.
En ese momento, pude ver cómo palidecía la cara de mi hermano, y como sus manos temblorosas se acercaban al cinturón que mantenía cerrado el albornoz. Soltó el nudo, y el albornoz se abrió ligeramente.
- Ábrelo del todo y déjame ver .- Espetó mi madre a mi hermano.
Las manos de mi hermano abrieron el albornoz dejando ver todo su cuerpo desnudo. Fue la primera vez que vi a mi hermano desnudo, ya que el ambiente en casa era muy pudoroso. Su cuerpo era una mezcla de niño y de hombre. Aunque aún no le habían salido más que un ligero vello rubio, en su pecho había una pequeña isla de pelos negros y fuertes. Pero no fue eso lo que me llamó la atención, dejándome paralizada, sino que fue su gran pene semierecto medio envuelto en un matojo de pelos. La risa de mi madre, me sacó de mi ensimismamiento.
- Bueno, bueno, bueno... que tenemos aquí? Me repites ahora que no estabas haciendo nada? Resulta obvio que no has dicho la verdad, por lo que espero que por lo menos seas sincero ahora.
- Al secarme me he tocado un poco.- Respondió mi hermano avergonzado.- Pero no tenía intención de llegar a nada más. Nunca lo he hecho, solo era por curiosidad.
- Ya, y supongo que el no haber acabado tendrá algo que ver con que yo haya abierto la puerta del baño porque me parecía que tardabas demasiado... Ahora que ya ha quedado todo claro, quiero que me termines lo que estabas haciendo.
- ¿Qué?
- Lo que estás oyendo. Que sigas ahora mismo con lo que estabas haciendo. Espero que la vergüenza que sientas al hacerlo delante de mí, te quite las ganas de seguir haciéndolo. Y aún así, me pensare si es necesario contarle a tu padre todo lo que ha pasado, para que también tome cartas en el asunto. Empieza, no tengo toda la mañana.
Desde mi posición podía ver toda la escena. A mi madre de espaldas a mí, con un brazo apoyado en la cintura y sujetando fuertemente la escoba en el otro, y a mi hermano, de frente a mí, dirigiendo su mirada asustada hacia el suelo, mientras su mano empezaba a mover despacio su polla.
- Más rápido, que ya te he dicho que no tengo todo el día.
Mi hermano empezó a llorar mientras movía la mano más rápidamente sobre su pene. Podía ver como su capullo desaparecía entre su mano, para decimas de segundo más tarde volver a aparecer todo rojo como si estuviera a punto de estallar. Las lagrimas poco a poco fueron sustituidas pos gemidos, y desde la puerta entornada de mi cuarto, pude ver como mi hermano se pajeaba cada vez más rápido con los ojos ya cerrados, mientras mi madre le miraba fijamente te.
- Para. Por lo que veo, no es la primera vez que haces esto como me has dicho antes. Se nota que tienes experiencia en estas cosas de maricones, y que el hacer que te corras delante de mi no va a suponer ningún castigo ejemplar. Se me está ocurriendo otra cosa distinta. Podemos hacer algo que seguramente es nuevo para ti. Quítate del todo el albornoz y ponte a cuatro patas en el suelo.- Dijo de repente mi madre, con una extraña sonrisa en la cara.
- Mamá no. No quiero seguir con esto, no lo haré más. Te lo prometo.
- Que te desnudes y te pongas a cuatro patas en el suelo.
Pude ver en la cara de mi hermano una mueca de terror, mientras obedecía las órdenes de mi madre. Sentí como una especie de hormigueo en el estómago, mientras observaba como mi hermano se arrodillaba en el suelo, para después ponerse a cuatro patas mostrando todo su culo abierto hacia mi madre.
- Sigue con lo que estabas haciendo.- Dijo mi madre mientras entraba dentro del cuarto de baño y cogía un bote de crema de manos de uno de los cajones.
Mi hermano cerró los ojos, y empezó a mover la mano sobre su polla rápidamente. Creo que había asumido que lo mejor que le podía pasar en ese momento, era que su madre se conformara con que se corriera delante de ella, y se esforzaba por hacerlo lo antes posible.
De repente, vi como ella abría el bote que tenía en sus manos y metía dos dedos dentro, untándolos de forma abundante de crema de manos. Después se acerco a mi hermano por detrás y metió uno de los dedos que había lubricado, de golpe dentro de su rosado culo. Mi hermano dio un respingo y gritó de dolor, pero mi madre no sacó el dedo. Al contrario, empezó a meterlo y sacarlo rápidamente, parando solo para hacer círculos con él, como si quisiera dar de sí el agujero de mi hermano.
- Sigue con lo que estabas haciendo. Ya.
- Por favor mamá no
Como respuesta a los ruegos de mi hermano, mi madre le introdujo fuertemente dos dedos dentro de su culo.
- Que sigas con lo que estabas haciendo.
El hormigueo que sentía en el estómago se acrecentó, con lo que vi a continuación. Mientras mi hermano seguía a cuatro patas meneándose rápidamente la polla en un intento de que todo terminara lo más pronto posible, mi madre sacó los dos dedos que tenía introducidos en su ya abierto culo y empezó a untar la poca crema que le quedaba en ellos en el mango de la escoba que tenía en la mano.
- Avísame cuando vayas a terminar.
- Si - Gimió mi hermano mientras seguía masturbándose con los ojos cerrados.
De repente, empezó a mover la mano más rápido, a la vez que avisaba a mi madre de que ya iba a terminar. En ese mismo momento le insertó por el culo, que empezaba a cerrarse de nuevo después de haberse librado de la intromisión de los dedos, el palo de la escoba y empezó a sacarlo y a meterlo de forma rápida.
Mi hermano, al sentir como el palo le desgarraba su culo, gritó de dolor al mismo tiempo que descargaba espesos chorros de semen de su poya.
Con la misma frialdad con la que se había comportado durante todo el suceso, mi madre ordenó a mi hermano que limpiara el suelo y terminara de vestirse. En el mismo momento en el que yo cerraba la puerta de mi cuarto, pude ver cómo miraba hacia mi habitación. ¿Me habría visto observar toda la escena? Esa idea me avergonzaba a la vez que me aterrorizaba, porque ya había sido testigo de los castigos que imponía. Un poco más adelante, yo misma sentiría la humillación, vergüenza y dolor de sus castigos,pero... eso os lo contaré en otra ocasión.