El castigo de Cristian
Rafael sonreía ufano en la cama recordando lo que aquella misma tarde había ocurrido en el sótano. El sensación de poder omnímodo que le producía la humillante sumisión a la que había sometido a su vecino le enardecía.
Continuacion del relato "El padre de Cristian"
Rafael sonreía ufano en la cama recordando lo que aquella misma tarde había ocurrido en el sótano. El sensación de poder omnímodo que le producía la humillante sumisión a la que había sometido a su vecino le enardecía. Especialmente cuando se le venía a la mente la imagen de Martin con el culo roto subiendo penosamente las escaleras tras haberle vejado y violado sin piedad. Estos pensamientos le produjeron una enorme erección. Por un momento pensó follar a su mujer que roncaba ruidosamente a su lado. Pero recordó que aún debía de castigar Cristian.
Aquella víbora le espiaba. Asi le había confesado Martin. Desde pequeño aquel muchacho había sido un tormento para Rafael. Sabía que no era hijo suyo, bien a las claras se veía que no tenía nada de él. Pero durante todos aquellos años había ocultado este hecho. No estaba dispuesto a admitir la humillación a la que le había sometido la zorra de su mujer. Lo más jodido era que sabía quien era el padre. Un compañero del cuerpo casi un amigo. Gracias a Dios ahora estaba muerto.
Pero eso no fue lo peor. El profundo odio que sentía por el muchacho y que evitaba que trasluciese, se fue poco a poco transformando en otra cosa. Cuando Cristian empezó a desarrollarse nació en él una morbosa pulsión. Al ver su cuerpo desnudo, sus nalgitas prominentes, la tersura de su piel, se excitaba de tal manera que se volvía loco. Fue eso la razón que le indujo a follarse uno a uno a todos sus amigos. Eran todos una panda de mariconcetes, se les notaba a la lengua y a la minima insinuacion por su parte no dudaban en ponerle el culo con gusto. Una vez mancillado, el mancebo perdía todo interés y buscaba una nueva pieza entre la colección de amanerados jovenzuelos que su hijo le traía a casa.
Siempre había sido muy cuidadoso, su profesión de policía le ayudaba en ello. Pero por lo visto Cristian le había descubierto. Tenía que zanjar aquel asunto, por eso aquella noche había echado varias pastillas de somníferos en la bebida de su esposa para poder llevar a cabo su castigo. Se iba a enterar aquel sarasa de lo que valía un peine.
Le dio unas palmadas en la cara a la durmiente que ni se inmutó. Bueno va siendo la hora se dijo. Se levantó de la cama y silenciosamente se dirigió al cuarto de Cristian. Por debajo de la puerta del cuarto del muchacho se veía luz. Aún no dormía.
Abrió la puerta de par en par de sopetón. Cristian estaba en la cama. En una mano una revista, la otra se movía frenética bajo las sábanas. Se estaba masturbando. El muchacho alzó los ojos y el terror se reflejo en ellos al verle. Precipitadamente ocultó bajo la tela la revista.
- ¿Qué estabas haciendo, Cristian? - le dijo con una sádica y fría sonrisa.
El joven enrojeció hasta las orejas.
- Nada, nada. Leía un man...manga.- le contestó entre tartamudeos.
- Vamos déjame ver.
- No. no es nada especial.
- Te he dicho que me la des - le dijo autoritario.
- No - le contesto Cristian tozudo
Se acercó a la cabecera de la cama y agarrando las sábanas tiró de ellas destapandolo completamente. El muchacho tenía el pantalón del pijama a medio bajar y entre las piernas reposaba su pene flácido. El susto le había desinflado la picha. Con violencia le arrancó la revista de las manos y la comenzó a hojear. Era una publicacion porno-gay plena de sexo explicito
- Así que te estabas haciendo una paja. ¿Acaso las mamadas que te hace Martin no te dejan satisfecho? - le dije cáustico.
- Si me deja muy satisfecho. Y sabe hacer el amor como los dioses. No es una bestia parda como tu. Vi como le violabas. Eres un cerdo.
- Asi que tambien me espiabas esta tarde. ¿Te gustó el espectáculo? Porque según me ha dicho Martin te encanta mirar mientras me tiro a los mariconazos de tus amigos. ¿Estas celoso?¿También tu quieres que te folle?
- Prefiero estar muerto antes de que me tenga un animal como tu. Antes de dejar que ese asqueroso rabo tuyo me toque prefiero chuparsela a un leproso- Le escupió a voz en grito.
Rafael le dio tal bofetada a mano vuelta que apunto estuvo de tirarle de la cama. Cristian le escupió a la cara frotándose la mejilla. Furioso su padre putativo le agarró de los tobillos sacando medio cuerpo de la cama y atrayéndole hacia él.
- Te voy a follar como te mereces. Hijo de Puta. Vas a saber lo que es tener una verdadera polla clavada en el culo. Me he follado a tu querido Martin y ahora te voy a follar a ti.
Cristian le miraba aterrorizado. Sus ojos desorbitados a punto de saltarle de las órbitas. Temblorosamente empezó a balbucear
- No, no puedes. No debes. Eres mi padre. ¿Que vas a hacer?
- No soy tu padre imbécil. Si no me crees preguntale a la puta de tu madre.
Cristian no daba crédito a las palabras de Rafael. Luego poco a poco la luz se fue haciendo en su cabeza. De ahí lo distintos que eran, por ello la frialdad y distancia que siempre le había demostrado. Dios pero si no era su padre aquella fiera no tendria ningun reparo en violarlo como había hecho con Martin, pensó.
- No, no lo hagas. Por lo que más quieras. Es monstruoso- decía el muchacho entre lágrimas mientras le miraba a los ojos.
- Te voy a follar. Tenlo `por seguro. Con tu consentimiento o a la fuerza. Si es a la fuerza ya sabes como lo gozo.
- Soy virgen. Me vas a destrozar el culo.
- No te preocupes gozaras como una zorra. Tal vez no al principio. Pero luego ya veras como disfrutas con mi polla clavada dentro de ti.
Asiéndole aún por los tobillos le dio la vuelta. Su tronco echado sobre la cama, su culo recachado y arrodillado sobre la alfombra. Cuando intentó incorporarse la manaza de Rafael se puso sobre su espalda y lo aplastó contra el lecho como una mariposa de colección. Rafael se arrodilló tras él y cogiendo el escupitajo que le había lanzado a la carale dijo.
- Tu propia saliva me servirá para abrirte.
Sin pensarlo dos veces le metió violentamente un dedo en el culo. El muchacho empezó a gritar. Rafael le dio una brutal cachetada en el culo y luego se dirigió a su cuello y rodeándolo con su zarpa le dijo
- Como vuelvas a gritar te estrangulo con mis propias manos.
Cristian apretaba el esfínter intentando aprisionar al invasor. Su ojuelo palpitaba desaforado mientras las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas . Rafael le sacó el dedo y separandole las cachas empezó a escupir el agujero repetidas veces, para luego volver a clavarlo con saña. Comenzó entonces un violento mete y saca que hacía gemir lastimosamente al joven. No tardó mucho en follarselo con dos dedos y cuando lo hizo con tres, el dolor fue insoportable. Cristian empezó de nuevo a chillar enloquecido. Rafael le quitó los pantalones del pijama y le amordazó con ellos.
- Así no despertaras a todo el vecindario.
Entonces puso la punta de su tranca en la entrada, le agarró por las caderas y de una estocada se la clavó hasta los huevos. Todo el cuerpo del muchacho se tenso como un arco elevando el cuerpo de la cama. Rafael lo empujo de nuevo con fuerza y cogiéndole del pelo empezó a encularle con violencia. El sonido del golpeteo de su cuerpo con las nalgas del doncel, los ahogados quejidos del muchacho y el bufar del violador resonaban en la habitación.
Al principio Cristian apretó todos los músculos de su esfínter para refrenar las violentas acometidas, pero tras comprobar que el dolor era aún más lacerante, decidió relajarse y dejarse hacer. Si le hubiesen metido un hierro candente estaba seguro que no hubiese sido mayor el tormento. Medio asfixiado, con las lágrimas bañando su rostro, asistió impotente a la brutal violación. Tras minutos de incesante monta el dolor, aunque aún enorme, se fue haciendo soportable. Y para su vergüenza sintió como su rabo comenzaba a endurecerse.
También lo debió de percibir Rafael, porque tras deslizar una mano entre el borde de la cama y su cuerpo, le agarró fuertemente el rabo apretandolo con fuerza.
- Ves como te gusta maricón. Tu polla no miente. Ahora ya sabes lo que es un hombre de verdad. No ese chupapollas de Martin que fue incapaz de hacerte gozar como tu te mereces.
- Te voy a dejar ese culo adiestrado para gozar y hacer gozar a un hombre. Hoy a sido a la fuerza pero la próxima vez vendrás suplicante a que te monte. Te lo aseguro.
En una de las arremetidas su polla se salió. Aprovecho para ver los estragos que su cipote había causado en el virginal agujero. Aquella boquita de piñón tenía ahora el aspecto de los labios de una negra. Abierto a más no poder mostraba el carmesí de su interior. Un fino hilillo escarlata se deslizaba por el perineo alcanzando los pequeños testículos del muchacho.
- Te he roto el virgo. Ya eres una hembra con todas las de la ley. Ahora vas a gozar como una perra.
De un pollazo se la espetó hasta las trancas. Cristian recibió en esta ocasión el enorme cipote de su violador de otra manera. Y un quejido de placer salió ahogado de su boca
- Ves como tenía razón. Ese culo necesitaba un buen macho que lo estrenara. Pena que haya tardado tanto en decidirme.
Y tras ello le quitó la mordaza.
- Ahora grita lo que quieras
Empezó a follarle intensamente. Se la clavaba hasta el fondo para luego sacarla casi por completo, dejando dentro solo la punta del rabo que el esfínter del muchacho exprimía con sus contracciones. Cambiaba de ritmo y le follaba violentamente agitando toda la cama, para luego mas pausado y con penetraciones más amplias, gozar sintiendo su verga rozando la caliente piel del interior del muchacho..
Cristian empezó a gemir placenteramente. En su interior se mezclaba el dolor y el placer al sentir cada pliegue y cada vena de la verga de Rafael en su culo. De la pequeña picha del muchacho fluía constante líquido que empapaba las tela del lecho. Notó cómo se hinchaba anunciando un orgasmo inminente. Cuando mansamente se fue derramando, se avergonzó de sí mismo por entregarse al goce que le proporcionaba la polla de aquel macho que le estaba violando.
- Ahora ya sabes lo que es tener un macho dentro. Y una vez que ya has probado mi rabo volveras
El ano del muchacho empezó a contraerse con los espasmos de su propia corrida y con ello acabó de estimular el orgasmo de Rafael. Su polla se hinchó y con las últimas y profundas estocada empezó a derramarse en su interior, inundando con su néctar la estrenada cavidad mientras bufaba como un toro embravecido .
Una vez que se acabó de correr, sin dilación, sacó el cipote aun inhiesto del destrozado agujero del muchacho, se limpio el ensangrentado rabo con el pijama y se dispuso a salir de la habitación.
Antes de cerrar la puerta echo la ultima ojeada. Cristian permanecía tirado en la misma posición, llorando desconsoladamente y entre sus cachas se podía ver el abierto y sangrante agujero que había sido su flor.
- Mañana en la noche volvere para que no se cierre esa cancela que hemos abierto - le dijo Rafael
Y luego, pletórico, cerró la puerta.