El castigo de Cris

En la empresa todas envidiábamos a Emma, la ejecutiva más joven y sofisticada. Una noche que ella se deja conquistar por un negro fui castigada por espiarles.

Estábamos a principios del mes de abril y acababa de pasar unas vacaciones fantásticas con mi marido por lo que yo estaba contentísima, pues si alguna vez nuestro matrimonio no había sido todo lo perfecto que querríamos después de ese tiempo que nos dedicamos todo volvía a ser como antes. Hablamos mucho y llegamos a la conclusión de que el trabajo nos quitaba mucho tiempo, y que era el momento para intentar volver a pasar más tiempo juntos y para por qué no tener un hijo, ya que yo ya tenía 32 años y él era casi 9 mayor que yo. Cuando todo parecía ir perfecto y tan sólo llevábamos trabajando una semana desde las vacaciones nos comentaron en la empresa que se iban a celebrar una serie de conferencias y cursillos en relación con el desarrollo de la misma y que era conveniente asistir, además se celebraba en la costa y con un poco de suerte hasta podríamos ir a la playa. A mi me hizo mucha ilusión la noticia, no tanto al pobre de mi marido que al parecer tendría que dar él mismo alguna conferencia. Todo mi grupo de amigas estábamos muy ilusionadas y fuimos casi todas, así que mi marido y yo cargamos el coche de ropa de trabajo para acudir a dichas conferencias y también de ropa de verano ya que a pesar de las previsiones del tiempo manteníamos la esperanza de darnos unos baños y tomar un poco al sol.

Cuando llegamos nos encontramos con unas temperaturas más invernales que primaverales, sin embargo no nos desanimamos pues estaríamos allí cuatro días y podría mejorar y sobretodo nuestra sorpresa fue el hotel donde nos hospedábamos y se daban las conferencias, era súper lujoso, mi marido y yo pasábamos por la recepción y no veíamos más que carteles de jacuzzis, baños calientes, salas de hidromasajes…Eso sin duda me animó. Prácticamente todos llegábamos esa tarde de miércoles así que yo ya había quedado con Silvia, mi mejor amiga del trabajo, en cenar juntas. A mi marido y a mí nos dieron la habitación 204 con vistas a la playa, las de interior tenían vistas a la piscina que aún no había visto, cuando entramos en la habitación me decepcioné un poco ya que a pesar de estar bastante bien no estaba a la altura de los espléndidos salones e incluso de la propia recepción, al entrar había un cuarto de baño a la izquierda, más adelante una cama de matrimonio, después un diván negro precioso y a un par de metros una cristalera enorme de puerta corredera por la que accedías a una pequeña terraza. Desde allí mi marido y yo contemplamos una fantástica puesta de sol a antes de bajar a cenar, la terraza era compartida con la 203 que parecía vacía. Me puse un vestido largo negro para cenar por lo que pude comprobar una blancura excesiva en mi piel a la que habría que poner remedio.

Una vez en el comedor del lujoso hotel nos sentamos de alguna manera las mujeres por un lado y los hombres por el otro, como siempre, como siempre pasaba en la empresa, en la cafetería, en las fiestas de vísperas de vacaciones…Allí me encontré con Silvia que para mi sorpresa se hospedaba con su marido en la 205, ¡justo en la habitación de al lado! Todas estábamos guapísimas con nuestros vestidos y así nos lo hacíamos saber unas a otras.

-Ya, estamos guapísimas así vestidas, no como en la empresa todo el día – Me comentaba Silvia.

Silvia siempre iba conmigo de compras todos los fines de semana, conocía su vestuario de memoria y siempre, al igual que yo, se gastaba el sueldo en vestidos, camisones y zapatos que sólo se pondría en ocasiones muy puntuales para luego acudir todos los días al trabajo con los quince o veinte trajes de siempre. Empezamos a hablar del tiempo libre que tendríamos ya que había muchas conferencias a las que acudir, miramos el programa del jueves y el viernes y cada día teníamos que asistir a tres, una por la mañana y dos por la tarde, lo malo es que no sabíamos la duración de cada una. Esa noche pronto nos fuimos a dormir pues habíamos trabajado por la mañana y el viaje se había hecho muy pesado para todos.

A la mañana siguiente mi marido y yo nos levantamos a las 8 pues a las 9 teníamos la conferencia, enseguida me asomé a la terraza y desgraciadamente el tiempo parecía todavía muy revuelto, habría que esperar para ir a la playa. Afortunadamente a las 11 ya estábamos libres hasta las 4, volví a mirar por la ventana y estaba lloviznando.

-No te preocupes, que en este hotel hay mucho que hacer -. Me dijo Mónica, una compañera de otra oficina, indicándome que fuera con todas a disfrutar de las instalaciones. Lo cierto es que no perdimos el tiempo, fuimos a que nos dieran unos masajes, pedicura, manicura, solarium…Lo pasábamos genial, hasta a Silvia y a mí nos sobró tiempo antes de comer para comprarnos unos bikinis y unos camisones en las tiendas del propio hotel, todas de diseñadores muy exclusivos.

A las 4 empezó la segunda conferencia y a las cinco y media ya habíamos salido, ya no llovía y tampoco hacía demasiado frío pero desde luego el día no estaba para ir a la playa ni a la piscina. Emma propuso que fuéramos a los jacuzzis y a las piscinas de agua caliente, a mí me encantaba la idea y sin embargo a Silvia no tanto.

-Se me van a notar los descuidos del invierno -. Me susurró.

-Bueno mujer, no digas tonterías, si estás bien, así de paso estrenamos los bikinis.

-Ya, claro, tú como eres un palillo no te preocupa. No, si yo no tengo complejos, así curioseamos quién tiene el mejor cuerpo de la empresa -. Silvia era muy cotilla, era increíble, podría criticar a cualquiera durante una tarde entera e iba a estar bien despierta ante los cuerpos de todas nosotras. Tenía 35 años y ya era toda una institución en el trabajo.

Subimos a cambiarnos rápidamente, no había tiempo que perder, teníamos la última conferencia a las 10 y tendríamos que ducharnos, volver a cambiarnos y cenar antes de ir. A las 6 ya estábamos todas en las piscinas y para empezar, ya que éramos cinco, nos metimos en una bañera gigante de hidromasaje que tenía surtidores de agua para cinco personas, así que nos sentamos todas allí, cada una en un sitio. Empezamos a hablar y yo me distraje pensando en mi marido que en vez de estar conmigo estaba preparando la conferencia de las 10 que él mismo daría. Miré un instante a Silvia y me di cuenta de que nos observaba a todas, a buen seguro sacándonos todos nuestros defectos así que yo también me fijé. A Silvia ya la conocía de sobra, a Mónica ya se la veía gordita en la oficina, Raquel sí que estaba desmejorada ya que era la mayor, tenía algo más de cuarenta años y su piel no estaba tan tiesa como debiera, yo me veía especialmente esbelta con mi nuevo bikini negro y seguramente era psicológico pero me veía más morena después del solarium. La que me sorprendió un poco fue Emma, tenía 27 años, era la más joven y la más guapa de todas aunque Silvia me dijera siempre que yo lo era más, estaba fantástica, era rubia, de pelo rizo, bastante largo, hasta casi la mitad de la espalda y tez clara, llevaba un bikini blanco que hacía resaltar unos pechos que yo habría adivinado pequeños si me hubieran preguntado el día anterior y que ahora los veía normales o hasta quizás un poco grandes para su delgadez y sobretodo muy erguidos, gozaba de una juventud y alegría envidiable.

La tarde transcurrió sin mayor novedad, subí a mi habitación y me puse un traje de chaqueta gris oscuro con una blusa rosa y descubrí saliendo a la terraza que mi vecina de la 203 era Emma, charlamos un rato y me dijo que envidiaba mi melena negra lisa ya que ella cuando se alisaba el pelo en seguida lo tenía rizado de nuevo y le era muy difícil peinarlo. La conversación no duró más de cinco minutos puesto que yo con ella a penas tenía trato individualmente y teníamos que ir urgentemente a la conferencia.

Para mi desgracia fue larguísima, la exposición de mi marido no lo fue mucho pero el representante de la empresa en otra ciudad hablaba y hablaba sin parar, hasta el punto de que eran las doce y media cuando por fin conseguimos salir de allí. Era jueves por la noche y yo estaba muy cansada y por las caras de todas deduje que tendríamos que dejar la marcha nocturna para el fin de semana.

-¿Tú que vas a hacer cariño? -. Le comenté a mi marido.

-Voy a hablar un poco con Guillermo sobre que le pareció todo y me iré a dormir, ¿Tú?

-No lo sé, igual me quedo un rato charlando con Silvia y ya subo, bueno, espera, ahora te digo -. Me acerqué a mis amigas y como la conferencia del viernes no empezaba hasta las 11 de la mañana habían decidido tomar algo en uno de los pubs del hotel, así que le dije a mi marido que tomaríamos una copa un rato y que volvería en seguida ya que, de todas formas, ni siquiera saldríamos del hotel.

Silvia quería ir a cambiarse para lucir uno de sus carísimos vestidos, a todas nos apetecía lucirnos, claro que sí, pero si nos arreglábamos nos darían las tantas y los ánimos no estaban para eso así que pronto la disuadimos. Bajamos a uno de los pubs sin mirar realmente el ambiente pues el pub era sólo para gente hospedada. Allí nos sentamos todas en una mesa a contemplar a la gente bailar en una pequeña pista donde pinchaban salsa, Silvia y yo por supuesto juntas, a tomarnos una inocente copa, hablar un rato e irnos a la cama.

-¿Viste a Emma? -. Me susurró Silvia. Emma llevaba un traje de chaqueta y pantalón rosa palo, una blusa blanca que se adivinaba muy cara y un collar de perlas que se había comprado en una tienda del propio hotel, nada me llamó la atención en ella que no conociera.

-¿Qué la pasa? -. Le pregunté en voz baja.

-¿No la viste con el bikini blanco? Creía que le salían las tetas, las tenía para arriba como con un wonderbra, no sabía que también hicieran bikinis con ese efecto.

-Yo que sé Silvia, las tendrá así.

-No, no, de eso nada, ya le preguntaré donde lo compró, a mí me timaron con el mío -. Me dijo entre risas.

La cosa seguía muy apagada, había muchos chicos de nuestra edad y bastante guapos pero yo sólo podía pensar en mi marido, me daban ganas de ir ya para la habitación a ver si estaba ya allí. Afortunadamente para romper nuestra monotonía, pues llevábamos todo el día juntas y ya no había mucho de que hablar, un grupo de chicos muy guapos y bien vestidos se acercó a nosotras invitándonos a bailar. A mí no me apetecía nada en absoluto, a parte de porque estaba cansada porque vestida de traje iba a ser un poco ridículo.

-¡Están buenos, maldito día en que nos casamos Cris! -. Se reía Silvia en voz baja. Finalmente Raquel, Mónica y Emma se fueron con ellos y allí nos quedamos Silvia y yo, a cuidar de las chaquetas de las otras, -que desastre -, pensé.

Sin embargo la curiosidad me invadía, de ellas tres sólo Raquel estaba casada y quien sabe, todo podría pasar. Se pusieron a bailar y pronto las intenciones quedaron claras, Emma bailaba rodeada por todos los chicos que apenas la dejaban moverse y Mónica y Raquel bailaban solas. Emma se hacía la desentendida con todos como haciéndose de rogar, yo le decía a Silvia que seguramente se besaría con alguno mientras que Silvia me decía que no, que al menos delante de todas nosotras no haría nada. Veía a Emma muy alta comparado con como la había visto en las piscinas ya que ambas descalzas era yo un poco más alta y con los zapatos éramos más o menos iguales, mediría alrededor de 1`70. Me fijé en que el sitio se estaba llenando de gente de menor nivel social por lo que deduje que quizás, al menos en el pub, podría entrar quién quisiera, no lo sabía con certeza pero había gente que por su ropa no se la veía capaz de pagar una habitación de ese hotel. Volví a fijarme en Emma que bailaba bastante bien, yo no sabría si en su situación podría negarle un beso a alguno de aquellos chicos durante tanto tiempo.

-¡Fíjate en eso Cris! -. Me dijo Silvia.

Un chico negro enorme y feo se había agarrado a la cintura de Emma desde atrás y bailaba con ella, llevaba unos vaqueros gastados y una camiseta negra de manga corta, no pintaba nada allí, además debía ser el más alto de toda la pista, debía medir casi 2 metros y era bastante feo, con la cabeza rapada. Si no había hecho nada con aquellos chicos jóvenes y guapos menos caso le haría a ese inconsciente pesado.

-¿De donde habrá salido ese? -. Pregunté.

-Ni idea pero lo lleva claro con nuestra amiguita -. Me respondió Silvia.

En ese momento Raquel y Mónica volvieron a sentarse con nosotras sin decir ni una palabra, habían perdido claramente la partida. Yo también me quité la chaqueta pues hacía muchísimo calor y supuse que en la pista debía ser insoportable ya que Emma se había remangado la blusa hasta casi los codos. Para sorpresa de todas Emma ahora bailaba de frente con aquel monstruo y algunos de los otros chicos empezaban a desistir.

-¡No será capaz! -.Exclamé.

-¡Estás loca, ni de broma! -. Respondió Silvia.

-Pues yo no estaría tan segura, Emma es un poco ligerilla -. Comentó Mónica visiblemente recelosa. Yo me sorprendí del comentario y cuando comprendí que Silvia tenía razón vi como sus cuerpos se pegaban más y más a pesar de la diferencia de estatura y a los pocos segundos el negro acercó su boca a la de Emma y ella se apartó. Todas suspiramos, lo cierto es que yo creo que todas preferíamos que allí no sucediese nada. Pasaron los minutos y las canciones y el negro seguía intentándolo pero Emma solventaba todas sus acometidas con mucha clase, en un momento dado Emma se apartó de él para ir hacia nosotras y cuando ya iba a suspirar de alivio el negro la agarró por el brazo, la atrajo hacia sí y la besó.

No podíamos creer lo que veían nuestros ojos, de hecho nadie dijo nada, ni siquiera Mónica, pero si mi sorpresa era mayúscula más lo fue cuando vi que Emma se dejaba besar y los dos se fundían al contactar sus lenguas. Los otros chicos tampoco daban crédito y se apartaban cuchicheando, era como si hubiera querido hacer lo más prohibido que pudiese, pudiendo haber besado a cualquier chico guapo y de su posición social lo estaba haciendo con un negro mal vestido, feo y enorme.

-Hola soy Patrick -.Nos interrumpió de nuestro estado de shock una voz. Miré a mi derecha y vi a otro chico negro, lo cierto es que no tan feo, éste al menos tenía pelo y al igual que el otro de edad indefinida, entre 20 y 30 años. Todas nos vimos muy sorprendidas, yo era la que estaba más cerca de él y a pesar de dirigirse a todas hablaba mirando para mí.

-Aquel chico se llama Ettien, es amigo mío, trabajamos aquí, somos los encargados de las hamacas de la playa del hotel.

Debía pensar que como su amigo había "pillado" con nuestra amiga él también iba a tener esa suerte. Las chicas hablaban con él pero yo no le atendía, estaba más interesada en lo que ocurría en la pista. Los besos eran cada vez más apasionados y si ninguno tenía reparo en palpar el trasero del otro, cuando el negro subía la mano por su blusa ella en seguida se la apartaba. Ellas seguían hablando y hablando, Silvia fiel a sí misma y viéndose mayor que Patrick le hablaba que parecía querer tomarle el pelo, la miré para que se cortara un poco no fuera a haber problemas. Volví mis ojos a la pista y Ettien la había arrinconado contra una columna y le desabrochaba un botón de su blusa mientras Emma lejos de oponerse cerraba los ojos y se dejaba hacer visiblemente excitada. Lo cierto es que a mí también me excitaba, ese coloso oscuro con esa princesita frágil y blanca, su cabello rubio, su blusa blanca que brillaba sobre toda la multitud y que a buen seguro costaba más dinero que el vestuario de tres días de aquel negro, su piel blanca, y en contrapartida el negro, enorme, sucio, seguramente inculto, y feo, estaba convencida de que Ettien aún daba menos crédito que nosotras. Mientras le desabrochaba aquel botón de la blusa y le acariciaba con sus torpes manazas su impoluto escote ella cerraba los ojos y dejaba los brazos muertos, yo estaba excitada, ella también, y lo que acabó de excitarnos a ambas fue cuando ella aún con los ojos cerrados levantó lentamente su mano y acarició con sus dedos el bulto en los pantalones de aquel negrazo. Casi se me sale el alma por la boca, ¡qué zorra era! Ya no sabía si a pesar de todo no querría que a mí me estuviese pasando lo mismo.

-Pues que sepa señora que la tengo como la de un caballo -. Esa frase me hizo salir del fantástico mundo en el que me encontraba. Patrick no había aguantado más los comentarios agudos de Silvia y había explotado, yo no había escuchado nada de la conversación y no sabía por qué había dicho aquello.

-Pero ¿Qué le has dicho? -. Le preguntaba a Silvia susurrando, pero ella y las demás no hacían más que reírse cuando Patrick se agarró su enorme miembro sobre sus pantalones y haciéndonos un gesto grosero se marchó. Deduje que ninguna había visto el gesto de Patrick pues lo que allí se había agarrado merecía un comentario, sin duda eso no se ve todos los días y me hizo pensar en si la fama de los negros sería merecida. Quizás es que yo estaba muy caliente pero no sé si en ese momento podría negarle algo a Patrick, afortunadamente ya se había marchado. Cuando quise sumergirme de nuevo en el mundo de Ettien y Emma las chicas se levantaron diciendo que se marchaban y que ahí se quedaba "la fulana esa" que ellas querían descansar. Me habría quedado horas mirándoles, sintiéndoles, calentándome con ellos pero no se me ocurría que excusa ponerles a mis amigas. Raquel y Mónica subieron a las habitaciones y Silvia y yo nos quedamos un rato hablando en uno de los salones del hotel. Allí ella me decía que lo de Emma le había parecido asqueroso y vulgar, no acorde con una mujer de su posición y de buena familia y yo aún estando de acuerdo mantenía mi calentura mientras deseaba que mi marido estuviera despierto, esperándome, para que me echara un buen polvo y me calmara.

Estuvimos un rato hablando, quizás media hora cuando decidimos subir, nos despedimos en el pasillo y entré en mi habitación esperanzada. Desgraciadamente la luz estaba apagada y mi marido en la cama, cuando se pone a dormir no hay quién lo despierte pero yo mantenía la esperanza, encendí la luz del cuarto de baño y me quité la blusa, el sujetador, los zapatos y los pantalones, lo acomodé todo con cuidado en una silla, me dejé puestas las bragas negras y me puse el camisón que me había comprado, era de un color rojo muy fuerte y encaje negro en el escote, el camisón había sido carísimo y era bastante corto, no llegaba a tapar los bordados de mis medias negras que llegaban a la mitad del muslo y que no me quise quitar para excitar más a mi marido. Fui al cuarto de baño y me miré al espejo, era imposible que mi marido no me echara ese ansiado polvo con ese aspecto, así pues apagué la luz y me metí en la cama.

Le besé pero no se movió, le apoyé mi pecho en su espalda y no se inmutó, colé mi mano por su pijama y la puse sobre su miembro, le sobé un poco y nada, nada de nada. Me enfadé pero lo cierto era que había tenido un día muy largo, nada que ver con el mío. Me di la vuelta dispuesta a dormir una vez descartado todo cuando vi que mi marido no había corrido las cortinas y la luz nos despertaría por la mañana, me levanté y cuando iba a correrlas me fijé que salía luz de la habitación de Emma. Por simple curiosidad salí a la terraza, no hacía demasiado frío, las cortinas de mi vecina estaban echadas pero entre la pared y la cortina salía un rayo de luz, me asomé y los vi, besándose de nuevo el negro y ella, las habitaciones eran iguales siendo lo más cercano a mi el diván, después la cama y después el cuarto de baño. Me asusté un poco pensando en que podían haberme visto pero parecía difícil, en ese momento no pensé en nada, simplemente me quedé observando.

-¡Bésame con más ganas negrazo, vamos bésame! -. Le decía Emma entre beso y beso.

El negro estaba de frente a mí y Emma de espaldas, él se quitó la camiseta dejando ver un bello torso musculado pero algo me decía que lo mejor estaba por llegar. Le quitó el pantalón rosa con movimientos bruscos y torpes sin siquiera quitarle los zapatos. La vista aún siendo yo una mujer heterosexual sin demasiado interés en las mujeres era impresionante, veía su blusa blanca sus medias, sus braguitas y su liguero blanco, sus zapatos de tacón de aguja también blancos, delante de ella un negro enorme que se despojaba de sus pantalones y calzoncillos quedando desnudo ante ella, yo no le veía, ella me lo tapaba, sólo le veía la cara.

-Cómemela -. Le dijo.

Yo moría de ganas por ver aquella polla, por vérsela aparecer y desaparecer de su boquita de muñeca.

-No te la pienso comer negrito, es más, creo que todo esto es un error -. Me quedé estupefacta.

-¡Pero qué dices maldita furcia, no me has calentado para nada! -. Exclamó Ettien mientras la empujaba hacia la cama. Me asusté de que mi marido pudiera haber oído algo sin embargo me alegré de que insistiera, ¡Por dios, qué caliente estaba! Me moría por verlos follar allí mismo. Ella se levantó y creo que pude ver como esbozaba una pequeña sonrisa, como si le hubiera gustado que el negro se enfadara, ella quedó de rodillas encima de la cama como si estuviera mirando para mí y de espaldas al negro.

-Aquí me tienes maldito negrito, fóllame, vamos fóllame y lárgate.

-Cállate la boca, estoy harto de ti, a partir de ahora mando yo, ¿te enteras zorrita?-. Se situó en la misma postura que ella, su pecho apoyado en su espalda por lo que yo desgraciadamente no le podía ver el falo. El negro empezó a desabrocharle uno a uno, pero con torpeza, todos los botones de su blusa, de repente levantó la mirada hacía mi posición y se quedó quieto, así unos segundos eternos, supuse que me había descubierto. Me quedé paralizada, ni siquiera me atrevía a marcharme, sin embargo él bajó la mirada, puso sus manos sobre el sujetador de Emma y empezó a sobarle los pechos.

-¡Así! – Gemía ella – Ven a comérmelas negrazo -.

El negro siguió sobándoselas, le mordía el cuello y ella arqueaba la espalda ofreciéndose, se acariciaba el clítoris por encima de sus bragas, yo miré al negro cuando éste levantó sus ojos como clavándolos en mí, posó sus manazas en el sujetador de Emma y de un tirón y sin apartar la vista de donde me encontraba yo lo rompió de un golpe.

-¡Ahh! -.Gritó ella. -¡Muy bien negrazo así, házmelo con ganas negro de mierda!-. Decía ella visiblemente cachonda e incitando al negro. -¡Qué zorra es! – pensé. Sin embargo yo no aguantaba más, bajé una mano y la puse sobre mis braguitas para comprobar cómo me estaban poniendo, pasé un dedo por entre los labios de mi coñito y como esperaba estaba chorreando, estaba chorreando como una puta al ver a aquella niñata en las manos de aquel gigante, al ver ese ángel disfrazado de zorra al que los pechos le habían saltado como un resorte al ser liberados, efectivamente eran incluso un poco grandes y que resaltaban sobre su delgadez, como si no fueran de su cuerpo, casi apetecibles hasta para mí.

El negro le sobaba las tetas y ella gemía y gemía, con una mano le agarraba un pecho y con la otra ya colaba su mano bajo sus braguitas, unas braguitas blancas e impolutas que parecían hasta perfumadas en contraste con la manaza sucia del gigante. Emma cada vez gemía más cuando el negro le dijo:

-¿Quieres que te folle?

-¡Sí vamos negro, fóllame, fóllame ya! -. Decía entre suspiros, claramente ella ya no tenía el control de la situación. Yo ya no aguantaba más y empecé a masturbarme, con la otra mano comprobé los esfuerzos de mis pechos por destrozar mi camisón nuevo.

-¿Quieres que te folle? Pues lo primero que te voy a follar es esa boquita que tienes -. Esa frase casi consigue que me corra por lo que tuve que parar de tocarme. La agarró con violencia y la tiró encima del diván cayendo con las piernas abiertas como una muñeca. Gracias a eso pude ver aquello, aquel miembro enorme que parecía como de un animal, como de otra especie, desde luego aquello no parecía humano, gordo, largo, se podría coger con tres manos y aún así no cubrirla del todo, era un pollón descomunal, precioso. Ella permaneció allí tumbada en el diván a escasos dos metros de mí y se acariciaba, se acariciaba los pechos y el coño al igual que hacía yo, estaba allí esperando que Ettien le follara la boca con aquella gloriosa tranca, la envidiaba. Su aspecto de puta había aumentado al verla más de cerca, toda vestida de blanco y con los zapatos de tacón todavía puestos. El negro se colocó a su izquierda, ella se incorporó un poco y empezó a besarle la punta, ¡Dios me iba a correr! De nuevo tuve que dejar de tocarme para retrasar más el placer. Le lamía cada centímetro, se metía los huevos en la boca, como una puta, como una profesional, pronto se la mamaba con toda su pasión aunque en absoluto llegaba a tragar ni siquiera la mitad de aquel bulto oscuro.

-Mírame a los ojos zorrita, quiero ver como me la comes rubita, venga, dime que te encanta mamármela -. Ella obedeció y mientras se la chupaba le miraba a los ojos.

-Me encanta comértela negrazo venga, a que no aguantas más, córrete en mi cara cabrón -. Le dijo mientras aumentaba el ritmo y se la chupaba a dos manos. Sus palabras me golpeaban en la cabeza, no podía acariciarme el coño porque no quería explotar, me tocaba las ingles, me mordía el labio y comprobaba mis pezones, saqué un pecho del camisón y mojé mi pezoncito rosado con mi lengua, estaba completamente fuera de mí. El negro la tumbó, puso sus piernas a los lados de su cuerpecito, y se la metió en la boca de un golpe, se follaba su boquita como si fuera un coño, con mucha violencia, ella gemía y lo hacía más fuerte cuando se la clavaba en la garganta como avisándole de que ese era el máximo hasta donde la podía meter. Con una mano le agarraba de la base y con la otra se pasaba los dedos por su concha, hinchada, a punto de explotar, como la mía. Ettien mientras se la metía le llamaba de todo, le preguntaba si eso era lo que quería y si le había subido a su habitación para eso, mientras hablaba me miraba, estaba segura de que ya no era casualidad, que me estaba mirando, sin embargo yo permanecí inmóvil. El negro la sacó de su boquita, se la iba a follar, -al fin- pensé, estaba dispuesta a correrme a gusto viendo como hundía su tranca en el cuerpo de Emma cuando alguien entró en la habitación, era Patrick.

-¿Pero quién es ese? ¿Qué hace aquí? -. Lárgate gritó Emma sobresaltada.

-Es un amigo al que le dije que se podía unir a la fiesta -. Decía Ettien mientras Patrick se desnudaba sonriente a gran velocidad. –No te preocupes, te va a encantar -.

-No, por favor, los dos no -. Decía Emma como haciéndose la estrecha cuando se veía en sus ojos un claro semblante de deseo. Patrick se desnudó, su verga también era gigante, quizás más fina que la de Ettien pero eran las pollas más grandes que había visto nunca. Emma de nuevo se tumbó, se la iban a follar los dos, todos lo sabíamos, todos lo ansiábamos.

-Pues ven aquí negrito-. Le dijo ella a Patrick haciéndole un gesto, los dos le pusieron la polla en la cara y ella se las metía en la boca una y otra vez, Ettien se puso de nuevo con una pierna a cada lado de su cuerpo para follarle la boca mientras que Patrick le apuntaba con la punta de su falo al coñito.

-¡Métemela ya cabrón! -.Gritó Emma. –Métesela ya cabrón -. Pensé yo.

Rápidamente se la fue hundiendo en su interior, todos gemían, yo me mordía el labio para no hacerlo. Pronto se la había clavado entera y yo no podía comprender como le podía caber, sus inmensas pollas aparecían y desaparecían de su coño y de su boca, ella gemía como una loca y Ettien me miraba y decía:

-¿Te gusta? ¿Te está gustando zorra? -. Yo no sabía si me lo decía a mí o a ella, aún mantenía la esperanza de que no me hubiera visto. El negro sacó su polla de la boca y ella le masturbaba a dos manos, en seguida se las apartó y Ettien empezó a masturbarse a veinte centímetros de su cara mientras Patrick aumentaba la velocidad de sus embestidas, Ettien empezó a gemir y yo me quedé paralizada mientras Emma abría la boca y le pedía con insistencia que se corriera en su cara.

-¡Córrete en mi carita negro de mierda! -. Gritaba entre gemidos.

El negro ya no podía más, dos, tres, más de cinco chorros de semen bañaron su carita de ángel, en su boca, sus tetas, su cuello, su blusita, hasta en un ojo que ya no podía abrir.

-Muy bien negrito-, le dijo con un ojo cerrado -. Casi me corro sin siquiera tocarme. Ettien le golpeaba la cara con la polla haciendo que se la limpiara. En ese momento Patrick la abandonó, Ettien también, nos quedamos todos quietos cuando Ettien se dirigió rápidamente a la terraza, la abrió, me cogió por un brazo metiéndome en la habitación y cerró de nuevo la puerta corredera. Me quedé de pie, todos me miraban atónitos.

-Así que tenemos una mirona, ¿tu marido sabe que eres una curiosa? ¿Sabes que hacemos aquí con las mironas? Las castigamos, ¿Verdad Patrick? -. Dijo Ettien mirándome de arriba abajo. Desde esa distancia su miembro aún me parecía más descomunal, estaba más caliente que nunca y asumiría el castigo, eran feos y enormes pero podían hacer con mi cuerpo lo que quisieran.

-A nosotros también nos gusta mirar, ¿Por qué no nos dais ese placer?

Emma estaba sentada en el diván, yo la miré y me hizo un gesto para que me acercara. ¡Dios mío, estaba tan cachonda! Me daba todo igual, quería tocarla, que me tocase, con esa pinta de puta que tenía con esa ropa con esa cara bañada en semen que apenas se había limpiado, ella estaba sentada con las piernas totalmente abiertas, a horcajadas, ofreciéndose y me hizo un hueco para que me sentara de igual manera frente a ella, así lo hice. Empezamos despacio, yo pasaba mis manos por sus muslos, sobre sus medias, jugando con las tiras blancas de su liguero, ella me acariciaba las ingles y nos besamos, un beso dulce, despacio, con cuidado, cuando de repente ella me sacó por arriba las tetas del camisón y empezó a jugar con ellas, yo hice lo propio con las suyas palpándolas al principio sobre el fino tejido de su blusita y después se la aparté un poco y se las sobaba desnudas, eran firmes, jóvenes, al poco tiempo ella ya pasaba sus dedos por mi coñito.

-Estás empapada Cris

Se me aceleró el pulso y empecé a lamerla, la cara, los pechos, le lamía el semen del negro y lo metía en mi boca para luego besarla, nos masturbábamos mientras nuestros pechos chocaban, los negros no aguantaron más y vinieron a ponernos la polla en la cara, pollones que mamábamos con insistencia, nos besábamos. Emma metió su mano bajo mis bragas y yo la aparté, no aguantaba más pero quería correrme con una polla dentro. Mi marido no se podría ni imaginar lo que estaba haciendo su mujercita a escasos dos metros de él con tan sólo una fina pared en medio. Cuando más estaba disfrutando nos agarraron y nos tiraron en la cama, yo caí sentada con la espalda contra la pared, ella cayó acostada y no dudó en meter su lengua y sus dedos dentro de mí. ¡Qué bien me lo hacía la muy puta! De nuevo estuve a punto de correrme cuando uno de ellos me agarró del pelo y me apartó de ella poniéndome a cuatro patas sobre la cama, me levantó la cabeza y me metió la polla en la boca, yo mamaba y mamaba como la zorra en que me había convertido por tanto calentamiento.

No sabía lo que estaba pasando detrás de mí mientras yo se la chupaba a Ettien.

-Mírame a los ojos puta.

Yo levanté la mirada y le sonreí, por momentos se me salía de la boca ya que era tan grande que me costaba meterla, luego por fin noté un cuerpo extraño en la punta de mi coño.

-¡Follazme cabrones, venga negros dadme caña! - les gritaba completamente fuera de mí, como si me hubiera convertido en Emma. Notaba como centímetro a centímetro metía su inmenso pollón en mí.

-¡Venga cabrón quiero oír esos huevos chocar! -.Gemía como una perrita en celo.

A los pocos segundos de que aquel negro me penetrase me corrí, me corrí como una loca, como una puta, el orgasmo más largo e intenso de mi vida, con la polla más grande que jamás hubiera podido imaginar, creí que me desmayaba pero Ettien me sostenía la cabeza para que se la siguiera mamando. Emma se puso detrás de mí y me limpiaba la conchita con su lengua mientras notaba un miembro ajeno en mi ano.

-¡No, no, por el culo no! - Grité con todo el convencimiento.

-Ese será tu castigo por puta mirona, ¿No te enseñaron que está mal espiar a los demás? Además veo que tienes el culito muy estrecho y te va a encantar-.Me decían.

-¡No, por dios, me vais a romper! -. Estaba muy asustada.

Al cabo de unos instantes Patrick untaba su polla en la boca de Emma y después me metía la punta en el ano, cada vez más y más, yo gemía y se me saltaban las lágrimas pero no tuvieron compasión, me la metió, no sé hasta donde y me dio por el culo. Notaba como me rompía el culo mientras Ettien me agarraba fuerte del pelo, me apretaba contra sí y entre gritos se corría en mi boca, intentaba tragármelo pero gran cantidad me caía de la comisura de los labios.

-¡Me voy a correr en tu culo de zorra! - oí desde atrás. No pude evitar volver a correrme en un orgasmo increíble mientras él me agarraba por el cuello, empezó a tirarme de mi camisón hacia atrás mientras notaba sus chorros de semen en mis entrañas con una violencia en sus embestidas que al agarrarme acabó arrancándome el camisón quedándoselo en las manos.

-Aquí tienes tu castigo - me dijeron mientras caí como un zombie en el diván.

Me habían roto el culo y me quedé semi inconsciente, notaba sangre y semen abandonándome, estaba desnuda y destrozada y sin embargo ellos no habían tenido suficiente y se follaban a Emma de todas las maneras posibles, ella gemía y gemía y en muchos momentos me miraba al correrse, finalmente en una de esas folladas uno de ellos se acercó a mí y sin que yo apenas pudiera protestar ni apartarme se corrió en mi cara riéndose a carcajadas.

No sé si dormí un rato pero cuando abrí de nuevo los ojos ellos ya no estaban y Emma estaba tumbada en la cama con los ojos abiertos, yo con dificultades me incorporé y casi arrastrándome me fui a mi habitación no sin antes decirle:

-Ni una palabra.

-Ni una palabra -. Me respondió con un susurro.