El castigo de Carla

Yo temblaba, Carla también pero no estaba al límite. Él sabía que a partir de ahí no controlaba mis piernas y se levantó para agarrarme de la cintura. Iba a caer.

-Hace días que leí lo que le enviaste a mi Amo, Él me lo dió a leer. Y escribiste que ibas a decidir tú cuando podría correrme, -dije sentada en el sillón en el que solía sentarse Él.

Mi Amo me había prometido que yo sería top con ella pero ninguno de los dos sabía dónde la habían metido. Carla estaba desnuda y retorcía las bridas intentando soltarse.

-¡Vaya! Ahora no vas de lista ¿eh? Quédate quieta o te abofetearé. No quiero que te hagas daño en las muñecas.

Aunque mi Amo estaba allí para controlar la escena, él era mucho más sádico que yo y no me pararía con la facilidad con la que yo le pararía a Él. Si yo no conseguía hacer que llorarse entonces él me haría llorar a mí.

-Te quitaré la mordaza Carla. Pero tienes que ser una buena chica. ¿Eres una buena chica?

Ella asintió con la cabeza y yo sonreí.

-Ni se te ocurra hablar. ¿Está claro?

Lo bueno de tenerla atada era que podía moverla como quisiera y tenía su culo para azotarlo como me diese le gana. La cogí del collar que llevaba al cuello y la puse en el potro con el culo hacia fuera. Solo entonces le quité la mordaza. Enganché las bridas al gancho del techo para que no se moviese y miré a mi Amo.

-¿Qué me recomiendas utilizar con esta perra?

Acaricié su espalda. Carla temblaba.

-Tranquila Carla.

-El cinturón...

-¡No! -gritó Carla.

La di un bofetón.

-Callaté Carla.

-Pero ven a quitármelo con la boca. Gateando.

Me puse a gatas con el uniforme rosa que mi Amo me regaló la última vez y caminé hacia Él.

-¡Miau, miau! -maullé cuando estaba entre sus piernas.

-Muy bien mi gatita. Ahora desabrocha el cinturón. Con la boca.

-¡Miau! -asentí.

Lo más difícil era quitar la hebilla. Tardé un poco pero lo conseguí.

-¡Miau!

-Muy bien mi gatita. ¡Buena chica!

Él se terminó de quitar el cinturón, me lo puso rodeando mi cuello y me levantó agarrándome del pelo y me besó.

-¿La calientas primero o la azoto directamente?

-Vamos a hacerlo más divertido -sonrió y lo supe antes de que sacase las dos balas vibradoras del bolsillo de sus vaqueros.

-No...

-No es una opción. Si te corres antes de hacer que llore no te daré tu premio, pero a ella sí.

-¡No es justo!

-Ella tendrá tu mando y yo tendré el de ella. Date la vuelta y agarraté los tobillos con las manos.

Me introdujo la bala y empezó a hacer que vibrase muy bajito. Yo temblé. Él la paró y acercándose a Carla le dejó el mando en la mano. Mientras le susurraba algo al oído.

-Ven mi gatita, a cuatro patitas por supuesto.

Puso el vibrador de nuevo hasta que llegué a su lado.

-Colócaselo como lo he hecho yo -me puso el vibrador en la mano y me cogió de la cintura.

Pero yo era mucho menos delicada, sobretodo con ella. Me besó el cuello y dijo:

-Hazlo.

Y yo le introduje la bala sin ningún problema.

-Ya está mojada, luego me dices a mí pero ella solo se ha llevado una bofetada y ya chorrea.

Me mordió el cuello y se alejó de mí para sentarse en el sillón y dijo:

-Hay 7 velocidades Carla, solo debes pulsar este botón para subir la velocidad y el de al lado para bajarla. Quiero que le pongas la misma que te voy a poner yo a ti y no me engañes, si lo subes lo sabré por ella y el mando tiene lucecitas que señalan la velocidad. Como lo cambies mal le haré utilizar otros juguetitos no tan agradables.

Bueno, puedo ganarla, tardo bastante en correrme así que es posible que ella llore antes. Carla sonreía con maldad.

-¿Y qué pasará si ella se corre antes?

Ella dejó de reirse y a mí me brillaron los ojos.

-Entonces os castigaré a ambas.

Siempre era mejor opción que él nos dominase a ambas a que ella me dominase a mí. Tenía 3 opciones:

Primera, dejar que Carla ganase y no era una opción aceprable.

Segunda, darle flojito, que ella se corriese y ganarnos un castigo. Con el riesgo de que no sabía cual iba a ser ese castigo.

Tercera, ganar. Aunque no sabía qué premio quería. Daba igual, no quería un castigo por parte de ninguno de los dos y menos de ella.

-Empieza mi pequeña.

-Cuenta Carla, -levanté el cinturón y le di en medio del culo.

-¡UNO! -Ni se movió, otro golpe con el cinturón:

-¡DOS!

Otro... aún seguía tranquila.

-¡TRES!

Otro más... ya empezaba a respirar rápido.

-¡CUATRO!

Otro más...

-¡CINCO!

Gimió y yo sentí como subió la velocidad. Temblé de nuevo y vi como me miraba. Sabía que le encantaba la jodida situación y él sabía que si yo no actuaba rápido Carla se correría. Azoté su culo de nuevo repetidas veces.

-¡QUINCE!- gritó Carla.

Él subió la velocidad dos veces, vi la cara de Carla y luego lo noté en mí.

-Gatita, ¿cuántas veces le has dado?

¡Mierda! No las había contado.

-Si lo aciertas reduzco la velocidad pero sino la aumentaré. No puedes darle sin controlar tú cuántos lleva. Hice un calculo rápido, eran pares, la cuestión era si se trataba de 14 o 16.

-Dieciseis.

Sonrió y la velocidad subió a cinco.

-¡No es justo! ¡Sé que he acertado!

-Ya pero lo hago porque quiero y porque puedo.

Yo temblaba, Carla también pero no estaba al límite. Él sabía que a partir de la 5 no controlaba mis piernas y se levantó para agarrarme de la cintura. Iba a caer.

-Sabes que debes pedirme permiso ¿verdad?

-Lo sé.

-¿Y te vas a rendir ya?

-¡No! -le desafié con la mirada.

Era una montaña de dinamita y Él tenía la cerilla con la que iba a arder y cuando estaba a punto de hacerlo lo subió a 7.  Carla se me adelantó y el mando de mi bala cayó al suelo. Claro que ella no tenía que pedirle permiso a nadie pero mi Amo apagó su mando al instante.

-Por favor...-susurré entre gemidos antes de que me fallasen las piernas definitivamente.

Me derrumbé y el me cogió de la cintura y me tumbó en su sillón.

-No lo pares, deja que llegue. Mírame.

Le di las manos y le miré a los ojos. Brillo de maldad.

-Buena chica- me besó.

La bala seguía vibrando. Me iba a desmayar si no paraba, era demasiado, yo seguía gimiendo, retorciéndome y todo sucedió a cámara tan lenta...

Él se alejó de mí y fue a donde estaba Carla, se agachó, cogió el mando del suelo y fue reduciendo la velocidad gradualmente hasta que lo apagó. Ella estaba llorando, Él le había quitado su orgasmo en el último segundo y yo me estaba corriendo como ella debería haberlo hecho.

Desató a Carla y la ayudó a levantarse. Después les oí hablar sin entender nada y Carla desapareció por la puerta de la habitación. Yo estaba aturdida.

-Amo...

-Tranquila pequeña.

-No puedo ni moverme.

-Lo sé. Ven -me cogió en brazos y me besó.

-He perdido. Lo siento.

-Tranquila pequeña, no has perdido. Ella ha llorado antes de que tu te corrieses.

-Pero yo no la he hecho llorar...

Carla volvió con un vaso de agua. Con hielos...

-Por eso vamos a hacer una cosa... -y sin darme cuenta tenía las manos atadas a la espalda.

Ahora mandaba Él sentado en su trono desde donde hacer el mal.

-Carla, haz que se tumbe en el suelo con la rodillas dobladas y el culo levantado, mirándome siempre.

-Cierra los ojos mi niña.

Estaba demasiado agotada como para negarme a pesar de que iban a meterme dos hielos en el coño. Tenía que cumplir, mi Amo había ganado y era lo único que importaba ahora. Cerré los ojos y Él se arrodilló para besarme en la frente.

-Pase lo que pase si te digo que no abras los ojos no los abras.

-Si Amo.

-¡Buena chica!

Ahora era yo la que no podía moverse y Carla estaba de pie a mi lado. Tenía miedo. Alguien se arrodilló entre mis piernas y pasó el hielo por mis labios, mojándome.

Y de pronto algo me quema el culo. ¡Mandita cera y malditas velas!, no lo había visto venir. Me sobresalto un poco pero no pierdo mi posición.

El hielo se cuela en mi coño.

-¡Ains! -chillo por la impresión, voy a tener que estar con ello unos 2 minutos hasta que se derrita.

Más cera. Otro hielo... y aguantar otro minuto más, no puedo. "No lo frenes", "Quieta" me repito una y otra vez. Pero algo me golpea en el culo, ¡los palillos chinos no!, me voy a romper.

-No puedo más...

-Lo sé, aguanta pequeña. Solo un poco más.

Y de repente noto una lengua en mi coño, Carla me lame de arriba abajo y me quiero morir.

Otro golpe en el culo y otro y otro. Y para de nuevo.

-Carla, quitalé las bridas.

Carla me desata, sigo con los ojos cerrados.

-Puedes abrir los ojos mi niña. Carla no te he dicho que pares, ¿verdad?

Carla metió la cara en mi coño y volvió a lamerlo. Mi Amo me agarró del pelo y me hizo mirarle a la cara.

-Devuelvele el favor, ella aún no se ha corrido y tiene que pedir permiso.

Ella seguía comiéndome el coño y yo ahora se lo comía a ella. Él separó a Carla de mi coño y me acabó metiendo la polla.

Me encantaba, gemí entre las piernas de Carla. Mi Amo jugaba a limpiarse la polla en la boca de Carla y metérmela en el coño. Yo temblaba. Carla pidió permiso para correrse.

-¡No! -dijo mi Amo.

Yo también lo pedí. Sacó su polla de mi coño y se sentó en el trono.

-Habéis perdido y solo pienso dejar que una de las dos se corra. ¿Mi pequeña? ¿Tú quién crees que se lo merece?

-Carla.

-¡Correte!

-Pero... -dijimos las dos.

-Tienes diez segundos. Nueve, ocho...

-¡Aaaah!

-Siete, seis... o no te dejaré correrte nunca más si no lo haces ya.

Carla metió la cabeza en mi coño de nuevo. Ya estaba a punto.

-Cinco...

-¡¡AAAAAAAAAAAHH!!

Y me corrí. Me corrí con la boca de Carla en mi coño y me corrí ante los ojos de mi Amo. Y Él me besó y metió su polla en mi boca hasta que se corrió.

-Muy bien pequeña. No tragues. Comparte un poco. Y tú Carla, limpialá.

Carla vació mi boca y me comió el coño hasta que mi Amo la ordenó parar.

-Gracias Amo -dije yo.

Él me abrazó y me besó despacio.

-Y ahora a la ducha mi niña. Vamos Carla, muevete.