El castigo

Como mi mujer me transformó en un marica afeminado.

Me llamo Sergio, tengo 35 años y hace 5 años que estoy casado con Soraya. Estoy muy enamorado de mi mujer, la quiero con locura, pero mi vida sexual en el matrimonio es algo monótona, no me satisface al 100% y alguna vez

si me sale algún “rollito” aprovecho la ocasión.

Hace unos días encontré por casualidad o una exnovia, quedamos para tomar una copa y al final terminamos en su casa follando, este encuentro se repitió varias veces hasta que al final mi mujer me descubrió.

Soraya monto en cólera tras confesarle que era verdad que le había sido infiel. Me dijo que no me perdonaba y que quería el divorcio, le dije que tan solo había sido sexo, que la quería con locura y que por favor no me dejara que estaba dispuesto hacer lo que fuera por salvar nuestro matrimonio.

Después de varios días sin dirigirme la palabra, me dijo que quería hablar conmigo sobre nuestro futuro: Su planteamiento fue que estaba muy dolida por mi comportamiento y que si teníamos que seguir juntos, mi actitud merecía un castigo, solo si aceptaba su castigo no se divorciaba.

El castigo era que durante un año tenía que comportarme como un marica afeminado, tendría que llevar la ropa que ella quisiera y tendría que obedecer sus órdenes y deseos sin rechistar, no había alternativa esto o el divorcio.

A pesar de la humillación que suponía, acepte el castigo, mi amor por ella era superior a mi amor propio.

Lo primero que hizo fue mandarme a su salón de belleza. Me esperaban y tenían sus instrucciones, el salón solo era para mujeres, pase mucha vergüenza. Primero me hicieron pasar a una sala, donde después de desnudarme completamente me depilaron todo el cuerpo incluso mis partes íntimas, me dieron una bata corta de color rosa y pase a otra sala, con otras clientas que me miraban y se reían. Me afeitaron la barba con una crema especial,

hicieron la manicura, un maquillaje permanente de cejas y ojos, me perforaron el lóbulo de una

oreja, donde posteriormente mi mujer me puso un pendiente y finalmente me cortaron el pelo, vaciando las partes laterales y traseras dejando más pelo en la parte superior, con un largo mechón que caía hacia los ojos.

Cuando llegue a casa mi mujer dio el visto bueno al cambio de imagen; así me gusta bien femenino, que no quepa duda que eres un marica afeminado. Ahora vamos al centro comercial para cambiar tu vestuario. Nos dirigimos a

varias tienda que ella conocía, primero a una de lencería; compro

bragas, tangas de diversos colores, sujetadores con relleno,

bodys, baby-dolls, medias y dos camisones de tul, uno negro y otro rosa, le dijo a la dependienta que era para mí y tuve que probarme todas las prendas, delante de ella y con alguna que otra clienta observando, cada vez que me probaba una pieza mi esposa pedía la opinión de la dependienta y esta se regocijaba con comentarios como: “le queda muy sexi”, “esta guapísima”. Luego visitamos una tienda de ropa donde compramos pantalones, camisas, jerséis, camisetas, todo de corte, tejidos y colores femeninos. En la zapatería me compro un par de sandalias de mujer con un poco de talón y unos botines con talón de aguja.

A llegar a casa fuimos a la habitación, tuve que sustituir toda mi ropa del armario, poner en cajas mi antigua ropa para guardarla en el desván.

Me cambié de ropa me pude unas bragas rosas de raso, un pantalón rosa de pirata, una camisa a juego

decorada con flores y unas sandalias.

Después mi mujer me mando al supermercado a comprar,

por la calle notaba que la gente me miraba, al pasar por delante de un Bar, donde varios jóvenes estaban en la terraza tomando unas cervezas, me increparon diciendo “mira este mariquita, quieres chuparnos la polla”. En el Supermercado la dependienta me dijo “reina que necesitas”, yo me ruborizada me sentía humillado.

Aquella noche salimos a cenar, mi mujer escogió el vestuario para salir; un tanga de color negro, un pantalón blanco de hilo y una camiseta de tirantes, roja de licra que dejaba al descubierto mi ombligo,

el pantalón transparentaba y se veía el tanga. Fuimos a cenar a un restaurante de la zona gay, lo pase muy mal me sentía muy observado, creía que todo el mundo me miraba, la verdad es que note más de una guiño por parte de algunos comensales.

La cena transcurrió con normalidad, estuvimos charlando los dos animadamente le confesé que me arrepentía mucho de mi infidelidad, que merecía el castigo que estaba sufriendo y que nada me gustaba más que complacerla en sus deseos, yo cada vez asumía mejor mi papel de marica afeminado. Después de cenar fuimos un club gay próximo al restaurante, entramos y nos sentamos en una mesa y tomamos un par de gin-tonics. Mi mujer me señaló unas cabinas que había en el fondo del local, eran cabinas para practicar sexo entre desconocidos, me indico que fuera a una de ellas y que chupara un par de vergas, que se corrieran en mi boca y que quería ver la prueba en el vaso del gin-tonic.

Fui hacia las cabinas, entre en una de ellas, había un chico joven, le dije que deseaba chuparle la polla, asintió me dijo arrodíllate, cogió su polla y me la metió en la boca, con la mano me agarro la cabeza de manera que hacia el movimiento como si me estuviera follando por la boca, duro un par o tres de minutos pero se me hizo eterno finalmente se corrió en la boca, repetí la escena en la cabina siguiente, allí había un hombre mayor de más de 50 años, le dije que deseaba chuparle la polla,

respondió, nenita no prefieres que te rompa el culo, le suplique que me dejara que se la chupara; se recostó en el sofá y empecé a succionar el glande, ya tenía más experiencia era mi segunda polla,

era mucho más grande que la primera, el cabrón no se corría, empecé un mete y saca, le suplique que se corriera en mi boca a lo que accedió. Le lleve a mi mujer el vaso del gin-tonic, con el producto de ambas corridas, me dijo que estaba contenta que me había comportado como un auténtico marica. (continuará …)