El castigo
Probaría el latigo y algo más, delante de aquella reunión de amigos, todo por perder a un juego. Sería tratada sin piedad y posiblemente usada sin miramientos, pero eso nunca se sabria.
El castigo
Nunca debimos a empezar a jugar a ese estúpido juego y en el mejor de los casos tuvimos que parar a tiempo, como otros hicieron otros fines de semana. Pero ella no, es así de inconsciente y cabezota. No supo parar, llegó hasta el final y perdió. Llegó hasta el límite y tendría que pagar por ello, el castigo máximo. Debería probar el látigo y algo más. Ese algo más estaba en un sobre cerrado y lacrado aún pues nunca se había abierto.
Mi esposa era la que sería castigada, además no habría piedad para ella pues se había jactado y burlado de todos y otros fines de semana había sido insensible con los perdedores. Los fines de semana nos reuníamos en aquel caserón, viejo monasterio 7 parejas amigas.
Apuré mi vaso de whisky nervioso mientras esperaba que apareciera. Dos mujeres se la habían llevado a una habitación para prepararla. Al fin despues de un rato la trajeron de nuevo. Le habían recogido el pelo y llevaba los ojos vendados con un gran pañuelo negro anudado en su nuca. Solo llevaba puesto unas botas altas negras con tacón de vertigo y un corset de cuero a la cintura que llegaba al nacimiento de los pechos elevandolos sin cubrirlos en absoluto. Las nalgas y el coño que había sido previamente rasurado se mostraban en su plena desnudez. Tenía las manos atadas por delante con una muñequeras de cuero unidas entre sí por unas argollas de metal.
La pasearon por medio de todos los presentes para que la vieramos bien. Estaba temblona pero terriblemente deseable e impúdica. La condujeron finalmente bajo una ventana alta del salón. Entonces Juan se acercó a ella, ha´bilmente anudó una cuerda a las argollitas de las muñequeras y la paso por los barrotes de las ventanas , tirando luego de ella, dejando a mi mujer con las manos elevadas y de puntillas. Luego pidió el látigo.
Otra de las mujeres se lo trajo. Era de cuero negro con mango. Lo dobló y se lo pasó por los pechos desnudos, por la espalda, por los muslos, por las nalgas. Ella se estremeció. Luego fueron sus manos las que tocaron sus tetas , magreandolas a su gusto y rozandolas bien. Intenté protestar y levantarme pero los otros hombres me sujetaron y me indicaron que sería expulsado de volver a repetirse.
Juan siguió con la exploración delante de todos , dejé el látigo en el suelo unos segundos y le introdujo los dedos de una de sus manos en el coño y los de la otra en el culo. Ella estaba roja y desostrozada.
Cogió el instrumento de suplicio e inició el castigo. Juan sabía utilizarlo bien, la víctima se retorcía al ritmo que el dictaba mientras sus hermosas y rotundas nalgas se iban llenando de líneas rojas y perfectas. Pronto el intento de mi esposa de mantenerse altanera y no gritar se vió vencido por el cuero , y lo hizo chilló, gritó, suplicó y terminó llorando sin que nada de eso apiadara al verdugo ni a los presentes.
-Que aprenda esa zorra.- dijo alguna mujer detrás mía.
Cuando creyó que su culo estaba perfectamente amoratado, la volvió un segundo y con un golpe corto del látigo doblado castigó sus pechos una vez cada uno. De la misma forma hizo con sus muslos y su coño. Dando con esto por terminada la primera fase del castigo.
Desatada de la ventana fue colocada en medio del salón de rodilla. Seguía con los ojos vendados. Todos y todas fueron pasando a su alrededor, la tocaban, acariciaban las marcas del látigo en su esplendido trasero, le daban palmadas en sus nalgas cruelmente castigada, recorrían con los dedos sus pechos o los apretaban, señalaban su coño rasurado y expuesto.
Elena ha recibido la primera parte del castigo .-dijo Juan- ahora toca la segunda. Para ello las mujeres y el marido deben abandonar el salón.
¿Qué le van a hacer a Elena? .- pregunté.
No tienes derecho a saberlo, vete con las mujeres.- me contestaron.
Varias mujeres me tomaron de los brazos y me hicieron salir. Me llevaron al jardín con ellas. La mujer de Juan me dijo.
¿ De verdad quieres saber lo que van a hacer con ella ¿
Asentí con la cabeza.
Todo lo que puedas imaginarte y más, pero eso no lo sabrás nunca ni nosotras tampoco, por eso nos han hecho salir. Al fin al cabo tu seguirás casado con ella y nosotros con nuestros maridos.
¿ La follarán?
Vamos a ver , tu mujer esta deseable las tetas fuera, el coño y el culo disponible, unas hermosas botas y un corset. Seis hombres con ella a su merced. Sus nalgas marcadas por el látigo son un llamamiento para que su ano sea taladrado sin piedad.
Al tiempo que hablaba me estaba excitando , ella se dio cuenta y pasó su mano a mi sexo ya erecto. Continuó.
¿Su boca crees que se librará?. Será usada sin miramientos al igual que ese coño recién rasurado invitando a la penetración. La usarán de dos en dos, de tres en tres, gozarán de todo su cuerpo. Ella les dará placer con sus manos, con sus pechos, con sus muslos, con su grupa, con sus labios , con su chocho de perra.
Mi pantalón presentaba una gran mancha y ella sonrió y se fue.