El caso del suicidio

Dos compañeros de bufete, un juicio que no sale bien y una dulce borrachera...

21 de Junio 23:40- Apartamento de Mia Fey

Mia Fey leía con entusiasmo varios documentos que tenia encima de la mesa. Mañana era el gran día, mañana seria su primer juicio. Sabía que tenía que acostarse pero no podía, lo había intentado varias veces pero lo único que conseguía era rodar en la cama dándole vueltas a todos los datos sobre el juicio. No era demasiada la información que tenia, pero ella confiaba en su cliente. Aun no podía creer que su primera defensa fuera a un presunto asesino. De pronto sonó la puerta, Mia se preguntaba quien podría ser a esas horas. Se levanto del sofá y fue hacia la puerta. Su sorpresa fue máxima cuando se encontró a Diego Armando al otro lado. - Buenas noches gatita. - Dijo el joven con una sonrisa en la cara.- ¿Puedo pasar? - Sabes que odio que me llames así. - dijo apartándose a un lado. Ambos entraron y se dirigieron al salón. Allí estaba el caos de papeles sobre la mesa. Diego Armando no puedo evitar soltar una carcajada. - ¿Así preparas el juicio de mañana?- Mia intento defenderse pero este siguió hablando.- Era broma gatita, a mi me pasa lo mismo. Diego Armando sabía perfectamente que teclas tenía que pulsar para sacar de quicio a su amiga. Pero no era el momento de bromear. - ¿Cual es el motivo para que el gran Diego Armando se acerque hasta aquí? - Pues venía a echarle un cable a la novata, ya que tengo un par de documentos que te pueden interesar. - Tras decir eso sacó un sobre de su abrigo y lo puso sobre la mesa. Mia no tardó mi diez segundos en descubrir lo que guardaba aquel sobre. Era una fotografía y lo que parecía ser una carta. En la fotografía se podía ver a una mujer dentro de un maletero en posición fetal y la carta hablaba de que había que revelar un secreto y que iban a quedar en un lugar concreto. - ¿Que es todo esto? - Preguntaba Mia algo confusa. - Mañana encontrarás todas las respuestas, ya hemos terminado el trabajo por hoy. Mia asintió, Diego Armando era el mejor abogado del bufete en el que trabajaba. Así que sí el decía que no había nada más que hacer, por algo sería. - Venga gatita, quiero ver como te acuestas, no me fío de ti ni un pelo. - Vaaaale. - Protestó Mia. - Espera ahí, voy a ponerme el pijama. - ¿No puedo pasar? - No. - Pues vaya. - Dijo sonriendo. Tras aquel comentario la joven entró en su habitación cerrando la puerta tras de sí. No tardó mi un minuto en salir de nuevo. Llevaba un pijama veraniego formado por una camiseta de manga corta y unos pantalones que apenas le tapaban parte de los muslos. - Madre mia gatita, vaya pijama más sugerente. - Deja de decir tonterías. - Dijo un poco avergonzada. - ¿Ya estás contento? - Aún no. Hasta que no te metas en la cama no me pienso ir. Mia lanzó un suspiro y no le quedó más remedio que entrar en su cuarto y meterse en la cama. - Buenas noches. - Dijo el joven al otro lado de la puerta. Mia no respondió y tras oír una carcajada de su compañero se cerró la puerta. Varios segundos más tarde se cerró la puerta de la entrada. La joven intentó dormir pero era imposible, quería saber más sobre aquella carta y aquella foto. Así que no tardó en levantarse de la cama y dirigirse al salón. Su sorpresa fue mayúscula cuando se encontró a Diego Armando sentado en el sofá. - Lo sabía, sabía que no aguantarías ni un minuto en la cama. Mia estaba en estado de shock, no se esperaba para nada lo que estaba pasando, no se le ocurría nada para poder excusarse. - Ya verás como consigo que te duermas. - Dijo acercándose a ella. - Túmbate en la cama boca abajo, no vas a poder resistir contra uno de mis masajes. Mia aceptó, no tenía nada que perder, además necesitaba dormir para estar descansada para su gran estreno. Una vez estaba en la cama tumbada, no tardó en sentir las manos de su compañero recorriendo su espalda. Eran unas manos experimentadas que sabían perfectamente donde había que tocar para relajar totalmente. Cada mano se movía a su aire por toda la espalda de manera independiente. La joven soltó un suspiro al sentir las manos de su compañero meterse por debajo de su camiseta, al principio no le pareció bien pero al notar la sensación de aquellas caricias no pudo más que dejarle hacer. Poco a poco fue sintiendo como sus parpados le pesaban más y más hasta que finalmente se quedó dormida. Diego Armando se dio cuenta en seguida y metió a la joven en la cama. Se quedó mirándola varios minutos, estaba radiante con aquella cara de inocencia. Le dio un beso en la mejilla y salió de la habitación. Antes de irse le ordenó todos los papeles relacionados con el juicio.

Eran sobre las 8 de la mañana cuando sonó el despertador en el dormitorio de Mia Fey. Lo golpeó con la mano y éste dejó de emitir su estridente sonido. La joven se estiró dentro de las sábanas y no tardó en salir de la cama. Estaba muy descansada a pesar de las pocas horas que había dormido, se fue a la cocina y se preparó un café con leche, cuando pasó por la sala vio como todos sus papeles estaban ordenados y encima de su portafolios había una nota. Mia se acercó y comenzó a leerla.

  • Me debes una gatita, nos vemos en el juicio.

Un ataque de rabia le entró de repente al leer la palabra "gatita" pero se dio cuenta de que tenía razón, le había dado información vital para el juicio y además le había dado un masaje fantástico. Mia salió de sus ensoñaciones al oír el reloj de cuco marcar las 8 en punto. La joven fue a la cocina y desayunó, después se dio una ducha y finalmente se arregló para salir, tenía que hablar por última vez con su cliente antes de que comenzara el juicio.

Mia miró a su reloj y no pudo más que impacientarse al ver que su cliente se retrasaba, entonces se abrió la puerta del tribunal y allí apareció Terry Fawles.

  • Buenos días señorita Fey, siento la tardanza. – Se excusó llevándose la mano a la nuca.

  • Tranquilo señor Fawles, lo importante es que ya está aquí.

Mia y Terry comenzaron a hablar sobre como iban a dirigir el juicio y que cosas había que decir y cuales eran mejor omitir.

El juicio que tenía Mia por delante era muy difícil, se trataba de un asesinato. El acusado había matado a una agente de policía que años atrás había testificado en su contra condenándolo a la silla eléctrica. El crimen por el que fue juzgado aquella vez fue por secuestrar a una joven de 15 años y lanzarla al río por un puente a 12 metros de altura. Cabía destacar que la joven secuestrada era hermana de la policía asesinada.

Tan solo faltaban 5 minutos para que comenzara el juicio cuando Diego Armando entró por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Hola gatita, ¿Vamos entrando? – Dijo dirigiéndose directamente a la puerta del tribunal.

  • Sí, creo que ya es hora. – Dijo acercándose a la puerta.

El juicio comenzó y las cosas empezaron bien para la defensa ya que solo había una testigo. Mia fue desenmascarando todas las mentiras que iba diciendo la testigo y acabó deduciendo que aquella joven no era más que la hermana secuestrada de hace dos años. Pero entonces ocurrió la tragedia, Terry Fawles había ingerido un veneno letal que prometió tomarse en caso de traicionar a la que entonces era su novia, la joven secuestrada. Terry Fawles murió al instante y el juicio se canceló. La verdadera asesina, la hermana pequeña de la victima, salió del tribunal con una sonrisa en la cara y Mia no tardó en echarse a llorar. No podía creerse que todo acabara así, acababa de demostrar la inocencia de su cliente y de pronto éste se quita la vida para que la verdadera acusada no pague por ello. La cabeza de la joven letrada no podía asimilarlo. Diego Armando abrazó con fuerza a la joven, entendía como se sentía, y más siendo éste su primer juicio, debía ser un palo enorme.

Poco a poco fueron saliendo del tribunal y Diego Armando llevó a Mia a su casa, no le parecía bien dejarla sola, aquella joven estaba sufriendo. Se sentaron en el sofá y comenzaron a hablar sobre lo ocurrido, ambos estaban decepcionados por como había acabado todo pero a Mia se la veía totalmente abatida. Diego Armando se levantó un momento y volvió al sofá con dos vasos con hielo y una botella de ron. Dejó ambos vasos sobre la mesa y no tardó en llenarlos. Mia no quería beber pero no pudo resistirse por la insistencia de su acompañante. A Mia le costó beber el primer trago ya que eso sabía a rayos pero conforme fue avanzando la conversación aquella amargura se fue volviendo en una extraña dulzura.

Llevaban más de dos horas de charla y a la botella tan solo le quedaba el culín lleno de licor. Hacía tiempo que habían dejado de hablar del juicio y hablaban de temas totalmente diferentes, Mia se le notaba más risueña, se notaba que el alcohol estaba haciendo mella en su ánimo.

  • Muchas gracias Diego, de verdad que eres un amigo. – Dijo la joven alzando su copa.

  • No es nada mujer, para eso estamos los amigos. – Comentó brindando.

Los dos se bebieron el vaso de golpe y lo dejaron sobre la mesa. Mia agarró la botella y se dispuso a servir lo que sería el último trago, pero al ponerse de pie perdió el equilibrio y cayó encima de Diego Armando que no pudo apartarse. Sus caras quedaron a pocos centímetros la una de la otra y tras mirarse fugazmente a los ojos se fundieron en un tierno beso. La ternura se esfumó al instante dejando paso a la pasión ya que una guerra de lenguas comenzó entre la pareja. Diego entrelazó su mano en el pelo de la joven, ésta en cambio llevó sus manos a la camisa del hombre y comenzó a desabotonarla con torpeza. Mientras las lenguas continuaban su duelo, Diego Armando no podía creerse lo que estaba pasando, esto era más insólito que el propio juicio. En ese momento la camisa de Diego tocó el suelo y Mia separó su boca de la de su acompañante y se dirigió al recién descubierto pecho de Diego. Sacó su lengua y comenzó a lamer cada centímetro de carne del hombre. La joven se acercaba con peligro a uno de los pezones y lo mordió. Diego Armando lanzó una mezcla entre gemido y alarido de dolor ya que es lo que acababa de sentir. Mia le había hecho daño al morderle pero ese daño le causaba un inmenso placer. De pronto sintió como su compañera repetía la operación pero en el otro pezón. Diego lanzó otro gemido, notaba como la erección de su pantalón cada vez era más y más potente, parecía que iba a reventar la cremallera. Diego Armando tenía la mayor parte del tiempo los ojos cerrados, estaba dejando que su compañera hiciese con su cuerpo lo que quisiera y por ahora todo iba de perlas. De pronto notó la mano de Mia acariciaba el gran bulto que sobresalía en su pantalón.

  • Que grande parece. – Dijo la joven con una sonrisa en la cara. - ¿Me la enseñas?

El hombre se llevó las manos a la cremallera y se la bajó con velocidad, también se soltó el botón del pantalón, entonces Mia llevó su mano al boxer y lo bajó de un golpe. El erecto miembro del muchacho se quedó mirando fijamente a la joven que sonreía al ver el tamaño del descubrimiento que acababa de hacer. No pasaron ni diez segundo cuando Mia se abalanzó sobre el miembro y comenzó a tragárselo. Diego Armando no se esperaba ese movimiento y lo único que pudo hacer es lanzar un largo gemido al notar como su miembro se zambullía dentro de la boca de la joven su respiración comenzó a agitarse con fuerza pero no duró mucho esa sensación ya que la joven se sacó el miembro de la boca.

  • ¿Qué pasa gatita? – Preguntó preocupado.

  • Este no es el momento ni el lugar,

  • ¿A qué te refieres? – Preguntó Diego Armando bastante extrañado.

  • Te espero mañana a primera hora en el tribunal, no me falles.

Diego Armando no supo que responder, Mia comenzó a vestir a su compañero. El joven estaba en estado de shock, aún no entendía la reacción de su pareja, pero no le quedó más remedio que aceptarla. Una vez vestido se despidió de su compañera con un beso en la mejilla y abandonó la casa. Mia cerró los ojos y se quedó dormida en el sofá, el día había sido demasiado duro y su cuerpo había dicho basta. Diego Armando en cambio tuvo que ir andando hasta casa ya que en su estado sería incapaz de conducir correctamente. No paraba de darle vueltas a las palabras de Mia, ¿Realmente quería decir lo que él pensaba que querían decir esas palabras? Su compañera estaba borracha, seguro que no sabía lo que decía, y aunque lo supiera, seguro que ni se acordaría, pero lo que no podía hacer era no ir y dejar plantada a Mia. Además la curiosidad podía con él y visto lo que había pasado hoy… no podía arriesgarse. Finalmente llegó a su casa, se quitó la ropa y la tiró a un lado de la cama, programó el despertador y se acostó, estaba deseando que llegara mañana para desvelar todas sus dudas.

Mia fue la primera en levantarse, eran las 7 de la mañana, tenía las tripas algo revueltas pero por suerte no le dolía la cabeza. Fue a la cocina y preparó café, aprovechó para darse una ducha. Estando allí le vinieron varias imágenes a la cabeza, eran del día de ayer, veía como se besaba con Diego Armando, como se acariciaban, como se desnudaban… El cuerpo de Mia comenzó a calentarse, los recuerdos no paraban de golpearle en la cabeza y entonces llegó uno que le llamó especialmente la atención, fue cuando le pidió a Diego que fuera al tribunal a primera hora de la mañana. Un sentimiento de vergüenza y excitación recorrió todo su ser. Deseaba ir al tribunal y encontrarse con Diego Armando, era un hombre muy atractivo, pero por otro lado estaba totalmente avergonzada. No se atrevería ni a mirar a Diego a la cara después de lo sucedido ayer. Dejó de pensar y se centró en el fluir del agua caliente por su cuerpo desnudo.

A cientos de kilómetros un adormilado Diego Armando se dirigía a la mesa con un café con leche en la mano. Colocó la taza en la mesa y hundió una magdalena tras eso se la introdujo en la boca, repitió ese proceso varias veces hasta terminar con el café. Entonces comenzó a vestirse, su cabeza seguía dando vueltas sobre el mismo tema. Había decidido ir al tribunal, la curiosidad le podía, aunque no tenía demasiadas esperanzas. Mia iría por cordialidad, si es que se acordaba, pero no pasaría nada entre ellos.

Sonaban las 9 en las campanas de la iglesia cuando Diego Armando entraba al tribunal. Mia no estaba, aún era pronto. Diego no paraba de pensar en porque habría elegido Mia este lugar pero no obtendría esa respuesta hasta que ésta llegara. Pasaban los minutos y el joven pasaba el rato hablando con diferentes colegas de profesión. Miró el reloj, eran las 10 y media, estaba claro, Mia se había arrepentido. Cuando se dirigía a la salida su sorpresa fue mayúscula al ver a Mia entrar. Estaba preciosa, tenía el pelo suelto y la cara sin maquillar, pero se le veía radiante. Diego fue directamente hacia ella, ésta se sorprendió al verle, por un momento pensó en que no estaría.

  • Buenos días Mia. – Dijo Diego Armando algo nervioso.

Oír la voz de Diego hizo reaccionar a Mia, en ese momento se dio cuenta de que había hecho bien yendo a su cita. La joven actuó por impulso, se lanzó a los brazos de Diego, acercó su cara a la del joven y se fundieron en un beso. Fue un beso corto pero intenso. Cuando separaron sus labios los dos jóvenes se miraron a los ojos, había una complicidad que nunca antes habían sentido. Mia agarró la mano de su compañero y comenzó a andar por los pasillos.

  • Tenemos que encontrar un lugar tranquilo, aquí podría vernos cualquiera. – Decía mientras andaba a paso ligero por los pasillos del tribunal.

Finalmente se detuvo frente a una puerta. Diego Armando sabía de sobra que es lo que se escondía tras aquella puerta y su sorpresa fue total al ver como Mia entraba en la habitación.

  • ¿En serio que vamos a entrar a uno de las salas donde se celebran los juicios? – Preguntó Diego Armando confuso.

  • ¿Qué pasa? ¿Tienes miedo? – Respondió Mia desafiante.

Aquellas palabras hirieron el orgullo de Diego Armando que entró de inmediato en la sala y comenzó a besar a Mia. De una patada cerró la puerta y siguió besando a su compañera con pasión, iban avanzando por el pasillo de la sala sin dejar de besarse. Sus lenguas se entrelazaban con velocidad y sus manos recorrían el cuerpo de su pareja con avidez. Llegaron al final del pasillo y comenzaron a subir las escaleras que dirigían al trono del juez. Mia estaba muy excitada, había soñado miles de veces con hacerlo en aquel lugar y por fin se iba a hacer realidad. Finalmente llegaron, Mia se separó de Diego y apartó levemente la silla. Se apoyó contra la mesa y le miró directamente a los ojos.

  • Llevo mucho tiempo deseando esto. – Dijo la joven en un tono muy provocativo. – No me hagas esperar más, por favor.

Aquellas palabras volvieron loco a Diego Armando que se lanzó como una bestia sobre su presa. Comenzó a mordisquearle el cuello mientras que con las manos comenzaba a desabotonar el pantalón de Mia. Ésta comenzó a lanzara leves gemidos al notar como Diego Armando quería poseerla. El joven no tardó en bajarle tanto el pantalón como el tanga hasta los tobillos. Posó una de sus manos en el sexo de la joven y notó que estaba empapado, entonces la levantó y la puso encima de la mesa. Mia abrió bien las piernas y dejó que su amante introdujera su cabeza. No tardó en sentir como la lengua de Diego se movía por todo su sexo, le daba todo tipo de caricias pero la gran mayoría se centraban en el clítoris. La respiración de Mia se agitaba cada vez más, de pronto la joven lanzó un grito de placer al sentir como Diego introducía tres dedos en su rajita. Comenzó a moverlos con velocidad y la joven no pudo aguantar mover sus caderas para sentir los dedos más al fondo. Diego se movía a una velocidad vertiginosa y el trato que le estaba dando a su clítoris la estaba elevando hasta el cielo.

  • Vamos Diego, no aguanto más, ¡Métemela ya! – Gritó Mia desesperada.

  • Tus deseos son órdenes para mí. – Decía mientras bajaba a la joven de la mesa.

La puso con el culo en pompa y el introdujo su miembro en el húmedo sexo de la joven. No tuvo ninguna complicación al meterlo ya que este resbaló hasta el fondo. Mia lanzó un gemido que se oyó en toda la sala al sentir como su pareja la penetraba. Diego una vez tocó fondo no tardó en comenzar a mover sus caderas. Su miembro entraba y salía con total libertad, Diego Armando disfrutaba viendo la imagen que tenía frente a él, eran las torneadas caderas de Mia moviéndose al compás de sus embestidas. El joven no pudo evitar fijarse en el ano de su amante, le entraron unos deseos irrefrenables de poseerlos. Mojó uno de sus dedos en saliva y lo introdujo en aquel delicioso agujero. Notó que entraba con facilidad con lo que dedujo que no era la primera vez que Mia tenía visita por aquella puerta.

  • Veo que te estás interesando por mi otro agujerito. – Dijo la joven entre gemidos.

Diego Armando le respondió metiendo el segundo dedo y aumentando el ritmo de las envestidas. El miembro taladraba a una gran velocidad la vagina de Mia que no paraba de lanzar fluidos como si de una fuente se tratara. Mia no paraba de gemir, cada vez lo hacía más y más alto, estaba a punto de correrse y eso es algo que notó.