El caso del suicidio (2)

Final del tórrido encuentro entre Diego Armando y Mia Fey

Diego Armando le respondió metiendo el segundo dedo y aumentando el ritmo de las envestidas. El miembro taladraba a una gran velocidad la vagina de Mia que no paraba de lanzar fluidos como si de una fuente se tratara. Mia no paraba de gemir, cada vez lo hacía más y más alto, estaba a punto de correrse y eso es algo que notó su pareja y metió el tercer dedo en el interior de la joven, con la otra mano agarró con fuerza el pezón izquierdo de la joven que no pudo más que estremecerse y disfrutar del orgasmo que estaba sintiendo, pero ese momento de paz no duro mucho ya que no pasaron ni diez segundos cuando Diego Armando introdujo su polla en el culo de la joven abogada. Lo tenía bastante estrecho pero gracias al flujo vaginal que había en su miembro entró hasta el fondo sin problemas.

  • Ah, gatita, no me habías dicho que esto era el paraíso. – Dijo Diego Armando mientras introducía con brutalidad todo su miembro.

Entraba y salía a gran velocidad, también se oía en toda la sala como chapoteaba el miembro del abogado cuando percutía con fuerza el culo de Mia.

  • Oh, si Diego, tu si que sabes darle a una mujer lo que necesita.

Los gemidos de Mia retumbaban en toda la sala, a Diego eso le encantaba, oír como su pareja se estremecía de placer en cada envestida que le daba. Se quedo mirando fijamente al culo de la joven, era una preciosidad, llevó sus manos a cada una de las nalgas y comenzó a amasarlas con fuerza. Le encantaba sentir la suave piel de Mia, era una sensación que jamás había sentido anteriormente. Mia adoraba sentir la polla de su pareja moviéndose en su interior y los gemidos que lanzaba eran buena cuenta de ello. Diego Armando volvió a centrarse en los pechos de la joven que los agarraba con fuerza sin parar de penetrarla. Aquello era el punto débil de Mia, adoraba que le masajearan los pechos mientras la penetraban, comenzó a sentir un cosquilleo en la zona genital y supo que el segundo orgasmo no tardaría en llegar.

  • Me voy a correr, me voy a correr… - No paraba de repetir la joven entre gemidos.

  • Eso es gatita, córrete para mí. – En ese momento Diego Armando comenzó con un mete-saca furtivo.

Lo siguiente que se escuchó fue el gemido de Mia. De pronto se oyó como alguien tocaba la puerta. Mia estaba semi-desnuda y lo único que se le ocurrió fue esconderse debajo de la mesa.

  • Adelante. – Dijo el joven mientras se sentaba en el trono del juez.

Se abrió la puerta y en ese momento Diego notó como su polla entraba en un húmedo y caliente espacio. No había duda, Mia se la estaba mamando. Tras la puerta apareció el juez que miraba al abogado algo escéptico.

  • ¿Qué haces en mi trono Diego? – Le preguntó el juez algo cabreado.

Mia se metía y sacaba la polla de la boca a gran velocidad, la situación le estaba poniendo a mil. El hecho de que el juez les pudiera pillar la estaba volviendo loca.

  • La verdad que me hacía ilusión sentarme aquí. – Dijo Diego bastante confundido.

  • Tengo un juicio en diez minutos, así que ya estás saliendo de aquí. – Le dijo el juez en tono autoritario.

Mia seguía a su royo, le encantaba el sabor de la polla de su compañero, por lo que se la metía y sacaba a gran velocidad. Diego Armando no aguantaba más, agarró la cabeza de Mia y la empujó contra su miembro entonces lanzó todo su semen en su interior, aquel movimiento cogió por sorpresa a la joven, pero aceptó con sumo gusto el regalo de su compañero. La corrida había sido muy abundante pero Mia se tragó hasta la última gota que había en su boca.

  • Bien ahora salgo. – Dijo Diego improvisando. – Señor juez, ¿no se ha olvidado su macito?

El juez comenzó a mirar por todos lados y se dio cuenta de que era verdad.

  • Tienes razón, voy a por el, espero que te hayas ido para cuando esté de vuelta.

  • No lo dude señor juez.

Entonces el juez abandonó la sala cerrando la puerta tras de si.

  • Vamos Mia, sal de ahí y vístete. – Dijo Diego Armando apurado.

Mia no tardó ni 2 minutos en vestirse y los dos salieron a toda prisa de la sala.

A Diego le dio mucha rabia la intromisión del juez, ya que le hubiera encantado lanzar todo su semen sobre la dulce cara de su compañera, pero tendría que dejarlo para una próxima vez