EL CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo 13
La institutriz de las hijas del Sr. Fiscal tiene el descuido de olvidar sus obligaciones, por estar entregada a ayudar a su amiga la "Ama de llaves". Ese desliz hace que sea castigada por la esposa del Fiscal, con la zapatilla a sus 55 años RELATO DE SPANKING DISCIPLINA REAL
EL CASO DE LAS AMAPOLAS Capitulo 13
Marie tras hablar con Helen en el salón, se dirigió a las escaleras subiéndolas aun con claras molestias, al mirar hacia atrás y delante, no viendo a nadie se llevó sus manos al trasero, sobándoselo con suavidad por encima de sus braguitas, pudiendo sentir en las yemas de sus dedos, no solamente el tejido de su ropa interior, si no, también las zonas del culo donde notaba las durezas de sus nalgas, al tenerlas todavía muy inflamadas, al subir la primera planta que estaban las habitaciones, entro a su cuarto asignado el primer día de estancia, donde la aguardaban Yuni Lee y Vanessa que la esperaban, sobre todo Vanessa no comprendía el estado de Yuni, la cual se encontraba muy feliz por algún motivo, pero que Vanessa no logro sonsacarle palabra alguna, aun no podían dar la noticia, que la persona a la que más respetaba y la trataba como a un padre, era ni más, ni menos que su tío Chang Lee, pero aún era pronto para poder dar la noticia a sus amigas, por lo cual Vanessa estaba muy intrigada por su comportamiento. El día había sido placido y sin contratiempos, la verdad es que en los últimos días sus traseros no habían tenido descanso alguno, pues los hechos acaecidos no hacían más que desvelar pruebas claras, siendo las tres castigadas por su clara falta de orden, así como por las graves conjeturas que habían tenido, sin haber sopesado hechos que no habían tenido en cuenta. Una investigación efectuada sin comprobar las pruebas, siguiendo unos instintos de detectives que solo demostraba su falta de responsabilidad. Por ello fueron llevadas a la casa del Fiscal General, por ese motivo sufrieron su correctivo en el despacho del Sr. Fiscal a manos del Sr. Charlton, al igual que fueron castigadas sus compañeras al día siguiente.
Frank tuvo que aguantar la vergüenza de ser vestido de chica, aunque en realidad era lo que él deseaba que pensaran sus compañeras. Las cuales continuaban sin saber muy bien la razón de ese castigo. Aunque para Frank no fue algo que le causara desazón, pues sus deseos más íntimos y jamás desvelados se estaban cumpliendo. Ni tan siquiera su amiga y compañera de piso Vanessa, conocía sus tendencias más íntimas y secretas, aunque solía utilizar ropa interior femenina en su intimidad, siendo cierto día de un descuido inocente, el que Vanessa descubriera ese secreto de él, tras cierto día que entro en su habitación sin llamar, desde ese día Frank se movía por el piso en bragas, al igual que Vanessa empezó hacerlo también, pues para ella su condición la conocía, y tras ese día también que solía usar siempre bragas, al no estar sujeto a correctivos en la agencia, podía llevarlas puestas en el trabajo sin que nadie sospechara nada. Mira por donde sin saber cómo, estaba viviendo su fantasía de vivir todo el día vestido de chica, que era como el mismo se sentía así misma, ser una chica. Aunque en esa época un transexual nada tenía que hacer, pues de llegarse a conocer su tendencia lo encerrarían en un centro psicológico tal y como hacían en esa época.
Vanessa intento sonsacar información a Marie sin éxito, estaba intrigada por el rostro de felicidad que irradiaba Yuni Lee, al igual que el rostro de Marie que tampoco podía evitar la felicidad por su hermanita, sobre todo con una sonrisa de oreja a oreja. Pero Marie siendo discreta solo le pudo decir que en unos días lo podrían decir a todas sus amigas, lo que aun dejo mucho más intrigada a Vanessa, pero conocía muy bien a su buena amiga Marie, y si decidía no dar explicaciones sobre algo, era mejor no insistir porque sería imposible sonsacarle. Esa tarde a las chicas Lady Margaret, les había hecho entrega de un dossier de diez páginas, que debían estudiar para el día siguiente. Por lo que las tres chicas se tumbaron en sus camas a estudiar, lógicamente lo hicieron boca abajo, sus traseros estaban seriamente doloridos, no solamente por la azotaina de la mañana de mantenimiento, que habían recibido todas ellas en la tercera planta por las celadoras, misteriosas señoras que ninguna de ellas sabían de donde habían salido.
Solamente Silvia Montero las había reconocido del centro de la comunidad, esperaba tener un momento para poder hablar con Marie, pues incluso para la propia Silvia le resultaba extraño ese hecho, como podían aquellas celadoras acudir a la casa del Sr. Fiscal. Al llegar esa tarde en compañía de Helen Smith y Silvia Cayetano, las cuales subieron a sus habitaciones, Silvia bajo a la planta baja a buscar a la Sra. Myers, para comunicarle que ya había llegado, así como en espera de sus instrucciones. Siendo enviada a descansar a su habitación a la primera planta, algo que extraño a Silvia pues la tarde anterior el Sr. Fiscal, sus instrucciones eran que pernoctara en la planta baja, algo que ella misma deseaba para poder estar más cerca de la Sra. Myers. Obedeciendo las instrucciones subió a la primera planta, al pasar por delante de la habitación de Marie, se detuvo en la entrada siseando a la joven detective, al escucharle las tres chicas tumbadas boca abajo en sus camas, pudo ver como sus cortas faldas se les habían subido, dejando expuestas sus braguitas de algodón blancas con variados dibujos, lo cual para la secretaria del Fiscal resulto una visión hermosa, pues a las tres se le apreciaban ciertas aureolas moradas que no llegaban cubrían sus braguitas, imaginándose como estarían las suyas propias, pues deseaba poder llegar a su cuarto para poder verse el culo en el espejo. Marie al ver que le hacía señas a ella, se levantó de la cama para reunirse con ella, sin disimulo alguno se sobo el culo sobre la falda al acercarse a la puerta.
(Marie) -. Hola, como te ha ido el día?
(Silvia Montero) -. Hola! Bien, hoy no ha habido ningún problema en la fiscalía, además el Fiscal no ha estado casi en todo el día, ignoro el motivo, solo que ha pasado el día en el club de campo, pues he escuchado que en caso de necesidad deberían llamarle allí. Pero te he venido a verte por nuestra conversación de ayer, no has visto nada extraño en la casa hoy, las doncellas de esta mañana que nos han bañado, las has vuelto a ver por la casa? Creo que no son del servicio de esta casa. Yo pienso que resulta intrigante su presencia, no te parece? No te ha parecido raro esta mañana en las duchas? Esas celadoras.
(Marie) -. Porque te parece que sea una intriga? Celadoras? Como sabes que son celadoras y no doncellas de la casa.
(Silvia Montero) -. Cuando estaba en el centro de la comunidad, ellas eran las celadoras que nos vigilaban y cuidaban de nosotras.
(Marie) -. Y os castigaban ellas en el centro?
(Silvia Montero) -. Eso es lo que me intriga, que mientras estuve allí nos regañaban si alguna éramos descuidadas, pero no había castigo físico, pues de haberlo, en las duchas nos hubiéramos dado cuenta, y allí no habían culos colorados o amoratados como aquí. Entre nosotras… esta mañana ha sido muy hermoso ver la escena de todas nosotras con el culo coloreado de rojo y morado…
(Marie) -. Como te oiga la Sra. Myers vas a ver tú!!! Pero… tienes razón ha sido una pasada… Aunque la azotaina recién levantadas ha sido horrible. .- Al hacer ese comentario, Marie le levanto la falda plisada azul marino a Silvia, y cogiendo el elástico de la pernera izquierda, estiro de él, desplazando a un lado la pernera de la braguita, dejando al descubierto la nalga izquierda y soltando el elástico de improviso, un “AY” en susurro salía de los labios carnosos de la secretaria. -. Tú también lo llevas moradito guapa! Gracias por la información, tratare de investigar que las une a esta casa, es mejor que no nos vean juntas…
(Silvia Montero) -. Hacía falta soltar la dichosa gomita de mis bragas, así! Ha dolido sabes! Te la devolveré!!! .- Marie se dio la vuelta para volver a su cama, y sintió una fuerte palmada en el culo, Teniendo que llevarse la mano derecha al culo sobándose, pero al hacerlo se topó con la mano de Silvia que la mantenía posada en su nalga, sobre sus bragas acariciándosela, mirándola con una mirada lasciva y dándose la vuelta se acercó a Silvia que aún le sobaba con su mano el culo a Marie, y le dio un beso en los labios. .- Gracias! Te he dicho que te la devolvería…
Silvia tras despedirse mirándose entre una y otra a los ojos, el beso en sus labios le había encantado, así como Marie le hubiera consentido sobarle el culo, siguió su camino hacia su cuarto, al pasar por delante de otra de las habitaciones, las chicas también echadas boca abajo en sus camas, al igual que en la siguiente habitación. Silvia llego a la suya entrando en ella, lo primero que hizo nada más entrar fue ir frente al espejo, levantarse la falda, y con suma delicadeza se bajó las braguitas al inicio de sus muslos, viéndose el culo en el espejo teniendo el total de sus redondeces de un color morado, y en los vértices un tono que cambiaba del morado al azulado verdoso, no pudiendo evitar llevarse su mano derecha e introducirla bajo su falda, mientras con la izquierda se mantenía la falda levantada para poder vérselo bien, mientras suspiraba con tenues gemidos de placer, ante la caricia sobre el fondillo de sus braguitas sus dedos trazando unos pequeños círculos, ante su húmedo sexo separando sus labios exteriores y con el dedo anular pequeños círculos sobre su punto álgido, teniendo un hermoso orgasmo, tras el cual se subió las braguitas lentamente y arreglarse la falda plisada azul marino, para luego al igual como las demás chicas tumbarse boca abajo sobre su cama.
Al cabo de un determinado tiempo apareció Lady Margaret, entrando a la habitación de Silvia, se había quedado dormida echada sobre su cama boca abajo. Lady Margaret se acercó silenciosa sentándose en la cama, poniendo su mano derecha sobre el muslo derecho y la fue subiendo bajo su falda azul marino hasta acariciarle el culo, mientras en sueños Silvia ronroneaba como una gatita por la caricia, en ese instante se despertó, al ver ante ella a Lady Margaret se sobresaltó pensando lo peor, incorporándose quedándose echada de costado mirándola preocupada. La mano de Lady Margaret al girarse Silvia, se había quedado en su entrepierna entre sus muslos, ella subió un poco sus dedos alcanzando el fondillo de las braguitas, sintiendo en las yemas de sus dedos la humedad de las braguitas.
(Lady Margaret) -. Buenas tardes pequeña! No te asustes no tienes nada que temer de mí, pero será necesario cambiarte esas braguitas! Tienes suerte que la Sra. Myers no te haya sorprendido teniéndolas en ese estado. Vamos ponte de pie que te las voy a cambiar por unas secas. .- Abriendo el cajón de la mesita de noche, saco unas bragas limpias. .- Aquí hay unas similares a las que llevas, aunque estas, las florecillas son más chillonas al ser amarillas, ven que se las suba bien, sujétate la falda a tu cintura.
Tras haberle sacado las que llevaba puestas, quedando enrolladas entre sí, las estiro dándole la vuelta poniéndolas del revés y mirando el fondillo. En ese instante miraba a Silvia, la cual avergonzada al ver como llevaba el fondillo de las braguitas que le había quitado Lady Margaret, giro su cabeza avergonzada, dejándose poner las limpias sin protesta alguna, a pesar de que estaba desnuda de cintura para abajo mostrando su sexo rasurado sin un solo vello, así como el poder notar en sus muslos como las bragas se la subía, y las ajustaba bien tensas a su cintura, así como haciéndola que soltase la falda y esta se le bajase cubriéndose.
(Lady Margaret) -. Vamos pequeña! Es la hora de bajar a cenar y aun he de asistir a las otras chicas, y cambiarles las bragas como a ti.
(Silvia) -. Lady Margaret puedo hacerle una pregunta un tanto…privada… Usted es muy buena y muy dulce con nosotras, puedo…
(Lady Margaret) -. Puedes preguntarme lo que quieras, tratare de responderte si es posible…
(Silvia) -. Es una pregunta algo incomoda… Porque no nos podemos vestir nosotras solas, no somos ningunas niñas de cinco años para que no sepamos vestirnos.
(Lady Margaret) -. No debería responderte a esa pregunta, porque ello forma parte de la disciplina. Pero dime una cosa… Esa cara que tienes de estar avergonzada al estar castigada, teniendo tus mejillas sonrosadas por la vergüenza que estás pasando, te hace recordar constantemente que estás castigada, en esta casa. Si pudieras vestirte tu sola, la sensación de vergüenza de hallarte en esta casa, la tendrías igual? Claramente te sentirías dolorida, por llevar el culo como lo llevas. Eso es algo obvio, verdad? Sería un fastidio vivir en esta casa, pero no sentirías vergüenza alguna durante el dia, solo te mostrarías rebelde al subir a la tercera planta, a ducharte y al salir vistiéndote tú misma, estarías con una cara hastiada de tener que soportar esos castigos. Ello causaría que las mujeres que están por las mañanas, pudieran ser insultadas por vosotras o tratadas de forma poco ética y moral, cuando solamente hacen su trabajo y lo que les mandan. Porque todas vosotras tenéis vuestro propio orgullo, y vuestro coraje. Pero en cambio el saberos que estáis observadas, en todo momento pudiendo recibir una azotaina inesperada, os obliga a comportaros como señoritas, la vergüenza que pasáis, es tal que no tenéis valor alguno de ser rebeldes, porque vuestro trasero lo lamentara en ese mismo instante. Por lo cual tú por ejemplo en tu trabajo, estas todo el día pensando que te va a ocurrir al entrar por esa puerta. Sintiéndote avergonzada incluso cuando no estás en esta casa… ahora deberías de estar llorando, al tener el culo ardiéndote como brasas al rojo vivo, de haber sido la Sra. Myers quien te hubiera visto y el estado de tus bragas. Ella al ver como tenías tus bragas de mojadas, se habría quitado la zapatilla y te habría dado una buena azotaina. Si te vistieras tu sola y pudieras cambiarte de bragas sin pedir permiso, no te sentirías angustiada y pesarosa de lo que te pudiera suceder, entiendes porque no podéis vestiros vosotras solas! Porque así lo requiere la disciplina férrea que estáis sometidas bajo ella. Y ahora vamos o me harás enfadar y saldrás de aquí con el culo en llamas!!!
Al pasar por la habitación contigua, Lady Margaret entro en ella haciendo levantar a las chicas Silvia Cayetano, Helen Smith y Jessica Frank. A las tres les quito las bragas dejándolas con su sexos expuestos, pues al igual que a Silvia Montero, les hizo levantarse sus faldas tableadas a cuadros rojos brillantes a Jessica y las azul marino plisada con unas ligeras ondulaciones que le daban cierto vuelo a sus faldas a Silvia Cayetano y Helen Smith , las tres chicas con sus sexos rasurados, se encontraban avergonzadas, sobre todo al serles revisadas las braguitas al quitárselas, teniéndolas con una mancha amarilla Jessica, y las otras dos con el fondillo de sus braguitas húmedas. Lady Margaret abriendo sus respectivos cajones extrajo unas bragas de cada una de sus mesitas de noche, y las llevo en sus manos hasta el pie de la primera cama, donde la aguardaban las chicas. Y fue poniéndoles las bragas limpias a cada una de ellas, poniéndole con iguales dibujos, las bragas blancas de algodón con ramilletes de florecillas verdes. Luego tras bajarles la falda alisándoselas salieron a reunirse con Silvia al pasillo, la cual desde la puerta no perdió detalle alguno, sintiendo en su entrepierna que se volvía a humedecer el fondillo de sus braguitas, al ver cómo les cambiaba las braguitas a las tres chicas, sin mostrar gesto alguno al cambiarle a Jessica Frank, ya que esta con su miembro flácido estaba rojo de la vergüenza, o mejor roja de la vergüenza.
Ahora era el turno de las chicas Rose Mery, Luisa y Carmen las que aún estaban estudiando el dossier que les había entregado esa tarde. Un hecho que no pasó desapercibido para Lady Margaret que se mostraba complacida al observar que estudiaban. La hizo levantar de sus camas, colocándose en pie al costado de la primera cama, subiéndoles las faldas a las tres, y bajándoles las bragas haciéndoles que sujetasen sus faldas tableadas de rojo brillante. Las de estas eran de algodón blancas con dibujos de florecillas azules, posteriormente tras arreglar sus faldas salieron de la habitación, deteniéndose todas ante la primera puerta, la habitación de Marie, Yuni Lee y Vanessa, haciendo la misma operación. Tras ponerles a estas tres las bragas limpias blancas de algodón, con florecillas rojas. Una vez tuvo a las diez chicas en el pasillo, andando ella delante de ellas bajaron las escaleras en fila india hasta entrar al salón, donde se situaron detrás de sus sillas quedándose en pie, a la espera que acudieran el resto, las hijas del Sr. Fiscal, así como la esposa y su marido que fueron apareciendo ocupando sus lugares en la mesa, el último en aparecer fue el Sr. Charlton al tomar asiento, a las chicas se les autorizo a sentarse en sus sillas. Durante la cena no hubo ningún hecho que llamase la atención digno de reseñar, aparte de observar a las diez chicas que tenían problemas con el asiento de sus sillas, pues se removían al llevar cierto tiempo sentadas, sus traseros aun los tenían muy doloridos, aunque se habían ido habituando a esa situación de sus culos durante la jornada, aunque no por ello no estaban molestas. Teniendo que sobarse de tanto en tanto cuando nadie las miraba.
Al acabar la cena… Las chicas fueron autorizadas por el Sr. Fiscal a retirarse a sus habitaciones a acostarse. Para ellas no les hacía gracia alguna tener que acostarse a esa hora, aun no eran ni las nueve y media de la noche, teniendo que arreglarse para irse a la cama como si fueran unas niñas. Pero sabían que estaban castigadas mientras permanecieran en esa casa, en la cual aún no sabían cuánto tiempo. En esta ocasión subía delante de ellas Lady Margaret y detrás iba la Sra. Myers. Tal y como iban entrando en las habitaciones, entraban las dos señoras para desnudar a las chicas, así como ponerles un camisón. Una vez estuvieron todas ya en camisón, Lady Margaret se encargó de llevarlas en grupos de tres al servicio, a asearse e hacer necesidades, pues durante la noche estaba prohibido levantarse o salir de sus habitaciones, tras asearse eran colocadas cada una en pie al lado de sus camas, con sus cortos camisones mostrando sus bragas.
La Sra. Myers entro en la habitación de Marie, Yuni Lee, y Vanessa. Yendo hacia la cama del rincón donde estaba en pie Vanessa, la Sra. Myers se sentó en su cama agarrando de la mano a Vanessa, siendo colocada boca abajo sobre sus rodillas, bajándole las bragas blancas de algodón con florecillas de color rojas, comenzó una dura azotaina con el cepillo, apenas en unos minutos recibió los cincuenta buenos azotes del cepillo. Vanessa a los cuatro azotes ya lloraba, por el dolor del culo, pero sobre todo por lo sensibles que tenía sus nalgas doloridas. Al acabar le subió las bragas, metiéndola en la cama. Luego hizo que se acostaran Marie y Yuni Lee sin recibir su correspondiente azotaina, de estar pendiente de ellas, Vanessa quizás habría protestado que ellas no recibieran la azotaina al igual que ella, pero ahora le preocupaba más el intenso fuego en su trasero. Ya que desconocía que sus compañeras de habitación, habían sido exentas de ese castigo, como también del matinal del día siguiente.
Poco después se escuchaban los gritos y llantos en la habitación contigua, donde recibieron sus respectivas azotainas Rose Mery, Luisa y Carmen. Poco después era el turno de Silvia Cayetano, Helen Smith y Jessica Frank, en esas dos habitaciones eran la Sra. Myers y Lady Margaret las dos, quienes castigaban a las chicas. Luego solo la Sra. Myers se encargó de Silvia Montero, volviéndose a escuchar más gritos y lloriqueos, luego en el silencio de la noche, durante un largo tiempo se escuchaba sollozar desde el pasillo, había acabado su segundo día de estancia en la casa del Fiscal General.
La noche fue de lo más tranquila, aunque las que más durmieron fueron Marie y Yuni Lee. Las demás les costó conciliar el sueño teniendo sus traseros muy doloridos, a pesar que nada más, fueran cincuenta azotes con el cepillo la azotaina que habían recibido, sus traseros los tenían muy sensibles, solo con diez hubiera bastado para llorar desconsoladas y acabar muy doloridas, al ser cincuenta fue una azotaina muy severa para el estado que ya se encontraban sus traseros.
Por la mañana al despertarse cuando Lady Margaret paso por sus habitaciones, descubrió un caso preocupante al despertar a Silvia Montero, al retirar sus sabanas la encontró durmiendo y en la sabana bajera tenía una gran mancha de humedad, al despertarse Silvia ella misma se encontró intimidada por su estado, y tener ante ella en pie a Lady Margaret que aún no salía de su asombro, Silvia Montero se había hecho pis en la cama. Rompió a llorar avergonzada consigo misma, aunque lo que más le preocupaba y temía era la reacción que su Tutora en la casa, iba a tener al enterarse que se había meado en la cama esa noche.
(Lady Margaret) -. Desvergonzada!!! Levántate y colócate a los pies de tu cama en pie, enseguida voy a buscar a la Sra. Myers! No le va a gustar nada esto! Porque a mí personalmente no me parece nada bien, que una muchacha de tu edad moje la cama!!! .- Lady Margaret salió al pasillo asomándose a la puerta, en espera de ver aparecer a la Sra. Myers que se encontraba despertando a las chicas de la habitación contigua, en la cual se comenzó a escuchar llorar a una de las muchachas, así como el sonido característico de la zapatilla de la Sra. Myers. Lady Margaret pudo reconocer la voz de la chica que aullaba de dolor, era la de Helen Smith la que estaba llorando desesperada, durante varios minutos estuvo recibiendo una severa azotaina, la zapatilla se escuchaba resonar por toda la planta, y las chicas habían asomado sus cabezas por la puerta para descubrir de donde procedían, seis cabezas se ocultaron con rapidez al ver a Lady Margaret con los brazos en jarras observándolas. Entonces vio salir a la Sra. Myers calzándose la zapatilla pisando el talón, sin llegar a agacharse para ponérsela bien en su pie. .- Sra. Myers puede usted venir por favor!!!
(Sra. Myers) -. Qué diablos ocurre! Que desea usted Lady Margaret?
(Lady Margaret) -. Entre y véalo usted misma…
La Sra. Myers se acercó hacia la puerta donde la aguardaba Lady Margaret, esta se hizo a un lado dejándola pasar, la Sra. Myers iba muy enfadada, fuera cual fuere el motivo por que había castigado a Helen, debía de ser algo muy grave para enfurecerla de aquel modo. Al entrar en la habitación no hicieron falta palabras o ver los hechos para saber lo que ocurría, el olor inconfundible al descubrir las sabanas, ya se podía oler en el ambiente lo que había sucedido en aquella habitación, y al acercarse a la muchacha viéndola con las bragas mojadas, como también la parte baja del camisón, luego mirando la mancha en la sabana bajera que cubría la cama, se podía ver claramente lo sucedido…
(Sra. Myers) -. Pero qué diablos ha pasado esta noche!!! Es la segunda que se ha meado en la cama!!! Pero ya te voy a enseñar yo!!! Es que no fuiste anoche como las demás? Ahora veras…desvergonzada!!!
La Sra. Myers indignada se sentó sobre la cama, al tiempo que agarraba a Silvia de la mano, pues se hallaba de pie a su izquierda, haciéndola pasar por delante de ella, forcejando con ella le retorció el brazo para poder colocarla sobre sus rodillas, rápidamente en una maniobra bajo su mano, al tiempo que levantaba su pie derecho lo justo para poder agarrar la zapatilla por el talón, deslizando la zapatilla hacia abajo se descalzo. Nada más incorporarse de nuevo, ya con la zapatilla de paño con la suela de goma, empezó a darle fuertes y sonoros zapatillazos en el culo. No tardando Silvia en ponerse a llorar, pues la zapatilla dolía el doble de lo normal, ya que la azotaina se la estaba dando sobre sus bragas de algodón blancas con florecillas amarillas, las cuales las tenía mojadas por lo que los azotes sobre las nalgas mojadas dolían mucho más. Además el haber dormido con la cama mojada de orina le hacía que el culo la escociera, al levantarse y tener que aguardar a que entrara la Sra. Myers ya tenía las nalgas escocidas, y al comenzar la azotaina aun le escocia mucho más, como también la azotaina sobre las bragas mojadas dolía el doble. Tras varios minutos llorando, pataleando y moviendo sus brazos tratando de escapar, la Sra. Myers detuvo su mano parando de azotarle el culo a su pupila. A la cual al ponerla en pie, le bajo sus bragas hasta quitárselas del todo, y luego para su mayor vergüenza se las hizo coger con la mano.
(Sra. Myers) -. Ahora sinvergüenza las vas a llevar tu misma a la tercera planta, vamos para afuera!!!
Al salir de la habitación llorando del dolor y terrible escozor de su trasero, tuvo que llevar en su mano las bragas mojadas de orina. Encontrándose que Helen Smith también sollozando llevaba sus bragas igual que ella en la mano, teniendo que caminar ellas dos delante de todas las chicas, que no perdían detalle de sus colorados traseros y la estampa que reflejaban al tener que llevar sus bragas mojadas de orina en la mano, con la dificultad de subir los escalones, recibiendo azotes en sus colorados traseros con la zapatilla de la Sra. Myers que iba detrás de ellas, andando descalza de un pie.
Al llegar a la tercera planta entraron el cuarto de baño de las duchas colectivas, fueron despojadas de sus camisones mojados, y así como de las bragas que llevaban en las manos, meterlas ellas mismas en el cesto de mimbre blanco. El resto de las chicas en breve estuvieron desnudas, y metidas en las duchas donde las celadoras del día anterior las aguardaban para bañarlas, una vez bañadas y secas, pasaron a la habitación contigua donde fueron vestidas todas las chicas, poniéndoles ropa de sus uniformes respectivos limpios y bragas limpias a todas, las cuales expresaban con “Ayees” de dolor a ponerles y subirles sus braguitas, sobre todo al pasárselas por sus doloridos traseros sin ningún miramiento hacia ellas, así como tensándoselas bien subidas, marcándoseles el elástico en sus nalgas al sentir la presión del elástico de las perneras y que les hacía sentir como pequeños mordiscos, excepto a las dos que habían mojado sus camas, que les hicieron llevar sus bragas en las manos. Entrando a la habitación de las sillas, donde las celadoras tomaron asiento ya las esperándolas con el cepillo en sus manos. Exceptos dos sillas que se encontraban vacías. De inmediato las ocho chicas fueron colocadas sobre las rodillas de las celadoras, a excepción de Marie y Yuni Lee que miraban como sus compañeras estaban boca abajo sobre sus rodillas, asi como al levantarles sus cortas faldas, para posteriormente bajarle las braguitas a todas y como acto seguido los cepillos empezaron a azotarles el culo, los cincuenta azotes correspondientes en sus inflamados traseros, Silvia y Helen no se libraron de recibir sus cincuenta azotes de cepillo matinales, las cuales recibieron la azotaina sobre sus nalgas desnudas al no llevar las bragas puestas.
Luego una vez recibido el castigo correspondiente, las dos, Helen y Silvia fueron conducidas de nuevo a la habitación donde las habían vestido, las dos las tumbaron sobre una mesa boca arriba, teniendo que pasar por la vergüenza de esperar así hasta que la Sra. Myers entro en la habitación, con una bolsa en una de sus manos. Haciéndolas levantar el culo dolorido de la mesa, entre la Sra. Myers y Lady Margaret pusieron unos pañales bajo sus traseros, a continuación tuvieron que soportar a su edad, la vergüenza que les pusieran polvos talco en sus partes íntimas y que pasándole la mano lo esparcieran bien entre su entrepierna y nalgas como a unas bebes, y cogiendo los extremos del pañal cubrir su entrepierna colocando los adhesivos laterales ajustándoselos bien, luego recogieron las bragas que llevaban aun las chicas en sus manos, y se las pusieron por encima de su pañal haciéndolas levantar el culo, para subirle bien las bragas que sujetarían el pañal en el caso que se les soltase. Luego las bajaron de las mesas siendo conducidas a la habitación, donde las demás chicas aguardaban que se reunieran, como a la Sra. Myers y Lady Margaret les acompañase al salón a desayunar.
Al igual que al subir a la tercera planta, para bajar fue igual, Silvia y Helen bajaban las primeras, y tras ellas las chicas que aunque en otras circunstancias posiblemente se habrían reído de ellas, por el bulto que les hacia el pañal bajo sus faldas, pero todas bajaban sollozando tras haber sido castigadas, a excepción de las hermanas Marie y Yuni Lee. Algo que las demás se preguntaban por qué ellas no las habían dado con el cepillo, aunque llevaban sus culos doloridos, aunque llevasen veinticuatro horas sin recibir ninguna azotaina.
Al entrar al salón ya todos se encontraban sentados en sus lugares, viendo aparecer a las chicas en fila, tras ellas la Sra. Myers y Lady Margaret a las cuales el fiscal pidió explicaciones por bajar tan tarde las chicas y ellas mismas. Como sería de esperar el Sr. Fiscal les iba preguntar el motivo por bajar tarde a desayunar, y habría un severo castigo para ellas a pesar de ser la “Ama de llaves” y la “Institutriz” de sus hijas, por ser las responsables y a pesar de sus puestos laborales en la casa, no se librarían de ser castigadas si no daban una justificación clara, Lady Margaret tomo la iniciativa avanzando nada más traspasar la puerta, y manteniendo a las dos muchachas a su lado se detuvo ante el Sr. Fiscal.
(Sr. Fiscal) -. Sras. Myers y Margaret… A qué se debe esta demora? Conocen bien las normas de la casa, y el presentarse tarde al desayuno es una falta grave.
(Lady Margaret) -. Sr. Fiscal… Lamentamos bajar tan tarde, pero estas dos chicas han tenido un serio percance esta noche, se han hecho pis en la cama. .- Mientras se justificaba levanto las faldas de las dos muchachas, para que fueran visibles que llevaban pañales las dos. .- Como puede imaginar usted, la Sra. Myers se ha encargado de ellas, y luego las hemos tenido que vestir y ponerles el pañal como corresponde en estos casos, de ahí nuestra tardanza.
(Sr. fiscal) -. Esas tenemos muchachas? No os da vergüenza a vuestra edad? Esto es totalmente intolerable, espero que ya hayan sido castigadas. Pero a pesar de ello mientras la Sra. Myers se encargaba de ellas, usted Lady Margaret que estaba haciendo? No ha pensado que debía informar? Si lo hubiera hecho usted ya habríamos desayunado el resto de nosotros, en vez de esperar a que bajen las señoritas y ustedes. Es intolerable la conducta de las jóvenes, pero si el resto de las chicas estaban correctamente aseadas, no es comprensible que no haya usted bajado con ellas, mientras la Sra. Myers se encargaba de estas dos señoritas. Usted tiene obligaciones en esta casa Lady Margaret, y su demora no justifica que mis hijas comiencen tarde sus clases, porque su Institutriz se encargue de unas labores que no se le han atribuido, usted debería de estar aquí abajo. La Sra. Myers tiene a su cargo las celadoras que yo puse a sus órdenes, para ayudarla con las jóvenes durante estos días, a usted nadie le ha otorgado esas funciones, ya que no son las propias de una Institutriz, estas dos chicas tienen su justificación el haber bajado tarde, la Sra. Myers realizaba su labor de controlar todo lo que acontece en esta casa. Pero usted no debería estar ocupándose de las muchachas, si no, preocupándose que mis hijas bajen a desayunar correspondientemente vestidas, supervisarlas y hacerlas bajar a desayunar puntuales, para no llegar tarde a sus clases. Es intolerable Lady Margaret que haya abandonado sus obligaciones, para ocuparse de las muchachas, es loable que en su tiempo libre o esparcimiento colabore con la Sra. Myers si lo desea, pero resulta incomprensible que no realice sus labores en la casa, cuando debería estar ocupándose de ellas. Vaya usted a mi despacho!!! Y espéreme allí, enseguida me reuniré con usted. Vosotras dos!!! Colocaros en aquel rincón cara a la pared, mientras desayunamos los demás… Es una vergüenza vuestro comportamiento a vuestra edad, ya no sois ningunas niñas para mojar las sabanas…
Mientras el Sr. Fiscal seguía regañando a las chicas, Lady Margaret caminaba en dirección al despacho, pasando por delante de las ocho muchachas que aun aguardaban en pie, teniendo a su lado a la Sra. Myers, que miro a su buena amiga con los ojos brillantes, pues lamentaba que ella se viera metida en graves problemas, por tratar de ayudarla en su trabajo. Pero esa mañana de no ser por las chicas y su problema, todo habría transcurrido con normalidad, bajando al salón puntuales antes de que bajase el Sr. Fiscal. Lady Margaret paso ante ellas con la cabeza alta, a una mujer adiestrada en la academia católica donde había cursado sus estudios, la enseñaban a mostrarse seria ante cualquier situación, por desagradable que pudiera resultar a sus cincuenta y cinco años. Las miradas la vieron entrar al despacho, desapareciendo en su interior. La Sra. Myers una vez ya en el interior del despacho Lady Margaret, avanzo unos pasos hasta donde se hallaba sentado el Sr. Fiscal, y agarrando a las dos muchachas por sus brazos, que aún se encontraban sin moverse, las llevo hacia el rincón a donde las había enviado el Sra. Fiscal, colocándolas una en cada rincón pero no sin antes al dejar a la primera en el rincón de la izquierda del salón, le levanto su falda plisada azul marino, sujetándosela a la pretina de su cintura, y rebuscando en su cinturilla, agarro el elástico de sus bragas blancas con florecillas verdes, bajándoselas a las rodillas para que el pañal que llevaba puesto quedase bien visible para su vergüenza. Luego llevo a la otra muchacha al otro rincón, haciendo la misma operación para descubrir su trasero cubierto por su pañal, tras bajarle las bragas blancas con florecillas azules. Una vez colocadas volvió hacia la mesa indicando a las muchachas que ya podían tomar sus asientos. El desayuno concluyo tras largos minutos, durante el cual nadie medio o cruzo palabra alguna, excepto el Sr. Fiscal que intercambiaba comentarios sobre el día que había amanecido soleado con su buen amigo el Sr. Charlton. Como estaban sentados uno a cada extremo de la mesa, hablaban en voz alta para entenderse, y ambos señores miraban hacia las jóvenes detectives, como a la misma Doctora Cayetano como se movían en sus asientos, por llevar sus traseros doloridos. Al finalizar el desayuno, la Sra. Myers hizo levantar a las chicas llevándoselas del salón a todas, solamente quedaron en la mesa el Sr. Fiscal, el Sr. Charlton y la Sra. del Fiscal, así como las dos muchachas castigadas en el rincón. Una vez solos en el salón, se levantaron los hombres acompañados por la Sra. del Fiscal caminando sin dejar de hablar entre ellos, incluso una vez dentro del despacho seguían hablando, viendo a Lady Margaret de pie ante la mesa del despacho. La Sra. del Fiscal tomo asiento en el sofá que estaba al fondo, justo a unos seis metros de la mesa del despacho, acompañándola su marido sentándose a su izquierda, y el Sr. Charlton a su derecha, continuando como si tal cosa con su conversación, mientras Lady Margaret les podía escuchar a sus espaldas.
Lady Margaret siguió de pie sin moverse durante varios minutos, mientras tras ella continuaba la conversación, en esos momentos hablaban de una fiesta que pensaba dar en su casa, mientras ella de pie no hacía más que pensar en que terminara todo de una vez, estaba pasando muchísima vergüenza ahí, delante de la mesa ahora ya si muy nerviosa. Nervios, angustia, temor y con la adrenalina al máximo de su cota. Ahí en pie se encontraba con su nuevo vestuario, tras y como le fuese indicado que debería vestir desde hacía tan solo dos días, una blusa blanca de manga larga, un pañuelo azul turquesa lazado a su cuello, falda azul marino plisada por debajo de las rodillas, con medias color carne sujetadas con ligas, y unos zapatos negros cerrados sin tacón ordinarios. Si hubiera podido hacerlo se hubiera pasado sus manos por su trasero, pero era toda una señora, y hacer algo así se consideraría una ordinarez, pero lo deseaba imperativamente, sobre todo por el dolor de su trasero, pues aunque hiciera dos días desde que recibiera la severa azotaina en el salón, aun lo llevaba muy dolorido. En otras circunstancias habría aprovechado cuando las chicas estaban estudiando en clase, o bien al sentarse en su mesa, para aprovechar el instante de alisar su falda, para sobarse el culo disimuladamente. Pero llevaba unos veinte o treinta minutos de pie ante aquella mesa, esperando a que llegara el momento temido de recibir su correctivo, sabiendo que iba a dolerle una barbaridad, pues sus nalgas en esos dos días desde que fuera castigada, las tenía muy sensibles, ella misma solía castigar a las jóvenes sabiendo que teniendo sus culos doloridos, lloraban a los pocos azotes por el dolor de sus traseros, el solo pensar que ella iba a pasar por esa situación, y que no iba a poder mantener la serenidad para aguantar la azotaina que iba a recibir en breve.
Para ella no era ninguna sorpresa el que la hicieran esperar, pues sabia por experiencia propia cuando ella hacia lo mismo con las chicas, haciéndolas que desearan que llegase el momento de ser castigadas, no porque lo deseasen las muchachas aunque a veces lo pareciera, si no, para dejar de sentir la angustia y el temor a la azotaina que sabían iban a recibir. Para Lady Margaret cuando tenía a las chicas así, veía en ellas el temor a su enfado, si se mostraba muy enfadada, las chicas aún se ponían más nerviosas y su angustia era mucho mayor. Así como verlas nerviosas y alteradas ante lo que se les venía encima. Algo que las hacía en ocasiones, que se pusieran a llorar ante el temor de lo que se les venía encima.
Ella misma en esos instantes se encontraba en esa misma vicisitud de ansiedad, como al mismo tiempo en su interior se preguntaba como había podido ocurrir semejante situación, justamente a ella con lo meticulosa que era con sus obligaciones, aunque el ser colocada sobre las rodillas y recibir una buena azotaina le había gustado desde su adolescencia, siempre había sido muy cobarde para buscársela ella misma, y mucho menos contemplaba la idea de no realizar sus obligaciones. En la pared de detrás de la mesa del despacho, había un reloj de pared, el cual ella miraba una y otra vez, pareciéndole que las agujas no debían funcionar correctamente por su lentitud al moverse. Deseaba que todo finalizara rápido, sus ojos azules ya debían de mostrarse vidriosos, resultaba ser una experiencia horrible el estar de pie, siendo totalmente inexistente para los señores y señora, algo que la hacía sentirse muy avergonzada consigo misma. Pues la ignoraban por completo, a pesar que debían de estar observándola y viéndola cada vez más nerviosa. Ella no se podía ver a sí misma, pero sus manos temblorosas jugueteaban con su falda enrollándosela en sus dedos, o sin darse cuenta tallarse las caderas con sus manos, aunque su deseo más ferviente era el sobarse el trasero, pues lo sentía como le dolía aun, así como aun sentía muy molesto el roce de sus bragas, al hacer presión sobre sus nalgas inflamadas, sintiendo cierto picor en el culo, aunque la sensación de ese picor fuera más, debida a la ansiedad y angustia por la tensión del momento.
Aun pasaron varios minutos más, hasta que en un momento dado. Escucho la voz del Sr. Fiscal que le tenía detrás de ella, poniéndose a temblar sin poder evitarlo del temor, en ese momento justo, le vio pasar por su izquierda avanzando hacia su mesa, colocándose apoyado frente a ella, sobre el borde de la mesa, coincidiendo sus miradas en unos segundos, reaccionando bajo su mirada al suelo.
(Sr. Fiscal) -. Y bien… Que voy a tener que hacer con usted Lady Margaret? Usted fue contratada en esta casa para encargarse de mis hijas, aunque durante estos días circunstancialmente debe encargarse de seis señoritas, que por lo creciditas que están no tienen por qué darles a usted problemas, solamente debe instruirlas sobre las leyes de este país, así como el realizar un trabajo acorde a las normas laborales, que debe tener un buen detective, darles unos test que deberán realizar, para comprobar que conocen bien cómo actuar e iniciar una investigación como es debido. Luego evaluar sus resultados y que se puedan reincorporar a su trabajo, a lo más tardar mañana a la tarde, finalizando así su estancia en esta casa. Tanto trabajo le supone hacer esa tarea? Parece ser que no es suficiente? Ya que se busca usted una labor extra, que no creo recordar que le hubiera ordenado hacer, o yo le hubiera rogado que prestase ayuda a la Sra. Myers. Verdad que no le he hecho ese ruego? No veo problema alguno, en su buena voluntad de ayudar a su buena amiga, en el tiempo que usted dispone libre, puede hacer tareas para no estar desocupada, en una casa tan grande como esta, es incluso normal que debido a su formación, desee ayudar en la disciplina de esta casa, y usted sabe que como institutriz, tiene mi confianza para no solo disciplinar a mis hijas, si no, también tiene autoridad en el servicio a excepciones que ya conoce usted. Pero… En el momento que debe usted comenzar su trabajo, no creo que sea exigirle demasiado que cumpla con sus obligaciones en la casa! Esta mañana mismo, mientras usted estaba encargándose de otras labores, mis hijas han bajado a desayunar sin que hubiera usted supervisado su vestimenta, teniéndose que encargarse de ello su madre, al verlas bajar desaliñadas a desayunar con las blusa por fuera de sus faldas, sin haberse lavado los dientes, sin haberse bañado como corresponde a unas jovencitas, y sin cambiarse de ropa interior, llevando las mismas que llevaban ayer. Mi esposa ha tenido que encargarse de que se bañaran, se lavaran los dientes, y que se pusieran el uniforme como corresponde… En otras circunstancias, mis hijas deberían de haber sido castigadas, por vestir de forma inadecuada, pero al consultarme mi esposa si usted se encontraba indispuesta, sabe usted? No he sabido que debía contestarle, pues nadie me ha informado de que estuviese usted indispuesta… Luego más tarde, se presenta usted en el salón diciéndome que las chicas han bajado tarde a desayunar, por que dos de las muchachas han mojado sus camas, y que han tenido que encargarse de ellas. Yo me pregunto quién le ha dado a usted la licencia de realizar ese trabajo extra? Porque yo no he sido y mi esposa tampoco. Es cierto que la Sra. Myers estos dos días se ha visto desbordada, teniendo un trabajo extra, que la debe haber superado haciendo complicado en sus quehaceres. Por ese motivo en el momento del día, que tiene más trabajo, ósea en las mañanas cuando debe ocuparse de adecentar, a las jóvenes que se encuentran hospedadas en esta casa, tiene la ayuda adicional de diez celadoras contratadas por el Sr. Clark Miller, usted como institutriz sabe sumar verdad? Diez chicas + diez celadoras. Me puede usted decir por favor, que falta hace la ayude usted a la Sra. Myers? Encima usted baja al salón a desayunar, con la descarada intención de utilizar como disculpa, que las culpables han sido las dos jóvenes que se han meado en la cama, las cuales se han meado, porque en la cena se les dio en su bebida, algo que les hiciera ese efecto, como parte de su castigo, el cual usted en esos momentos debía estar con mis hijas!!! A la Srta. Helen Smith porque fue descubierta por el Sr. Clark con las bragas bajadas en su oficina, y por deseo del propio Sr. Clark llegamos a ser acuerdo para darle una buena lección. A la Srta. Silvia Montero fue la propia Sra. Myers quien se la proporciono, ya que es su pupila mientras este en esta casa, porque considere que necesita disciplina. El proporcionarle esa droga es parte de su castigo por masturbarse en el salón, así aprenderán sintiéndose muy avergonzadas al tener que ir a su trabajo en pañales, y que estos al ser sus faldas cortas queden muy visibles ante todos sus compañeros. Pero para usted Lady Margaret… Por más que pienso… No encuentro motivo alguno que la disculpe el haber bajado tarde al desayuno, como tampoco encuentro motivo alguno, que la justifique por qué usted no ha realizado sus tareas asignadas? Me quiere explicar por favor? Y también por supuesto explíqueselo a mi esposa, porque ha tenido que ocuparse ella, de hacer el trabajo de usted…
Lady Margaret se encontraba muy avergonzada, según iba siendo informada de todas sus faltas en esa mañana, se daba perfectamente cuenta que se encontraba en serios problemas, pues no hallaba palabras que poder alegar en su defensa, además era cierto que había desatendido sus quehaceres. Además conocía muy bien a las pequeñas hijas del Fiscal, aunque de niñas tenían muy poco o nada, si sabía lo soberbias que eran las tres, sobre todo la más pequeña de ellas, que era el mismísimo diablo y de la que ella misma, tenía la certeza que fue la responsable de tirar sus bragas en el suelo de su habitación, yendo a la lavandería a cogerlas a escondidas, para luego culparla a ella, pero no disponía de ninguna prueba de ello. Y la pequeña arpía no confesaría su falta de ninguna manera, por lo que no había posibilidad de poder exculparse, para volver a tener su privacidad a la hora de utilizar sus propias prendas íntimas, como su forma de vestir.
El Sr. Fiscal se acomodó sentándose sobre la superficie de su mesa, con los brazos estirados y apoyando las palmas de sus manos en el mismo bode de su mesa. En clara espera de una respuesta, la cual no llegaba. Pues Lady Margaret no encontraba palabras para justificarse y mucho menos para poder disculparse de forma que resultara creíble, pues no creía fuera posible incluso a ella misma, prefiriendo guardar silencio aunque ello significaba declararse claramente culpable, lo que iba a resultar para ella un severo correctivo a sus cincuenta y cinco años. Ante tal silencio el Sr. Fiscal siguió hablando…
(Sr. Fiscal) -. En vista que no desea disculparse por su descarado comportamiento, así como no cumplir con sus labores, solamente me deja una solución para usted! Apenas han transcurrido cuarenta y ocho horas, de la azotaina que recibió usted!!! Por lo que es de esperar que lleva el trasero aun lo bastante dolorido, como para ser castigada de nuevo. Por lo cual, le dejo la alternativa de presentarme su dimisión como institutriz. De lo contrario será usted castigada en este despacho aquí y ahora. Pero si acepta que seamos quienes nos ocupemos de su grave falta, solamente tiene usted que despojarse de la falda, y quedarse en ropa interior en este despacho. .- Lady Margaret muy avergonzada de sí misma, se miraba la punta de sus zapatos, mientras en su mente debían pasar las imágenes, de imaginarse a las chicas con sus uniformes mal puestos, sus blusas por fuera de sus faldas, y teniendo que ser bañadas por su madre. Luego le aparecían las imágenes de cómo habían atendido a las dos muchachas, viendo la vergüenza que pasaban cuando les ponían los polvos talco en su intimidad, o al abrocharles el pañal ajustándoselos con los adhesivos, así como en el salón, ella se había puesto así misma en evidencia, sin pensar que había desatendido sus obligaciones, y que ello había ocurrido el día anterior también, y que de ello no había escuchado nada, sintiéndose aún más culpable de todo, porque ella si sabía que había desatendido sus obligaciones dos días seguidos… por lo que tímidamente, se llevó sus manos al lateral derecho de su falda plisada azul marino, y soltando el corchete superior e inferior, bajo la cremallera lateral hasta media cadera, cayendo la falda por su propio peso a sus pies, agachándose a recogerla y doblándola en dos dobleces, depositándola en las manos del Sr. Fiscal, el cual la dejo sobre su mesa. Se quedó vestida únicamente con la blusa blanca con el faldón de la misma, que apenas le cubría a la cintura de sus bragas blancas de algodón, con el dibujo de capullos de rosas con pétalos multicolor, amarillo, verde, rojo, azul, y otros colores, sus bragas le cubrían desde el inicio de sus muslos cubriéndole la totalidad de sus nalgas, hasta más arriba de la cintura, ya que por una seña del Sr. Fiscal, se tuvo que levantar la blusa por encima del ombligo, dejando claramente expuestas sus bragas, pudiéndolas ver claramente los presentes en el despacho, no eran nada parecidas a las braguitas de algodón que usaban las chicas, pues las bragas de ellas, eran de talle alto, pero solo hasta su cintura les cubría, mostrando sus perneras menos cumplidas y menos amplias, dejando visible una parte mínima de sus nalgas, siéndoles visibles el color morado de sus nalgas, en cambio las de Lady Margaret, eran de talle alto a la altura del ombligo, y las perneras de sus bragas le cubrían todo el culo, siendo únicamente visible bajo las perneras el inicio de sus muslos, por lo que para verle lo morado que debía de tener aun el trasero, había que bajarle las bragas. .- Bien… Cariño! Puedes encargarte tú misma de ella, ya que has debido realizar su trabajo… Conociendo a nuestro buen amigo Charlton, le dio una soberana azotaina con el cepillo. Teniéndolo que tener muy dolorido y muy sensible, incluso en la leve transparencia de las bragas, se le puede apreciar desde donde estoy, que tiene el culo muy morado para transparentarse de ese modo. Así que tú misma cariño, te puedes encargar de darle la azotaina. Pues estoy seguro que esta mujer a sus cincuenta y cinco años va a llorar de lo lindo, ya que solo la Sra. Myers te iguala utilizando la zapatilla.
La esposa del Sr. Fiscal se levantó del sofá alisando su falda, y avanzando hacia Lady Margaret, colocándose a su lado derecho mirándola, teniendo que levantarle la barbilla para mirarla a sus ojos, y como la Institutriz desviaba su mirada de la vergüenza, pues iba a ser una de sus amigas de la academia quien la iba a castigar, aunque ella apenas tenía trato con la actual esposa del Fiscal, pues sus amigas más íntimas eran las Sras. Myers, Adams, y Miller ya que dormían en el mismo cuarto en la academia. Pero, sí que conocía el carácter de la esposa del Fiscal, ya en los años de la academia en su grupo era quien dominaba a las demás. Tenía su misma altura, aunque los años para ella habían pasado factura, resultando ser una mujer robusta y de aspecto similar al de la Sra. Myers la cual imponía respeto con solo mirarla.
El Sr. Charlton caballerosamente se levantó del sofá, dirigiéndose al otro extremo del despacho, habiendo una biblioteca muy completa, en la gran mayoría de libros de leyes o abogacía. Al pie del mueble había la confortable silla de madera de roble americano, con al menos dos siglos de historia, posiblemente de mediados del siglo XVIII, tenía la característica de ser más alta del asiento, que otras sillas convencionales, teniendo que cogerla con las dos manos por su peso, llevándola por el respaldo hasta justo a dos metros de donde se encontraban las dos mujeres, colocándola mirando hacia el sofá. Ya que una vez colocada la silla, tanto el Sr. Charlton y el propio Fiscal tomaron asiendo en el sofá para no perderse detalle alguno.
La esposa del Fiscal la agarró del brazo por encima del codo, y forzándola a andar, la llevo pasando por la derecha de la silla, tomando asiento en ella, al tiempo que tirándola del brazo la obligo a colocarse sobre sus rodillas boca abajo. Lady Margaret no podía imaginarse mayor vergüenza, que el haber sido obligada a tumbarse sobre las rodillas de una mujer, de su misma edad aproximada, pues debería de ser un año mayor que ella, teniendo los cincuenta y seis años, ya que recordaba que ella era nacida el mes de enero, y ella misma era del mes de octubre llevándose unos meses nada más, a ella le faltaban seis meses para cumplir los cincuenta y seis años. Lady Margaret sintió como los dedos de la Sra. del Fiscal, hurgaba en su cintura, rebuscaba en sus caderas entre la blusa que se le había bajado, y la cinturilla elástica de sus bragas, sintiéndose muy avergonzada al roce de sus bragas de algodón, como se las bajaba trabajosamente, por ser sus bragas de talle alto y elásticas, por lo que para bajárselas tuvo que bajarlas de la cinturilla hacia abajo, y luego volverlas agarrar por las perneras y acabar de bajárselas hasta las rodillas, quedando la pernera a medio muslo con su fondillo visible con lo que ello suponía ver la humedad de su sexo, reflejado en el fondillo húmedo de sus bragas y el elástico de la cinturilla por debajo de las rodillas, por lo grandes que eran, al ser de talle alto sus bragas. Una vez las redondas nalgas desnudas, se las apreciaba claramente ambas muy moradas, con los vértices de las redondeces de las nalgas, un color azulado verdoso dejando claro que las marcas de la severa azotaina del cepillo, había sido muy severa tal como el propio Fiscal había comentado. No pudiendo evitar la señora la tentación de pasar su mano acariciando el morado trasero, trazando círculos sobre una nalga y luego su gemela. La esposa del Fiscal avanzo levemente el pie derecho, al tiempo que daba un pisotón en el suelo con la puntera, para que se le soltase la zapatilla del pie, una zapatilla claramente de invierno, de grueso paño aterciopelado para abrigar más el pie, con unas flores estampadas de margaritas, pero en vez de pétalos de color blancos de la clásica margarita, eran pétalos de varios colores en tonos oscuros, marrón, negro y blanco. Al extraer el pie de la zapatilla aun con sus dedos dentro, la desplazo hacia su derecha al tiempo que la izaba colgándole del pie, inclinando su cuerpo hacia su derecha y bajando su mano derecha, recogió la zapatilla de su pie.
Blandiéndola en la mano derecha, se dio unos golpecitos en la palma de la mano izquierda. Lady Margaret horrorizada escuchaba el sonido de la zapatilla, pues no era nada parecida a la que utilizaba la Sra. Myers. Que la había escuchado infinidad de veces, haciéndola resonar de igual forma sobre su mano izquierda, antes de comenzar a castigar a las chicas. Esta tenía la suela delgada de apenas un centímetro de goma dura como el caucho de un neumático, incluso podría ser de caucho y no de goma, hasta que fijándose en la zapatilla del pie izquierdo, que apenas la tenía a unos centímetros de sus ojos, pudo apreciar que sus temores se cumplían, la suela era de caucho y nada flexible, sin tacón alguno. Al escuchar cómo se golpeaba en la palma de la mano, pudo escuchar su sonido seco y opaco, casi sin hacer ruido alguno, lo que indicaba que debía de doler horrores esa zapatilla. Algo que no iba a tardar en descubrir. Comprobando en su propias carnes lo dolorosa que resultaba, pues a los diez azotes ya lloraba desconsoladamente, ya que sus nalgas las tenía muy doloridas y muy sensibles, por lo que los fuertes zapatillazos la hicieron rápidamente retorcerse de dolor, intentando patalear con sus piernas, pero la traba de sus bragas bajadas, no le dejaban apenas margen de movimientos, al tener las perneras por encima de sus rodillas, trabándole las bragas en sus muslos, y por el otro extremo, la cinturilla elástica al tenerla bajada por debajo de sus rodillas, le trababa las piernas desde casi medio muslo a sus espinillas, siendo como si le hubieran hecho ponerse una malla elástica en sus piernas, imposibilitando cualquier movimiento o el tratar de separarlas, por lo que le resultaba infructuoso todo esfuerzo por separar sus piernas, lo cual hacia que apenas pudiera moverse aunque tratara de menear sus caderas, por lo que los azotes caían seguros, firmes y certeros en sus ya muy inflamadas e doloridas nalgas, que a pesar de tenerlas moradas de la azotaina de cuarenta y ocho horas atrás, ahora tenía todo el culo complemente colorado. Ella no podría calcular el tiempo que duro la larga azotaina, pero fueron casi veinte minutos de castigo. Pero el Sr. Fiscal había sido muy claro en sus palabras, no iba a ser un simple castigo.
Al dar por finalizada la azotaina a Lady Margaret, esta lloraba desconsolada del dolor en su trasero, siendo sujetada por los hombros por la esposa del Fiscal, la levanto no sin esfuerzo, al tenerla de pie a su costado derecho, Lady Margaret se llevó las manos a la base de sus nalgas e inicio de sus muslos, zona que tenía abrasándole con un fuego intenso, pues la azotaina se había centrado en dársela en ese punto en concreto, siendo la zona más sensible y más dolorosa, masajeándose la base de sus nalgas, y subiéndolas por su ardiente trasero, repitiendo varias veces por espacio de unos minutos, hasta que su llanto pareció que ya se paraba, para seguir únicamente sollozando. Entonces sintió como las manos de la esposa del Fiscal, le subía lentamente sus bragas pasándoselas por el dolorido trasero, hasta lograr colocárselas bien puestas quedando su cinturilla elástica por encima de su ombligo.
Cuando logro apaciguar algo sus sollozos, se acercó hacia la mesa del despacho para recoger su falda, tratando de ponérsela, pero le costaba trabajo el tener que inclinarse para poder pasar sus pies, volviéndose ella misma acercarse a la Sra. del Fiscal, la cual la ayudo a ponerse la falda, y una vez vestida así como arreglada su falda, se mantuvo en pie sobándose el culo sobre su falda, en espera de darle permiso de retirarse.
(Sr. Fiscal) -. Lady Margaret! Espero por su bien que esto no vuelva a repetirse en el futuro. Debe tener muy claro cuáles son sus obligaciones en esta casa!!! Y si no es asi, se las recuerdo de nuevo. Usted como Institutriz esta en esta casa para ocuparse de la educación de mis hijas, ya son mayorcitas siendo unas señoritas, pero a pesar de ello no han dejado aun de ser unas niñas caprichosas, necesitan ahora más disciplina que cuando eran pequeñas, pues entonces todas sus diabluras nos dejaban encandilados a su madre y a mí mismo, las habremos mal criado muy posiblemente, pero para ello está usted Lady Margaret, para ayudarlas a formarse como unas dulces muchachas que son casi siempre, pero a veces cometen faltas que requieren disciplina, y es con ellas con quien usted debe estar, y no por la casa atendiendo unas labores que no son las suyas!!! El otro día usted fue castigada, por un motivo que dejaba dudas que pudiera ser cierto, en los años que lleva en esta casa, nunca me había visto en la necesidad de llamarle la atención a usted! Incluso tenía pensado realizar una investigación, para averiguar cómo podía ser posible que una mujer con sus referencias excepcionales, hubiera podido tener un despiste como el otro día… Pero le recuerdo que no fue castigada usted, por haberse dejado las bragas tiradas junto a su cama. Lady Margaret! Usted debería esa mañana haber guardado silencio, y después en mi despacho habríamos hablado. Pero en cambio me falto gravemente al respeto, contradiciéndome delante de mis hijas, de las chicas de la agencia Miller, y del servicio, una falta imperdonable… espero por su bien, que no busque culpables donde no los hay, han llegado a mis oídos que sospecha de la más pequeña de mis hijas, debo decirle que incluso yo mismo llegue a imaginarme esa posibilidad, pero después de los hechos de hoy, está clarísimo que usted está algo olvidadiza últimamente, puesto que primero olvidar sus bragas en el suelo de su habitación, y hoy olvidar sus obligaciones, es algo inadmisible en su comportamiento, el cual no puedo consentírselo ni un segundo más!!! Por no decir nada menos, que añadiendo en el día de ayer ya debió ser usted castigada, pues también olvido sus obligaciones, atendiendo unas labores que no eran las suyas, y como puede imaginar, aunque me haya enterado hoy, se merece la azotaina que no recibió ayer…!!!
EL Sr. Fiscal dio por concluida la serie de problemas que había ocasionado, la Institutriz Lady Margaret y haciéndole una seña al Sr. Charlton, avanzo este hacia ella agarrándola del brazo, forzándola a inclinarse hacia adelante, colocando a Lady Margaret bajo su brazo izquierdo, izándola del suelo en volandas como si fuera una chiquilla de quince años, así sujeta bajo el brazo la llevo hacia la silla donde tan solo hacía unos instantes había recibido una azotaina con la zapatilla, el Sr. Charlton se sentó en la silla, al mismo tiempo que colocaba sobre sus rodillas a la Institutriz, inclinándose de costado hacia las piernas de ella, agarro el dobladillo de su falda levantándosela, y depositándola sobre su espalda casi cubriéndole la cabeza, y acto seguido comenzó a darle una azotaina sobre el trasero, revestido aun cubierto por sus bragas de algodón blancas con unos capullos de rosas con pétalos multicolores, resultando las bragas muy chillonas por los dibujos. La pesada y enorme mano del Sr. Charlton no tardo en caldear de nuevo intensamente si ello fuera posible, pues el culo ya le abrasaba de la zapatilla. Pero la palma de la mano era muy dura, pareciendo que fuera de madera. No había más que ver como pataleaba alocadamente Lady Margaret, pues ahora con esta nueva azotaina en el culo, sus bragas las llevaba puestas aun, pero teniendo el culo como lo tenía, las bragas poco o nada la protegían de la azotaina, sus “Ayees” volvieron a retumbar sobre las cuatro paredes del despacho, al igual que resonaban los fuertes azotes sobre su trasero, que caían implacables caldeando completamente las redondeces de su trasero, sus manos se agitaban en el aire, con un ritmo alocado y en discordancia al pataleo de sus piernas. Por más que trato de cubrirse el culo con las manos, sus movimientos se vieron frustrados por su amplia falda, ya que al tenerla sobre su espalda casi cubriéndole la cabeza, al intentar llevar sus manos al trasero, estas quedaban bajo la falda, siéndole imposible alcanzar el culo y cubrirse. Una vez mas el Sr. Charlton demostraba su eficacia la aplacar una azotaina, al igual que su resistencia pues durante varios minutos estuvo dándole la severa azotaina, manteniendo el ritmo y la intensidad de su fuerza, con “Ayees” a cada azote que recibía en el culo, al tiempo que de sus labios hilillos de saliva y mocos colgaban de ellos, así como sus lágrimas se derramaban en el suelo mojando la alfombra… Cuando la azotaina ceso, fue levantada en el acto de sus rodillas, y llevada a unos de los rincones del despacho, en la cual fue colocada cara a la pared como una mocosa, con sus manos sobre su cabeza. El Sr. Charlton al parecer tenía instrucciones de cómo debía obrar con ella, y nada más colocarla cara a la pared, le levanto la falda dejando su trasero al descubierto, prendiendo la falda con unos imperdibles a sus hombros, y introduciendo sus dedos entre la cinturilla de sus bragas, de un solo tirón se las bajo a las rodillas, dejando sus muy coloradas nalgas desnudas, con el contraste de fondo en el culo, el tenerlo todo morado, en contraste de un color colorado escarlata brillante, resultando una visión inenarrable de toda una señorita de cincuenta y cinco años castigada de cara a la pared, lo cual indicaba claramente que no hay una edad determinada para ser castigada con severidad por sus faltas, y Lady Margaret llevaba tres días que paraba de cometer graves faltas, y al parecer el tener el culo morado, no resultaba suficiente para no ser castigada de nuevo…
(Continuará...)