El Casero - Parte 2

Finalmente el jovencito Marc logra que su casero no le eche... pero, ¿a qué precio?

Pasan más de diez días sin noticias de mi casero. Empiezo a ponerme nervioso: ¿será capaz de no cumplir con su palabra y simplemente echarme después de lo que me hizo hacerle? Mil posibilidades se pasan por mi mente cada día, pero no me atrevo a contactarlo.

Finalmente, en el undécimo día, al llegar a casa de la uni, me encuentro un sobre debajo de la puerta. Lo abro apresuradamente. Se trata de un nuevo contrato, esta vez a mi nombre. Sintiendo un gran alivio, me dejo caer en el sofá sin siquiera terminar de leer el contrato. De hecho estoy tan contento que no lo reviso hasta la noche, cuando me dispongo a firmarlo. Antes de estampar mi firma, sin embargo, me doy cuenta que el precio es bastante superior a lo que pago en la actualidad. Lo releo varias veces, incrédulo. Se me viene el alma a los pies. Ya me costaba pagar mi alquiler hasta ahora, ¿cómo voy a hacer para pagar más?

Sintiéndome ofendido y traicionado, le mando un mensaje a mi casero en ese mismo instante:

  • Acabo de recibir el contrato. Debe de haber un malentendido, dice que tengo que pagar más por mi habitación? No puedo pagar ese precio y además no es lo que habíamos acordado.

Pasan horas sin recibir respuesta. Me desespero. ¿Que coño voy a hacer?

Finalmente recibo un mensaje, escueto y directo:

  • Estaré ahí en una hora.

Muy a mi pesar no puedo evitar una punzada de excitación. Pese a lo humillante que fue el último encuentro, no he podido dejar de pensar en ello en todos estos días. Con cierta vergüenza, me doy cuenta que he perdido la cuenta de las veces que me he pajeado rememorando la escena. Pero recuperando el sentido práctico por un segundo, me digo que esto es algo serio, si no logro una solución estaré en la calle en un par de días. No puedo dejar que mis deseos se interpongan, me decido a encararlo directamente y exigirle una solución.

La hora se convierte en casi dos. La espera se me hace interminable. Cuando ya casi me he resignado a que no vendrá, suena el timbre. Me dirijo precipitadamente a la puerta y abro. Toda mi resolución y fortaleza se tambalea al verle en el umbral, fuerte y trajeado.

  • Buenas noches, chavalín - dice con media sonrisa y pasando sin esperar mi invitación -
  • Bu… buenas noches… - digo sin poder evitar cierto balbuceo.
  • A ver, qué es lo que sucede - dice mientras se sienta en el sofá.

Parado junto al sofá, manteniendo intencionalmente la distancia para controlarme mejor y mantener mi cabeza fría y despejada, trato de explicarle la situación, haciendo un esfuerzo por sonar conciliador y por no tirarle en cara que se haya aprovechado de mí de esa manera.

  • No recuerdo que dijeras nada del precio en nuestra ¨charla¨ del otro día - dice enfatizando sarcásticamente la palabra charla- No parecía preocuparte mucho entonces. Aunque supongo que estabas más pendiente de otras cosas…
  • Mira, no estoy para jueguecitos… - respondo indignado, notando cómo empiezo a perder la paciencia - Esto es un gran problema para mi, creí que teníamos un acuerdo y ahora…
  • Es lo que hay, chaval. Lo tomas o lo dejas - dice cortante.
  • Pe… pero no puedo pagar ese precio! - digo exasperado.
  • Se me ocurre una opción… - responde enigmático.
  • ¿Cu… ? ¿Cuál? - digo entre esperanzado y suspicaz.
  • Puedes sacarte un dinerito extra ̈trabajando ̈ para mi como el otro día y pagar la diferencia de precio… - dice finalmente empezando a acariciarse el paquete.
  • Osea… que si te la mamo de nuevo… - digo tragando saliva con fuerza.
  • Si aceptas trabajar así para mi sería algo más que una vez… en realidad sería de vez en cuando, cuando necesitara relajarme un poco… Y obviamente se trataría de un servicio más completo… - dice sonriendo con lascivia - Pero a cambio recibirás el dinero que te falta del alquiler.
  • Y… y no sería más fácil… si te pago menos y luego…
  • Las condiciones las pongo yo. Me pagas el alquiler correspondiente… y luego si haces bien tu trabajo te devuelvo la diferencia…
  • Eh… no sé tío, no tiene mucho sentido…
  • En ese caso, buenas noches - dice incorporándose para irse.
  • Espera, espera…! - digo tratando de sopesar mis opciones - Si aceptara… el dinero del primer mes…?
  • Podríamos hacer una excepción por esta primera vez… si te portas bien podrías recibir un anticipo.
  • Ok… - digo aún algo dudoso.
  • Pero habría algunas condiciones…
  • ¿Cuáles?
  • Uno: Me tratarás con algo más de respeto, siempre de usted…
  • Ok…
  • No me interrumpas - dice cortante.
  • Dos: Aunque esto será algo ocasional, deberás estar disponible cuando te lo pida. No te preocupes, te avisaré con tiempo. Tres: En mi presencia siempre estarás desnudita y limpita para mi… siempre lista para recibirme. Cuatro: Serás respetuosa y obediente, harás lo que te pida, como y cuando te lo pida sin remilgos y sin rechistar. Cinco: Al final de cada trabajo, si has hecho lo acordado recibirás tu estipendio… ¿Aceptas?
  • Eh… - mi mente, aún procesando en su incredulidad todo lo que está oyendo, es incapaz de responder.
  • No tengo toda la noche. ¿Si o no? -dice tomándome de la barbilla y levantando mi cara hacia la suya.
  • Ok… - murmuro de manera casi imperceptible sin saber bien que estoy diciendo.
  • ¿Si o no? - repite apretando mi cara con más fuerza.
  • Si… - digo con algo más de convicción.
  • Empezamos mal… ¿Qué hemos dicho del respeto?
  • ¡Sí, señor! Perdón… - digo inexplicablemente avergonzado por mi pequeño error.
  • Buena chica. Ahora desnúdate - dice volviendo a sentarse en el sofá.

Me aparto un poco, aún no del todo seguro de en lo que me estoy metiendo, y empiezo a quitarme la ropa. No tardo en quedarme totalmente en pelotas frente a él.

  • Date la vuelta… - dice mordiendose el labio inferior - Joder, ¿no estás depilada? - le oigo decir con cierto asco al girarme para él - Hmmm… a partir de ahora te quiero siempre totalmente depilada… Ni un vello por debajo de tu nariz, ¿entendido?
  • Sí, señor - digo sintiéndome profundamente humillado.
  • Qué lástima, porque tienes un culito realmente rico… tendré que dejarlo para la próxima vez… - dice azontándome el culo con fuerza - ahora ponte de rodillas.

Obedezco. De rodillas frente a él, le saco la polla del pantalón y, como la vez anterior, comienzo a chupársela. Esta vez me deja hacer, sin marcarme el ritmo con sus manos. Juego con su polla, arrancándole fuertes gemidos de placer. Sumamente excitado con poder probar de nuevo su polla, pero también por la extraña sensación de sumisión que conlleva toda la situación, disfruto sobremanera con esa mamada, explayándome. Cuando finalmente logro llevarlo al límite, quita su rabo y, pajeándose con fuerza, acaba corriéndose abundantemente en mi cara y alrededores. Noto su lefa espesa y caliente recorriendo mi jeta.

  • Jajaj, buena chica… menuda boquita… - le oigo decir, mientras con un dedo empieza a recoger sus trallazos de semen y a empujarlos hacia mi boca. Mete dos de sus dedos llenos de lefa en mi boca, y me hace relamérselos. Repite la operación varias veces, hasta que noto que no queda nada en mi cara - Ufff, menuda zorrita estás hecha… - dice acariciando un poco mi cara - que bien me lo voy a pasar contigo, jajaja - dice riendo con fuerza - Ahora limpiame bien la polla y métela en el pantalón.

Hago lo indicado rápidamente, secretamente contento de poder saborear algo más de esa deliciosa leche. Mientras le limpio la polla noto como se mueve en el sofá. Al guardar su polla le veo con la cartera en la mano. Saca varios billetes de ella.

  • ¿Qué se dice, zorrita?
  • Gracias, amo… - respondo instintivamente.
  • Jajajaj, me gusta lo de amo… va a resultar que has nacido para esto… - dice con una gran risotada mientras tira los billetes en el suelo - Ahora firma el contrato y recoge tu dinero.

Tras entregarle el contrato firmado y agacharme a recoger los billetes, vuelve a sonreirme, y se va. Apenas oigo la puerta cerrarse, caigo de nuevo de rodillas y empiezo a pajearme desesperadamente.