El Casero - Parte 1
Cuándo un jovencito se encuentra con problemas con su casero, se tiene que plantear seriamente que está dispuesto a hacer y hasta dónde está dispuesto a llegar para no quedarse en la calle... Una historia de entrega y sumisión a un hombre maduro y con poder.
Estoy jodido. Estoy en casa esperando la visita de mi casero. No lo conozco de nada, puesto que ni siquiera tengo un contrato. Cuando me vine a esta ciudad por estudios, me limité a realquilar una habitación a través de un anuncio online. Kevin, mi compañero de piso, es quien llevaba el tema del alquiler y a cuyo nombre está el contrato. Pero Kevin se fue hace casi dos meses, de la noche a la mañana, sin dar muchas explicaciones y diciendo que tenía unos asuntos pendientes en su país. No he vuelto a oír de él ni ha contestado ninguna de mis llamadas.
Dada la situación, contacté con el casero para ver si podíamos arreglarlo de algún modo. Craso error. A los pocos días el tipo empezó mandarme emails, en tono bastante duro, casi amenazante, preguntando quién coño era, donde estaba Kevin, dónde estaba el dinero de su alquiler y porqué estaba viviendo en su casa. Pese a mis intentos de aclarar lo que estaba pasando, me dejó claro que el contrato con Kevin impedía cualquier instancia de realquiler sin su aprobación. Que se debían dos meses de alquiler. Y que, en justa correspondencia, mi permanencia en el piso era irregular y debía proceder a abandonarlo de inmediato. En caso contrario, amenazaba con iniciar un proceso legal!
Cagado y bastante desorientado, le pedí -casi le imploré- algo de comprensión y la posibilidad de buscar una solución razonable. Expliqué que desconocía nada sobre el impago y que no había podido hablar con Kevin en semanas. Su única concesión finalmente: que vendría a visitar el piso esta tarde y tendríamos entonces la la oportunidad de charlar. Así que en esas estoy, esperándole.
Me llamo Marc, por cierto, tengo 20 años y llevo casi 2 años viviendo en este piso, desde que me mudé aquí para empezar mis estudios en la universidad. Mido 1´75, de unos 65kg, delgado, de ojos claros, tez blanca, pelo muy corto negro, me dicen que bastante guapo.
Suena finalmente el timbre. Muy nervioso, me dirijo a la puerta y abro. Me encuentro con un tipo de unos 45 años, muy alto, alrededor de 1´90, fuerte tirando a fondón, enfundado en un carísimo traje azul oscuro, de facciones marcadas, ojos marrón oscuro y pelado. He de admitir que me quedo como embobado un instante en la puerta frente a su imponente y atractiva presencia.
Con semblante duro y sin ningún tipo de preámbulo, me dice:
- Buenas tardes. Soy el propietario del piso. Aquí tienes la notificación oficial requiriendo que abandones el piso a la mayor brevedad. Tienes dos semanas a partir de hoy como máximo - y me entrega un sobre - También te recomiendo que te asegures de abonar la cantidad impagada correspondiente a los tres últimos meses antes del plazo indicado. En caso contrario, deberás lidiar con mis abogados.
- Se… señor… discúlpeme… Me llamo Marc… - le extiendo una mano en señal amistosa, que ignora por completo - Me… me temo que ha habido un gran malentendido… porque no pasa un minuto.... Le puedo ofrecer un café? O té? Lo que desee. Me gustaría tener la oportunidad de explicarle… - digo esforzándome por mostrarle mis mejores modales y encantos, aunque con bastante nerviosismo.
- No hay nada que discutir, chaval… Has sido notificado. No te conviene meterte en más problemas. Paga lo que debes y lárgate.
- Por favor, señor, se lo pido encarecidamente. Déme 5 minutos.
Tras un instante de silencio, durante el cual me mira directamente a los ojos sin pestañear, dice:
- Tienes 5 minutos. No tengo todo el día - y sin esperar ningún tipo de indicación por mi parte entra en el piso y se dirige al salón.
Suprimiendo una sonrisita de triunfo por haberlo convencido, le sigo. Me siento satisfecho de que haya accedido a entrar, pues de este modo podrá ver lo impoluto que he dejado el piso tras matarme a limpiar durante dos días!
- Puedo ofrecerle algo para tomar - le digo en tono sumamente cordial y respetuoso mientras se sienta en el sofá.
- Vamos a ir directos al grano.
- Eh… sí, claro… - digo algo descolocado por la dureza de su tono - Verá, ha habido un malentendido… Kevin… bu… bueno, yo… - pese a haber preparado y ensayado mi discursito varias veces, me encuentro ahora falto de palabras.
- Puedes ahorrarte las explicaciones. Me importa poco lo que haya pasado. La cuestión es que estás viviendo aquí irregularmente, y además me debes mucho dinero. Tres meses de alquiler para ser exactos.
- Pero yo he pagado! El problema es que Kevin… - respondo agitado.
- Eso resulta irrelevante. Yo debería haber recibido el dinero y no lo tengo. Tú estás viviendo aquí. Tú mismo lo has admitido. Y has recogido la correspondiente notificación. Así que procede a pagar y lárgate de mi casa cuanto antes.
- Pe.. pero señor… cómo voy a pagarle ese dinero? Soy estudiante, no tengo esa cantidad de dinero - digo casi sollozando.
- Ese no es mi problema.
- Quizá, si me diera algo de tiempo… podría pagarle a plazos o algo así?
- Tienes dos semanas. Para pagar y marcharte. O a para enfrentarte a las consecuencias legales... - dice ahora levantándose, dando nuestra negociación por terminada.
- Por favor señor, se lo pido… debe de existir algún tipo de solución? - digo acercándome a él, en tono patético y suplicante, unas lágrimas asomando a mis ojos.
En este preciso momento, noto su mirada penetrante examinándome con atención de arriba a abajo.
- ¿Qué puedes ofrecerme? - dice ahora, con media sonrisa en la boca.
- Bu… bueno, si me diera algo de tiempo… podríamos regularizar el contrato a mi nombre… y podría alquilar la otra habitación y poco a poco ponerme al día… - balbuceo
- ¿Qué gano yo con eso? Hace tiempo que debería tener el dinero… y además supondría mantener un contrato a un precio por debajo del mercado actual. Y quién sabe si realmente me pagarás esta vez. Salgo perdiendo en cualquier caso. Lo siento, chavalín - dice dándome un par de palmaditas en la mejilla - Tienes dos semanas.
- Dígame usted, entonces, ¿cómo podemos solucionarlo? Puedo ayudarle en lo que sea… puedo trabajar para usted o… no sé, seguro que puedo serle de utilidad.
- Hmm… bueno, eso dependerá de qué habilidades tengas… soy un patrón bastante exigente - me dice ahora con una sonrisa lasciva, mientras su mano se dirige a su entrepierna y empieza a acariciarla - Si eres capaz de esforzarte… quizás podamos encontrar alguna manera de ayudarnos mutuamente… - dice mientras procede a bajarse lentamente la bragueta.
Le miro con una mezcla de estupefacción, rechazo y excitación, mientras termina de bajarse la bragueta y, tras meter su mano un instante, saca su rabo, ya morcillón. Mi mirada queda fija en ese pedazo de carne entre sus dedos.
- ¿Qué me dices? Crees que podrás estar a la altura? Con esa boquita estoy seguro de que sabrás cómo complacerme… - dice tomándome de la barbilla con fuerza con una mano, mientras con la otra empieza a pajearse.
- No sé, señor… no… no me refería a esto exactamente…. - digo dubitativo, tratando de sopesar mi situación y posibilidades.
- Vamos a hacer una cosa: si me ayudas con este encargo, podemos arreglarte un contrato a tu nombre… y puedes quedarte a vivir aquí….
- ¿Y la deuda? - logro preguntar, aún sin creerme del todo lo que está pasando.
- Seguro que encontramos una forma de arreglar eso también… - dice ahora poniendo su mano sobre mi cabeza, y haciendo fuerza hacia abajo.
Caigo lentamente de rodillas bajo el peso de su manaza. Mi cara queda a pocos centímetros de su polla ya completamente dura. Le miro desde abajo una vez más, dubitativo.
- Te recuerdo que no tengo mucho tiempo… así que será mejor que te decidas… - dice dándome un par de pollazos en la cara.
Dejando atrás mis últimos resquicios de lucidez y racionalidad, me abalanzo sobre su polla con la boca abierta y empiezo mamársela. Es una polla bastante grande, de más de 18 cm y bastante gorda, sobretodo en la base y el centro. Al principio me cuesta bastante metermela, pero tras babearla un poco logro introducirla hasta el fondo. No es la primera vez que me como una polla, obviamente, pero jamás en una situación como esta.
Procedo a meterla y sacarla lentamente al principio, recorriendo con mi lengua todo su tronco y jugando con su capullo. No tardo en atragantarme un poco, pero me decido a poner en juego mis mejores habilidades succionadoras: estoy decidido a demostrarle de lo que soy capaz.
Tras varios minutos así, posa sus manos sobre mi cabeza, y empieza a follarme la boca, con fuerza y ritmos cambiantes. Esta vez me resulta un tanto más difícil mantener a raya las arcadas, pero sus fuertes manos me impiden hacer mucho al respecto.
- Eso es, chavalín, menuda boquita tienes… Eso es, cómetela entera… - me dice entre gemidos, animándome a seguir.
No sé cuánto tiempo pasamos así. Sólo sé que mis rodillas y la comisura de mis labios empiezan a doler cuando finalmente lo siento convulsionarse, y percibo como su polla palpita intensamente en mi boca antes de empezar a soltar abundantes trallazos de lefa en mi boca.
- AAAHHH, AAAAHHHHHH!!!! Si, si!!!! AAAHHH, eso es, toma toda mi lechita, zorrita - dice apretando mi cabeza contra su cuerpo con todas sus fuerzas, asegurando así que sus lefazos van a parar directamente al fondo de mi garganta.
Cuando finalmente me deja ir, toso con fuerza, tratando luego de recuperar el aliento, con el sabor amargo de su lefa en mi garganta y lágrimas en mis ojos.
- Límpiala… - dice ahora invitándome a recoger los restos de lefa y babas que aún quedan en su polla ya flácida.
Obedezco servicial sin saber muy bien porqué, pasando mi lengua por su capullo, su tronco y huevazos, recogiendo hasta la última gota de fluidos sobre su polla.
- Buen chico… - dice acariciándome el pelo - Veo que no me equivoqué, con esa pinta de zorrita que tienes… supe nada más verte qué serías bueno en esto… Ahora méteme la polla dentro del pantalón, anda, tengo que irme…
Con manos temblorosas le vuelvo a introducir el rabo en el pantalón y le subo la bragueta.
- Bien, te mandaré el nuevo contrato en breves. Una vez firmado acordaremos los plazos para que puedas ponerte al día.
Y sin decir nada más, yo aún de rodillas en el suelo con la cara llena de babas y lágrimas, sale del salón hacia la puerta y se larga.