El Caserío II

Mis encuentros con David continúan como había previsto, pero no había previsto la pesadilla en que se convertiría

El Caserío II

Acaba de tomarme un yogur, el postre antes de irme a la cama. Recordaba las palabras de David, me dijo que esta noche me follaría, que me iba a hacer suyo y no me disgustaba nada esa idea. Esta vez se colaría en mi habitación y follaríamos como dos adolescentes que acaban de descubrir el dulce secreto del sexo. Pero aún estaba en el salón comedor, David se sentaba delante de mí y a mi lado tenía a su hermana, la pobre siempre intentaba flirtear conmigo, pero ella no sabía que mi fijación estaba puesta en su hermano. Aún así me pareció divertida la situación y seguía el juego a la muchacha.

Me despedí de todos, David me respondió con una amable sonrisa (como era habitual) y un característico guiño, sabía lo que significaba, sabía que era un hasta luego, que esa noche iba a tener mucho más David en la cama. Me gustaba la idea de tenerlo en la cama, sentir, saber que estaría conmigo, después de unas semanas con él día tras día le había cogido cariño y tenía miedo de enamorarme de alguien que sabía que en otras semanas no volvería a ver (hasta el siguiente año si Pedro decidía volver a contratarme). Pensamiento tras pensamiento volví a tropezar donde el primer día, sólo que esta vez no estuvo David para recogerme y caí al suelo. Me volví a levantar subí las escaleras y me metí en mi habitación. Me puse la ropa de dormir y a la cama.

Entre tanto, no dejaba de pensar en mis sentimientos por David y si él pensaba igual, es impresionante la de vueltas que puede darnos la cabeza tumbados en una cama… así que decidí empezar a sobarme, olvidarme de todo eso, pensar en la noche que me esperaría y sí, sirvió.

Recordé lo sucedido en las viñas y mi polla reaccionó, la acariciaba suavemente, quería preservar todo su potencial a David. Empecé a notar calor y me quité los pantalones y la camiseta quedando en bóxer, los mismos que me había quitado David anteriormente, y caí en la cuenta de que David no había llevado nada bajo el pantalón aquella mañana, por lo que se me ocurrió la brillante idea de recibirlo desnudo, sin nada, listo para dar placer. Me quité el bóxer y quedando totalmente desnudo comencé una leve paja, cerré los ojos y vi a David, sólo que esta vez no era como las otras noches, esta vez ya sabía cómo era, ya lo había besado, lamido, follado…

Se abrió la puerta silenciosamente, en la oscuridad de la noche, en el silencio de quienes duermen, totalmente a escondidas, como si hiciéramos algo malo. Era David.

Con sumo cuidado la volvió a cerrar aunque en esta maniobra no fue tan silencioso.

-    Siento haber tardado tanto – Dijo entre susurros – Tenía que ser el último, para asegurarme que nadie me veía meterme aquí.

-    No importa, al final has venido – Dije sonriendo pero no sé si se percató de ello, todo estaba muy oscuro, bañado por la suave luz de la luna menguante que entraba por la ventana.

-    Jamás me perdería algo así – Dijo cuando ya se había quitado los zapatos y se disponía a meterse en mi cama - ¡WOW! – Exclamó al levantar las sábanas – Me alegro de ser tan bien recibido.

-    Jamás te recibiría de mala manera – Dije en un tono semejante al que él usó – Aun que al levantar las sábanas ha entrado algo de frío…

-    Tranquilo, que tu pequeño David ya está aquí para darte calor.

Acto seguido se metió bajo las sábanas, se puso encima de mí (él aún llevaba una camisa de cuadros y un pantalón) me abrazó y comenzó a besarme, me chupaba el cuello con tanta fuerza que pensé que me haría un chupetón, lo noté más ansioso, con más ganas de devorarme.

Reaccioné acariciándole, gimiendo (levemente, casi con suspiros), lamiéndole cualquier centímetro que quedara cerca de mi boca, dejándome llevar por nuestros deseos, el mismo deseo, el deseo de ser uno.

Le agarré, le volteé y le desnudé completamente, como una pequeña fiera salvaje, había encendido mi llama y necesitaba ser sofocada. Y sin más preámbulos me metí toda su carne en mi boca y le hice disfrutar, mientras con mis manos acariciaba el suave vello de sus piernas, mi lengua se entretenía en darle placer a su instrumento. Las sábanas estaban ya tiradas por el suelo, en la cama parecíamos dos fieras, él dejándose dar placer  y yo entretenido con todo su cuerpo. Paseé mi lengua en todos sus rincones, esta vez además jugué con sus piernas, jugué con sus pies, con sus deditos, haciéndole cosquillas y a él le gustaba, se le notaba, a veces tenía convulsiones (supongo involuntarias) que me decían que se moría del placer. Volví a subir por el norte, buscando su cuello y sus preciosas orejas, pero me encontré con un David con ganas de sexo, me cogió me volteó (igual que había hecho anteriormente) y se fue directamente a mi culo, probándolo, ensalivándolo, sabía que me quería follar y no quería esperar más. Cogió mi polla con la mano, masajeándola, pajeándome, mientras que descubría con su lengua todos los secretos de mi ano. Yo no sabía si morirme del placer, gemir, estaba en un limbo, y David me había llevado allí.

Decidió que ya era el momento y yo a cuatro patas y él sobre sus rodillas empezó a meter poco a poco su polla dentro de mí. Como no la tenía tan gruesa, no me dolió tanto, y fue rápido el momento en el que el placer se intensificó. David me embestía como un toro bravo desbocado. Lo sentía dentro de mí, en mi más preciado tesoro, pensé que es algo que quería que siempre estuviera ahí, deseaba a David por encima de todas las cosas y mientras me follaba me gustaba pensar que también me hacía el amor.

Noté que disminuía el ritmo de la follada, pensé que era porque llevábamos así un rato y estaría cansado, así que decidí tumbarle en la cama, y sentarme sobre él. Tuve el mayor acierto de mi vida, estuve en un sube y baja delicioso. Lo sentía retorcerse del placer, notaba como se contraía, sabía que estaría próximo el momento de correrse, pero no quería que eso acabase aún pero sólo de pensar en que echaría toda su leche caliente dentro de mí, me ponía a mil y hacía que sintiera la necesidad de correrme, aunque podía controlarlo, aún.

David se animó, y empezó a mover él también sus caderas, me acoplé a su nuevo ritmo, y la follada fue más bestial, notaba como por dentro tocaba un botón mágico que hacía que me desinhibiera de  todo y tuviera la urgente necesidad de inundar todo.

-    Me voy a correr, Fran, quiero correrme en ti – Dijo

-    Vamos, yo también estoy a punto, quiero sentir todo lo que me puedas dar dentro de mí – Jadeé.

Y así empezó a darme más fuerte, con más intensidad, soltó un gemido más alto (todo había estado entre susurros y jadeos) y noté cómo se corría, noté como aflojaba sus músculos, derrotado ante el esfuerzo físico. Ante tal escena no tuve más remedio que correrme, apenas me había tocado y me corrí sólo con rozarme con la mano. Le salpiqué por todo el pecho, incluso le llegó a la boca.

Me levanté para limpiarnos un poco, él recogió mi leche de su pecho y se lo llevó a la boca. Me pasé un pañuelo por la polla y a él por el pecho para terminar de limpiar los restos y me acosté a su lado, lo rápido para ver entre la oscuridad como la puerta estaba abierta y como alguien se iba.

David y yo nos miramos, algo asustados y salimos en busca de quién nos hubiera visto, ahora caí en el ruido de las hojas de aquella tarde y me di cuenta de que realmente sí había estado alguien, seguramente la misma persona que nos había visto ahora. Para cuando llegamos a la puerta sólo escuchamos el ruido de otra cerrarse, sin saber de dónde procedía.

David, con un mal gesto, se despidió de mí, se fue a su habitación. Yo me quedé solo, asombrado por el mal gesto de este, preguntándome quién sería. Todos vivíamos en aquel caserío y podría ser cualquiera, incluso el padre de David. Me fui a la cama pero me fue imposible conciliar el sueño.

Al día siguiente para mi sorpresa, David no bajó a desayunar, según me contó su hermana, decía que estaba enfermo por lo que esa mañana sólo fuimos al viñedo Fernando, Ismael y yo. Me sentía raro, estaba seguro de que David no bajó por lo sucedido anoche. Pensando en lo ocurrido, me di cuenta de que quién podría estar en las hojas. Sólo había aparte de David y yo, otras dos personas en ese sector, mis compañeros. Tenía la corazonada de que uno de ellos fue el que estuvo anoche en la habitación, quién nos vio follando.

Pero la mañana transcurrió con normalidad, no noté ningún comportamiento extraño. Volvimos después de comer, David continuó en cama y estuvimos de nuevo los tres solos.

Al anochecer Fernando le dijo algo en voz baja a Ismael.

-    Bueno, voy a ir llevándome estas cosas – Dijo Ismael, señalando algunas herramientas y cargando con ellas.

-    Vale, nos vemos ahora en la cena – Dijimos Fernando y yo.

Cuando ya se hubo ido continuo Fernando con la conversación

-    ¡Qué pena que David no haya venido hoy!  Hemos recogido menos de lo que solemos recaudar

-    Sí, es una lástima – Contesté, sumido en mis pensamientos.

-    Aunque claro – Soltó en un tono extraño, acercándose a mí – Después de una noche movida es normal estas exhausto – Dijo, mientras me agarraba la polla.

-    ¿Qué? – Solté alarmado

-    Tranquilo, si David puede, yo también puedo follarte el culo – Dijo, mientras me sonreía, y se lanzó a mi boca.

-    ¡Aparta! – Grité, pero no sirvió, me agarró con las manos y me besó, me robó un beso.

Fernando era un tío de unos 30 años, era alto 1.85 y pesaba cerca de 90kg, era bastante fuerte y en una pelea estaba claro que me podría partir la cara e irse como si hubiera aplastado a una simple mosca.

-    Ahora vas a ser tú mi putita, y te vas a enterar de lo que es que te metan una buena polla de verdad.

-    No – Estuve a punto de llorar, pero no le daría la satisfacción de verme en estas, aún tenía mi orgullo, y resistiría mientras pudiera.

-    Te voy a follar sí o sí, así que deja de resistirte

Me llevo la mano hacia su entrepierna, noté su polla bastante dura y grande, muy grande.

¿Dónde estaría David?  Ojalá estuviera aquí y me pudiera salvar de esta, pero estábamos completamente solos. Sin nadie que escuchara mis súplicas y estuviera decidido a ayudarme.

Fernando no tardo en quitarse la ropa, hacerme agachar y meterme su polla en la boca, sabía un poco a pis, se notaba que la higiene no era uno de sus puntos fuertes, me hizo tragármela hasta el fondo, dándome arcadas, pues la polla de Fernando era de las más grandes que había visto nunca, unos 22/23cm y un grosor considerable, mayor que el mío.

Escuché el ruido de nuevo entres las hojas, Fernando parecía que lo esperaba y apareció Ismael, con su pelo rubio y su cuerpo más delgaducho (comparado con Fernando), como David y yo.

Sin mediar palabra, sonrió y se bajó los pantalones. Todo parecía indicar claro que entre los dos me iban a violar, me iban a hacer lo que quisieran y yo no podría hacer nada al respecto.

Fernando se puso tras de mí, bajándome el pantalón, dejando mi culo libre, me la metió, sin más. Grité de dolor, se habría escuchado mi grito en todo el firmamento, pero Ismael fue más rápido, y lo selló con su polla, que era de un tamaño mediano, 15cm y un grueso como el de David. Me obligó también a chupársela mientras Fernando me destrozaba las entrañas.

Finalmente me hicieron sentarme y los dos, de pie en frente mía, se corrieron en mi cara, dejándome todo manchado de semen, humillado y maltratado. Se vistieron y se fueron a cenar, dejándome allí tirado.

-    Prepárate para la siguiente, que Ismael se ha quedado con ganas de follarte el culo – Dijo Fernando y los dos se alejaron poco a poco entre risas.

Lloré, estaba solo, mojado, con frío, ya era de noche y apenas se veía nada, la luna menguaba y cada día había menos luz en el cielo, y sentía como mi luz se apagaba por dentro también.

Me limpié como pude, volví a la casa, todos estaban cenando, me preguntaron el por qué de mi tardanza, simplemente les dije que me entretuve mirando el manto de estrellas. David fue a hablarme, pero le desvié la cara, no cené y me subí a la habitación. Sólo quería estar solo, olvidar la pesadilla que acababa de sufrir.

David me siguió a la habitación, entró. Yo tenía mi mirada perdida, pero aún así le dije amablemente que se fuera.

-    Tienes los ojos rojos, otros te podrán creer pero yo no, a mí no me puedes mentir, veo más allá de tus palabras – Dijo David. Me hizo sentir mejor esas palabras pero dolían, porque me recordaba lo que había pasado hacía poco más de media hora.

-    Vete, por favor – Miré por la ventana y esperé que se fuera.

Por suerte así lo hizo y me quedé solo, de nuevo, sollozando…