El caserío I

Trabajando en las viñas encontré a alguien como yo, que le gustaba divertirse con un hombre de verdad. Así descubrí a David, el hijo del dueño del casarío en el que trabajaba.

EL CASERÍO

Me llamo Fran, tengo 23 años, mi familia es de clase media-baja por lo que tuve que irme a buscarme la vida trabajando, como fuera. Mi historia comienza el día que decidí irme a la vendimia, me ofrecían un sueldo, alojo y comida. ¿Qué más podía pedir?

Físicamente me considero atractivo, después de toda una vida trabajando en el campo (recogiendo fresas en Almería, aceitunas en Jaén…)  tengo unos buenos músculos, fuertes, sanos, pero no como un culturista, sino lo justo para que se marque un poco. Soy alto, mido 187cm y peso 71kg.

Fue un miércoles muy soleado el día que llegué al caserío, me recibió el dueño del viñedo, un hombre mayor, pelo cano, una leve barriga asomaba por encima de su pantalón, rondaría ya los  50 años. Mantuvimos una conversación, me explicó dónde me alojaría, los horarios de trabajo, el tiempo para comer y descansar e invitó a su hija a acompañarme a mi habitación durante el próximo mes.

-    Entonces, mañana te incorporas al trabajo, ¿no? Ehmm – Titubeó - ¡Fran! – Dijo emocionada, se alegraba de haber recordado el nombre.

-    Sí, tu padre me indicó que el jornal empieza a las 7.30h estaré en la puerta del caserío a esa hora. ¿Cómo te llamas tú?

-    Mi nombre es Claudia y sí, mi hermano también irá en la misma cuadrilla que tú, yo me quedaré haciendo la comida, desde que mi madre falleció me encargo yo de todas las tareas del hogar, nunca imaginé que sería tan duro mantener una casa como esta.

-    Seguramente una chica como tú podrá con esto y todo lo que se proponga – Le dediqué una sonrisa y ella pareció sonrojarse – Por cierto, ¿cómo se llama tu hermano?

-    Mi hermano es David, lo verás ahora en la cena, en total somos unas 20 personas, nos dividiremos en 5 cuadrillas de 4 para cubrir todos los terrenos, por suerte para mí, contamos con 4 muchachas que me ayudan a la hora de cocinar, me suponen un gran alivio – Sonrío, mientras me abría el portón del caserío – Mira, este es el salón, aquí es donde comeremos todos los días – Dijo mientras señalaba dos puertas enormes, adornadas con unas vidrieras.

-    Gracias – Contesté, estaba sorprendido ante la inmensidad del caserío

-    ¡Cuidado! – Se escucharon dos voces, la de Claudia y la de un muchacho, tropecé y antes de caer al suelo me recogieron unos fuertes brazos, allí vi claramente al muchacho de no más de 20 años, moreno, delgadito, algún que otro músculo marcado, vestía con una camiseta de tirantes que dejaba ver el buen tipo que tenía y se dejaba adivinar las abdominales que guardaba tas de sí – Si vas mirando al techo, paredes y los rincones de la casa sin mirar por donde andas al final pasan estas cosas – Dijo Claudia entre risas.

-    ¡Ups! Lo siento – Dije avergonzado, no llevaba ni una hora aquí y ya estaba haciendo de las mías…

-    No pasa nada, tú supongo que serás el nuevo, yo soy David, el hijo de Pedro, el dueño – Contestó con una sonrisa amplísima – Claudia, te necesitan en la cocina – Dijo dedicándole una suave mirada a su hermana – Yo me encargo de llevarle a su habitación – Me miró a los ojos y me sonrió, parecía muy simpático y amable.

-    Vale, voy allá, nos vemos a la hora de cenar, adiós Fran – Dijo haciendo un gesto de despedida con la mano.

-    Bueno, vamos a soltar tus cosas, cenar y descansar, que mañana te espera un duro día, y tengo que ver cómo te las apañas – Dijo en un tono bastante serio – A ver si vales o no – Y lo acompañó de una risotada, pero yo no sabía si era en broma o no, en tal caso afirmé con la cabeza y comencé a subir las escaleras, mirando el peldaño en el que había tropezado antes, del que David me había cogido.

-    Muchas gracias por recogerme – Dije cuando me recompuse del golpe

-    De nada, además de para trabajar también estamos para ayudar – Y soltó una leve carcajada, este chico parecía verdaderamente feliz, se le veía muy vivo y optimista – Esta es tu habitación – Y abrió una puerta que nos condujo a una estancia con una cama normal cubierta por unas mantas, un armario de dos puertas, una mesita a cada lado de la cama y una ventana desde la que se podía ver una gran sierra lejana.

-    ¡Vaya! ¡Qué amplio! – Dije asombrado.

-    Me alegro de que te guste, te dejo tranquilo, y ahora bajas a cenar, supongo que mi padre te habrá dicho la hora, pero por si a caso, te esperamos a las 21.00h

-    Muchas gracias David – Le dije mientras le estrechaba la mano.

-    No hay de qué, al fin y al cabo, vamos a ser compañeros durante un tiempo, ya nos conoceremos más – Añadió con un guiño.

Entonces David salió por la puerta, y dejándome con una sensación extraña, me sentía como si hubiera flirteado conmigo, deberían ser imaginaciones mías, estaba agotado por el viaje, bajaría a cenar y mañana sería otro día.

Y así, fueron sucediendo los días, me unía a la cuadrilla de trabajo con David y otros 2 hombres más, Fernando e Ismael. Ellos rondarían entre 26 y 28 años, sin duda David era el más pequeño, pero el que más interés ponía en el trabajo. A la hora de ir a trabajar al viñedo, íbamos de dos en dios, y siempre iban Fernando e Ismael delante y detrás David y yo, hablando acerca de nuestras vidas, yo le conté que iba de aquí para allá en busca de lo que me diera la vida, mientras que él estaba estudiando en Madrid pero venía de vez en cuando a casa a echar una mano a su padre. Y conforme pasaban los días, se estrechaba una cálida amistad entre ambos. Yo seguía notando leves flirteos por su parte, siempre me agarraba cuando podía, me hacía cumplidos, me acariciaba o buscaba la oportunidad de acariciarme, bajo cualquier pretexto, ya fuera que me había rozado una rama o realmente me había hecho alguna herida y necesitaba ayuda.

Entre tanto, lo que a mí me entraba más morbo al estar en esa situación, a veces me sentía en un juego de miradas, los dos sabíamos que había aceptación el uno por parte del otro, y más de una vez se me ha puesto dura mientras le miraba el culo y observaba con todo lujo de detalles su cuerpo sudoroso y caliente. Muchas noches me tocaba pensando en él, en esas imágenes, recuerdo el día q bebió agua y le llamaron, giró la cabeza y todo el chorro de agua cayó sobre su cuerpo mojándolo entero, esa noche en concreto me corrí yo solo dos veces, David se metía en mi mente y a cada día me volvía más loco.

Estando en la cama, me venía su imagen a la cabeza y mi polla reaccionaba, bajaba una mano por mi vientre, mientras que con la otra me acariciaba el pecho, y agarraba el tronco de la polla y me masajeaba leventemente, y después pasaba a mis huevos, que los acariciaba con mucho cuidado muy suave, moví mi otra mano a la polla y empecé a hacerme una paja, con la mano que me acariciaba los huevos, fui a mi culo, la saqué, me lamí los dedos, ensalivándolos y volví a pasarlos por mi ano, dando un pequeño masaje, pero sin introducir ninguno. Mi otra mano seguía con mi polla, recorriéndola de arriba abajo, unos 17cm muy bien puestos, con un grosor importante. Me estaba deleitando imaginando que me follaba al hijo del dueño, David, ese moreno que me tenía loco, y tenía la certeza de que en algún lugar de esa casa, él también estaba teniendo fantasías conmigo, cambió la imagen de mi mente entonces por un David, recostado en un sillón, desnudo, acariciando su miembro, mientras me observaba, guiñándome un ojo, invitándome a ir con él… Uff, me voy a correr, me voy a correr, sin darme cuenta había metido 3 de mis dedos en mi ano, me estaba estimulando salvajemente y exploté, reprimiendo un grito, y manché las sábanas, mi pecho, el cabecero de la cama y me llegó semen hasta la cara. Había quedado completamente seco, y todo eso con la mera imagen de David, soñaba con follarlo un día, de lo que estaba seguro es que antes de que terminara mi trabajo me lo habría follado, y él a mí también.

Los días y las noches se sucedían de la misma forma, pero ninguno parecía dar el paso yo aún tenía mis recelos a la hora de la verdad aun que con las miradas que me echaba, hacia mí, mi cuerpo, mis ojos, mi paquete, mi todo, no cabría duda. Hasta que al fin un día llegó el momento.

-    Son las 13.30h deberíamos de ir hacia el caserío ya – Dijo Fernando que siempre era el primero en abandonar el puesto.

-    Sí, terminamos con esta vid, y volvemos ¿no? – Le apoyó Ismael

-    Vale, no me parece mal – Contestó David.

Quedaba ya poco para terminar esa fila, unas cuantas viñas, yo hubiera optado por terminarlas y volver, pero el señor jefe ya se había pronunciado.

-    Bueno, nos vamos – Dijo con un tono de júbilo Ismael

-    Sí – Le siguió Fernando

-    Id vosotros mientras tanto, nos quedaremos Fran y yo a terminar estas viñas antes de comer, así descansáis un poco  - Dijo David, dirigiéndome una mirada con una sonrisa un poco lasciva en su rostro.

Acto seguido, Fernando e Ismael se fueron caminando hacia el caserío, que estaba a unos 10 minutos de donde se encontraban.

-    ¿Por qué no le has dicho que se quedaran a ayudar de terminar? ¡ahora tardaremos más! – Dije un poco malhumorado, pues apenas había dormido por haber estado toda la noche tocándome.

-    Porque así he conseguido quedarnos los dos a solas, espero que no te importe – Dijo, calmadamente, con una gran sonrisa, como todo lo que me decía.

-    Ehm… - No había pensado en eso, no había reparado en que estábamos completamente solos.

El se abalanzó sobre mí y me besó, inmediatamente le respondí el beso, y le abracé fuerte, le acaricié el cuerpo, ese torso que tanto me excitaba, besaba sus labios que tanto había anhelado.

-    Besas mucho mejor que en mis sueños – Me dijo azorado – Al fin estoy haciendo lo que deseo hacer desde que te recogí del suelo el día que te conocí, Fran.

-    Al fin voy a saciar a este salvaje que has hecho crecer en mi interior, no sabes cuánto quería tenerte entre mis brazos y poder tocarte a mi antojo – Mi polla ya había reaccionado a esta acción.

Por lo que pude palpar, también la suya, se escondía un buen bulto bajo el mono de trabajo y se notaba muy caliente. David empezó a quitarme la camiseta y tirarla por ahí, yo le bajé los tirantes de mono, para mi sorpresa este cayó al suelo por su peso dejó ver su gran polla, más estrecha que la mía pero más larga, debería de tener 20cm a lo poco.

-    ¡Qué suerte que hoy decidiera no ponerme bóxer – Dijo con una media sonrisa, mientras se lanzó a mi bragueta a descubrir la mía.

En cuanto hubo bajado el pantalón le faltó tiempo para quitar el bóxer y meterse mi carne en su boca, fue una delicia, el contacto de mi polla con su lengua caliente, en esa boca húmeda, me proporcionaba gran placer. Entre tanto gemido y sensación, escuché un ruido entre las hojas, miré pero no vi nada, supuse que sería algún animalillo, así que seguí disfrutando de la mamada que me estaba proporcionando David, que por el placer que me daba, pensé que no sería la primera, ni tampoco será la última. Le agarré la cabeza y empecé a bombearle yo mismo, quería sentir toda ella en su boca, rozando su garganta. Al mirarle de reojo veía como se pajeaba mientras me lamía una y otra vez, sin parar.

Le aparté de mi polla, le levanté, me quedé mirándolo, estábamos los dos desnudos, uno frente el otro, y nos fundimos en un beso, pero en lugar de ser salvaje, era apasionado, caluroso y… reconfortante. Me cambió, y ya no quise follarle a lo bestia, sino ser suave y hacerle el amor, le besé el cuello, y le lamí los pezones, jugueteé con su ombligo al igual que con su abdomen entero. Ya de rodillas, tenía frente a mí ese pedazo de carne, esa polla larga en la que había pensado tantas veces como veces me había corrido en las sabanas de aquella cama. Y ahora la tenía a mi disposición, por primera vez no estaba en mis pensamientos, sino que la podía palpar, tocar y chupar. Y como buen nene, hice lo que debía, me la metí en la boca, primero sueva, hasta en ensalivar toda su superficie y a continuación repasé con mis labios cada vena y cada milímetro cuadrado que tenía, yendo cada vez más rápido, y más rápido, mi lengua jugaba con su glande, tenía la puntita más gordita, y me gustaba pasarle la lengua justo por el agujerito, después pasé a sus huevos, y decidí que ellos también se merecían un buen recibimiento y me los metí en la boca, los saboreé y los chupé. A David le encantó pues no paró de dejar de soltar gemidos y cada vez más altos, por suerte, no había nadie ahí, o al menos, nadie que viéramos. Aproveché estando en esta situación para meter mano al culo de David, igual que había hecho con el mío propio, me ensalivé la yema de los dedos y fui jugando con su ano, mientras mi lengua no le daba tregua a su polla, paseándose por su glande y su tronco que había que me volviera loco.

-    ¡QUIERO QUE ME FOLLES! – Me gritó David, en un tono salvaje, parecía como si estuviera poseído, y sí, en cierto modo, ambos nos sentíamos poseídos el uno por el otro, ejercía una atracción sobre mí que hacía que olvidara el resto y me fijara solamente en él.

Ante esta petición no tuve más que hacer que levantarme, empujarle para que agachara un poco la espalda, y meter mis narices entre su culo, y así poder lamerle bien el ano, para dejárselo a punto para follarle con cariño, incluso puede que con algo de amor.

Me escupí en la polla y poco a poco fui metiéndola, primero la punta, una vez relajado seguí metiéndosela, y así hasta que entró entera, me dijo que parara, que estuviera quieto, que su culo tenía que acostumbrarse a mi grosor. Entonces me mantuve quieto, mientras le daba besitos en el cogote y espalda, le quería dar cariño, quería que se sintiera pleno, que no sintiera que era un polvo más, sino que iba a ser el primero de muchos.

David comenzó él solo a moverse lentamente por mi polla, deslizándose hacia delante y detrás, fue la señal para que yo empezara a mover mi cadera también, y así empezamos a disfrutar completamente de nuestros cuerpos. Yo empezaba a sentir el calor de su interior mientras que él no paraba de gemir, gemidos fuertes, casi gritos, clamando por el por placer que estaba recibiendo. Lo cual hacía que yo me excitara más y gimiese como él.

En un arrebato le saqué mi polla, lo tiré al suelo, puse su piernas sobre mis hombros, y se la metí, de una vez, al principio hizo una mueca de dolor, pero la silencié con un beso y seguí follándolo, lo cual le pareció bien, porque cuando acabó el beso, siguió gimiendo como anteriormente había hecho en pie.

Y aquí, yo con toda mi hombría y mi fuerza, le empecé a follar como seguro que antes nunca le había follado.

-    Joder, qué me haces, me voy a correr sin tocarme – Decía entre gemido y gemido.

-    Pues córrete porque yo también lo haré dentro de ti, David, me pones a cien.

Y así, con esas palabras empezaron los gemidos entrecortados que decían que era el momento del orgasmo y vi como salía de su polla enormes chorros de semen que fueron a parar a la tierra, pecho y cara de David. Al ver tal estampa no me quedó otra que correrme yo también, era mucha la excitación, era mucho el deseo que tenía por ver llegar justo el momento que estaba viviendo, y estallé en su interior.

Volvieron a agitarse unas hojas, pero al mirar tampoco había nadie esta vez, supongo que sería que esta corrida me había hecho alucinar.

Lo ayudé a levantarse, con todo lleno de tierras, pues el sudor de nuestros cuerpos había hecho que se adhiriese nuestra piel.

-    Ha sido fantásticos Fran – Me dijo mientras soltaba unos últimos jadeos.

-    Opino lo mismo, debemos de recoger eso y volver rápido, sino sospecharan de nuestra tardanza – Dije, viendo que eran cerca de las 14h y a esa hora se comía, y las horario era estricto para todos, trabajadores y familia.

-    Vamos, que me has dejado seco – Y me besó levemente, pero me hizo sentir bien.

-    ¿Cuándo podremos…? – Dije, dejando el final de la frase a su entendimiento

-    Esta misma noche – Dijo como si fuera una verdad universal que debería ya de saber – Me escaparé de mi habitación, y te follaré yo a ti – Guiñó un ojo y me besó.

Así nos fuimos al caserío, esperando a la llegada de la noche, iba a ser una tarde muy entretenida trabajando a su lado.