El Casamiento
Ya estamos llegando al final
Quedan dos relatos, para dejar a las muchachas tranquilas, y espero no aburrirles
Después de dejar en claro que el asunto del casamiento era algo en que las dos estábamos de acuerdo; empezamos a pensar cómo organizarlo.
Primero teníamos que pedir la mano a nuestros padres, algo que era la mitad de sencillo, ya que a estas alturas eran los mismos los de ella que los míos. Pero merecían ser los primeros en saberlo.
Lo siguiente es pensar, donde, cuando, y como, pero bueno, eso lo dejaríamos para después, primero avisar a la familia y después tirar para adelante, y pedir consejo a nuestras amigas Fernanda y Alicia que, a pesar de la distancia, sospechosamente se estaban comunicando muy seguido.
Las invitamos a festejar nuestro primer aniversario y estuvieron encantadas.
Ya agosto estaba por la mitad, el puente de la asunción nos regalaba cuatro días de jarana,
invitamos a Fernanda a que fuera con nosotras, a pasar esos días y aprovechar la piscina ya que el calor apretaba bastante; enseguida se anotó, así que el sábado a la mañana tomamos rumbo a casa de mis padres.
Cuando llegamos a la ciudad Fernanda nos pidió pasar por casa de Alicia primero, le dimos el gusto, esta ya nos estaba esperando, cómo pensábamos pasar la tarde en la piscina, entre las dos habían decidido encargar dos, señoras empanadas para no darle trabajo a mi mama con la comida.
La cosa que fue llegar a casa y después de los saludos enseguida nos pusimos los bikinis, y a comer al lado de la pileta para no perder tiempo, mi mama agradecida no tener que cocinar.
Pasamos una tarde espectacular; como para la noche tampoco queríamos cocinar encargue una serie de tapas para pellizcar y engañar el estómago, convencimos a mi papa, que nos acompañara un rato, que no era por reticencia, pero entre cinco mujeres, el pobre estaba un poco desubicado.
Estábamos todos sentados en la mesa del patio, cuando decidimos dar la noticia.
Fui yo la que hice el anuncio o más bien quise hacerlo.
-Bueno, ahora que estamos todos reunidos, Ana y yo queremos anunciarles algo que para nosotras es muy importante.
¡Se casan! – saltó Alicia
Que ¿le dijiste? – preguntó Ana.
¡No! ¡no le dije! – le contesté - ¿y tu de donde sacas eso?
¿Que de donde lo saco? o era eso o alguna de las dos estaba embarazada, no había mucho más; y embarazada no creo que estén.
Pero podías haberte callado hasta que lo termináramos de decir.
Chicas, no discutan que aquí lo importante es que se casan. - Dijo mi padre.
Bueno, es que les íbamos a pedir nuestra mano, no es que quisiéramos hacer una ceremonia, pero se nos ocurrió que sería más emotivo.
Sara, a esta altura creo que no hay nada que nos puedan pedir que no lo hayan agarrado.
Ay papa, ¿cómo puedes pensar eso de nosotras? - Nos echamos todas a reír, el asunto que esa fue toda la ceremonia.
Estoy contenta que formalicen, pero espero que no quede todo ahí, que la tasa de natalidad está dando negativo.
Mama se hará lo que se pueda.
De ahí en más, todo fue comentar los preparativos; cómo íbamos a ir vestidas; donde nos íbamos a casar, y la luna de miel.
Por lo pronto entre Fernanda y Alicia nos convencieron de ir a festejarlo a algún bailable donde no pareciéramos bichos raros.
-Por nosotras no se preocupen, que podemos estar en cualquier lado, sin tener que echarnos mano. - las calmé.
No importa, vamos a donde puedan festejarlo cómo mas deseen, que nosotras si tenemos que aparentar no vamos a hacerlas quedar mal. ¿no es cierto Fernanda?
Pues claro mujer, lo que nos faltaba que nos hiciéramos las estrechas.
Ya puestas de acuerdo, dejamos que Alicia que era la que más conocía eligiera el sitio; nos arreglamos con gusto, y para decir verdad, ninguna desentonábamos.
A mí, Ana me deslumbraba como fuera, pero tenía que reconocer que las chicas iban más producidas, como para pillar.
El lugar donde fuimos tenía su toque, no era muy estruendoso, por lo que hasta se podía conversar; era una mezcla entre sitio gay y heterosexual, cuando le pregunte a Alicia, me explico que también buena parte era bisexual, así que cabía de todo.
Pedimos unos combinados, pero la música nos estaba llamando, le preguntamos a las chicas que iban hacer, y estaban un poco indecisas, pues a pesar que había chicos de buen ver, ganas de bailar con uno que de golpe se les diera vuelta y terminara dejándolas por otro, no les causaba mucho entusiasmo, así que decidieron bailar entre ellas que ahí era lo más natural.
Nosotras, aunque no estábamos acostumbradas a esos sitios, seguimos el dicho “donde estuvieres haz lo que vieres” y lo que veíamos, que cada cual bailaba a su aire.
Era una delicia, bailábamos pegadas, y sentir el cuerpo de Ana rozar el mío, era toda una invitación a terminar a pasar a mayores, algo que tampoco era muy raro ahí, ya que en los rincones había más de una pareja dándose el lote, a tanto no llegamos, pero no por falta de ganas, pero preferíamos dejarlo para hacerlo en un sitio más tranquilo y reservado.
Fernanda y Alicia nos imitaban haciéndonos burla, pero la verdad que lo hacían tan bien que en ese ambiente hasta podían terminar burladas.
Estuvimos hasta tarde, eran casi las cinco de la mañana cuando decidimos volver, íbamos a dormir las cuatro en mi habitación, ya que a pesar que había otra, estaba llena de trastos y no la habíamos preparado; así que nosotras en una cama y las chicas en la otra.
A pesar del cansancio, me daba unas ganas de pegarle un repaso a Ana que me costó dormirme sin meterle mano, a ella le pasaba lo mismo porque lo primero que hizo al acostarse es ir a escarbar por los bajos, pero nos tuvimos que conformar con unos besos todo lo más silenciosos que se podían.
Eran como las nueve de la mañana cuando me dio ganas de ir al baño, al pasar miré la cama de las chicas, y estaban abrazadas de una manera, que o tenían mucho miedo de caerse, o les gustó mucho imitarnos, y lo siguieron haciendo en la cama.
Me volví acostar y ahora les imité la postura con Ana y así me quedé dormida nuevamente.
Como a la una de la tarde, nos llamó mi mama a ver si queríamos comer, nos levantamos con el traje de baño, ya que con el calor que hacía nos pensábamos pasar la tarde en la piscina; nuestros padres iban a salir a ver los primeros festejos de la candelaria, así que podíamos estar tranquilas.
Pasamos la tarde disfrutando del agua y haciendo planes para el día del casamiento, como las elegimos como testigos, se arrogaron el derecho de elegir nuestros vestidos.
Ahí empezaron a tomar decisiones, Fernanda se iba a ocupar de Ana.
-Tú con uno de color blanco vas parecer una señorita inmaculada te va a quedar formidable, el corte ya lo vamos a elegir.
Oye, oye, ¿y yo que? ¿Qué pasa que no puedo ir de blanco?
Si claro, con un misal y un rosario cada una y en vez de casarlas les dan la comunión.
Esta bien, pero soy tan señorita como ella, así que no me van a vestir de camionera.
Si las camioneras fueran como tú, me la pasaba haciendo autoestop – dijo Ana, nos echamos a reír.
Si ya notamos que tipo de autoestop harían – contestó Alicia – por eso para que la parejita pueda entrenarse, esta noche Fernanda viene a dormir a mi casa, así descansan tranquilas; y ahora podíamos ir por unas cervezas, para calmar la sed.
Ya ahora las traigo, Ali ¿me ayudas? – enseguida se vino tras mío.
Ya en la cocina tomamos las latas del refrigerador, pero antes de salir le dije a Alicia.
-Ali, perdoname si te contagie. – me miró con una sonrisa y me contestó.
- Si me hubieses contagiado a mi sola no te perdonaba, pero así, te tengo que dar las gracias. – mientras me abrazaba.
-Eh ¿y esto que es, con mi futura esposa? – preguntó Ana desde la puerta
Ven que para ti también hay, que también te lo mereces. –mientras le plantaba dos besos en la mejilla y se iba corriendo con las cervezas.
Oye, ¿y qué pasó que no me entere?
Pasó que tenemos que tener cuidado que lo nuestro no se convierta en epidemia.
¿No me digas que se liaron?
Pues si no lo hicieron de esta noche no pasan.
Estuvimos casi hasta el anochecer, Fernanda juntó sus cosas para vestirse porque se iba a arreglar en casa de Alicia, así nosotras podíamos hacerlo con más comodidad, para volver al mismo sitio del día anterior.
Esta vez fuimos con los dos coches por si alguno quería irse antes.
Realmente la pasamos tan bien, que decidimos irnos a seguir pasándola bien en casa, y no solamente nosotras, parece que las chicas tenían las mismas intenciones.
Llegamos y todo el mundo estaba durmiendo, fuimos a la habitación sin hacer ruido y nada más entrar, nos abrazamos, teníamos tanta necesidad una de la otra que a esa hora ni se nos ocurrió ducharnos, y a pesar del sudor que cubría nuestro cuerpo nos tiramos en la cama para calmar nuestra ansiedad.
Haberla tenido tan cerca en el baile y al mismo tiempo tan lejos de poder poseerla, me tenía en trance, ahora en la cama, ni sabía por dónde empezar, el deseo me abrumaba, la deseaba toda, las feromonas debían estar haciendo su parte, porque hasta me deleitaba el aroma de su sudor ya seco.
Nos besamos con necesidad, no nos habíamos desnudado completamente, porque teníamos cierto recato por el ruido que podíamos hacer, ya que en nuestra casa no estábamos acostumbradas a reprimir nuestras exteriorizaciones sonoras.
A Ana le pasaba lo mismo, me besaba silenciosamente, mientras me recorría el cuerpo con sus caricias.
-Sara, no aguanto más corazón, tengo que hacerte el amor antes que me enferme de ganas.
Se subió arriba mío, pero nuestros movimientos hacían que la cama chirriara, probablemente nuestros padres no escucharan, pero nos daba vergüenza que pudieran hacerlo, así que sin más tire una manta y las almohadas al suelo, que si hacíamos chirriar el piso ya era para que vinieran los municipales.
Las dos estábamos necesitadas, si yo tenía hambre de Ana, ella no la tenía menos de mí.
-Mi vida, hagámoslo las dos juntas, dame mi parte y tu busca por donde puedas.
Me metió una almohada abajo en el culo y se subió arriba mío ofreciéndome su vagina a mi gula, mientras se hacía dueña de la mía.
No sé si era un 69 o un 96, nunca pude definir con acierto esa parte de la matemática, pero el olor de ese coñito reprimido tanto tiempo me hacía sacar todas las ganas de devorarlo, supongo que el estar sintiendo los estragos que hacía Ana en el mío, tenía algo que ver, porque al mismo tiempo que quería beber de su fuente, la mía estaba a rebalsar, y rebalsó; sentir su lengua con que voracidad daba cuenta de lo que encontraba a su paso, me daba ganas de penetrarla, pero no con la lengua o con los dedos; me daba ganas de introducirme entera, ser parte de ella, nacer al revés para poder deleitarme de ella aunque sea de la parte de adentro.
De pronto ella se apoyó en sus manos apretando su almejita contra mí y con movimientos rápidos y descoordinados volcó toda su esencia en mi boca que cómo maná del cielo, estaba esperando con delirio, mientras escuchaba sus gemidos
Quedamos las dos derrumbadas besando con cariño los labios más cercanos, pero ya no con la urgencia de un rato antes.
Al fin nos subimos a la cama a buscar en el sueño el descanso que tanto necesitábamos.
-Sara, ¿te acuerdas de cuando el incendio cómo me pediste que te hiciera dormir?
¡Si! ¿Quieres hacerme dormir y que te diga que tengo sed?
¡No! tengo ganas que me hagas dormir tu a mí, y no voy a tener sed, a no ser que quieras que la tenga.
No por hoy está bien, que si te da esa sed a ti, también me da a mí, - la besé con cariño y la atraje ofreciéndole mi seno, se lo metió en la boca y empezó a chupar, no con pasión, si no con la dulzura de recibir el cariño que me pedía.
Le fui acariciando la cara mientras miraba arrobada cómo mamaba, y de a poco iba cerrando los ojos con una sonrisa que me llenaba de amor.
Dando las gracias de tener la dicha de tenerla para mí, me fui quedando dormida.
Después de las mini vacaciones volvimos de regreso, creo que quien más la sufrió fue Fernanda, a esa altura ya no estaban en condiciones de ocultar su relación con Alicia.
Pasábamos los días haciendo planes, ya le habíamos dado la noticia a Marina y a Julia y por ende a mi padrino.
Entre chistes y consejos fueron pasando los días; habíamos fijado la fecha para fines de octubre, bien entrado el otoño, pero nuestra luna de miel la pasaríamos en Cuba, en Varadero, que según quien nos la recomendó tenía un clima espectacular.
Mi padrino nos prestó el salón del centro de convenciones del hospital, no era el sitio más romántico, pero era el más seguro para que no se filtrara la noticia a la prensa. Si bien nunca estuvimos expuestas a la farándula, sabíamos que, si pillaban la noticia que una marquesa se casaba y más con otra mujer, teníamos rollo para rato.
Después de más de un año de convivir, pareciera que los nervios no tenían cabida, y sin embargo estábamos con tal ansiedad, cómo si lo nuestro pasara a otra dimensión.
A nuestras testigos, si bien le habíamos dejado la tarea de elegir los vestidos, también le dejamos claro que las que nos íbamos a casar éramos dos mujeres bien femeninas, y no una doncella y una machorra.
La verdad la recomendación estuvo de más, cuando Alicia (que se había ido a quedar en el piso de Fernanda) me llevó a probar el vestido me quedé embobada por el gusto, era de un color rosa indefinido, vaporoso, que lo único que me quedó es pedirle la varita para parecer un hada.
-Alicia, la verdad que tengo que reconocer el buen gusto, y yo que pensé que cuando te casaras tú, te iba a elegir un mameluco, tengo que cambiar de opinión.
¿Y tú como sabes si me voy a casar?
Tu eres doctora y sabes que hay enfermedades que cuando te las contagias, no se curan más.
-Ya voy a ver como la llevas y ojalá tengas razón.
El día del casamiento creo que hasta el tiempo nos dio el visto bueno, estaban nuestros padres, los padres de Alicia, Julia con su marido (que al fin lo conocimos) Marina con mi padrino que ya convivían y por lo que parece pronto seguirían nuestros pasos.
Fernanda y mama eran las testigos de Ana, y Alicia y papa los míos.
Cuando entramos desde diferentes puertas, nos miramos y creo que el hechizo fue mutuo, no podía creer que hubiese convivido con una belleza como ella casi sin darme cuenta, miraba como me miraba, y veía reflejado en sus ojos el deslumbramiento que seguramente tenían los míos, después de las preguntas que ni se cómo las contesté, la mano me temblaba para ponerle la alianza, al fin terminamos de anillarnos y tocaba beso.
Nos habíamos dado tantos que parecía que este sería una tontería, pero no sé porque razón lo sentimos como algo tan definitivo, que fueron los aplausos y los gritos, que nos hicieron volver en sí.
Éramos pocos, pero a medida que podían, iba pasando el personal más cercano a saludarnos, hubo baile y las fotos obligadas, alguna tan emotiva como la de Teresa, la enfermera llorando a mares en el momento de bailar con Ana.
Ni hablar con qué orgullo nos intercambiamos a mama y papa.
No quisimos dejar en evidencia a Fernanda y Alicia cuando salieron a bailar con nosotras las dos juntas y luego del intercambio siguieron bailando entre ellas.
Cuando concluyo la fiesta, después de saludar a todos, fueron ellas las que nos llevaron al hotel donde nos quedaríamos hasta mañana.
Nos habían preparado una suite, donde nos esperaba un balde con una botella de champagne bien frio, decidimos abrirla y brindar con las chicas deseándole la misma suerte nuestra.
Fue Fernanda, la que acordándose de nuestro primer brindis le hizo notar a Ana que ya no tenía que girar mi copa para sentir mis labios; y esta ni corta ni perezosa, me traspaso el líquido en un beso delicioso.
-Fer, ustedes tampoco tienen porque tener una copa en el medio, sabemos de qué van, y el sabor de este champagne veras que se siente mejor a nuestra manera.
No se hicieron rogar para nada y se plantaron un beso como para dar envidia.
-Bueno… bueno, o se van, o pedimos otra habitación para ustedes.
- No hace falta, que en casa podemos chillar más a gusto. – contestó Fernanda.
Al fin entre chistes sugerentes, nos dejaron solas.
Nada más dejarnos nos sumergimos en una catarata de besos que parecían no tener fin.
Ana quiso ir desnudándonos despacio una a la otra, pero yo quería deleitarme con esa obra de arte que era ella con ese vestido, que la hacía parecer algo tan celestial que me daba ganas de comerla así de esa manera.
-Cielo por favor dame el gusto de hacerte el amor vestida así.
- Hazlo ¿pero no sé cómo te la vas arreglar?
La descalcé lentamente le besé los pies y la paré sobre la cama, le solté el liguero y le fui sacando las medias mientras besaba sus piernas, llegó el tiempo en que lo que sobraba era la tanga y la fui sacando, admirando lo que dejaba descubierto.
-Amor no hace falta que mires solamente siente, imaginame, sueña tus fantasías que yo voy a beber de ellas
Me contesto con un gemido al tiempo que levantaba su vestido que formaba un telón para su mirada; separo las piernas para dar cabida a mi cabeza, y ofreció su vulva a mi voracidad, hundí mí lengua en ella buscando el comienzo de ese oasis que podía calmar la sed que tenía de su cuerpo, no sé lo que pudiera pasar por su imaginación, pero se lo que pasaba por la mía; y era que estaba degustando lo más maravilloso que la vida podía ofrecerme.
Fui bebiendo lo que esta me ofrecía, sentía los estremecimientos de su cuerpo, abandonado a mi apetito, sus gemidos eran música para mis oídos, trataba de abrirse más, brindándome todo su yo a mi lujuria, al tiempo que sus instintos hacían que me apretara contra ella, lo que no podía mirar con sus ojos, los suplantaba con sus otros sentidos, guiando mi boca a los lugares más sensibles, para que no perdiera nada de lo que me regalaba en un torrente orgásmico.
Tuve que sostenerla en el momento más álgido, porque las piernas le fallaron, la fui bajando a la cama, y me eché sobre ella para cubrirla a besos.
-Mi amor, aunque no me hallas visto me hago la ilusión que me imaginaste a mí.
Puedes estar segura que sí, es cómo si te viera en el lugar que quería que estuvieras haciendo lo que quería que hicieras; pero ahora me toca a mí hacerte usar tu imaginación.
Ana por cómo me pones, sé que parada no voy a poder aguantar.
Pues será sentada, pero aguantar, vas a tener que aguantar; ven siéntate en el borde y tu solamente usa tu imaginación, lo demás déjamelo a mí.
Me acosté en el borde para facilitarle el trabajo de sacar lo que sobraba, se arrodilló en el piso y sus labios iban erizando mi piel a medida que me sacaba las prendas que estaban demás, cerré los ojos y sentí como sus besos iban reptando por el interior de mis muslos, cuando llegó a mi entrada, sopló tenuemente provocando que mis piernas se abrieran por reflejo dándole vía libre a sus deseos.
Me acariciaba con ternura, se había puesto un poco de costado seguramente para solazarse mirando lo que se estaba por comer y que yo no podía ver cómo.
Me fue introduciendo dos dedos con suavidad y comenzó a moverlos dentro de mi mientras su lengua jugueteaba con mi clítoris haciéndome estremecer de placer.
Quería imaginarme un hada, una diosa del olimpo que me estaba dando tal placer, pero solamente me venía la imagen de Ana, como que era la única de poder hacerme sentir así.
Me apoyé en el codo, y medio me alcé para poder adivinar a través del vestido si lo que sentía era cierto, cuando vi una mujer espantada mirando lo que yo miraba.
Una Ana como nunca la había visto con la cabeza entre las piernas de esa mujer, metiéndole los dedos dentro de la vagina mientras le chupaba el clítoris como si fuera la última vez.
¡Si! Era un hada, o quizá una diosa, pero no la tenía que imaginar, la estaba viendo darle placer a la mujer del espejo, que miraba con cara de vicio sin podérselo creer
Era la mejor película pornográfica que había visto cuyas protagonistas éramos nosotras, se había puesto de costado para que pudiera ver con claridad cómo abajo del vestido se producían el encuentro de sus labios con los míos, mientras los dedos que jugaban con la mujer del espejo me elevaban a placeres que nunca había soñado; tampoco hubiese creído que esa mujer pudiera estar babeándose con una expresión de puta lujuriosa mirando cómo se la estaban follando.
-Ana por favor ¡yaaaa...! – grité – mi amor no puedo más
Vi cómo sumó otro dedo y la penetró haciendo que mi orgasmo fuera el más largo que haya tenido; o quizá fueran dos; o quizá fueran más, pero ver cómo a esa mujer se le caía la baba con tal expresión de lujuria hacia que mi vagina expulsara a raudales toda la calentura acumulada durante la ceremonia.
Quedé desmadejada en la cama, sentía la delicadeza de su lengua limpiando los restos de tamaño orgasmo.
-Ana para, dejame recuperarme.
Tu recuperate, pero yo no voy a dejar que manches el vestido – se subió arriba mío - ¿y cómo te anduvo la imaginación?
Me imagino que eso, “que como la imaginación no hay nada”, en este caso es un cuento; no sabía que eras tan pornográfica ¿lo hiciste a propósito?
Pensé que la que lo había hecho a propósito eras tú, que fuiste la de la idea, y te digo que hasta me daba celos verte comer a la chica del espejo, di que se sentía bien rico, por eso te perdono que me pusieras los cuernos.
¿Y ahora qué hacemos? ¿nos sacamos los vestidos? - pregunté
Creo que es lo mejor, después de todo todavía no nos vimos en una orgía de dos.
Nos desnudamos y entre achuchones y lengüeteos nos quedamos dormidas.
A la mañana nos levantamos y fuimos a la ducha juntas, todavía faltaban como tres horas para que nos vinieran a buscar para llevarnos al aeropuerto.
Nos fuimos enjabonando con caricias entre risas, pero de a poco empezamos a tomar la cosa con más seriedad.
-Sara, ven vamos a secarnos que quiero ver una cosa.
Nos secamos y así desnudas me llevó hasta el borde de la cama.
-Ven, dejame verte como si fuera desde otro sitio, arrimó su seno a mi boca para verme mamar en el reflejo del espejo, era lo mismo que habíamos hecho incontables veces, pero ahora lo podíamos ver de afuera aun estando adentro, solamente podía mirar de costado, pero lo que alcanzaba a ver me derretía, veía una Madonna amamantando una criatura con infinita ternura, mientras la acariciaba, y esa criatura era yo que disfrutaba sabiendo que había mucho más que sexo en esa relación.
Quise tener esa imagen también, y le pedí poder hacer lo mismo, me costó un beso para que me dijera que sí, y se zambulló en mis tetas, no fue tan dulce como yo, pero lo hizo con tanta gana, que como Madonna me dio un morbo que terminamos haciendo el amor con pasión incontenida a la vista de ese espejo indiscreto.
Había puesto la alarma como para que nos diera tiempo de arreglarnos y desayunar y terminamos arregladas, pero sin desayuno.
A la hora en punto llegaron las chicas a buscarnos bastante agitadas, se ve que tampoco habían descansado mucho, nos llevaron al aeropuerto y nos despedimos con cariño.
-Suerte – nos deseó Fernanda – con dos besos a cada una.
Suerte para ustedes, que nosotras ya tenemos toda la que se pueda pedir.
Pues nosotras trataremos; que ustedes nos dan un buen ejemplo – dijo Alicia.
Tomamos el avión y recostadas una en la otra cruzamos el Atlántico dormidas.
Los días en Cuba fueron maravillosos, disfrutamos de las playas, nos hicimos amigas de una pareja que también estaba de luna de miel, a la que no le pareció nada raro que fuéramos dos mujeres, eran de Andalucía y muy graciosos, y se ve que se querían y no tenían empacho en demostrarlo, Simón era un chico bien puesto y Marcela sin ser de pasarela no desentonaba, salíamos seguido con ellos, pero nos dábamos nuestro espacio.
Había una parte de arrecifes donde poca gente iba, se llamaba la poza de San Marino, poseía una belleza que enamoraba, se podía llegar entre las piedras o nadando, para quien supiera nadar era más rápido y menos peligroso de esa manera, como en nuestro caso, éramos buenas nadadoras fuimos de esa manera.
Era un sitio espectacular me senté en una piedra con las piernas en el agua, disfrutando ver a Ana deslizarse por el agua.
Vino a mi lado y se arrimó sin salir del agua.
¿Te cansaste?
¡No! pero me gusta ver como nadas, si estuvieras con el pelo suelto parecerías una sirena.
Sin más se soltó el pelo y se sumergió llegando hasta lo más profundo y de ahí subir como un delfín hasta casi salir fuera del agua.
¿Así te gusta?
Estas hermosa, si hubiera un concurso de sirenas seguro, lo ganabas tú.
No me gusta ser una sirena, me las imagino comiendo pescado crudo a dentelladas, peleando con los bacalaos haber quien los pilla primero.
Mujer, pueden comer mariscos, las ostras se comen crudas.
Tienes razón, voy a ver si pillo alguna.
Nadó hasta las rocas y empezó a revisar entre ellas, se metía bajo esa agua tan cristalina, que se podía vislumbrar la belleza de sus movimientos, estuvo un ratito y vino hacia mí.
-No encontré ninguna ostra, y lo peor que a la sirena le dio hambre.
Pues te la vas a tener que aguantar, porque no trajimos nada.
Y bueno, si para la gente el dicho es, “cuando no hay pan, buenas son tortas” para las sirenas será “cuando no hay ostras, buenas son almejas”
Y sin más metió la cabeza entre mis piernas y corriéndome el bikini se puso a comer la almeja que estaba buscando.
-Ana, no seas loca que alguien nos puede estar mirando.
Mientras miren nada más no pasa nada. – y siguió degustándome a placer.
Ana mi amor para ya; bueno… si quieres un poquito, pero mira que si nos ven vamos a pasar una vergüenza que nos van a echar de Cuba; cariño ya está; para cielo…, sabes cómo me pones…, despacito corazón, deja ya…
Mientras estábamos más o menos protegidas por las rocas, veo a lo lejos a los andaluces venir caminando trabajosamente entre las rocas.
-Ana quitate ahí vienen Simón y Marcela, quitate que nos pillan – sentí dos dedos penetrarme y moverse a una velocidad de vértigo – Anita, por favor que nos van a ver, cielo ¿Qué me haces? – notaba que la parejita se aproximaba y que el orgasmo también se aproximaba – mi amor apurate no me vas a dejar así que me muero, - sentí sus labios chupando mi clítoris y me corrí como loca llenando la boca de mi sirena con el jugo de la almeja que estaba buscando.
Cuando llegaron mi agitación era visible, Ana se había metido bajo el agua y salió en ese momento.
-Uf ¿parece que te cansaste? - Preguntó Marcela
Y que lo digas, es que seguir a Ana metiéndose en lo más profundo, es imposible.
No le hagas caso, que mira que cuando ella quiere meterse en lo hondo es mandada hacer.
Seguimos un tiempo más conversando con ellos, y los dejamos disfrutar tan bello lugar.
Nadamos hasta llegar a la playa del hotel, nada más llegar me puse al lado.
-Esta me las pagas, ya te vas acordar de la poza de San Marino.
- Más me voy a acordar de la poza de Santa Sara de las sirenas y lo sabrosa que es.
Subimos a la habitación y me vengue de la manera que más quería ella que me vengara.
Pasamos unos días espectaculares, la tarde anterior a nuestro regreso, decidimos quedarnos en la piscina del hotel, así nos daba más tiempo para embalar nuestras cosas.
Con toda lógica, todos los turistas habían optado por la playa, así que en el agua estábamos solas.
Habíamos entablado conversación con Mercedes, una señora de Alicante que descansaba como a ocho metros en una tumbona bajo una palmera; ya andaba con más de 60 años y hacía más de veinte que trabajaba en Toronto y nos decía que el frio que allí hacía era insoportable, que pensaba en un año más, volverse a vivir a España; o bien al sur, o directamente a las palmas.
Mientras hablábamos había metido la mano bajo el bikini de Ana y le introduje un dedo en el coño, estaba apoyada con los codos en el borde de la pileta y se meneaba tratando de desprenderse de tan profunda intrusión. Mercedes que se dio cuenta le preguntó.
¿Qué te pasa mujer, hay pirañas o qué?
No, es qué me está agarrando un calambre.
Yo te lo quito. – le dije
Se dio vuelta mirando para mi lado, con lo que le tuve que sacar la mano del culo, pero fue peor para ella porque le metí dos dedos por adelante y aun me quedo el pulgar para fregarle el clítoris.
-Tienes que meterle el tendón en su sitio y se le pasa. – dijo Mercedes
- Eso es lo que le estoy haciendo, le estoy moviendo los tendones, ya casi los tiene adentro.
Ana se desesperaba le había levantado la pierna, y ya iban tres dedos para dentro, que me apañaba para girarlos, mientras no le daba respiro a su montecito del placer.
No pudo contener un gemido revelador en el momento del orgasmo, quedó desfalleciente apoyada en el borde.
-Caray niña, esos son calambres y no los de los jugadores de futbol.
¡No! pero ya si le pude meter los tendones en su sitio, ¿verdad que no te duele más?
¡No! no me duele más, voy a tener que aprender a metértelos en su sitio también a ti; mejor vamos a terminar de arreglar el equipaje.
Salí de la piscina y le ayudé a salir a ella, se me pegó un poco y aprovechó para darme un pellizco en el culo.
-Ay niñas quien tuviera esa edad para aguantar esos calambres, yo con uno de esos no me repongo por dos meses,
Nos echamos a reír y nos despedimos intercambiando direcciones, ya que al otro día salíamos temprano.
Entramos en el cuarto, y se me plantó adelante.
¿Y eso por qué fue?
Así tú te acuerdas de Santa Ana de los calambres.
Que vengativa que eres, y yo que te iba dejar que descansaras antes del viaje, ahora jodete.
Y me jodió, o mejor dicho nos jodimos hasta quedar agotadas.
Este fue el penúltimo relato donde usamos a nuestras amigas para nuestro disfrute, antes que se aburran o nos aburramos.