El carnicero también probo mi leche materna
Después de mudarnos a nuestra nueva cosa conocí al nuevo carnicero y su chorizo argentino
Vivíamos por fin en nuestra casa. Mi hijo José, ya tenía un año de edad y era demasiado inquieto. No quería dejar mi pecho, y se molestaba cuando hacia cualquier intento por quitársela. La verdad no quería quitársela, pero mi marido insistía mucho. Tal vez se ponía algo celoso de mi hijo, ya que por su poco y pobre desempeño en la cama, a veces lo dejaba sin “cenar” por semanas. Mi hijo era un niño muy tremendo pero era un buen niño, Le gustaba correr por la casa desnudo y sentirse libre, o al menos eso era lo que yo creía. Mi esposo trabajaba todo el día. Sus jornadas de trabajo eran interminables y yo no estaba ejerciendo en esa temporada por cuidar a mi hijo y estar siempre para él.
Cuando por fin yo tenía ganas de hacer el amor, mi esposo llegaba demasiado cansado como par aponerme atención y se iba a la cama a dormir. No pasaban ni 5 minutos y ya roncaba como locomotora descompuesta. Mi vagina ansiaba un hombre y el remedo de hombre que tenía en casa no me llenaba para nada. Para colmo no me ayudaba ni un poco con el niño. Por las noches José se despertaba gritando y llorando y me enviaba para que lo calmara, no podía hacer ni eso el muy holgazán y desconsiderado. Pronto, comencé a cansarme de esa situación.
Mi esposo se fue a trabajar un día temprano en la mañana y yo me quede dándole de comer a mi hijo. Todo pasó como una mañana normal hasta que llegó la hora de hacer la comida. Se había terminado por completo todo lo que habíamos traído del supermercado y no había nada para comer. No conocía muy bien el lugar aún porque pues éramos nuevos. Una vecina me había comentado que había una muy buena carnicería y que tenía muy buenos cortes de carne muy sabrosos. Yo me anime a ir y fui con mi hijo. Fui solo con un pequeño shorts de mezclilla y mi blusa amarilla sin usar sostén. La verdad siempre he tenido los senos muy grandes y firmes y no me hacía falta usarlo. Aunque en ocasiones se me escapaba algo de leche pero como mi hijo me había dejado seca en la mañana cuando le di de comer pues no pensé que fuera a haber algún problema.
Después de uno minutos llegue al lugar que tenía por nombre Carnicería El chorizo argentino. Se me hizo muy cómico el nombre y entre para ver que tal estaba. Cuando entre unas pequeñas campanillas en la puerta sonaron y un hombre algo velludo con un bigote muy poblado y un cabello algo crespo y corto se asomó por encima del mostrador.
-Dígame señorita en que le puedo servir.
-Bueno, ya no soy tan señorita, este es mi hijo –dije riendo algo tímida.
-No le puedo creer que ese sea su niño, con tan lindo cuerpo que lleva usted
-Muchas gracias señor, pero no tiene por qué quedar bien conmigo, yo sé que aún estoy con sobrepeso por mi embarazo reciente.
-Pues a mí me parece que usted está perfecta.
-Gracias.
-Dígame, ¿Cuál es su nombre?
-Mi nombre es Julia, soy una vecina de por aquí cerca, nos acabamos de mudar mi esposo y yo, una amiga me recomendó venir a esta carnicería me dijo que tienen muy buenos cortes.
-Ya veo, pues su esposo es un hombre muy afortunado, yo me llamo Gastón.
-A veces creo que él no se da cuenta de eso, pero no importa.
-Pues su esposo debería tener cuidado, cuando un hombre no cuida a una mujer como usted puede llegar un macho que si lo haga.
Yo me reí tímidamente y luego le pregunte.
-¿Por qué tiene ese nombre tan curioso el establecimiento?
-Bueno el nombre se lo puso mi padre, es un chiste familiar, mi padre nació en argentina pero se vino a vivir a México muy joven y pues yo soy de padres argentinos los dos pero me siento muy mexicano.
-Mi padre es de cuba e hizo lo mismo, que loco es el mundo.
-Sí que lo es, bueno el chiste es algo pervertido, mi padre le puso el nombre tan gracioso a la carnicería por el tesoro familiar.
-¿Cuál es el tesoro familiar, alguna receta para preparar un chorizo que solo ustedes conocen? –pregunte con curiosidad.
-No, mire, acérquese y se lo digo al oído porque es un secreto muy privado.
Yo me acerque sin saber que esperar de aquel hombre y él me dijo por encima del mostrador susurrando sensualmente.
-Es porque todos los hombres de la familia tenemos el tamaño de un chorizo en el pene.
Yo me puse muy roja y me aleje de él.
-No nos conocemos lo suficiente como para que usted haga ese tipo de bromas conmigo, yo soy una mujer casada.
-Yo conozco a las mujeres como usted señora Julia… usted es una mujer necesitada de un hombre de verdad, ¿sabe a cuantas mujeres casadas me he comido del barrio?
-No sé y no me interesa.
-Probablemente la amiga que se lo recomendó es porque se refería a este corte de carne –dijo sosteniéndose su gran bulto en el pantalón deslavado de mezclilla que llevaba puesto.
Yo me hice la indignada y me fui de la carnicería tomando a mi hijo de la mano. El me veía con ojos de lujuria mientras me iba y yo cerré la puerta rápido y Salí. Llegando a mi casa me quede pensando en las cosas que me había dicho y como me había mirado. << ¿Seria verdad lo que me había dicho, realmente los hombres de su familia tendrían penes tan grandes?>> pensé. El solo pensar en ello hacia que mi vagina ansiara por ser penetrada. Al siguiente día no aguantaba más la calentura y decidí averiguarlo por mí misma.
Fui de nuevo a la carnicería. Esta vez iba sola, había dejado a mi hijo con una vecina para que me lo cuidara mientras iba por la comida y ella acepto amablemente. Yo fui caminando de una manera rápida a la carnicería. Traía un vestido del diario con flores rojas y negras y amarillas muy escotado, tanto que dejaba ver mi sostén blanco. Mis senos copa 40 doble d rebotaban con mi paso apresurado y mis piernas torneadas y voluminosas se marcaban con los tacones blancos que llevaba. No llevaba ropa interior y la forma de mi redondo trasero se marcaba bajo mi vestido en ocasiones metiéndose la tela entre mis enormes glúteos. Entre a la carnicería y sonaron de nuevo las campanillas. El hombre salió de nuevo a asomarse por el mostrador.
-Veo que ya volvió doña Julia.
-Bueno, este es el único lugar cerca para comprar carne, así que no me queda de otra.
-Yo creo que usted viene por otra cosa.
-Bueno dígame porque vengo entonces.
-Usted viene para ver si es verdad lo que le dije al oído ayer.
-Pues no le puedo negar que si me dio algo de curiosidad.
-Pues vamos a meternos en negocios Julia.
Me tomo de la mano y se acercó a la puerta. Cambio el letrero del negocio a cerrado y cerró con llave. Después me llevo a una trastienda aun sujeta fuertemente de la mano y me dijo -siéntese en ese sillón-. Era un sillón algo viejo color verde con rayas cuadriculadas rojas. El cuarto era amplio y tenía algunas latas de comida en unos anaqueles de fierro. Mis pezones se pusieron erectos por alguna extraña razón. MI corazón latía incontrolable al querer conocer aquel miembro del que tanto presumía. El lentamente se desabrocho la camisa y la arrojó al suelo. Después dirigió sus manos a su cintura y se removió el cinturón de cuero negro con una evilla grande dorada. Unos jeans sucios, manchados por sangre de animal era lo único que cubría su cuerpo. Un gran bulto se marcaba por encima de ese sucio pantalón. Se desabrocho despacio el botón del pantalón y lo dejo caer. Un vello púbico y largo fue lo primero que vi, luego un gran gusano de un grosor imponente salió del pantalón como si lo hubieran tenido cautivo por meses, como si tuviera vida propia. Aquí esta mamita –dijo el hombre con el pene semi erecto-. Era de una dimensión tremenda y un grosor muy grande. Era verdad lo que había dicho. Realmente parecía aun chorizo de los que tenía en el aparador.
-Ahora que ye lo viste Julia ¿Qué es lo que vas a hacer con él?
-No lo sé.
-Yo te voy a decir que hagas con el hermosa
-Yo solo quería ver si era verdad.
-¿Y por eso te veniste con un vestido con un escote de prostituta?, ven chiquita te voy a dar lo que necesitas.
Me metió su polla grande con todo y vello púbico a la boca y comenzó a bombearme sin temer alguna repercusión. Yo me sentía dominada por la virilidad de aquel hombre y no podía oponer resistencia. Su polla entraba y salía de mi boca llenándose cada vez más de mis fluidos bucales. Aquel argentino de corazón mexicano tenía esas dos personalidades de macho y orgulloso combinadas y era confiado en que su enorme polla podía satisfacer cualquier hembra. Me tomaba del cabello y violaba mi boca como si no hubiera un mañana y el sudor de sus genitales mezclado con sus restos de orina seca llenaba por completo mis papilas gustativas y se mezclaban con mi saliva, haciéndome sentir muy motivada. La leche comenzó a salir de mis pezones mientras me penetraba y él se dio cuenta.
-Uy mamita, eso es lechita, déjame probar.
-Está bien, pero debes de prometerme algo.
-Tú dime y yo lo hago mi amor.
-Quiero que me des a probar tu lechita.
-Presupuesto mi amor –dijo bufando y apretando sus dientes.
Me quito el vestido levantándolo por encima de mi cuerpo y mi sostén estaba totalmente empapado. Él lo desabrocho con delicadeza y mis senos brotaron como un botón de rosa, suavemente. La leche materna salía de la punta de mis pezones a chorros y el salvajemente se prendió de uno de mis pechos voluminosos y el otro lo sujetaba y apretaba fuertemente con su otra mano. Sus labios succionaban como los de un infante. Sentía mi leche salir al igual que mis suaves gemidos. El dejó de succionar mis pechos y se sentó en el sillón. Ven y siéntate aquí en mis piernas Julia –dijo palmeando sus miembros inferiores-. Yo puse encima de sus piernas mi anatomía y el volvió a chupar mi leche que parecía inagotable. Metió sus dedos en mi vagina y me hizo gemir nuevamente de una manera fiera y salvaje. Apreté mis dientes y lo mire a los ojos. El dejo de chupar y me beso introduciendo su lengua invadiendo mi boca de manera violenta. Sus dedos eran como serpientes con vida propia dentro de mi vagina y me hacían humedecer en demasía. Nuestros labios se unían con una convicción casi religiosa y después de mucho esperar por fin llegó el momento de la verdad. Gastón masturbó su polla hasta ponerla lo más dura posible y dijo –ahora si vas a poder probar el chorizo argentino Julia-. Se sentó de nuevo en el sillón y me dijo –ven a matarme a sentones negra-. Yo me acerque y acomode encima de él. Lo bese de nuevo y lo mire a los ojos mientras dejaban caer mi vagina en su enorme polla. Apretaba mis labios mientras aquel gran miembro entraba en mi interior lentamente. Abrí la boca y Gastón entró dentro de mí por completo. Toda su polla estaba destrozando mi interior. Una pequeña lagrima broto de mi ojo. El me abrazo mientras hundía su cara en mis pechos besándolos y me dijo –brinca encima de mi Julia-. Yo lentamente comencé a moverme y a sentir cada centímetro de su miembro entrar y salir. La piel de su pene suave y húmedo, se movía y rozaba mi interior haciéndome gritar. Mordía mis pezones como loco y la leche salía a chorros cada vez más y más. El sillón rechinaba con cada sentón que yo le daba y el gemía de igual forma. El sudor de nuestros cuerpos comenzaba a hacer presencia y por fin pude sentirlo, sentía como su pene cada vez se ponía más ancho, estaba cerca del orgasmo. Yo me baje de su polla y me puse de rodillas. Dámela en la boca toda –dije mientras abría la boca y sacaba la lengua—. Él se puse enfrente de mí y masturbo su polla y dijo después de unos segundos –abrí bien grande putita-. Una fuente de leche caliente y espesa salió de su glande bañándome entera. Cayó por mi boca mi rostro y hasta mi cabello. La probé y era deliciosa, tenía un sabor muy dulce. Mi cuerpo estaba todo sudoroso y lleno de su semen. Yo me dispuse a ponerme el vestido y limpiarme y él se sentó cansado en el sillón. Cuando me ponía los tirantes escuche que abran la puerta de la entrada y alguien dijo –viejo, porque tienes cerrado-. Gastón dijo que era su esposa y me llevo a una puerta trasera que daba a un callejón. Si nos descubre nos mata a los dos –dijo mientras me empujaba hacia el callejón donde desembocaba la puerta-. Por favor perdóname negra, espero poder darte en otra ocasión algo más de lechita y poder hacer un quesito con tu leche materna mi amor –dijo sonriendo mientras cerraba la puerta. Tal vez te dé un poco más –dije-. Fin parte I
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