El carnicero

La mesa metálica siempre ha sido una de mis fantasías más secretas.

Como cada lunes salí a comprar a la carnicería en busca de una nueva fantasía. Allí estaba el hombre con el que soñaba cada noche y cada día, cualquier momento era bueno para pensar en él.

Mi carnicero era un hombre de complexión grande, con buenos brazos, velludo por lugares imaginables y que olía a un sudor muy fuerte pero que lejos de no gustarme me hacía imaginar cientos de historias alrededor de sus brazos. Le conocí cuando tenía 17 años un día que acompañé a mi madre a comprar y aunque era más joven en ese entonces, nunca dejé de perder el interés por él.

Cuando llegué tuve la suerte de que no había nadie a la vista. Me saludó amablemente y yo hice lo mismo. Pedí una caja de chuletas de cerdo y unos gramos de jamón.

Quizás a mi marido le apetezcan- pensé. Cualquier excusa era buena para venir a comprar.

Puso la caja de chuletas sobre el mostrador y empezó a cortar las lonchas de jamón. En ese mismo momento miré hacia la izquierda y vi una mesa de metal donde seguramente ponía la carne para cortarla. Volví la mirada hacia él y observé como unas gotas de sudor corrían por su frente que secó cuidadosamente con el dorso de su mano.

Miré de nuevo hacia la mesa e imaginé como me poseía allí. El solo hecho de imaginar esa situación hizo que comenzara a tener calor y que mi clítoris se fuese mojando poco a poco en mi propio sudor. Pasé una mano bajo mi falda y me acaricié.

¿Puedo ayudarte?

Llevé la vista hacia arriba y me giré para ver quién me había hablado. Era mi carnicero que había salido del mostrador y estaba junto a mí con los pantalones bajados mostrando su hermoso pene viril mientras observaba lo que hacía con mis dedos. Me agaché para chupárselo aunque no pude hacérselo como hubiera querido porque era tan grande su tamaño que me producía arcadas.

De repente, me cogió en brazos y sin que me diera tiempo de reaccionar me acostó sobre la mesa metálica y me penetró. Empujó su pene una y otra vez hacia adentro de mí, causándome gran cantidad de espasmos que intentaba disimular delante de él.

Tuve un orgasmo rápidamente y otros muchos que me hicieron gritar durante argo tiempo. Su velocidad fue creciendo y cuando estaba a punto de correrse, sacó su pene y con unos movimientos de mano esparció su semen sobre mi cara.

Aquí tiene - dijo

¿Cómo? – dije a duras penas

Desperté de mi trance, delante de mí el carnicero me miraba con cara rara, ¡me había dormido con los ojos abiertos!, todo había sido un sueño. Cogí la caja de chuletas y el jamón, y con una pícara sonrisa salí por la puerta en dirección a mi casa para prepararle la comida a mi marido.