El caramelo de menta

Llegar por sorpresa hasta tu despacho y tener una sesión prohibida y salvaje es lo que más me apetecía regalarte, multiplicando las sensaciones con un caramelo de menta.

Llego a tu despacho, y tras golpear suavemente con mis nudillos en la puerta, no espero a que me invites a pasar… sencillamente lo hago.

Pero nena ¿Qué haces aquí? – preguntas sorprendido al verme.

No hay respuesta de mi parte… solo sonrío, cerrando la puerta a mi espalda, avanzando lentamente hasta tu mesa, todo, sin dejar de mirarte fijamente a los ojos y moviendo mis caderas a cada paso de la forma más provocadora, esa que te pone a mil. Llego a tu altura y te echo una mirada lasciva. Giro tu sillón colocándote frente a mí, cara a cara, quiero que veas como lentamente me voy desabrochando los botones de mi abrigo, dejándolo caer al suelo, hasta quedarme completamente desnuda ante tu atónita mirada. - ¡Pero cielo! ¿Qué haces?

Otra vez, silencio. No respondo… paso la lengua por mis labios humedeciéndolos… Acaricio mis caderas, comenzando a moverme sensualmente y consigo excitarte aun más.

  • ¡Cariño…! – exclamas extrañado- ¡Puede entrar alguien…! Mutismo de nuevo. Acerco mi mano hasta el tarro de caramelos que hay sobre tu mesa y elijo uno de menta extra-fuerte… Lo meto en mi boca y agarrándome a los apoyabrazos de tu sillón, te beso. Lo hago apasionadamente y con todo el descaro... completamente desnuda sin importarme que alguien pueda entrar y sorprendernos. Enseguida notas el frescor de mi boca… el picante de mi lengua sobre la tuya. No entiendes de qué va todo aquello, pero tampoco te importa, te dejas llevar. De nuevo sonrío… me arrodillo, ubicando mi cuerpo desnudo entre tus piernas. Bajo la bragueta de tu pantalón y saco tu verga que pronto crece entre mis dedos juguetones. ¡Está pletórica!

  • Pero nena… ¡Estás loca!

Tus ruegos parecen apagarse cuando tu polla desaparece en mi boca y notas como el frescor de la menta, mezclado con mi saliva potencia la sensibilidad de ese miembro que tiembla entre mis labios. - Dios, Dios, Dios… - es lo único que alcanzas a decir.

Estaba segura que te iba a encantar. Mi boca sigue haciéndote esa mamada soñada por los dos, en un lugar más que insospechado, de la forma más alocada y con la intensidad de ese caramelo de menta que da frescor a mi boca, y millones de sensaciones a tu erguido miembro…y a todo tu cuerpo que tiembla como una hoja.

La mezcla de esas impresiones, el frescor salvaje de la menta, y el trabajo de mi boca sobre tu sensible glande no tardan en provocarte un orgasmo que se apaga dulcemente en mi garganta, en una mezcla de sabores que nunca antes había descubierto y que por cierto ¡me encantan!

Me levantas casi como un soplo hasta ponerme sentada sobre la mesa de tu despacho. Sin mediar palabra, me besas. Tu boca y tu lengua recogen con avidez ese caramelo que se escapa de la mía, robado con tu lengua. Te agachas frente a mí y entonces, cuando tu lengua y tus labios se apoderan de mis otros labios, los de mi coño ardiente… una extraña y adorable sensación aborda mi cuerpo. Pronto noto esa mezcla que antes estuvo en tu sexo y de igual manera, entro en trance cuando ahora es mi orgasmo el que se apaga en tu boca, agitándome, jadeando estremecida… sintiendo como un intenso placer me invade, entre una lengua maravillosa y el picor fresco de la menta sobre mi sexo.

Lydia