El capitán y yo
Un soldado tiene un incapacidad y su capitán le dará una ayudita...
EL CAPITAN Y YO
Habíamos comenzado los preparativos para marchar a hacer maniobras. Todos los años se realizaba aquello, para mi era la primera vez. Había hecho buenas migas con todos los camaradas de armas, El ejército no es para cualquiera y allí había dado con mis huesos luego de pasar por varias carreras universitarias que nunca seguí, ni termine.
Mi vida hasta el momento de entrara al ejército era común, como la de cualquier chico de dieciocho años en busca de un camino para hacer.
Nunca pensé en el ejército, es mas no me gustan las armas, pero tampoco es que les temo. Creo que mi cabeza pensaba en el ejército como algo muy lejano de mi mismo, pero bueno, un amigo que encontré un día en la calle, me dijo que hacía dos años estaba y se la pasaba muy bien y una cosa llevo a la otra y bueno aparecí anotándome y partiendo un día hace casi una año para enlistarme en las filas del ejército.
Los novatos, como nos llamaban éramos un buen equipo. Aprendimos todo desde cero y ahora preparábamos para partir a hacer como una última prueba.
Llegamos a un lugar en medio de la montaña, inhóspito y solitario. Desértico. No había nada cerca. Alejados de todo. Solo nos teníamos a nosotros, los oficiales que habían ido con nosotros eran pocos. Un cabo, un sargento y todo terminaba en el Capitán Ruiz.
Desde el día en que llegué, los muchachos me hablaron muy bien del Capitán. Lo trataban con mucho respeto y diría casi devoción.
El tipo era muy alto, al menos para mi me lo parecía. Fuerte, con una voz gruesa y potente, mandíbulas fuertes y rasgos firmes y atractivos.
Era de trato agradable. Nunca lo veías enojado o de mal talante. Era un señor, podría decirse.
Así que bueno, partimos en los camiones y al atardecer llegamos al lugar, que distaba creo unos cien kilómetros de la ciudad.
Nos repartimos según las indicaciones en habitaciones de seis. En ellas había lo mínimo indispensable. El calor de los últimos días de primavera se empezaba a hacer sentir. Eran habitaciones cómodas, pero con pocos muebles. Así que nos acomodamos como pudimos.
Teníamos tareas asignadas y en eso no había nada para discutir. La noche cayó pronto asi que todo el mundo a dormir, después de una cena liviana.
Me acosté y no conciliaba el sueño, recordé, que hacía tiempo no estaba con mi novia, no tenía intimidad. Y que hacía tiempo además arrastraba aquel problemita que se me había suscitado varias veces.
Creo que además recordé que en una noche de copas con los compañeros de milicia les había comentado aquel problema que me sacudía el alma a veces, angustiándome. Entre esos pensamientos turbulentos me dormí.
Al día siguiente aún la luz no asomaba cuando comenzaron los movimientos que fueron realmente agotadores todo el día. Trepar, correr, tirarse cuerpo a tierra, arrastrarse, realmente agotador. Las manos laceradas, marcas en la piel.
Arrastrábamos los pies, el equipo era pesado. Agotados por demás, terminamos aquel primer día. Nos fuimos al baño que estaba armado en un amplio galpón en medio de la naturaleza. Pocos hablaban ya las energías estaban a punto de colapsar.
El agua fue una bendición. La luz del día poco a poco se iba terminando. El hambre atacó por todos lados y fuimos sin chistar a la barraca donde servían las comidas.
La cena fue abundante sin exagerar, era parte del entrenamiento. Algunos, luego de la cena nos fuimos a fumar un cigarro bajo las estrellas, en ese momento estábamos libres, sin ninguna obligación, ya nos habían dado descanso. Los compañeros luego de largas risas y chistes de a uno se fueron yendo, quedamos un par y yo. En eso estábamos cuando un muchachito de otro sector vino hasta nosotros pregunto quién era tal y resulto que era yo.
__¡Bueno, el Capitán quiere verlo soldado en su cabaña!
__¿A mí?__ pregunté cómo estúpido
__¡Y si dices ser quien eres, eres tu!__ me dijo risueño el chico aquel.
Me acerqué temeroso a la cabaña del Capitán, que por supuesto no compartía con nadie, me dolían los hombros y los pies, pero podía soportarlo, era joven y fuerte. Golpeé y esperé, ansioso.
__¡Adelante!__ gritó la voz potente. Entre y quedé de pie, saludando al Capitán que apenas me miro en un principio, mientras acomodaba una serie de papeles.
Cuando finalizo la acción levanto la vista y me miró serio y relajado.
__¡Oh aquí está soldado!
__¡Sí señor!
__¡Está bien soldado sin tanta formalidad, esta bien!
__¡Claro!
__¿Está cansado?
__¡Sí señor, es el primer día!
__¡Y si, siempre cuesta!__ dijo con tono comprensivo. En aquel sitio se estaba cómodo o tal vez él hacía que aquello fuera agradable.
__¡Siéntese!__ dijo el Capitán Ruiz. Me senté en un sillón no muy grande que tenía en una especie de sala de estar. Se veían dos puertas más, que supuse una sería del baño y otra de un cuarto de dormir.
__¡Bien soldado, usted sabe que aquí inculcamos y pretendemos ser como una gran familia!
__¡Si señor lo sé!
__¡Bueno he sabido gracias a uno de sus compañeros que tiene algunos problemas soldados y aquí estamos para ayudarlo!__ dijo el Capitán muy seguro de lo que decía.
__¿A qué problema se refiere señor?__ dije muy inocentemente
__¡A los referidos a su…digamos sexualidad!...¡Vamos a los inconvenientes que ha tenido con ciertas chicas y que no le han permitido intimar con estas, digamos a su falta de dureza, de erección, que así es como se llama!__ mis colores subieron a mi rostro. No esperaba que el Capitán, aquel hombrón me hablara de aquella forma y del tema que se trataba.
__¡No se asuste, ni se incomode soldado!¡Su Capitán lo va a ayudar!¿O no quiere mi ayuda? ¡Si es así solo dígalo y bueno, que dios lo ayude!__ dijo en tono firme y claro.
__¡No, no señor, es que…no esperaba….!!
__¡Sé que no lo esperaba y de eso se trata ayudar, de hacerlo sin descanso, siempre y en cualquier lugar!¿Esta dispuesto o no?
__¡Sí, sí, señor…sí, claro!
__¡Bien, entonces empecemos!¡__ yo estaba anonadado y aún no salía de mi sorpresa. El Capitán vino a mi lado. Estaba con una musculosa verde que demarcaba su estado físico, unos buenos músculos bien torneados. Se sentó a mi lado, yo tragaba saliva, estaba nervioso para que negarlo. Puso una mano sobre mi pierna. En el muslo para ser mas exacto.
__¡Relájese soldado!__ dijo casi en mi oído. Yo entonces tiré el cuello sobre el respaldo del sillón que era bastante alto. De hecho mi espalda quedó pegada prácticamente al respaldo. Pasaba su mano una y otra vez por mi muslo. Yo sentía un lejano vaho eléctrico en mis genitales, muy leve, ese contacto me emocionaba, pero me sentía raro a la vez.
__¡Ahora explorare tus pechitos soldado!!__ me dijo y metió una mano por debajo de mi remera suelta, acarició mi vientre duro, me agité, llegó a mis pezones y fue una sensación riquísima, gemí de forma leve y el se dio cuenta.
__¡Veo que nunca te han acariciado así, aha, ehh, se siente bien soldado, no, uhhh, creo que lo que tienes abajo se está levantando!__ pellizcó mis tetillas que se pusieron duras de inmediato y una ola de calor envolvió mi cuerpo, di un leve gritito, sentía mi verga erguirse irremediablemente.
Me quitó la remera luego de masajearme unos minutos. Y con su boca chupó mis pezones duros y gordos.
__¡Ohh soldado veo que te gusta!
__¡Sí, señor, sí mi Capitán!!__ balbucee envuelto en un remolino de pasión y calentura desconocido para mí. Abajo mi verga pulsaba, como hacía tiempo no lo hacía. Sería cierto que aquello me gustaba por demás y que nunca me habían tocado de esa forma. En eso pensaba mientras el hombre que me lamía y chupaba y besaba gemía al compás de sus chupadas. Fue la primera vez que lo noté. Me gustó oírlo gemir. Con los dedos el Capitán acariciaba mi vientre y mi ombligo, yo sentía fuertes deseos de besarlo, de comerle la boca, de meterle la lengua hasta el fondo de su garganta.
El continuo hurgando y llegó a rozar con los dedos la verga que estaba poniéndose cada vez mas rígida, más dura, cabeceaba para levantarse.
__¡Ohhh bebe, ves como nos ayudamos, te das cuenta, ahh, mira como se está poniendo tu cosa, dura, muy dura!!__ susurraba en mi oído ardiente, al rojo vivo.
Fue bajando el pantalón que sol tenía un elástico común, mi verga y yo pedían por favor que salieran ya al aire. El Capitán Ruiz gemía desbordado de emoción, supuse que estaba tan duro como yo.
La mano dura del Capitán abrazó por completo mi pedazo, urgía, latía feroz, empezó a masajear. El ojo de mi pez rígido largaba gotitas de líquido seminal, el macho, me masajeaba todo el pedazo muy gordo y duro, yo relajado tiraba mi cuello hacia atrás, en tanto el dulce Capitán chupaba mis pezones a reventar. Yo lloriqueaba, lagrimeaba de felicidad y calentura feroz, volcánica, muy envuelto en llamas, muy necesitado de aquel encuentro.
Mis pantalones por las rodillas, la mano experta del hombre se detuvo unos instantes en mis gordas bolas, llenas de leche de hacía ya tiempo, las sopeso, las apretó unos momentos. Yo gemía sin control. No podría contener mucho más, la catarata de leche que se venía.
El hombre masajeó apurando, por todo lo largo de mi caño.
__¡Ohhh Capitán, mi Capitán…no aguanto…voy a acabar…ahhh en cualquier instante…ohhhh!!!__ gemía yo.
__¡Déjalo venir soldado, siiii, hazlo, vamos quiero tu leche, anda si!!!__ decía aquel macho preciado, y con unas ganas asombrosas bombeó y bombeó mi manguera.
Al fin apreté las mandíbulas, lancé un grito desgarrador y mi leche empezó a brotar sin destino y a saltar de forma enloquecida hacía todas partes, en tanto el Capitán mojaba sus manos y las frotaba en mis labios y en mi pecho y en mi vientre.
Quedé con la boca abierta, mi verga cabeceando, largando hasta la última gota de semen. La mano del Capitán no dejo de acariciar mi pedazo que aún seguía vivo y ardiente.
El Capitán me atrajo hacia él desde la nuca y pegando su boca a la mía metió su lengua a fondo en mi garganta.-